1. Dios estuvo presente en la concepción, formación en el vientre materno y nacimiento de cada persona, cuidándolos y protegiéndolos más que cualquier madre. 2. El amor de Dios por sus hijos es más duradero que el de una madre, ya que Él nunca se olvidará de aquellos a quienes formó. 3. Honrar a nuestros padres, especialmente a nuestras madres en su día, trae bendiciones como una vida prolongada.