Luis Hernández es un maestro relojero mexicano que descubrió su vocación por los relojes desde niño al escuchar las campanadas del reloj de un templo en su barrio de Tepito. Aprendió el oficio de la relojería de manera empírica con su padrino Carlos Salamanca. Posteriormente estudió en el Centro Relojero Suizo para perfeccionar su técnica. A lo largo de su carrera ha restaurado cientos de relojes monumentales en México y el extranjero, y también en
1. “YO SÉ QUÉ LE
DUELE A UN RELOJ”
on escr utar el tic-tac,
él sab e “qu é le du ele a
u n r eloj”, ya sea u na
máqui na con cientos
de años de ser v icio, o
un apar ato de cuarzo con tripas
el ectrónicas.
El maestr o relojero Luis
Hernández Estrada (1945)
escuchó las llamadas de su
v ocación, si n saberlo, cuando era
un ni ño pequeño. Fue en su
bar rio, Tepito. Eran las
campanadas que emitía el reloj
del templo.
Como otr as paradojas de su
hi storia, esta es poética. Las
camapanadas marcaban el ritmo
de su v i da: “ér amos t an p obres,
¡qu e no t eníamos reloj!”. A ños
después, ay udó a restaurar
aquel la máquina, y con ese acto,
entr ó al reducido gremio de los
r estauradores de relojes
monumentales.
“Fu i h u érfano de p adre desde los
sei s años”, di c e al recordar su
i nf ancia. “Tu vimos c arencias,
per o como vivíamos en un barrio
donde t odos ér amos p ob res… No
sé a qué l e llamen pobreza,
por que nosotros, di ario
c omí amos”. Di versión no falt aba.
“En u na manzana h abía u na sola
t el evisión, no como ah ora”, así
qu e “y o me entretenía c on el
r adi o. Mi madr e ponía sus tangos
y La Hora Azul, en l a XEW ”.
“Or gu lloso” de su origen, se
r ef iere a Tepito como un país
ap ar t e: “Tep ito tiene cierta
magi a, que te aprisiona: es l a
di v ersidad de su gente, no todo es
mal o en Tep ito”, “en Tepito h ay
u n ab r evadero c ultural”, “los de
Tepi to amamos la poesía”, “en
Tepi to se aprenden las cosas del
sex o mu y pronto”, “h ay mu ch o
esc r it or en el b arrio”.
“CON LAS MANI TAS
ATRÁS”
Entonces surgió un personaje
c r u cial: “Tengo yo u n p adrino,
Car l os Salamanca, que era el
mejor r elojero de Tepito, y me
gustaba irlo a ver cómo trabajaba.
¡Me f asc inab a ver los relojes!”,
di ce con un viejo regusto.
“Cu ando l legab a, me dec ía ‘ah,
er es tú. Ya sabes las reglas: no
t oqu es nada, ni preguntes nada’”.
Por tr es años, acudió al taller y se
mant u v o callado, “c on las
mani t as atrás”. A los 15, habló:
“Padr i no, enséñame a la
r el ojería”. A sí emp ezó lo qu e él
l l ama su et ap a de “relojería
emp í ric a”.
“Como mi p adr i no era b uen
r el ojero, tuve buenos hábitos. Y
de un de r epente, ya tenía yo 22
años, me di c e ‘y a no qu iero qu e
v engas. Todo l o que
sé, y a te l o enseñé, y tú vas a
apr ender más. Están solicitando
r el ojeros en una empresa grande,
se l l ama H. St eel’”.
DE ALUMNO, A MAESTRO
La H. Steel estaba en Juárez y
Bal der as. Er a 1967. Al poco
t i empo de haber entrado a
tr abajar allí, Luis Hernández era
jefe de r elojeros.
Ci nco años estuvo en
l a H. Steel, al t iempo que
estudi aba en el Centro Relojero
Sui zo, en l a calle de Hamburgo.
Al lí, Daniel Fisher —“mi primer
maest r o su izo”— le enseñó “a
t r ab ajar con técnic a”, algo qu e
sol í a faltar a los r elojeros
mex i canos. “Yo t enía la facilidad
tanto manual como visual, pero
usaba, por ejemplo, sol o un tipo
de acei te. Y hay que usar cinco
t i pos de aceite, y dos t ipos de
gr asa…”.
En 197 3, fue enviado a Los
Ángel es a atender una cadena de
r el ojerías,
“LOS RELOJEROS
APRENDEMOS MUCHAS
ARTES Y TRUCOS DE LA
MICRO MECÁNICA DE
PRECISIÓN. LA RELO-JERÍA
ES UNA COMB I-NACIÓN
DE CIENCIA Y
ARTE, TECNOLOGÍA”
donde permaneció cinco años.
“En eso, sal i eron los relojes de
c u ar zo”, p or lo qu e t uvo qu e
ap r ender “de amperaje, v olt aje,
el ectrónica, y el principio de
f u nc ionamiento”.
Al r egresar a México, Luis
Hernández, pues, venía
av entajado, y se puso a dar clases
de ese t i po de relojería. Los
sui zos no querían oír hablar del
cuar
zo, per o aun así, convenció a
Fi sher de sentarse en el pupitre.
“A mi maest ro, l o tenía ahí
sent ado, t omando el curso”,
r ecuerda.
Más tar de, estudiaría en Suiza y
v ol vería, entusiasmado, a
compar tir lo aprendido. La
enseñanza es un territorio donde
l a p alabra “cobrar” no existe.
Nunca cobra sus cursos, di ce,
p or qu e le interesa “aportar al
p aí s”.
“Las r et r ibuciones llegan”, su
of i cio lo ha llevado por México,
Eur opa, EU y Lat inoamérica, y es
uno de l os dos úni cos mexicanos
que han f irmado el libro de
v i sitas del Big Ben, l a meca de los
r el ojeros. En los años noventa,
pr esidi ó la Federación Mexicana
de Rel ojeros.
“LOS RELOJES QUE ME
HAN LLEVADO”
Qui en quiera una dosis de
opt imismo y buen humor, o que
l e fabriquen, reparen o restauren
un r eloj —o ambas cosas— puede
hal lar a Luis Hernández en el
despacho 212 de Palma 73. Ahí
l l eva 15 años, “recibiendo las
b u enas vibras del Zóc alo”.
Con su col ección de relojes cucú
como fondo, di ce que el Centro
Hi stórico es una fuente
i nagotable de sorpresas. “Hay
muchas cosas interesantes,
mu c h as l eyendas… Est oy
or gulloso de pasar más de ocho
h or as aqu í, en mi t rab ajo”.
Él mi smo enriquece los entornos
que habita.
Si en Tepito plantó todos l os
ár boles de su calle —“amo la
nat u r aleza”—, en el Centro varios
r el ojes monumentales le deben,
l i teralmente, l a vida. Entre ellos,
el del Palacio Postal. En su
car r era ha restaurado un
centenar de piezas, y va por más.
No sol o eso: él mi smo construyó
el r eloj monumental “Los
esp í ritu s del tiemp o”, c oloc ado en
l a fachada de Palma 73. Con una
máqui na inglesa de 1895 y una
computadora, creó un
mecani smo que cada hora ofrece
un espectáculo de fantasía. (Km.
cer o núm. 63, octubre de 2013).
“Los r el ojes son mi pasión, mi
v i da. Desde l os 15 años mi s
manos han tocado los
mecani smos de miles de relojes,
en Méx i co y en el extranjero, y los
r el ojes me han llevado de viaje.
Le agr adezco mucho a los relojes,
y a mi padrino, que me enseñó la
r el ojería
C