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LA UNIVERSIDAD Y EL DESARROLLO DE AMÉRICA LATINA*
Renato Dagnino
Departamento de Política de Ciencia e Tecnologia – DPCT/unicamp
rdagnino@ige.unicamp.br
Resumo: A universidade pública latino-americana vem se mostrando
crescentemente “disfuncional”. Ela continua sendo uma parte de um sistema sócio-
econômico marcado pela nossa condição periférica e em processo contínuo de auto-
organização, mas cada vez menos atende aos interesses dos dois segmentos
contraditórios que conformam esse sistema. Não serve nem à elite econômica e
política, que a ocupa e controla, nem ao que se vem chamando movimentos sociais,
que nela não podem entrar. Os atores políticos que nela se enfrentam - as
lideranças docentes e discentes e aqueles que elas denominam de governantes
obscurantistas e autoritários – pertencem ao primeiro segmento: à elite. Eles se
opõem em muitas coisas, mas ambos discordariam do diagnóstico da
“disfuncionalidade”. Garantem que a universidade é imprescindível para atender as
demandas cognitivas contidas nos projetos políticos dos dois segmentos
antagônicos da nossa sociedade. O fato de que a capacidade de acumulação da
empresa prescinde atualmente das universidades (e dos institutos de pesquisa
públicos) evidencia o lado empresarial da disfuncionalidade. Sobra para as elites
apenas o status, decrescente, que passar por ela proporciona. Sobre a
disfuncionalidade do lado da classe dominada, é redundante comentar as barreiras
ao seu acesso à universidade pública, mas vale a pena indagar sobre a utilidade que
poderia ter o conhecimento que lá se oferece num contexto de informalidade
crescente como o que vivemos. Colocar o interesse dos movimentos sociais na
agenda do enfrentamento surdo é uma tarefa urgente da comunidade de pesquisa
de esquerda. Essa parece ser a única maneira de explicitá-lo e impedir que a
universidade se torne ainda mais disfuncional.
Palavras-chave: universidade pública, Política de Ciência e Tecnologia, América-
latina.
Abstract: The Latin American public university has been increasingly proving itself to
be dysfunctional. It continues to be a part of a social-economic system marked by a
peripheral condition and that is in a continuous process of self-organization. This,
however, does not imply the encompassment of the interests of two rivaling social
segments. Latin American public universities serve neither the economic and political
elite by which they are controlled, nor the so-called social movements that have no
access to them. Political actors involved in power plays inside the university all
belong to the same segment (the elite). Although having quite a number of quarrels,
they both refuse the idea that Latin American universities are dysfunctional. They
believe that the role of universities in answering to the cognitive demands associated
*
Este trabajo tiene como origen una charla ofrecida a los profesores y alumnos de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Mantiene el tono coloquial de la presentación
capturado de modo magistral en una materia elaborada por Rosana Errasti de la Oficina de Prensa y
Divulgación Científica de esta Facultad. A ella agradezco, sin incriminar, el excelente trabajo que
hizo, y que sirvió de base para la elaboración del texto.
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to political projects of both the rivaling social groups is crucial. The fact that
companies profits in Latin America are largely independent of universities and public
research centers implies the productive side of the dysfunctionality. To the elite, all
that is left is the status of having attended college. Regarding the dominated class’
side of the dysfunctionality, it is redundant to comment on the obstacles to its access
to public universities. However, it is worthwhile to question the utility of the
knowledge offered there in a context of increasing informal employment.
To place the interests of social movements in the agenda is an urgent task for the left
wing research community. This seems to be the only path towards avoiding a yet
more dysfunctional university in Latin America.
Keywords: Public university. Science and technologyc policy. Latin American policy
of Science and technologyc.
Si tuviera que hacer un diagnóstico la universidad pública en Brasil éste
podría resumirse con la palabra disfuncionalidad. La universidad pública brasileña es
disfuncional a la sociedad y al país, y esta disfuncionalidad es interpretada tanto
desde la derecha como desde la izquierda.
Por una parte, la derecha en Brasil ve a la universidad pública como
disfuncional al modelo neoliberal implementado desde finales de los ochenta. Un
modelo de apertura económica indiscriminada, de desindustrialización, que no
necesita de una universidad que haga investigación y forme recursos humanos
calificados. Una condición característica de la situación periférica ha sido y es la
débil demanda de conocimientos y recursos humanos generados localmente. Si esta
situación ya se hacía sentir en relación con el modelo agroexportador primario y con
el modelo de sustitución de importaciones, donde no cambió significativamente el
problema, con más razón en el modelo neoliberal. Ese diagnóstico de
disfuncionalidad desde la derecha tiene como acción política la pragmatización de la
universidad y el consecuente recorte de todo lo considerado “innecesario”, que se
manifiesta no solamente en la presión sobre los salarios y las condiciones de
trabajo, sino también en un cambio de la función y reconocimiento que hoy ya no
tiene la universidad frente a las elites políticas y del poder económico en Brasil. Para
decirlo de una forma muy dura: las elites universitarias ya no logran convencer a las
elites del poder económico y político de que el conocimiento, el saber y, por lo tanto,
la investigación en la universidad pueden ser importantes para el futuro.
Durante mucho tiempo la comunidad universitaria ha logrado relacionarse con
esas fuerzas de poder económico y político, permitiendo que la universidad exista de
la forma que lo ha hecho hasta ahora en Brasil. Sin embargo esa vinculación hoy se
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vuelve imposible. Los aliados que ha tenido la universidad pública, de una forma
tácita o explícita, inclusive durante el gobierno militar, ya no son tales. El propio
gobierno militar vio en la universidad una herramienta para su proyecto de Brasil
“gran potencia” y estimuló varias áreas del conocimiento, sobre todo las áreas duras.
Esta situación, entonces, de crisis, de disfuncionalidad, se puede resumir más o
menos de esta forma: la universidad ya no es necesaria para que la clase dominante
siga con su proyecto de acumulación; la universidad, en un país cada vez más
dependiente desde un punto de vista tecnológico, sin proyecto nacional, es muy cara
para no ser necesaria. Y es su alto costo y baja legitimidad que la ponen cada vez
más indefensa frente a las amenazas de privatización.
Y el diagnóstico de la universidad desde la izquierda? La universidad pública
en Brasil hasta los años ’60 ha sido responsable de la mayor parte de la matrícula. A
comienzos de los años ’60, antes del golpe militar, la universidad pública era
responsable del 70% de la matrícula de la enseñanza superior. Hoy lo es sólo del
30%. Ese número varía en algunos estados, sobre todo en los del nordeste donde
han logrado presionar a sus dirigentes para que trajeran universidades federales del
gobierno central. En cambio, los estados más ricos, como San Paulo y los estados
más al sur, no han presionado al gobierno federal y de hecho el porcentaje de
matrículas públicas en el estado de San Paulo es del 17%. Quiere decir, que el 83%
de los estudiantes universitarios pertenecen al sector privado.
Por otra parte, de los jóvenes brasileños entre 18 y 24 años solamente el 10%
va a la universidad. En los países desarrollados, como en Canadá, el 80% de los
jóvenes en ese rango de edad está en la universidad. Estos datos dan una imagen
de cómo la universidad en Brasil es elitista, o mejor dicho, es elitizada. Debo agregar
que, si se puede hablar de calidad (una vez que el concepto que adoptamos es
socialmente construido en los paises de capitalismo avanzado) la universidad
privada tiene muy baja calidad y no hace investigación; es una “fábrica de hacer
diplomas”. Mientras que la gente que entra en la universidad pública, es decir que
pasa el examen de ingreso, tiende a ser la que hizo la enseñanza primaria y
secundaria privada, que en esos niveles es la mejor. Entonces se da la paradoja de
que la gente con menos recursos está en las universidades privadas y los ricos
están en la universidad pública.
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Esa situación hace que también exista un diagnóstico por la izquierda acerca
de la disfuncionalidad y es que la universidad pública no representa como en el
pasado, una alternativa o posibilidad de ascenso social para la clase de menores
ingresos, el ascenso social ya no ocurre vía la universidad. Además, es un hecho
que a finales de los años ’70 y comienzos de los ’80 Brasil formaba 23 mil ingenieros
al año y todos tenían empleo, incluso podían elegir entre más de un empleo al
término de su formación. Hoy Brasil forma 14 mil ingenieros y esos jóvenes no
tienen trabajo.
Si en el modelo de sustitución de importaciones existía la posibilidad, o al
menos la meta, de que Brasil luego de sustituir importaciones pudiera también
sustituir la tecnología necesaria para producir esos bienes, con el abandono de ese
modelo toda la política científica y tecnológica y la política de investigación
universitaria se ha visto sin rumbo. Se podría decir que hoy la universidad en Brasil
no es funcional, es decir, no es necesaria ni para la clase dominante ni para la clase
dominada.
Esta situación, sin embargo, no es percibida como tal por el movimiento
docente ni por las fuerzas políticas de la universidad. Desde hace mucho la
universidad viene perdiendo capacidad de convencimiento, viene perdiendo
prestigio, legitimidad y fuerza política. Sin embargo, la manera como se pretende
enfrentar esa crisis es lo que se conoce como una respuesta refleja. La comunidad
universitaria sigue intentando convencer a las elites políticas y económicas de su
importancia y necesidad, y se queja que el gobierno no la entiende, no valoriza la
ciencia, que los empresarios son atrasados, no son patrióticos, no hacen
investigación y no la demandan de la universidad. Es un discurso defensivo y como
tal se agota en sí mismo, no genera un proyecto, ni un planteo hacia el futuro.
Pareciera que la comunidad universitaria ha perdido la posibilidad de formular un
proyecto alternativo que le permita ganar fuerza, apoyo y plantear algo distinto. Esta
situación se agrava cada año y no tiene solución en el marco de un modelo de
universidad como el planteado hasta ahora.
Sin embargo, los cambios que se puede visualizar a futuro nos plantea la
pregunta sobre qué hacer con la universidad pública, cómo recomponerla, en qué
dirección, con qué proyecto. Durante el gobierno militar sabíamos cómo combatir al
enemigo, no es que nos resultara, pero al menos sabíamos qué hacer. Pero cuando
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se fueron los militares y comenzó el gobierno civil, el movimiento docente quedó
realmente desorientado y todavía está así. El contexto cambió y va a cambiar de una
forma muy clara y se hace difícil prever cuál va a ser la reacción de la universidad,
del movimiento docente ante esto. Durante el gobierno militar, una estrategia
defensiva que desarrolló la universidad para preservarse fue aislarse del mundo
político. Erigiendo la bandera de la calidad y insistiendo en criterios académicos de
contratación y promoción ella lograba ponerse a salvo del autoritarismo y
oportunismo de los regímenes militares. Pero ocultándose defensivamente detrás de
las mamparas de la ciencia pura no prestó atención a la posibilidad de generar
conocimiento relevante para su sociedad. Este fue un rasgo característico de la
universidad brasileña y quizás de la universidad latinoamericana en su conjunto.
En la actualidad la universidad pública en Brasil orienta su investigación de
una forma exógena, las agendas y los criterios de investigación son intentos de
emular lo que se hace en los países desarrollados. Una imitación de lo que nosotros
llamamos una “dinámica convencional de exploración de la frontera del
conocimiento” pero que es en realidad un conocimiento cada vez mas monopolizado
(la mitad de la investigación que se hace hoy en el mundo es hecha en las
multinacionales). No hay conciencia en los investigadores brasileños de que pudiera
haber otro tipo de ciencia y de investigación distinta de la que se hace por y para las
empresas de los países desarrollados.
Todavía subyacen en el quehacer científico las ideas de neutralidad de la
ciencia y determinismo tecnológico, como si la ciencia y la tecnología avanzaran por
un camino lineal e inexorable, y la ciencia fuera universal y el concepto de calidad
que de ahí emana debiera ser el único patrón de evaluación de la actividad de
investigación. Estas ideas que todavía predominan en la universidad latinoamericana
tienen raíces muy antiguas que se remontan al nacimiento de la propia ciencia, en el
origen del capitalismo, que surgen en confrontación con la religión, criticando el
pensamiento dogmático, sustituyendo la fe por el método. Pero si se mira con
detenimiento lo que pasa en el campo científico se advierte que esa manera de
pensar no tiene cabida. Ya no se puede hablar de ciencia y de tecnología, de
investigación básica e investigación aplicada, como si se tratase de actividades o
procesos separados; por el contrario, desde las últimas décadas del siglo XX lo
apropiado es hablar de tecnociencia. Los criterios de locación y de temporalidad
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utilizados hasta ahora para diferenciar ciencia básica de aplicada y ciencia de
tecnología, ya no funcionan. Mientras el criterio locacional ubicaba a la ciencia
básica en la universidad y a la ciencia aplicada o el desarrollo tecnológico en la
industria, el criterio temporal indicaba que la ciencia básica no sirve para ahora sino
para el futuro, en tanto el desarrollo tecnológico es para mañana.
Hoy las 20 empresas que más gastan en investigación en el mundo invierten
más que Francia y Gran Bretaña, dos países líderes en muchos campos del
conocimiento que junto con otros seis gastan el 90% de lo que se invierte en el
mundo en investigación. La pregunta es: ¿esas 20 empresas hacen ciencia básica o
ciencia aplicada? Una de esas grandes empresas tiene diez premios Nobel en su
hoja de pago, mientras que Japón, para dar un ejemplo, ha tenido seis premios
Nobel en ciencia, y sólo tres trabajaban en su país al momento de recibirlo. Lo que
quiero decir con esto es que cada vez más la investigación que nosotros llamamos
básica se hace en la empresa. Por lo tanto, el criterio espacial para distinguir ciencia
de tecnología, ya no es verdadero. El criterio temporal tampoco funciona. Si uno
mira la historia de las innovaciones desde comienzos del siglo XX, se va a dar
cuenta que el tiempo que media entre la invención y la innovación o entrada al
mercado de un producto, antes se contaba en décadas, después en años y ahora en
meses.
La pregunta entonces es: ¿por qué continuar con la idea que debemos emular
ese patrón de ciencia que, obviamente no es neutral, que sirve a las grandes
potencias y está cada vez más monopolizado por las grandes empresas de los
países ricos? Es claro que esta manera de producción del conocimiento está
sesgada por los países ricos y las clases dominantes. Por lo tanto, los bienes que
incorporan la tecnología más reciente jamás van a llegar a beneficiar al conjunto de
la población de nuestros países. Es una falacia creer que esa manera de explorar la
frontera del conocimiento puede ser funcional y adaptable para un proyecto de
incorporación de la mayor parte de la población brasileña que está totalmente fuera,
para no hablar del mercado, de los derechos de ciudadanía. Por supuesto, esta es
una afirmación polémica. Sin embargo, hoy un grupo creciente de profesores e
investigadores en Brasil está criticando a la comunidad científica porque aún parece
no advertir esto.
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Cuando en los países desarrollados se lanzó al mercado la computadora
personal (PC), muy pocas familias tenían acceso a ella. Pero esto no fue un
problema porque, en una sociedad con ingresos bien distribuidos y una economía en
crecimiento, rápidamente esa PC se coló por toda la pirámide de ingresos y hoy
prácticamente está en todas las casas de Estados Unidos. Eso por supuesto no
pasa en países como los nuestros. De la misma forma que la izquierda
latinoamericana ha criticado la idea de que tenemos que crecer para después
distribuir, es muy ingenuo creer que esa manera de desarrollar el conocimiento
puede servir a la gran masa de la población.
En Brasil, como en el resto de América Latina, hay una gran necesidad de
satisfacer demandas materiales de bienes y servicios, que tienen que ver con
infraestructura, telecomunicaciones, carreteras, alimentación, habitación, salud, etc.
Lo que nosotros llamábamos en los años ’70 necesidades básicas. Sin embargo, si
se mira la orientación que ha tenido la exploración de la frontera del conocimiento,
se puede ver que el conocimiento y las tecnologías disponibles para producir esos
bienes y servicios se han estancado en el tiempo, no han sido rejuvenecidas con
conocimiento nuevo. De tal forma, si hoy en Brasil se quiere producir casas o
suministrar agua potable para satisfacer el inmenso déficit que tenemos, habrá que
hacer pilas de ladrillos como la hacían los babilonios o canales como hacia los
romanos. El “progreso tecnológico” se ha orientado, como es natural que ocurra en
sociedades capitalistas, para atender a la demanda pudiente de los ricos de los
países ricos. No se ha desarrollado conocimiento eficaz para lo que necesitan los
pobres de los pises pobres. Y así con cualquier tecnología relacionada con la
infraestructura y la producción de bienes y servicios. En todos los casos vamos a
notar que son extremadamente ineficientes y ambientalmente desastrosas.
Sin embargo, la mayor parte de los profesores universitarios e investigadores
acostumbran a decir que los problemas asociados a la satisfacción de las
necesidades básicas son meramente políticos. No son tecnológicos y mucho menos
científicos. La Argentina, por ejemplo, tiene la posibilidad de producir y produce
comida para 700 millones de personas -según he leído-, tiene 40 millones de
habitantes y 20 con hambre. ¿Hay tecnología para producir comida para todos los
argentinos? Yo estoy seguro que no. Porque si la tecnología se produce de forma
concentrada, la producción va a estar concentrada. Pongo otro ejemplo: en Brasil
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vamos a tener que hacer una enorme aceleración de la reforma agraria. ¿Cómo se
va a hacer, dividiendo la tierra y dándole a cada campesino una pala, un azadón y
una bolsita de semillas? Por supuesto que no, eso sería condenar la experiencia al
fracaso. Obviamente se necesita un patrón tecnológico distinto que permita al
pequeño productor ser competitivo. Y ese paquete tecnológico no es el de
Monsanto, no solamente porque es insostenible desde el punto de vista ambiental
sino porque es inaccesible para el pequeño productor. Otro ejemplo: el 50% de los
hogares en Brasil no tiene agua potable, ¿cómo se resuelve esto? ¿Basta con
conectar todos los hogares a la red con una tubería de plástico, barata, para que
cualquier familia pobre pueda comprarla? Nuevamente debo decir que no. Estamos
hablando de millones y millones de casas, por lo que estamos obligados a resolver
primero otros temas como: de dónde sacar el agua, cómo transportarla, cómo
tratarla, cómo distribuirla, qué hacer con el agua servida, asegurarse que haya agua
para todos. Todos estos son problemas que tienen un componente científico y
tecnológico, que no solamente nos exige hacer investigación sino que, además, de
una manera que no sabemos hacer y que no se hace en ninguna parte:
investigación interdisciplinaria que trabaje por problema y no por disciplina. En
definitiva, creo que el futuro contiene desafíos que, por primera vez, pueden hacer
que la universidad brasileña no sea un lujo sino que sirva realmente a un proyecto.
Debemos intentar convencer a los investigadores, a los profesores, de que sí
hay necesidad de una universidad pública de investigación en el futuro que la
sociedad quiere construir. Hay que plantear una nueva política de alianzas de la
universidad. La estrategia de persuadir a las elites políticas o económicas para que
vuelvan a creer en la importancia de la universidad y de la investigación, tiene que
ser cambiada por otra visión que busque aliados en la sociedad. Las elites políticas y
económicas pueden pasarla muy bien sin la universidad, sin embargo, para
satisfacer las necesidades básicas del conjunto de la sociedad, para agregar valor a
las materias primas que producen nuestros países, se necesita conocimiento nuevo.
Por supuesto que Brasil, Argentina y todos los países de América Latina, no
van a poder, ni es intención de ningún gobierno progresista que pudiera resultar
electo, cerrar fronteras ni mucho menos. Vamos a tener que seguir viviendo en el
mercado internacional, quizá con una actitud más agresiva en relación a los centros
de poder internacional, la banca, etc. Yo creo que se presenta en el futuro para el
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gobierno brasileño una oportunidad y una misión, que es justamente crear un bloque
que nos permita tener una posición más firme en el mercado internacional frente a
los grupos de poder. En lo que atañe al comercio propiamente dicho, en Brasil
seguimos siendo un país exportador primario, seguimos siendo un país que exporta
sus mercaderías con muy poca elaboración, con muy bajo valor incorporado. Y eso
se debe en gran medida al hecho de que no hemos logrado desarrollar tecnologías
que nos permitan dar cuenta de la especificidad de nuestro país, de nuestra riqueza
natural, de nuestra minería, de nuestra biomasa, etc. Somos un país que todavía
sigue colonizado; pero desde adentro, por nuestras elites con mentalidad de
intermediarios coloniales.
La disfuncionalidad de la que he estado hablando va a continuar en tanto la
comunidad universitaria se mantenga refractaria y “se haga la sorda”. Pero si ella se
convence de algunas ideas básicas respecto de cómo la ciencia puede ser
transformada, entonces hay una oportunidad de que la universidad pública en Brasil
tenga un futuro brillante, que no sólo signifique la posibilidad de una buena
educación a un número creciente de jóvenes. Pero las dificultades son muchas,
porque cualquier intento de reorientar la agenda de investigación es visto por parte
de la comunidad científica como una intervención perniciosa. Los temas de
investigación son elegidos de una forma muy poco racional, sin participación; la
política científica y tecnológica sigue siendo controlada de manera dominante por la
comunidad científica y no ha habido posibilidad de traer nuevos actores para que
participen de ese proceso. Esa situación lleva a un círculo vicioso en el que no se
pueden ingresar nuevos temas y además se agrava por algo que es tradicional en
cualquier universidad, la incomprensión entre los “inexactos” y los “inhumanos”.
Todo esto debilita la capacidad de respuesta y de transformación de la misma
comunidad de profesores e investigadores. Por lo que he podido ver hasta ahora en
América Latina, la comunidad universitaria sigue dando respuestas reflejas ante una
situación que ha cambiado profundamente.
Por parte de unos hay una visión simplista de la universidad. Ella es vista
equivocada e ingenuamente como una arena más de la lucha de clases. La mayoría
tiene una visión muy despolitizada de la universidad, porque alega querer evitar a
cualquier precio el riesgo de la partidarización. En definitiva, que el conocimiento no
es politizable, es neutral, y nosotros tenemos que guiarnos por lo que hace Berkeley,
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Standford, etc. Se dice que actuando de esa manera estaremos cumpliendo con
nuestro deber. Pero muchos ya quieren deshacerse de esta postura de “cumplo y
miento”.
La cultura política de la comunidad científica en Brasil -y en Argentina creo
que es igual-, tiene todavía una referencia importante en el marxismo. Y en una
lectura posible de Marx, la ciencia y la tecnología son neutrales, siguen un camino
inexorable. El motor de la historia es el avance de las fuerzas productivas; ese
avance lineal e inexorable es el que mueve a la humanidad desde la esclavitud, al
feudalismo, el capitalismo, el socialismo, el comunismo. El avance continuo de las
fuerzas productivas es el que lleva al cambio de un modo de producción a otro. Esa
lectura simplista, positivista, de la realidad, está todavía en el centro del
pensamiento marxista. La izquierda sigue todavía entendiendo que la ciencia en sí
misma es buena, en todo caso lo que puede ser buena o mala es la tecnología. Esa
idea optimista, del problema de la naturaleza del conocimiento ya no tiene cabida.
Pero sé que es muy difícil llevar esa discusión a la universidad justamente porque el
pensamiento de la izquierda ortodoxa rechaza esa idea, no entiende que podríamos
hacer otro tipo de investigación, podríamos explorar la frontera del conocimiento de
otra forma.
Otro tema central en esta discusión es cómo se evalúa el quehacer de la
universidad. Me parece cada vez más necesaria una forma de evaluación
universitaria y científica alternativa. Las formas de evaluación tradicionales se
centran en la “calidad”, pero ¿qué es la calidad? En los países desarrollados la
sociedad emite señales de relevancia que indican lo que es relevante. Esa señal es
percibida por la sociedad científica de una forma muy sutil, al punto que ella misma
no se da cuenta que la recibe. Sin embargo, los campos de relevancia que emiten
esas señales están ahí y la comunidad científica lo que hace es trabajarlos con
calidad. Y calidad, en ese caso, es juicio de pares.
Cuando hablo de relevancia no estoy haciendo ningún juicio de valor. Estados
Unidos en los años ’80 llegó a gastar el 70% de los recursos públicos para
investigación en el área militar. Sumado a lo que iba a energía nuclear y
aeroespacial, eso llegaba al 85%. El restante 15% era para agricultura, salud, etc.
Pero no hay ninguna duda que la población norteamericana (o el establisment que la
representa) en aquel momento creía que eso era importante. Había una señal de
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relevancia y los científicos hacían con calidad lo que era considerado importante.
Por lo tanto, en los países desarrollados la relevancia es sustantivo, es necesaria, es
ex ante. La calidad es adjetivo, no es necesaria, es ex post. La calidad, por lo tanto,
no es universal, es socialmente construida. Nosotros que tenemos una situación y
condición periférica donde las empresas no hacen investigación y el Estado y los
movimientos sociales no demandan conocimiento, no emitimos señales de
relevancia. Esto hace que la comunidad científica no escuche y, a veces, se haga la
sorda.
La comunidad científica en los países desarrollados produce recursos
humanos que van a ser empleados en las empresas para innovar. En EEUU, el 70%
de los doctores que se forman van a la empresa privada a hacer investigación. Brasil
está formando 40000 maestro y doctores al año, y solamente 3000 trabajan en las
empresas locales haciendo investigación. Lo que quiere decir que si ese número
aumenta 10% el año que viene tendremos una demanda adicional de 300! En una
sociedad en la que no hay demanda de gente formada y que el criterio de calidad
que usamos es totalmente absurdo, es obvio que hay una enorme necesidad de
replantear esos criterios de evaluación y producir una nueva agenda de
investigación.
Otra insuficiencia es la manera de hacer política. Muchas veces se dice por
acá que la empresa no hace investigación, entonces la universidad debe hacer
investigación y luego ponerla al alcance de la empresa. Pero si en Estados Unidos,
del total del gasto de las empresas en investigación, solamente el 1% es utilizado
para contratar investigaciones con la universidad (el 99% restante lo gasta
intramuros), que se espera que pueda pasar en América Latina? En vez de seguir
machacando con el mito de los parques, polos e incubadoras, es hora que se se use
la realidad norteamericana para “entender” que significa relación universidad-
empresa. La universidad no sirve a la empresa como productora de conocimiento
intangible. Sirve como productora de recursos humanos que saben hacer
investigación y que van a hacerla en las empresas. La realidad norteamericana
cuestiona, además, la falacia de que las universidades se pueden autofinanciar
vendiendo servicios o resultados de investigaciones a la empresa: solamente el 1%
del “presupuesto” de la universidad norteamericana viene de esa actividad.
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Hasta ahora, esas discusiones políticas sobre pensamiento estratégico,
proyectos (qué investigación vamos a hacer, qué alumnos queremos formar, cuál es
el rol de la universidad, etc?), no ocurren en los órganos de dirección de la
universidad, en los consejos, en las congregaciones, en las reuniones de
departamento. ¿Qué hacemos con nuestra representatividad política en la
universidad? Todavía no hemos logrado que esas discusiones penetren esos
organismos políticos. Al menos así ocurre en Brasil. Qué posibilidad tenemos de
cambiar la gestión de la universidad si no es politizando en el buen sentido del
término la vida universitaria. Y en la medida que esa politización gane cuerpo ahí
vamos a ir cambiando. Yo no veo otra forma...
RENATO DAGNINO é Professor Titular no Departamento de Política Científica e
Tecnológica da UNICAMP e tem atuado como Professor Convidado em várias
universidades no Brasil e no exterior. Graduou-se em Engenharia em Porto Alegre e
estudou Economia no Chile e no Brasil, onde fez o Mestrado e o Doutorado. Sua
Livre Docência na UNICAMP e seu Pós-Doutorado na Universidade de Sussex
foram na área de Estudos Sociais da Ciência e Tecnologia. Incorporou-se à
UNICAMP em 1977, onde colaborou com o Prof. Rogério Cerqueira Leite na criação
da primeira incubadora de empresas latino-americana - a Companhia de
Desenvolvimento Tecnológico - e, a partir de 1979, com o Prof. Amilcar Herrera na
criação do Instituto de Geociências e da área de Política Científica e Tecnológica da
Universidade.
u | América Latina
63
La cOnsTrUcciOn deL esTadO
alvaro Garcia linera
lo general, hay dos maneras de acercarse al debate
en torno al Estado en la sociedad contemporánea,
latinoamericana y mundial: una lectura que propone que esta-
ríamos asistiendo a la extinción del Estado. No se trata de una
lectura anarquista: lindo sería que fuera una realidad el cum-
plimiento del deseo anarquista de la extinción del Estado. Por
el contrario, es una lectura conservadora la que plantea que en
la actualidad la globalización –la interdependencia planetaria
de la economía, la cultura, los flujos financieros, la justicia y la
política– está volviendo irrelevante el sistema de estados con-
temporáneo. Esta corriente interpretativa, académica y mediá-
tica dice que la globalización significaría un proceso gradual
de extinción de la soberanía estatal debido a que los estados
tienen cada vez menos influencia en la toma de decisiones de
los acontecimientos que se dan en los ámbitos territorial, con-
Por
El 9 de Abril de 2010, por iniciativa de las Facultades de
Ciencias Sociales y Filosofía y Letras, la Universidad de
Buenos Aires entregó el título de Doctor Honoris Causa a
Álvaro García Linera. El texto que sigue es una edición
de la Conferencia Magistral* que García Linera dictó ese
mismo día en el Aula Magna de la, Facultad de Derecho
de la Universidad de Buenos Aires. La iniciativa fue
promovida por el profesor regular de la UBA (Facultad de
Ciencias Sociales), Mario Toer.
* Preedición de la transcripción: Federico Montero
alvaro garcia linera
64 umbrales n° 10
tinental y planetario; supuestamente, surge otro sujeto de los
cambios conservadores: los mercados con su capacidad de au-
torregulación. Esta corriente también sostiene que a nivel pla-
netario estarían surgiendo un gendarme internacional y una
justicia planetaria que debilitarían el papel del monopolio de
la coerción, del monopolio territorial de la justicia que poseían
anteriormente los estados.
Disiento con esa lectura. Aunque existe un sistema supraes-
tatal de mercados financieros y un sistema judicial de derechos
formales que trasciende las limitaciones territoriales del Esta-
do, hoy en día lo fundamental es que los procesos de privatiza-
ción y los procesos de transnacionalización de los recursos pú-
blicos –que es, en el fondo, lo que caracteriza al neoliberalismo
contemporáneo– que ha vivido nuestro continente, no los han
hecho seres celestiales, no los han hecho fuerzas transterrito-
riales, sino que quienes han llevado adelante estos procesos
son precisamente los propios estados. Esa lectura extincionista
del Estado, digámoslo así, olvida que los flujos financieros que
se mueven en el planeta, no se distribuyen por igual entre las
regiones y entre los estados, que los flujos financieros no por
casualidad benefician a determinados estados en detrimento
de otros, a determinadas regiones, en detrimento de otras. Y
que esta supuesta gendarmería planetaria, encargada de poner
orden y justicia en todo el mundo, no es más que el poder
imperial de un estado que se atribuye la tutoría sobre el resto
de los estados y sobre los pueblos del resto de los estados. Esta
lectura extincionista, por último, olvida, como lo están mos-
trando los efectos de la crisis de la economía capitalista de los
años 2008 y 2009, que quien paga al final los platos rotos de
la orgía neoliberal, de los flujos financieros y del descontrol de
los mercados de valores, son los estados y los recursos públicos
de los estados. En otras palabras, frente a esta utopía neoliberal
de la extinción gradual del Estado, lo que van demostrando los
hechos es que son los estados los que al final se encargan de
privatizar los recursos, de disciplinar la fuerza laboral dentro
la construccion del estado
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América Latina
de cada estado territorialmente constituido, de asumir con los
recursos públicos del Estado los costos, los fracasos, o el enri-
quecimiento de unas pocas personas.
A esta lectura falsa y equivocada de una globalización que
llevaría a la extinción de los estados, se le ha estado contrapo-
niendo otra lectura que habla de una especie de petrificación
de los estados, su opuesto. Esta otra lectura argumenta que los
estados no han perdido su importancia como cohesionadores
territoriales. La discusión de la cultura, el sistema educativo, el
régimen de leyes, el régimen de penalidades, cotidianas y fun-
damentales que arman el espíritu y el hábito cotidiano de las
personas, siguen siendo las estructuras del Estado. A su favor
también argumentan que el actual sistema mundo, en el fondo
es un sistema interestatal, y que los sujetos del sistema mundo
siguen siendo los propios estados, pero ya en una dimensión
de interdependencia a nivel mundial. Sin embargo esta visión,
digamos así defensora de la vigencia del Estado como sujeto
político territorial, olvida también ciertas decisiones y ciertas
instituciones de carácter mundial por encima de los propios
estados: regímenes de derechos, ámbitos de decisión econó-
mica, y ámbitos de decisión militar. Incluso varios procesos de
legitimación y construcción cultural, en otros países exceden a
la propia dinámica de acción de los estados.
Podemos ver entonces que ni es correcta la lectura extincio-
nista de los estados, ni es correcta la lectura petrificada de la
vigencia de los estados. Lo que está claro es que tenemos una
dinámica, un movimiento y un proceso. La globalización sig-
nifica evidentemente un proceso de mutación, no extinción de
los procesos de soberanía política. No estamos asistiendo a una
extinción de la soberanía, sino a una mutación del significado
de la soberanía del Estado. Igualmente, lo que estamos viendo
en los últimos 30 años es una complejización territorial de los
mecanismos de cohesión social y de legitimación social. Pode-
mos hablar de una bidimensionalidad estatal y supraestatal de
la regulación de la fuerza de trabajo, del control del excedente
alvaro garcia linera
66 umbrales n° 10
económico y del ejercicio de la legalidad. En otras palabras,
hay y habrá Estado, con instituciones territoriales, pero tam-
bién hay, y habrá instituciones de carácter supraterritorial que
se sobreponen al Estado. Esto es más visible si tomamos en
cuenta la propuesta que hace Wallerstein de este periodo de
transición, de fases, entre la hegemonía planetaria y una nueva
hegemonía planetaria.
En América Latina, en nuestros países, en la Argentina, en
Bolivia, vemos a diario esta tensión entre reconfiguración de
la soberanía territorial del Estado y la existencia y presencia de
ámbitos de decisión supraestatales. En los últimos cinco a diez
años hemos asistido a un regreso, a una retoma digámoslo así,
de la centralidad del Estado como actor político-económico.
Pero, a la vez –América Latina esta viviendo dramáticamente
eso– existen flujos económicos y políticos desterritorializados
y globales que definen, muchas veces al margen de la propia
soberanía del Estado, temas que tienen que ver con la gestión
y la administración de los recursos del Estado.
Voy a dar un ejemplo para explicar esta complejidad de
retoma de una centralidad del Estado, pero ya no como en los
años 40 ó 50, sino en el ámbito de construcción de otra serie
de instituciones desterritorializadas. El presupuesto del Estado
es un ejemplo. Por una parte, los procesos contemporáneos
en América Latina de distribución de la riqueza, de potencia-
miento de iniciativas de soberanía económica del país, de me-
jora del bienestar de las poblaciones, tiene que ver con un uso
y disposición de recursos económicos que tiene el Estado, y
ésta es una competencia estrictamente estatal, territorialmente
delimitada. Pero a la vez, como las producciones de nuestros
países están externalizándose –es decir, ampliándose mas allá
del mercado interno y dirigiéndose a mercados internaciona-
les–, los ingresos que capta el Estado vía impuestos, vía ventas
propias, dependen cada vez menos de decisiones del Estado
que de los circuitos económicos de comercialización de esos
productos. De tal manera que si bien hoy los estados están
la construccion del estado
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América Latina
retomando en América Latina una mayor capacidad de defi-
nir políticas sociales, políticas de empleo, inversión en medios
de comunicación, en medios de transporte, en infraestructu-
ra vial; a la vez, está claro que esos recursos, los volúmenes,
la intensidad de esta distribución social, la intensidad de esta
creación de infraestructura médica, educativa, en favor de la
población, depende más de la fluctuaciones de los commodities
como los llaman los economistas, de las mercancías que ven-
demos. Es distinta la soberanía de un estado con un precio del
petróleo a 185 dólares el barril, que a 60 o a 30 dólares el ba-
rril. La capacidad de disponer del excedente económico para
temas sociales, para temas de infraestructura, para inversión
productiva, para educación, varía en función de esa variación
de los precios, no solamente del petróleo; del gas, de los mi-
nerales, de los alimentos, de los productos que las sociedades
producen contemporáneamente. En este ejemplo, entonces,
se ve esta bidimensionalidad: por una parte, hay soberanía y
hay una retoma de la soberanía del Estado sobre estos recursos
y sobre el uso del excedente económico, pero a la vez hay una
dependencia de definiciones al margen del Estado, en cuánto
a los volúmenes de esos excedentes a ser utilizados en benefi-
cio de la población, porque éstos dependen cada vez más de
cómo se constituyen los precios a nivel internacional de esas
mercancías.
El concepto de Estado
Está claro que las experiencias sociales del continente, de Bolivia,
de la Argentina, del Ecuador, son experiencias que hablan de que
la política excede al Estado. Pero a la vez está claro que un nudo
de condensación del flujo político de la sociedad pasa en el Esta-
do, y que uno no puede dejar de lado –al momento de materia-
lizar y objetivar– una correlación de fuerzas sociales y políticas en
torno al Estado. ¿Qué fue entonces de este sujeto que llamamos
Estado? ¿A qué llamamos Estado? Es evidente que una parte del
Estado es un gobierno, aunque no lo es todo. Parte del Estado es
alvaro garcia linera
68 umbrales n° 10
también el parlamento, el régimen legislativo cada vez mas deva-
luado en nuestras sociedades. Son también las fuerzas armadas,
los tribunales, las cárceles, el sistema de enseñanza y la formación
cultural oficial. Estado es también el acatamiento de la legislación.
Estado es narrativa de la historia, silencios y olvidos, símbolos,
disciplinas, sentidos de pertenencia, sentidos de adhesión. Estado
es también acciones de obediencia cotidiana, sanciones, discipli-
nas y expectativas.
Cuando definimos al Estado, estamos hablando de una se-
rie de elementos diversos, tan objetivos y materiales como las
fuerzas armadas, como el sistema educativo; y tan etéreos pero
de efecto igualmente material como las creencias, las obedien-
cias, las sumisiones y los símbolos. El Estado en sentido estric-
to son entonces instituciones, no hay estado sin instituciones,
es lo que Lenin denominaba la “máquina del Estado”. Es la
dimensión material del Estado, el régimen y el sistema de ins-
tituciones: gobierno, parlamento, justicia, cultura, educación,
comunicación; en su dimensión de instituciones, de normas,
procedimientos y materialidad administrativa que le da vida
a esa función gubernativa. Pero también ese conglomerado,
ese listado que hemos dicho que es el Estado, no es solamente
institución, dimensión material del Estado, sino también son
concepciones, enseñanzas saberes, expectativas, conocimien-
tos. Es decir, esta sería la dimensión ideal del Estado. El Esta-
do tiene una dimensión material, que describió muy bien Le-
nin, como el régimen de instituciones. Pero también el Estado
es un régimen de creencias, es un régimen de percepciones; es
decir, es la parte ideal de la materialidad del Estado: el Estado
es también idealidad, idea, percepción, criterio, sentido co-
mún. Pero detrás de esa materialidad y detrás de esa idealidad
del Estado, el Estado es también relaciones y jerarquías entre
personas sobre el uso, función y disposición de esos bienes;
jerarquías en el uso, mando, conducción y usufructo de esas
creencias. Las creencias no surgen de la nada, son fruto de
correlaciones de fuerza, de luchas, de enfrentamientos. Las
la construccion del estado
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América Latina
instituciones no surgen de la nada, son frutos de luchas, mu-
chas veces de guerras, de sublevaciones, revoluciones, de mo-
vimientos, de exigencias y peticiones.
En términos sintéticos podemos decir entonces que un esta-
do es un aparato social, territorial, de producción efectiva de tres
monopolios –recursos, cohesión y legitimidad–, en el que cada
monopolio, de los recursos, de la coerción y de la legitimidad,
es un resultado de tres relaciones sociales. Tenemos entonces,
utilizando brevemente a los físicos, que el Estado es como una
molécula, con tres átomos y dentro de cada átomo tres ladrillos
que conforman el átomo. Un estado es un monopolio exitoso
de la coerción –lo estudió Marx, lo estudió Weber–; un estado
es un monopolio exitoso de la legitimidad, de las ideas-fuerza
que regulan la cohesión entre gobernantes y gobernados –lo es-
tudió Bourdieu–; y un estado es un monopolio de la tributación
y de los recurso públicos –lo estudió Norbert Elias y lo estudió
Lenin–. Pero cada uno de estos monopolios exitosos y territo-
rialmente asentados está a la vez compuesto de tres componen-
tes: una correlación de fuerzas entre dos bloques con capacidad
de definir y controlar, una institucionalidad, y unas ideas-fuerza
que cohesionan. Uno puede jugar teóricamente la combinación
de tres monopolios con tres componentes en el interior de cada
monopolio. El monopolio de la coerción tiene una dimensión
material: fuerzas armadas, policía, cárceles, tribunales. Tiene
una dimensión ideal: el acatamiento, la obediencia, y el cumpli-
miento de esos monopolios, que cotidianamente los ejecutamos
los ciudadanos sin necesidad de reflexionarlos, dimensión ideal
del monopolio. Pero a la vez este monopolio y su conducción, es
fruto de la correlación de fuerzas, de luchas, de guerras pasadas,
sublevaciones, levantamientos y golpes, que han dado lugar a la
característica de este monopolio. Igualmente con la legitimidad,
el monopolio de la legitimidad territorial tiene una dimensión
institucional, una dimensión ideal y una dimensión de corre-
lación de fuerzas. Igual, el monopolio de los tributos y de los
recursos públicos.
alvaro garcia linera
70 umbrales n° 10
Tenemos entonces un acercamiento más completo al Esta-
do como relación social, como correlación de fuerzas y como
relación de dominación. El concepto que nos daba Marx del
Estado como una máquina de dominación entonces tiene sus
tres componentes complejos: es materia, pero también es idea,
es símbolo, es percepción, y es también lucha, lucha interna,
correlación de fuerzas internas fluctuantes. Entre los marxistas
y kataristas –indianistas– es muy importante este concepto que
no es solamente teoría, porque permite ver cómo asumimos
la relación frente al Estado. Si el Estado es sólo máquina, en-
tonces hay que tumbar la máquina, pero no basta tumbar la
máquina del Estado para cambiar al Estado: porque muchas
veces el Estado es uno mismo, son las ideas, los prejuicios, las
percepciones, las ilusiones, las sumisiones que uno lleva inte-
riorizadas, que reproducen continuamente la relación del esta-
do en nuestras personas. E igualmente, esa maquinalidad y esa
idealidad presente en nosotros, no es algo externo a la lucha,
son frutos de luchas. Cada cuerpo es la memoria sedimentada
de luchas del Estado, en el Estado y para el Estado. Y entonces
la relación frente al Estado pasa evidentemente, desde una pers-
pectiva revolucionaria, por su transformación y superación;
pero no simplemente como transformación y superación de
algo externo a nosotros, de una maquinalidad externa a noso-
tros, sino de una maquinalidad relacional y de una idealidad
relacional que están en nosotros y por fuera de nosotros. Por
eso, los clásicos, cuando hablaban de la superación del Esta-
do en un horizonte poscapitalista, no lo ubicaban meramente
como un hecho de voluntad o de decreto, sino como un largo
proceso de deconstrucción de la estatalidad en su dimensión
ideal, material e institucional en la propia sociedad.
Los momentos de transición de un tipo de estado a otro
Por lo general los teóricos han trabajado –en sociología, en
ciencias políticas– al Estado en su dimensión de estabilidad,
pero poco se han referido al Estado en su momento de transi-
la construccion del estado
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América Latina
ción, cuando se pasa de una forma estatal a otra forma estatal.
Quiero referirme a ello, porque es justamente lo que hemos vi-
vido, lo que puede ayudar a entender, en términos de la socio-
logía y de la ciencia politica, el proceso boliviano contempo-
ráneo. Un estado –este régimen de instituciones, de creencias
y dominación– funciona con estabilidad cuando cada uno de
esos componentes, de esos ladrillos que hemos mencionado,
mantiene su regularidad y continuidad. Hablamos del Estado
en tiempos normales. Pero vamos a usar el concepto de “crisis
estatal general” de Lenin para estudiar cuándo esos compo-
nentes de Estado no funcionan normalmente, cuándo su re-
gularidad se interrumpe, cuándo algo falla, cuándo algo en la
institucionalidad, en la idealidad, en la correlación de fuerzas
que da lugar al Estado, se quiebra, no funciona, se tranca. En
esos momentos hablamos de una crisis de Estado. Y cuando
esa crisis de Estado atraviesa la totalidad de esos nueve com-
ponentes que hemos mencionado anteriormente hablamos de
una “crisis estatal general”.
¿Cuáles son los componentes de una crisis estatal general?
¿Cuándo vamos a decir que estamos pasando, no meramente
un cambio de gobierno, un cambio de administración de la
maquinaria del Estado, sino un cambio de unas estructuras de
poder y de dominación a otras estructuras de poder y domina-
ción? Cuando hay una crisis estatal general. ¿Y cómo identifi-
camos una crisis estatal general? A partir de cinco elementos.
La transición de un estado a otro estado tiene varias etapas,
digámoslo así.
El develamiento de la crisis de Estado
¿Qué significa que se exprese una crisis de Estado? En primer
lugar, que la pasividad, la tolerancia del gobernado hacia el
gobernante comienza a diluirse. En segundo lugar, que surge
inicialmente de manera aislada, puntual, pero con tendencia a
crecer, a irradiarse, a encontrar otros escenarios de aceptación,
un bloque social disidente con capacidad de movilizarse so-
alvaro garcia linera
72 umbrales n° 10
cialmente y de expandir territorialmente su protesta. En tercer
lugar, una crisis estructural del Estado en su primera fase de
develamiento surge cuando la protesta, el rechazo y el males-
tar, comienzan a adquirir ámbitos de legitimidad social. Cuan-
do una marcha, una movilización, una demanda y un reclamo
salen del aislamiento y de la apatía del resto de la población y
comienzan a captar la sintonía, el apoyo, la complacencia de
sectores cada vez más amplios de la sociedad. Por último, la
crisis se devela en su primera fase cuando surge un proyecto
político no cooptable por el poder, no cooptable por los go-
bernantes, con capacidad de articulación política y de generar
expectativas colectivas.
Esto es lo que sucedió en Bolivia desde el año 2000 hasta
el año 2003. En Bolivia, en el año 1985 hubo una retoma del
gobierno y luego del Estado, del poder, por parte de las fuerzas
conservadoras. En el año 82, se habían retirado los militares
del gobierno y había surgido un gobierno democrático de iz-
quierda que había fracasado en su capacidad de administrar y
de articular un bloque sólido de poder. Surge una propuesta
conservadora, con una política de liberalización del mercado,
privatización de empresas publicas, desregulación de la fuer-
za laboral, despido de trabajadores, cierre de empresas publi-
cas, dando lugar a 20 años de régimen neoliberal. Presidentes
como Víctor Paz Estenssoro, Jaime Paz Zamora, Sánchez de
Losada, Banzer, Quiroga representaron este largo período os-
curo de neoliberalismo en nuestro país. Y la propuesta de ellos
no solamente eran 20 años, eran 40, 50, 60 años de estabilidad
política neoliberal.
Pero algo sucedió en Bolivia en el año 2000. A partir de ese
año, protestas locales de los productores de hoja de coca, pro-
testas locales de la confederación de campesinos de las tierras
altas, básicamente en el mundo indígena aymara, protestas ba-
rriales en las ciudades más pobres que habían estado existiendo
de manera dispersa, sin repercusión y sin irradiación, a partir
del año 2000 comienzan a irradiarse. Uno podía preguntarse
la construccion del estado
73
América Latina
por qué pasó ello ¿Por qué protestas puntuales casi irrelevantes
frente a un sistema político neoliberal, estable, sólido, comen-
zaron a adquirir mayor eficacia? Porque el régimen neoliberal
de Bolivia, después de privatizar los recursos públicos estatales
(empresas mineras, empresas petroleras, de telecomunicacio-
nes), en las regiones comenzó a afectar los recursos públicos
no estatales. Durante 20 años privatizaron recursos públicos
estatales, y a partir del año 2000 intentaron comenzar a pri-
vatizar recursos públicos no estatales. ¿Cuáles son los recursos
públicos no estatales? El sistema de agua. El sistema de agua,
en el mundo campesino indígena boliviano es un sistema muy
complejo de gestión y administración colectiva y comunitaria
de esos recursos escasos, un sistema de regulación y adminis-
tración. Fue cuando el neoliberalismo pasó de la privatización
de lo público estatal a lo público comunitario, a lo público no
estatal, que se va a producir este quiebre.
A la guerra del agua de abril del año 2000 le seguirá el
bloqueo más largo en Bolivia, un mes de bloqueo (corte) de
las carreteras. Durante un mes entero trabajadores del campo,
inicialmente en las zonas altas del altiplano aymara, La Paz-
Oruro, luego de las zonas de los valles quechuas, Chuquisaca-
Cochabamba, y luego las zonas bajas van a paralizar, van a
bloquear las principales carreteras de nuestro país en rechazo
a una ley que buscaba privatizar nuevamente el recurso hídri-
co, el agua. El éxito de esta movilización va a ser tal que va a
dar lugar a la emergencia de liderazgos campesinos indígenas,
van a ser tiempos en que el gabinete entero va a tener que
ir a negociar con el dirigente que en ese momento era Evo
Morales del Chapare, para acordar el rechazo a la ley. Va a ser
momento en que otro dirigente indígena, aymara, le va a decir
al presidente de entonces que él como indígena no lo reconoce
como presidente, y que va a hablar de presidente indígena a
presidente mestizo: este va a ser Felipe Quispe, que va a volcar
el orden simbólico de una sociedad racista y colonial como
la boliviana. Desde ese momento el orden simbólico, la ca-
alvaro garcia linera
74 umbrales n° 10
pacidad de articulación de bloques sociales, y la legitimidad
de la movilización van a comenzar a expandirse. Bloqueo del
año 2000, un mes. Al año siguiente, 2001, otra movilización:
formación de los cuarteles indígenas de Calachaca, donde por
turnos comunidades y comunidades vendrán con viejos fusiles
de la guerra del Chaco, de hace 60 años, a hacer guardia para
impedir que las fuerzas armadas entren a un territorio que lo
consideran ellos como liberado del control del Estado.
Dos años después, en 2003, hubo otro levantamiento de
pobladores de la ciudad de El Alto. El Alto queda en el alti-
plano boliviano a 3.900 metros, y la ciudad de La Paz a 3.600
metros; son ciudades contiguas, que las separa simplemente
que una está en un hueco y la otra en la planicie, los de arriba
son en verdad socialmente los de abajo. Pero les tocará a ellos
sublevarse otra vez por el tema del agua y del gas, en rechazo
a la venta de gas a EEUU a través de una empresa a instalarse
en Valparaíso. Los alteños se sublevarán, inmediatamente esta
sublevación contará con el apoyo del movimiento campesino
indígena de tierras altas y de tierras bajas. Sánchez de Losada
buscará retomar la presencia y el monopolio territorial, y se
producirán asesinatos: mas de 67 muertos, hombres, mujeres
y niños, en dos días, marcarán el inicio del fin de Sánchez de
Losada, porque ante semejante barbarie, el resto de la pobla-
ción no campesina, no indígena, mestiza, urbana, profesional,
estudiantil, de clase media, igualmente se sublevará, y esto lle-
vará a la huida de Sánchez de Losada en el año 2003. Durante
casi 20 años había protestas, siempre hay protesta, pero eran
protestas aisladas, puntuales, focalizadas, y deslegitimadas más
allá del lugar de la movilización. Hay un corte en el año 2000.
Lo local se articula en torno a una demanda general movi-
lizadora: la defensa de los recursos públicos, de los recursos
comunes, del sistema de necesidades vitales, como el agua. En
torno a esa demanda los liderazgos –ya no de clase media, ya
no intelectuales ni académicos como venía sucediendo antes,
ni siquiera obreros, sino los liderazgos indígenas y campesi-
la construccion del estado
75
América Latina
nos– lograrán articular a indígenas, a trabajadores campesinos,
a jóvenes estudiantes, a pobladores migrantes urbanos, luego
a profesionales, luego a clase media. Lo harán inicialmente a
nivel local, en Cochabamba, seis meses después, en dos o tres
localidades, dos años después, en varios departamentos. A este
proceso de creciente surgimiento de un bloque popular con
capacidad de irradiar la suma de demandas, de articular otros
sectores, de encontrar legitimidad en la movilización, es lo que
denominamos, teóricamente hablando, el momento del deve-
lamiento de la crisis de Estado, de 2000 a 2003.
El empate catastrófico
El empate catastrófico es cuando estas movilizaciones que pa-
san de lo local a lo regional, que logran expandirse a otras
regiones, que tienen capacidad de irradiación y de articular
distintas fuerzas sociales, se expanden a nivel nacional. Pero
no solamente se expanden a nivel nacional, sino que logran
presencia y disputa territorial de la autoridad política en deter-
minados territorios. Cuando la demanda local, reivindicativa,
que cohesiona a un bloque popular, comienza a disputar la au-
toridad política en la región, la autoridad política en la zona,
la autoridad política en el departamento. Cuando comienza a
suceder eso, estamos en el momento del empate catastrófico.
Simultáneamente hay empate catastrófico cuando la fuerza de
dominación del gobierno y del Estado inicia un repliegue frag-
mentado de su autoridad y del gobierno, y frente a eso, hay
empate catastrófico cuando la sociedad comienza a construir
mecanismos alternativos de legitimidad, de deliberación, y de
toma de decisiones. Un empate catastrófico es, en parte, lo
que Lenin y Trotsky llamaban la “dualidad de poder”, pero
es más que eso: un empate catastrófico es cuando esa disputa
de dos proyectos de poder, el dominante y el emergente, con
fuerza de movilización, con expansión territorial, disputan te-
rritorialmente la dirección política de la sociedad por mucho
tiempo, no solamente una semana, no solamente 15 días, no
alvaro garcia linera
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solamente dos meses, no solamente tres meses. Dualidad de
poderes un año, año y medio, dos años, dos años y medio,
ese momento, de una irresolución de la dualidad de poderes
de una sociedad, es el empate catastrófico. Es lo que pasó en
Bolivia entre el año 2003 y 2005: por una parte había un par-
lamento electo por los ciudadanos años atrás, pero por otra
parte había un régimen de asambleas barriales, el régimen de
asambleas agrarias y comunitarias, donde se tomaban decisio-
nes con un efecto político incluso por encima de la decisión
del parlamento. Es un momento en que el monopolio de la
coerción no puede ejercerse en la totalidad del territorio, por-
que hay zonas donde estas fuerzas sociales comienzan a imple-
mentar un monopolio social de los procesos de coerción. Eso
es lo que pasó en Bolivia entre el año 2003 y el 2005.
La sustitución de las elites
Estabilidad política quebrada por focos que se irradian, que
se expanden: protesta, movilización, articulación social y au-
toridad. Empate catastrófico, cuando esos focos regionaliza-
dos y expansivos logran presencia de control territorial con
capacidad de deliberar y de tomar decisiones en paralelo a las
decisiones gubernativas. Sustitución de elites es cuando el blo-
que dirigencial de estos sectores sociales articulados acceden al
gobierno. Es lo que paso en el año 2006 cuando el presidente
Evo, en un bloque que unificó a los movimientos sociales, que
preseleccionó comunitaria y asambleísticamente a los repre-
sentantes para ir al congreso, logra la extraordinaria victoria
del 54 por ciento de los votos. Extraordinaria no solamente
porque no haya habido una victoria electoral de este estilo des-
de hace 50 años –todos los gobiernos en Bolivia eran elegidos
por el 23, 28 por ciento del electorado y el presidente Evo
logrará el 54– no solamente por eso, si no además –y esto es
quizás el acto más decisivo en la historia política de nuestro
país– porque es un indígena. Para los indígenas la vida colec-
tiva, la vida política y la vida económica de la sociedad había
la construccion del estado
77
América Latina
definido –pese a que son la mayoría– que solamente podían
ser campesinos, obreros, comerciantes y transportistas. Por de-
cisión propia se volvían gobernantes, en legisladores y en man-
dantes de un país. No había pasado eso desde los tiempos de
Manco Inca, allá en 1540, cuando se repliega a Vilcabamba,
zonas interandinas entre Bolivia y Perú. Sobre el sedimento de
500 años de que los indios son gobernados y nunca pueden
ser gobernantes, de que los indios tienen que ser mandados
y nunca pueden mandar; sobre esta loza colonial que había
horadado espíritus, hábitos, procedimientos, leyes y compor-
tamientos sociales, Bolivia, que siempre había sido un país de
mayoría indígena, por primera vez después de Manco Inca,
después de 450 años, tenia un líder, una autoridad indígena,
como siempre debía haber sido.
Lo que vemos entonces, en términos de la sociología políti-
ca, es un proceso de descolonización del Estado, que se había
ido construyendo, y de la sociedad, desde los ámbitos comuni-
tarios, sindicales y barriales, que logra penetrar el armazón del
Estado. Presidente indígena, senadores indígenas, diputados
indígenas, canciller indígena, presidenta de la asamblea cons-
tituyente indígena. Las polleras, la whipala, que había estado
marginada, escondida, muchas veces sancionada, perseguida,
castigada durante décadas y siglos, asumía y llegaba donde de-
biera haber estado siempre: el Palacio de Gobierno. Tenemos
entonces un primer momento de conversión de la fuerza de
movilización en transformación en el ámbito de la administra-
ción del Estado: ¿cómo pasar de la administración del Estado
a la transformación estructural del Estado? ¿Cómo convertir la
fuerza de movilización en institución, norma, procedimiento,
gestión de recursos, propiedad de recursos? Porque eso es el
Estado, la materialización de una correlación de fuerzas. Ese
fue el debate que tuvimos anteriormente con Toni Negri en el
año 2008. El Estado no es la sociedad política, el Estado no es
la realización de la movilización política de la sociedad, pero es
una herramienta –o puede llegar a ser una herramienta– que
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contenga esa movilización o que ayude a consolidar los logros
hasta aquí alcanzados. ¿Cómo no valorar algo que ya ahora es
irrevisable y que no tiene marcha atrás? Los derechos de los
pueblos indígenas en la constitución: solamente quien no ha
vivido la discriminación, el que se lo escupa por tener piel más
oscura, el que se lo margine por tener un apellido indígena, el
que se le haga una burla porque no pronuncie bien el castella-
no, solamente alguien que no ha vivido eso puede despreciar
que se institucionalicen derechos, que a partir de ahora vale
tanto un apellido indígena como un mestizo, un color más
oscuro o el color blanco, un idioma indígena o el castellano.
Eso fue lo que pasó. Esta es la tercera etapa de la crisis de
estado, de la visibilización de la crisis, empate catastrófico,
conquista de gobierno, que no es el Estado. Es a partir de ese
momento, en este proceso de sustitución de elites políticas,
que el Estado comienza a convertirse en una herramienta,
donde comienza a atravesarse una nueva correlación de fuer-
zas. Los procesos de nacionalización de los hidrocarburos, los
procesos de la nueva constitución y de la asamblea consti-
tuyente, de la nacionalización de las empresas de telecomu-
nicación, de la nacionalización de otras empresas públicas,
van a comenzar a darle una base material duradera a lo que
inicialmente había sido un proceso de insurgencia y de mo-
vilización social. Pero está claro que esto tiene un límite, o
mejor, tiene que rebasar un límite: si esta transformación del
Estado como correlación de fuerzas, donde ahora son otros
los que deciden, otras clases sociales las que toman las decisio-
nes, otros hábitos, otras percepciones de lo que es necesario,
requerible, exigible, son las que comienzan a apoderarse de
la estructura del poder gubernamental, y dado que el Estado
comienza a administrar crecientes recursos públicos –fruto de
la recuperación, de la nacionalización del gas, del petróleo, y
de las telecomunicaciones– estaba claro que eso iba a ser rá-
pidamente impugnable, observable, disputable y bloqueado.
Claro, ninguna clase dominante abandona voluntariamente
la construccion del estado
79
América Latina
el poder, a pesar de que uno se esfuerza para que lo hagan.
Ninguna clase dominante ni ningún bloque de poder puede
aceptar de la noche a la mañana que quien era su sirviente o
empleada ahora sea su legislador o su ministro. Ninguna clase
dominante puede aceptar pacíficamente, que los recursos que
anteriormente servían para viajar a Miami, comprarse su pis-
cina, su Hummer para él, para la esposa, para la amante, para
la hija, para la nieta, desaparezcan de la noche a la mañana,
y que esos recursos, en vez de dilapidarse en un viaje a París
o a Miami, en la compra de una hacienda o de un collar de
perlas, sean utilizados para crear más escuelas, para crear más
hospitales, para mejorar los salarios.
Está claro que en todo proceso revolucionario tiene que
haber un momento de tensionamiento de fuerzas, y me voy
a permitir aquí comparar, con el debido respeto, el proceso
de descolonización en Bolivia, con el proceso de descoloniza-
ción en Sudáfrica. En ambos la mayoría indígena y la mayo-
ría de color negra, para darle un nombre, que eran mayorías
y que habían sido excluidas del poder, acceden al gobierno:
son procesos de amplia democratización y de amplia desco-
lonización. Pero hay una diferencia: el caso de Sudáfrica, que
fue un gigantesco hecho histórico de descolonización, que fue
aplaudido por el mundo, por nosotros, dejó intacta la base
material del poder económico, la propiedad de los recursos
y de las empresas. En el caso de Bolivia, no. En el caso de
Bolivia avanzamos en un proceso de descolonización política
–indígenas en puestos de mando–, de descolonización cultu-
ral -hablar el aymara, el quechua, el guaraní tiene el mismo
reconocimiento oficial que hablar castellano, en Palacio, en
Vicepresidencia, en en el parlamento, en la universidad, en la
policía, en las fuerzas armadas. Descolonización política y cul-
tural, entonces, pero no nos detuvimos ahí, si no que pasamos
y dimos el salto a un proceso de descolonización económica y
material de la sociedad al depositar la propiedad de los recur-
sos económicos, los recursos públicos, a potenciar por encima
alvaro garcia linera
80 umbrales n° 10
de la empresa privada extranjera, al Estado; por encima de
la gran propiedad terrateniente, a la comunidad campesina y
al pequeño propietario. Tierra, recursos naturales, hoy son de
propiedad del Estado, de los movimientos, de los campesinos
y de los indígenas, en una proporción mayoritaria de lo que
era hace tres, cuatro o cinco años atrás. Está claro entonces que
esto no iba a ser aceptado fácilmente, no iba a ser tolerado y,
como lo previó inicialmente Robespierre, luego Katari, luego
Lenin, iba a tener que darse un momento de definición de la
estructura de poder.
Punto de bifurcación
Todo proceso revolucionario pareciera atravesar un momen-
to de fuerza, un momento en el que Rousseau calla y quien
asume el mando es Sun Tzu. En el que Habermas no tiene
mucho que decir y quien sí tiene que decir algo es Foucault.
Es decir, es el momento de la confrontación desnuda, o de la
medición de fuerzas desnuda de la sociedad, donde callan los
procesos de construcción de legitimidad, de consenso, y don-
de la política se define como un hecho de fuerzas. No es que la
política sea un hecho de fuerzas; de hecho, fundamentalmen-
te, la política son procesos de articulación, de legitimación.
Pero hay un momento de la política en que eso calla, en que
la construcción de acuerdos, los enjambres, las legitimaciones,
se detienen y la política se define como un hecho de guerra,
como un hecho de medición de fuerzas. Eso es lo que sucedió
en Bolivia en el año 2008, hace dos años, entre agosto y octu-
bre de 2008. Fue un tiempo muy complicado para nosotros.
Fue un tiempo en que algunos ministros renunciaron inter-
namente, fue un tiempo en que las secretarias y secretarios de
palacio se ponían a llorar en un rincón porque decían “¿Qué
va a ser de nosotros, cuando nos vengan a sacar?”, pero fue un
tiempo en que el presidente Evo mostró su capacidad de es-
tadista, de líder y de conductor de un proceso revolucionario.
Fueron tiempos duros porque a este gobierno del presidente
la construccion del estado
81
América Latina
Evo, del vicepresidente, de los sectores sociales, que habíamos
ganado con el 54 por ciento de los votos, se nos planteó un
revocatorio, una votación revocatoria de mandato. Nunca
antes se le había ocurrido a la derecha plantear lo mismo a
los gobiernos que tenían el 22, el 23 ó el 27 por ciento, y se
les ocurrió con el que había obtenido el 54 por cierto –con
un indio, evidentemente– plantearle el revocatorio. Y así fue.
Los sectores conservadores que se habían atrincherado en las
regiones, en las gobernaciones de las regiones, plantearon al
congreso un revocatorio. Lo hicieron aprobar en el senado,
donde tenían mayoría. Yo me acuerdo que estaba en Palacio,
el presidente había viajado a Santa Cruz y hablamos por telé-
fono. “Presidente Evo”, le digo, “acaban de aprobarlo en el se-
nado”. Se queda callado unos cinco segundos, y me responde:
“No importa, vamos al revocatorio, vamos a ganar”. Luego de
aterrizar en La Paz, nos reunimos de emergencia los del gabi-
nete político, y el presidente Evo nos dice: “No hay que tener
miedo, el pueblo nos ha llevado con su voto al gobierno, y si
el pueblo quiere que continuemos nos va a dar su voto, y si no
quiere que continuemos nos quitará su voto. Hemos sido fru-
to de las organizaciones sociales, de este ascenso democrático
de la revolución y enfrentémoslos con esas mismas armas”. Y
así fuimos al revocatorio: lo que fue un intento para derrocar
al presidente Evo electoralmente, se convirtió en una gran vic-
toria del 67 por ciento de los sufragios.
En agosto del 2008 fue el intento de derrocamiento demo-
crático electoral y superamos esa primera barrera. Derrotados
en el ámbito electoral, los sectores conservadores inmediata-
mente van a apostar por el golpe de estado: en septiembre del
año 2008, en verdad desde el 28 de agosto hasta el 12 de sep-
tiembre, se va a dar una escalada golpista en Bolivia, que va a
comenzar inicialmente bloqueando el acceso a los aeropuertos.
El presidente Evo, el vicepresidente, no van a poder aterrizar
en los aeropuertos de cinco departamentos de los nueve que
hay en Bolivia. Días después a ese bloqueo de los aeropuertos,
alvaro garcia linera
82 umbrales n° 10
a la toma física de los aeropuertos, los sectores conservadores
van a atacar a la policía, a su comandancia, para obligarlas a
subordinarse regionalmente al mandato de los sectores conser-
vadores. Logrado eso parcialmente, en los siguientes días van a
disponer un ataque a las instituciones del Estado: durante los
días 9 y 10 de septiembre, 87 instituciones del Estado –tele-
comunicaciones, televisión, representantes del ministerio en el
ámbito de la administración de las tierras, impuestos internos–,
¡ochenta y siete!, van a ser tomadas, quemadas y saqueadas por
las fuerzas mercenarias de la derecha. Al día siguiente, tropas
del ejército boliviano, soldados del ejercito boliviano, van a ser
desarmados por grupos especiales creados por esta gente, y al
mismo momento pequeñas células de activistas de derecha fas-
cista van a dirigirse a cerrar los ductos de la venta del gas a Brasil,
de la venta del gas a la Argentina, y del abastecimiento de gas,
petróleo y gasolina al resto de Bolivia. Era un golpe de estado
en toda la línea. Los que hemos conocido golpes de estado sa-
bemos que un golpe de estado comienza con el control de los
medios de comunicación, de los aeropuertos, de los sistemas de
abastecimiento, y luego le sigue la toma de los centros de de-
finición política: palacio, parlamento. Comenzaron con eso, y
ahí el gobierno actuó con mucha cautela. Ya habíamos previsto
que algo así iba a suceder, la sociología sirve para eso; la lectura
del punto de bifurcación, como otros conceptos, la habíamos
dialogado con el presidente. Me acuerdo que el presidente Evo,
el año 2008, inició el gabinete, creo que el 2 ó 3 de enero, a las
5 de la mañana, y nos dijo a todos: “Este año es el momento
de la definición. O nos quedamos o nos vamos, prepárense”.
La sociología dice eso, el punto de bifurcación. Es decir, o las
fuerzas conservadoras retoman el control del estado o las fuerzas
revolucionarias se consolidan. El presidente lo dijo de una ma-
nera, la sociología lo dice de otra manera, pero es la misma cosa.
Nos habíamos preparado para ello. Todavía es muy pronto para
comentar en detalle, para escribir en detalle estos acontecimien-
tos, pero el Estado –el gobierno– se preparó.
la construccion del estado
83
América Latina
Sabíamos que se venia un momento complicado, que iba a
dirimirse un momento de fuerza, la estabilidad o el retroceso, y
nos preparamos. A través de dos tipos de acciones envolventes.
La primera fue un proceso de movilización social general, de
todas las fuerzas que tenía el partido: regantes, campesinos de
tierras altas, el movimiento indígena, el movimiento coopera-
tivista, barrios, ponchos rojos, ponchos verdes, productores de
hoja de coca, del Chapare, de los yungas. Tres meses antes de
este acontecimiento se había definido un plan de protección
de la democracia en Bolivia, y entonces cuando comenzaron a
darse estos sucesos, estas estructuras de movilización comenza-
ron a desplazarse territorialmente para defender al gobierno y
para acabar con la derecha golpista. Paralelamente, hubo una
articulación institucional cultivada por el presidente Evo en la
redefinición de una nueva función de las fuerzas armadas en
democracia, hubo también un desplazamiento militar acom-
pañado y en coordinación con los movimientos sociales. Una
experiencia extraordinaria, no muy común, entre fuerzas ar-
madas y movimientos sociales en una acción envolvente para
aislar los núcleos de rebelión y de golpistas. En medio de estos
acontecimientos se va a dar la masacre de Pando donde once
jóvenes indígenas van a ser asesinados brutalmente, a sangre
fría, algunos a palos, por el gobernador conservador que hoy
está en la cárcel, como debe ser. Y a partir de ese eslabón del
bloque conservador –el eslabón mas débil, usando la categoría
leninista– se comienza a retomar el control territorial, y ante la
presencia de la movilización social y del respeto institucional
de las fuerzas armadas en defensa de la democracia, las fuerzas
golpistas medirán fuerzas, observarán las posibilidades de esta
conflagración de ejércitos sociales y decidirán rendirse y se irán
para atrás. En septiembre de 2008 se dará la victoria militar del
pueblo sobre las fuerzas conservadoras de derecha y golpistas.
A la victoria electoral se sumará una victoria de movilización
social-militar que será completada con una victoria de carácter
político. En octubre, al mes siguiente –son meses sucesivos: en
alvaro garcia linera
84 umbrales n° 10
agosto se da el revocatorio, en septiembre el golpe– se dará una
gran movilización, encabezada por el presidente Evo, de miles
y miles de personas que se dirigirán al parlamento para exigir-
les la aprobación de la nueva constitución y que se convoque a
un referéndum. Más de 60 mil, 100 mil personas acompaña-
ron al presidente Evo a bajar de El Alto a la ciudad de La Paz,
y en tres días –soy el presidente del congreso, por lo que estu-
ve tres días sin dormir y sin comer– aprobamos esa ley. Este
punto de bifurcación, o momento de confrontación desnuda y
medición de fuerzas donde se dirime si sigues para adelante o
vas para atrás, se da en cualquier proceso revolucionario. En el
caso de Bolivia, tuvo tres meses y fue una combinación excep-
cional de acciones electorales, acciones de masas, y acciones de
articulación política. Yo lo quiero mencionar y relevar porque
de alguna manera es un aporte en la construcción de los pro-
cesos revolucionarios. No apostar todo a una sola canasta, no
apostar únicamente al ámbito meramente legal o electoral, no
apostar al ámbito de la movilización únicamente, sino tener
una flexibilidad, una combinación de los distintitos métodos
de lucha que tiene el pueblo: el electoral, el de la acción de ma-
sas, el de los acuerdos. Combinación política que va a permitir
que en ese octubre se logre la aprobación en el congreso de la
ley que convoca al referéndum para aprobar la nueva consti-
tución. Victoria electoral, victoria militar y victoria política
cerrarán el ciclo de la crisis estatal en Bolivia.
La consolidación de una estructura estatal
La consolidación de este ciclo estatal vendrá posteriormente
con tres actos electorales. En enero del 2009 se aprobará la
nueva constitución con el 72 por ciento del electorado, en di-
ciembre del 2009 el presidente Evo será reelecto con el 64 por
ciento de los votos, y el el 4 de abril de 2010, el Movimiento
al Socialismo, instrumento por la soberanía de los pueblos,
logrará el control de dos tercios de los municipios de todo
Bolivia y de mas de dos tercios de las gobernaciones de todo
la construccion del estado
85
América Latina
el país. En Bolivia existen 335 municipios, alcaldías, donde ha
habido elecciones, de los 335 municipios, el Movimiento al
Socialismo ha ganado solo y con sus aliados alrededor de 250
municipios que representan casi el 70 por ciento de la totali-
dad de los municipios del país. De las nueve gobernaciones en
disputa hemos ganado en seis gobernaciones y de los nueve
parlamentos regionales, el MAS tiene, mínimamente, en la
totalidad de ellos, entre el 40 y el 55 por ciento de los repre-
sentantes. La crisis estatal, la transición de un tipo de estado
neoliberal, colonial, a un nuevo tipo de estado plurinacional,
autonómico y con una economía social comunitaria, ha te-
nido entonces este intenso período de transición: en verdad
ocho años, ocho años y medio. Primera etapa: momento en
que se devela la crisis. Segundo momento: empate catastrófico.
Tercer momento: acceso al gobierno. Cuarto momento: pun-
to de bifurcación. A partir de ese resultado, la consolidación
de una estructura estatal. Hoy Bolivia reivindica, propugna
y comienza a construir lo que hemos denominado un estado
plurinacional, una economía social comunitaria y un proceso
de descentralización del poder bajo la forma de las autonomías
departamentales, indígenas y regionales. Un Estado complejo.
Estado aparente y Estado integral
¿A dónde nos dirigimos ahora? ¿A dónde se dirige este pro-
ceso? De manera muy breve, introduciré otro concepto, el
concepto de “Estado aparente y Estado integral”. El “Estado
aparente” es un concepto de Marx que utilizaba un gran so-
ciólogo boliviano ya fallecido, René Zabaleta Mercado, mien-
tras que el concepto de “Estado integral” lo acuñó Gramsci.
Llamamos Estado aparente –lo llaman Marx y Zabaleta– a
aquel tipo de institucionalidad territorial política que no sin-
tetiza ni resume a la totalidad de las clases sociales de un país,
sino que representa solamente a una porción de la estructura
social, dejando al margen de la representación a una inmen-
sa mayoría. En términos de la sociología política, podemos
alvaro garcia linera
86 umbrales n° 10
hablar de la inexistencia de un óptimo Estado-sociedad civil.
El Estado aparece entonces como un estado patrimonial que
representa y que aparece como propiedad de una fracción de
la sociedad, en tanto que el resto de la sociedad –indígenas,
campesino y obreros– aparece al margen del Estado sin nin-
guna posibilidad de mediación ni de representación. Ese es el
Estado aparente. “Estado integral” llamaba Gramsci a varias
cosas en sus reflexiones, pero en particular se refería a un óp-
timo entre cuerpo político estadual y sociedad civil. Y a una
creciente perdida de las funciones monopólicas del Estado
para convertirse meramente en funciones administrativas y de
gestión de lo público.
Utilizando estos dos conceptos, se pueden abordar tres ten-
siones, tres contradicciones y un horizonte en el proceso po-
lítico revolucionario. La primera tensión y contradicción no
se resuelve teóricamente sino en la práctica: Bolivia, con el
presidente Evo, con los sectores sociales sublevados y movi-
lizados ha constituido lo que denominamos un gobierno de
los movimientos sociales. Esto significa varias cosas: en primer
lugar, que el horizonte y el proyecto que asume el gobierno
de transformación, de nacionalización, de potenciamiento
económico, de diversificación económica, de desarrollo de
la economía comunitaria, es un horizonte estratégico creado,
formado por la propia deliberación de los movimientos socia-
les. En segundo lugar, que los representantes que aparecen en
el ámbito del parlamento, del congreso, de la asamblea, son
fruto en su mayoría de la deliberación asambleística de los sec-
tores sociales, urbanos y rurales para elegir a sus autoridades.
En algunos casos son elegidas por voto universal y en otros,
por asamblea. La constitución actual acepta que en el ámbito
de los gobiernos regionales la elección directa de asambleístas
o asambleas sea por aclamación, por democracia comunitaria.
En tercer lugar, que los mecanismos de selección del personal
administrativo del Estado deja de ser únicamente en función
de meritocracia académica y combina otro tipo de méritos,
la construccion del estado
87
América Latina
otro tipo de calificaciones, como es el haber ayudado a los
sectores sociales, el provenir de sectores sociales, el no haber
defendido dictaduras, no haber participado de privatizaciones,
haber defendido los recursos públicos estatales y no estatales.
Hay un mecanismo de preselección de la administración pú-
blica que pasa por los sectores sociales y que combina lo meri-
tocrático académico con otro tipo de meritocracia social, por
llamarla de algún modo.
Bien, este horizonte, este proyecto de movimientos socia-
les, estos funcionarios que emergen de los sectores sociales,
esta conversación continua y esta aprobación de las medidas
estructurales que toma el gobierno en las asambleas de los
sectores sociales movilizados, hacen de nuestro gobierno un
gobierno de movimientos sociales. Pero a la vez estamos ha-
blando de un gobierno del Estado y todo estado, por defini-
ción, es un monopolio. Aquí hay entonces una contradicción:
estado por definición es monopolio, y movimiento social por
definición es democratización de la decisión. El concepto de
gobierno de movimientos sociales es una contradicción en sí
misma (sí, ¿y qué?), por lo que hay que vivir la contradicción,
la salida es vivir esa contradicción. El riesgo es, si priorizas
la parte monopólica del Estado, que ya no será un gobierno
de los movimientos sociales, sino una nueva elite, una nue-
va burocracia política. Pero si priorizas solamente el ámbito
de la deliberación en el terreno de los movimientos sociales,
dejas de lado el ámbito de la gestión y de la toma de deci-
siones del poder del Estado. Tienes que vivir los dos. Corres
ambos riesgos, y la solución está en vivir permanentemente y
alimentar esa contradicción dignificante de la lucha de clases,
de la lucha social en nuestro país. La solución no está a corto
plazo, no es un tema de decreto, no es un tema de voluntad, es
un tema del movimiento social. Pero esta contradicción viva
entre monopolio y desmonopolización, entre concentración
de decisiones y democratización de decisiones, tiene que vi-
virse en un horizonte largo. Ahí viene la categoría de Gramsci
alvaro garcia linera
88 umbrales n° 10
del Estado integral. En un momento, decía Gramsci, en que
los monopolios no sean necesarios, Estado sería meramente
gestión y administración de lo público y no monopolio de
lo público. Y esta posibilidad está abierta en Bolivia a partir
de dos elementos: por una parte los movimientos sociales, los
que están encabezando este proceso de transformación. Y por
otra parte, hay una fuerza y una vitalidad comunitaria, rural
y en parte urbana, que permanentemente tiende a expandir-
se, a irradiarse, no solamente como deliberación de lo públi-
co, sino como administración de lo público no estatal. Si este
pueblo presenta a los movimientos sociales en la conducción
del estado; si el despliegue, irradiación, potenciamiento de lo
comunitario colectivo, de lo comunitario político, en barrios,
en comunidades, se potencia y se refuerza, está claro que esta
construcción del Estado que estamos haciendo hoy en Boli-
via, esta modernización del Estado ya no es la modernización
clásica de las elites de las burguesías nacionales, sino que su
tránsito es, evidentemente, al socialismo.
Lo que estamos haciendo en Bolivia de manera dificultosa,
a veces con retrasos, pero ineludiblemente como horizonte de
nuestro accionar político, es encontrar una vía democrática
a la construcción de un socialismo de raíces indígenas, que
llamamos “socialismo comunitario”. Este socialismo comu-
nitario que recoge los ámbitos de la modernidad en ciencia
y tecnología, pero que recoge los ámbitos de la tradición en
asociatividad, en gestión de lo común, es un horizonte. No ne-
cesariamente inevitable, como nunca es inevitable la victoria
de un proceso revolucionario: es una posibilidad que depende
de varios factores. En primer lugar de la propia capacidad de
movilización del los sectores sociales. Un gobierno no constru-
ye el socialismo, el socialismo es una obra de las masas, de las
organizaciones, de los trabajadores. Solamente una sociedad
movilizada que expanda y tenga la habilidad de irradiar, de
defender, de expandir y de tener formas asociativas –formas
comunitarias, modernas y tradicionales– de toma de decisio-
la construccion del estado
89
América Latina
nes sobre la producción y la distribución de la riqueza, puede
construir esa alternativa socialista comunitaria. Lo que puede
hacer un gobierno, lo que podemos hacer el presidente Evo,
el vicepresidente, sus ministros, es apuntalar, es fomentar, es
respaldar, es empujar ello, pero evidentemente, la obra del so-
cialismo comunitario tendrá que ser una obra de las propias
comunidades urbanas y rurales que asumen el control de la
riqueza, de su producción y de su consumo. Pero además, está
claro que cualquier alternativa poscapitalista es imposible a ni-
vel local, es imposible a nivel estatal: una alternativa socialista,
o pongámosle el nombre que queramos, que supere las contra-
dicciones de la sociedad moderna, de la injusta distribución de
la riqueza, de la destrucción de la naturaleza, de la destrucción
del ser humano, tiene que ser una obra común, universal, con-
tinental y planetaria. u
Rita Laura Segato
La escritura en el cuerpo
de las mujeres asesinadas
en Ciudad Juárez
Territorio, soberanía
y crímenes de segundo estado
1a. edición: La escritura en el cuerpo de las mujeres
asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes
de segundo estado, Universidad del Claustro de Sor Juana,
México DF, 2006.
Diseño de cubierta: Sofia Durrieu
2013, del texto, Rita Laura Segato
2013, de la edición, Tinta Limón
www.tintalimon.com.ar
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
Segato, Laura Rita
La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en
Ciudad Juárez. - 1a. ed. - Buenos Aires : Tinta Limón, 2013.
88 p. ; 17x11 cm.
ISBN 978-987-27390-4-1
1. Sociología. 2. Antropología. I. Título
CDD 306
Índice
Prólogo | 5
La escritura en el cuerpo
de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez.
Territorio, soberanía
y crímenes de segundo estado | 11
La nueva elocuencia del poder.
Una conversación con Rita Segato | 53
5
Prólogo
El mapa latinoamericano
América Latina parece atravesada por un nuevo len-
guaje: el de la violencia. Pero esta palabra por sí mis-
ma no explica nada. O nos lleva a una suerte de lugar
común que de tan general bordea lo obviedad, o nos
envuelve en una serie de clasificaciones sin fin.
Después de más de una década de levantamientos
y revueltas populares, asoma ahora un nuevo mapa: el
de un modo del conflicto social vinculado a formas de
explotación y desposesión que redoblan su apuesta de
subordinación en el continente.
La disputa por la tierra y el modelo de agro-negocios,
la maquila como prototipo de una realidad laboral re-
plicada y valorada, la guerra territorial protagonizada
por bandas ligadas al narcotráfico, la difusión de los
códigos carcelarios a barrios enteros, la desaparición
de mujeres a manos de mafias, la proliferación de sica-
rios que multiplican crímenes por encargo, redefinen un
proceso de explotación que intensifica sus modalidades
de beneficio y se extiende a nuevos circuitos y espacios.
¿Cómo darle una inteligibilidad a esta cadena de
hechos que parecen inorgánicos y episódicos? ¿Cómo
comprender su racionalidad sin echar mano a formu-
lismos vacíos?
6
Dualidad y excepción
En América latina parece funcionar de manera cada
vez más fuerte una doble realidad. La visible que agru-
pa medios, políticos, retóricas y diagnósticos, y otra,
que sin embargo organiza la línea misma entre lo visi-
ble y lo invisible. No se trata de dos espacios diferidos,
sino de una misma dinámica dual. Un modo del desa-
rrollo de la “excepción”.
La otra, y la misma, cara de este nuevo conflicto
social es una difusión multiforme del miedo como dis-
positivo de gestión social general, regulando las fron-
teras móviles entre las realidades. La securitización es
una dinámica que atraviesa todas las clases, reprodu-
ciendo fractalmente sus jerarquías.
¿Hay formas de autodefensa posibles? Los movi-
mientos sociales, antes protagonistas decisivos del
lenguaje y las formas de la protesta, la resistencia y la
creación social, se encuentran desarmados o incluso
impotentes frente a este nuevo código, que los sobre-
pasa en recursos, capacidad operativa y, muchas ve-
ces, velocidad de respuesta. Pero sobre todo porque
propone otro tablero de juego: el de la violencia directa
como modo de guerra civil en sordina.
¿Qué otras formas de construcción de autoridad
y de territorio, definitivamente ya no bajo monopolio
del Estado, emergen en este momento? Explicar no
alcanza, tampoco tranquiliza. Hay que buscar otra
función a la palabra y a la interpretación de los signos
para remapear nuestro presente.
7
Lo visible y lo invisible
Cada uno de estos rasgos que caracterizan la situa-
ción latinoamericana constelan o co-funcionan (ma-
quinalmente, como diría Guattari) en torno a lo que
podemos llamar –como hipótesis– “lo financiero”.
Nos referimos a una modalidad global de apropia-
ción y gobierno de la riqueza generada colectivamen-
te, cuyo modus operandi consiste en reglar la pro-
ducción de valor de manera cada vez más exterior al
proceso de valorización colectiva, comunitaria. Esta
“exterioridad” es abstracción. Y determina, coaccio-
nándolos, los procesos de producción/reproducción
de lo común, sometiendo la trama colectiva de pro-
ducción de la vida a mecanismos de valorización di-
neraria y a la desposesión de equipamientos sociales
de bienestar.
Quienes intentan dar cuenta del funcionamiento
de este fenómeno se dividen entre aquellos que se
dedican a investigar lo que sucede en la dimensión
“visible”, en torno a las regulaciones explícitas, la
normativa legal, la legitimidad tal y como se organiza
bajo la forma de opinión pública y quienes dirigen su
inquietud a ese terreno sumergido, de un dinamismo
extremo. El dilema es aquello que permanece oscuro
al saber pero que intuimos como fuerza real e insos-
layable que produce la división misma entre lo visible
y lo invisible.
Entre quienes se atreven a dar un paso más en la
investigación siguiendo la realidad en sus desdobla-
mientos oscuros se formula la cuestión de los signos.
Porque la sucesión de episodios trágicos o mórbidos
8
(en Ciudad Juárez o en el conurbano bonaerense) nos
indican el estado actual del cuerpo social pero sin lle-
gar a proveer una inteligibilidad sobre las relaciones
que traman estos fenómenos.
Una hipótesis: la violencia expresiva
Rita Segato nos presenta en este texto una hipótesis
respecto de este preciso problema: la violencia expre-
siva. A diferencia de la “violencia instrumental”, ne-
cesaria en la búsqueda de un cierto fin, la violencia
expresiva engloba y concierne a unas relaciones deter-
minadas y comprensibles entre los cuerpos, entre las
personas, entre las fuerzas sociales de un territorio. Es
una violencia que produce reglas implícitas, a través
de las cuales circulan consignas de poder (no legales,
no evidentes, pero sí efectivas).
La investigación militante se ve arrojada a inter-
pretar signos, a leer en ellos la pugna de nuevas fuer-
zas sin las cuales no es posible comprender la natu-
raleza dual de la máquina soberana. Este dualismo
(que Segato atribuye a la lógica indígena y que no hay
que confundir con el tipo de binarismo del racionalis-
mo occidental), se desdobla permanentemente entre
regla y excepción. En este desdoblamiento (que se
observa en casi todas las instituciones de regulación:
de los bancos a la policía) funciona lo que hay que
desentrañar: la magia y la fuerza con la cual los dis-
positivos de control identifican y subsumen las má-
quinas de guerra en los territorios, en las economías,
en los discursos.
9
Esta hipótesis empuja a crear una nueva sección
en nuestro pensamiento para sacar de la página de
“policiales” el tratamiento de estos hechos (mone-
tarios, sociológicos, subjetivos, corpóreos), o bien
hacer de la investigación oficio de nuevos detectives
(salvajes) para situar allí, en este nivel, las claves del
nuevo conflicto social. Sobre esta cuestión tan urgen-
te y tan delicada tuvimos una larga conversación con
Rita –que agregamos al final de este libro– que propo-
ne una nueva trama interpretativa, un lenguaje para
empezar a hablar de estas nuevas formas de la guerra
y sus posibles resistencias.
Tinta Limón Ediciones
Buenos Aires, noviembre de 2013
53
La nueva elocuencia del poder
Una conversación con Rita Segato1
Por el Instituto de Investigación
y Experimentación Política
¿Cómo pensar las formas de violencia desbocada que se
están expandiendo en las periferias de las grandes ciuda-
des argentinas y latinoamericanas?
No podemos pensar las nuevas formas de violencia
que se expanden en las periferias de las grandes ciu-
dades de América Latina sin proponer modelos que
nos permitan hacer apuestas sobre su significado. Es
decir, sin suponer una estructura de relaciones, un
circuito subterráneo de personas, situaciones, inte-
reses; no podemos pensar tales eventos de violencia
aparentemente irracional, fortuita, casi caprichosa.
No es posible proceder de otra manera que no sea
proponiendo modelos explicativos porque la única
evidencia de superficie con que contamos son las
noticias de una crueldad ininteligible que estalla en
1 Esta conversación se desarrolló en el transcurso del año 2013,
entre Buenos Aires, Río Cuarto y Brasilia.
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  • 1.
  • 2. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� LA UNIVERSIDAD Y EL DESARROLLO DE AMÉRICA LATINA* Renato Dagnino Departamento de Política de Ciencia e Tecnologia – DPCT/unicamp rdagnino@ige.unicamp.br Resumo: A universidade pública latino-americana vem se mostrando crescentemente “disfuncional”. Ela continua sendo uma parte de um sistema sócio- econômico marcado pela nossa condição periférica e em processo contínuo de auto- organização, mas cada vez menos atende aos interesses dos dois segmentos contraditórios que conformam esse sistema. Não serve nem à elite econômica e política, que a ocupa e controla, nem ao que se vem chamando movimentos sociais, que nela não podem entrar. Os atores políticos que nela se enfrentam - as lideranças docentes e discentes e aqueles que elas denominam de governantes obscurantistas e autoritários – pertencem ao primeiro segmento: à elite. Eles se opõem em muitas coisas, mas ambos discordariam do diagnóstico da “disfuncionalidade”. Garantem que a universidade é imprescindível para atender as demandas cognitivas contidas nos projetos políticos dos dois segmentos antagônicos da nossa sociedade. O fato de que a capacidade de acumulação da empresa prescinde atualmente das universidades (e dos institutos de pesquisa públicos) evidencia o lado empresarial da disfuncionalidade. Sobra para as elites apenas o status, decrescente, que passar por ela proporciona. Sobre a disfuncionalidade do lado da classe dominada, é redundante comentar as barreiras ao seu acesso à universidade pública, mas vale a pena indagar sobre a utilidade que poderia ter o conhecimento que lá se oferece num contexto de informalidade crescente como o que vivemos. Colocar o interesse dos movimentos sociais na agenda do enfrentamento surdo é uma tarefa urgente da comunidade de pesquisa de esquerda. Essa parece ser a única maneira de explicitá-lo e impedir que a universidade se torne ainda mais disfuncional. Palavras-chave: universidade pública, Política de Ciência e Tecnologia, América- latina. Abstract: The Latin American public university has been increasingly proving itself to be dysfunctional. It continues to be a part of a social-economic system marked by a peripheral condition and that is in a continuous process of self-organization. This, however, does not imply the encompassment of the interests of two rivaling social segments. Latin American public universities serve neither the economic and political elite by which they are controlled, nor the so-called social movements that have no access to them. Political actors involved in power plays inside the university all belong to the same segment (the elite). Although having quite a number of quarrels, they both refuse the idea that Latin American universities are dysfunctional. They believe that the role of universities in answering to the cognitive demands associated * Este trabajo tiene como origen una charla ofrecida a los profesores y alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Mantiene el tono coloquial de la presentación capturado de modo magistral en una materia elaborada por Rosana Errasti de la Oficina de Prensa y Divulgación Científica de esta Facultad. A ella agradezco, sin incriminar, el excelente trabajo que hizo, y que sirvió de base para la elaboración del texto.
  • 3. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 372 to political projects of both the rivaling social groups is crucial. The fact that companies profits in Latin America are largely independent of universities and public research centers implies the productive side of the dysfunctionality. To the elite, all that is left is the status of having attended college. Regarding the dominated class’ side of the dysfunctionality, it is redundant to comment on the obstacles to its access to public universities. However, it is worthwhile to question the utility of the knowledge offered there in a context of increasing informal employment. To place the interests of social movements in the agenda is an urgent task for the left wing research community. This seems to be the only path towards avoiding a yet more dysfunctional university in Latin America. Keywords: Public university. Science and technologyc policy. Latin American policy of Science and technologyc. Si tuviera que hacer un diagnóstico la universidad pública en Brasil éste podría resumirse con la palabra disfuncionalidad. La universidad pública brasileña es disfuncional a la sociedad y al país, y esta disfuncionalidad es interpretada tanto desde la derecha como desde la izquierda. Por una parte, la derecha en Brasil ve a la universidad pública como disfuncional al modelo neoliberal implementado desde finales de los ochenta. Un modelo de apertura económica indiscriminada, de desindustrialización, que no necesita de una universidad que haga investigación y forme recursos humanos calificados. Una condición característica de la situación periférica ha sido y es la débil demanda de conocimientos y recursos humanos generados localmente. Si esta situación ya se hacía sentir en relación con el modelo agroexportador primario y con el modelo de sustitución de importaciones, donde no cambió significativamente el problema, con más razón en el modelo neoliberal. Ese diagnóstico de disfuncionalidad desde la derecha tiene como acción política la pragmatización de la universidad y el consecuente recorte de todo lo considerado “innecesario”, que se manifiesta no solamente en la presión sobre los salarios y las condiciones de trabajo, sino también en un cambio de la función y reconocimiento que hoy ya no tiene la universidad frente a las elites políticas y del poder económico en Brasil. Para decirlo de una forma muy dura: las elites universitarias ya no logran convencer a las elites del poder económico y político de que el conocimiento, el saber y, por lo tanto, la investigación en la universidad pueden ser importantes para el futuro. Durante mucho tiempo la comunidad universitaria ha logrado relacionarse con esas fuerzas de poder económico y político, permitiendo que la universidad exista de la forma que lo ha hecho hasta ahora en Brasil. Sin embargo esa vinculación hoy se
  • 4. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 373 vuelve imposible. Los aliados que ha tenido la universidad pública, de una forma tácita o explícita, inclusive durante el gobierno militar, ya no son tales. El propio gobierno militar vio en la universidad una herramienta para su proyecto de Brasil “gran potencia” y estimuló varias áreas del conocimiento, sobre todo las áreas duras. Esta situación, entonces, de crisis, de disfuncionalidad, se puede resumir más o menos de esta forma: la universidad ya no es necesaria para que la clase dominante siga con su proyecto de acumulación; la universidad, en un país cada vez más dependiente desde un punto de vista tecnológico, sin proyecto nacional, es muy cara para no ser necesaria. Y es su alto costo y baja legitimidad que la ponen cada vez más indefensa frente a las amenazas de privatización. Y el diagnóstico de la universidad desde la izquierda? La universidad pública en Brasil hasta los años ’60 ha sido responsable de la mayor parte de la matrícula. A comienzos de los años ’60, antes del golpe militar, la universidad pública era responsable del 70% de la matrícula de la enseñanza superior. Hoy lo es sólo del 30%. Ese número varía en algunos estados, sobre todo en los del nordeste donde han logrado presionar a sus dirigentes para que trajeran universidades federales del gobierno central. En cambio, los estados más ricos, como San Paulo y los estados más al sur, no han presionado al gobierno federal y de hecho el porcentaje de matrículas públicas en el estado de San Paulo es del 17%. Quiere decir, que el 83% de los estudiantes universitarios pertenecen al sector privado. Por otra parte, de los jóvenes brasileños entre 18 y 24 años solamente el 10% va a la universidad. En los países desarrollados, como en Canadá, el 80% de los jóvenes en ese rango de edad está en la universidad. Estos datos dan una imagen de cómo la universidad en Brasil es elitista, o mejor dicho, es elitizada. Debo agregar que, si se puede hablar de calidad (una vez que el concepto que adoptamos es socialmente construido en los paises de capitalismo avanzado) la universidad privada tiene muy baja calidad y no hace investigación; es una “fábrica de hacer diplomas”. Mientras que la gente que entra en la universidad pública, es decir que pasa el examen de ingreso, tiende a ser la que hizo la enseñanza primaria y secundaria privada, que en esos niveles es la mejor. Entonces se da la paradoja de que la gente con menos recursos está en las universidades privadas y los ricos están en la universidad pública.
  • 5. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 374 Esa situación hace que también exista un diagnóstico por la izquierda acerca de la disfuncionalidad y es que la universidad pública no representa como en el pasado, una alternativa o posibilidad de ascenso social para la clase de menores ingresos, el ascenso social ya no ocurre vía la universidad. Además, es un hecho que a finales de los años ’70 y comienzos de los ’80 Brasil formaba 23 mil ingenieros al año y todos tenían empleo, incluso podían elegir entre más de un empleo al término de su formación. Hoy Brasil forma 14 mil ingenieros y esos jóvenes no tienen trabajo. Si en el modelo de sustitución de importaciones existía la posibilidad, o al menos la meta, de que Brasil luego de sustituir importaciones pudiera también sustituir la tecnología necesaria para producir esos bienes, con el abandono de ese modelo toda la política científica y tecnológica y la política de investigación universitaria se ha visto sin rumbo. Se podría decir que hoy la universidad en Brasil no es funcional, es decir, no es necesaria ni para la clase dominante ni para la clase dominada. Esta situación, sin embargo, no es percibida como tal por el movimiento docente ni por las fuerzas políticas de la universidad. Desde hace mucho la universidad viene perdiendo capacidad de convencimiento, viene perdiendo prestigio, legitimidad y fuerza política. Sin embargo, la manera como se pretende enfrentar esa crisis es lo que se conoce como una respuesta refleja. La comunidad universitaria sigue intentando convencer a las elites políticas y económicas de su importancia y necesidad, y se queja que el gobierno no la entiende, no valoriza la ciencia, que los empresarios son atrasados, no son patrióticos, no hacen investigación y no la demandan de la universidad. Es un discurso defensivo y como tal se agota en sí mismo, no genera un proyecto, ni un planteo hacia el futuro. Pareciera que la comunidad universitaria ha perdido la posibilidad de formular un proyecto alternativo que le permita ganar fuerza, apoyo y plantear algo distinto. Esta situación se agrava cada año y no tiene solución en el marco de un modelo de universidad como el planteado hasta ahora. Sin embargo, los cambios que se puede visualizar a futuro nos plantea la pregunta sobre qué hacer con la universidad pública, cómo recomponerla, en qué dirección, con qué proyecto. Durante el gobierno militar sabíamos cómo combatir al enemigo, no es que nos resultara, pero al menos sabíamos qué hacer. Pero cuando
  • 6. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 375 se fueron los militares y comenzó el gobierno civil, el movimiento docente quedó realmente desorientado y todavía está así. El contexto cambió y va a cambiar de una forma muy clara y se hace difícil prever cuál va a ser la reacción de la universidad, del movimiento docente ante esto. Durante el gobierno militar, una estrategia defensiva que desarrolló la universidad para preservarse fue aislarse del mundo político. Erigiendo la bandera de la calidad y insistiendo en criterios académicos de contratación y promoción ella lograba ponerse a salvo del autoritarismo y oportunismo de los regímenes militares. Pero ocultándose defensivamente detrás de las mamparas de la ciencia pura no prestó atención a la posibilidad de generar conocimiento relevante para su sociedad. Este fue un rasgo característico de la universidad brasileña y quizás de la universidad latinoamericana en su conjunto. En la actualidad la universidad pública en Brasil orienta su investigación de una forma exógena, las agendas y los criterios de investigación son intentos de emular lo que se hace en los países desarrollados. Una imitación de lo que nosotros llamamos una “dinámica convencional de exploración de la frontera del conocimiento” pero que es en realidad un conocimiento cada vez mas monopolizado (la mitad de la investigación que se hace hoy en el mundo es hecha en las multinacionales). No hay conciencia en los investigadores brasileños de que pudiera haber otro tipo de ciencia y de investigación distinta de la que se hace por y para las empresas de los países desarrollados. Todavía subyacen en el quehacer científico las ideas de neutralidad de la ciencia y determinismo tecnológico, como si la ciencia y la tecnología avanzaran por un camino lineal e inexorable, y la ciencia fuera universal y el concepto de calidad que de ahí emana debiera ser el único patrón de evaluación de la actividad de investigación. Estas ideas que todavía predominan en la universidad latinoamericana tienen raíces muy antiguas que se remontan al nacimiento de la propia ciencia, en el origen del capitalismo, que surgen en confrontación con la religión, criticando el pensamiento dogmático, sustituyendo la fe por el método. Pero si se mira con detenimiento lo que pasa en el campo científico se advierte que esa manera de pensar no tiene cabida. Ya no se puede hablar de ciencia y de tecnología, de investigación básica e investigación aplicada, como si se tratase de actividades o procesos separados; por el contrario, desde las últimas décadas del siglo XX lo apropiado es hablar de tecnociencia. Los criterios de locación y de temporalidad
  • 7. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 376 utilizados hasta ahora para diferenciar ciencia básica de aplicada y ciencia de tecnología, ya no funcionan. Mientras el criterio locacional ubicaba a la ciencia básica en la universidad y a la ciencia aplicada o el desarrollo tecnológico en la industria, el criterio temporal indicaba que la ciencia básica no sirve para ahora sino para el futuro, en tanto el desarrollo tecnológico es para mañana. Hoy las 20 empresas que más gastan en investigación en el mundo invierten más que Francia y Gran Bretaña, dos países líderes en muchos campos del conocimiento que junto con otros seis gastan el 90% de lo que se invierte en el mundo en investigación. La pregunta es: ¿esas 20 empresas hacen ciencia básica o ciencia aplicada? Una de esas grandes empresas tiene diez premios Nobel en su hoja de pago, mientras que Japón, para dar un ejemplo, ha tenido seis premios Nobel en ciencia, y sólo tres trabajaban en su país al momento de recibirlo. Lo que quiero decir con esto es que cada vez más la investigación que nosotros llamamos básica se hace en la empresa. Por lo tanto, el criterio espacial para distinguir ciencia de tecnología, ya no es verdadero. El criterio temporal tampoco funciona. Si uno mira la historia de las innovaciones desde comienzos del siglo XX, se va a dar cuenta que el tiempo que media entre la invención y la innovación o entrada al mercado de un producto, antes se contaba en décadas, después en años y ahora en meses. La pregunta entonces es: ¿por qué continuar con la idea que debemos emular ese patrón de ciencia que, obviamente no es neutral, que sirve a las grandes potencias y está cada vez más monopolizado por las grandes empresas de los países ricos? Es claro que esta manera de producción del conocimiento está sesgada por los países ricos y las clases dominantes. Por lo tanto, los bienes que incorporan la tecnología más reciente jamás van a llegar a beneficiar al conjunto de la población de nuestros países. Es una falacia creer que esa manera de explorar la frontera del conocimiento puede ser funcional y adaptable para un proyecto de incorporación de la mayor parte de la población brasileña que está totalmente fuera, para no hablar del mercado, de los derechos de ciudadanía. Por supuesto, esta es una afirmación polémica. Sin embargo, hoy un grupo creciente de profesores e investigadores en Brasil está criticando a la comunidad científica porque aún parece no advertir esto.
  • 8. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 377 Cuando en los países desarrollados se lanzó al mercado la computadora personal (PC), muy pocas familias tenían acceso a ella. Pero esto no fue un problema porque, en una sociedad con ingresos bien distribuidos y una economía en crecimiento, rápidamente esa PC se coló por toda la pirámide de ingresos y hoy prácticamente está en todas las casas de Estados Unidos. Eso por supuesto no pasa en países como los nuestros. De la misma forma que la izquierda latinoamericana ha criticado la idea de que tenemos que crecer para después distribuir, es muy ingenuo creer que esa manera de desarrollar el conocimiento puede servir a la gran masa de la población. En Brasil, como en el resto de América Latina, hay una gran necesidad de satisfacer demandas materiales de bienes y servicios, que tienen que ver con infraestructura, telecomunicaciones, carreteras, alimentación, habitación, salud, etc. Lo que nosotros llamábamos en los años ’70 necesidades básicas. Sin embargo, si se mira la orientación que ha tenido la exploración de la frontera del conocimiento, se puede ver que el conocimiento y las tecnologías disponibles para producir esos bienes y servicios se han estancado en el tiempo, no han sido rejuvenecidas con conocimiento nuevo. De tal forma, si hoy en Brasil se quiere producir casas o suministrar agua potable para satisfacer el inmenso déficit que tenemos, habrá que hacer pilas de ladrillos como la hacían los babilonios o canales como hacia los romanos. El “progreso tecnológico” se ha orientado, como es natural que ocurra en sociedades capitalistas, para atender a la demanda pudiente de los ricos de los países ricos. No se ha desarrollado conocimiento eficaz para lo que necesitan los pobres de los pises pobres. Y así con cualquier tecnología relacionada con la infraestructura y la producción de bienes y servicios. En todos los casos vamos a notar que son extremadamente ineficientes y ambientalmente desastrosas. Sin embargo, la mayor parte de los profesores universitarios e investigadores acostumbran a decir que los problemas asociados a la satisfacción de las necesidades básicas son meramente políticos. No son tecnológicos y mucho menos científicos. La Argentina, por ejemplo, tiene la posibilidad de producir y produce comida para 700 millones de personas -según he leído-, tiene 40 millones de habitantes y 20 con hambre. ¿Hay tecnología para producir comida para todos los argentinos? Yo estoy seguro que no. Porque si la tecnología se produce de forma concentrada, la producción va a estar concentrada. Pongo otro ejemplo: en Brasil
  • 9. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 378 vamos a tener que hacer una enorme aceleración de la reforma agraria. ¿Cómo se va a hacer, dividiendo la tierra y dándole a cada campesino una pala, un azadón y una bolsita de semillas? Por supuesto que no, eso sería condenar la experiencia al fracaso. Obviamente se necesita un patrón tecnológico distinto que permita al pequeño productor ser competitivo. Y ese paquete tecnológico no es el de Monsanto, no solamente porque es insostenible desde el punto de vista ambiental sino porque es inaccesible para el pequeño productor. Otro ejemplo: el 50% de los hogares en Brasil no tiene agua potable, ¿cómo se resuelve esto? ¿Basta con conectar todos los hogares a la red con una tubería de plástico, barata, para que cualquier familia pobre pueda comprarla? Nuevamente debo decir que no. Estamos hablando de millones y millones de casas, por lo que estamos obligados a resolver primero otros temas como: de dónde sacar el agua, cómo transportarla, cómo tratarla, cómo distribuirla, qué hacer con el agua servida, asegurarse que haya agua para todos. Todos estos son problemas que tienen un componente científico y tecnológico, que no solamente nos exige hacer investigación sino que, además, de una manera que no sabemos hacer y que no se hace en ninguna parte: investigación interdisciplinaria que trabaje por problema y no por disciplina. En definitiva, creo que el futuro contiene desafíos que, por primera vez, pueden hacer que la universidad brasileña no sea un lujo sino que sirva realmente a un proyecto. Debemos intentar convencer a los investigadores, a los profesores, de que sí hay necesidad de una universidad pública de investigación en el futuro que la sociedad quiere construir. Hay que plantear una nueva política de alianzas de la universidad. La estrategia de persuadir a las elites políticas o económicas para que vuelvan a creer en la importancia de la universidad y de la investigación, tiene que ser cambiada por otra visión que busque aliados en la sociedad. Las elites políticas y económicas pueden pasarla muy bien sin la universidad, sin embargo, para satisfacer las necesidades básicas del conjunto de la sociedad, para agregar valor a las materias primas que producen nuestros países, se necesita conocimiento nuevo. Por supuesto que Brasil, Argentina y todos los países de América Latina, no van a poder, ni es intención de ningún gobierno progresista que pudiera resultar electo, cerrar fronteras ni mucho menos. Vamos a tener que seguir viviendo en el mercado internacional, quizá con una actitud más agresiva en relación a los centros de poder internacional, la banca, etc. Yo creo que se presenta en el futuro para el
  • 10. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 379 gobierno brasileño una oportunidad y una misión, que es justamente crear un bloque que nos permita tener una posición más firme en el mercado internacional frente a los grupos de poder. En lo que atañe al comercio propiamente dicho, en Brasil seguimos siendo un país exportador primario, seguimos siendo un país que exporta sus mercaderías con muy poca elaboración, con muy bajo valor incorporado. Y eso se debe en gran medida al hecho de que no hemos logrado desarrollar tecnologías que nos permitan dar cuenta de la especificidad de nuestro país, de nuestra riqueza natural, de nuestra minería, de nuestra biomasa, etc. Somos un país que todavía sigue colonizado; pero desde adentro, por nuestras elites con mentalidad de intermediarios coloniales. La disfuncionalidad de la que he estado hablando va a continuar en tanto la comunidad universitaria se mantenga refractaria y “se haga la sorda”. Pero si ella se convence de algunas ideas básicas respecto de cómo la ciencia puede ser transformada, entonces hay una oportunidad de que la universidad pública en Brasil tenga un futuro brillante, que no sólo signifique la posibilidad de una buena educación a un número creciente de jóvenes. Pero las dificultades son muchas, porque cualquier intento de reorientar la agenda de investigación es visto por parte de la comunidad científica como una intervención perniciosa. Los temas de investigación son elegidos de una forma muy poco racional, sin participación; la política científica y tecnológica sigue siendo controlada de manera dominante por la comunidad científica y no ha habido posibilidad de traer nuevos actores para que participen de ese proceso. Esa situación lleva a un círculo vicioso en el que no se pueden ingresar nuevos temas y además se agrava por algo que es tradicional en cualquier universidad, la incomprensión entre los “inexactos” y los “inhumanos”. Todo esto debilita la capacidad de respuesta y de transformación de la misma comunidad de profesores e investigadores. Por lo que he podido ver hasta ahora en América Latina, la comunidad universitaria sigue dando respuestas reflejas ante una situación que ha cambiado profundamente. Por parte de unos hay una visión simplista de la universidad. Ella es vista equivocada e ingenuamente como una arena más de la lucha de clases. La mayoría tiene una visión muy despolitizada de la universidad, porque alega querer evitar a cualquier precio el riesgo de la partidarización. En definitiva, que el conocimiento no es politizable, es neutral, y nosotros tenemos que guiarnos por lo que hace Berkeley,
  • 11. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 380 Standford, etc. Se dice que actuando de esa manera estaremos cumpliendo con nuestro deber. Pero muchos ya quieren deshacerse de esta postura de “cumplo y miento”. La cultura política de la comunidad científica en Brasil -y en Argentina creo que es igual-, tiene todavía una referencia importante en el marxismo. Y en una lectura posible de Marx, la ciencia y la tecnología son neutrales, siguen un camino inexorable. El motor de la historia es el avance de las fuerzas productivas; ese avance lineal e inexorable es el que mueve a la humanidad desde la esclavitud, al feudalismo, el capitalismo, el socialismo, el comunismo. El avance continuo de las fuerzas productivas es el que lleva al cambio de un modo de producción a otro. Esa lectura simplista, positivista, de la realidad, está todavía en el centro del pensamiento marxista. La izquierda sigue todavía entendiendo que la ciencia en sí misma es buena, en todo caso lo que puede ser buena o mala es la tecnología. Esa idea optimista, del problema de la naturaleza del conocimiento ya no tiene cabida. Pero sé que es muy difícil llevar esa discusión a la universidad justamente porque el pensamiento de la izquierda ortodoxa rechaza esa idea, no entiende que podríamos hacer otro tipo de investigación, podríamos explorar la frontera del conocimiento de otra forma. Otro tema central en esta discusión es cómo se evalúa el quehacer de la universidad. Me parece cada vez más necesaria una forma de evaluación universitaria y científica alternativa. Las formas de evaluación tradicionales se centran en la “calidad”, pero ¿qué es la calidad? En los países desarrollados la sociedad emite señales de relevancia que indican lo que es relevante. Esa señal es percibida por la sociedad científica de una forma muy sutil, al punto que ella misma no se da cuenta que la recibe. Sin embargo, los campos de relevancia que emiten esas señales están ahí y la comunidad científica lo que hace es trabajarlos con calidad. Y calidad, en ese caso, es juicio de pares. Cuando hablo de relevancia no estoy haciendo ningún juicio de valor. Estados Unidos en los años ’80 llegó a gastar el 70% de los recursos públicos para investigación en el área militar. Sumado a lo que iba a energía nuclear y aeroespacial, eso llegaba al 85%. El restante 15% era para agricultura, salud, etc. Pero no hay ninguna duda que la población norteamericana (o el establisment que la representa) en aquel momento creía que eso era importante. Había una señal de
  • 12. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 381 relevancia y los científicos hacían con calidad lo que era considerado importante. Por lo tanto, en los países desarrollados la relevancia es sustantivo, es necesaria, es ex ante. La calidad es adjetivo, no es necesaria, es ex post. La calidad, por lo tanto, no es universal, es socialmente construida. Nosotros que tenemos una situación y condición periférica donde las empresas no hacen investigación y el Estado y los movimientos sociales no demandan conocimiento, no emitimos señales de relevancia. Esto hace que la comunidad científica no escuche y, a veces, se haga la sorda. La comunidad científica en los países desarrollados produce recursos humanos que van a ser empleados en las empresas para innovar. En EEUU, el 70% de los doctores que se forman van a la empresa privada a hacer investigación. Brasil está formando 40000 maestro y doctores al año, y solamente 3000 trabajan en las empresas locales haciendo investigación. Lo que quiere decir que si ese número aumenta 10% el año que viene tendremos una demanda adicional de 300! En una sociedad en la que no hay demanda de gente formada y que el criterio de calidad que usamos es totalmente absurdo, es obvio que hay una enorme necesidad de replantear esos criterios de evaluación y producir una nueva agenda de investigación. Otra insuficiencia es la manera de hacer política. Muchas veces se dice por acá que la empresa no hace investigación, entonces la universidad debe hacer investigación y luego ponerla al alcance de la empresa. Pero si en Estados Unidos, del total del gasto de las empresas en investigación, solamente el 1% es utilizado para contratar investigaciones con la universidad (el 99% restante lo gasta intramuros), que se espera que pueda pasar en América Latina? En vez de seguir machacando con el mito de los parques, polos e incubadoras, es hora que se se use la realidad norteamericana para “entender” que significa relación universidad- empresa. La universidad no sirve a la empresa como productora de conocimiento intangible. Sirve como productora de recursos humanos que saben hacer investigación y que van a hacerla en las empresas. La realidad norteamericana cuestiona, además, la falacia de que las universidades se pueden autofinanciar vendiendo servicios o resultados de investigaciones a la empresa: solamente el 1% del “presupuesto” de la universidad norteamericana viene de esa actividad.
  • 13. �������������������������������������������� ����������������� ��������������������������������������� 382 Hasta ahora, esas discusiones políticas sobre pensamiento estratégico, proyectos (qué investigación vamos a hacer, qué alumnos queremos formar, cuál es el rol de la universidad, etc?), no ocurren en los órganos de dirección de la universidad, en los consejos, en las congregaciones, en las reuniones de departamento. ¿Qué hacemos con nuestra representatividad política en la universidad? Todavía no hemos logrado que esas discusiones penetren esos organismos políticos. Al menos así ocurre en Brasil. Qué posibilidad tenemos de cambiar la gestión de la universidad si no es politizando en el buen sentido del término la vida universitaria. Y en la medida que esa politización gane cuerpo ahí vamos a ir cambiando. Yo no veo otra forma... RENATO DAGNINO é Professor Titular no Departamento de Política Científica e Tecnológica da UNICAMP e tem atuado como Professor Convidado em várias universidades no Brasil e no exterior. Graduou-se em Engenharia em Porto Alegre e estudou Economia no Chile e no Brasil, onde fez o Mestrado e o Doutorado. Sua Livre Docência na UNICAMP e seu Pós-Doutorado na Universidade de Sussex foram na área de Estudos Sociais da Ciência e Tecnologia. Incorporou-se à UNICAMP em 1977, onde colaborou com o Prof. Rogério Cerqueira Leite na criação da primeira incubadora de empresas latino-americana - a Companhia de Desenvolvimento Tecnológico - e, a partir de 1979, com o Prof. Amilcar Herrera na criação do Instituto de Geociências e da área de Política Científica e Tecnológica da Universidade.
  • 14. u | América Latina 63 La cOnsTrUcciOn deL esTadO alvaro Garcia linera lo general, hay dos maneras de acercarse al debate en torno al Estado en la sociedad contemporánea, latinoamericana y mundial: una lectura que propone que esta- ríamos asistiendo a la extinción del Estado. No se trata de una lectura anarquista: lindo sería que fuera una realidad el cum- plimiento del deseo anarquista de la extinción del Estado. Por el contrario, es una lectura conservadora la que plantea que en la actualidad la globalización –la interdependencia planetaria de la economía, la cultura, los flujos financieros, la justicia y la política– está volviendo irrelevante el sistema de estados con- temporáneo. Esta corriente interpretativa, académica y mediá- tica dice que la globalización significaría un proceso gradual de extinción de la soberanía estatal debido a que los estados tienen cada vez menos influencia en la toma de decisiones de los acontecimientos que se dan en los ámbitos territorial, con- Por El 9 de Abril de 2010, por iniciativa de las Facultades de Ciencias Sociales y Filosofía y Letras, la Universidad de Buenos Aires entregó el título de Doctor Honoris Causa a Álvaro García Linera. El texto que sigue es una edición de la Conferencia Magistral* que García Linera dictó ese mismo día en el Aula Magna de la, Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. La iniciativa fue promovida por el profesor regular de la UBA (Facultad de Ciencias Sociales), Mario Toer. * Preedición de la transcripción: Federico Montero
  • 15. alvaro garcia linera 64 umbrales n° 10 tinental y planetario; supuestamente, surge otro sujeto de los cambios conservadores: los mercados con su capacidad de au- torregulación. Esta corriente también sostiene que a nivel pla- netario estarían surgiendo un gendarme internacional y una justicia planetaria que debilitarían el papel del monopolio de la coerción, del monopolio territorial de la justicia que poseían anteriormente los estados. Disiento con esa lectura. Aunque existe un sistema supraes- tatal de mercados financieros y un sistema judicial de derechos formales que trasciende las limitaciones territoriales del Esta- do, hoy en día lo fundamental es que los procesos de privatiza- ción y los procesos de transnacionalización de los recursos pú- blicos –que es, en el fondo, lo que caracteriza al neoliberalismo contemporáneo– que ha vivido nuestro continente, no los han hecho seres celestiales, no los han hecho fuerzas transterrito- riales, sino que quienes han llevado adelante estos procesos son precisamente los propios estados. Esa lectura extincionista del Estado, digámoslo así, olvida que los flujos financieros que se mueven en el planeta, no se distribuyen por igual entre las regiones y entre los estados, que los flujos financieros no por casualidad benefician a determinados estados en detrimento de otros, a determinadas regiones, en detrimento de otras. Y que esta supuesta gendarmería planetaria, encargada de poner orden y justicia en todo el mundo, no es más que el poder imperial de un estado que se atribuye la tutoría sobre el resto de los estados y sobre los pueblos del resto de los estados. Esta lectura extincionista, por último, olvida, como lo están mos- trando los efectos de la crisis de la economía capitalista de los años 2008 y 2009, que quien paga al final los platos rotos de la orgía neoliberal, de los flujos financieros y del descontrol de los mercados de valores, son los estados y los recursos públicos de los estados. En otras palabras, frente a esta utopía neoliberal de la extinción gradual del Estado, lo que van demostrando los hechos es que son los estados los que al final se encargan de privatizar los recursos, de disciplinar la fuerza laboral dentro
  • 16. la construccion del estado 65 América Latina de cada estado territorialmente constituido, de asumir con los recursos públicos del Estado los costos, los fracasos, o el enri- quecimiento de unas pocas personas. A esta lectura falsa y equivocada de una globalización que llevaría a la extinción de los estados, se le ha estado contrapo- niendo otra lectura que habla de una especie de petrificación de los estados, su opuesto. Esta otra lectura argumenta que los estados no han perdido su importancia como cohesionadores territoriales. La discusión de la cultura, el sistema educativo, el régimen de leyes, el régimen de penalidades, cotidianas y fun- damentales que arman el espíritu y el hábito cotidiano de las personas, siguen siendo las estructuras del Estado. A su favor también argumentan que el actual sistema mundo, en el fondo es un sistema interestatal, y que los sujetos del sistema mundo siguen siendo los propios estados, pero ya en una dimensión de interdependencia a nivel mundial. Sin embargo esta visión, digamos así defensora de la vigencia del Estado como sujeto político territorial, olvida también ciertas decisiones y ciertas instituciones de carácter mundial por encima de los propios estados: regímenes de derechos, ámbitos de decisión econó- mica, y ámbitos de decisión militar. Incluso varios procesos de legitimación y construcción cultural, en otros países exceden a la propia dinámica de acción de los estados. Podemos ver entonces que ni es correcta la lectura extincio- nista de los estados, ni es correcta la lectura petrificada de la vigencia de los estados. Lo que está claro es que tenemos una dinámica, un movimiento y un proceso. La globalización sig- nifica evidentemente un proceso de mutación, no extinción de los procesos de soberanía política. No estamos asistiendo a una extinción de la soberanía, sino a una mutación del significado de la soberanía del Estado. Igualmente, lo que estamos viendo en los últimos 30 años es una complejización territorial de los mecanismos de cohesión social y de legitimación social. Pode- mos hablar de una bidimensionalidad estatal y supraestatal de la regulación de la fuerza de trabajo, del control del excedente
  • 17. alvaro garcia linera 66 umbrales n° 10 económico y del ejercicio de la legalidad. En otras palabras, hay y habrá Estado, con instituciones territoriales, pero tam- bién hay, y habrá instituciones de carácter supraterritorial que se sobreponen al Estado. Esto es más visible si tomamos en cuenta la propuesta que hace Wallerstein de este periodo de transición, de fases, entre la hegemonía planetaria y una nueva hegemonía planetaria. En América Latina, en nuestros países, en la Argentina, en Bolivia, vemos a diario esta tensión entre reconfiguración de la soberanía territorial del Estado y la existencia y presencia de ámbitos de decisión supraestatales. En los últimos cinco a diez años hemos asistido a un regreso, a una retoma digámoslo así, de la centralidad del Estado como actor político-económico. Pero, a la vez –América Latina esta viviendo dramáticamente eso– existen flujos económicos y políticos desterritorializados y globales que definen, muchas veces al margen de la propia soberanía del Estado, temas que tienen que ver con la gestión y la administración de los recursos del Estado. Voy a dar un ejemplo para explicar esta complejidad de retoma de una centralidad del Estado, pero ya no como en los años 40 ó 50, sino en el ámbito de construcción de otra serie de instituciones desterritorializadas. El presupuesto del Estado es un ejemplo. Por una parte, los procesos contemporáneos en América Latina de distribución de la riqueza, de potencia- miento de iniciativas de soberanía económica del país, de me- jora del bienestar de las poblaciones, tiene que ver con un uso y disposición de recursos económicos que tiene el Estado, y ésta es una competencia estrictamente estatal, territorialmente delimitada. Pero a la vez, como las producciones de nuestros países están externalizándose –es decir, ampliándose mas allá del mercado interno y dirigiéndose a mercados internaciona- les–, los ingresos que capta el Estado vía impuestos, vía ventas propias, dependen cada vez menos de decisiones del Estado que de los circuitos económicos de comercialización de esos productos. De tal manera que si bien hoy los estados están
  • 18. la construccion del estado 67 América Latina retomando en América Latina una mayor capacidad de defi- nir políticas sociales, políticas de empleo, inversión en medios de comunicación, en medios de transporte, en infraestructu- ra vial; a la vez, está claro que esos recursos, los volúmenes, la intensidad de esta distribución social, la intensidad de esta creación de infraestructura médica, educativa, en favor de la población, depende más de la fluctuaciones de los commodities como los llaman los economistas, de las mercancías que ven- demos. Es distinta la soberanía de un estado con un precio del petróleo a 185 dólares el barril, que a 60 o a 30 dólares el ba- rril. La capacidad de disponer del excedente económico para temas sociales, para temas de infraestructura, para inversión productiva, para educación, varía en función de esa variación de los precios, no solamente del petróleo; del gas, de los mi- nerales, de los alimentos, de los productos que las sociedades producen contemporáneamente. En este ejemplo, entonces, se ve esta bidimensionalidad: por una parte, hay soberanía y hay una retoma de la soberanía del Estado sobre estos recursos y sobre el uso del excedente económico, pero a la vez hay una dependencia de definiciones al margen del Estado, en cuánto a los volúmenes de esos excedentes a ser utilizados en benefi- cio de la población, porque éstos dependen cada vez más de cómo se constituyen los precios a nivel internacional de esas mercancías. El concepto de Estado Está claro que las experiencias sociales del continente, de Bolivia, de la Argentina, del Ecuador, son experiencias que hablan de que la política excede al Estado. Pero a la vez está claro que un nudo de condensación del flujo político de la sociedad pasa en el Esta- do, y que uno no puede dejar de lado –al momento de materia- lizar y objetivar– una correlación de fuerzas sociales y políticas en torno al Estado. ¿Qué fue entonces de este sujeto que llamamos Estado? ¿A qué llamamos Estado? Es evidente que una parte del Estado es un gobierno, aunque no lo es todo. Parte del Estado es
  • 19. alvaro garcia linera 68 umbrales n° 10 también el parlamento, el régimen legislativo cada vez mas deva- luado en nuestras sociedades. Son también las fuerzas armadas, los tribunales, las cárceles, el sistema de enseñanza y la formación cultural oficial. Estado es también el acatamiento de la legislación. Estado es narrativa de la historia, silencios y olvidos, símbolos, disciplinas, sentidos de pertenencia, sentidos de adhesión. Estado es también acciones de obediencia cotidiana, sanciones, discipli- nas y expectativas. Cuando definimos al Estado, estamos hablando de una se- rie de elementos diversos, tan objetivos y materiales como las fuerzas armadas, como el sistema educativo; y tan etéreos pero de efecto igualmente material como las creencias, las obedien- cias, las sumisiones y los símbolos. El Estado en sentido estric- to son entonces instituciones, no hay estado sin instituciones, es lo que Lenin denominaba la “máquina del Estado”. Es la dimensión material del Estado, el régimen y el sistema de ins- tituciones: gobierno, parlamento, justicia, cultura, educación, comunicación; en su dimensión de instituciones, de normas, procedimientos y materialidad administrativa que le da vida a esa función gubernativa. Pero también ese conglomerado, ese listado que hemos dicho que es el Estado, no es solamente institución, dimensión material del Estado, sino también son concepciones, enseñanzas saberes, expectativas, conocimien- tos. Es decir, esta sería la dimensión ideal del Estado. El Esta- do tiene una dimensión material, que describió muy bien Le- nin, como el régimen de instituciones. Pero también el Estado es un régimen de creencias, es un régimen de percepciones; es decir, es la parte ideal de la materialidad del Estado: el Estado es también idealidad, idea, percepción, criterio, sentido co- mún. Pero detrás de esa materialidad y detrás de esa idealidad del Estado, el Estado es también relaciones y jerarquías entre personas sobre el uso, función y disposición de esos bienes; jerarquías en el uso, mando, conducción y usufructo de esas creencias. Las creencias no surgen de la nada, son fruto de correlaciones de fuerza, de luchas, de enfrentamientos. Las
  • 20. la construccion del estado 69 América Latina instituciones no surgen de la nada, son frutos de luchas, mu- chas veces de guerras, de sublevaciones, revoluciones, de mo- vimientos, de exigencias y peticiones. En términos sintéticos podemos decir entonces que un esta- do es un aparato social, territorial, de producción efectiva de tres monopolios –recursos, cohesión y legitimidad–, en el que cada monopolio, de los recursos, de la coerción y de la legitimidad, es un resultado de tres relaciones sociales. Tenemos entonces, utilizando brevemente a los físicos, que el Estado es como una molécula, con tres átomos y dentro de cada átomo tres ladrillos que conforman el átomo. Un estado es un monopolio exitoso de la coerción –lo estudió Marx, lo estudió Weber–; un estado es un monopolio exitoso de la legitimidad, de las ideas-fuerza que regulan la cohesión entre gobernantes y gobernados –lo es- tudió Bourdieu–; y un estado es un monopolio de la tributación y de los recurso públicos –lo estudió Norbert Elias y lo estudió Lenin–. Pero cada uno de estos monopolios exitosos y territo- rialmente asentados está a la vez compuesto de tres componen- tes: una correlación de fuerzas entre dos bloques con capacidad de definir y controlar, una institucionalidad, y unas ideas-fuerza que cohesionan. Uno puede jugar teóricamente la combinación de tres monopolios con tres componentes en el interior de cada monopolio. El monopolio de la coerción tiene una dimensión material: fuerzas armadas, policía, cárceles, tribunales. Tiene una dimensión ideal: el acatamiento, la obediencia, y el cumpli- miento de esos monopolios, que cotidianamente los ejecutamos los ciudadanos sin necesidad de reflexionarlos, dimensión ideal del monopolio. Pero a la vez este monopolio y su conducción, es fruto de la correlación de fuerzas, de luchas, de guerras pasadas, sublevaciones, levantamientos y golpes, que han dado lugar a la característica de este monopolio. Igualmente con la legitimidad, el monopolio de la legitimidad territorial tiene una dimensión institucional, una dimensión ideal y una dimensión de corre- lación de fuerzas. Igual, el monopolio de los tributos y de los recursos públicos.
  • 21. alvaro garcia linera 70 umbrales n° 10 Tenemos entonces un acercamiento más completo al Esta- do como relación social, como correlación de fuerzas y como relación de dominación. El concepto que nos daba Marx del Estado como una máquina de dominación entonces tiene sus tres componentes complejos: es materia, pero también es idea, es símbolo, es percepción, y es también lucha, lucha interna, correlación de fuerzas internas fluctuantes. Entre los marxistas y kataristas –indianistas– es muy importante este concepto que no es solamente teoría, porque permite ver cómo asumimos la relación frente al Estado. Si el Estado es sólo máquina, en- tonces hay que tumbar la máquina, pero no basta tumbar la máquina del Estado para cambiar al Estado: porque muchas veces el Estado es uno mismo, son las ideas, los prejuicios, las percepciones, las ilusiones, las sumisiones que uno lleva inte- riorizadas, que reproducen continuamente la relación del esta- do en nuestras personas. E igualmente, esa maquinalidad y esa idealidad presente en nosotros, no es algo externo a la lucha, son frutos de luchas. Cada cuerpo es la memoria sedimentada de luchas del Estado, en el Estado y para el Estado. Y entonces la relación frente al Estado pasa evidentemente, desde una pers- pectiva revolucionaria, por su transformación y superación; pero no simplemente como transformación y superación de algo externo a nosotros, de una maquinalidad externa a noso- tros, sino de una maquinalidad relacional y de una idealidad relacional que están en nosotros y por fuera de nosotros. Por eso, los clásicos, cuando hablaban de la superación del Esta- do en un horizonte poscapitalista, no lo ubicaban meramente como un hecho de voluntad o de decreto, sino como un largo proceso de deconstrucción de la estatalidad en su dimensión ideal, material e institucional en la propia sociedad. Los momentos de transición de un tipo de estado a otro Por lo general los teóricos han trabajado –en sociología, en ciencias políticas– al Estado en su dimensión de estabilidad, pero poco se han referido al Estado en su momento de transi-
  • 22. la construccion del estado 71 América Latina ción, cuando se pasa de una forma estatal a otra forma estatal. Quiero referirme a ello, porque es justamente lo que hemos vi- vido, lo que puede ayudar a entender, en términos de la socio- logía y de la ciencia politica, el proceso boliviano contempo- ráneo. Un estado –este régimen de instituciones, de creencias y dominación– funciona con estabilidad cuando cada uno de esos componentes, de esos ladrillos que hemos mencionado, mantiene su regularidad y continuidad. Hablamos del Estado en tiempos normales. Pero vamos a usar el concepto de “crisis estatal general” de Lenin para estudiar cuándo esos compo- nentes de Estado no funcionan normalmente, cuándo su re- gularidad se interrumpe, cuándo algo falla, cuándo algo en la institucionalidad, en la idealidad, en la correlación de fuerzas que da lugar al Estado, se quiebra, no funciona, se tranca. En esos momentos hablamos de una crisis de Estado. Y cuando esa crisis de Estado atraviesa la totalidad de esos nueve com- ponentes que hemos mencionado anteriormente hablamos de una “crisis estatal general”. ¿Cuáles son los componentes de una crisis estatal general? ¿Cuándo vamos a decir que estamos pasando, no meramente un cambio de gobierno, un cambio de administración de la maquinaria del Estado, sino un cambio de unas estructuras de poder y de dominación a otras estructuras de poder y domina- ción? Cuando hay una crisis estatal general. ¿Y cómo identifi- camos una crisis estatal general? A partir de cinco elementos. La transición de un estado a otro estado tiene varias etapas, digámoslo así. El develamiento de la crisis de Estado ¿Qué significa que se exprese una crisis de Estado? En primer lugar, que la pasividad, la tolerancia del gobernado hacia el gobernante comienza a diluirse. En segundo lugar, que surge inicialmente de manera aislada, puntual, pero con tendencia a crecer, a irradiarse, a encontrar otros escenarios de aceptación, un bloque social disidente con capacidad de movilizarse so-
  • 23. alvaro garcia linera 72 umbrales n° 10 cialmente y de expandir territorialmente su protesta. En tercer lugar, una crisis estructural del Estado en su primera fase de develamiento surge cuando la protesta, el rechazo y el males- tar, comienzan a adquirir ámbitos de legitimidad social. Cuan- do una marcha, una movilización, una demanda y un reclamo salen del aislamiento y de la apatía del resto de la población y comienzan a captar la sintonía, el apoyo, la complacencia de sectores cada vez más amplios de la sociedad. Por último, la crisis se devela en su primera fase cuando surge un proyecto político no cooptable por el poder, no cooptable por los go- bernantes, con capacidad de articulación política y de generar expectativas colectivas. Esto es lo que sucedió en Bolivia desde el año 2000 hasta el año 2003. En Bolivia, en el año 1985 hubo una retoma del gobierno y luego del Estado, del poder, por parte de las fuerzas conservadoras. En el año 82, se habían retirado los militares del gobierno y había surgido un gobierno democrático de iz- quierda que había fracasado en su capacidad de administrar y de articular un bloque sólido de poder. Surge una propuesta conservadora, con una política de liberalización del mercado, privatización de empresas publicas, desregulación de la fuer- za laboral, despido de trabajadores, cierre de empresas publi- cas, dando lugar a 20 años de régimen neoliberal. Presidentes como Víctor Paz Estenssoro, Jaime Paz Zamora, Sánchez de Losada, Banzer, Quiroga representaron este largo período os- curo de neoliberalismo en nuestro país. Y la propuesta de ellos no solamente eran 20 años, eran 40, 50, 60 años de estabilidad política neoliberal. Pero algo sucedió en Bolivia en el año 2000. A partir de ese año, protestas locales de los productores de hoja de coca, pro- testas locales de la confederación de campesinos de las tierras altas, básicamente en el mundo indígena aymara, protestas ba- rriales en las ciudades más pobres que habían estado existiendo de manera dispersa, sin repercusión y sin irradiación, a partir del año 2000 comienzan a irradiarse. Uno podía preguntarse
  • 24. la construccion del estado 73 América Latina por qué pasó ello ¿Por qué protestas puntuales casi irrelevantes frente a un sistema político neoliberal, estable, sólido, comen- zaron a adquirir mayor eficacia? Porque el régimen neoliberal de Bolivia, después de privatizar los recursos públicos estatales (empresas mineras, empresas petroleras, de telecomunicacio- nes), en las regiones comenzó a afectar los recursos públicos no estatales. Durante 20 años privatizaron recursos públicos estatales, y a partir del año 2000 intentaron comenzar a pri- vatizar recursos públicos no estatales. ¿Cuáles son los recursos públicos no estatales? El sistema de agua. El sistema de agua, en el mundo campesino indígena boliviano es un sistema muy complejo de gestión y administración colectiva y comunitaria de esos recursos escasos, un sistema de regulación y adminis- tración. Fue cuando el neoliberalismo pasó de la privatización de lo público estatal a lo público comunitario, a lo público no estatal, que se va a producir este quiebre. A la guerra del agua de abril del año 2000 le seguirá el bloqueo más largo en Bolivia, un mes de bloqueo (corte) de las carreteras. Durante un mes entero trabajadores del campo, inicialmente en las zonas altas del altiplano aymara, La Paz- Oruro, luego de las zonas de los valles quechuas, Chuquisaca- Cochabamba, y luego las zonas bajas van a paralizar, van a bloquear las principales carreteras de nuestro país en rechazo a una ley que buscaba privatizar nuevamente el recurso hídri- co, el agua. El éxito de esta movilización va a ser tal que va a dar lugar a la emergencia de liderazgos campesinos indígenas, van a ser tiempos en que el gabinete entero va a tener que ir a negociar con el dirigente que en ese momento era Evo Morales del Chapare, para acordar el rechazo a la ley. Va a ser momento en que otro dirigente indígena, aymara, le va a decir al presidente de entonces que él como indígena no lo reconoce como presidente, y que va a hablar de presidente indígena a presidente mestizo: este va a ser Felipe Quispe, que va a volcar el orden simbólico de una sociedad racista y colonial como la boliviana. Desde ese momento el orden simbólico, la ca-
  • 25. alvaro garcia linera 74 umbrales n° 10 pacidad de articulación de bloques sociales, y la legitimidad de la movilización van a comenzar a expandirse. Bloqueo del año 2000, un mes. Al año siguiente, 2001, otra movilización: formación de los cuarteles indígenas de Calachaca, donde por turnos comunidades y comunidades vendrán con viejos fusiles de la guerra del Chaco, de hace 60 años, a hacer guardia para impedir que las fuerzas armadas entren a un territorio que lo consideran ellos como liberado del control del Estado. Dos años después, en 2003, hubo otro levantamiento de pobladores de la ciudad de El Alto. El Alto queda en el alti- plano boliviano a 3.900 metros, y la ciudad de La Paz a 3.600 metros; son ciudades contiguas, que las separa simplemente que una está en un hueco y la otra en la planicie, los de arriba son en verdad socialmente los de abajo. Pero les tocará a ellos sublevarse otra vez por el tema del agua y del gas, en rechazo a la venta de gas a EEUU a través de una empresa a instalarse en Valparaíso. Los alteños se sublevarán, inmediatamente esta sublevación contará con el apoyo del movimiento campesino indígena de tierras altas y de tierras bajas. Sánchez de Losada buscará retomar la presencia y el monopolio territorial, y se producirán asesinatos: mas de 67 muertos, hombres, mujeres y niños, en dos días, marcarán el inicio del fin de Sánchez de Losada, porque ante semejante barbarie, el resto de la pobla- ción no campesina, no indígena, mestiza, urbana, profesional, estudiantil, de clase media, igualmente se sublevará, y esto lle- vará a la huida de Sánchez de Losada en el año 2003. Durante casi 20 años había protestas, siempre hay protesta, pero eran protestas aisladas, puntuales, focalizadas, y deslegitimadas más allá del lugar de la movilización. Hay un corte en el año 2000. Lo local se articula en torno a una demanda general movi- lizadora: la defensa de los recursos públicos, de los recursos comunes, del sistema de necesidades vitales, como el agua. En torno a esa demanda los liderazgos –ya no de clase media, ya no intelectuales ni académicos como venía sucediendo antes, ni siquiera obreros, sino los liderazgos indígenas y campesi-
  • 26. la construccion del estado 75 América Latina nos– lograrán articular a indígenas, a trabajadores campesinos, a jóvenes estudiantes, a pobladores migrantes urbanos, luego a profesionales, luego a clase media. Lo harán inicialmente a nivel local, en Cochabamba, seis meses después, en dos o tres localidades, dos años después, en varios departamentos. A este proceso de creciente surgimiento de un bloque popular con capacidad de irradiar la suma de demandas, de articular otros sectores, de encontrar legitimidad en la movilización, es lo que denominamos, teóricamente hablando, el momento del deve- lamiento de la crisis de Estado, de 2000 a 2003. El empate catastrófico El empate catastrófico es cuando estas movilizaciones que pa- san de lo local a lo regional, que logran expandirse a otras regiones, que tienen capacidad de irradiación y de articular distintas fuerzas sociales, se expanden a nivel nacional. Pero no solamente se expanden a nivel nacional, sino que logran presencia y disputa territorial de la autoridad política en deter- minados territorios. Cuando la demanda local, reivindicativa, que cohesiona a un bloque popular, comienza a disputar la au- toridad política en la región, la autoridad política en la zona, la autoridad política en el departamento. Cuando comienza a suceder eso, estamos en el momento del empate catastrófico. Simultáneamente hay empate catastrófico cuando la fuerza de dominación del gobierno y del Estado inicia un repliegue frag- mentado de su autoridad y del gobierno, y frente a eso, hay empate catastrófico cuando la sociedad comienza a construir mecanismos alternativos de legitimidad, de deliberación, y de toma de decisiones. Un empate catastrófico es, en parte, lo que Lenin y Trotsky llamaban la “dualidad de poder”, pero es más que eso: un empate catastrófico es cuando esa disputa de dos proyectos de poder, el dominante y el emergente, con fuerza de movilización, con expansión territorial, disputan te- rritorialmente la dirección política de la sociedad por mucho tiempo, no solamente una semana, no solamente 15 días, no
  • 27. alvaro garcia linera 76 umbrales n° 10 solamente dos meses, no solamente tres meses. Dualidad de poderes un año, año y medio, dos años, dos años y medio, ese momento, de una irresolución de la dualidad de poderes de una sociedad, es el empate catastrófico. Es lo que pasó en Bolivia entre el año 2003 y 2005: por una parte había un par- lamento electo por los ciudadanos años atrás, pero por otra parte había un régimen de asambleas barriales, el régimen de asambleas agrarias y comunitarias, donde se tomaban decisio- nes con un efecto político incluso por encima de la decisión del parlamento. Es un momento en que el monopolio de la coerción no puede ejercerse en la totalidad del territorio, por- que hay zonas donde estas fuerzas sociales comienzan a imple- mentar un monopolio social de los procesos de coerción. Eso es lo que pasó en Bolivia entre el año 2003 y el 2005. La sustitución de las elites Estabilidad política quebrada por focos que se irradian, que se expanden: protesta, movilización, articulación social y au- toridad. Empate catastrófico, cuando esos focos regionaliza- dos y expansivos logran presencia de control territorial con capacidad de deliberar y de tomar decisiones en paralelo a las decisiones gubernativas. Sustitución de elites es cuando el blo- que dirigencial de estos sectores sociales articulados acceden al gobierno. Es lo que paso en el año 2006 cuando el presidente Evo, en un bloque que unificó a los movimientos sociales, que preseleccionó comunitaria y asambleísticamente a los repre- sentantes para ir al congreso, logra la extraordinaria victoria del 54 por ciento de los votos. Extraordinaria no solamente porque no haya habido una victoria electoral de este estilo des- de hace 50 años –todos los gobiernos en Bolivia eran elegidos por el 23, 28 por ciento del electorado y el presidente Evo logrará el 54– no solamente por eso, si no además –y esto es quizás el acto más decisivo en la historia política de nuestro país– porque es un indígena. Para los indígenas la vida colec- tiva, la vida política y la vida económica de la sociedad había
  • 28. la construccion del estado 77 América Latina definido –pese a que son la mayoría– que solamente podían ser campesinos, obreros, comerciantes y transportistas. Por de- cisión propia se volvían gobernantes, en legisladores y en man- dantes de un país. No había pasado eso desde los tiempos de Manco Inca, allá en 1540, cuando se repliega a Vilcabamba, zonas interandinas entre Bolivia y Perú. Sobre el sedimento de 500 años de que los indios son gobernados y nunca pueden ser gobernantes, de que los indios tienen que ser mandados y nunca pueden mandar; sobre esta loza colonial que había horadado espíritus, hábitos, procedimientos, leyes y compor- tamientos sociales, Bolivia, que siempre había sido un país de mayoría indígena, por primera vez después de Manco Inca, después de 450 años, tenia un líder, una autoridad indígena, como siempre debía haber sido. Lo que vemos entonces, en términos de la sociología políti- ca, es un proceso de descolonización del Estado, que se había ido construyendo, y de la sociedad, desde los ámbitos comuni- tarios, sindicales y barriales, que logra penetrar el armazón del Estado. Presidente indígena, senadores indígenas, diputados indígenas, canciller indígena, presidenta de la asamblea cons- tituyente indígena. Las polleras, la whipala, que había estado marginada, escondida, muchas veces sancionada, perseguida, castigada durante décadas y siglos, asumía y llegaba donde de- biera haber estado siempre: el Palacio de Gobierno. Tenemos entonces un primer momento de conversión de la fuerza de movilización en transformación en el ámbito de la administra- ción del Estado: ¿cómo pasar de la administración del Estado a la transformación estructural del Estado? ¿Cómo convertir la fuerza de movilización en institución, norma, procedimiento, gestión de recursos, propiedad de recursos? Porque eso es el Estado, la materialización de una correlación de fuerzas. Ese fue el debate que tuvimos anteriormente con Toni Negri en el año 2008. El Estado no es la sociedad política, el Estado no es la realización de la movilización política de la sociedad, pero es una herramienta –o puede llegar a ser una herramienta– que
  • 29. alvaro garcia linera 78 umbrales n° 10 contenga esa movilización o que ayude a consolidar los logros hasta aquí alcanzados. ¿Cómo no valorar algo que ya ahora es irrevisable y que no tiene marcha atrás? Los derechos de los pueblos indígenas en la constitución: solamente quien no ha vivido la discriminación, el que se lo escupa por tener piel más oscura, el que se lo margine por tener un apellido indígena, el que se le haga una burla porque no pronuncie bien el castella- no, solamente alguien que no ha vivido eso puede despreciar que se institucionalicen derechos, que a partir de ahora vale tanto un apellido indígena como un mestizo, un color más oscuro o el color blanco, un idioma indígena o el castellano. Eso fue lo que pasó. Esta es la tercera etapa de la crisis de estado, de la visibilización de la crisis, empate catastrófico, conquista de gobierno, que no es el Estado. Es a partir de ese momento, en este proceso de sustitución de elites políticas, que el Estado comienza a convertirse en una herramienta, donde comienza a atravesarse una nueva correlación de fuer- zas. Los procesos de nacionalización de los hidrocarburos, los procesos de la nueva constitución y de la asamblea consti- tuyente, de la nacionalización de las empresas de telecomu- nicación, de la nacionalización de otras empresas públicas, van a comenzar a darle una base material duradera a lo que inicialmente había sido un proceso de insurgencia y de mo- vilización social. Pero está claro que esto tiene un límite, o mejor, tiene que rebasar un límite: si esta transformación del Estado como correlación de fuerzas, donde ahora son otros los que deciden, otras clases sociales las que toman las decisio- nes, otros hábitos, otras percepciones de lo que es necesario, requerible, exigible, son las que comienzan a apoderarse de la estructura del poder gubernamental, y dado que el Estado comienza a administrar crecientes recursos públicos –fruto de la recuperación, de la nacionalización del gas, del petróleo, y de las telecomunicaciones– estaba claro que eso iba a ser rá- pidamente impugnable, observable, disputable y bloqueado. Claro, ninguna clase dominante abandona voluntariamente
  • 30. la construccion del estado 79 América Latina el poder, a pesar de que uno se esfuerza para que lo hagan. Ninguna clase dominante ni ningún bloque de poder puede aceptar de la noche a la mañana que quien era su sirviente o empleada ahora sea su legislador o su ministro. Ninguna clase dominante puede aceptar pacíficamente, que los recursos que anteriormente servían para viajar a Miami, comprarse su pis- cina, su Hummer para él, para la esposa, para la amante, para la hija, para la nieta, desaparezcan de la noche a la mañana, y que esos recursos, en vez de dilapidarse en un viaje a París o a Miami, en la compra de una hacienda o de un collar de perlas, sean utilizados para crear más escuelas, para crear más hospitales, para mejorar los salarios. Está claro que en todo proceso revolucionario tiene que haber un momento de tensionamiento de fuerzas, y me voy a permitir aquí comparar, con el debido respeto, el proceso de descolonización en Bolivia, con el proceso de descoloniza- ción en Sudáfrica. En ambos la mayoría indígena y la mayo- ría de color negra, para darle un nombre, que eran mayorías y que habían sido excluidas del poder, acceden al gobierno: son procesos de amplia democratización y de amplia desco- lonización. Pero hay una diferencia: el caso de Sudáfrica, que fue un gigantesco hecho histórico de descolonización, que fue aplaudido por el mundo, por nosotros, dejó intacta la base material del poder económico, la propiedad de los recursos y de las empresas. En el caso de Bolivia, no. En el caso de Bolivia avanzamos en un proceso de descolonización política –indígenas en puestos de mando–, de descolonización cultu- ral -hablar el aymara, el quechua, el guaraní tiene el mismo reconocimiento oficial que hablar castellano, en Palacio, en Vicepresidencia, en en el parlamento, en la universidad, en la policía, en las fuerzas armadas. Descolonización política y cul- tural, entonces, pero no nos detuvimos ahí, si no que pasamos y dimos el salto a un proceso de descolonización económica y material de la sociedad al depositar la propiedad de los recur- sos económicos, los recursos públicos, a potenciar por encima
  • 31. alvaro garcia linera 80 umbrales n° 10 de la empresa privada extranjera, al Estado; por encima de la gran propiedad terrateniente, a la comunidad campesina y al pequeño propietario. Tierra, recursos naturales, hoy son de propiedad del Estado, de los movimientos, de los campesinos y de los indígenas, en una proporción mayoritaria de lo que era hace tres, cuatro o cinco años atrás. Está claro entonces que esto no iba a ser aceptado fácilmente, no iba a ser tolerado y, como lo previó inicialmente Robespierre, luego Katari, luego Lenin, iba a tener que darse un momento de definición de la estructura de poder. Punto de bifurcación Todo proceso revolucionario pareciera atravesar un momen- to de fuerza, un momento en el que Rousseau calla y quien asume el mando es Sun Tzu. En el que Habermas no tiene mucho que decir y quien sí tiene que decir algo es Foucault. Es decir, es el momento de la confrontación desnuda, o de la medición de fuerzas desnuda de la sociedad, donde callan los procesos de construcción de legitimidad, de consenso, y don- de la política se define como un hecho de fuerzas. No es que la política sea un hecho de fuerzas; de hecho, fundamentalmen- te, la política son procesos de articulación, de legitimación. Pero hay un momento de la política en que eso calla, en que la construcción de acuerdos, los enjambres, las legitimaciones, se detienen y la política se define como un hecho de guerra, como un hecho de medición de fuerzas. Eso es lo que sucedió en Bolivia en el año 2008, hace dos años, entre agosto y octu- bre de 2008. Fue un tiempo muy complicado para nosotros. Fue un tiempo en que algunos ministros renunciaron inter- namente, fue un tiempo en que las secretarias y secretarios de palacio se ponían a llorar en un rincón porque decían “¿Qué va a ser de nosotros, cuando nos vengan a sacar?”, pero fue un tiempo en que el presidente Evo mostró su capacidad de es- tadista, de líder y de conductor de un proceso revolucionario. Fueron tiempos duros porque a este gobierno del presidente
  • 32. la construccion del estado 81 América Latina Evo, del vicepresidente, de los sectores sociales, que habíamos ganado con el 54 por ciento de los votos, se nos planteó un revocatorio, una votación revocatoria de mandato. Nunca antes se le había ocurrido a la derecha plantear lo mismo a los gobiernos que tenían el 22, el 23 ó el 27 por ciento, y se les ocurrió con el que había obtenido el 54 por cierto –con un indio, evidentemente– plantearle el revocatorio. Y así fue. Los sectores conservadores que se habían atrincherado en las regiones, en las gobernaciones de las regiones, plantearon al congreso un revocatorio. Lo hicieron aprobar en el senado, donde tenían mayoría. Yo me acuerdo que estaba en Palacio, el presidente había viajado a Santa Cruz y hablamos por telé- fono. “Presidente Evo”, le digo, “acaban de aprobarlo en el se- nado”. Se queda callado unos cinco segundos, y me responde: “No importa, vamos al revocatorio, vamos a ganar”. Luego de aterrizar en La Paz, nos reunimos de emergencia los del gabi- nete político, y el presidente Evo nos dice: “No hay que tener miedo, el pueblo nos ha llevado con su voto al gobierno, y si el pueblo quiere que continuemos nos va a dar su voto, y si no quiere que continuemos nos quitará su voto. Hemos sido fru- to de las organizaciones sociales, de este ascenso democrático de la revolución y enfrentémoslos con esas mismas armas”. Y así fuimos al revocatorio: lo que fue un intento para derrocar al presidente Evo electoralmente, se convirtió en una gran vic- toria del 67 por ciento de los sufragios. En agosto del 2008 fue el intento de derrocamiento demo- crático electoral y superamos esa primera barrera. Derrotados en el ámbito electoral, los sectores conservadores inmediata- mente van a apostar por el golpe de estado: en septiembre del año 2008, en verdad desde el 28 de agosto hasta el 12 de sep- tiembre, se va a dar una escalada golpista en Bolivia, que va a comenzar inicialmente bloqueando el acceso a los aeropuertos. El presidente Evo, el vicepresidente, no van a poder aterrizar en los aeropuertos de cinco departamentos de los nueve que hay en Bolivia. Días después a ese bloqueo de los aeropuertos,
  • 33. alvaro garcia linera 82 umbrales n° 10 a la toma física de los aeropuertos, los sectores conservadores van a atacar a la policía, a su comandancia, para obligarlas a subordinarse regionalmente al mandato de los sectores conser- vadores. Logrado eso parcialmente, en los siguientes días van a disponer un ataque a las instituciones del Estado: durante los días 9 y 10 de septiembre, 87 instituciones del Estado –tele- comunicaciones, televisión, representantes del ministerio en el ámbito de la administración de las tierras, impuestos internos–, ¡ochenta y siete!, van a ser tomadas, quemadas y saqueadas por las fuerzas mercenarias de la derecha. Al día siguiente, tropas del ejército boliviano, soldados del ejercito boliviano, van a ser desarmados por grupos especiales creados por esta gente, y al mismo momento pequeñas células de activistas de derecha fas- cista van a dirigirse a cerrar los ductos de la venta del gas a Brasil, de la venta del gas a la Argentina, y del abastecimiento de gas, petróleo y gasolina al resto de Bolivia. Era un golpe de estado en toda la línea. Los que hemos conocido golpes de estado sa- bemos que un golpe de estado comienza con el control de los medios de comunicación, de los aeropuertos, de los sistemas de abastecimiento, y luego le sigue la toma de los centros de de- finición política: palacio, parlamento. Comenzaron con eso, y ahí el gobierno actuó con mucha cautela. Ya habíamos previsto que algo así iba a suceder, la sociología sirve para eso; la lectura del punto de bifurcación, como otros conceptos, la habíamos dialogado con el presidente. Me acuerdo que el presidente Evo, el año 2008, inició el gabinete, creo que el 2 ó 3 de enero, a las 5 de la mañana, y nos dijo a todos: “Este año es el momento de la definición. O nos quedamos o nos vamos, prepárense”. La sociología dice eso, el punto de bifurcación. Es decir, o las fuerzas conservadoras retoman el control del estado o las fuerzas revolucionarias se consolidan. El presidente lo dijo de una ma- nera, la sociología lo dice de otra manera, pero es la misma cosa. Nos habíamos preparado para ello. Todavía es muy pronto para comentar en detalle, para escribir en detalle estos acontecimien- tos, pero el Estado –el gobierno– se preparó.
  • 34. la construccion del estado 83 América Latina Sabíamos que se venia un momento complicado, que iba a dirimirse un momento de fuerza, la estabilidad o el retroceso, y nos preparamos. A través de dos tipos de acciones envolventes. La primera fue un proceso de movilización social general, de todas las fuerzas que tenía el partido: regantes, campesinos de tierras altas, el movimiento indígena, el movimiento coopera- tivista, barrios, ponchos rojos, ponchos verdes, productores de hoja de coca, del Chapare, de los yungas. Tres meses antes de este acontecimiento se había definido un plan de protección de la democracia en Bolivia, y entonces cuando comenzaron a darse estos sucesos, estas estructuras de movilización comenza- ron a desplazarse territorialmente para defender al gobierno y para acabar con la derecha golpista. Paralelamente, hubo una articulación institucional cultivada por el presidente Evo en la redefinición de una nueva función de las fuerzas armadas en democracia, hubo también un desplazamiento militar acom- pañado y en coordinación con los movimientos sociales. Una experiencia extraordinaria, no muy común, entre fuerzas ar- madas y movimientos sociales en una acción envolvente para aislar los núcleos de rebelión y de golpistas. En medio de estos acontecimientos se va a dar la masacre de Pando donde once jóvenes indígenas van a ser asesinados brutalmente, a sangre fría, algunos a palos, por el gobernador conservador que hoy está en la cárcel, como debe ser. Y a partir de ese eslabón del bloque conservador –el eslabón mas débil, usando la categoría leninista– se comienza a retomar el control territorial, y ante la presencia de la movilización social y del respeto institucional de las fuerzas armadas en defensa de la democracia, las fuerzas golpistas medirán fuerzas, observarán las posibilidades de esta conflagración de ejércitos sociales y decidirán rendirse y se irán para atrás. En septiembre de 2008 se dará la victoria militar del pueblo sobre las fuerzas conservadoras de derecha y golpistas. A la victoria electoral se sumará una victoria de movilización social-militar que será completada con una victoria de carácter político. En octubre, al mes siguiente –son meses sucesivos: en
  • 35. alvaro garcia linera 84 umbrales n° 10 agosto se da el revocatorio, en septiembre el golpe– se dará una gran movilización, encabezada por el presidente Evo, de miles y miles de personas que se dirigirán al parlamento para exigir- les la aprobación de la nueva constitución y que se convoque a un referéndum. Más de 60 mil, 100 mil personas acompaña- ron al presidente Evo a bajar de El Alto a la ciudad de La Paz, y en tres días –soy el presidente del congreso, por lo que estu- ve tres días sin dormir y sin comer– aprobamos esa ley. Este punto de bifurcación, o momento de confrontación desnuda y medición de fuerzas donde se dirime si sigues para adelante o vas para atrás, se da en cualquier proceso revolucionario. En el caso de Bolivia, tuvo tres meses y fue una combinación excep- cional de acciones electorales, acciones de masas, y acciones de articulación política. Yo lo quiero mencionar y relevar porque de alguna manera es un aporte en la construcción de los pro- cesos revolucionarios. No apostar todo a una sola canasta, no apostar únicamente al ámbito meramente legal o electoral, no apostar al ámbito de la movilización únicamente, sino tener una flexibilidad, una combinación de los distintitos métodos de lucha que tiene el pueblo: el electoral, el de la acción de ma- sas, el de los acuerdos. Combinación política que va a permitir que en ese octubre se logre la aprobación en el congreso de la ley que convoca al referéndum para aprobar la nueva consti- tución. Victoria electoral, victoria militar y victoria política cerrarán el ciclo de la crisis estatal en Bolivia. La consolidación de una estructura estatal La consolidación de este ciclo estatal vendrá posteriormente con tres actos electorales. En enero del 2009 se aprobará la nueva constitución con el 72 por ciento del electorado, en di- ciembre del 2009 el presidente Evo será reelecto con el 64 por ciento de los votos, y el el 4 de abril de 2010, el Movimiento al Socialismo, instrumento por la soberanía de los pueblos, logrará el control de dos tercios de los municipios de todo Bolivia y de mas de dos tercios de las gobernaciones de todo
  • 36. la construccion del estado 85 América Latina el país. En Bolivia existen 335 municipios, alcaldías, donde ha habido elecciones, de los 335 municipios, el Movimiento al Socialismo ha ganado solo y con sus aliados alrededor de 250 municipios que representan casi el 70 por ciento de la totali- dad de los municipios del país. De las nueve gobernaciones en disputa hemos ganado en seis gobernaciones y de los nueve parlamentos regionales, el MAS tiene, mínimamente, en la totalidad de ellos, entre el 40 y el 55 por ciento de los repre- sentantes. La crisis estatal, la transición de un tipo de estado neoliberal, colonial, a un nuevo tipo de estado plurinacional, autonómico y con una economía social comunitaria, ha te- nido entonces este intenso período de transición: en verdad ocho años, ocho años y medio. Primera etapa: momento en que se devela la crisis. Segundo momento: empate catastrófico. Tercer momento: acceso al gobierno. Cuarto momento: pun- to de bifurcación. A partir de ese resultado, la consolidación de una estructura estatal. Hoy Bolivia reivindica, propugna y comienza a construir lo que hemos denominado un estado plurinacional, una economía social comunitaria y un proceso de descentralización del poder bajo la forma de las autonomías departamentales, indígenas y regionales. Un Estado complejo. Estado aparente y Estado integral ¿A dónde nos dirigimos ahora? ¿A dónde se dirige este pro- ceso? De manera muy breve, introduciré otro concepto, el concepto de “Estado aparente y Estado integral”. El “Estado aparente” es un concepto de Marx que utilizaba un gran so- ciólogo boliviano ya fallecido, René Zabaleta Mercado, mien- tras que el concepto de “Estado integral” lo acuñó Gramsci. Llamamos Estado aparente –lo llaman Marx y Zabaleta– a aquel tipo de institucionalidad territorial política que no sin- tetiza ni resume a la totalidad de las clases sociales de un país, sino que representa solamente a una porción de la estructura social, dejando al margen de la representación a una inmen- sa mayoría. En términos de la sociología política, podemos
  • 37. alvaro garcia linera 86 umbrales n° 10 hablar de la inexistencia de un óptimo Estado-sociedad civil. El Estado aparece entonces como un estado patrimonial que representa y que aparece como propiedad de una fracción de la sociedad, en tanto que el resto de la sociedad –indígenas, campesino y obreros– aparece al margen del Estado sin nin- guna posibilidad de mediación ni de representación. Ese es el Estado aparente. “Estado integral” llamaba Gramsci a varias cosas en sus reflexiones, pero en particular se refería a un óp- timo entre cuerpo político estadual y sociedad civil. Y a una creciente perdida de las funciones monopólicas del Estado para convertirse meramente en funciones administrativas y de gestión de lo público. Utilizando estos dos conceptos, se pueden abordar tres ten- siones, tres contradicciones y un horizonte en el proceso po- lítico revolucionario. La primera tensión y contradicción no se resuelve teóricamente sino en la práctica: Bolivia, con el presidente Evo, con los sectores sociales sublevados y movi- lizados ha constituido lo que denominamos un gobierno de los movimientos sociales. Esto significa varias cosas: en primer lugar, que el horizonte y el proyecto que asume el gobierno de transformación, de nacionalización, de potenciamiento económico, de diversificación económica, de desarrollo de la economía comunitaria, es un horizonte estratégico creado, formado por la propia deliberación de los movimientos socia- les. En segundo lugar, que los representantes que aparecen en el ámbito del parlamento, del congreso, de la asamblea, son fruto en su mayoría de la deliberación asambleística de los sec- tores sociales, urbanos y rurales para elegir a sus autoridades. En algunos casos son elegidas por voto universal y en otros, por asamblea. La constitución actual acepta que en el ámbito de los gobiernos regionales la elección directa de asambleístas o asambleas sea por aclamación, por democracia comunitaria. En tercer lugar, que los mecanismos de selección del personal administrativo del Estado deja de ser únicamente en función de meritocracia académica y combina otro tipo de méritos,
  • 38. la construccion del estado 87 América Latina otro tipo de calificaciones, como es el haber ayudado a los sectores sociales, el provenir de sectores sociales, el no haber defendido dictaduras, no haber participado de privatizaciones, haber defendido los recursos públicos estatales y no estatales. Hay un mecanismo de preselección de la administración pú- blica que pasa por los sectores sociales y que combina lo meri- tocrático académico con otro tipo de meritocracia social, por llamarla de algún modo. Bien, este horizonte, este proyecto de movimientos socia- les, estos funcionarios que emergen de los sectores sociales, esta conversación continua y esta aprobación de las medidas estructurales que toma el gobierno en las asambleas de los sectores sociales movilizados, hacen de nuestro gobierno un gobierno de movimientos sociales. Pero a la vez estamos ha- blando de un gobierno del Estado y todo estado, por defini- ción, es un monopolio. Aquí hay entonces una contradicción: estado por definición es monopolio, y movimiento social por definición es democratización de la decisión. El concepto de gobierno de movimientos sociales es una contradicción en sí misma (sí, ¿y qué?), por lo que hay que vivir la contradicción, la salida es vivir esa contradicción. El riesgo es, si priorizas la parte monopólica del Estado, que ya no será un gobierno de los movimientos sociales, sino una nueva elite, una nue- va burocracia política. Pero si priorizas solamente el ámbito de la deliberación en el terreno de los movimientos sociales, dejas de lado el ámbito de la gestión y de la toma de deci- siones del poder del Estado. Tienes que vivir los dos. Corres ambos riesgos, y la solución está en vivir permanentemente y alimentar esa contradicción dignificante de la lucha de clases, de la lucha social en nuestro país. La solución no está a corto plazo, no es un tema de decreto, no es un tema de voluntad, es un tema del movimiento social. Pero esta contradicción viva entre monopolio y desmonopolización, entre concentración de decisiones y democratización de decisiones, tiene que vi- virse en un horizonte largo. Ahí viene la categoría de Gramsci
  • 39. alvaro garcia linera 88 umbrales n° 10 del Estado integral. En un momento, decía Gramsci, en que los monopolios no sean necesarios, Estado sería meramente gestión y administración de lo público y no monopolio de lo público. Y esta posibilidad está abierta en Bolivia a partir de dos elementos: por una parte los movimientos sociales, los que están encabezando este proceso de transformación. Y por otra parte, hay una fuerza y una vitalidad comunitaria, rural y en parte urbana, que permanentemente tiende a expandir- se, a irradiarse, no solamente como deliberación de lo públi- co, sino como administración de lo público no estatal. Si este pueblo presenta a los movimientos sociales en la conducción del estado; si el despliegue, irradiación, potenciamiento de lo comunitario colectivo, de lo comunitario político, en barrios, en comunidades, se potencia y se refuerza, está claro que esta construcción del Estado que estamos haciendo hoy en Boli- via, esta modernización del Estado ya no es la modernización clásica de las elites de las burguesías nacionales, sino que su tránsito es, evidentemente, al socialismo. Lo que estamos haciendo en Bolivia de manera dificultosa, a veces con retrasos, pero ineludiblemente como horizonte de nuestro accionar político, es encontrar una vía democrática a la construcción de un socialismo de raíces indígenas, que llamamos “socialismo comunitario”. Este socialismo comu- nitario que recoge los ámbitos de la modernidad en ciencia y tecnología, pero que recoge los ámbitos de la tradición en asociatividad, en gestión de lo común, es un horizonte. No ne- cesariamente inevitable, como nunca es inevitable la victoria de un proceso revolucionario: es una posibilidad que depende de varios factores. En primer lugar de la propia capacidad de movilización del los sectores sociales. Un gobierno no constru- ye el socialismo, el socialismo es una obra de las masas, de las organizaciones, de los trabajadores. Solamente una sociedad movilizada que expanda y tenga la habilidad de irradiar, de defender, de expandir y de tener formas asociativas –formas comunitarias, modernas y tradicionales– de toma de decisio-
  • 40. la construccion del estado 89 América Latina nes sobre la producción y la distribución de la riqueza, puede construir esa alternativa socialista comunitaria. Lo que puede hacer un gobierno, lo que podemos hacer el presidente Evo, el vicepresidente, sus ministros, es apuntalar, es fomentar, es respaldar, es empujar ello, pero evidentemente, la obra del so- cialismo comunitario tendrá que ser una obra de las propias comunidades urbanas y rurales que asumen el control de la riqueza, de su producción y de su consumo. Pero además, está claro que cualquier alternativa poscapitalista es imposible a ni- vel local, es imposible a nivel estatal: una alternativa socialista, o pongámosle el nombre que queramos, que supere las contra- dicciones de la sociedad moderna, de la injusta distribución de la riqueza, de la destrucción de la naturaleza, de la destrucción del ser humano, tiene que ser una obra común, universal, con- tinental y planetaria. u
  • 41. Rita Laura Segato La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado
  • 42. 1a. edición: La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado, Universidad del Claustro de Sor Juana, México DF, 2006. Diseño de cubierta: Sofia Durrieu 2013, del texto, Rita Laura Segato 2013, de la edición, Tinta Limón www.tintalimon.com.ar Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723 Segato, Laura Rita La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. - 1a. ed. - Buenos Aires : Tinta Limón, 2013. 88 p. ; 17x11 cm. ISBN 978-987-27390-4-1 1. Sociología. 2. Antropología. I. Título CDD 306
  • 43. Índice Prólogo | 5 La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Territorio, soberanía y crímenes de segundo estado | 11 La nueva elocuencia del poder. Una conversación con Rita Segato | 53
  • 44. 5 Prólogo El mapa latinoamericano América Latina parece atravesada por un nuevo len- guaje: el de la violencia. Pero esta palabra por sí mis- ma no explica nada. O nos lleva a una suerte de lugar común que de tan general bordea lo obviedad, o nos envuelve en una serie de clasificaciones sin fin. Después de más de una década de levantamientos y revueltas populares, asoma ahora un nuevo mapa: el de un modo del conflicto social vinculado a formas de explotación y desposesión que redoblan su apuesta de subordinación en el continente. La disputa por la tierra y el modelo de agro-negocios, la maquila como prototipo de una realidad laboral re- plicada y valorada, la guerra territorial protagonizada por bandas ligadas al narcotráfico, la difusión de los códigos carcelarios a barrios enteros, la desaparición de mujeres a manos de mafias, la proliferación de sica- rios que multiplican crímenes por encargo, redefinen un proceso de explotación que intensifica sus modalidades de beneficio y se extiende a nuevos circuitos y espacios. ¿Cómo darle una inteligibilidad a esta cadena de hechos que parecen inorgánicos y episódicos? ¿Cómo comprender su racionalidad sin echar mano a formu- lismos vacíos?
  • 45. 6 Dualidad y excepción En América latina parece funcionar de manera cada vez más fuerte una doble realidad. La visible que agru- pa medios, políticos, retóricas y diagnósticos, y otra, que sin embargo organiza la línea misma entre lo visi- ble y lo invisible. No se trata de dos espacios diferidos, sino de una misma dinámica dual. Un modo del desa- rrollo de la “excepción”. La otra, y la misma, cara de este nuevo conflicto social es una difusión multiforme del miedo como dis- positivo de gestión social general, regulando las fron- teras móviles entre las realidades. La securitización es una dinámica que atraviesa todas las clases, reprodu- ciendo fractalmente sus jerarquías. ¿Hay formas de autodefensa posibles? Los movi- mientos sociales, antes protagonistas decisivos del lenguaje y las formas de la protesta, la resistencia y la creación social, se encuentran desarmados o incluso impotentes frente a este nuevo código, que los sobre- pasa en recursos, capacidad operativa y, muchas ve- ces, velocidad de respuesta. Pero sobre todo porque propone otro tablero de juego: el de la violencia directa como modo de guerra civil en sordina. ¿Qué otras formas de construcción de autoridad y de territorio, definitivamente ya no bajo monopolio del Estado, emergen en este momento? Explicar no alcanza, tampoco tranquiliza. Hay que buscar otra función a la palabra y a la interpretación de los signos para remapear nuestro presente.
  • 46. 7 Lo visible y lo invisible Cada uno de estos rasgos que caracterizan la situa- ción latinoamericana constelan o co-funcionan (ma- quinalmente, como diría Guattari) en torno a lo que podemos llamar –como hipótesis– “lo financiero”. Nos referimos a una modalidad global de apropia- ción y gobierno de la riqueza generada colectivamen- te, cuyo modus operandi consiste en reglar la pro- ducción de valor de manera cada vez más exterior al proceso de valorización colectiva, comunitaria. Esta “exterioridad” es abstracción. Y determina, coaccio- nándolos, los procesos de producción/reproducción de lo común, sometiendo la trama colectiva de pro- ducción de la vida a mecanismos de valorización di- neraria y a la desposesión de equipamientos sociales de bienestar. Quienes intentan dar cuenta del funcionamiento de este fenómeno se dividen entre aquellos que se dedican a investigar lo que sucede en la dimensión “visible”, en torno a las regulaciones explícitas, la normativa legal, la legitimidad tal y como se organiza bajo la forma de opinión pública y quienes dirigen su inquietud a ese terreno sumergido, de un dinamismo extremo. El dilema es aquello que permanece oscuro al saber pero que intuimos como fuerza real e insos- layable que produce la división misma entre lo visible y lo invisible. Entre quienes se atreven a dar un paso más en la investigación siguiendo la realidad en sus desdobla- mientos oscuros se formula la cuestión de los signos. Porque la sucesión de episodios trágicos o mórbidos
  • 47. 8 (en Ciudad Juárez o en el conurbano bonaerense) nos indican el estado actual del cuerpo social pero sin lle- gar a proveer una inteligibilidad sobre las relaciones que traman estos fenómenos. Una hipótesis: la violencia expresiva Rita Segato nos presenta en este texto una hipótesis respecto de este preciso problema: la violencia expre- siva. A diferencia de la “violencia instrumental”, ne- cesaria en la búsqueda de un cierto fin, la violencia expresiva engloba y concierne a unas relaciones deter- minadas y comprensibles entre los cuerpos, entre las personas, entre las fuerzas sociales de un territorio. Es una violencia que produce reglas implícitas, a través de las cuales circulan consignas de poder (no legales, no evidentes, pero sí efectivas). La investigación militante se ve arrojada a inter- pretar signos, a leer en ellos la pugna de nuevas fuer- zas sin las cuales no es posible comprender la natu- raleza dual de la máquina soberana. Este dualismo (que Segato atribuye a la lógica indígena y que no hay que confundir con el tipo de binarismo del racionalis- mo occidental), se desdobla permanentemente entre regla y excepción. En este desdoblamiento (que se observa en casi todas las instituciones de regulación: de los bancos a la policía) funciona lo que hay que desentrañar: la magia y la fuerza con la cual los dis- positivos de control identifican y subsumen las má- quinas de guerra en los territorios, en las economías, en los discursos.
  • 48. 9 Esta hipótesis empuja a crear una nueva sección en nuestro pensamiento para sacar de la página de “policiales” el tratamiento de estos hechos (mone- tarios, sociológicos, subjetivos, corpóreos), o bien hacer de la investigación oficio de nuevos detectives (salvajes) para situar allí, en este nivel, las claves del nuevo conflicto social. Sobre esta cuestión tan urgen- te y tan delicada tuvimos una larga conversación con Rita –que agregamos al final de este libro– que propo- ne una nueva trama interpretativa, un lenguaje para empezar a hablar de estas nuevas formas de la guerra y sus posibles resistencias. Tinta Limón Ediciones Buenos Aires, noviembre de 2013
  • 49. 53 La nueva elocuencia del poder Una conversación con Rita Segato1 Por el Instituto de Investigación y Experimentación Política ¿Cómo pensar las formas de violencia desbocada que se están expandiendo en las periferias de las grandes ciuda- des argentinas y latinoamericanas? No podemos pensar las nuevas formas de violencia que se expanden en las periferias de las grandes ciu- dades de América Latina sin proponer modelos que nos permitan hacer apuestas sobre su significado. Es decir, sin suponer una estructura de relaciones, un circuito subterráneo de personas, situaciones, inte- reses; no podemos pensar tales eventos de violencia aparentemente irracional, fortuita, casi caprichosa. No es posible proceder de otra manera que no sea proponiendo modelos explicativos porque la única evidencia de superficie con que contamos son las noticias de una crueldad ininteligible que estalla en 1 Esta conversación se desarrolló en el transcurso del año 2013, entre Buenos Aires, Río Cuarto y Brasilia.