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© 2019 Jorge Araya Poblete
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Prólogo
Marco Saldías era un hombre común con un secreto oculto en
el subterráneo de su casa. Una tarde cualquiera muere de un
infarto al corazón en su trabajo, luego de lo cual su alma pasa
al más allá. Justo antes de iniciar el juicio de su alma
convence a su guía que debe encarnar lo antes posible pues
dejó temas pendientes ineludibles. Luego de conseguir un
nuevo cuerpo debe convencer a su viuda que es él, para poder
terminar con el secreto que guardaba en su subterráneo.
Esta es una novela corta, de corte esotérico, que busca
entretener a los lectores. Que la disfruten.
Jorge Araya Poblete
Julio de 2019
I
Marco Saldías venía saliendo del subterráneo de la casa. Luego
de cerrar la puerta colocó el candado con clave de cinco
ruedas para asegurarse que nadie pudiera entrar en el lugar;
si bien era cierto tenía claro que en su familia respetaban su
privacidad, nunca estaba de más algo de seguridad. Una vez
stuvo seguro del cierre adecuado del lugar, se dirigió al
comedor donde lo esperaba su esposa y su hijo de dos años.
—¿Terminaste de jugar al espía secreto amor?—preguntó sin
levantar la cabeza su esposa Marta, mientras preparaba unos
huevos revueltos para la once de esa tarde.
—Sí mi sargento, ya tengo listo el plan para dominar el mundo
—respondió Marco, para luego soltar una sonora carcajada.
—Nunca me vas a decir qué tanto haces ahí, ¿cierto?—volvió a
preguntar Marta.
—De verdad no es nada importante, son sólo tonterías de niño
grande—respondió Marco, ahora más serio—. Son sólo
tonterías para relajarme, no hago nada malo, no consumo
drogas ni veo porno.
—Tú sabes que puedes hacer lo que quieras amor, esta es
nuestra casa, nuestro lugar privado—dijo la mujer—. Tú sabes
que siempre me ha llamado la atención esa necesidad de tener
un lugar privado y cerrado con ese tremendo candado.
Todavía recuerdo cuando lo importaste, te salió harto caro
según recuerdo.
—¿Quieres entrar a ver qué tengo o qué hago ahí?
—Sabes que te estoy molestando amor, yo respeto tu
necesidad de tener un lugar privado—respondió la mujer,
sonriendo—. Ya, siéntate a tomar once… no, todavía no,
primero anda a lavarte las manos—dijo mientras miraba a su
hijo.
Al día siguiente Marco se levantó temprano para ir a su
trabajo. Luego de ducharse y desayunar esperó que llegara la
niñera que se quedaba cuidando a su hijo; cuando ella llegó
ambos padres se despidieron del pequeño y la mujer, y
subieron al auto. Marco llevó a Marta hasta la puerta de su
trabajo para luego dirigirse al suyo como todos los días hábiles
de la semana.
Marco trabajaba en una oficina de corredores de propiedades.
Su trabajo consistía en captar clientes, mostrar las
propiedades y facilitar las transacciones entre dueños y
usuarios. El hombre llevaba cerca de diez años en la oficina,
por lo que la relación con sus compañeros era casi de amistad,
formando un equipo de trabajo seguro y cohesionado. Esa
mañana el trabajo había estado tranquilo pues no tenía
agendada ninguna salida a terreno, por lo que su trabajo había
sido con el computador y el teléfono. A mediodía salió a
almorzar con algunos compañeros de trabajo a un pequeño
restaurant a media cuadra de la oficina; a la una de la tarde
todos estaban de vuelta en sus oficinas poniéndose al día con
sus pendientes. Cerca de las dos de la tarde el sueño lo
invadió; con cuidado cerró la puerta de su oficina y se dispuso
a dormir una breve siesta sin que su jefatura se diera cuenta.
Después de media hora de dormitar Marco se despertó, fue al
baño a mojar su rostro para desperezarse y volver a sus
funciones. Al verse al espejo el hombre vio en su cara una
expresión de cansancio; al parecer estaba durmiendo poco o
mal o ambos, y su cuerpo le estaba exigiendo reponer ese
sueño perdido. Tal vez había llegado el momento de empezar
a acostarse más temprano, o a tomar algún medicamento
para dormir mejor o más tiempo. Luego de secarse la cara el
hombre volvió a su oficina a terminar el trabajo del día.
A las seis de la tarde todos los miembros de la oficina
empezaron el retorno a casa. Marco enfiló su vehículo hasta el
trabajo de su señora donde ésta lo esperaba para irse juntos
al hogar. Al llegar a casa dejaron ir a la cuidadora de su
pequeño, y mientras la mujer empezaba a preparar la once,
Marco abrió el candado del subterráneo para entrar al lugar y
ponerse al día de los avances de su proyecto; media hora
después el hombre estaba tomando once con su familia. Tres
horas más tarde llegó la hora de la cena; antes de ello entre
ambos acostaron al pequeño hijo a dormir, luego de lo cual la
pareja cenó, para terminar la jornada acostados conversando
acerca de lo que les había pasado en el trabajo. Así, un día
normal en la vida de Marco y su familia había terminado, y
había llegado la hora de dormir hasta empezar una nueva
jornada.
II
Marco llevaba varias horas de trabajo en la oficina. Luego del
almuerzo y de su siesta de media tarde había ido como
siempre al baño a refrescarse y desperezarse. Esa tarde su
cara no sólo reflejaba cansancio, había una expresión extraña
en su rostro que no supo asociar con nada, por lo que
nuevamente culpó al mal dormir como la causa de todos sus
males. De hecho ese día se había sentido más cansado que de
costumbre, y sus mismos compañeros de trabajo le habían
mencionado que estaba más apagado que en los almuerzos
anteriores.
Esa tarde Marco tenía agendada una salida a terreno, acababa
de llamar al cliente quien le había confirmado la hora y el
lugar de la visita al departamento que tenían en oferta para la
venta; Marco estaba feliz, el departamento estaba a la venta
hacía varios meses sin que hubiera interesados hasta ese
instante, y por la voz del potencial comprador que sonaba lo
suficientemente entusiasmada, Marco llegó a pensar en una
eventual venta en el corto plazo.
Marco preparó la carpeta con todos los papeles necesarios, por
si el cliente se entusiasmaba en el instante y quería empezar a
adelantar el movimiento del departamento. En ese instante
una sensación de cansancio extremo lo invadió, como si
hubiera corrido varias cuadras sin cesar; de inmediato una
compañera de trabajo se acercó a él y le preguntó si se sentía
bien, pues su semblante no era de los mejores. Un par de
segundos más tarde dos o tres compañeros más se pusieron
de pie y fueron a su lado a decirle exactamente lo mismo; ello
alertó a su jefe, quien al verlo le dijo que se sentara un rato
pues estaba demasiado pálido como para salir a ver a algún
cliente: Un par de minutos más tarde su jefe consideró que no
estaba en condiciones de salir por lo que delegó la salida a
otro compañero de trabajo y decidió, pese a la negativa de
Marco, llamar una ambulancia para que alguien lo evaluara.
Cinco minutos después Marco estaba en su oficina
acompañado de dos compañeros de trabajo más su jefe, en
espera de la ambulancia. De pronto una sensación de angustia
lo invadió, y una extraña sensación de adormecimiento se
apoderó de su brazo izquierdo; un par de minutos más tarde
el adormecimiento se había transformado en un potente dolor,
que ahora abarcaba brazo, hombro, mandíbula y la mitad
izquierda de su tórax. La sensación de peso en su tórax
aumentó la angustia, y de pronto empezó a sentir dificultad
para respirar. Sus compañeros se asustaron y rápidamente
despejaron su escritorio para acostarlo en él y ver cómo
ayudarlo a sentirse mejor. Alguien que sabía primeros auxilios
recordó que esos síntomas parecían un infarto al corazón y de
inmediato le dieron una aspirina a mascar. Marcos apenas
podía abrir y cerrar la boca con la intensidad del dolor, y
masticar lo que fuera se le hacía un sufrimiento enorme; sin
embargo hizo lo posible hasta que logró masticar la aspirina
por completo, luego de lo cual pareció sentirse mejor. Mientras
tanto su jefe llamaba una y otra vez al teléfono de
emergencias, a ver si lograba que la ambulancia apareciera lo
más rápido posible.
Marco respiraba algo más tranquilo, y el dolor había
disminuido algo desde el inicio del cuadro. De pronto y de la
nada el dolor se intensificó hasta hacerse insoportable, y la
dificultad respiratoria fue tal que llegó un instante en que no
pudo inspirar; lentamente su mente se empezó a nublar, y
veía en los ojos de sus compañeros la desesperación. A lo
lejos se escuchaba el sonido de una sirena, lo cual le daba la
tranquilidad que la ayuda estaba por llegar. En esos
momentos Marco perdió el conocimiento; el compañero que
sabía primeros auxilios le tomó el pulso en el cuello y no se lo
encontró. De inmediato el hombre reaccionó y empezó a
hacerle resucitación cardiopulmonar básica en espera de la
ambulancia; una compañera empezó a hacerle respiración
boca a boca mientras el resto miraban espantados lo que
estaba sucediendo, y dos compañeras rompían en un llanto
incontrolable.
Cinco minutos más tarde llegó la ambulancia. El equipo de
salud colocó los monitores en el tórax de Marco, que
mostraban ondas compatibles con un infarto masivo y la
mantención de un pulso débil en ese instante. De inmediato
empezaron a inmovilizar el cuerpo de Marco para iniciar el
traslado al servicio de urgencia, momento en el cual el monitor
mostró la desaparición del pulso. Las maniobras de
inmovilización se transformaron en maniobras de reanimación;
dos venas de Marco recibieron sendas bránulas para pasar los
fármacos que el reanimador indicara en su momento. Luego
de la primera ampolla de adrenalina el reanimador ordenó
cargar el desfibrilador para iniciar el proceso ensayado y
entrenado una y otra vez para lograr sacar a los pacientes del
estado de paro cardiorreespratorio. Una, dos, tres descargas
más las drogas pasaron y el corazón de Marco no reaccionaba.
A los cuarenta y cinco minutos de maniobras el reanimador
detuvo el masaje, miró la hora y consignó en el dato de
atención la hora del deceso. Mientras uno de los reanimadores
empezaba a retirar los electrodos y las vías del cuerpo de
Marco, otro llamaba a carabineros para el procedimiento de
rigor; en el intertanto los compañeros de Marco empezaron a
llorar desconsoladamente, mientras su jefe limpiaba su voz
para llamar a la esposa de Marco y darle la horrible noticia.
III
Marco no lograba entender qué estaba sucediendo. Estaba
acostado en el escritorio con un dolor de pecho que le impedía
respirar y de pronto su vista se borró; pese a ello siguió
escuchando y sintiendo cómo uno de sus compañeros le
gritaba órdenes al resto, y sentía que su tórax era comprimido
con mucha fuerza mientras alguien soplaba aire en su boca. A
los pocos minutos el procedimiento terminó, alguien colocó
algunas cosas en su pecho y algo en su boca que le echaba
algo más agradable que el aire; luego empezaron a levantar
su cuerpo para ponerlo sobre otra superficie dura y amarrarlo
con correas.
Mientras ello sucedía, su mente se fue a negro, lo más negro
que había visto en toda su existencia, y de pronto apareció sin
dolores ni dificultad para respirar de pie en su oficina,
mientras muchas personas le hacían cosas a un cuerpo que
había en su escritorio mientras sus compañeros de trabajo
rompían en llanto y desesperación. Marco miraba cómo
alguien se encaramaba sobre el cuerpo en el escritorio y
apretaba el tórax con todo su peso, mientras otras personas le
colocaban agujas en los brazos, y otros dos preparaban unas
paletas blancas con metal con un gel. A los pocos segundos
descargaron tres veces corriente sobre el pecho de la persona
que estaba acostada en su escritorio, hasta que de pronto
quien comandaba el grupo ordenó detener la reanimación y
anotó un par de cosas en una tablilla. Sus compañeros de
trabajo lloraban desconsolados mientras su jefe iba a su
oficina secando sus lágrimas para hacer una llamada
telefónica. Cuando la vorágine terminó Marco se pudo acercar
a ver quién estaba en la mesa; al ver su cuerpo inerte en el
lugar retrocedió incrédulo y asustado.
Marco no entendía nada. Hacía unas pocas horas se había
despedido de su esposa y su hijo como todos los días, y ahora
su cuerpo yacía muerto sobre su escritorio, y lo que sea que
fuera su esencia estaba de pie mirando todo como silente
espectador de una película de terror. Un par de veces se
acercó a su cuerpo a tocarlo, a ver si lograba volver dentro de
él, pero sus dedos lo traspasaban sin esfuerzo, y no parecía
haber forma de recuperar su estado previo. Luego intentó
hablarle a sus compañeros para intentar calmarlos sin lograr
que notaran su presencia; la desesperación empezó a
apoderarse de la esencia de Marco cuando lentamente las
voces de sus compañeros empezaron a bajar de volumen, y
una suerte de siseo empezó a llenar el ambiente, como si
voces que él no lograba identificar aparecieran desde todos
lados para intentar decirle algo. De pronto el entorno empezó
a transparentarse: Marco supo para sí que algo estaba por
suceder.
Marco estaba paralizado. Las paredes de la oficina se hicieron
lentamente transparentes, y todas las paredes a su alrededor
empezaron a sufrir el mismo cambio. De improviso Marco
empezó a fijar su mirada a la distancia, y para cualquier lado
que mirara, a unos doscientos metros, aparecía un túnel con
una luminosidad que parecía atraerlo y llamarlo cada vez con
más fuerza. Marco ahora miraba su cuerpo inerte y
extrañamente lo sentía cada vez más lejano, como si fuera
mucho el tiempo en que no le perteneciera; del mismo modo
empezó a sentir una extraña sensación de lejanía con su
familia y su historia, que iba y venía en su cabeza y no lo
dejaba concentrarse en lo que le estaba sucediendo.
Marco no entendía nada. Estaba de pie en la fue su oficina,
rodeado de sus compañeros de trabajo, rodeado de paredes
transparentes y con un túnel luminoso que parecía seguir su
mirada; sin embargo no era capaz de moverse de donde
estaba, y el siseo de fondo empezaba a desesperarlo. De
pronto Marco sintió una presencia tras él que acercaba la boca
a su oído y le dijo:
—Es la hora.
IV
Marta Olivares trabajaba concentrada en su computador. Ya
había pasado la hora de almuerzo y estaba atrasada con el
trabajo del día. Desde que había terminado de almorzar una
sensación extraña se había apoderado de ella, manteniéndola
nerviosa y sin saber qué lo estaba provocando; por ello la
mujer se había abocado a terminar esa tarde el trabajo para
no empezar a pensar tonterías que la distrajeran y le hicieran
perder el tiempo. Justo a las cuatro de la tarde, hora en que la
mujer había decidido detenerse un rato para tomarse un café
antes de seguir trabajando, sonó su celular; al ver la pantalla
reconoció de inmediato a su interlocutor.
—Hola Manuel, ¿y esta sorpresa, qué pasó, Marco se portó mal
o algo así?—dijo la mujer divertida con la llamada del jefe de
su marido.
—Hola Marta, ¿cómo estás?—respondió con voz sombría el
hombre al otro lado de la línea.
—Bien ¿y tú, por qué me estás llamando?—preguntó Marta.
—Marta, trata de estar tranquila… Marco…
—¿Qué le pasó a Marco?—preguntó la mujer, asustada.
—Como a eso de las tres empezó a sentirse mal… lo hicimos
sentarse, llamé una ambulancia… a los minutos le empezó a
doler el pecho… lo acostamos en el escritorio, le dio un paro…
un par de compañeros lo reanimaron… cuando llegaron los de
la ambulancia dijeron algo de un infarto masivo… de pronto
Marco se desmayó… Marta, hicieron… hicimos todo lo posible,
te lo juro pero… Marco…
La mujer dejó caer el celular, de pronto un ensordecedor grito
hizo que todos en la oficina giraran hacia Marta, quien cayó de
rodillas al piso llorando desconsolada. De inmediato dos
compañeras corrieron a contenerla mientras otra iba corriendo
a buscar un vaso de agua. En esos momentos a la portería del
edificio llegaron dos carabineros preguntando por la mujer.
Marco estaba siendo guiado por la voz tras él. La voz le dijo
que era hora de partir, que se calmara, que ya habría tiempo
de hablar de lo que le había sucedido y de lo que se vendría
por delante; que por ahora importaba que entendiera que
había dejado de ser humano, que ya no tenía cuerpo porque
no lo necesitaba para el resto de su desarrollo al menos por un
tiempo, que había trascendido a un nivel superior, y que debía
dejar atrás todo lo que le había pasado en vida y dejarse llevar
por lo que venía ahora para él. Mientras la voz le hablaba,
Marco empezó a tranquilizarse, y lentamente la voz lo
empujaba hacia aquel túnel de luz que se desplegaba donde
quiera que Marco mirara; de pronto y sin darse casi cuenta la
esencia de Marco había llegado a la entrada del luminoso
túnel, y su esencia se fundía con la luz. Luego de algunos
minutos en que la luminosidad era tal que le impedía ver el
entorno, y donde sólo era capaz de escuchar la voz tras su
cabeza, Marco salió del túnel.
Marco estaba viendo sorprendido el lugar al que había llegado.
Extensas planicies verdes plagadas de árboles de todas las
formas y colores imaginables servían de marco natural para
edificaciones de algo parecido al cristal de dimensiones
inimaginables. Cientos de personas deambulaban por el lugar,
algunas solas, otras acompañadas, algunas felices, otras
tristes, las menos inexpresivas. De pronto Marco se fijó en que
todos vestían de manera diferente, y que sólo algunos
andaban uniformados de blanco; en ese instante la esencia
miró sus vestimentas y se descubrió con la misma ropa con la
que había muerto. Mientras se miraba giró el cuerpo y se
encontró de frente con alguien vestido de blanco, de estatura
similar a la suya que lo miraba seriamente pero con una
suerte de sonrisa en su rostro.
—¿Quién es usted?—preguntó Marco.
—El que te ayudó a pasar del mundo físico a este plano
superior.
—¿Eres un ángel?
—Eso depende de ti, de tus creencias. Tú decides qué soy.
—Yo… no creo en nada—dijo Marco agachando la cabeza.
—Entonces digamos que soy un guía que te ayudará a
entender un poco qué significa este nuevo paso para tu alma
inmortal.
—Yo no creo en que los humanos tengamos alma—dijo
asustado Marco.
—No importa, no tienes alma, eres una—respondió el guía—.
En su momento nos haremos el tiempo para explicarte más o
menos cómo funciona la realidad, por ahora me interesa que
te tranquilices, que entiendas que estás en un plano superior
de conciencia, que salvo muy extrañas circunstancias nada
malo te puede pasar acá, que este es un lugar de paso que
está destinado a evaluar tu existencia previa y a planificar la
próxima. Recorre el lugar, puedes ir por todos lados, si hay
una puerta abierta puedes entrar y mirar, si no hay puerta no
se puede; nadie te limitará ni te controlará. Cuando tu
recorrido haya terminado yo estaré ahí para que conversemos
lo que tengamos que conversar.
Sin que Marco alcanzara a preguntar nada el guía se
desvaneció en el aire dejando al alma recién desencarnada
sola, conociendo lo que era el lugar de paso según el guía.
Marco simplemente despejó su mente y empezó a caminar y a
mirar toda la belleza que caracterizaba dicho lugar, en que la
naturaleza se expresaba de modos inimaginables para seres
encarnados. No había límite de colores, olores o formas en
dicho lugar, todo parecía existir del mejor modo posible;
riachuelos transparentes recorrían las planicies entre los
árboles, que parecían llegar al infinito, y cuyos colores no
existían en el plano material. Sin haber un sol identificable el
lugar se mantenía permanentemente iluminado, y pese a que
todas las almas hablaban a la vez, el único ruido que era
capaz de escuchar era el de esa naturaleza mágica que no
cabía en las mentes más imaginativas de ser vivo alguno. La
paz que entregaba el lugar era incomparable, y Marco no cabía
en la dicha que sentía en ese lugar.
De pronto y sin darse cuenta había llegado a una de las
construcciones de cristal. Líneas rectas que parecían no
terminar jamás se encaramaban en esa realidad; las
estructuras dejaban pasar la luz, y pese a estar ocupadas,
nada podía verse en su interior más que la luz que manaba de
todos lados. Marco encontró una enorme puerta abierta, y tal
como dijo su guía entró por ella; dentro la estructura tampoco
parecía tener límites, y la gente deambulaba como si
conocieran desde siempre dónde y cómo tenían que ir para
llegar a sus destinos. Luego de observar un largo rato
observando todo y sin ver nada, Marco salió del lugar y volvió
a la extraña naturaleza que rodeaba todo ese maravilloso
lugar. Marco siguió caminando hasta que encontró una especie
de fuente de agua de un material desconocido, opaco pero
bellísimo, desde donde salían chorros de agua de miles de
colores. Ensimismado se sentó en el borde de la fuente de
agua a admirar los colores. En ese instante apareció al lado de
él su guía, quien lo miró y le dijo:
—Marco, necesito que me acompañes, ya es hora de empezar
a conversar un poco acerca de tu pasado y tu futuro.
V
El guía caminaba delante de Marco, llevándolo al lugar donde
debería llevarse a cabo la primera conversación entre ambos.
El alma inmortal llevaba milenios desempeñando esa labor, así
que para él no había sorpresas de parte de las almas en paso.
Marco caminaba tras el guía cabizbajo y callado, concentrado
en lo que tenía que decir; en su interior sabía que lo que tenía
que decir no era lo habitual, pero estaba decidido a hacerlo,
pues había utilizado todo el tiempo en que había recorrido el
lugar para preparar su discurso. El guía entró a uno de los
edificios de cristal, de pronto se detuvo frente a una de las
paredes transparentes: para sorpresa de Marco la pared se
abrió, dejando ver un espacioso lugar con dos asientos
ubicados uno al lado del otro y una especie de pantalla
enorme que permanecía apagada. El guía entró seguido de
Marco, le ofreció uno de los asientos a Marco quedando él en
el otro; mientras la pantalla permanecía apagada, el guía
empezó a hablar.
—Marco, antes de empezar te voy a explicar someramente
cómo funciona esta parte de tu realidad en este lugar. Lo que
va a pasar ahora es que en esa pantalla aparecerán los hechos
más importantes de la vida que acabas de terminar, para que
los analicemos en base al plan de tu existencia como alma
inmortal. Este proceso será largo, y en algunos momentos
puede que hasta incómodo. Mi labor no es ser
condescendiente ni intransigente, sino simplemente justo, acá
lo bueno se cataloga como bueno y lo malo como malo, sin
medias tintas, ni secretos ni interpretaciones. Una vez que
terminemos con la revisión de tu existencia, viene un proceso
más largo aún que consiste en planificar tu próxima
encarnación, basado en lo que hiciste, en lo que dejaste de
hacer, en las tareas cumplidas, las tareas pendientes, y las
deudas que tengas con la eternidad por errores mayores que
hayan influido en modificaciones a tu plan original, y a los
planes de aquellos con quienes interactuaste. El hecho que
estés acá en el estado en que estás me permite saber que no
hay hasta ahora en tus existencias ningún error garrafal que
haya influido en la historia de algún grupo humano mayor,
esas almas siguen otra vía de la que te aseguro que no
quieres saber nada.
El guía guardó silencio. Marco también lo miraba en silencio,
sin saber cuándo debía hablar.
—Bueno Marco, es hora de empezar, por favor mira la
pantalla.
—Espere… tengo algo importante que decirle—dijo Marco,
mirando al suelo.
—Te escucho—respondió el guía, mientras la pantalla
permanecía apagada.
—Yo no debo estar acá—dijo Marco, sin dejar de mirar el suelo
—. Dejé muchas cosas pendientes en mi vida, y como sea
debo volver a terminarlas.
—Marco, lo que estás pasando es un proceso de adaptación
normal—dijo el guía con tranquilidad—. Todos los que llegan
acá alegan que dejaron cosas pendientes, que no debían haber
muerto, que deben volver lo antes posible. Pero tu partida
desde el plano inferior no depende de ti, ni siquiera depende
de mi de hecho, eso es resorte de planos mayores que aún no
son comprensibles para tu entendimiento actual.
—Usted no entiende, esto no es lo normal del resto de los
muertos, yo tengo una labor pendiente que no puede quedar
en el aire, debo volver a terminar lo que empecé.
El guía quedó en silencio algunos segundos, de improviso
cerró los ojos durante diez segundos para luego abrirlos y
mirar directamente a Marco, quien no pudo desviar la mirada
insensible de su guía.
—Sé a qué te refieres—dijo el guía, sorprendiendo a Marco—.
Acá no existen los secretos Marco, todo lo que se hace es
evidenciable acá, y las comunicaciones no son con aparatos.
Marco miraba con espanto al guía, al saber que su secreto en
la tierra parecía ser vox populi en dicho lugar.
—Tienes razón, tu caso es particular. Debo reunirme con mis
maestros para definir qué haremos contigo—dijo el guía,
sorprendiendo a Marco—. No podemos esperar a que
reencarnes normalmente, debe hacerse algo fuera de los
cánones normales. Ahora vamos a salir de acá, yo me reuniré
con mis maestros, debatiremos posibilidades y en cuento
lleguemos a un consenso tú y yo nos reuniremos para
explicarte la decisión que tomemos. Siéntete libre de
deambular por donde quieras y como quieras, que yo te
encontraré cuando sea el momento.
Marco salió de la sala seguido de su guía. En cuanto
desapareció la puerta también desapareció el guía, dejando a
Marco lleno de dudas pero tranquilo al saber que petición fue
considerada, y que en algún momento obtendría una solución
a su predicamento.
VI
Marta Olivares acariciaba el cabello de su hijo, quien se había
quedado dormido en sus brazos. Habían pasado ya dos
semanas de la brusca muerte de su marido, y la mujer aún se
encontraba en un limbo de sentimientos y sensaciones. Esas
dos semanas habían sido una verdadera locura: esperar a que
el servicio médico legal hiciera la autopsia del cuerpo de su
marido, contactar a los padres y hermanos de su marido para
contarles que había muerto, retirar el cuerpo, velarlo,
enterrarlo, pedir vacaciones en su trabajo para intentar
reordenar su existencia en esa nueva etapa que la vida le
había obligado a tomar de buenas a primeras y sin aviso
alguno. Hasta el momento del infarto y la muerte de Marco,
éste había sido un hombre sano, sin enfermedades crónicas ni
mayores atenciones médicas salvo resfriados agresivos o
gastroenteritis por desórdenes alimentarios, no bebía ni
fumaba, y pese a no hacer actividad física mantenía un peso
adecuado a su estatura. La mujer se preguntaba a cada rato
de dónde había salido ese infarto y por qué su vida había
acabado siendo tan joven; de pronto sintió que su antebrazo
se adormecía, notando que la cabeza de su hijo estaba
apoyada en esa zona. Cuidadosamente levantó al pequeño y lo
llevó a su cuna, para luego volver al comedor a seguir
pensando. Justo al sentarse sonó su teléfono celular.
—¿Aló?
—Hola Marta, ¿cómo estás?
—Manuel, qué gusto escuchar tu voz, ¿cómo estás?—dijo la
mujer al escuchar la voz del jefe de su marido.
—Bien Marta, todos bien por acá, ¿tú cómo has estado?
—Acá, tratando de llevar la pena… al menos mi hijo me
mantiene con ganas de seguir viviendo—dijo la mujer antes de
romper en llanto.
—Acá todos seguimos preocupados por ti Marta, la gente de la
pega, mi esposa, mi familia… tú sabes que cuentas con
nosotros, y que si en algún instante te sientes sobrepasada
puedes venir a nuestra casa a la hora que sea a conversar,
tomarnos un trago o llorar si así lo necesitas.
—Gracias Manuel, todos se han portado excelente conmigo, de
verdad que sin su apoyo esto sería imposible de sobrellevar—
dijo la mujer mientras intentaba calmarse y dejar de llorar—.
Creo que me haré el tiempo de ir a verlos este fin de semana,
me hace falta salir un poco, llevo como ocho días mirando las
paredes de la casa… todo en este lugar me recuerda a Marco,
lo echo tanto de menos…
—Ven cuando quieras Marta, te estaremos esperando con los
brazos abiertos para contenerte y entregarte el apoyo y el
cariño que necesitas—dijo Manuel.
—Gracias Manuel, eres un sol como amigo, nunca olvidaré lo
bien que te has portado conmigo.
Luego de acordar día y hora de la visita y de despedirse, la
mujer dejó el celular en la mesa mientras su mente recorría
las paredes e imaginaba a Marco en cada lugar. De pronto su
vista se fijó en la puerta con candado que daba entrada al
subterráneo. En los primeros días que siguieron a la muerte de
Marco, Marta pensó en descerrajar el candado para ver de una
vez por todas qué era lo que escondía su marido en el lugar;
sin embargo, con el paso de las horas y los días desechó la
idea, pensando en respetar la privacidad del hombre que más
había amado en su vida. Marta ahora miraba el candado, y
recordaba cuando cuatro años atrás su marido le preguntó si
ella pensaba darle algún uso al lugar, y si le molestaría que él
cerrara con candado el lugar para usarlo para una idea que
tenía en mente; cuando la mujer le dijo que lo usara sin
problemas, su marido importó un candado especial con clave
de cinco ruedas, bastante voluminoso, e instaló un seguro
enorme con grandes tornillos fijados a la puerta y a la pared.
Luego bajó al lugar un escritorio, una silla, un computador e
instaló conexión a internet en el lugar. Desde ese momento y
hasta el día antes de su deceso, cada vez que volvía a casa
abría el candado y bajaba al subterráneo, para diez o quince
minutos después volver a salir como si nada, y sin comentarle
nunca qué era lo que hacía en dicho lugar. Ahora Marta
pensaba en cómo seguiría su vida en adelante, cómo se las
arreglaría para vivir y criar a su hijo sin el apoyo de su marido
y con un solo sueldo, cómo sería capaz de contarle a su hijo
quién había sido su padre y por qué nunca estaría a su lado, y
finalmente cómo le explicaría a su retoño que había un lugar
cerrado con candado en la casa que no sería utilizado nunca
por nadie, al menos mientras ella estuviera viva.
VII
Marco caminaba disfrutando del entorno. La belleza de esa
especial naturaleza que rodeaba los edificios interminables era
realmente sobrecogedora, haciendo que cualquier alma que
deambulara por el lugar sin nada que hacer tuviera que
detenerse a admirar todos los detalles del lugar. Ahora Marco
estaba contemplando una especie de delgada catarata que
parecía caer de la nada, y cuyas aguas explotaban en un
ancho arcoíris que mojaba levemente a todos los que pasaban
por aquel lugar. La mente de Marco estaba perdida en la nada
cuando de pronto sintió una presencia que le era familiar.
—Marco, acompáñame por favor—dijo su guía que apareció de
la nada a su lado.
Marco inmediatamente empezó a caminar tras el guía, quien lo
llevó a otra edificación, algo más aislada que las otras, en
donde deambulaban muchas menos almas, y cuyos
semblantes parecían más serios y hasta inexpresivos; de
hecho Marco creyó ver en los rostros de dos o tres almas con
las que se cruzó una expresión de miedo que no había visto ni
siquiera en vida.
El guía se paró frente a una de las paredes transparentes; de
pronto ella se abrió dejando ver un espacio sin pantalla donde
había algo como una mesa con cuatro asientos, dos de los
cuales estaban ocupados por dos presencias que emanaban
una energía que de inmediato incomodó a Marco y que casi lo
hicieron pensar en huir del lugar, con rostros inexpresivos y
mirada perdida en la nada.
—Siéntate Marco—dijo en tono de orden el guía, siendo
obedecido de inmediato.
Marco miró los rostros de quienes ocupaban los dos asientos.
En ese instante el guía se sentó a su lado y sin mirarlos
empezó a hablar.
—Marco, me reuní con mis maestros para exponerles tu caso.
Ellos deliberaron y tomamos una decisión. Lo que decidimos es
algo controversial y poco utilizado, por lo que todo lo que
hablemos será escuchado por los testigos presentes en la sala.
Por favor, piensa con mucho cuidado cada palabra que digas,
los testigos no olvidan ni mienten—dijo el guía con un tono de
voz que asustó a Marco.
Marco estaba paralizado, la advertencia de su guía había sido
totalmente explícita, y por las expresiones faciales de los
testigos estaba claro que lo dicho por el guía era real.
—El proceso normal evolutivo de cualquier alma implica que
luego de su muerte dicha alma junto a un guía analicen el
estado del plan de cada historia de vida y determinen una
reencarnación en un período de tiempo suficiente para que esa
alma se adapte a la nueva realidad que va a empezar a vivir.
Ese proceso se lleva a cabo en un feto, en el cual el alma
empieza a entrar y salir para acostumbrarse, hasta el
momento del parto en que se encarna definitivamente y olvida
todo lo que le pasó hasta antes de ese instante. Bueno, luego
de ello siguen varios procesos adaptativos hasta cerca de los
tres o cuatro años, que es la edad desde la cual el alma
encarnada tiene conciencia de su realidad.
Marco escuchaba en silencio, y de reojo miraba a los testigos,
quienes permanecían incólumes.
—En este caso puntual, en que es imprescindible que
recuperes tu realidad física de adulto—dijo el guía, mientras
uno de los testigos miraba algo incómodo a Marco—, lo que
haremos es muy diferente. Se han sondeado almas que están
cercanas a morir, se ha tomado contacto con ellas en sueños y
con una de ellas se llegó a una suerte de acuerdo. El acuerdo
consiste en que, a cambio de ciertas dispensas que no viene al
cabo detallar, esa alma saldrá de su cuerpo varios meses
antes de su muerte natural, para dejar ese cuerpo a
disposición de tu alma para que encarnes en él, y te hagas
cargo de terminar lo que empezaste.
Marco estaba tieso. Lo que le había dicho el guía sonaba lógico
en ese plano, pero revestía demasiadas dudas para él y lo que
tenía que volver a hacer. En ese instante ambos testigos se
enderezaron en sus asientos y dirigieron sus miradas a Marco,
a sabiendas que empezaría luego a aclarar sus dudas.
—Disculpe, esto es demasiada información para mi, ¿cómo se
supone que se haga ese traspaso de almas o del cuerpo?—
preguntó Marco a su guía.
—Eso es algo que no haremos tú ni yo. El proceso es
complicado pero no depende de ti ni de mi.
—Y una vez que yo haya encarnado en ese cuerpo, ¿cómo
haré para volver a mi casa y a mi vida?
—Eso es responsabilidad tuya—dijo el guía, mientras los
testigos dirigían su mirada hacia él—. Nuestro trabajo es
conseguirte un cuerpo y encarnar tu alma en él, de ahí en más
lo que hagas depende exclusivamente de ti.
—¿Y dónde encarnaré, cerca de mi casa, en mi país, al otro
lado del mundo?
—Eso lo sabremos cuando tengas que encarnar, ni antes ni
después.
Marco estaba desconcertado, no sabía qué hacer con esa
información en esos momentos.
—Y cuando encarne, ¿olvidaré todo esto como si fuera un
bebé?
—Buena pregunta Marco—dijo el guía—. Cuando encarnes no
olvidarás nada. Tú te harás responsable de guardar la
información de lo que viste acá. Debes recordar que aún no
has sido juzgado, por ende lo que hagas o dejes de hacer en
esta encarnación también se sumará a tu juicio.
—¿Cuánto tiempo de vida tendré?—preguntó preocupado
Marco.
—Aún no sabemos qué cuerpo te consiguieron, así que
sabremos esa información cuando encarnes—respondió el
guía.
—O sea que cuando encarne sabré si será en hombre o en
mujer, en viejo o en joven
—Lo único que se me informó es que, para evitar conflictos, te
consiguieron el cuerpo de un hombre adulto. Así no habrá que
perder tiempo en un proceso lento y difícil que sería adecuar
tu alma a un cuerpo femenino, y tendrás la libertad de
decisión y de movimiento de cualquier adulto.
Marco guardó silencio. Dentro de todo lo complejo que
significaba lo que le estaban informando, se sentía conforme
pues lo planificado sonaba bastante lógico, al menos para su
mente.
—¿Cuándo se hará la… encarnación?—preguntó Marco.
—Cuando el alma esté lista para salir, y para cuando su guía
esté listo para recibirlo. Eso se te comunicará en su momento.
¿Tienes alguna pregunta más, Marco?
—No por ahora, necesito pensar…
—Ahora es el único momento que tendrás para aclarar tus
dudas—replicó con algo de vehemencia el guía—. No podemos
reunirte con testigos cada vez que se te ocurra alguna
pregunta más. Te vuelvo a preguntar, ¿tienes alguna pregunta
más, Marco?
—No señor, no tengo más preguntas.
—Te vuelvo a preguntar, ¿tienes alguna pregunta más, Marco?
—No, no tengo más preguntas—respondió confundido Marco.
El guía entonces miró a los testigos y se puso de pie. Ellos
hicieron lo mismo, y las tres presencias se despidieron
haciendo una leve venia, luego de lo cual los testigos se
desmaterializaron.
—Salgamos de aquí—dijo el guía.
—Disculpe, ¿por qué me preguntó tres veces si tenía alguna
pregunta?
—Matemáticas—respondió el guía mientras salía del lugar y la
puerta se cerraba y volvía a recuperar su transparencia de
siempre—. Todo acá se pregunta tres veces, porque eso da el
tiempo de arrepentirse tres veces. Si a la tercera vez
mantienes tu respuesta, esa será la respuesta que quedará
para la eternidad.
—Tengo un par de preguntas más que no tienen que ver con
lo de la encarnación.
—Dime Marco.
—¿Cuánto tiempo llevo acá?
—Acá no existe la medición del tiempo, las cosas pasan sin
que sea necesario medirlo. Todo sucede cuando debe suceder,
ni antes ni después.
—¿Y cuánto tiempo habrá pasado en la tierra cuando encarne?
—Eso lo sabrás cuando encarnes, no ahora.
—Ah… bueno, lo último, desde que estoy acá no he sentido
hambre ni sueño, ni me han dado ganas de ir al baño, ¿por
qué?
—Porque para tener hambre, sueño, y desechos en tu cuerpo,
primero tienes que tener un cuerpo. Recuerda que aunque no
creas en la existencia del alma, eres una sin cuerpo
actualmente.
—Muchas gracias señor.
—Por nada. Ahora siéntete libre de recorrer el lugar, cuando
llegue el momento te buscaré y te explicaré los pasos a seguir
para que encarnes y completes lo que empezaste.
Marco quedó nuevamente solo, luego que el guía se
desvaneciera. En ese instante no le quedaba más que seguir
maravillándose del lugar en el que estaba, hasta que el guía
se materializara a su lado y empezara el siguiente paso en el
extraño proceso que estaba viviendo y que aún no era capaz
de entender del todo.
VIII
Marco estaba preocupado. Según su percepción había pasado
el doble del tiempo desde que había llegado a ese lugar hasta
la última vez que había visto a su guía, y no había tenido
noticia alguna de él. De todos modos a cada instante
descubría distintas maravillas en el lugar, cosas que ni siquiera
hubiera sido capaz de creer que podían existir ni en su
imaginación aparecían a cada rato frente a sus ojos. En ese
instante Marco estaba sentado en la ribera de un riachuelo
color turquesa, donde nadaban peces de colores
inimaginables. De un momento a otro Marco sintió la misma
sensación de siempre cuando aparecía su guía, quien en ese
segundo se materializó a su lado.
—Hola Marco, vamos, llegó el momento.
Marco se puso raudo de pie y empezó a caminar detrás del
guía, quien lo esperó para ponerse a su lado.
—Marco, me avisaron que el alma está lista para abandonar su
cuerpo hoy. El maestro encargado del proceso está listo, y el
guía del alma que te dará el cuerpo también. Ahora vienen dos
procesos incómodos: uno será volver al plano físico, que no es
tan agradable como pasar desde el físico al superior. El otro
será el proceso que hará el maestro para soltar el alma del
cuerpo y fusionar tu alma a dicho cuerpo. Como esto no es
algo que se haga regularmente, no sé si te provocará algún
dolor o no; si así fuera, simplemente deberás aguantar porque
el maestro no se detendrá hasta que termine su labor.
Marco se puso un poco nervioso. Mientras el guía hablaba,
ambos se acercaban a una zona que se veía borrosa y
descolorida, lo que terminó por asustar aún más a Marco. En
ese instante no tenía recuerdos del momento en que había
llegado a ese sitio, por lo que no sabía si se veía así cuando
llegó. De pronto el guía se detuvo y tomó la mano de Marco.
—Marco, vamos a pasar de este plano superior al físico. No
importa lo que escuches o lo que veas, por ningún motivo te
sueltes de mi mano, yo haré todo lo que esté a mi alcance
para no soltar la tuya. Vamos.
El guía se paró en el límite borroso del lugar, y tal como en las
edificaciones de cristal la pared se abrió, dejando ver una
negrura que parecía absorber toda la luz posible. El guía de
inmediato dio el paso y Marco se sintió flotando en la nada
rodeado de una oscuridad imposible de pensar. De pronto
millones de voces quejumbrosas llenaron el ambiente con sus
lamentos; al mismo tiempo cientos de manos intentaban asir a
Marco, quien apretaba con fuerza la mano del guía mientras
éste hacía lo mismo con su mano. Hubo un momento en que
los quejidos y los agarrones hicieron colapsar la mente de
Marco, quien llegó a pensar en dejarse llevar por todo ese
sufrimiento y quedarse en ese lugar; sin embargo en ese
momento la fuerza de la presión de la mano de su guía lo hizo
reaccionar, hasta que de pronto un punto de luz se dejó ver en
la oscuridad, el cual empezó a crecer cada vez más, hasta
convertirse en una suerte de puerta por la que entraron Marco
y su guía.
Marco y su guía estaban en una amplia e iluminada habitación
de paredes descuidadas pero limpias. Al medio de la
habitación había una cama, y sobre ella yacía durmiendo un
hombre mayor, bastante delgado.
—Ese es el cuerpo en el que encarnarás—dijo de pronto el guía
—. Es un hombre quince años mayor a la edad que tenías
cuando falleciste. Es viudo, sin hijos ni familia, por lo que no le
debe explicaciones a nadie. Tiene cáncer de pulmón por el
tabaco. A su cuerpo le quedan seis meses de existencia; su
esposa murió hace tres meses lo que lo hizo caer en una
depresión de la que no ha podido salir, lo que lo llevó a
planificar su suicidio. En ese contexto fue contactado, y acordó
dejarte su cuerpo. Él usó parte de su tiempo para vender
algunos bienes físicos y dejar dinero disponible para que lo
uses en el traslado a tu país de origen…
—Espere, ¿no estamos en Chile? ¿Dónde estamos entonces?—
preguntó preocupado Marco, pensando en cuánto se
demoraría en volver a su país.
—En Argentina—respondió el guía, lo que dejó más tranquilo a
Marco—. Ahora esperaremos a que llegue el guía del dador del
cuerpo, y el maestro a cargo del proceso. Hay un detalle
importante, el guía me dijo que prefiere que no interactúes
con el alma del dador del cuerpo, no quiere que nada
contamine su paso al otro nivel de conciencia.
—Está bien, no tengo problemas con no hablarle—dijo Marco.
—Otro detalle importante es que, sin importar lo que veas que
haga el maestro, no lo puedes interrumpir. Si lo llegas a
desconcentrar no sabemos qué podría pasar.
—Está bien.
—Cuidado Marco—repitió el guía—. Este proceso es muy poco
frecuente de hacer, y no está exento de riesgos. Cuando te
digo que no sabemos qué podría pasar es así, en nuestro
plano superior no sabemos qué podría pasar si el maestro se
llega a desconcentrar, así que por favor mantente lo más
callado e inmóvil que puedas.
—No se preocupe señor, el maestro no notará mi presencia.
Marco y el guía quedaron en silencio mirando al hombre
dormir. Se sentía extraño para Marco estar de nuevo en el
plano físico, que se veía completamente descolorido y apagado
respecto del plano en que se encontraba. En algún momento
llegó a pensar que había cometido un error al pedir volver,
pero al recordar lo que le quedaba por hacer entendía que la
decisión que tomó era la única que podía tomar.
Marco estaba mirando ensimismado un reloj de pared que
había frente a él. Después de no sabía ya cuánto tiempo podía
ver cómo dicho tiempo se movía en unidades terrestres. Su
guía lo miró y guardó silencio. De pronto y de la nada una
sensación extraña recorrió el alma de Marco; en ese instante
una nueva presencia apareció en el lugar, saludándose con
una venia con su guía y sin mirarlo a él. Marco supuso que era
el guía del alma que estaba por abandonar el cuerpo, pues su
vestimenta y su postura era idéntica a la de su guía.
De pronto se escuchó un crujido en la cama. El hombre
parecía estar despertando, pero sólo cambió su postura para
dormir, quedando boca abajo. Su guía lo miró, levantó una
mano y automáticamente el cuerpo volvió a su postura inicial,
de espaldas.
Cinco minutos terrestres más tarde el ambiente en que se
encontraban las tres presencias empezó a vibrar
incontrolablemente. Marco creyó que estaba temblando, pero
una mirada de su guía lo calmó. En ese instante una presencia
extremadamente poderosa se hizo presente en el lugar; en
cuanto llegó vio que todo el entorno vibraba, por lo que
levantó un par de centímetros la cabeza y todo volvió al
estado de reposo previo. La entidad era levemente más alta
que ambos guías, quienes al verlo aparecer agacharon sus
cabezas en una notoria venia que fue respondida por la
presencia. A diferencia de los guías, la entidad usaba una
tenida larga con una capucha que llevaba puesta, por lo que
su rostro era invisible para Marco.
El maestro miró a ambos guías. El guía del dador del cuerpo
se acercó al hombre que dormía y lo tocó suavemente: en ese
instante el alma se separó del cuerpo algunos centímetros,
pero a diferencia de Marco y de las otras entidades, su imagen
era transparente. En ese momento el maestro se acercó a la
cabeza del dador del cuerpo, colocó sus manos sobre ella y
empezó a recitar algo en una lengua desconocida y en un tono
apenas audible para todas las entidades. En la medida que el
maestro seguía recitando, el alma separada del cuerpo
empezaba a hacerse cada vez más concreta para el plano de
las entidades; cuando el maestro paró de recitar, el alma se
había separado completamente del cuerpo, y aparecía de pie
al lado de su guía.
Marco miraba sorprendido la escena, había visto por primera
vez en su vida un alma separándose de su cuerpo, lo que le
demostraba que su creencia estaba errada. Marco luego miró
el cuerpo, y vio que parecía no respirar; cuando pensaba en
preguntar qué había pasado su guía lo miró y una voz se hizo
presente en su cabeza.
—No digas nada Marco, puedes desconcentrar al maestro.
—¿Qué pasa con el cuerpo?—pensó Marco, esperando que su
guía pudiera escuchar sus pensamientos.
—Nada, está en un estado intermedio premortem,
técnicamente podríamos decir que no está vivo ni muerto.
Ahora prepárate, el maestro ahora se encargará de fijar tu
alma al cuerpo en la cama.
Marco se puso nervioso, tenía miedo que algo saliera mal y
que más de alguien saliera lastimado.
—¿Nos volveremos a ver?—pensó Marco.
—Ahora nos dejaremos de ver, cuando se acabe el plazo de
este cuerpo, veremos.
El maestro se acercó a Marco, colocando sus manos sobre su
cabeza, haciendo que de inmediato perdiera control sobre el
movimiento de su alma. Sin que Marco pudiera hacer nada, su
alma fue colocada en posición horizontal y fue movida para
quedar sobre el cuerpo. El maestro recitaba concentrado
mientras Marco temblaba inmóvil en el aire; de pronto la
letanía que pronunciaba el maestro cambió de ritmo, y en ese
instante el alma de Marco empezó a bajar para quedar justo
en la posición del cuerpo, pero aún era independiente del
continente. De pronto Marco vio cómo el maestro empezaba a
mover sus manos lenta y armoniosamente; al momento la
vista de Marco se fue a negro, como cuando estaba pasando
con su guía del plano superior al plano físico: pasados un par
de eternos minutos el alma de Marco sintió una especie de
corriente eléctrica que la recorría de pies a cabeza, para luego
quedar profundamente dormido.
IX
Marco despertó a la mañana siguiente con ganas de orinar, ya
no recordaba cuánto tiempo había pasado desde la última vez
que necesitó dormir e ir al baño. Al levantarse miró su pijama:
chaqueta y pantalón de franela a cuadros blancos y negros. A
medio camino del baño había un espejo donde se miró por
primera vez: era más alto y delgado que en su vida anterior,
su cara era de rasgos duros y también enflaquecida. Al
caminar notó que le costaba respirar, como era de esperar
para alguien con cáncer de pulmón y seis meses de
expectativa de vida.
Luego de orinar se devolvió al dormitorio a buscar ropa para
bañarse, vestirse, averiguar un poco acerca de su nuevo
cuerpo y decidir qué pasos seguir para intentar retomar su
vida. Al tomar el pantalón de uno de sus bolsillos cayó una
billetera, la cual abrió e inspeccionó: en ella había una
identificación con su foto, donde decía que se llamaba Alfonso
Fuentes García, que tenía sesenta años, justo quince más que
la edad que él tenía al morir, y que tenía registrada como
profesión mecánico automotriz. Además había en la billetera
un papel que decía “enciende el computador, ahí está toda la
información” y una fecha que le parecía ridícula.
Luego de bañarse y vestirse le dio hambre, por lo que fue a la
cocina y se preparó una taza de café cargado y un sándwich
de queso. Al terminar volvió al dormitorio satisfecho, se dirigió
al escritorio donde estaba el computador y lo encendió: una
vez que estuvo encendido y conectado a internet revisó la
fecha, y no dio crédito a lo que veían sus ojos. De inmediato
se conectó a internet y buscó la fecha.
—¡Un año! Dios mío, no puede ser…
Había pasado un año desde la fecha de su muerte. A esas
alturas su hijo ya tendría tres años, y su esposa ya llevaba un
año de viuda, el mundo había avanzado un año y él no lo
había notado en el plano en que estuvo. De inmediato buscó
en el escritorio hasta que encontró un archivo de texto titulado
“Léeme” y la fecha de ese día. Al abrirlo y luego de leer la
presentación del dueño del cuerpo donde le contaba detalles
importantes para reconocer a sus conocidos, venía la ubicación
en una muralla de una caja fuerte y una clave: ahí habría el
dinero suficiente para poder viajar a Chile a hacer “lo que sea
que vayas a hacer con mi cuerpo”. En ese instante Marco se
detuvo: recién estaba empezando a entender el peso de lo que
le estaba sucediendo. Había muerto un año atrás, y en un año
logró que le consiguieran un cuerpo para volver a la vida y
terminar lo que él creía que era su misión de vida. Marco se
miraba en el reflejo en la pantalla del computador y veía a
Alfonso, un argentino desconocido que no quería seguir
viviendo y que le había heredado su cuerpo por los seis meses
que le quedaban. Seis meses tenía para viajar a Chile e
intentar retomar todo desde donde había quedado un año
atrás: ¿y si no lo lograba, y si no era capaz de convencer a su
entorno de que ese cuerpo viejo era el mismo que había
muerto un año atrás con quince años menos? Las dudas
empezaron a acosar a Marco; sin embargo el tiempo que tenía
era demasiado corto para detenerse a pensar tanto, lo mejor
que podía hacer era empezar a planificar sus próximos seis
meses lo antes posible.
Cerca de las nueve de la noche ya tenía medianamente bien
planificado lo que iba a hacer. Había revisado la caja fuerte y
la cantidad de dinero que había ahí era suficiente como para
subsistir dos o tres meses como turista en Chile. Ese día
también lo aprovechó para salir a probar el auto que había en
la casa; si bien es cierto como Marco manejaba bastante bien,
ahora como Alfonso tenía muchas más habilidades por su labor
como mecánico. Esa tarde abrió el motor del vehículo y al
revisar el trabajo que le había hecho, decidió que era una
buena alternativa para ahorrar algo de dinero viajar en ese
auto a Chile; inclusive por el buen trabajo que tenía existía la
posibilidad de poder venderlo a algún coleccionista o a otro
mecánico para obtener más dinero y asegurarse más tiempo
de mantención, si es que no lograba retomar su vida. Había
llegado la hora de comer algo y acostarse, estaba demasiado
cansado y con una seria dificultad para respirar; en esos
momentos Marco esperaba que el pronóstico de seis meses de
vida del cuerpo fuera cierto, y rogaba por que no lo quedara
un mes de vida normal y meses de agonía.
A la mañana siguiente Marco se levantó nuevamente cansado
y con dificultad para respirar. Esa mañana buscaría un mapa
que le permitiera planificar la ruta, guiándose por
instrucciones de internet a ver si con eso lograba llegar en un
plazo prudente a Chile. Aún no sabía en qué provincia estaba
viviendo, por lo que tendría que investigar bastante a ver si le
convenía hacer el viaje en auto o no. Justo después de
desayunar tocaron la puerta; al abrirla Marco reconoció a uno
de los amigos de Alfonso según las descripciones que había
dejado en el archivo. Con él compartió el resto de la mañana
fumando y bebiendo cervezas; a mediodía el hombre se fue,
dejando a Marco más ahogado que de costumbre. Luego de
almorzar Marco se dirigió al computador para empezar a
planificar el viaje a Chile; al descubrir que el viaje demoraría
más de catorce horas empezó a pensar si sus pulmones
aguantarían en el estado en que se encontraban, pensando
además en que debía atravesar la cordillera de Los Andes. Sin
embargo el tener la posibilidad de ahorrar el dinero del pasaje
y de poder vender el vehículo para obtener más recursos para
su mantención le hicieron decidir hacer el viaje en auto, pese a
todos los riesgos. Probablemente debería descansar en el viaje
en algunos tramos, lo que demoraría su trayecto; de todos
modos si lograba salir de madrugada podría ganar horas de
luz para hacer su viaje. Ya no había que darle más vueltas al
asunto, partiría a la mañana siguiente de madrugada a
reencontrase con su destino, o al menos a intentarlo.
X
Marco llegó a Santiago manejando cerca de las diez de la
noche; había partido el mismo día cerca de las seis de la
mañana, y pese a que el clima estaba excelente, el cansancio
lo obligó a detenerse varias veces y por períodos moderados
de tiempo para seguir manejando seguro. Al llegar a la capital
se dirigió de inmediato a un hostal donde había hecho la
reserva de una habitación; esa noche dejaría el vehículo
estacionado en la calle, y sólo si llegara a haber problemas de
seguridad buscaría al día siguiente dónde guardarlo. El
cansancio y la tos apenas lo dejaron hablar al llegar al hostal,
dejando preocupada a la recepcionista quien le preguntó en
más de una ocasión si estaba bien. Marco sólo quería ir luego
a la habitación, ducharse y acostarse a dormir; dejaría para la
mañana siguiente la comida, pues podía más el cansancio que
el hambre.
A la mañana siguiente Marco despertó hambriento. Luego de
ducharse bajó al comedor a buscar el desayuno. En esos
instantes agradecía que la dueña fuera una señora añosa,
pues ella al verlo de inmediato le sirvió un suculento desayuno
para que repusiera fuerzas y tuviera ánimo para el día. La
señora se dedicó a conversar animadamente con Marco, quien
aún no se acostumbraba a hablar con acento argentino, y le
costaba reconocer la voz rasposa que salía de su cuerpo.
Después del eterno desayuno y la sobremesa llegó la hora de
almuerzo. Marco apenas había terminado de reposar el
desayuno cuando la dueña le trajo un almuerzo con entrada,
plato de fondo, ensalada y postre, asegurando al menos dos o
tres horas más de comida y conversación. La señora se veía
radiante conversando con Marco, quien respondía todas y cada
una de las preguntas de la dueña del hostal. De pronto Marco
cayó en cuenta que todo lo que estaba respondiendo era
acerca de Marco y no de Alfonso, por lo que empezó a poner
cuidado para que sus respuestas no lo metieran en problemas
más adelante; de todos modos ello enlenteció bastante la
conversación, pues Marco tenía que recordar lo poco que había
alcanzado a memorizar acerca de Alfonso, y lo casi nada que
sabía del lugar de origen del dueño del cuerpo que él usaba en
esos momentos. Así, tres horas y media después del almuerzo
recién Marco pudo levantarse de la mesa, antes que la dueña
lo atrapara con la hora de once.
Marco salió a caminar después de la sobremesa. Lo primero
que hizo fue revisar que el auto estuviera en el lugar en que lo
había dejado y que no le faltara la radio o algún espejo; una
vez se cercioró que todo estaba en su lugar decidió salir a
recorrer el barrio en que estaba el hostal. A tres cuadras del
lugar encontró un local de conexión a internet; dado que el
hostal no estaba muy cerca de donde vivía o trabajaba en su
vida anterior, tuvo que conectarse para encontrar un mapa
que le enseñara cuál era la mejor ruta para dar su siguiente
paso: contactar a Marta, su viuda, e intentar convencerla de la
extraña historia que le iba a contar. Sabía que eso iba a ser lo
más complicado de todo, pero si tenía suerte en eso podría
cumplir aquello por lo cual se había encarnado.
Extrañamente ese día Marco se había sentido mucho menos
cansado que los días anteriores. Al parecer en Argentina su
régimen se componía de cerveza, tabaco y comida rápida, lo
cual estaba acelerando su deterioro. Ahora que había comido
alimentos en preparaciones caseras y abundantes, se sentía
bastante más recuperado. Él sabía sin embargo que ello no
alargaría el período de seis meses que tenía ese cuerpo, pero
al menos haría su existencia bastante más llevadera. Lo mejor
que podía hacer ese día era volver al hostal a tomar once y
cenar con la dueña de casa, y dejar para el siguiente día el
reencuentro con su viuda y el esfuerzo por convencerla de
quién era él. Marco entonces apagó el computador, pagó el
tiempo que lo había usado y enfiló sus pasos al hostal, para
preocuparse por lo que quedaba del día del cuerpo que estaba
usando, y darle a la dueña del lugar la conversación y
compañía que se merecía a cambio de la abundante y
riquísima comida con que lo estaba halagando.
XI
Marta Olivares venía saliendo del trabajo. Había sido una
jornada pesada como todos los días desde ya hacía un año,
cuando había enviudado y tenido que hacerse cargo de los
gastos de la casa ella sola. Su marido no tenía seguros ni
ahorros, por lo que ella debió costear el funeral y la tumba, y
luego de las vacaciones que pidió para tratar de vivir su duelo
volvió a una realidad complicada económicamente. De partida
debió despedir a la señora que cuidaba a su hijo y dejarla a
cargo de su madre, mujer mayor de poca paciencia, que no
sabía cuánto tiempo podría seguir aguantando a un pequeño
de tres años curioso, movedizo y lleno de vida. Luego debió
contraer sus gastos al mínimo para lograr que con sueldo les
alcanzara para vivir; al poco tiempo debió empezar a hacer
horas extras para tener algo más de dinero y no llegar a final
de mes tan apretada. En más de alguna ocasión su madre
deslizó la posibilidad de arrendar alguna pieza de la casa a
algún estudiante universitario para tener mayores entradas,
pero Marta no quería sacrificar su espacio por algo más de
dinero; además, si ya su madre no dejaba de molestarla con
abrir el subterráneo, no creía poder soportar a algún extraño
preguntando acerca de lo mismo. Marta había trabajado dos
horas más ese día, y lo único que quería era volver a su hogar
A la salida del trabajo Marta se dirigió rauda al paradero de
buses. De pronto alguien se cruzó en su camino, y le dirigió la
palabra.
—¿La señora Marta Olivares? Buenas tardes señora, mi
nombre es Alfonso Fuentes. Necesito saber si tiene algunos
minutos para conversar conmigo.
El hombre que le bloqueaba el paso era muy alto, delgado,
casi enjuto, de facciones duras, pelo canoso, voz rasposa y
acento argentino.
—Disculpe, no lo conozco, ¿de dónde sabe mi nombre?—
preguntó la mujer mientras sujetaba firmemente su cartera.
—Es una historia algo larga señora, por eso le pedí algo de su
tiempo para conversar con usted.
—No, no tengo tiempo ahora—dijo la mujer, escueta.
—Está bien señora, disculpe la molestia. ¿Usted cree que
mañana sí pueda dedicarme algunos minutos? De verdad
necesito conversar con usted imperiosamente.
La mujer estaba sorprendida, nunca había visto a ese hombre,
de hecho no tenía conocidos argentinos, sin embargo algo
dentro de ella le decía que hablara con él.
—Veré qué puedo hacer… venga mañana a esta hora, y
veremos si podemos conversar.
El hombre se despidió cortésmente y le agradeció la
posibilidad de hablar, prometiendo volver al otro día. Antes
que la mujer tomara su bus el hombre subió a un auto
bastante vistoso y desapareció sin dejar rastros, mientras la
mujer pensaba en qué querría decirle ese desconocido. La
mujer hizo su viaje fijándose en que no apareciera el auto
cerca del bus; al bajar en el paradero caminó lo más rápido
que pudo mirando a todos lados para asegurarse que el
hombre no la hubiera seguido. Sólo después de entrar a su
casa y cerrar la puerta con llave se tranquilizó un poco.
—Hola mamá, ¿cómo estás?—preguntó la mujer mientras
tomaba en brazos a su hijo.
—Bien Martita, el Ivancito estuvo super tranquilo hoy, así que
el día estuvo mucho mejor que el de ayer.
—Oye mamá, necesito que mañana te quedes una media hora
más, tengo que reunirme con alguien a la salida del trabajo—
dijo la mujer casi automáticamente.
—Bueno hija… ¿con quién te vas a juntar, si se puede saber?—
preguntó suspicaz su madre.
—Con un conocido que no veo hace un tiempo—respondió la
mujer, nuevamente casi sin pensar.
Luego de un rato de conversar con su hija, la madre de Marta
se fue a su casa, dejando a la mujer sola con su hijo de tres
años. Mientras ella abrazaba y jugaba con el pequeño,
pensaba en lo rápido que accedió a conversar con el
desconocido; sin darle más vueltas al asunto decidió acostar a
su pequeño, cenar e irse a dormir, la jornada laboral sería tan
pesada como las otras, así que debería recuperar fuerzas lo
más rápido posible.
Marco estaba en el hostal cenando. Mientras la dueña le daba
más comida que al resto de los pasajeros y le conversaba
animadamente, el alma en el cuerpo de Alfonso Fuentes
trataba de tranquilizarse luego de haber visto a su viuda. La
mujer estaba más canosa y delgada que la última vez que la
vio, y su rostro estaba enmarcado por el cansancio del primer
año viviendo sola con su hijo. Las ganas de abrazarla se le
habían hecho incontrolables, y por ello fue que en cuanto se
despidió de ella subió al auto y enfiló hacia el hostal sin mirar
atrás. La decisión de Marta de no hablar ese día le había dado
tiempo a Marco para decantar un poco sus sentimientos, y
permitirle llegar más enfocado y concentrado al día siguiente
para poder contarle a quien fuera su mujer la realidad que él
estaba viviendo, a ver si ella era capaz de creerle y de aceptar
que pudiera entrar a su viejo hogar a retomar lo que había
dejado pendiente.
XII
Marta Olivares iba saliendo agotada de otra jornada laboral. La
cantidad de trabajo que había hecho ese día era enorme, y su
cuerpo ya no daba para más. Lo único que esperaba era tomar
luego el bus para irse a casa, poder estar con su madre y su
hijo y olvidarse al menos por algunas horas de su desgastador
trabajo. Cuando llegó a la recepción del edificio vio fuera de la
mampara al hombre viejo de acento argentino que le había
pedido hablar la tarde anterior; de solo pensar que perdería
media hora hablando quién sabe de qué con ese desconocido
se le hacía terrible y más interminable la jornada que aún no
podía terminar. Antes de salir del edificio se arregló un poco el
pelo e intentó esbozar una sonrisa.
—Buenas tardes señora Marta, ¿se acuerda de mí?—dijo el
hombre acercándose a ella en cuanto salió de la mampara.
—Buenas tardes don… ¿Alfonso?—saludó la mujer.
—Sí, Alfonso—dijo Marco mordiéndose la lengua—. Cuénteme,
¿hay alguna posibilidad que conversemos hoy?
—Sí, tengo media hora—dijo Marta.
—Bueno, acá a media cuadra hay un café bastante agradable,
si quiere podemos conversar ahí.
Marta miró sorprendida al hombre: el café al que la estaba
invitando era justo aquel al que su difunto esposo la invitaba
en algunas ocasiones cuando la iba a buscar al trabajo, y la
frase que utilizó era la misma que usaba su esposo para
invitarla. Luego de aceptar caminaron media cuadra y
entraron al café; el hombre de inmediato le corrió la silla de
una mesa para que ella se sentara. La mesa elegida por el
hombre era la misma que le gustaba a su esposo; sin dar
tiempo a que les trajeran la carta, el hombre pidió dos cafés,
los mismos que ordenaba siempre su esposo. Marta estaba
sorprendida y confundida, y no lograba entender tantas
casualidades juntas.
—Bien don Alfonso, cuénteme qué necesita hablar conmigo—
dijo Marta.
—Antes que todo, y aunque le parezca rara o tonta la
pregunta necesito saber qué opina usted acerca de la
reencarnación.
—Disculpe, ¿pidió hablar conmigo para hablar de mi religión o
mis creencias?
—No Marta, es sólo una pregunta necesaria para lo que
tenemos que conversar.
—No creo en la reencarnación, creo que la vida es una…
—Y que una vez que morimos nos vamos al más allá sin vuelta
atrás—interrumpió Alfonso, completando de manera perfecta
la frase que estaba por decir Marta, y que era lo que siempre
le contestaba a Marco cuando éste la interrogaba sobre el
teme. La mujer quedó sorprendida mirando a su interlocutor.
—¿Esto es una especie de truco de magia, sabe leer la mente…
cómo supo lo que iba a decir?
—Marta, su marido se llamaba Marco Saldías. Él murió hace un
año en su lugar de trabajo de un infarto masivo. Ustedes
tienen un hijo que se llama Iván Saldías Olivares, que ya
cumplió tres años…
—Deténgase un momento, ¡cómo es que usted averiguó todo
eso acerca de mi vida? ¿Cuál es la idea, chantajearme acaso?
—No hay nada en su vida con lo que yo pueda chantajearla
señora Marta.
—¿Entonces qué significa esto?—preguntó Marta enrabiada.
—Señora Marta, lo que le voy a contar ahora es muy difícil de
creer, de hecho si yo estuviera en su lugar no me creería—dijo
Alfonso mirando al piso—. Cuando Marco murió fue ayudado
por un guía del más allá a pasar a un lugar que podríamos
definir como la antesala del cielo. En ese lugar se juzgan las
almas respecto de lo que hayan hecho en su vida anterior, y
se planifica la siguiente reencarnación.
—Yo no creo en eso—interrumpió Marta.
—Lo sé señora Marta, su esposo de hecho ni siquiera creía en
la existencia del alma—dijo Alfonso, sorprendiendo
nuevamente a la mujer—. Entiendo que cuesta creer de
buenas a primeras en algo que nunca ha creído, pero necesito
que termine de escucharme.
Marta estaba demasiado confundida, pero prefirió guardar
silencio en espera del resto de la historia que Alfonso le tenía
que contar.
—Cuando Marco llegó a este lugar de paso, habló con el guía
para explicarle que no podía morir porque le quedaban
muchas cosas pendientes por hacer. El guía lo escuchó, habló
con sus jefes, y le consiguieron algo complicado para hacer,
inclusive a ese nivel. Ellos consiguieron el cuerpo de alguien a
quien le quedaban seis meses de vida y que ya no quería
seguir viviendo, para que el alma de Marco usara ese cuerpo y
volviera a la Tierra a terminar lo que había dejado pendiente.
Marta estaba pegada al asiento: Su café se enfriaba mientras
la mujer miraba fijamente a ese hombre mayor que le contaba
una historia inverosímil.
—Y supongo que usted es Marco reencarnado—dijo Marta.
—Cuando me avisaron que el cuerpo estaba listo viajamos a
esta realidad. El alma de Alfonso dejó el cuerpo y alguien unió
mi alma a este cuerpo. Alfonso había dejado dinero en una
caja fuerte para que yo lo pudiera usar y viajar a Chile. Ahora
me estoy quedando en un hostal, para poder tener dónde
quedarme mientras hablaba contigo para explicarte esta
locura—dijo Marco.
—¿Y usted espera que yo crea que usted es Marco
reencarnado? ¿Me cree estúpida acaso? ¿Cree que con esa
historia me iba a enternecer y a abrirle las puertas de mi casa
y de mi vida?—dijo Marta sollozando.
—Por eso le dije que si yo estuviera en su lugar no lo creería—
dijo Marco volviendo al tono formal—. Sólo le pediré que
piense un poco en esto, no que decida ahora. Acá hay un
número de teléfono, si en algún instante lo desea me puede
llamar para seguir conversando de esto. No la apuraré ni la
acosaré, todo será cuando usted quiera y sólo si es que usted
cree.
Marco llamó a la mesera, pagó la cuenta, se despidió de Marta
no sin antes dejarle una tarjeta con un número telefónico y se
dirigió al auto para volver al hostal. Marta se quedó tiesa en la
silla pensando en la extraña conversación que había tenido; de
pronto algo pareció iluminar su rostro. La mujer sacó su
teléfono celular, buscó en la agenda hasta encontrar el
contacto que buscaba, e hizo una llamada.
—¿Aló? Sí, bien. Necesito pedirte un favor enorme.
XIII
Marco llevaba nueve días en el hostal. Hacía una semana que
había tenido la conversación con Marta, y desde ese día no
había tenido noticias de ella. Sus jornadas se estaban
haciendo interminables y monótonas, pues sólo consistían en
comer y conversar con la dueña del lugar. En algún momento
llegó a pensar que había sido una mala decisión pedir volver,
pero ya era demasiado tarde para ello. Esa mañana Marco
había salido a caminar, pues necesitaba tomar aire para poder
despejarse y ver qué iba a hacer si es que Marta no se
comunicaba con él; tenía la posibilidad de volver a Argentina,
vender el auto y quedarse en el hostal hasta que el tiempo de
su cuerpo se acabara, o intentar insistir con Marta a ver si con
un nuevo discurso lograba convencerla. Mientras divagaba su
teléfono sonó repetidas veces.
—¿Aló?
—Buenos días don Alfonso, habla Marta, ¿cómo está?
—Bien señora Marta, dígame—dijo Marco, ilusionado y
sorprendido.
—Necesito que por favor me ubique hoy a la tarde en el café,
a la misma hora del otro día.
—Ahí estaré señora Marta, muchas gracias por llamar.
Marco detuvo su marcha, y sintió cómo le volvía el alma al
cuerpo. Al menos tenía una oportunidad para intentar
convencer a Marta de quién era él, y tratar de completar lo
que había quedado pendiente en su vida. De inmediato se
dirigió al hostal para empezar a preparar el nuevo discurso con
el que intentaría convencer a Marta.
Marco llegó a la hora indicada al café, estacionó el vehículo y
entró al local. En la mesa donde se había juntado con Marta la
semana anterior estaba sentada la mujer, acompañada de un
rostro conocido.
—¿Manuel?—dijo Marco sorprendido—. Tanto tiempo sin verte,
¿cómo has estado?
—Manuel, él es el señor del que te hablé, se llama Alfonso
Fuentes, y dice llevar en su cuerpo el alma de Marco.
—Ah bien—dijo Manuel, escueto y frío—. Don Alfonso, necesito
que nos lleve a Marta y a mi en su auto al lugar donde
trabajaba Marco.
Ahora Marco comprendía todo. Marta había llamado a su jefe
para ponerlo a prueba y tratar de desenmascararlo. Sin darle
más vueltas al asunto Marco salió del café seguido de Manual
y Marta, los llevó al auto y enfiló hacia el edificio donde estaba
la oficina de corredores de propiedades. A los ocho minutos de
viaje se estacionó en el lugar; al darse vuelta vio los ojos
llorosos de Marta, quien se había emocionado al ver cómo
Alfonso había seguido el mismo camino que su difunto esposo
a su oficina. Manuel no dijo nada, sólo bajó del vehículo junto
a Marta.
—Bueno don Alfonso, usted nos guía—dijo Manuel.
Marco siguió sin decir palabra, caminó delante de Marta y
Manuel, guiándolos al ascensor del edificio. Todos entraron,
Marco apretó el botón del tercer piso, dejándolos a la entrada
del piso que ocupaba la corredora de propiedades, que a esa
hora ya estaba sin ocupantes. Sin hablar siguió su marcha
hasta la que fuera su oficina, entró en ella, encendió el
computador el cual estaba con clave; sin mirar el teclado
Marco digitó la clave accediendo al computador. Luego abrió
una carpeta, eligió en ella un archivo el cual abrió. En esos
instantes Manuel se puso pálido sin que Marta entendiera el
por qué.
—Veo que reconociste el archivo Manuel—dijo Marco mientras
Manuel miraba paralizado y Marta seguía sin entender nada—.
Dile a Marta de qué es el archivo que abrí.
—Nadie había podido descifrar la clave para acceder al
computador… y sólo tres personas sabíamos que esa era la
propiedad que Marco tenía que mostrar el… el día que falleció:
uno era yo, otra mi secretaria, y el tercero…
—Esto no puede ser verdad—dijo Marta—, usted tiene que
haber conocido a Marco de algún lado… Manuel, ¿estás seguro
que ese era el archivo?
—Marta, desde que murió Marco nadie más pudo usar el
computador, de hecho la oficina estaba en desuso, en espera
que los dueños compraran un nuevo computador—dijo Manuel
asustado—. Nadie había podido entrar al sistema así de fácil y
sí, estoy seguro, esa era la propiedad que Marco iba a visitar
ese día en la tarde.
—Veo que no hay modo de convencerla señora Marta—dijo de
pronto Marco—. Bueno, creo que no tengo nada más que
hacer aquí. Me quedaré un tiempo más en el hostal, y luego
veré si vendo el auto para tener dinero y quedarme hasta
morir acá, o vuelvo a Argentina y morir en la casa del dueño
de este cuerpo. Manuel, fue un gusto haber podido verte de
nuevo. Marta… ni siquiera puedo expresar lo feliz que me he
sentido estos tres días en que pude volver a verte, espero que
seas feliz y que puedas rehacer tu vida. Adiós a ambos.
Marco salió de la oficina y se dirigió a los ascensores,
derrotado. De pronto una mano sujetó su antebrazo.
—Espere don Alfonso… dios mío, espero no arrepentirme de
esto… Quiero que me acompañe a mi casa.
Manuel se despidió de abrazo de Marta, y apretó con fuerza la
mano de Alfonso. Marta y Alfonso bajaron en el ascensor sin
intercambiar palabras. El viejo hombre llevó a la mujer al
vehículo, ubicándola en el asiento del copiloto. Una vez que
Alfonso se sentó en el asiento del conductor, se puso el
cinturón de seguridad y encendió el vehículo, su acompañante
dijo:
—Bueno, supongo que si Marco está ahí dentro, conoce el
camino a casa.
XIV
Marco manejaba nervioso por la misma ruta que usaba en su
vida anterior. Después de un año volvería a ver su casa y a su
hijo Iván; la tensión lo iba carcomiendo metro a metro, hasta
que de pronto divisó su querido hogar.
—Necesito que me espere acá afuera, despediré a mi madre y
lo vendré a buscar—dijo Marta saliendo rauda del vehículo.
Marco se quedó sentado con el cinturón de seguridad puesto.
Por su cabeza pasaban decenas de escenas posibles con las
que se podría encontrar, desde que la madre se negara a
dejar a Marta sola, hasta que la mujer lo hubiera llevado
engañado al lugar para llamar a carabineros para que lo
arrestaran y lo sacaran de sus vidas para siempre. Diez
minutos después la reja se abrió, y la madre de Marta se fue a
su casa a ver a su marido; Marta volvió a entrar y a los tres
minutos salió a buscarlo al auto.
—Venga—dijo escueta.
Marco salió del auto y se dirigió a la reja, en cuanto entró fue
recibido por el perro de la casa, quien luego de ladrarle una
vez se acercó a él, lo olió, y empezó saltar y a lamer sus
manos casi con desesperación. Luego que el hombre lo
acariciara y lo lograra tranquilizar, entró detrás de Marta al
comedor de la casa. En uno de los sillones del living jugaba el
pequeño Iván, quien le sonrió a su madre al verla; Marco se
emocionó al ver a su hijo tan alto luego de un año sin haberlo
visto. En cuanto el pequeño notó su presencia, se acercó
curioso: de pronto y de la nada se abrazó a una de sus piernas
y empezó a repetir “papá” una y otra vez.
Marta miraba todo impactada. Si la reacción del perro había
sido sorprendente, la de su hijo había sido simplemente
inesperada. La mujer se acercó con suavidad al pequeño, lo
tomó de la cintura y logró que soltara la pierna de Alfonso; el
hombre se quedó parado en el comedor mientras la mujer
calmaba al pequeño y lo llevaba a su dormitorio para hacerlo
dormir. Sólo después de media hora Marta logró tranquilizar al
pequeño para que dejara de repetir papá y conciliara el sueño.
Cuando iba saliendo de la habitación del niño su celular
empezó a sonar.
—¿Aló Manuel?—preguntó la mujer.
—Hola Marta, si soy yo, ¿qué ha pasado hasta ahora, está
todo bien por allá?
—Todo esto es demasiado extraño Manuel. Alfonso hizo el
mismo recorrido que Marco cuando me traía del trabajo a la
casa. De hecho me dediqué a mirarlo conducir, y tiene los
mismos gestos y manías al manejar.
—¿No será que estás condicionada a encontrar similitudes
entre ambos Marta?—preguntó el jefe de su ex marido.
—No lo sé Manuel, estoy demasiado confundida, tal como
estabas tú cuando él entró a su oficina, abrió el computador y
entró al archivo aquel—respondió la mujer.
—Eso aún me tiene sorprendido Marta—dijo Manuel—. No
entiendo de qué modo este hombre conocía el recorrido, la
oficina, la clave del computador y el archivo que tenía que
abrir. Oye, ¿y no será acaso algún contacto que hizo Marco en
el subterráneo de tu casa? Tú me dijiste que nunca entraste al
lugar, y que él tenía un computador con internet, tal vez de
ahí se conocen.
—Manuel, espera, no te he contado el resto—dijo Marta en voz
baja, para no despertar a su hijo ni ser escuchada por Alfonso
—. Cuando llegamos a casa y después de despachar a mi
madre lo hice entrar. El perro le ladró una vez, lo olió y se
volvió loco lamiéndolo y haciéndole fiestas. Luego entramos a
la casa; cuando Iván lo vio se le acercó y casi de inmediato se
abrazó a su pierna y empezó a decirle papá, hasta que logré
llevarlo a su dormitorio y hacerlo dormir.
—Dicen que los niños y los animales no mienten Marta—dijo
Manuel.
—Dicen lo mismo de los borrachos, y tampoco le creo a los
borrachos—respondió Marta.
—¿Qué harás entonces?
—Creo que tengo la prueba final para saber si algo de esto es
cierto o no. Te llamo más tarde—dijo Marta, despidiéndose de
Manuel y cortando la llamada.
Marta volvió al comedor. Alfonso estaba en el mismo lugar y
en la misma posición en que lo había dejado. La mujer se
acercó a él, nerviosa.
—Sígame.
Marco siguió a Marta por el pasillo. Luego de pasar por frente
del dormitorio de ambos, la mujer se detuvo en una puerta al
final del pasillo, que estaba cerrada con un candado con clave
de cinco ruedas.
—Bien don Alfonso, si ahí dentro está Marco, creo que no
tendrá problemas en abrir este candado.
XV
Marco avanzó decidido hacia el candado, lo tomó, colocó las
cinco ruedas en sus posiciones y con un leve tirón lo abrió.
Marta lo miraba en silencio.
—Definitivamente Marco está ahí dentro—dijo la mujer
mientras buscaba en el rostro de Alfonso algo que le hiciera
recordar a su marido—. ¿Qué harás, te vendrás a vivir con
nosotros?
—No, por ningún motivo—dijo Marco, serio—. Este no es el
cuerpo de quien fui, no puedo esperar que aceptes tanto.
Además a este cuerpo le quedan sólo seis meses de vida, tiene
un cáncer terminal de pulmón. No quiero hacerlos sufrir con
una agonía lenta y que tengan que pasar por un segundo
duelo. Yo seguiré viviendo en el hostal donde estoy, y cuando
llegue el tiempo de este cuerpo me alejaré, que es lo que
corresponde.
Marta estaba sorprendida con la decisión de Marco.
—¿Estás seguro? Tú sabes que hay habitaciones de más por si
te quieres quedar.
—No Marta. Lo único que necesito es que me des acceso al
subterráneo, hay pendientes ahí que debo terminar en estos
seis meses antes de partir definitivamente.
Marta guardó silencio, de pronto fue a su habitación y volvió
de ella con un llavero.
—Acá está tu llavero, lo tenía guardado desde que… bueno,
acá tienes las llaves de la casa, tienes libre acceso a la hora
que quieras. Yo hablaré con mi madre, veré qué invento para
que no cuestione tus visitas. Y si algún día se te hace muy
tarde me avisas y te puedo acomodar en alguna de las
habitaciones, esa oferta seguirá hasta que… bueno, tú sabes.
—Gracias Marta, gracias por abrir tu mente y confiar en esta
historia tan rara que te traje. Te prometo que vendré sólo el
tiempo necesario, y trataré de no interrumpir sus vidas.
Ambos quedaron en silencio. Marco se dispuso a cerrar el
candado.
—Marco, necesito pedirte un favor.
—Claro Marta, dime en qué te puedo ayudar.
—Necesito bajar a ese subterráneo y ver qué hay allí.
—Por supuesto, acompáñame.
Marco abrió la puerta y encendió la luz a la entrada de la
escalera. Al llegar abajo Marta se encontró con una habitación
bien iluminada, un escritorio pequeño, un computador
apagado, algunos artículos de escritorio y un mapamundi
colgado en la pared con algunos pinchos de color rojo.
—¿Y esos pinchos rojos?—preguntó Marta casi
automáticamente.
—Son contactos de internet—respondió Marco—. Pese a todo
me gusta ver físicamente hacia dónde me estoy comunicando.
—¿Por qué me dejaste bajar ahora Marco?—preguntó la mujer.
—Siempre te dije que podías bajar cuando quisieras Marta, el
asunto es que nunca te vi tan decidida como hoy—respondió
Marco—. Además, físicamente ya no soy Marco y la casa es
tuya, por tanto tienes derecho a entrar a todos lados—de
pronto Marco abrió uno de los cajones del escritorio, sacó lápiz
y papel, y escribió un número—. Esto debería haberlo hecho
cuando estaba vivo. Toma, esta es la clave del candado, ahora
puedes entrar libremente cuando quieras.
—Marco no es necesario…
—Claro que lo es—respondió el hombre—. Como te dije esta
propiedad es tuya hace un año y tienes derecho a usarla por
completo, sin restricciones. Si en algún instante quieres entrar
puedes hacerlo libremente, y si no, bueno, quedará para
cuando se le acabe la vida a este cuerpo y me vaya
definitivamente.
Ambos quedaron en silencio. Marta no sentía nada por ese
cuerpo espigado y envejecido, pero aún amaba al alma
contenida. Marco la miró a los ojos sin moverse un ápice de
donde se encontraba.
—Subamos Marco—dijo de pronto Marta.
—Marta, ¿me podrías dejar unos minutos para revisar el
computador y ver qué ha pasado en este año de ausencia?—
preguntó el hombre.
—Claro, te dejaré a solas, cuando termines sube.
Marta subió al primer piso y cerró la puerta. Marco se sentó en
el escritorio, encendió el computador, ingresó una extensa
clave de acceso luego de lo cual apareció una pantalla de
inicio. Marco se conectó a internet y abrió un software de chat.
A los cinco minutos ocho mensajes idénticos se desplegaron
en sendas pantallas.
—Maestro Red, bienvenido, ¿qué le pasó que desapareció un
año entero?
—Buenas tardes señores, hoy sólo vine a saludar. ¿Qué pasó
en mi año de ausencia?
XVI
Marco despertó cansado esa mañana. Podía respirar bien, pero
la vorágine de emociones del día anterior había hecho mella
en su cuerpo, haciéndolo sentirse adolorido de pies a cabeza.
Luego de desperezarse e intentar levantarse por más diez
minutos logró salir de la cama para ir a lavarse los dientes,
bañarse, y presentarse en el comedor a ver si aún había
tiempo para desayunar. Cuando llegó al comedor la dueña del
hostal, la señora Ernestina, lo esperaba a la cabecera de la
mesa.
—Don Alfonso, ¿cómo está, durmió bien?
—Buenos días señora Ernestina, amanecí algo cansado pero
bien, ¿y usted?
—Bien como siempre salvo los dolores de mis rodillas. ¿Está
listo para desayunar?
—Si no es muy tarde, claro.
—Nunca es tarde para comer don Alfonso—dijo la mujer,
sonriendo.
Diez minutos más tarde la mesa estaba llena de cosas para
desayunar: pan recién tostado, mantequilla, embutidos,
queso, jugos, té, café, leche. Junto con ello se venía una
charla de cerca de dos horas con la señora Ernestina, quien se
preocuparía de preguntarle un par de cosas a Alfonso para
luego dedicarse latamente a contarle acerca de su vida, sus
enfermedades, su soledad y sus temores. Luego que Alfonso
se sirvió un café con leche y se hizo un sándwich de embutidos
con mantequilla, empezó el interrogatorio.
—Ayer llegó tarde don Alfonso, ¡qué le pasó?
—Nada especial, me puse en contacto con unos familiares que
no conocía acá en Santiago. Tuve que demostrarles y
convencerlos que era yo, y luego de ello acompañé a una de
ellas a visitar su casa.
—¿Y no los conocía?—preguntó de nuevo Ernestina—. Es que
con eso de internet uno puede mandar fotos a todos lados.
Hace ocho años una hija mía se fue a Australia, hace dos años
tuvo una hija, y fíjese que la conozco por fotos y videos que
mi hija me manda por internet. Debería aprender a usar eso
don Alfonso, sirve para hartas cosas más que mandar fotos, o
al menos eso dice un hijo mío que trabaja en eso de la
computación.
—Es difícil aprender a mi edad señora Ernestina, pero al
menos haré el intento—mintió Alfonso.
La señora Ernestina se sirvió un vaso de jugo, se hizo un
sándwich de queso, y luego de comer la mitad volvió con las
preguntas a Alfonso
—Oiga don Alfonso, ¿y esa familiar vive cerca de acá?
—No tan cerca, queda como a media hora de acá en auto.
—¿Y vive en casa o departamento?
—En una casa.
—¿Y es casada?
—No, es viuda, enviudó hace un año. Vive con su hijo de tres
años.
—Ahhh… ¿y no se irá a vivir con ella por casualidad?
—No señora Ernestina, yo estoy muy cómodo acá, su hostal es
muy agradable, no es caro, y la comida y la compañía son
excelentes—dijo Alfonso.
—¿Entonces no me va a dejar sola acá?—preguntó la mujer
algo emocionada.
—Para nada señora Ernestina—dijo Alfonso—. Claro, iré a
visitar seguido a esta familiar para entrar en contacto con mi
familia, pero seguiré comiendo y durmiendo acá, pierda
cuidado.
La sonrisa se apoderó del rostro de Ernestina, quien de ese
momento en adelante se dedicó a relatar otra parte de su
historia de vida a Alfonso. Por mientras, en la mente de Marco
se empezaba a urdir un plan para recuperar el año perdido con
sus contactos a nivel mundial; no podía olvidar que le
quedaban apenas seis meses de vida, y no sabía cuánto había
avanzado el proyecto en su ausencia. De todos modos
dedicaría ese día a descansar; mal que mal, la gran cantidad
de emociones vividas el día anterior ameritaban un día de
desconexión total.
XVII
Marco llegó esa tarde a las afueras de la oficina de Marta,
estacionó el auto y se quedó en el lugar, esperándola. Un par
de minutos más tarde la mujer salió del edificio con cara de
cansada y caminar cansino. Al divisar el vehículo de Alfonso su
cara pasó del cansancio a la alegría; de inmediato se dirigió
donde estaba y entró al asiento del copiloto.
—Espero que no te moleste que te haya venido a buscar—dijo
Marco—, pero encontré muy invasivo entrar a tu casa sin
avisar e incomodar a tu madre. Además, después de las
reacciones del perro y del Iván del otro día, puede que me
quede sin explicaciones.
—Gracias por venir a buscarme—dijo Marta—, estoy tan
cansada que de puro pensar que tenía que esperar el bus e
irme de pie me dolía todo el cuerpo. No hay problema en que
me vengas a buscar, si alguien pregunta diré que eres un
familiar que anda de visita en Santiago… bueno, excepto
Manuel, claro.
—Claro—repitió Marco.
—Respecto de mi madre le dije que encontré en un cajón la
clave del candado, y que eres un contratista que irá varias
veces para remodelar el subterráneo. No te preocupes, ella no
molestará, bastante trabajo tiene preocupándose del Ivancito.
Hoy te presentaré con ella, así podrás ir a la hora que quieras
al subterráneo.
—De verdad te lo agradezco Marta, veo que pensaste en todo
—dijo Marco—. De todos modos mi idea es molestar lo menos
posible y no interrumpir tu vida familiar.
—Recuerda que eres parte de la familia—retrucó Marta.
—No Marta, yo estoy con un cuerpo prestado y con un tiempo
prestado—dijo Marco, serio—. Técnicamente yo no debería
estar aquí, esto es un regalo del más allá, y no deseo abusar
de dicho regalo.
El resto del viaje lo hicieron en silencio. Al llegar al hogar
Marta hizo que Marco la acompañara para presentarle a su
madre. Luego de jugar algunos segundos con el perro Marco
entró detrás de Marta.
—Hola mamá—dijo Marta, tomando de inmediato a Iván en
brazos antes que empezara a hacerle fiestas al visitante—.
Mamá, te presento a don Alfonso Fuentes, él es un contratista
que vendrá a remodelar el subterráneo. Tiene llaves de la casa
así que puede venir en cualquier momento a trabajar acá.
—Ah bien, mucho gusto—dijo la mujer—. Oye ¿qué le pasa a
Ivancito que se puso tan inquieto cuando vio a don Alfonso?
—Tal vez me confundió con algún abuelo de la televisión—
intervino el hombre.
—Sí, puede ser—respondió la mujer mientras miraba con
detención el rostro de Alfonso—. Bueno hija, te dejo, me voy a
cuidar a tu padre ahora. Chao, cuídate. Hasta luego don
Alfonso.
Marco no quiso tomar once con Marta, todavía estaba lleno
después del almuerzo con Ernestina. Luego de pedir permiso
bajó inmediatamente al subterráneo, encendió el computador
y se conectó al grupo de chat.
—Buenas tardes señores. Vengo a que me cuenten qué pasó
en mi año de ausencia—escribió Maestro Red.
—Buenas tardes Maestro Red, ¿por qué desapareció un año?—
preguntó Alumno J.
—Creo que las preguntas las hago yo, a menos que la
estructura del grupo haya cambiado en mi ausencia—retrucó
Maestro Red.
—Buenas tardes Maestro—intervino Alumno M—. En su
ausencia logramos intervenir cuatro objetivos más, ya están
bajo nuestro control, tal como los anteriores.
—¿Cuatro?—dijo Maestro Red—. Vaya, qué rápido han
trabajado, los felicito. Y bueno, ¿hicieron algún cambio en la
estructura del grupo en mi ausencia?
—No Maestro—contestó Alumno J—. Simplemente seguimos
con el plan original esperando su retorno.
—Bien. Yo luego me incorporaré a las labores para que esto
avance rápido. Nos hemos demorado demasiado y ya está
llegando el momento de lograr nuestro objetivo final. Espero
que todos sigan trabajando con el mismo ahínco de siempre
en pos del resultado que estamos buscando. Alumno M,
cuando pueda me envía las coordenadas de los objetivos
intervenidos para incorporar los datos al mapa.
—Acabo de enviarlas Maestro Red—respondió Alumno M—.
Hay dos objetivos más que están por caer, pero ellos
corresponden a alumnos de Europa, con ellos la comunicación
es complicada por el asunto del idioma. De todos modos
Alumno K oficia de traductor y él nos informará cuando esté
todo listo.
—Excelente Alumno M, veo que usted se hizo cargo de mi
trabajo en mi ausencia—dijo Maestro Red.
—Solamente le di continuidad a su trabajo Maestro Red, en
espera de lograr en el menor plazo posible nuestro objetivo
final—respondió Alumno M—. De todos modos le enviaré a su
mail un informe con las fechas en que se logró cada objetivo
para que usted tenga una bitácora completa de nuestro
trabajo en su ausencia.
Terminado el chat Marco empezó a recibir en su correo varios
mails con información acerca de las actividades de los
miembros del grupo mientras él estuvo muerto. Una vez hubo
terminado de leerlos todos y de responder algunos se dispuso
a subir, no sin antes apagar el computador, dirigirse al
mapamundi, retirar cuatro pinchos rojos y guardarlos en un
cajón del escritorio.
XVIII
En las siguientes dos semanas Marco fue casi todos los días al
subterráneo de la casa de Marta. Algunos días iba a buscarla al
trabajo, otras llegaba directo a la casa a una hora en que la
mujer ya estuviera en el domicilio. Día tras día se comunicaba
con sus contactos de internet que se hacían llamar “Alumno”
con una letra distintiva, dejándole a él el nombre de Maestro,
pues fue él quien reclutó a los miembros para armar el grupo.
En esas dos semanas el grupo logró intervenir tres objetivos
más, lo que hacía pensar a Marco que el tiempo le alcanzaría
antes de morir para conseguir su objetivo final.
Una tarde en que estaba trabajando, Alumno M lo interrumpió.
—Maestro Red, tenemos un problema.
—Cuéntame Alumno M, ¿qué pasa?
—Uno de nuestros objetivos está dando la pelea en mala.
Inclusive empezó a rastrearnos y casi encuentra mi IP.
—Eso es peligroso. Déjame pensar qué hacer… ya, mañana en
la tarde lo resolveré, por hoy déjalo así, sin cambios
Al día siguiente Marco llegó al trabajo de Marta unos cinco
minutos después que ella se hubiera ido. Subió al tercer piso
del edificio y se dirigió a la oficina de Manuel, quien aún seguía
trabajando. Luego de tocar la puerta entró, sorprendiendo a su
antiguo jefe.
—¿Don Alfonso… quiero decir… Marco? Estoy confundido, no sé
cómo llamarlo.
—Hola Manuel, dime como te acomode más, de todos modos
respondo a ambos nombres.
—Está bien…Marco. Cuéntame, ¿en qué te puedo ayudar? Si
viniste a buscar a Marta ella ya se fue—dijo Manuel.
—No, en realidad vengo a hablar contigo. Necesito pedirte un
favor, y a hacerte un servicio.
—No entiendo Marco, ¿a qué te refieres?
—La última vez que vine dejé el computador con clave, y aún
no debes poder usarlo—dijo Marco.
—Sí, es verdad, después que se fueron tú y Marta me di
cuenta.
—Bueno, necesito pedirte el computador para sacar algunos
archivos de fotografías que tengo guardados ahí, y para
dejarlo sin clave para que lo puedan utilizar en la oficina.
—Claro Marco, úsalo no más y cuando termines lo dejas sin
clave. Yo hoy me iré tarde, tengo bastantes pendientes, así
que demórate lo que sea—dijo Manuel.
—Muchas gracias Manuel, me demoraré lo justo y necesario, y
pasaré a despedirme antes de irme.
Marco se dirigió a su antigua oficina, cerró la puerta por
dentro y encendió el computador. Luego de entrar con la clave
entró al administrador del sistema borrándola, para luego
reiniciar el computador, pero esta vez con un pendrive
instalado en uno de los puertos USB, para que el computador
partiera desde el software instalado en el pendrive y no desde
el disco duro. Treinta segundos después de iniciado apareció
una pantalla negra sobre la cual se desplegó un navegador en
blanco que se titulaba “The Hidden Wiki”, el portal de inicio
más frecuente de la Deep Web. Dos minutos más tarde Marco
navegaba con un software de hackeo dentro de la IP del
objetivo que estuvo a punto de capturar a Alumno M. Media
hora más tarde había encontrado una puerta trasera que no
estaba cubierta por los firewall del servidor central del
objetivo, por la que pudo entrar al sistema y plantar el código
que necesitaba para tomar control del objetivo. Finalmente
Marco apagó el computador, sacó el pendrive, lo volvió a
encender, colocó el pendrive y cargó en el sistema normal un
software que dejaría permanentemente abierta la puerta
trasera del servidor del objetivo para que no pudieran
bloquear su intervención. Terminado todo Marco fue a
despedirse de Manuel, para luego tomar su vehículo y dirigirse
a casa de Marta, donde luego de jugar con el perro y con Iván
pidió permiso para bajar al subterráneo, donde se conectó al
chat.
—¿Alumno M? Problema arreglado, el objetivo ya es nuestro.
Sin esperar respuesta apagó el computador, y antes de subir a
compartir con Marta y con Iván unos minutos, sacó otro
pincho rojo del mapamundi, dejándolo en el cajón del
escritorio.
XIX
Días tras día Marco iba a la casa de Marta al subterráneo, a
seguir completando el proyecto de hackeo de los objetivos
previamente definidos en el grupo. Marco se sentía extraño:
por un lado seguía viviendo en el hostal de la señora
Ernestina, comiendo abundantemente y sintiéndose cada día
con más fuerzas. Por otro lado ya habían pasado dos meses,
por lo que el progreso del cáncer se dejaba sentir, haciendo
que los episodios de cansancio se hicieren más frecuentes y de
mayor duración; Marco tenía claro que la baja de peso era
mínima gracias a la alimentación que recibía en el hostal, y
que si no fuera por las comidas de la señora Ernestina estaría
dos o tres veces peor. Aparte de eso, el hecho de ir días tras
día a la casa de Marta lo había acercado mucho a ella y a su
hijo; a sabiendas que su aspecto era demasiado distinto al de
su cuerpo original, Marco debía luchar por no acercarse mucho
físicamente a la que había sido su esposa, pues corría el riesgo
de sobrepasarse, lo que podría llevar inclusive a echar por
tierra el proyecto por el cual había conseguido un nuevo
cuerpo.
Esa tarde Marco fue al trabajo de Marta a buscarla. A
diferencia de otras ocasiones en que la mujer entablaba
inmediatamente un diálogo con él, ahora se encontraba
extremadamente callada y algo cabizbaja. Marco empezó a
pensar el por qué, temiendo que eventualmente Marta tuviera
una nueva pareja y ello le estuviera provocando conflictos; de
todos modos ello era entendible en una mujer joven y viuda,
que tenía todo el derecho a rehacer su vida y en la cual él no
debía intervenir.
Cuando llegaron a la casa y bajaron del auto, ambos se
dirigieron a la reja. Luego de cerrarla y al llegar a la puerta de
entrada del hogar, Marta se paró frente a la puerta mientras el
perro le lamía las manos a Marco.
—Necesito conversar algo contigo Marco.
—Claro, dime qué necesitas.
—No sé si hice bien o no, pero el fin de semana pasado bajé al
subterráneo a hacer algo de aseo, y encontré algo distinto que
necesito que me expliques, si es que se puede.
—Claro Marta, lo que sea—dijo Marco algo confundido.
Encarnacion
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Encarnacion

  • 1.
  • 2. Registro de propiedad intelectual n.º 302787 © 2019 Jorge Araya Poblete Todos los derechos reservados
  • 3. Prólogo Marco Saldías era un hombre común con un secreto oculto en el subterráneo de su casa. Una tarde cualquiera muere de un infarto al corazón en su trabajo, luego de lo cual su alma pasa al más allá. Justo antes de iniciar el juicio de su alma convence a su guía que debe encarnar lo antes posible pues dejó temas pendientes ineludibles. Luego de conseguir un nuevo cuerpo debe convencer a su viuda que es él, para poder terminar con el secreto que guardaba en su subterráneo. Esta es una novela corta, de corte esotérico, que busca entretener a los lectores. Que la disfruten. Jorge Araya Poblete Julio de 2019
  • 4. I Marco Saldías venía saliendo del subterráneo de la casa. Luego de cerrar la puerta colocó el candado con clave de cinco ruedas para asegurarse que nadie pudiera entrar en el lugar; si bien era cierto tenía claro que en su familia respetaban su privacidad, nunca estaba de más algo de seguridad. Una vez stuvo seguro del cierre adecuado del lugar, se dirigió al comedor donde lo esperaba su esposa y su hijo de dos años. —¿Terminaste de jugar al espía secreto amor?—preguntó sin levantar la cabeza su esposa Marta, mientras preparaba unos huevos revueltos para la once de esa tarde. —Sí mi sargento, ya tengo listo el plan para dominar el mundo —respondió Marco, para luego soltar una sonora carcajada. —Nunca me vas a decir qué tanto haces ahí, ¿cierto?—volvió a preguntar Marta. —De verdad no es nada importante, son sólo tonterías de niño grande—respondió Marco, ahora más serio—. Son sólo tonterías para relajarme, no hago nada malo, no consumo drogas ni veo porno. —Tú sabes que puedes hacer lo que quieras amor, esta es nuestra casa, nuestro lugar privado—dijo la mujer—. Tú sabes
  • 5. que siempre me ha llamado la atención esa necesidad de tener un lugar privado y cerrado con ese tremendo candado. Todavía recuerdo cuando lo importaste, te salió harto caro según recuerdo. —¿Quieres entrar a ver qué tengo o qué hago ahí? —Sabes que te estoy molestando amor, yo respeto tu necesidad de tener un lugar privado—respondió la mujer, sonriendo—. Ya, siéntate a tomar once… no, todavía no, primero anda a lavarte las manos—dijo mientras miraba a su hijo. Al día siguiente Marco se levantó temprano para ir a su trabajo. Luego de ducharse y desayunar esperó que llegara la niñera que se quedaba cuidando a su hijo; cuando ella llegó ambos padres se despidieron del pequeño y la mujer, y subieron al auto. Marco llevó a Marta hasta la puerta de su trabajo para luego dirigirse al suyo como todos los días hábiles de la semana. Marco trabajaba en una oficina de corredores de propiedades. Su trabajo consistía en captar clientes, mostrar las propiedades y facilitar las transacciones entre dueños y usuarios. El hombre llevaba cerca de diez años en la oficina,
  • 6. por lo que la relación con sus compañeros era casi de amistad, formando un equipo de trabajo seguro y cohesionado. Esa mañana el trabajo había estado tranquilo pues no tenía agendada ninguna salida a terreno, por lo que su trabajo había sido con el computador y el teléfono. A mediodía salió a almorzar con algunos compañeros de trabajo a un pequeño restaurant a media cuadra de la oficina; a la una de la tarde todos estaban de vuelta en sus oficinas poniéndose al día con sus pendientes. Cerca de las dos de la tarde el sueño lo invadió; con cuidado cerró la puerta de su oficina y se dispuso a dormir una breve siesta sin que su jefatura se diera cuenta. Después de media hora de dormitar Marco se despertó, fue al baño a mojar su rostro para desperezarse y volver a sus funciones. Al verse al espejo el hombre vio en su cara una expresión de cansancio; al parecer estaba durmiendo poco o mal o ambos, y su cuerpo le estaba exigiendo reponer ese sueño perdido. Tal vez había llegado el momento de empezar a acostarse más temprano, o a tomar algún medicamento para dormir mejor o más tiempo. Luego de secarse la cara el hombre volvió a su oficina a terminar el trabajo del día. A las seis de la tarde todos los miembros de la oficina empezaron el retorno a casa. Marco enfiló su vehículo hasta el
  • 7. trabajo de su señora donde ésta lo esperaba para irse juntos al hogar. Al llegar a casa dejaron ir a la cuidadora de su pequeño, y mientras la mujer empezaba a preparar la once, Marco abrió el candado del subterráneo para entrar al lugar y ponerse al día de los avances de su proyecto; media hora después el hombre estaba tomando once con su familia. Tres horas más tarde llegó la hora de la cena; antes de ello entre ambos acostaron al pequeño hijo a dormir, luego de lo cual la pareja cenó, para terminar la jornada acostados conversando acerca de lo que les había pasado en el trabajo. Así, un día normal en la vida de Marco y su familia había terminado, y había llegado la hora de dormir hasta empezar una nueva jornada.
  • 8. II Marco llevaba varias horas de trabajo en la oficina. Luego del almuerzo y de su siesta de media tarde había ido como siempre al baño a refrescarse y desperezarse. Esa tarde su cara no sólo reflejaba cansancio, había una expresión extraña en su rostro que no supo asociar con nada, por lo que nuevamente culpó al mal dormir como la causa de todos sus males. De hecho ese día se había sentido más cansado que de costumbre, y sus mismos compañeros de trabajo le habían mencionado que estaba más apagado que en los almuerzos anteriores. Esa tarde Marco tenía agendada una salida a terreno, acababa de llamar al cliente quien le había confirmado la hora y el lugar de la visita al departamento que tenían en oferta para la venta; Marco estaba feliz, el departamento estaba a la venta hacía varios meses sin que hubiera interesados hasta ese instante, y por la voz del potencial comprador que sonaba lo suficientemente entusiasmada, Marco llegó a pensar en una eventual venta en el corto plazo.
  • 9. Marco preparó la carpeta con todos los papeles necesarios, por si el cliente se entusiasmaba en el instante y quería empezar a adelantar el movimiento del departamento. En ese instante una sensación de cansancio extremo lo invadió, como si hubiera corrido varias cuadras sin cesar; de inmediato una compañera de trabajo se acercó a él y le preguntó si se sentía bien, pues su semblante no era de los mejores. Un par de segundos más tarde dos o tres compañeros más se pusieron de pie y fueron a su lado a decirle exactamente lo mismo; ello alertó a su jefe, quien al verlo le dijo que se sentara un rato pues estaba demasiado pálido como para salir a ver a algún cliente: Un par de minutos más tarde su jefe consideró que no estaba en condiciones de salir por lo que delegó la salida a otro compañero de trabajo y decidió, pese a la negativa de Marco, llamar una ambulancia para que alguien lo evaluara. Cinco minutos después Marco estaba en su oficina acompañado de dos compañeros de trabajo más su jefe, en espera de la ambulancia. De pronto una sensación de angustia lo invadió, y una extraña sensación de adormecimiento se apoderó de su brazo izquierdo; un par de minutos más tarde el adormecimiento se había transformado en un potente dolor, que ahora abarcaba brazo, hombro, mandíbula y la mitad
  • 10. izquierda de su tórax. La sensación de peso en su tórax aumentó la angustia, y de pronto empezó a sentir dificultad para respirar. Sus compañeros se asustaron y rápidamente despejaron su escritorio para acostarlo en él y ver cómo ayudarlo a sentirse mejor. Alguien que sabía primeros auxilios recordó que esos síntomas parecían un infarto al corazón y de inmediato le dieron una aspirina a mascar. Marcos apenas podía abrir y cerrar la boca con la intensidad del dolor, y masticar lo que fuera se le hacía un sufrimiento enorme; sin embargo hizo lo posible hasta que logró masticar la aspirina por completo, luego de lo cual pareció sentirse mejor. Mientras tanto su jefe llamaba una y otra vez al teléfono de emergencias, a ver si lograba que la ambulancia apareciera lo más rápido posible. Marco respiraba algo más tranquilo, y el dolor había disminuido algo desde el inicio del cuadro. De pronto y de la nada el dolor se intensificó hasta hacerse insoportable, y la dificultad respiratoria fue tal que llegó un instante en que no pudo inspirar; lentamente su mente se empezó a nublar, y veía en los ojos de sus compañeros la desesperación. A lo lejos se escuchaba el sonido de una sirena, lo cual le daba la tranquilidad que la ayuda estaba por llegar. En esos
  • 11. momentos Marco perdió el conocimiento; el compañero que sabía primeros auxilios le tomó el pulso en el cuello y no se lo encontró. De inmediato el hombre reaccionó y empezó a hacerle resucitación cardiopulmonar básica en espera de la ambulancia; una compañera empezó a hacerle respiración boca a boca mientras el resto miraban espantados lo que estaba sucediendo, y dos compañeras rompían en un llanto incontrolable. Cinco minutos más tarde llegó la ambulancia. El equipo de salud colocó los monitores en el tórax de Marco, que mostraban ondas compatibles con un infarto masivo y la mantención de un pulso débil en ese instante. De inmediato empezaron a inmovilizar el cuerpo de Marco para iniciar el traslado al servicio de urgencia, momento en el cual el monitor mostró la desaparición del pulso. Las maniobras de inmovilización se transformaron en maniobras de reanimación; dos venas de Marco recibieron sendas bránulas para pasar los fármacos que el reanimador indicara en su momento. Luego de la primera ampolla de adrenalina el reanimador ordenó cargar el desfibrilador para iniciar el proceso ensayado y entrenado una y otra vez para lograr sacar a los pacientes del estado de paro cardiorreespratorio. Una, dos, tres descargas
  • 12. más las drogas pasaron y el corazón de Marco no reaccionaba. A los cuarenta y cinco minutos de maniobras el reanimador detuvo el masaje, miró la hora y consignó en el dato de atención la hora del deceso. Mientras uno de los reanimadores empezaba a retirar los electrodos y las vías del cuerpo de Marco, otro llamaba a carabineros para el procedimiento de rigor; en el intertanto los compañeros de Marco empezaron a llorar desconsoladamente, mientras su jefe limpiaba su voz para llamar a la esposa de Marco y darle la horrible noticia.
  • 13. III Marco no lograba entender qué estaba sucediendo. Estaba acostado en el escritorio con un dolor de pecho que le impedía respirar y de pronto su vista se borró; pese a ello siguió escuchando y sintiendo cómo uno de sus compañeros le gritaba órdenes al resto, y sentía que su tórax era comprimido con mucha fuerza mientras alguien soplaba aire en su boca. A los pocos minutos el procedimiento terminó, alguien colocó algunas cosas en su pecho y algo en su boca que le echaba algo más agradable que el aire; luego empezaron a levantar su cuerpo para ponerlo sobre otra superficie dura y amarrarlo con correas. Mientras ello sucedía, su mente se fue a negro, lo más negro que había visto en toda su existencia, y de pronto apareció sin dolores ni dificultad para respirar de pie en su oficina, mientras muchas personas le hacían cosas a un cuerpo que había en su escritorio mientras sus compañeros de trabajo rompían en llanto y desesperación. Marco miraba cómo alguien se encaramaba sobre el cuerpo en el escritorio y apretaba el tórax con todo su peso, mientras otras personas le colocaban agujas en los brazos, y otros dos preparaban unas
  • 14. paletas blancas con metal con un gel. A los pocos segundos descargaron tres veces corriente sobre el pecho de la persona que estaba acostada en su escritorio, hasta que de pronto quien comandaba el grupo ordenó detener la reanimación y anotó un par de cosas en una tablilla. Sus compañeros de trabajo lloraban desconsolados mientras su jefe iba a su oficina secando sus lágrimas para hacer una llamada telefónica. Cuando la vorágine terminó Marco se pudo acercar a ver quién estaba en la mesa; al ver su cuerpo inerte en el lugar retrocedió incrédulo y asustado. Marco no entendía nada. Hacía unas pocas horas se había despedido de su esposa y su hijo como todos los días, y ahora su cuerpo yacía muerto sobre su escritorio, y lo que sea que fuera su esencia estaba de pie mirando todo como silente espectador de una película de terror. Un par de veces se acercó a su cuerpo a tocarlo, a ver si lograba volver dentro de él, pero sus dedos lo traspasaban sin esfuerzo, y no parecía haber forma de recuperar su estado previo. Luego intentó hablarle a sus compañeros para intentar calmarlos sin lograr que notaran su presencia; la desesperación empezó a apoderarse de la esencia de Marco cuando lentamente las voces de sus compañeros empezaron a bajar de volumen, y
  • 15. una suerte de siseo empezó a llenar el ambiente, como si voces que él no lograba identificar aparecieran desde todos lados para intentar decirle algo. De pronto el entorno empezó a transparentarse: Marco supo para sí que algo estaba por suceder. Marco estaba paralizado. Las paredes de la oficina se hicieron lentamente transparentes, y todas las paredes a su alrededor empezaron a sufrir el mismo cambio. De improviso Marco empezó a fijar su mirada a la distancia, y para cualquier lado que mirara, a unos doscientos metros, aparecía un túnel con una luminosidad que parecía atraerlo y llamarlo cada vez con más fuerza. Marco ahora miraba su cuerpo inerte y extrañamente lo sentía cada vez más lejano, como si fuera mucho el tiempo en que no le perteneciera; del mismo modo empezó a sentir una extraña sensación de lejanía con su familia y su historia, que iba y venía en su cabeza y no lo dejaba concentrarse en lo que le estaba sucediendo. Marco no entendía nada. Estaba de pie en la fue su oficina, rodeado de sus compañeros de trabajo, rodeado de paredes transparentes y con un túnel luminoso que parecía seguir su mirada; sin embargo no era capaz de moverse de donde
  • 16. estaba, y el siseo de fondo empezaba a desesperarlo. De pronto Marco sintió una presencia tras él que acercaba la boca a su oído y le dijo: —Es la hora.
  • 17. IV Marta Olivares trabajaba concentrada en su computador. Ya había pasado la hora de almuerzo y estaba atrasada con el trabajo del día. Desde que había terminado de almorzar una sensación extraña se había apoderado de ella, manteniéndola nerviosa y sin saber qué lo estaba provocando; por ello la mujer se había abocado a terminar esa tarde el trabajo para no empezar a pensar tonterías que la distrajeran y le hicieran perder el tiempo. Justo a las cuatro de la tarde, hora en que la mujer había decidido detenerse un rato para tomarse un café antes de seguir trabajando, sonó su celular; al ver la pantalla reconoció de inmediato a su interlocutor. —Hola Manuel, ¿y esta sorpresa, qué pasó, Marco se portó mal o algo así?—dijo la mujer divertida con la llamada del jefe de su marido. —Hola Marta, ¿cómo estás?—respondió con voz sombría el hombre al otro lado de la línea. —Bien ¿y tú, por qué me estás llamando?—preguntó Marta. —Marta, trata de estar tranquila… Marco… —¿Qué le pasó a Marco?—preguntó la mujer, asustada.
  • 18. —Como a eso de las tres empezó a sentirse mal… lo hicimos sentarse, llamé una ambulancia… a los minutos le empezó a doler el pecho… lo acostamos en el escritorio, le dio un paro… un par de compañeros lo reanimaron… cuando llegaron los de la ambulancia dijeron algo de un infarto masivo… de pronto Marco se desmayó… Marta, hicieron… hicimos todo lo posible, te lo juro pero… Marco… La mujer dejó caer el celular, de pronto un ensordecedor grito hizo que todos en la oficina giraran hacia Marta, quien cayó de rodillas al piso llorando desconsolada. De inmediato dos compañeras corrieron a contenerla mientras otra iba corriendo a buscar un vaso de agua. En esos momentos a la portería del edificio llegaron dos carabineros preguntando por la mujer. Marco estaba siendo guiado por la voz tras él. La voz le dijo que era hora de partir, que se calmara, que ya habría tiempo de hablar de lo que le había sucedido y de lo que se vendría por delante; que por ahora importaba que entendiera que había dejado de ser humano, que ya no tenía cuerpo porque no lo necesitaba para el resto de su desarrollo al menos por un tiempo, que había trascendido a un nivel superior, y que debía dejar atrás todo lo que le había pasado en vida y dejarse llevar
  • 19. por lo que venía ahora para él. Mientras la voz le hablaba, Marco empezó a tranquilizarse, y lentamente la voz lo empujaba hacia aquel túnel de luz que se desplegaba donde quiera que Marco mirara; de pronto y sin darse casi cuenta la esencia de Marco había llegado a la entrada del luminoso túnel, y su esencia se fundía con la luz. Luego de algunos minutos en que la luminosidad era tal que le impedía ver el entorno, y donde sólo era capaz de escuchar la voz tras su cabeza, Marco salió del túnel. Marco estaba viendo sorprendido el lugar al que había llegado. Extensas planicies verdes plagadas de árboles de todas las formas y colores imaginables servían de marco natural para edificaciones de algo parecido al cristal de dimensiones inimaginables. Cientos de personas deambulaban por el lugar, algunas solas, otras acompañadas, algunas felices, otras tristes, las menos inexpresivas. De pronto Marco se fijó en que todos vestían de manera diferente, y que sólo algunos andaban uniformados de blanco; en ese instante la esencia miró sus vestimentas y se descubrió con la misma ropa con la que había muerto. Mientras se miraba giró el cuerpo y se encontró de frente con alguien vestido de blanco, de estatura
  • 20. similar a la suya que lo miraba seriamente pero con una suerte de sonrisa en su rostro. —¿Quién es usted?—preguntó Marco. —El que te ayudó a pasar del mundo físico a este plano superior. —¿Eres un ángel? —Eso depende de ti, de tus creencias. Tú decides qué soy. —Yo… no creo en nada—dijo Marco agachando la cabeza. —Entonces digamos que soy un guía que te ayudará a entender un poco qué significa este nuevo paso para tu alma inmortal. —Yo no creo en que los humanos tengamos alma—dijo asustado Marco. —No importa, no tienes alma, eres una—respondió el guía—. En su momento nos haremos el tiempo para explicarte más o menos cómo funciona la realidad, por ahora me interesa que te tranquilices, que entiendas que estás en un plano superior de conciencia, que salvo muy extrañas circunstancias nada malo te puede pasar acá, que este es un lugar de paso que está destinado a evaluar tu existencia previa y a planificar la próxima. Recorre el lugar, puedes ir por todos lados, si hay una puerta abierta puedes entrar y mirar, si no hay puerta no
  • 21. se puede; nadie te limitará ni te controlará. Cuando tu recorrido haya terminado yo estaré ahí para que conversemos lo que tengamos que conversar. Sin que Marco alcanzara a preguntar nada el guía se desvaneció en el aire dejando al alma recién desencarnada sola, conociendo lo que era el lugar de paso según el guía. Marco simplemente despejó su mente y empezó a caminar y a mirar toda la belleza que caracterizaba dicho lugar, en que la naturaleza se expresaba de modos inimaginables para seres encarnados. No había límite de colores, olores o formas en dicho lugar, todo parecía existir del mejor modo posible; riachuelos transparentes recorrían las planicies entre los árboles, que parecían llegar al infinito, y cuyos colores no existían en el plano material. Sin haber un sol identificable el lugar se mantenía permanentemente iluminado, y pese a que todas las almas hablaban a la vez, el único ruido que era capaz de escuchar era el de esa naturaleza mágica que no cabía en las mentes más imaginativas de ser vivo alguno. La paz que entregaba el lugar era incomparable, y Marco no cabía en la dicha que sentía en ese lugar.
  • 22. De pronto y sin darse cuenta había llegado a una de las construcciones de cristal. Líneas rectas que parecían no terminar jamás se encaramaban en esa realidad; las estructuras dejaban pasar la luz, y pese a estar ocupadas, nada podía verse en su interior más que la luz que manaba de todos lados. Marco encontró una enorme puerta abierta, y tal como dijo su guía entró por ella; dentro la estructura tampoco parecía tener límites, y la gente deambulaba como si conocieran desde siempre dónde y cómo tenían que ir para llegar a sus destinos. Luego de observar un largo rato observando todo y sin ver nada, Marco salió del lugar y volvió a la extraña naturaleza que rodeaba todo ese maravilloso lugar. Marco siguió caminando hasta que encontró una especie de fuente de agua de un material desconocido, opaco pero bellísimo, desde donde salían chorros de agua de miles de colores. Ensimismado se sentó en el borde de la fuente de agua a admirar los colores. En ese instante apareció al lado de él su guía, quien lo miró y le dijo: —Marco, necesito que me acompañes, ya es hora de empezar a conversar un poco acerca de tu pasado y tu futuro.
  • 23. V El guía caminaba delante de Marco, llevándolo al lugar donde debería llevarse a cabo la primera conversación entre ambos. El alma inmortal llevaba milenios desempeñando esa labor, así que para él no había sorpresas de parte de las almas en paso. Marco caminaba tras el guía cabizbajo y callado, concentrado en lo que tenía que decir; en su interior sabía que lo que tenía que decir no era lo habitual, pero estaba decidido a hacerlo, pues había utilizado todo el tiempo en que había recorrido el lugar para preparar su discurso. El guía entró a uno de los edificios de cristal, de pronto se detuvo frente a una de las paredes transparentes: para sorpresa de Marco la pared se abrió, dejando ver un espacioso lugar con dos asientos ubicados uno al lado del otro y una especie de pantalla enorme que permanecía apagada. El guía entró seguido de Marco, le ofreció uno de los asientos a Marco quedando él en el otro; mientras la pantalla permanecía apagada, el guía empezó a hablar. —Marco, antes de empezar te voy a explicar someramente cómo funciona esta parte de tu realidad en este lugar. Lo que va a pasar ahora es que en esa pantalla aparecerán los hechos
  • 24. más importantes de la vida que acabas de terminar, para que los analicemos en base al plan de tu existencia como alma inmortal. Este proceso será largo, y en algunos momentos puede que hasta incómodo. Mi labor no es ser condescendiente ni intransigente, sino simplemente justo, acá lo bueno se cataloga como bueno y lo malo como malo, sin medias tintas, ni secretos ni interpretaciones. Una vez que terminemos con la revisión de tu existencia, viene un proceso más largo aún que consiste en planificar tu próxima encarnación, basado en lo que hiciste, en lo que dejaste de hacer, en las tareas cumplidas, las tareas pendientes, y las deudas que tengas con la eternidad por errores mayores que hayan influido en modificaciones a tu plan original, y a los planes de aquellos con quienes interactuaste. El hecho que estés acá en el estado en que estás me permite saber que no hay hasta ahora en tus existencias ningún error garrafal que haya influido en la historia de algún grupo humano mayor, esas almas siguen otra vía de la que te aseguro que no quieres saber nada. El guía guardó silencio. Marco también lo miraba en silencio, sin saber cuándo debía hablar.
  • 25. —Bueno Marco, es hora de empezar, por favor mira la pantalla. —Espere… tengo algo importante que decirle—dijo Marco, mirando al suelo. —Te escucho—respondió el guía, mientras la pantalla permanecía apagada. —Yo no debo estar acá—dijo Marco, sin dejar de mirar el suelo —. Dejé muchas cosas pendientes en mi vida, y como sea debo volver a terminarlas. —Marco, lo que estás pasando es un proceso de adaptación normal—dijo el guía con tranquilidad—. Todos los que llegan acá alegan que dejaron cosas pendientes, que no debían haber muerto, que deben volver lo antes posible. Pero tu partida desde el plano inferior no depende de ti, ni siquiera depende de mi de hecho, eso es resorte de planos mayores que aún no son comprensibles para tu entendimiento actual. —Usted no entiende, esto no es lo normal del resto de los muertos, yo tengo una labor pendiente que no puede quedar en el aire, debo volver a terminar lo que empecé. El guía quedó en silencio algunos segundos, de improviso cerró los ojos durante diez segundos para luego abrirlos y
  • 26. mirar directamente a Marco, quien no pudo desviar la mirada insensible de su guía. —Sé a qué te refieres—dijo el guía, sorprendiendo a Marco—. Acá no existen los secretos Marco, todo lo que se hace es evidenciable acá, y las comunicaciones no son con aparatos. Marco miraba con espanto al guía, al saber que su secreto en la tierra parecía ser vox populi en dicho lugar. —Tienes razón, tu caso es particular. Debo reunirme con mis maestros para definir qué haremos contigo—dijo el guía, sorprendiendo a Marco—. No podemos esperar a que reencarnes normalmente, debe hacerse algo fuera de los cánones normales. Ahora vamos a salir de acá, yo me reuniré con mis maestros, debatiremos posibilidades y en cuento lleguemos a un consenso tú y yo nos reuniremos para explicarte la decisión que tomemos. Siéntete libre de deambular por donde quieras y como quieras, que yo te encontraré cuando sea el momento. Marco salió de la sala seguido de su guía. En cuanto desapareció la puerta también desapareció el guía, dejando a
  • 27. Marco lleno de dudas pero tranquilo al saber que petición fue considerada, y que en algún momento obtendría una solución a su predicamento.
  • 28. VI Marta Olivares acariciaba el cabello de su hijo, quien se había quedado dormido en sus brazos. Habían pasado ya dos semanas de la brusca muerte de su marido, y la mujer aún se encontraba en un limbo de sentimientos y sensaciones. Esas dos semanas habían sido una verdadera locura: esperar a que el servicio médico legal hiciera la autopsia del cuerpo de su marido, contactar a los padres y hermanos de su marido para contarles que había muerto, retirar el cuerpo, velarlo, enterrarlo, pedir vacaciones en su trabajo para intentar reordenar su existencia en esa nueva etapa que la vida le había obligado a tomar de buenas a primeras y sin aviso alguno. Hasta el momento del infarto y la muerte de Marco, éste había sido un hombre sano, sin enfermedades crónicas ni mayores atenciones médicas salvo resfriados agresivos o gastroenteritis por desórdenes alimentarios, no bebía ni fumaba, y pese a no hacer actividad física mantenía un peso adecuado a su estatura. La mujer se preguntaba a cada rato de dónde había salido ese infarto y por qué su vida había acabado siendo tan joven; de pronto sintió que su antebrazo se adormecía, notando que la cabeza de su hijo estaba apoyada en esa zona. Cuidadosamente levantó al pequeño y lo
  • 29. llevó a su cuna, para luego volver al comedor a seguir pensando. Justo al sentarse sonó su teléfono celular. —¿Aló? —Hola Marta, ¿cómo estás? —Manuel, qué gusto escuchar tu voz, ¿cómo estás?—dijo la mujer al escuchar la voz del jefe de su marido. —Bien Marta, todos bien por acá, ¿tú cómo has estado? —Acá, tratando de llevar la pena… al menos mi hijo me mantiene con ganas de seguir viviendo—dijo la mujer antes de romper en llanto. —Acá todos seguimos preocupados por ti Marta, la gente de la pega, mi esposa, mi familia… tú sabes que cuentas con nosotros, y que si en algún instante te sientes sobrepasada puedes venir a nuestra casa a la hora que sea a conversar, tomarnos un trago o llorar si así lo necesitas. —Gracias Manuel, todos se han portado excelente conmigo, de verdad que sin su apoyo esto sería imposible de sobrellevar— dijo la mujer mientras intentaba calmarse y dejar de llorar—. Creo que me haré el tiempo de ir a verlos este fin de semana, me hace falta salir un poco, llevo como ocho días mirando las paredes de la casa… todo en este lugar me recuerda a Marco, lo echo tanto de menos…
  • 30. —Ven cuando quieras Marta, te estaremos esperando con los brazos abiertos para contenerte y entregarte el apoyo y el cariño que necesitas—dijo Manuel. —Gracias Manuel, eres un sol como amigo, nunca olvidaré lo bien que te has portado conmigo. Luego de acordar día y hora de la visita y de despedirse, la mujer dejó el celular en la mesa mientras su mente recorría las paredes e imaginaba a Marco en cada lugar. De pronto su vista se fijó en la puerta con candado que daba entrada al subterráneo. En los primeros días que siguieron a la muerte de Marco, Marta pensó en descerrajar el candado para ver de una vez por todas qué era lo que escondía su marido en el lugar; sin embargo, con el paso de las horas y los días desechó la idea, pensando en respetar la privacidad del hombre que más había amado en su vida. Marta ahora miraba el candado, y recordaba cuando cuatro años atrás su marido le preguntó si ella pensaba darle algún uso al lugar, y si le molestaría que él cerrara con candado el lugar para usarlo para una idea que tenía en mente; cuando la mujer le dijo que lo usara sin problemas, su marido importó un candado especial con clave de cinco ruedas, bastante voluminoso, e instaló un seguro enorme con grandes tornillos fijados a la puerta y a la pared.
  • 31. Luego bajó al lugar un escritorio, una silla, un computador e instaló conexión a internet en el lugar. Desde ese momento y hasta el día antes de su deceso, cada vez que volvía a casa abría el candado y bajaba al subterráneo, para diez o quince minutos después volver a salir como si nada, y sin comentarle nunca qué era lo que hacía en dicho lugar. Ahora Marta pensaba en cómo seguiría su vida en adelante, cómo se las arreglaría para vivir y criar a su hijo sin el apoyo de su marido y con un solo sueldo, cómo sería capaz de contarle a su hijo quién había sido su padre y por qué nunca estaría a su lado, y finalmente cómo le explicaría a su retoño que había un lugar cerrado con candado en la casa que no sería utilizado nunca por nadie, al menos mientras ella estuviera viva.
  • 32. VII Marco caminaba disfrutando del entorno. La belleza de esa especial naturaleza que rodeaba los edificios interminables era realmente sobrecogedora, haciendo que cualquier alma que deambulara por el lugar sin nada que hacer tuviera que detenerse a admirar todos los detalles del lugar. Ahora Marco estaba contemplando una especie de delgada catarata que parecía caer de la nada, y cuyas aguas explotaban en un ancho arcoíris que mojaba levemente a todos los que pasaban por aquel lugar. La mente de Marco estaba perdida en la nada cuando de pronto sintió una presencia que le era familiar. —Marco, acompáñame por favor—dijo su guía que apareció de la nada a su lado. Marco inmediatamente empezó a caminar tras el guía, quien lo llevó a otra edificación, algo más aislada que las otras, en donde deambulaban muchas menos almas, y cuyos semblantes parecían más serios y hasta inexpresivos; de hecho Marco creyó ver en los rostros de dos o tres almas con las que se cruzó una expresión de miedo que no había visto ni siquiera en vida.
  • 33. El guía se paró frente a una de las paredes transparentes; de pronto ella se abrió dejando ver un espacio sin pantalla donde había algo como una mesa con cuatro asientos, dos de los cuales estaban ocupados por dos presencias que emanaban una energía que de inmediato incomodó a Marco y que casi lo hicieron pensar en huir del lugar, con rostros inexpresivos y mirada perdida en la nada. —Siéntate Marco—dijo en tono de orden el guía, siendo obedecido de inmediato. Marco miró los rostros de quienes ocupaban los dos asientos. En ese instante el guía se sentó a su lado y sin mirarlos empezó a hablar. —Marco, me reuní con mis maestros para exponerles tu caso. Ellos deliberaron y tomamos una decisión. Lo que decidimos es algo controversial y poco utilizado, por lo que todo lo que hablemos será escuchado por los testigos presentes en la sala. Por favor, piensa con mucho cuidado cada palabra que digas, los testigos no olvidan ni mienten—dijo el guía con un tono de voz que asustó a Marco.
  • 34. Marco estaba paralizado, la advertencia de su guía había sido totalmente explícita, y por las expresiones faciales de los testigos estaba claro que lo dicho por el guía era real. —El proceso normal evolutivo de cualquier alma implica que luego de su muerte dicha alma junto a un guía analicen el estado del plan de cada historia de vida y determinen una reencarnación en un período de tiempo suficiente para que esa alma se adapte a la nueva realidad que va a empezar a vivir. Ese proceso se lleva a cabo en un feto, en el cual el alma empieza a entrar y salir para acostumbrarse, hasta el momento del parto en que se encarna definitivamente y olvida todo lo que le pasó hasta antes de ese instante. Bueno, luego de ello siguen varios procesos adaptativos hasta cerca de los tres o cuatro años, que es la edad desde la cual el alma encarnada tiene conciencia de su realidad. Marco escuchaba en silencio, y de reojo miraba a los testigos, quienes permanecían incólumes. —En este caso puntual, en que es imprescindible que recuperes tu realidad física de adulto—dijo el guía, mientras
  • 35. uno de los testigos miraba algo incómodo a Marco—, lo que haremos es muy diferente. Se han sondeado almas que están cercanas a morir, se ha tomado contacto con ellas en sueños y con una de ellas se llegó a una suerte de acuerdo. El acuerdo consiste en que, a cambio de ciertas dispensas que no viene al cabo detallar, esa alma saldrá de su cuerpo varios meses antes de su muerte natural, para dejar ese cuerpo a disposición de tu alma para que encarnes en él, y te hagas cargo de terminar lo que empezaste. Marco estaba tieso. Lo que le había dicho el guía sonaba lógico en ese plano, pero revestía demasiadas dudas para él y lo que tenía que volver a hacer. En ese instante ambos testigos se enderezaron en sus asientos y dirigieron sus miradas a Marco, a sabiendas que empezaría luego a aclarar sus dudas. —Disculpe, esto es demasiada información para mi, ¿cómo se supone que se haga ese traspaso de almas o del cuerpo?— preguntó Marco a su guía. —Eso es algo que no haremos tú ni yo. El proceso es complicado pero no depende de ti ni de mi. —Y una vez que yo haya encarnado en ese cuerpo, ¿cómo haré para volver a mi casa y a mi vida?
  • 36. —Eso es responsabilidad tuya—dijo el guía, mientras los testigos dirigían su mirada hacia él—. Nuestro trabajo es conseguirte un cuerpo y encarnar tu alma en él, de ahí en más lo que hagas depende exclusivamente de ti. —¿Y dónde encarnaré, cerca de mi casa, en mi país, al otro lado del mundo? —Eso lo sabremos cuando tengas que encarnar, ni antes ni después. Marco estaba desconcertado, no sabía qué hacer con esa información en esos momentos. —Y cuando encarne, ¿olvidaré todo esto como si fuera un bebé? —Buena pregunta Marco—dijo el guía—. Cuando encarnes no olvidarás nada. Tú te harás responsable de guardar la información de lo que viste acá. Debes recordar que aún no has sido juzgado, por ende lo que hagas o dejes de hacer en esta encarnación también se sumará a tu juicio. —¿Cuánto tiempo de vida tendré?—preguntó preocupado Marco.
  • 37. —Aún no sabemos qué cuerpo te consiguieron, así que sabremos esa información cuando encarnes—respondió el guía. —O sea que cuando encarne sabré si será en hombre o en mujer, en viejo o en joven —Lo único que se me informó es que, para evitar conflictos, te consiguieron el cuerpo de un hombre adulto. Así no habrá que perder tiempo en un proceso lento y difícil que sería adecuar tu alma a un cuerpo femenino, y tendrás la libertad de decisión y de movimiento de cualquier adulto. Marco guardó silencio. Dentro de todo lo complejo que significaba lo que le estaban informando, se sentía conforme pues lo planificado sonaba bastante lógico, al menos para su mente. —¿Cuándo se hará la… encarnación?—preguntó Marco. —Cuando el alma esté lista para salir, y para cuando su guía esté listo para recibirlo. Eso se te comunicará en su momento. ¿Tienes alguna pregunta más, Marco? —No por ahora, necesito pensar… —Ahora es el único momento que tendrás para aclarar tus dudas—replicó con algo de vehemencia el guía—. No podemos
  • 38. reunirte con testigos cada vez que se te ocurra alguna pregunta más. Te vuelvo a preguntar, ¿tienes alguna pregunta más, Marco? —No señor, no tengo más preguntas. —Te vuelvo a preguntar, ¿tienes alguna pregunta más, Marco? —No, no tengo más preguntas—respondió confundido Marco. El guía entonces miró a los testigos y se puso de pie. Ellos hicieron lo mismo, y las tres presencias se despidieron haciendo una leve venia, luego de lo cual los testigos se desmaterializaron. —Salgamos de aquí—dijo el guía. —Disculpe, ¿por qué me preguntó tres veces si tenía alguna pregunta? —Matemáticas—respondió el guía mientras salía del lugar y la puerta se cerraba y volvía a recuperar su transparencia de siempre—. Todo acá se pregunta tres veces, porque eso da el tiempo de arrepentirse tres veces. Si a la tercera vez mantienes tu respuesta, esa será la respuesta que quedará para la eternidad. —Tengo un par de preguntas más que no tienen que ver con lo de la encarnación.
  • 39. —Dime Marco. —¿Cuánto tiempo llevo acá? —Acá no existe la medición del tiempo, las cosas pasan sin que sea necesario medirlo. Todo sucede cuando debe suceder, ni antes ni después. —¿Y cuánto tiempo habrá pasado en la tierra cuando encarne? —Eso lo sabrás cuando encarnes, no ahora. —Ah… bueno, lo último, desde que estoy acá no he sentido hambre ni sueño, ni me han dado ganas de ir al baño, ¿por qué? —Porque para tener hambre, sueño, y desechos en tu cuerpo, primero tienes que tener un cuerpo. Recuerda que aunque no creas en la existencia del alma, eres una sin cuerpo actualmente. —Muchas gracias señor. —Por nada. Ahora siéntete libre de recorrer el lugar, cuando llegue el momento te buscaré y te explicaré los pasos a seguir para que encarnes y completes lo que empezaste. Marco quedó nuevamente solo, luego que el guía se desvaneciera. En ese instante no le quedaba más que seguir maravillándose del lugar en el que estaba, hasta que el guía se materializara a su lado y empezara el siguiente paso en el
  • 40. extraño proceso que estaba viviendo y que aún no era capaz de entender del todo.
  • 41. VIII Marco estaba preocupado. Según su percepción había pasado el doble del tiempo desde que había llegado a ese lugar hasta la última vez que había visto a su guía, y no había tenido noticia alguna de él. De todos modos a cada instante descubría distintas maravillas en el lugar, cosas que ni siquiera hubiera sido capaz de creer que podían existir ni en su imaginación aparecían a cada rato frente a sus ojos. En ese instante Marco estaba sentado en la ribera de un riachuelo color turquesa, donde nadaban peces de colores inimaginables. De un momento a otro Marco sintió la misma sensación de siempre cuando aparecía su guía, quien en ese segundo se materializó a su lado. —Hola Marco, vamos, llegó el momento. Marco se puso raudo de pie y empezó a caminar detrás del guía, quien lo esperó para ponerse a su lado. —Marco, me avisaron que el alma está lista para abandonar su cuerpo hoy. El maestro encargado del proceso está listo, y el guía del alma que te dará el cuerpo también. Ahora vienen dos
  • 42. procesos incómodos: uno será volver al plano físico, que no es tan agradable como pasar desde el físico al superior. El otro será el proceso que hará el maestro para soltar el alma del cuerpo y fusionar tu alma a dicho cuerpo. Como esto no es algo que se haga regularmente, no sé si te provocará algún dolor o no; si así fuera, simplemente deberás aguantar porque el maestro no se detendrá hasta que termine su labor. Marco se puso un poco nervioso. Mientras el guía hablaba, ambos se acercaban a una zona que se veía borrosa y descolorida, lo que terminó por asustar aún más a Marco. En ese instante no tenía recuerdos del momento en que había llegado a ese sitio, por lo que no sabía si se veía así cuando llegó. De pronto el guía se detuvo y tomó la mano de Marco. —Marco, vamos a pasar de este plano superior al físico. No importa lo que escuches o lo que veas, por ningún motivo te sueltes de mi mano, yo haré todo lo que esté a mi alcance para no soltar la tuya. Vamos. El guía se paró en el límite borroso del lugar, y tal como en las edificaciones de cristal la pared se abrió, dejando ver una negrura que parecía absorber toda la luz posible. El guía de
  • 43. inmediato dio el paso y Marco se sintió flotando en la nada rodeado de una oscuridad imposible de pensar. De pronto millones de voces quejumbrosas llenaron el ambiente con sus lamentos; al mismo tiempo cientos de manos intentaban asir a Marco, quien apretaba con fuerza la mano del guía mientras éste hacía lo mismo con su mano. Hubo un momento en que los quejidos y los agarrones hicieron colapsar la mente de Marco, quien llegó a pensar en dejarse llevar por todo ese sufrimiento y quedarse en ese lugar; sin embargo en ese momento la fuerza de la presión de la mano de su guía lo hizo reaccionar, hasta que de pronto un punto de luz se dejó ver en la oscuridad, el cual empezó a crecer cada vez más, hasta convertirse en una suerte de puerta por la que entraron Marco y su guía. Marco y su guía estaban en una amplia e iluminada habitación de paredes descuidadas pero limpias. Al medio de la habitación había una cama, y sobre ella yacía durmiendo un hombre mayor, bastante delgado. —Ese es el cuerpo en el que encarnarás—dijo de pronto el guía —. Es un hombre quince años mayor a la edad que tenías cuando falleciste. Es viudo, sin hijos ni familia, por lo que no le
  • 44. debe explicaciones a nadie. Tiene cáncer de pulmón por el tabaco. A su cuerpo le quedan seis meses de existencia; su esposa murió hace tres meses lo que lo hizo caer en una depresión de la que no ha podido salir, lo que lo llevó a planificar su suicidio. En ese contexto fue contactado, y acordó dejarte su cuerpo. Él usó parte de su tiempo para vender algunos bienes físicos y dejar dinero disponible para que lo uses en el traslado a tu país de origen… —Espere, ¿no estamos en Chile? ¿Dónde estamos entonces?— preguntó preocupado Marco, pensando en cuánto se demoraría en volver a su país. —En Argentina—respondió el guía, lo que dejó más tranquilo a Marco—. Ahora esperaremos a que llegue el guía del dador del cuerpo, y el maestro a cargo del proceso. Hay un detalle importante, el guía me dijo que prefiere que no interactúes con el alma del dador del cuerpo, no quiere que nada contamine su paso al otro nivel de conciencia. —Está bien, no tengo problemas con no hablarle—dijo Marco. —Otro detalle importante es que, sin importar lo que veas que haga el maestro, no lo puedes interrumpir. Si lo llegas a desconcentrar no sabemos qué podría pasar. —Está bien.
  • 45. —Cuidado Marco—repitió el guía—. Este proceso es muy poco frecuente de hacer, y no está exento de riesgos. Cuando te digo que no sabemos qué podría pasar es así, en nuestro plano superior no sabemos qué podría pasar si el maestro se llega a desconcentrar, así que por favor mantente lo más callado e inmóvil que puedas. —No se preocupe señor, el maestro no notará mi presencia. Marco y el guía quedaron en silencio mirando al hombre dormir. Se sentía extraño para Marco estar de nuevo en el plano físico, que se veía completamente descolorido y apagado respecto del plano en que se encontraba. En algún momento llegó a pensar que había cometido un error al pedir volver, pero al recordar lo que le quedaba por hacer entendía que la decisión que tomó era la única que podía tomar. Marco estaba mirando ensimismado un reloj de pared que había frente a él. Después de no sabía ya cuánto tiempo podía ver cómo dicho tiempo se movía en unidades terrestres. Su guía lo miró y guardó silencio. De pronto y de la nada una sensación extraña recorrió el alma de Marco; en ese instante una nueva presencia apareció en el lugar, saludándose con una venia con su guía y sin mirarlo a él. Marco supuso que era
  • 46. el guía del alma que estaba por abandonar el cuerpo, pues su vestimenta y su postura era idéntica a la de su guía. De pronto se escuchó un crujido en la cama. El hombre parecía estar despertando, pero sólo cambió su postura para dormir, quedando boca abajo. Su guía lo miró, levantó una mano y automáticamente el cuerpo volvió a su postura inicial, de espaldas. Cinco minutos terrestres más tarde el ambiente en que se encontraban las tres presencias empezó a vibrar incontrolablemente. Marco creyó que estaba temblando, pero una mirada de su guía lo calmó. En ese instante una presencia extremadamente poderosa se hizo presente en el lugar; en cuanto llegó vio que todo el entorno vibraba, por lo que levantó un par de centímetros la cabeza y todo volvió al estado de reposo previo. La entidad era levemente más alta que ambos guías, quienes al verlo aparecer agacharon sus cabezas en una notoria venia que fue respondida por la presencia. A diferencia de los guías, la entidad usaba una tenida larga con una capucha que llevaba puesta, por lo que su rostro era invisible para Marco.
  • 47. El maestro miró a ambos guías. El guía del dador del cuerpo se acercó al hombre que dormía y lo tocó suavemente: en ese instante el alma se separó del cuerpo algunos centímetros, pero a diferencia de Marco y de las otras entidades, su imagen era transparente. En ese momento el maestro se acercó a la cabeza del dador del cuerpo, colocó sus manos sobre ella y empezó a recitar algo en una lengua desconocida y en un tono apenas audible para todas las entidades. En la medida que el maestro seguía recitando, el alma separada del cuerpo empezaba a hacerse cada vez más concreta para el plano de las entidades; cuando el maestro paró de recitar, el alma se había separado completamente del cuerpo, y aparecía de pie al lado de su guía. Marco miraba sorprendido la escena, había visto por primera vez en su vida un alma separándose de su cuerpo, lo que le demostraba que su creencia estaba errada. Marco luego miró el cuerpo, y vio que parecía no respirar; cuando pensaba en preguntar qué había pasado su guía lo miró y una voz se hizo presente en su cabeza. —No digas nada Marco, puedes desconcentrar al maestro.
  • 48. —¿Qué pasa con el cuerpo?—pensó Marco, esperando que su guía pudiera escuchar sus pensamientos. —Nada, está en un estado intermedio premortem, técnicamente podríamos decir que no está vivo ni muerto. Ahora prepárate, el maestro ahora se encargará de fijar tu alma al cuerpo en la cama. Marco se puso nervioso, tenía miedo que algo saliera mal y que más de alguien saliera lastimado. —¿Nos volveremos a ver?—pensó Marco. —Ahora nos dejaremos de ver, cuando se acabe el plazo de este cuerpo, veremos. El maestro se acercó a Marco, colocando sus manos sobre su cabeza, haciendo que de inmediato perdiera control sobre el movimiento de su alma. Sin que Marco pudiera hacer nada, su alma fue colocada en posición horizontal y fue movida para quedar sobre el cuerpo. El maestro recitaba concentrado mientras Marco temblaba inmóvil en el aire; de pronto la letanía que pronunciaba el maestro cambió de ritmo, y en ese instante el alma de Marco empezó a bajar para quedar justo en la posición del cuerpo, pero aún era independiente del
  • 49. continente. De pronto Marco vio cómo el maestro empezaba a mover sus manos lenta y armoniosamente; al momento la vista de Marco se fue a negro, como cuando estaba pasando con su guía del plano superior al plano físico: pasados un par de eternos minutos el alma de Marco sintió una especie de corriente eléctrica que la recorría de pies a cabeza, para luego quedar profundamente dormido.
  • 50. IX Marco despertó a la mañana siguiente con ganas de orinar, ya no recordaba cuánto tiempo había pasado desde la última vez que necesitó dormir e ir al baño. Al levantarse miró su pijama: chaqueta y pantalón de franela a cuadros blancos y negros. A medio camino del baño había un espejo donde se miró por primera vez: era más alto y delgado que en su vida anterior, su cara era de rasgos duros y también enflaquecida. Al caminar notó que le costaba respirar, como era de esperar para alguien con cáncer de pulmón y seis meses de expectativa de vida. Luego de orinar se devolvió al dormitorio a buscar ropa para bañarse, vestirse, averiguar un poco acerca de su nuevo cuerpo y decidir qué pasos seguir para intentar retomar su vida. Al tomar el pantalón de uno de sus bolsillos cayó una billetera, la cual abrió e inspeccionó: en ella había una identificación con su foto, donde decía que se llamaba Alfonso Fuentes García, que tenía sesenta años, justo quince más que la edad que él tenía al morir, y que tenía registrada como profesión mecánico automotriz. Además había en la billetera
  • 51. un papel que decía “enciende el computador, ahí está toda la información” y una fecha que le parecía ridícula. Luego de bañarse y vestirse le dio hambre, por lo que fue a la cocina y se preparó una taza de café cargado y un sándwich de queso. Al terminar volvió al dormitorio satisfecho, se dirigió al escritorio donde estaba el computador y lo encendió: una vez que estuvo encendido y conectado a internet revisó la fecha, y no dio crédito a lo que veían sus ojos. De inmediato se conectó a internet y buscó la fecha. —¡Un año! Dios mío, no puede ser… Había pasado un año desde la fecha de su muerte. A esas alturas su hijo ya tendría tres años, y su esposa ya llevaba un año de viuda, el mundo había avanzado un año y él no lo había notado en el plano en que estuvo. De inmediato buscó en el escritorio hasta que encontró un archivo de texto titulado “Léeme” y la fecha de ese día. Al abrirlo y luego de leer la presentación del dueño del cuerpo donde le contaba detalles importantes para reconocer a sus conocidos, venía la ubicación en una muralla de una caja fuerte y una clave: ahí habría el dinero suficiente para poder viajar a Chile a hacer “lo que sea
  • 52. que vayas a hacer con mi cuerpo”. En ese instante Marco se detuvo: recién estaba empezando a entender el peso de lo que le estaba sucediendo. Había muerto un año atrás, y en un año logró que le consiguieran un cuerpo para volver a la vida y terminar lo que él creía que era su misión de vida. Marco se miraba en el reflejo en la pantalla del computador y veía a Alfonso, un argentino desconocido que no quería seguir viviendo y que le había heredado su cuerpo por los seis meses que le quedaban. Seis meses tenía para viajar a Chile e intentar retomar todo desde donde había quedado un año atrás: ¿y si no lo lograba, y si no era capaz de convencer a su entorno de que ese cuerpo viejo era el mismo que había muerto un año atrás con quince años menos? Las dudas empezaron a acosar a Marco; sin embargo el tiempo que tenía era demasiado corto para detenerse a pensar tanto, lo mejor que podía hacer era empezar a planificar sus próximos seis meses lo antes posible. Cerca de las nueve de la noche ya tenía medianamente bien planificado lo que iba a hacer. Había revisado la caja fuerte y la cantidad de dinero que había ahí era suficiente como para subsistir dos o tres meses como turista en Chile. Ese día también lo aprovechó para salir a probar el auto que había en
  • 53. la casa; si bien es cierto como Marco manejaba bastante bien, ahora como Alfonso tenía muchas más habilidades por su labor como mecánico. Esa tarde abrió el motor del vehículo y al revisar el trabajo que le había hecho, decidió que era una buena alternativa para ahorrar algo de dinero viajar en ese auto a Chile; inclusive por el buen trabajo que tenía existía la posibilidad de poder venderlo a algún coleccionista o a otro mecánico para obtener más dinero y asegurarse más tiempo de mantención, si es que no lograba retomar su vida. Había llegado la hora de comer algo y acostarse, estaba demasiado cansado y con una seria dificultad para respirar; en esos momentos Marco esperaba que el pronóstico de seis meses de vida del cuerpo fuera cierto, y rogaba por que no lo quedara un mes de vida normal y meses de agonía. A la mañana siguiente Marco se levantó nuevamente cansado y con dificultad para respirar. Esa mañana buscaría un mapa que le permitiera planificar la ruta, guiándose por instrucciones de internet a ver si con eso lograba llegar en un plazo prudente a Chile. Aún no sabía en qué provincia estaba viviendo, por lo que tendría que investigar bastante a ver si le convenía hacer el viaje en auto o no. Justo después de desayunar tocaron la puerta; al abrirla Marco reconoció a uno
  • 54. de los amigos de Alfonso según las descripciones que había dejado en el archivo. Con él compartió el resto de la mañana fumando y bebiendo cervezas; a mediodía el hombre se fue, dejando a Marco más ahogado que de costumbre. Luego de almorzar Marco se dirigió al computador para empezar a planificar el viaje a Chile; al descubrir que el viaje demoraría más de catorce horas empezó a pensar si sus pulmones aguantarían en el estado en que se encontraban, pensando además en que debía atravesar la cordillera de Los Andes. Sin embargo el tener la posibilidad de ahorrar el dinero del pasaje y de poder vender el vehículo para obtener más recursos para su mantención le hicieron decidir hacer el viaje en auto, pese a todos los riesgos. Probablemente debería descansar en el viaje en algunos tramos, lo que demoraría su trayecto; de todos modos si lograba salir de madrugada podría ganar horas de luz para hacer su viaje. Ya no había que darle más vueltas al asunto, partiría a la mañana siguiente de madrugada a reencontrase con su destino, o al menos a intentarlo.
  • 55. X Marco llegó a Santiago manejando cerca de las diez de la noche; había partido el mismo día cerca de las seis de la mañana, y pese a que el clima estaba excelente, el cansancio lo obligó a detenerse varias veces y por períodos moderados de tiempo para seguir manejando seguro. Al llegar a la capital se dirigió de inmediato a un hostal donde había hecho la reserva de una habitación; esa noche dejaría el vehículo estacionado en la calle, y sólo si llegara a haber problemas de seguridad buscaría al día siguiente dónde guardarlo. El cansancio y la tos apenas lo dejaron hablar al llegar al hostal, dejando preocupada a la recepcionista quien le preguntó en más de una ocasión si estaba bien. Marco sólo quería ir luego a la habitación, ducharse y acostarse a dormir; dejaría para la mañana siguiente la comida, pues podía más el cansancio que el hambre. A la mañana siguiente Marco despertó hambriento. Luego de ducharse bajó al comedor a buscar el desayuno. En esos instantes agradecía que la dueña fuera una señora añosa, pues ella al verlo de inmediato le sirvió un suculento desayuno para que repusiera fuerzas y tuviera ánimo para el día. La
  • 56. señora se dedicó a conversar animadamente con Marco, quien aún no se acostumbraba a hablar con acento argentino, y le costaba reconocer la voz rasposa que salía de su cuerpo. Después del eterno desayuno y la sobremesa llegó la hora de almuerzo. Marco apenas había terminado de reposar el desayuno cuando la dueña le trajo un almuerzo con entrada, plato de fondo, ensalada y postre, asegurando al menos dos o tres horas más de comida y conversación. La señora se veía radiante conversando con Marco, quien respondía todas y cada una de las preguntas de la dueña del hostal. De pronto Marco cayó en cuenta que todo lo que estaba respondiendo era acerca de Marco y no de Alfonso, por lo que empezó a poner cuidado para que sus respuestas no lo metieran en problemas más adelante; de todos modos ello enlenteció bastante la conversación, pues Marco tenía que recordar lo poco que había alcanzado a memorizar acerca de Alfonso, y lo casi nada que sabía del lugar de origen del dueño del cuerpo que él usaba en esos momentos. Así, tres horas y media después del almuerzo recién Marco pudo levantarse de la mesa, antes que la dueña lo atrapara con la hora de once.
  • 57. Marco salió a caminar después de la sobremesa. Lo primero que hizo fue revisar que el auto estuviera en el lugar en que lo había dejado y que no le faltara la radio o algún espejo; una vez se cercioró que todo estaba en su lugar decidió salir a recorrer el barrio en que estaba el hostal. A tres cuadras del lugar encontró un local de conexión a internet; dado que el hostal no estaba muy cerca de donde vivía o trabajaba en su vida anterior, tuvo que conectarse para encontrar un mapa que le enseñara cuál era la mejor ruta para dar su siguiente paso: contactar a Marta, su viuda, e intentar convencerla de la extraña historia que le iba a contar. Sabía que eso iba a ser lo más complicado de todo, pero si tenía suerte en eso podría cumplir aquello por lo cual se había encarnado. Extrañamente ese día Marco se había sentido mucho menos cansado que los días anteriores. Al parecer en Argentina su régimen se componía de cerveza, tabaco y comida rápida, lo cual estaba acelerando su deterioro. Ahora que había comido alimentos en preparaciones caseras y abundantes, se sentía bastante más recuperado. Él sabía sin embargo que ello no alargaría el período de seis meses que tenía ese cuerpo, pero al menos haría su existencia bastante más llevadera. Lo mejor que podía hacer ese día era volver al hostal a tomar once y
  • 58. cenar con la dueña de casa, y dejar para el siguiente día el reencuentro con su viuda y el esfuerzo por convencerla de quién era él. Marco entonces apagó el computador, pagó el tiempo que lo había usado y enfiló sus pasos al hostal, para preocuparse por lo que quedaba del día del cuerpo que estaba usando, y darle a la dueña del lugar la conversación y compañía que se merecía a cambio de la abundante y riquísima comida con que lo estaba halagando.
  • 59. XI Marta Olivares venía saliendo del trabajo. Había sido una jornada pesada como todos los días desde ya hacía un año, cuando había enviudado y tenido que hacerse cargo de los gastos de la casa ella sola. Su marido no tenía seguros ni ahorros, por lo que ella debió costear el funeral y la tumba, y luego de las vacaciones que pidió para tratar de vivir su duelo volvió a una realidad complicada económicamente. De partida debió despedir a la señora que cuidaba a su hijo y dejarla a cargo de su madre, mujer mayor de poca paciencia, que no sabía cuánto tiempo podría seguir aguantando a un pequeño de tres años curioso, movedizo y lleno de vida. Luego debió contraer sus gastos al mínimo para lograr que con sueldo les alcanzara para vivir; al poco tiempo debió empezar a hacer horas extras para tener algo más de dinero y no llegar a final de mes tan apretada. En más de alguna ocasión su madre deslizó la posibilidad de arrendar alguna pieza de la casa a algún estudiante universitario para tener mayores entradas, pero Marta no quería sacrificar su espacio por algo más de dinero; además, si ya su madre no dejaba de molestarla con abrir el subterráneo, no creía poder soportar a algún extraño
  • 60. preguntando acerca de lo mismo. Marta había trabajado dos horas más ese día, y lo único que quería era volver a su hogar A la salida del trabajo Marta se dirigió rauda al paradero de buses. De pronto alguien se cruzó en su camino, y le dirigió la palabra. —¿La señora Marta Olivares? Buenas tardes señora, mi nombre es Alfonso Fuentes. Necesito saber si tiene algunos minutos para conversar conmigo. El hombre que le bloqueaba el paso era muy alto, delgado, casi enjuto, de facciones duras, pelo canoso, voz rasposa y acento argentino. —Disculpe, no lo conozco, ¿de dónde sabe mi nombre?— preguntó la mujer mientras sujetaba firmemente su cartera. —Es una historia algo larga señora, por eso le pedí algo de su tiempo para conversar con usted. —No, no tengo tiempo ahora—dijo la mujer, escueta. —Está bien señora, disculpe la molestia. ¿Usted cree que mañana sí pueda dedicarme algunos minutos? De verdad necesito conversar con usted imperiosamente.
  • 61. La mujer estaba sorprendida, nunca había visto a ese hombre, de hecho no tenía conocidos argentinos, sin embargo algo dentro de ella le decía que hablara con él. —Veré qué puedo hacer… venga mañana a esta hora, y veremos si podemos conversar. El hombre se despidió cortésmente y le agradeció la posibilidad de hablar, prometiendo volver al otro día. Antes que la mujer tomara su bus el hombre subió a un auto bastante vistoso y desapareció sin dejar rastros, mientras la mujer pensaba en qué querría decirle ese desconocido. La mujer hizo su viaje fijándose en que no apareciera el auto cerca del bus; al bajar en el paradero caminó lo más rápido que pudo mirando a todos lados para asegurarse que el hombre no la hubiera seguido. Sólo después de entrar a su casa y cerrar la puerta con llave se tranquilizó un poco. —Hola mamá, ¿cómo estás?—preguntó la mujer mientras tomaba en brazos a su hijo. —Bien Martita, el Ivancito estuvo super tranquilo hoy, así que el día estuvo mucho mejor que el de ayer.
  • 62. —Oye mamá, necesito que mañana te quedes una media hora más, tengo que reunirme con alguien a la salida del trabajo— dijo la mujer casi automáticamente. —Bueno hija… ¿con quién te vas a juntar, si se puede saber?— preguntó suspicaz su madre. —Con un conocido que no veo hace un tiempo—respondió la mujer, nuevamente casi sin pensar. Luego de un rato de conversar con su hija, la madre de Marta se fue a su casa, dejando a la mujer sola con su hijo de tres años. Mientras ella abrazaba y jugaba con el pequeño, pensaba en lo rápido que accedió a conversar con el desconocido; sin darle más vueltas al asunto decidió acostar a su pequeño, cenar e irse a dormir, la jornada laboral sería tan pesada como las otras, así que debería recuperar fuerzas lo más rápido posible. Marco estaba en el hostal cenando. Mientras la dueña le daba más comida que al resto de los pasajeros y le conversaba animadamente, el alma en el cuerpo de Alfonso Fuentes trataba de tranquilizarse luego de haber visto a su viuda. La mujer estaba más canosa y delgada que la última vez que la vio, y su rostro estaba enmarcado por el cansancio del primer
  • 63. año viviendo sola con su hijo. Las ganas de abrazarla se le habían hecho incontrolables, y por ello fue que en cuanto se despidió de ella subió al auto y enfiló hacia el hostal sin mirar atrás. La decisión de Marta de no hablar ese día le había dado tiempo a Marco para decantar un poco sus sentimientos, y permitirle llegar más enfocado y concentrado al día siguiente para poder contarle a quien fuera su mujer la realidad que él estaba viviendo, a ver si ella era capaz de creerle y de aceptar que pudiera entrar a su viejo hogar a retomar lo que había dejado pendiente.
  • 64. XII Marta Olivares iba saliendo agotada de otra jornada laboral. La cantidad de trabajo que había hecho ese día era enorme, y su cuerpo ya no daba para más. Lo único que esperaba era tomar luego el bus para irse a casa, poder estar con su madre y su hijo y olvidarse al menos por algunas horas de su desgastador trabajo. Cuando llegó a la recepción del edificio vio fuera de la mampara al hombre viejo de acento argentino que le había pedido hablar la tarde anterior; de solo pensar que perdería media hora hablando quién sabe de qué con ese desconocido se le hacía terrible y más interminable la jornada que aún no podía terminar. Antes de salir del edificio se arregló un poco el pelo e intentó esbozar una sonrisa. —Buenas tardes señora Marta, ¿se acuerda de mí?—dijo el hombre acercándose a ella en cuanto salió de la mampara. —Buenas tardes don… ¿Alfonso?—saludó la mujer. —Sí, Alfonso—dijo Marco mordiéndose la lengua—. Cuénteme, ¿hay alguna posibilidad que conversemos hoy? —Sí, tengo media hora—dijo Marta. —Bueno, acá a media cuadra hay un café bastante agradable, si quiere podemos conversar ahí.
  • 65. Marta miró sorprendida al hombre: el café al que la estaba invitando era justo aquel al que su difunto esposo la invitaba en algunas ocasiones cuando la iba a buscar al trabajo, y la frase que utilizó era la misma que usaba su esposo para invitarla. Luego de aceptar caminaron media cuadra y entraron al café; el hombre de inmediato le corrió la silla de una mesa para que ella se sentara. La mesa elegida por el hombre era la misma que le gustaba a su esposo; sin dar tiempo a que les trajeran la carta, el hombre pidió dos cafés, los mismos que ordenaba siempre su esposo. Marta estaba sorprendida y confundida, y no lograba entender tantas casualidades juntas. —Bien don Alfonso, cuénteme qué necesita hablar conmigo— dijo Marta. —Antes que todo, y aunque le parezca rara o tonta la pregunta necesito saber qué opina usted acerca de la reencarnación. —Disculpe, ¿pidió hablar conmigo para hablar de mi religión o mis creencias? —No Marta, es sólo una pregunta necesaria para lo que tenemos que conversar.
  • 66. —No creo en la reencarnación, creo que la vida es una… —Y que una vez que morimos nos vamos al más allá sin vuelta atrás—interrumpió Alfonso, completando de manera perfecta la frase que estaba por decir Marta, y que era lo que siempre le contestaba a Marco cuando éste la interrogaba sobre el teme. La mujer quedó sorprendida mirando a su interlocutor. —¿Esto es una especie de truco de magia, sabe leer la mente… cómo supo lo que iba a decir? —Marta, su marido se llamaba Marco Saldías. Él murió hace un año en su lugar de trabajo de un infarto masivo. Ustedes tienen un hijo que se llama Iván Saldías Olivares, que ya cumplió tres años… —Deténgase un momento, ¡cómo es que usted averiguó todo eso acerca de mi vida? ¿Cuál es la idea, chantajearme acaso? —No hay nada en su vida con lo que yo pueda chantajearla señora Marta. —¿Entonces qué significa esto?—preguntó Marta enrabiada. —Señora Marta, lo que le voy a contar ahora es muy difícil de creer, de hecho si yo estuviera en su lugar no me creería—dijo Alfonso mirando al piso—. Cuando Marco murió fue ayudado por un guía del más allá a pasar a un lugar que podríamos definir como la antesala del cielo. En ese lugar se juzgan las
  • 67. almas respecto de lo que hayan hecho en su vida anterior, y se planifica la siguiente reencarnación. —Yo no creo en eso—interrumpió Marta. —Lo sé señora Marta, su esposo de hecho ni siquiera creía en la existencia del alma—dijo Alfonso, sorprendiendo nuevamente a la mujer—. Entiendo que cuesta creer de buenas a primeras en algo que nunca ha creído, pero necesito que termine de escucharme. Marta estaba demasiado confundida, pero prefirió guardar silencio en espera del resto de la historia que Alfonso le tenía que contar. —Cuando Marco llegó a este lugar de paso, habló con el guía para explicarle que no podía morir porque le quedaban muchas cosas pendientes por hacer. El guía lo escuchó, habló con sus jefes, y le consiguieron algo complicado para hacer, inclusive a ese nivel. Ellos consiguieron el cuerpo de alguien a quien le quedaban seis meses de vida y que ya no quería seguir viviendo, para que el alma de Marco usara ese cuerpo y volviera a la Tierra a terminar lo que había dejado pendiente.
  • 68. Marta estaba pegada al asiento: Su café se enfriaba mientras la mujer miraba fijamente a ese hombre mayor que le contaba una historia inverosímil. —Y supongo que usted es Marco reencarnado—dijo Marta. —Cuando me avisaron que el cuerpo estaba listo viajamos a esta realidad. El alma de Alfonso dejó el cuerpo y alguien unió mi alma a este cuerpo. Alfonso había dejado dinero en una caja fuerte para que yo lo pudiera usar y viajar a Chile. Ahora me estoy quedando en un hostal, para poder tener dónde quedarme mientras hablaba contigo para explicarte esta locura—dijo Marco. —¿Y usted espera que yo crea que usted es Marco reencarnado? ¿Me cree estúpida acaso? ¿Cree que con esa historia me iba a enternecer y a abrirle las puertas de mi casa y de mi vida?—dijo Marta sollozando. —Por eso le dije que si yo estuviera en su lugar no lo creería— dijo Marco volviendo al tono formal—. Sólo le pediré que piense un poco en esto, no que decida ahora. Acá hay un número de teléfono, si en algún instante lo desea me puede llamar para seguir conversando de esto. No la apuraré ni la acosaré, todo será cuando usted quiera y sólo si es que usted cree.
  • 69. Marco llamó a la mesera, pagó la cuenta, se despidió de Marta no sin antes dejarle una tarjeta con un número telefónico y se dirigió al auto para volver al hostal. Marta se quedó tiesa en la silla pensando en la extraña conversación que había tenido; de pronto algo pareció iluminar su rostro. La mujer sacó su teléfono celular, buscó en la agenda hasta encontrar el contacto que buscaba, e hizo una llamada. —¿Aló? Sí, bien. Necesito pedirte un favor enorme.
  • 70. XIII Marco llevaba nueve días en el hostal. Hacía una semana que había tenido la conversación con Marta, y desde ese día no había tenido noticias de ella. Sus jornadas se estaban haciendo interminables y monótonas, pues sólo consistían en comer y conversar con la dueña del lugar. En algún momento llegó a pensar que había sido una mala decisión pedir volver, pero ya era demasiado tarde para ello. Esa mañana Marco había salido a caminar, pues necesitaba tomar aire para poder despejarse y ver qué iba a hacer si es que Marta no se comunicaba con él; tenía la posibilidad de volver a Argentina, vender el auto y quedarse en el hostal hasta que el tiempo de su cuerpo se acabara, o intentar insistir con Marta a ver si con un nuevo discurso lograba convencerla. Mientras divagaba su teléfono sonó repetidas veces. —¿Aló? —Buenos días don Alfonso, habla Marta, ¿cómo está? —Bien señora Marta, dígame—dijo Marco, ilusionado y sorprendido. —Necesito que por favor me ubique hoy a la tarde en el café, a la misma hora del otro día.
  • 71. —Ahí estaré señora Marta, muchas gracias por llamar. Marco detuvo su marcha, y sintió cómo le volvía el alma al cuerpo. Al menos tenía una oportunidad para intentar convencer a Marta de quién era él, y tratar de completar lo que había quedado pendiente en su vida. De inmediato se dirigió al hostal para empezar a preparar el nuevo discurso con el que intentaría convencer a Marta. Marco llegó a la hora indicada al café, estacionó el vehículo y entró al local. En la mesa donde se había juntado con Marta la semana anterior estaba sentada la mujer, acompañada de un rostro conocido. —¿Manuel?—dijo Marco sorprendido—. Tanto tiempo sin verte, ¿cómo has estado? —Manuel, él es el señor del que te hablé, se llama Alfonso Fuentes, y dice llevar en su cuerpo el alma de Marco. —Ah bien—dijo Manuel, escueto y frío—. Don Alfonso, necesito que nos lleve a Marta y a mi en su auto al lugar donde trabajaba Marco.
  • 72. Ahora Marco comprendía todo. Marta había llamado a su jefe para ponerlo a prueba y tratar de desenmascararlo. Sin darle más vueltas al asunto Marco salió del café seguido de Manual y Marta, los llevó al auto y enfiló hacia el edificio donde estaba la oficina de corredores de propiedades. A los ocho minutos de viaje se estacionó en el lugar; al darse vuelta vio los ojos llorosos de Marta, quien se había emocionado al ver cómo Alfonso había seguido el mismo camino que su difunto esposo a su oficina. Manuel no dijo nada, sólo bajó del vehículo junto a Marta. —Bueno don Alfonso, usted nos guía—dijo Manuel. Marco siguió sin decir palabra, caminó delante de Marta y Manuel, guiándolos al ascensor del edificio. Todos entraron, Marco apretó el botón del tercer piso, dejándolos a la entrada del piso que ocupaba la corredora de propiedades, que a esa hora ya estaba sin ocupantes. Sin hablar siguió su marcha hasta la que fuera su oficina, entró en ella, encendió el computador el cual estaba con clave; sin mirar el teclado Marco digitó la clave accediendo al computador. Luego abrió una carpeta, eligió en ella un archivo el cual abrió. En esos
  • 73. instantes Manuel se puso pálido sin que Marta entendiera el por qué. —Veo que reconociste el archivo Manuel—dijo Marco mientras Manuel miraba paralizado y Marta seguía sin entender nada—. Dile a Marta de qué es el archivo que abrí. —Nadie había podido descifrar la clave para acceder al computador… y sólo tres personas sabíamos que esa era la propiedad que Marco tenía que mostrar el… el día que falleció: uno era yo, otra mi secretaria, y el tercero… —Esto no puede ser verdad—dijo Marta—, usted tiene que haber conocido a Marco de algún lado… Manuel, ¿estás seguro que ese era el archivo? —Marta, desde que murió Marco nadie más pudo usar el computador, de hecho la oficina estaba en desuso, en espera que los dueños compraran un nuevo computador—dijo Manuel asustado—. Nadie había podido entrar al sistema así de fácil y sí, estoy seguro, esa era la propiedad que Marco iba a visitar ese día en la tarde. —Veo que no hay modo de convencerla señora Marta—dijo de pronto Marco—. Bueno, creo que no tengo nada más que hacer aquí. Me quedaré un tiempo más en el hostal, y luego veré si vendo el auto para tener dinero y quedarme hasta
  • 74. morir acá, o vuelvo a Argentina y morir en la casa del dueño de este cuerpo. Manuel, fue un gusto haber podido verte de nuevo. Marta… ni siquiera puedo expresar lo feliz que me he sentido estos tres días en que pude volver a verte, espero que seas feliz y que puedas rehacer tu vida. Adiós a ambos. Marco salió de la oficina y se dirigió a los ascensores, derrotado. De pronto una mano sujetó su antebrazo. —Espere don Alfonso… dios mío, espero no arrepentirme de esto… Quiero que me acompañe a mi casa. Manuel se despidió de abrazo de Marta, y apretó con fuerza la mano de Alfonso. Marta y Alfonso bajaron en el ascensor sin intercambiar palabras. El viejo hombre llevó a la mujer al vehículo, ubicándola en el asiento del copiloto. Una vez que Alfonso se sentó en el asiento del conductor, se puso el cinturón de seguridad y encendió el vehículo, su acompañante dijo: —Bueno, supongo que si Marco está ahí dentro, conoce el camino a casa.
  • 75. XIV Marco manejaba nervioso por la misma ruta que usaba en su vida anterior. Después de un año volvería a ver su casa y a su hijo Iván; la tensión lo iba carcomiendo metro a metro, hasta que de pronto divisó su querido hogar. —Necesito que me espere acá afuera, despediré a mi madre y lo vendré a buscar—dijo Marta saliendo rauda del vehículo. Marco se quedó sentado con el cinturón de seguridad puesto. Por su cabeza pasaban decenas de escenas posibles con las que se podría encontrar, desde que la madre se negara a dejar a Marta sola, hasta que la mujer lo hubiera llevado engañado al lugar para llamar a carabineros para que lo arrestaran y lo sacaran de sus vidas para siempre. Diez minutos después la reja se abrió, y la madre de Marta se fue a su casa a ver a su marido; Marta volvió a entrar y a los tres minutos salió a buscarlo al auto. —Venga—dijo escueta.
  • 76. Marco salió del auto y se dirigió a la reja, en cuanto entró fue recibido por el perro de la casa, quien luego de ladrarle una vez se acercó a él, lo olió, y empezó saltar y a lamer sus manos casi con desesperación. Luego que el hombre lo acariciara y lo lograra tranquilizar, entró detrás de Marta al comedor de la casa. En uno de los sillones del living jugaba el pequeño Iván, quien le sonrió a su madre al verla; Marco se emocionó al ver a su hijo tan alto luego de un año sin haberlo visto. En cuanto el pequeño notó su presencia, se acercó curioso: de pronto y de la nada se abrazó a una de sus piernas y empezó a repetir “papá” una y otra vez. Marta miraba todo impactada. Si la reacción del perro había sido sorprendente, la de su hijo había sido simplemente inesperada. La mujer se acercó con suavidad al pequeño, lo tomó de la cintura y logró que soltara la pierna de Alfonso; el hombre se quedó parado en el comedor mientras la mujer calmaba al pequeño y lo llevaba a su dormitorio para hacerlo dormir. Sólo después de media hora Marta logró tranquilizar al pequeño para que dejara de repetir papá y conciliara el sueño. Cuando iba saliendo de la habitación del niño su celular empezó a sonar.
  • 77. —¿Aló Manuel?—preguntó la mujer. —Hola Marta, si soy yo, ¿qué ha pasado hasta ahora, está todo bien por allá? —Todo esto es demasiado extraño Manuel. Alfonso hizo el mismo recorrido que Marco cuando me traía del trabajo a la casa. De hecho me dediqué a mirarlo conducir, y tiene los mismos gestos y manías al manejar. —¿No será que estás condicionada a encontrar similitudes entre ambos Marta?—preguntó el jefe de su ex marido. —No lo sé Manuel, estoy demasiado confundida, tal como estabas tú cuando él entró a su oficina, abrió el computador y entró al archivo aquel—respondió la mujer. —Eso aún me tiene sorprendido Marta—dijo Manuel—. No entiendo de qué modo este hombre conocía el recorrido, la oficina, la clave del computador y el archivo que tenía que abrir. Oye, ¿y no será acaso algún contacto que hizo Marco en el subterráneo de tu casa? Tú me dijiste que nunca entraste al lugar, y que él tenía un computador con internet, tal vez de ahí se conocen. —Manuel, espera, no te he contado el resto—dijo Marta en voz baja, para no despertar a su hijo ni ser escuchada por Alfonso —. Cuando llegamos a casa y después de despachar a mi madre lo hice entrar. El perro le ladró una vez, lo olió y se
  • 78. volvió loco lamiéndolo y haciéndole fiestas. Luego entramos a la casa; cuando Iván lo vio se le acercó y casi de inmediato se abrazó a su pierna y empezó a decirle papá, hasta que logré llevarlo a su dormitorio y hacerlo dormir. —Dicen que los niños y los animales no mienten Marta—dijo Manuel. —Dicen lo mismo de los borrachos, y tampoco le creo a los borrachos—respondió Marta. —¿Qué harás entonces? —Creo que tengo la prueba final para saber si algo de esto es cierto o no. Te llamo más tarde—dijo Marta, despidiéndose de Manuel y cortando la llamada. Marta volvió al comedor. Alfonso estaba en el mismo lugar y en la misma posición en que lo había dejado. La mujer se acercó a él, nerviosa. —Sígame. Marco siguió a Marta por el pasillo. Luego de pasar por frente del dormitorio de ambos, la mujer se detuvo en una puerta al final del pasillo, que estaba cerrada con un candado con clave de cinco ruedas.
  • 79. —Bien don Alfonso, si ahí dentro está Marco, creo que no tendrá problemas en abrir este candado.
  • 80. XV Marco avanzó decidido hacia el candado, lo tomó, colocó las cinco ruedas en sus posiciones y con un leve tirón lo abrió. Marta lo miraba en silencio. —Definitivamente Marco está ahí dentro—dijo la mujer mientras buscaba en el rostro de Alfonso algo que le hiciera recordar a su marido—. ¿Qué harás, te vendrás a vivir con nosotros? —No, por ningún motivo—dijo Marco, serio—. Este no es el cuerpo de quien fui, no puedo esperar que aceptes tanto. Además a este cuerpo le quedan sólo seis meses de vida, tiene un cáncer terminal de pulmón. No quiero hacerlos sufrir con una agonía lenta y que tengan que pasar por un segundo duelo. Yo seguiré viviendo en el hostal donde estoy, y cuando llegue el tiempo de este cuerpo me alejaré, que es lo que corresponde. Marta estaba sorprendida con la decisión de Marco. —¿Estás seguro? Tú sabes que hay habitaciones de más por si te quieres quedar.
  • 81. —No Marta. Lo único que necesito es que me des acceso al subterráneo, hay pendientes ahí que debo terminar en estos seis meses antes de partir definitivamente. Marta guardó silencio, de pronto fue a su habitación y volvió de ella con un llavero. —Acá está tu llavero, lo tenía guardado desde que… bueno, acá tienes las llaves de la casa, tienes libre acceso a la hora que quieras. Yo hablaré con mi madre, veré qué invento para que no cuestione tus visitas. Y si algún día se te hace muy tarde me avisas y te puedo acomodar en alguna de las habitaciones, esa oferta seguirá hasta que… bueno, tú sabes. —Gracias Marta, gracias por abrir tu mente y confiar en esta historia tan rara que te traje. Te prometo que vendré sólo el tiempo necesario, y trataré de no interrumpir sus vidas. Ambos quedaron en silencio. Marco se dispuso a cerrar el candado. —Marco, necesito pedirte un favor. —Claro Marta, dime en qué te puedo ayudar. —Necesito bajar a ese subterráneo y ver qué hay allí.
  • 82. —Por supuesto, acompáñame. Marco abrió la puerta y encendió la luz a la entrada de la escalera. Al llegar abajo Marta se encontró con una habitación bien iluminada, un escritorio pequeño, un computador apagado, algunos artículos de escritorio y un mapamundi colgado en la pared con algunos pinchos de color rojo. —¿Y esos pinchos rojos?—preguntó Marta casi automáticamente. —Son contactos de internet—respondió Marco—. Pese a todo me gusta ver físicamente hacia dónde me estoy comunicando. —¿Por qué me dejaste bajar ahora Marco?—preguntó la mujer. —Siempre te dije que podías bajar cuando quisieras Marta, el asunto es que nunca te vi tan decidida como hoy—respondió Marco—. Además, físicamente ya no soy Marco y la casa es tuya, por tanto tienes derecho a entrar a todos lados—de pronto Marco abrió uno de los cajones del escritorio, sacó lápiz y papel, y escribió un número—. Esto debería haberlo hecho cuando estaba vivo. Toma, esta es la clave del candado, ahora puedes entrar libremente cuando quieras. —Marco no es necesario…
  • 83. —Claro que lo es—respondió el hombre—. Como te dije esta propiedad es tuya hace un año y tienes derecho a usarla por completo, sin restricciones. Si en algún instante quieres entrar puedes hacerlo libremente, y si no, bueno, quedará para cuando se le acabe la vida a este cuerpo y me vaya definitivamente. Ambos quedaron en silencio. Marta no sentía nada por ese cuerpo espigado y envejecido, pero aún amaba al alma contenida. Marco la miró a los ojos sin moverse un ápice de donde se encontraba. —Subamos Marco—dijo de pronto Marta. —Marta, ¿me podrías dejar unos minutos para revisar el computador y ver qué ha pasado en este año de ausencia?— preguntó el hombre. —Claro, te dejaré a solas, cuando termines sube. Marta subió al primer piso y cerró la puerta. Marco se sentó en el escritorio, encendió el computador, ingresó una extensa clave de acceso luego de lo cual apareció una pantalla de inicio. Marco se conectó a internet y abrió un software de chat.
  • 84. A los cinco minutos ocho mensajes idénticos se desplegaron en sendas pantallas. —Maestro Red, bienvenido, ¿qué le pasó que desapareció un año entero? —Buenas tardes señores, hoy sólo vine a saludar. ¿Qué pasó en mi año de ausencia?
  • 85. XVI Marco despertó cansado esa mañana. Podía respirar bien, pero la vorágine de emociones del día anterior había hecho mella en su cuerpo, haciéndolo sentirse adolorido de pies a cabeza. Luego de desperezarse e intentar levantarse por más diez minutos logró salir de la cama para ir a lavarse los dientes, bañarse, y presentarse en el comedor a ver si aún había tiempo para desayunar. Cuando llegó al comedor la dueña del hostal, la señora Ernestina, lo esperaba a la cabecera de la mesa. —Don Alfonso, ¿cómo está, durmió bien? —Buenos días señora Ernestina, amanecí algo cansado pero bien, ¿y usted? —Bien como siempre salvo los dolores de mis rodillas. ¿Está listo para desayunar? —Si no es muy tarde, claro. —Nunca es tarde para comer don Alfonso—dijo la mujer, sonriendo. Diez minutos más tarde la mesa estaba llena de cosas para desayunar: pan recién tostado, mantequilla, embutidos,
  • 86. queso, jugos, té, café, leche. Junto con ello se venía una charla de cerca de dos horas con la señora Ernestina, quien se preocuparía de preguntarle un par de cosas a Alfonso para luego dedicarse latamente a contarle acerca de su vida, sus enfermedades, su soledad y sus temores. Luego que Alfonso se sirvió un café con leche y se hizo un sándwich de embutidos con mantequilla, empezó el interrogatorio. —Ayer llegó tarde don Alfonso, ¡qué le pasó? —Nada especial, me puse en contacto con unos familiares que no conocía acá en Santiago. Tuve que demostrarles y convencerlos que era yo, y luego de ello acompañé a una de ellas a visitar su casa. —¿Y no los conocía?—preguntó de nuevo Ernestina—. Es que con eso de internet uno puede mandar fotos a todos lados. Hace ocho años una hija mía se fue a Australia, hace dos años tuvo una hija, y fíjese que la conozco por fotos y videos que mi hija me manda por internet. Debería aprender a usar eso don Alfonso, sirve para hartas cosas más que mandar fotos, o al menos eso dice un hijo mío que trabaja en eso de la computación. —Es difícil aprender a mi edad señora Ernestina, pero al menos haré el intento—mintió Alfonso.
  • 87. La señora Ernestina se sirvió un vaso de jugo, se hizo un sándwich de queso, y luego de comer la mitad volvió con las preguntas a Alfonso —Oiga don Alfonso, ¿y esa familiar vive cerca de acá? —No tan cerca, queda como a media hora de acá en auto. —¿Y vive en casa o departamento? —En una casa. —¿Y es casada? —No, es viuda, enviudó hace un año. Vive con su hijo de tres años. —Ahhh… ¿y no se irá a vivir con ella por casualidad? —No señora Ernestina, yo estoy muy cómodo acá, su hostal es muy agradable, no es caro, y la comida y la compañía son excelentes—dijo Alfonso. —¿Entonces no me va a dejar sola acá?—preguntó la mujer algo emocionada. —Para nada señora Ernestina—dijo Alfonso—. Claro, iré a visitar seguido a esta familiar para entrar en contacto con mi familia, pero seguiré comiendo y durmiendo acá, pierda cuidado.
  • 88. La sonrisa se apoderó del rostro de Ernestina, quien de ese momento en adelante se dedicó a relatar otra parte de su historia de vida a Alfonso. Por mientras, en la mente de Marco se empezaba a urdir un plan para recuperar el año perdido con sus contactos a nivel mundial; no podía olvidar que le quedaban apenas seis meses de vida, y no sabía cuánto había avanzado el proyecto en su ausencia. De todos modos dedicaría ese día a descansar; mal que mal, la gran cantidad de emociones vividas el día anterior ameritaban un día de desconexión total.
  • 89. XVII Marco llegó esa tarde a las afueras de la oficina de Marta, estacionó el auto y se quedó en el lugar, esperándola. Un par de minutos más tarde la mujer salió del edificio con cara de cansada y caminar cansino. Al divisar el vehículo de Alfonso su cara pasó del cansancio a la alegría; de inmediato se dirigió donde estaba y entró al asiento del copiloto. —Espero que no te moleste que te haya venido a buscar—dijo Marco—, pero encontré muy invasivo entrar a tu casa sin avisar e incomodar a tu madre. Además, después de las reacciones del perro y del Iván del otro día, puede que me quede sin explicaciones. —Gracias por venir a buscarme—dijo Marta—, estoy tan cansada que de puro pensar que tenía que esperar el bus e irme de pie me dolía todo el cuerpo. No hay problema en que me vengas a buscar, si alguien pregunta diré que eres un familiar que anda de visita en Santiago… bueno, excepto Manuel, claro. —Claro—repitió Marco. —Respecto de mi madre le dije que encontré en un cajón la clave del candado, y que eres un contratista que irá varias
  • 90. veces para remodelar el subterráneo. No te preocupes, ella no molestará, bastante trabajo tiene preocupándose del Ivancito. Hoy te presentaré con ella, así podrás ir a la hora que quieras al subterráneo. —De verdad te lo agradezco Marta, veo que pensaste en todo —dijo Marco—. De todos modos mi idea es molestar lo menos posible y no interrumpir tu vida familiar. —Recuerda que eres parte de la familia—retrucó Marta. —No Marta, yo estoy con un cuerpo prestado y con un tiempo prestado—dijo Marco, serio—. Técnicamente yo no debería estar aquí, esto es un regalo del más allá, y no deseo abusar de dicho regalo. El resto del viaje lo hicieron en silencio. Al llegar al hogar Marta hizo que Marco la acompañara para presentarle a su madre. Luego de jugar algunos segundos con el perro Marco entró detrás de Marta. —Hola mamá—dijo Marta, tomando de inmediato a Iván en brazos antes que empezara a hacerle fiestas al visitante—. Mamá, te presento a don Alfonso Fuentes, él es un contratista que vendrá a remodelar el subterráneo. Tiene llaves de la casa así que puede venir en cualquier momento a trabajar acá.
  • 91. —Ah bien, mucho gusto—dijo la mujer—. Oye ¿qué le pasa a Ivancito que se puso tan inquieto cuando vio a don Alfonso? —Tal vez me confundió con algún abuelo de la televisión— intervino el hombre. —Sí, puede ser—respondió la mujer mientras miraba con detención el rostro de Alfonso—. Bueno hija, te dejo, me voy a cuidar a tu padre ahora. Chao, cuídate. Hasta luego don Alfonso. Marco no quiso tomar once con Marta, todavía estaba lleno después del almuerzo con Ernestina. Luego de pedir permiso bajó inmediatamente al subterráneo, encendió el computador y se conectó al grupo de chat. —Buenas tardes señores. Vengo a que me cuenten qué pasó en mi año de ausencia—escribió Maestro Red. —Buenas tardes Maestro Red, ¿por qué desapareció un año?— preguntó Alumno J. —Creo que las preguntas las hago yo, a menos que la estructura del grupo haya cambiado en mi ausencia—retrucó Maestro Red.
  • 92. —Buenas tardes Maestro—intervino Alumno M—. En su ausencia logramos intervenir cuatro objetivos más, ya están bajo nuestro control, tal como los anteriores. —¿Cuatro?—dijo Maestro Red—. Vaya, qué rápido han trabajado, los felicito. Y bueno, ¿hicieron algún cambio en la estructura del grupo en mi ausencia? —No Maestro—contestó Alumno J—. Simplemente seguimos con el plan original esperando su retorno. —Bien. Yo luego me incorporaré a las labores para que esto avance rápido. Nos hemos demorado demasiado y ya está llegando el momento de lograr nuestro objetivo final. Espero que todos sigan trabajando con el mismo ahínco de siempre en pos del resultado que estamos buscando. Alumno M, cuando pueda me envía las coordenadas de los objetivos intervenidos para incorporar los datos al mapa. —Acabo de enviarlas Maestro Red—respondió Alumno M—. Hay dos objetivos más que están por caer, pero ellos corresponden a alumnos de Europa, con ellos la comunicación es complicada por el asunto del idioma. De todos modos Alumno K oficia de traductor y él nos informará cuando esté todo listo. —Excelente Alumno M, veo que usted se hizo cargo de mi trabajo en mi ausencia—dijo Maestro Red.
  • 93. —Solamente le di continuidad a su trabajo Maestro Red, en espera de lograr en el menor plazo posible nuestro objetivo final—respondió Alumno M—. De todos modos le enviaré a su mail un informe con las fechas en que se logró cada objetivo para que usted tenga una bitácora completa de nuestro trabajo en su ausencia. Terminado el chat Marco empezó a recibir en su correo varios mails con información acerca de las actividades de los miembros del grupo mientras él estuvo muerto. Una vez hubo terminado de leerlos todos y de responder algunos se dispuso a subir, no sin antes apagar el computador, dirigirse al mapamundi, retirar cuatro pinchos rojos y guardarlos en un cajón del escritorio.
  • 94. XVIII En las siguientes dos semanas Marco fue casi todos los días al subterráneo de la casa de Marta. Algunos días iba a buscarla al trabajo, otras llegaba directo a la casa a una hora en que la mujer ya estuviera en el domicilio. Día tras día se comunicaba con sus contactos de internet que se hacían llamar “Alumno” con una letra distintiva, dejándole a él el nombre de Maestro, pues fue él quien reclutó a los miembros para armar el grupo. En esas dos semanas el grupo logró intervenir tres objetivos más, lo que hacía pensar a Marco que el tiempo le alcanzaría antes de morir para conseguir su objetivo final. Una tarde en que estaba trabajando, Alumno M lo interrumpió. —Maestro Red, tenemos un problema. —Cuéntame Alumno M, ¿qué pasa? —Uno de nuestros objetivos está dando la pelea en mala. Inclusive empezó a rastrearnos y casi encuentra mi IP. —Eso es peligroso. Déjame pensar qué hacer… ya, mañana en la tarde lo resolveré, por hoy déjalo así, sin cambios
  • 95. Al día siguiente Marco llegó al trabajo de Marta unos cinco minutos después que ella se hubiera ido. Subió al tercer piso del edificio y se dirigió a la oficina de Manuel, quien aún seguía trabajando. Luego de tocar la puerta entró, sorprendiendo a su antiguo jefe. —¿Don Alfonso… quiero decir… Marco? Estoy confundido, no sé cómo llamarlo. —Hola Manuel, dime como te acomode más, de todos modos respondo a ambos nombres. —Está bien…Marco. Cuéntame, ¿en qué te puedo ayudar? Si viniste a buscar a Marta ella ya se fue—dijo Manuel. —No, en realidad vengo a hablar contigo. Necesito pedirte un favor, y a hacerte un servicio. —No entiendo Marco, ¿a qué te refieres? —La última vez que vine dejé el computador con clave, y aún no debes poder usarlo—dijo Marco. —Sí, es verdad, después que se fueron tú y Marta me di cuenta. —Bueno, necesito pedirte el computador para sacar algunos archivos de fotografías que tengo guardados ahí, y para dejarlo sin clave para que lo puedan utilizar en la oficina.
  • 96. —Claro Marco, úsalo no más y cuando termines lo dejas sin clave. Yo hoy me iré tarde, tengo bastantes pendientes, así que demórate lo que sea—dijo Manuel. —Muchas gracias Manuel, me demoraré lo justo y necesario, y pasaré a despedirme antes de irme. Marco se dirigió a su antigua oficina, cerró la puerta por dentro y encendió el computador. Luego de entrar con la clave entró al administrador del sistema borrándola, para luego reiniciar el computador, pero esta vez con un pendrive instalado en uno de los puertos USB, para que el computador partiera desde el software instalado en el pendrive y no desde el disco duro. Treinta segundos después de iniciado apareció una pantalla negra sobre la cual se desplegó un navegador en blanco que se titulaba “The Hidden Wiki”, el portal de inicio más frecuente de la Deep Web. Dos minutos más tarde Marco navegaba con un software de hackeo dentro de la IP del objetivo que estuvo a punto de capturar a Alumno M. Media hora más tarde había encontrado una puerta trasera que no estaba cubierta por los firewall del servidor central del objetivo, por la que pudo entrar al sistema y plantar el código que necesitaba para tomar control del objetivo. Finalmente Marco apagó el computador, sacó el pendrive, lo volvió a
  • 97. encender, colocó el pendrive y cargó en el sistema normal un software que dejaría permanentemente abierta la puerta trasera del servidor del objetivo para que no pudieran bloquear su intervención. Terminado todo Marco fue a despedirse de Manuel, para luego tomar su vehículo y dirigirse a casa de Marta, donde luego de jugar con el perro y con Iván pidió permiso para bajar al subterráneo, donde se conectó al chat. —¿Alumno M? Problema arreglado, el objetivo ya es nuestro. Sin esperar respuesta apagó el computador, y antes de subir a compartir con Marta y con Iván unos minutos, sacó otro pincho rojo del mapamundi, dejándolo en el cajón del escritorio.
  • 98. XIX Días tras día Marco iba a la casa de Marta al subterráneo, a seguir completando el proyecto de hackeo de los objetivos previamente definidos en el grupo. Marco se sentía extraño: por un lado seguía viviendo en el hostal de la señora Ernestina, comiendo abundantemente y sintiéndose cada día con más fuerzas. Por otro lado ya habían pasado dos meses, por lo que el progreso del cáncer se dejaba sentir, haciendo que los episodios de cansancio se hicieren más frecuentes y de mayor duración; Marco tenía claro que la baja de peso era mínima gracias a la alimentación que recibía en el hostal, y que si no fuera por las comidas de la señora Ernestina estaría dos o tres veces peor. Aparte de eso, el hecho de ir días tras día a la casa de Marta lo había acercado mucho a ella y a su hijo; a sabiendas que su aspecto era demasiado distinto al de su cuerpo original, Marco debía luchar por no acercarse mucho físicamente a la que había sido su esposa, pues corría el riesgo de sobrepasarse, lo que podría llevar inclusive a echar por tierra el proyecto por el cual había conseguido un nuevo cuerpo.
  • 99. Esa tarde Marco fue al trabajo de Marta a buscarla. A diferencia de otras ocasiones en que la mujer entablaba inmediatamente un diálogo con él, ahora se encontraba extremadamente callada y algo cabizbaja. Marco empezó a pensar el por qué, temiendo que eventualmente Marta tuviera una nueva pareja y ello le estuviera provocando conflictos; de todos modos ello era entendible en una mujer joven y viuda, que tenía todo el derecho a rehacer su vida y en la cual él no debía intervenir. Cuando llegaron a la casa y bajaron del auto, ambos se dirigieron a la reja. Luego de cerrarla y al llegar a la puerta de entrada del hogar, Marta se paró frente a la puerta mientras el perro le lamía las manos a Marco. —Necesito conversar algo contigo Marco. —Claro, dime qué necesitas. —No sé si hice bien o no, pero el fin de semana pasado bajé al subterráneo a hacer algo de aseo, y encontré algo distinto que necesito que me expliques, si es que se puede. —Claro Marta, lo que sea—dijo Marco algo confundido.