cortes de luz abril 2024 en la provincia de tungurahua
Sordo como una tapia
1. SORDO COMO UNA TAPIA
Agustín Orejuela Tapia nació en Orejilla del Sordete, un pueblo de la
provincia de Teruel. Pueblo que cuando Agustín nació tenía 2.000
habitantes y que al día de hoy apenas llegan a los 150. No penséis que la
despoblación a ocurrido hoy, no, hace muchos años que empezaron a
cerrarse casas, lo fuerte ocurrió en los años 60 con la industrialización y en
especial con la industrialización en Valencia, posiblemente fuera la
cercanía por lo que la emigración de Orejilla del Sordete se dirigió a los
Altos Hornos de Sagunto o porque los primeros que salieron se fueron allí
y estos colocaron a los siguientes; fuere por lo que fuere, lo cierto es que la
gran mayoría de los que abandonaron el pueblo, se fueron al Puerto de
Sagunto. Más tarde, en los años 70 e inicios de los 80 hubo otra avalancha
de salidas, también con destino mayoritario a Valencia, pero esta vez el
trabajo era de conserje en porterías.
Desde muy pequeño, sus padres ya detectaron que su hijo Agustín no oía
muy bien, o al menos eso parecía en algunas ocasiones; y digo en algunas
ocasiones, porque había veces que respondía a la primera y otras que no se
enteraba aunque utilizaras un altavoz. Cumplidos los 4 años, lo llevaron a
párvulos, ¡qué tiempos aquellos!, solamente en la clase de párvulos eran 40
niños y niñas, que junto con las otras 4 clases de grado superior juntaban
200 niños en el pueblo; deciros que jugaban por barrios y ahora si se
descuidan, no pueden ni jugar, entre niños y niñas hay 9 en toda la escuela.
Doña Eva era la maestra de párvulos, la maestra de Agustín Orejuela, una
señora de avanzada edad, los 55 ya no los cumplía y que tenía una larga
experiencia en esto de cuidar y educar a pequeñajos, pues toda su vida de
maestra había estado con los diminutos. No tardó en detectar que algo le
pasaba al bueno de Agustín, o no oía bien o era un tanto distraído. Pero no
tenía las pintas de ser distraído, estaba impasible, no hacía un ruido, al
contrario que otros que se despistaban con el volar de una mosca. Y, en
cambio el niño era listo, asimilaba la enseñanza a la primera, mientras la
gran mayoría todavía no se sabían las vocales, él ya estaba con las
consonantes.
Pasaban los días, las semanas y el primer mes desde comienzo del curso.
Doña Eva, que venía observando a Agustín desde el primer día de curso,
llegó a la conclusión que algo importante le pasaba al niño. Había que
tomar cartas en el asunto y proponer a sus padres que lo pusieran en manos
de especialistas. Así que, terminada la clase del viernes, cuando Macarena
Tapia, la madre del niño, fue a recogerlo a la escuela, doña Eva le dijo,
quiero hablar con usted y con su marido sobre el comportamiento de su
2. hijo. Pues tendrá que ser a la hora de cenar, que es cuando mi marido
regresa del trabajo. No importa, iré a su casa. Aquí terminó la conversación
y Macarena y Agustín se fueron a la casa, Agustín callado como siempre y
su madre dándole vueltas a la cabeza sobre qué habrá querido decir con lo
del comportamiento, si el niño no da ni un ruido.
A las 9 en punto de la tarde, Doña Eva estaba tocando a la puerta de
Agustín Orejuela y Macarena Tapia. Solo entrar en la casa, la maestra se
percató de la cara de preocupación de los padres, en cambio, Agustín
sonreía al ver a la maestra en su casa. No se preocupen con el
comportamiento, Agustín en eso es ejemplar al igual que en el aprendizaje,
es de los mejores de la clase. Entonces, ¿qué problema tiene el niño para
molestarse usted en venir a estas horas a nuestra casa? Como les he dicho,
el niño es de los más listos de la clase y su comportamiento normalmente
es ejemplar; quiero comentarles lo que yo he observado a lo largo de este
mes y darles mi consejo. El niño siempre se sienta en las primeras mesas y
mientras yo explico algo, él ni parpadea. Visto así, se podría decir que es
un niño muy aplicado, pero si cuando yo explico, algún otro niño lo
incordia, se irrita muchísimo. Por otro lado, cuando es la hora del recreo,
participa muy poco en el juego con el resto de los niños y niñas. Los padres
escuchaban con atención las explicaciones de la maestra, mientras Agustín
se entretenía pintando en un cuaderno. Estoy convencida que el niño es
muy tímido, lo que no me preocupa en exceso. Lo que me preocupa, es su
comportamiento social, la poca relación con sus compañeros y compañeras
y esa irritación que se le produce cuando alguien dificulta su atención en
las explicaciones.
¿Qué piensa usted que le ocurre? Preguntó Agustín Orejuela. ¿Es grave?
Apostilló la madre.
Yo no puedo valorar la gravedad de lo que le ocurre porque no se qué es lo
que le pasa, lo que sí estoy convencida es que le pasa algo y les aconsejo
que lo vea un psicólogo y de su opinión como especialista. Si ustedes me
dan su autorización, yo haré los trámites y mientras tanto, les aconsejo que
no saquen conclusiones, porque al igual es una tontería.
Esa noche la cena no les sentó muy bien y dormir que digamos, tampoco
durmieron mucho. A sus cabezas llegaban inevitablemente preguntas sin
respuesta sobre qué le pasaba al niño. Macarena le decía a su marido, ya
verás como al final el niño está sordo o tiene algún problema más grave. Lo
de sordo tampoco es un problema tan grave, de todas formas, vamos a
esperar la opinión de los especialistas respondió el marido.
3. No tardó ni dos días doña Eva en concertar cita con el psicólogo. Don
Crescencio Morata Tajuña, hombre de larga experiencia en eso de la
psicología y especialista en niños. Don Crescencio acudió a Orejilla del
Sordete, citando al bueno de Agustín y sus padres a las 5 de la tarde en la
misma escuela. Diez minutos antes de que sonara el timbre que anunciaba
la finalización de la clase, estaban Agustín y Macarena en la puerta de la
escuela. A las 5 en punto sonó el timbre y los niños y niñas salieron como
balas en busca de la merienda. Agustín se quedó con sus padres. La maestra
doña Eva hizo de intermediaria presentándolos. D. Crescendio
amablemente invitó a los padres y al niño a tomar asiento y tras explicarles
en que consistía su trabajo de psicólogo y hacerles varias preguntas de rigor
sobre su hijo, les invitó a que abandonaran la escuela hasta dentro de una
hora, pues este periodo de tiempo lo quería dedicar exclusivamente al niño.
D. Crescencio preguntaba y preguntaba y Agustín respondía y respondía. A
la media hora de la entrevista, el psicólogo había llegado a la conclusión de
que el niño tenía un nivel intelectual superior a la media y una madurez
superior a la de su edad. Igualmente había observado algo que no podía
descifrar. Iba a proponerle un juego, cuando ensordecedores golpes sonaron
en la puerta de la escuela que provocó sobresalto en el psicólogo. ¿Qué son
esos golpes? Exclamó en voz alta. Era el alguacil que quería informar a D.
Crescencio que en una hora apagaba las luces. Una vez marchado el
alguacil, el psicólogo preguntó al niño ¿como es que no te has ni inmutado
con esos estrepitosos golpes, que a mi me han dado un susto de muerte?
Tampoco eran tan fuertes, respondió Agustín. Y, aquí empezó a darse
cuenta D. Crescencio del problema que tenía Agustín. El niño tenía una
sordera imperiosa, que disimulaba perfectamente estando en primera fila,
concentrado en las explicaciones de su maestra y mirándola a los ojos.
Transcurrida una hora, los padres estaban en la escuela, como así les había
indicado el psicólogo. Pasen ustedes, ya tengo la solución. Usted dirá, es
grave, preguntaron los padres. No, psicológicamente no tiene ningún
problema, todo lo contrario, el niño es muy inteligente y la madurez es
superior a la de su edad. El problema es del oído, el niño no oye bien, es un
poco sordo, pero para valorar el nivel de sordera y que remedios poner, lo
debe ver el especialista. Nos lo suponíamos, respondió el padre.
Al día siguiente, doña Eva, que ya conocía por boca del psicólogo el
resultado de la entrevista con Agustín, en un plis-plas contactó con el
Otorrino en el hospital de Teruel y concertado una cita para dentro de diez
días.
Llegado el día de la cita, los padres y Agustín, a las 6 en punto de la
madrugada estaban en la plaza del pueblo esperando la llegada del coche de
línea que les llevaría a Teruel. Agustín era la primera vez que salía de
Orejilla del Sordete, y los padres no creáis que muchas más. Ya en la
consulta, el Otorrino hizo una austera exploración, diagnosticando una
4. importante pérdida auditiva y lo más importante y preocupante una
degeneración en el tímpano que a medida que pasaran los años, la pérdida
auditiva iría creciendo hasta quedar prácticamente sordo.
Buen médico ese Otorrino, hoy 52 años más tarde, Agustín necesita llevar
implantados unos modernos aparatos que le permiten a duras penas
escuchar la conversación. Pero, si ya con cuatro años había aprendido a leer
los labios, figuraros con 52 años más de experiencia. La sordera no ha sido
ningún impedimento para hacer su vida y seguir siendo de los más
inteligentes de su edad, como ya ocurría con cuatro añicos.
Moraleja: El poder de la mente supera cualquier obstáculo.
Gabriel Catalán López (2012)
gabrielcatalan1@hotmail.com