2. Una mirada analítica a la adversidad
¿Por qué creen que el Señor lo permitió?
Si este hombre fue el instrumento que Dios usó para proclamar el
evangelio en el imperio romano, ¿por qué permitió que sufriera de
esa manera y muriera por su fe?
4. Las características de la adversidad
La adversidad es universal.
La adversidad es imparcial.
La adversidad es dolorosa.
La adversidad puede ser
repentina.
La adversidad puede ser
prolongada.
La adversidad puede ser
intensa.
La adversidad está fuera de
nuestro control.
5. Preguntas que hacemos en la adversidad
¿Por qué? Mateo 27:46
¿Quién es el causante?
Nosotros. Gálatas 6:7
Satanás. Job 1: 11; 2:5
Dios. 2 Corintios 12:7-9
6. Respuestas ante la adversidad
Buscar a quién culpar
Tratar de escapar
Negar lo que enfrentamos
Sentir lástima de nosotros
Buscar más de Dios
7. Principios a recordar en la adversidad
La adversidad es una de las herramientas más efectivas que Dios
usa para fortalecer nuestra fe.
Cuando Dios manda adversidad a nuestra vida nunca es para
lastimarnos, sino para ayudarnos. 2 Corintios 12:7-10
Nunca estamos solos. Hebreos 13:5
La adversidad puede ser un hermoso don de Dios.
8. Creciendo en la adversidad
LA ADVERSIDAD,
UNA HERRAMIENTA EFECTIVA PARA EL CRECIMIENTO
9. El crecimiento depende de dos factores.
Que reconozcamos el propósito de Dios en la adversidad
Para captar nuestra atención.
Para vencer el orgullo
Para recordarnos nuestra
debilidad
Para que odiemos el pecado
Para demostrar su fidelidad
Para capacitarnos para consolar a
otros
Para que podamos servirle
Para expresar lo mucho que nos
ama.
Para cambiar nuestra dirección
10. El crecimiento depende de dos factores.
Que respondamos adecuadamente ante la adversidad
Para crecer espiritualmente en
medio de las pruebas, debemos
reaccionar de la manera que el
Señor desea
Debemos ver que proviene de
Dios
Debemos preguntarle cuál es la
meta que tiene
Debemos rendir nuestra voluntad
a Dios
Debemos descansar por fe en la
fidelidad de Dios
11. La meta de Dios es usar la adversidad
para nuestro crecimiento espiritual
La adversidad es la forma más eficaz de Dios para profundizar
nuestra fe y compromiso a Él. 1 Pedro 1:6,7
El aspecto en que experimentamos más adversidad es el que Dios
usa para lograr nuestra madurez espiritual. Romanos 5:3-5
12. Nuestra reacción ante
la adversidad nos revela
Nuestra perspectiva de Dios.
Nuestra perspectiva de
nosotros mismos
Lo que realmente tiene
importancia
Nuestros puntos débiles y
fuertes
Nuestra capacidad para resistir
Nuestra fe en Dios
13. Reflexión
Al recordar las adversidades que hemos enfrentado en el pasado, ¿qué fue lo
que aprendimos sobre el carácter de Dios, sus promesas y sus propósitos?
¿Qué principios hemos aprendido de la Palabra de Dios que nos pueden
ayudar a responder correctamente ante la adversidad?
¿Ve la adversidad como un obstáculo o como una oportunidad para crecer
espiritualmente? ¿Por qué?
¿Qué le impide rendirse a la voluntad de Dios mientras enfrenta dolor,
decepción y sufrimiento?
¿De qué manera ha obrado el Señor en su vida por medio de la adversidad?
¿Qué pecado ha revelado? ¿Qué lecciones le ha enseñado? ¿De qué forma le ha
capacitado para su servicio?
Notas del editor
El mundo en el que vivimos se caracteriza por la adversidad. En todas partes hay desastres, tragedias, trauma, miseria, sufrimiento y pérdida. Donde sea que señalemos en el mapa hay gente pasando adversidad. Pero, ¿qué sucede cuando la adversidad nos toca de manera personal? ¿De qué forma desea el Señor que reaccionemos ante las pruebas? ¿Y qué es lo que trata de enseñarnos?
Leer pasaje base.
En 2 Corintios 11.23-28 el apóstol Pablo describe las diversas adversidades que enfrentó por su servicio a Cristo.
La próxima vez que nos hagamos la víctima pensemos en este pasaje.
Como por ejemplo, prisiones, latigazos, naufragios, hambre, sed y muchos otros peligros. ¿Por qué creen que el Señor lo permitió?
Si este hombre fue el instrumento que Dios usó para proclamar el evangelio en el imperio romano, ¿por qué permitió que sufriera de esa manera y muriera por su fe?
Desde la perspectiva humana, los sufrimientos de Pablo parecieran ser injustos, pero Dios usó esas dificultades para cumplir su voluntad.
Fue durante su encarcelamiento en Roma que Pablo escribió Efesios, Filipenses y Colosenses.
Y su carta a los filipenses está llena de gozo, pues comprendió que es por medio de la adversidad que Dios cumple su propósito en nosotros.
Ya que Dios utilizó los momentos más difíciles de Pablo para bendecirnos, para bendecir a todas las generaciones después de él.
Romanos 8:38,39
Porque estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor de Dios en Cristo Jesús Señor nuestro.
2 Corintios 1:8-9
Porque hermanos, no queremos que ignoréis acerca de nuestra tribulación que nos sobrevino en Asia; pues fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida. 1:9 Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos.
2 Corintios 1:10,11
el cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte;1:11 cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración, para que por muchas personas sean dadas gracias a favor nuestro por el don concedido a nosotros por medio de muchos.
La adversidad es universal. La encontramos en todas partes, y puede afectar cualquier aspecto de nuestra vida.
La adversidad es imparcial. Como vivimos en un mundo caído, todas las personas —incluso los cristianos— experimentamos problemas.
La adversidad es dolorosa. Puede ser un dolor físico o emocional, pero de igual manera produce mucho sufrimiento.
La adversidad puede ser repentina. Puede que llevemos una vida normal, pero un accidente o una mala noticia del doctor puede sorprendernos y devastarnos.
La adversidad puede ser prolongada. En ocasiones el dolor físico o emocional continúa por varios años.
La adversidad puede ser intensa. Puede que nos sintamos tan mal, que incluso aquellos que tratan de ayudarnos sienten nuestro dolor.
La adversidad está fuera de nuestro control. Puede que nos sintamos solos y no sepamos por qué Dios ha permitido que esto nos ocurra.
Cuando nos sentimos confundidos por la adversidad, casi siempre nos hacemos estas dos preguntas:
¿Por qué? Aun Jesús se hizo esa pregunta al estar en la cruz. En ese momento dijo: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt 27.46). El Señor siente compasión por nuestro dolor y comprende nuestra confusión. Pero también sabe lo que es mejor, y lo que desea alcanzar por medio de las adversidades, pues conoce nuestro futuro. En ocasiones nos revela su propósito, pero hay algunos asuntos que no comprenderemos hasta llegar al cielo. Sin embargo, mientras tanto, podemos confiar en Él, pues sabemos que siempre nos dará lo mejor.
¿Quién? Casi siempre deseamos saber quién es el causante de nuestro sufrimiento. Y existen tres posibilidades:
• Nosotros. Dios ha establecido el principio que nos enseña que segaremos aquello que hemos sembrado. Si pecamos contra el Señor, la adversidad puede ser consecuencia de nuestras acciones. Las decisiones que tomamos en el pasado son las que nos han guiado a donde hoy estamos.
• Satanás. Ciertamente detesta al pueblo de Dios. En el libro de Job se dice que puede ser él quien cause nuestro sufrimiento.
• Dios. El Señor es soberano y controla toda adversidad. Es por eso que debemos recordar lo mucho que nos ama. Si permite que enfrentemos al tipo de sufrimiento es porque tiene un propósito específico para ello. Cuando el apóstol Pablo comprendió que el aguijón en su carne había sido para su bien, pudo expresar: “Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo” (2 Co 12.7-9).
Dependiendo de nuestra respuesta, las dificultades y los sufrimientos pueden acercarnos al Señor o alejarnos de Él. Podríamos responder de las siguientes maneras:
Buscar a quién culpar. Podemos reaccionar buscando a quién le echaremos la culpa por lo que enfrentamos. Pero esto solo intensificará nuestro enojo hasta que caigamos en amargura.
Tratar de escapar. Otra opción es tratar de evadir el dolor, al buscar un tipo de escape. Puede que para algunos la respuesta correcta la encuentren en el alcohol, las drogas y el sexo, pero todo eso solo complica nuestra vida y nos causa más problemas. Adormece nuestra sensibilidad.
Negar lo que enfrentamos. Si pretendemos que todo está bien cuando realmente no es así, seguiremos sufriendo. Escondemos nuestros sentimientos de culpa.
Sentir lástima de nosotros. Esa actitud no produce nada bueno. Sencillamente demuestra que no deseamos hacernos responsables por lo que vivimos. La autocompasión nunca sirve, no es transferible la responsabilidad y muchas personas alimentan la lástima de sí mismo hasta que se quitan la vida.
Buscar más de Dios. ¿Cuál es tu propósito en mi vida? Tenemos que venir ante Dios con nuestro dolor, pedirle que nos ayude y confiar en su voluntad. El Señor no se deleita en nuestro sufrimiento, sino que desea usarlo para bendecirnos
Si estamos convencidos de que el Señor nos ama, y comprendemos la manera en la que usa la adversidad, podremos confiar en Él y ser bendecidos.
La adversidad es una de las herramientas más efectivas que Dios usa para fortalecer nuestra fe. Creo en Dios y nada cambia, creo en Dios y nada cambia, creo en Dios y nada cambia. Si ponemos nuestra mirada en la obra que realiza en nuestra vida, nuestra confianza en Él aumentará, aunque las circunstancias sigan siendo las mismas.
Cuando Dios manda adversidad a nuestra vida nunca es para lastimarnos, sino para ayudarnos. Dios usa el dolor para nuestro bien. Puede que su deseo sea disciplinarnos o moldearnos de acuerdo a su voluntad. En el caso del apóstol Pablo, el Señor quería protegerlo del orgullo y le enseñó a depender de Cristo (2 Co 12.7-10).
Nunca estamos solos. Uno de los principios más importantes. Puede que no sintamos su presencia, pero ha prometido que nunca nos abandonará (He 13.5). Como creyentes, hemos venido a ser uno con Cristo, y su Espíritu mora en nosotros.
La adversidad puede ser un hermoso don de Dios. El dolor y el sufrimiento son instrumentos que a menudo usa para corregir nuestros pensamientos y guiarnos por sus caminos. Cualquier cosa que haga que nos acerquemos más a Dios y nos alejemos más del pecado es una bendición incluso si nos duele, si nos incomoda, incluso si no lo queremos.
La guía ante la adversidad
La Palabra de Dios nos muestra lo que debemos hacer ante la adversidad. Nunca vamos a comprender la adversidad en nuestra vida con la Biblia cerrada. Nos recuerda cuánto nos ama, nos muestra el propósito que tiene con las pruebas y nos anima a permanecer firmes ante los sufrimientos. El Señor desea ayudarnos en medio de las aflicciones, pero debemos acudir a su Palabra para recibir su guía, consuelo y sostén.
La vida que buscamos comienza con Jesús, sigue con Jesús y debe terminar con Jesús.
La salvación es lo que da comienzo a nuestra relación con Cristo, pero Dios no desea que nos detengamos ahí.
Después de nacer de nuevo, por medio de la fe en el Señor, debemos continuar creciendo en la gracia y en el conocimiento de Cristo (2 P 3.18). Debemos crecer en el conocimiento de quién es Dios. Es al leer la Biblia, orar y observar la manera en que Dios obra en nosotros, que podemos ser más semejantes a Cristo. Sin embargo, a veces Dios usa otros métodos que no esperamos. Ningún ser humano está exento de adversidad, y la misma puede venir a ser un estorbo o ayudarnos a crecer. Todo depende de nuestra actitud.
La adversidad implica sufrimiento y dolor, y está relacionada con pruebas, dificultades, problemas y decepciones. Puede ser de naturaleza física, emocional o espiritual, pero siempre produce dolor.
Aunque nadie desea sufrir, cuando llegue a nuestra vida, solo tendremos dos opciones. Podemos lamentarnos y quejarnos, o podemos crecer en nuestra relación con Cristo.
Que reconozcamos el propósito de Dios en la adversidad. Él permite la adversidad en nuestra vida por diversas razones.
Para captar nuestra atención. Es fácil ignorar a Dios cuando todo nos va bien. Pero es en la adversidad que ponemos nuestra mirada en Él.
Para vencer el orgullo. Nos va bien, las cosas nos salen bien y al pensar en las dificultades ajenas decimos “por qué no se valen por si solos? Por qué les va tan mal” Si estamos bien, puede que nos sintamos tentados a menospreciar a otros, pero la adversidad nos humilla. Al apóstol Pablo se le dieron grandes privilegios, pero con estos también recibió “un aguijón en la carne” para que no se enalteciera a sí mismo (2 Co 12.7-10). Dios permite que el dolor nos humille, pues sabe que el orgullo nos impedirá servirle.
Para recordarnos nuestra debilidad. Es al sentirnos fuertes y capaces de hacerlo todo, que dejamos de depender del Señor. Pero Dios sabe cómo debilitarnos por medio de la aflicción. No es para dejarnos débiles. Y es por eso que debemos acudir a Él para ser fortalecidos.
Para que odiemos el pecado. El sufrimiento que viene con la desobediencia nos recuerda las consecuencias del pecado. En ocasiones, Dios nos disciplina con adversidad para que aprendamos a odiar al pecado y practiquemos la justicia.
Para demostrar su fidelidad. Es en medio de las necesidades más grandes que comprendemos lo mucho que podemos confiar en el Señor. El dolor y el sufrimiento nos guían hacia su presencia en búsqueda de ayuda. Y es en medio de la adversidad que descubrimos que siempre es fiel.
Para capacitarnos para consolar a otros. Es al ser consolados en medio de la aflicción, que venimos a ser de ayuda para otros (2 Co 1.3-7). Si ya hemos enfrentado el mismo dolor, podemos comprender lo que otros sienten al transitar por el sendero en el que hemos estado.
Para que podamos servirle. El dolor y el sufrimiento nos capacitan para servir a Dios de diversas maneras y suplir las necesidades de otras personas.
Para expresar lo mucho que nos ama. Es por su amor que Dios nos rescata de peligros que no vemos por medio de adversidades.
Para cambiar nuestra dirección. Dios usa la adversidad para que no nos descarriemos y para dirigir nuestros pasos hacia su camino.
Que respondamos adecuadamente ante la adversidad.
Para crecer espiritualmente en medio de las pruebas, debemos reaccionar de la manera que el Señor desea. Y sabemos que ha prometido mostrarnos el camino por el que debemos andar (Sal 32.8).
Debemos ver que proviene de Dios. Nuestra primera reacción debe ser acudir a la Palabra de Dios, para así poder ver nuestra situación desde su perspectiva. De acuerdo a Romanos 8.28, “sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados”. Así que si ha permitido que suframos, es porque tiene un buen propósito en mente.
Debemos preguntarle cuál es la meta que tiene. Las dificultades no deben ser vistas como situaciones que ocurren al azar, sino como oportunidades para aprender. Si las aprovechamos para aprender, valdrá la pena haber sufrido.
Debemos rendir nuestra voluntad a Dios. Aunque no podamos comprender por qué sufrimos, la reacción correcta es rendirnos ante la voluntad de nuestro Señor. Y podemos estar convencidos de que solo desea lo mejor para sus hijos.
Debemos descansar por fe en la fidelidad de Dios. El Señor siempre cumple lo que promete y es digno de nuestra confianza. Aunque suframos dolor, debemos descansar en su fidelidad, pues sabemos que nos sostiene en todo momento.
La Biblia nos dice que la meta de Dios es usar la adversidad para nuestro crecimiento espiritual.
La adversidad es la forma más eficaz de Dios para profundizar nuestra fe y compromiso a Él. Es después de enfrentar la adversidad, que nuestra confianza en el Señor es fortalecida (1 P 1.6, 7). Con cada prueba nuestra fe se fortalece, pues recordamos la manera en la que ha sido fiel en el pasado.
El aspecto en que experimentamos más adversidad es el que Dios usa para lograr nuestra madurez espiritual. El Señor ha trazado metas para nuestra vida, y sabe qué hacer para alcanzarlas. Cada día nos edifica más (Ro 5.3-5). Pero esto no puede lograrse de otra manera, sino solo por medio de las dificultades y sufrimientos.
Nuestra reacción ante la adversidad revela lo siguiente:
Nuestra perspectiva de Dios. ¿Creemos que es digno de confianza?
Nuestra perspectiva de nosotros mismos. ¿Creemos que somos hijos amados por Dios?
Lo que realmente tiene importancia. Si el Señor quita aquello que deseamos mantener, nuestra respuesta mostrará la prioridad que tiene en nuestro corazón.
Nuestros puntos débiles y fuertes. Es en medio de la dificultad que descubrimos cuán fuertes o débiles somos en realidad.
Nuestra capacidad para resistir. ¿Tenemos una fe sólida que nos permite resistir? ¿O nos rendimos rápidamente?
Nuestra fe en Dios. ¿Cuánto confiamos en el Señor, como para creer que usa la adversidad para nuestro bien?
Nuestro crecimiento espiritual depende de la perspectiva que tengamos sobre la adversidad. O la vemos como un obstáculo para nuestra vida, o como una oportunidad para crecer en nuestra relación personal con el Señor. Cada prueba tiene el propósito de que crezcamos en conocimiento y entendimiento de Dios, y que aprendamos a confiar en su fidelidad.
Las adversidades son oportunidades, no obstáculos. Depende de nosotros la manera en que vemos a la adversidad.