1. EL ZORRO ESCARMENTADO
Era una noche cálida de Agosto en la Serranía de Cuenca cuando no se
porqué razón, cuando todos los gallos y gallinas de los distintos gallineros
del pueblo se habían dormido, yo me había desvelado y no hacía más que
dar vueltas en el palo de mi gallinero. Habían pasado un par de horas y
seguía con las mismas, sin gota de sueño; entonces decidí darme un paseo
por el campo para ver si de esta manera conseguía cansarme y conciliar el
sueño. Paseando me fui alejando del pueblo, había un silencio tremendo, no
se oían nada más que los grillos y alguna lechuza, pasé el río aguadulce y
sin quererlo estaba en la ladera de la montaña; entonces me pareció
escuchar la voz de un zorro, me escondía detrás de una zarza y afiné el
oído. Cierto, era un zorro que estaba contando a otros el plan que había
diseñado.
Amiguetes zorros, decía el zorro del plan, esta noche he decido dar un
golpe tremendo en los gallineros del pueblo. A las cinco de la madrugada,
cuando todos los gallos y gallinas están en un sueño profundo, bajaré al
pueblo, entraré en el primer gallinero que encuentre abierto y mataré todas
las gallinas que pueda. Si alguno de vosotros me acompaña, podemos hacer
una cacería de tal envergadura que consigamos comida para todo el resto
del verano. A los demás zorros no les resultó atractiva la idea, pues no
estaban dispuestos a correr riegos cogiendo gallinas en el pueblo cuando en
el monte tenía conejos, liebres y otros animales que satisfacían sus
necesidades culinarias. Así que no me acompañáis ninguno, cuando vuelva
mañana por la mañana no me vengáis haciendo la pelota para que os de
gallinas, salvo que me apoyéis para ser el jefe de todos los zorros de estas
montañas.
Ya había escuchado bastante, me di la vuelta sigilosamente para no ser
descubierto y me marché a toda velocidad al pueblo. Llegué a mi gallinero
y todas las gallinas estaban dormidas, las desperté y casi me matan, no les
hizo ninguna gracia salir de su profundo sueño, pero mucha menos gracia
les hizo escuchar el plan del zorro. Y ¿qué hacemos? me preguntaron. Pues
tenemos dos alternativas, la primera es despertar a todos los gallos y
gallinas de los demás gallineros y marcharnos a otro pueblo y la segunda es
quedarnos y preparar un plan contra el zorro. Un plan, ¿que plan podemos
preparar si somos mucho más débiles que el zorro? argumentó una gallina.
Darme media hora para pensar y os prometo que un presentaré un plan.
Le estuve dando vueltas a la cabeza y no había manera de obtener una idea
que pudiera dar resultado, cuando de buenas a primeras me sentí iluminado
2. y les dije a las gallinas que se reunieran en círculo para contarles el plan
que nos salvará del ataque del zorro y a la vez será un escarmiento de tal
magnitud que pasarán muchos años sin que nos moleste ningún zorro.
“Todos los gallos y gallinas de los diez gallineros que hay en el pueblo nos
iremos al último gallinero, los otros nueve se quedarán vacíos, unos con la
puerta abierta y otros con la llave echada. Por lógica, el zorro querrá entrar
en el primer gallinero y luego en los siguientes, cuando llegué al último en
donde estaremos todos con la puerta abierta y la luz apagada, nos
lanzaremos sobre él y le daremos una gran paliza”. Ahora me voy a los
demás gallineros a contarles la intención del zorro y el plan que hemos
diseñado. Vosotras iros al último gallinero y dejar la puerta abierta y la luz
apagada.
Eran las cuatro de la madrugada cuando todos los gallos y gallinas
conocíamos el plan y nos encontrábamos dentro del último gallinero,
apagamos la luz y nos preparamos para la llegada del zorro. Transcurrida
una hora, llegó el zorro a las inmediaciones del pueblo. ¡Ya estoy llegando
y se me hace la boca agua con solo pensar en el gran banquete que me voy
a dar! Siguió caminando y de buenas a primeras se encontraba delante del
primer gallinero. ¡Qué silencio y qué oscuridad! ¡Pobres gallinas, no saben
la que les espera! ¡Actuaré rápido, me comeré una, llenaré los dos sacos de
gallinas y corriendo al monte! Allí estarán el resto de zorros que vendrán a
adorarme y a rendirme respeto y obediencia por la gran hazaña que habré
realizado. No trabajaré nunca más y serán ellos los que siempre me traerán
todo lo que necesite. ¡Seré su gran jefe!
Dicho y hecho, empujó a la puerta del primer gallinero, está abierta, entró
silenciosamente y encendió la luz, ¡sorpresa, estaba vacío! ¡Leñe!, ¿Dónde
están las gallinas? Buscaré en el siguiente gallinero que está a escasos
quince metros. Empujó a la puerta y estaba cerrada. Buscaré suerte en el
siguiente, llegó, empujó y sí, esta puerta estaba abierta, entró de puntillas,
encendió la luz y, lo mismo que en el primero, allí no había nadie. ¡Qué
raro! Prosiguió con su búsqueda, llego al cuarto y como el segundo, estaba
cerrado. En el quinto tendré más suerte, se dijo; éste estaba abierto, ¡a que
están aquí!, pues no, estaba vacío. El zorro comenzó a ponerse nervioso,
¿no será que se han ido de vacaciones? No puede ser, no puedo volver al
monte sin gallinas, ¡qué dirán los zorros! Seguiré buscando, el siguiente
también cerrado, el séptimo abierto pero vacío. Solo le quedaban tres y al
zorro le estaba cambiando el color de la cara. El octavo gallinero estaba
cerrado y el noveno abierto pero vacío. Solo me queda uno y los nueve
anteriores uno estaba vacío y el siguiente cerrado; y si el noveno estaba
abierto, el que falta le toca estar cerrado. ¡Ni lo intento, me voy al monte!
Había caminado cincuenta metros y se dijo, tampoco pierdo nada por
3. empujar a la puerta del último gallinero, haber si mi suerte está ahí. Se
volvió y sin mucha convicción empujó a la puerta y, sorpresa, estaba
abierta. ¡A que están aquí! Entró, no había terminado de encender la luz y
ya estaba tirado en el suelo con más de cien gallinas encima de él dándole
picotazos en todas las partes de su cuerpo. ¡Socorro! ¿Esto qué es? Esto son
los gallos y gallinas que tu estabas buscando, y picotazo viene y picotazo
va. ¡Dejadme, me vais a matar! gritaba desesperado, pero las gallinas no le
hacían caso. Entre los picotazos y los arañazos de las uñas de las gallinas,
el cuerpo del zorro parecía un “Santo cristo” la voz a penas se le oía,
entonces el gallo del primer gallinero exclamó ¡basta ya!, y todos dejaron
de picar al zorro. Querido zorro, ¿estás dispuesto a escucharme o seguimos
maltratándote? Os escucho, dijo con voz entrecortada y profunda. Te
vamos a dejar marchar y cuando llegues al monte, les dirás a los demás
zorros lo que te ha pasado y a la vez les dices que si alguno quiere comerse
gallinas, que aquí los estamos esperando.
Salió como pudo del gallinero y más arrastrándose que andando, llegó al
monte en cuatro horas. Cuando los demás zorros lo vieron, exclamaron
¿qué te ha sucedido? Escucharon atentamente la historia y cuando les dijo
que si alguno quería comer carne de gallina, que fuera al pueblo, allí los
esperaban. No, de eso nada, no nos gusta la carne de gallina. Sí que les
gustaba, pero los gallos y gallinas les habían dado una lección que les
duraría toda la vida. Desde este escarmiento al zorro, pasaron muchas
generaciones sin que se escuchara que los zorros habían atacado a las
gallinas.
Moraleja: una estrategia es buena si se valoran sus virtudes e
inconvenientes y no se menosprecia al contrario.
Gabriel Catalán López (1989)
gabrielcatalan1@hotmail.com