1. Un artículo de opinión
Los andenes
Siempre que voy a una ciudad o a un pueblo, me fijo en sus aceras: cómo están hechas; qué tan amplias son, si
tienen rampas o no, etcétera. Lo hago no solo porque me gusta caminar por ellas, sino porque estoy convencido
de que un visitante atento puede encontrar allí algunas claves importantes sobre el tipo de ciudadanos que
habitan en ese pueblo o ciudad, la manera como se relacionan entre sí y la visión que tienen de la autoridad
pública e incluso del Estado.
Las aceras son esa parte de la ciudad que une el espacio privado de las casas y los edificios, con el espacio públi-
co de las calles y los parques. Existe un extremo público de lo público y un extremo privado de lo privado y las
aceras están en la mitad; son como puentes entre ambos lados. Las habitaciones son la parte más privada de la
casa. La parte más pública es la sala, donde se recibe a los invitados. La parte más pública del espacio público es
la plaza, la más privada es el andén. Por eso, en casi todos los países, el cuidado de los andenes es algo que les
corresponde a los dueños de las casas.
Por ser la parte pública más cercana al mundo privado, a veces los individuos se adueñan de las aceras. Eso
sucede en muchos pueblos y barrios populares de Colombia; sobre todo en aquellos que se han levantado de
manera espontánea, sin orden y sin planeación. Como el municipio no construye los andenes –a veces ni las
calles– son los dueños de las casas los que los levantan y por eso terminan siendo una especie de prolongación
de las casas. Caminar por ellos es como pasar por las terrazas, los patios o las salas de las casas; del embaldosa-
do se salta al cemento rojo, del granito, al barro, del empedrado al cemento. No solo cambian los colores y los
tamaños sino los niveles: las aceras están hechas de escalones que suben y bajan de manera aleatoria, como en
los dibujos de Escher.
En el otro extremo de la escala social, allí donde están los más ricos, pasa algo similar: las aceras dejan de ser
espacio público. Esto no solo sucede en las urbanizaciones privadas, por obvias razones, sino también en esos
barrios de casas grandes que son como pequeñas fincas, rodeadas de jardines y sin aceras. Esos barrios rurales,
que desde los ochenta se extienden como plagas por los campos de los países ricos, son producto de una
moda estadounidense. En muchos pueblos de ese país no hay aceras y no las hay porque simplemente no hay
peatones o porque los pocos que hay son marginados sociales –latinos o negros– que no tienen carro. Eso ex-
plica que en los barrios ricos de algunas ciudades de los Estados Unidos la gente se oponga a que el municipio
construya andenes; así no solo no tienen que ceder parte de su jardín, sino que evitan que los pobres pasen por
sus casas.
Pero, ¿qué importancia tiene todo esto, sobre todo en un país como el nuestro, con tantos problemas? Es ver-
dad que las aceras no tienen nada que ver con el origen de nuestros males –de ser así todo sería más fácil– pero
sí son un síntoma de ellos. La mala calidad de los andenes es una prueba más del consabido menosprecio que
tenemos los colombianos por el espacio público y en general por todo lo que es público. Y quizás estará usted
de acuerdo conmigo en que este sí que es uno de nuestros mayores problemas.
Mauricio García Villegas. Tomado de el Periódico El Espectador, 21 de febrero de 2009, p. 20.
2. Afianzo competencias
1 Elabora un esquema en el que destaques:
• El tema del texto.
• La opinión del periodista.
• Los argumentos que sustentan su opinión.
• La conclusión.
2 Escribe un artículo de opinión en el que expreses tu punto de vista sobre el tema del espacio público en Co-
lombia.