1. I N S T I T U O B U E N O S A I R E S
J C A R L O S F E B R E S
John Taylor
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J Carlos Febres
2. DEFENSOR DEL PROFETA JOSE SMITH
Después de haberse unido a la Iglesia en 1836, John Taylor visitó la
ciudad de Kirtland (Ohio) en 1837. En esa época precisamente fue que
algunos hombres que habían sido firmes defensores de la Iglesia se
volvieron contra el Profeta, y llegaron al fin a obligarlo a huir de
Kirtland. El Profeta había ordenado sumo sacerdote a John Taylor y lo
había puesto a cargo de las ramas de la Iglesia en Canadá. Más
adelante, en el curso de una reunión que se llevó a cabo en el Templo
de Kirtland y en la cual no se encontraba José Smith, uno de los
apóstatas “inició un ataque violento en contra del Profeta... Cuando la
reunión estaba llegando a su fin, el élder Taylor solicitó que le
permitieran hacer uso de la palabra, a lo cual asintieron. Al comenzar
a hablar, hizo referencia a los antiguos israelitas y a sus quejas contra
Dios y contra Moisés, y luego preguntó: „¿De dónde hemos sacado
nuestra inteligencia y nuestro conocimiento de las leyes, de las
ordenanzas y de las doctrinas del reino de Dios? ¿Quién comprendió
aun los primeros principios de la doctrina de Cristo? En el mundo
cristiano, ¿quién las enseñaba? Si nosotros, con nuestro conocimiento
e inteligencia, no pudimos hallar solos esos primeros principios, y ése
fue el caso mío y el de millones de otras personas, ¿cómo podríamos
hallar la respuesta a los misterios del reino? Fue José Smith, bajo la
dirección del Todopoderoso, quien comprendió esos primeros
principios y es a él a quien debemos ir para recibir más instrucción‟ ”
(B. H. Roberts, The Life of John Taylor, Salt Lake City:
Bookcraft, 1963, págs. 40–41).
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3. Testimonio del Martirio
Una gran multitud se había reunido cerca de Columbus, estado de Ohio, para escuchar al élder
John Taylor. Antes de que empezara la reunión, los miembros locales le habían advertido que
había unos hombres que tenían listas la brea y las plumas, y que habían “amenazado que lo
„vestirían‟ [con ellas] si insistía en predicar” (Roberts, The Life of John Taylor, pág. 53).
Imperturbable, él contestó que estaba decidido a hablar.
Comenzó el discurso diciendo a la multitud que se encontraba en ese momento “entre hombres
cuyos antepasados lucharon por obtener una de las bendiciones más grandes que se haya
otorgado a la familia humana: el derecho de pensar, de hablar, de escribir... y el derecho de
adorar a Dios de acuerdo con los dictados de su propia conciencia, todos ellos derechos
humanos sagrados... asegurados por la Constitución de los Estados Unidos...‟ [Luego, continuó
intrépidamente:] „Se me ha informado que hay aquí quienes tienen el propósito de cubrirme con
brea y plumas por causa de mis creencias religiosas. ¿Es eso lo que habéis heredado de vuestros
antepasados? ¿Es ésa la bendición que ellos os compraron con su preciosa sangre? ¿Es eso lo
que significa vuestra libertad? Si es así, acá tenéis a vuestra víctima‟... Entonces se abrió el
chaleco y exclamó: „Caballeros, acercaos con vuestra brea y vuestras plumas; vuestra víctima
está lista... ¡Acercaos, he dicho! ¡Venid, estoy listo!‟.
“Nadie se movió, nadie pronunció palabra. [John Taylor] permaneció allí, erguido en toda su
estatura, sereno pero desafiante, dominando la situación. “Después de pausar por unos
momentos, continuó su discurso y predicó con gran arrojo y potestad durante unas tres horas.
Más tarde, los hermanos insistieron en que... la intención de la multitud [había sido cubrirlo con
brea y plumas], pero que habían sido sosegados por el valor del élder Taylor” (Roberts, The Life
of John Taylor, págs. 54–55).
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4. “Yo estaba sentado al lado de una de las ventanas del frente cuando vi a cierto número de
hombres, con la cara pintada, que aparecieron por la esquina de la cárcel y que se dirigían hacia las
escaleras. Los otros hermanos habían visto lo mismo, pues, al dirigirme a la puerta encontré al
hermano Hyrum y al Dr. Richards ya recostados contra ella... Mientras estaban en esta posición, los
del populacho, que habían subido e intentado abrir la puerta, probablemente pensaron que estaba
cerrada con llave y por eso hicieron un disparo a través del agujero de la cerradura. Ante esto el Dr.
Richards y el hermano Hyrum saltaron hacia atrás, mirando hacia la puerta, cuando en ese mismo
momento otra bala atravesó el panel de la puerta y le dio al hermano Hyrum en el lado izquierdo de
la nariz, atravesándole la cara y la cabeza. En ese mismo instante, otra bala le entró por la espalda...
e inmediatamente cayó de espaldas exclamando: „¡Soy hombre muerto!‟ No volvió a moverse.
“Nunca olvidaré el profundo sentimiento de pesar y ternura que se manifestó en el rostro del
hermano José cuando se acercó a Hyrum e inclinándose sobre él exclamó: „¡Oh, mi pobre y querido
hermano Hyrum!‟, sin embargo, se levantó instantáneamente y, con paso rápido y firme y una
expresión de determinación en el rostro, se acercó a la puerta y sacó del bolsillo una pistola de seis
balas dejada por el hermano Wheelock. Entreabrió la puerta y disparó el arma seis veces sucesivas...
Yo tenía en mis manos un palo de nogal, fuerte y de buen tamaño, traído por el hermano Markham
y dejado allí, el cual tomé en las manos apenas vi al grupo que se acercaba; y mientras el hermano
José estaba disparando la pistola, me mantuve cerca y detrás de él. Tan pronto como descargó el
arma, dio un paso atrás y yo ocupé inmediatamente su lugar al lado de la puerta, en tanto que él
tomaba el que yo había dejado mientras él disparaba.
En ese momento el hermano Richards tenía un bastón nudoso en las manos que era mío, y se puso
al lado del hermano José un poco más lejos de la puerta, en dirección oblicua, aparentemente para
evitar el paso de las balas que venían de la puerta. El fuego del hermano José hizo que nuestros
asaltantes hicieran una pausa por un momento. Sin embargo, casi enseguida empujaron la puerta y
metieron sus armas en el cuarto y abrieron fuego, mientras yo empujaba las armas con el palo
dando otra dirección a las balas 4J Carlos Febres
5. “Ciertamente fue una escena terrible. Lenguas de fuego del grosor de mi brazo
pasaban a mi lado mientras aquellos hombres disparaban, y, desarmados como
estábamos, parecía que padeceríamos una muerte segura. Recuerdo haber pensado
que mi hora había llegado, pero no sé cuándo, en una situación tan crítica,
me he sentido tan calmo, imperturbable y lleno de energía, y nunca actué con
más rapidez y decisión. Ciertamente no era nada agradable encontrarse tan
cerca de las bocas de aquellas armas de fuego y de las balas mortíferas. Mientras
me encontraba ocupado desviando las armas, el hermano José dijo:
„Bien, hermano Taylor, deténgalos lo mejor que pueda.‟ Ésas fueron las últimas
palabras
que le oí decir en esta tierra.
“Después de desviar las armas durante un rato, las cuales ahora se veían cada vez
más adentro de la pieza y, desarmados como estábamos, no viendo ninguna
esperanza de escapar ni protección alguna en el lugar, se me ocurrió que tal vez
afuera hubiera algunos amigos y que podría existir la posibilidad de escapar en
aquella dirección, pero parecía no haber ninguna... Salté hacia la ventana que
daba justo frente a la puerta donde se encontraba el populacho, y también
expuesto al fuego de los Carthage Greys que estaban a unas doce varas de
distancia. Hacía calor; todos estábamos sin sacos y las ventanas estaban abiertas
para dejar entrar el aire. Al llegar a la ventana y estando a punto de saltar, me
alcanzó una bala, disparada desde la puerta. Me hirió en la mitad del muslo, dando
contra el hueso y aplastando la bala al tamaño de una moneda de veinticinco
centavos, y luego siguió atravesando la carne hasta quedar a unos dos centímetros
de la piel... Caí sobre el alféizar de la ventana y grité: „¡Estoy herido!‟
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6. Sin fuerzas para moverme, sentí que me caía hacia afuera, pero inmediatamente caí
hacia adentro por alguna causa que en ese momento me era desconocida... En cuanto
sentí que podía moverme, me arrastré debajo de la cama, la cual estaba en una esquina
del cuarto, cerca de la ventana donde había recibido la herida. Mientras me arrastraba, y
también estando debajo de la cama, recibí tres heridas más; una bala entró abajo de la
rodilla izquierda, y ésta nunca se pudo extraer; otra entró en mi antebrazo
izquierdo, arriba de la muñeca, y, pasando por la coyuntura, se alojó en la parte carnosa
de mi mano, en la mitad, un poco encima de la coyuntura de mi dedo meñique. Otra me
dio en la parte carnosa de la cadera izquierda y arrancó un trozo de carne tan grande
como mi mano, estrellando los fragmentos de carne y sangre contra la pared... “Parece
que inmediatamente después de mi intento de saltar por la ventana, José también hizo
lo mismo... Lo primero que noté fue el grito de que había saltado por la ventana. Se
produjo un cese del fuego, la horda corrió escaleras abajo y el Dr. Richards se dirigió a la
ventana... “Poco después se me acercó el Dr. Richards, me dijo que el populacho había
huido precipitadamente y al mismo tiempo confirmó los peores temores de que José
ciertamente estaba muerto. Al escuchar la noticia, me sentí anonadado, solitario y
enfermo. Al pensar que nuestro noble dirigente, el profeta del Dios viviente, había caído
y que yo había visto a su hermano entre los fríos brazos de la muerte, me pareció que se
había producido un vacío en el gran campo de la existencia humana, y un oscuro y
pesaroso abismo en el reino, y que habíamos quedado solos. ¡Oh, qué sentimiento de
soledad! ¡Cuán frío, despojado, y desolado!... Habíamos quedado solos sin su ayuda; y
sobre la guía futura para las cosas temporales y espirituales, y para todas las cosas
pertenecientes a este mundo, o al siguiente, él había hablado por última vez en la tierra”
(The Gospel Kingdom, sel. por G. Homer Dirham, 1943, págs. 359–362).
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7. ALGUNOS DE SUS ESCRITOS
Fue el autor de muchas obras, entre ellas las siguientes:
• The Government of God [El Gobierno de Dios], Liverpool, 1852.
• The Mediation and Atonement of Our Lord and Savior Jesus Christ
[La mediación y expiación de nuestro Señor y Salvador
Jesucristo], Salt Lake City,1892.
• Items on Priesthood [Detalles sobre el sacerdocio], Salt Lake
City, 1899.
• On Marriage, an Official Declaration by John Taylor, President of
the Church of Jesus Christ of Latter-day Saints [Sobre el
matrimonio, declaración oficial de John Taylor, Presidente de La
Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días], Salt Lake
City.
• Three Nights’ Public Discussion Between the Reverends C. W.
Cleeve, James Robertson, and Philip Carter, and John Taylor of the
Church of Jesus Christ of Latter-day Saints, at Boulogne-Sur-
Mer, France [Debate público de tres noches entre los Reverendos C.
W. Cleeve, James Robertson y John Taylor de La Iglesia de
Jesucristo de los Santos de los
Últimos Días en Boulogne-Sur-Mer, Francia), Liverpool, 1850.
• “Reply to Colfax” [“Respuesta a Colfax”], prolongado debate entre
John Taylor y el Vice-presidente de los EE.UU, Schyler Colfax, sobre
el tema del matrimonio plural.
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8. Testimonio al hermano Parley P Pratt
"Me sorprende escucharle hablar de esa
manera, hermano Parley. Antes de salir
de Canadá expresó un fuerte testimonio
de que José Smith era un Profeta de
Dios, y en cuanto a la verdad de la obra
que ha inaugurado; y dijo que sabía estas
cosas por revelación y el don del Espíritu
Santo. Usted me encargó
encarecidamente que si usted o un ángel
del cielo declarara cosa contraria a
ésta, que no la creyera. Ahora, hermano
Parley, yo no sigo al hombre, sino al
Señor. Los principios que usted me
enseñó me han dirigido a El, y ahora yo
poseo el mismo testimonio en el que
usted se regocijó. Si la obra era verdadera
hace seis meses, sigue siendo verdadera
ahora; si José Smith era un Profeta en
esos días, también lo es en la actualidad."
(Citado en Roberts, Life ofjohn
Taylor, pág. 40.)
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9. El origen y el destino del género humano
Somos progenie de Dios, y
Dios en estos últimos días ha
juzgado conveniente
ponernos en comunicación
con Él.
Al haberse revelado Él mismo
y al haber revelado a Su Hijo
Jesucristo, por el ministerio
de ángeles santos y por la
restauración del santo
sacerdocio que proviene de
Dios, y por el cual Él mismo
se gobierna, Él nos ha puesto
en condiciones de poder
cumplir con la medida de
nuestra creación
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10. El Evangelio Eterno
El Evangelio eterno… no se conocía sino hasta que el
Señor lo reveló desde los cielos por la voz de Su
ángel, y si recibimos estos principios y nos guiamos
por ellos, tendremos entonces los principios de la
vida eterna.
Este Evangelio pone al hombre en comunicación con
Dios, su Padre Celestial; este Evangelio saca a la luz
la vida y la inmortalidad; este Evangelio se proclama
para el beneficio de todas las personas en todas las
partes de la tierra… Es un mensaje de salvación a las
naciones de la tierra… Dios se interesa en el
bienestar de toda la familia humana y, por esa
razón, ha establecido en la tierra principios que
existen en los cielos: un Evangelio que ha existido
entre los Dioses en los mundos eternos, que contiene
los principios que tienen por objeto
elevar, ennoblecer y enaltecer a la familia humana
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11. SOBRE EL AMOR AL PROJIMO
Siempre debemos vivir teniendo en
cuenta la eternidad, sintiéndonos llenos
de bondad, de benevolencia, de caridad y
de longanimidad para con todas las
personas… “hagan las obras de la
rectitud, cuiden del bienestar de todos y
procuren fomentar la felicidad de todas
las personas. Eso es lo que Dios está
haciendo. Si tienen el Espíritu de
Dios”, se sentirán llenos de bondad, de
caridad y de longanimidad, y estarán
constantemente dispuestos a dar a cada
persona lo que desean para ustedes
mismos. Se sentirán de continuo
dispuestos a hacer a todas las personas lo
que desearían que ellas hiciesen a
ustedes”
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12. SOBRE LA OBEDIENCIA
Mientras guardemos los mandamientos de
Dios, no tenemos que temer ningún mal; porque el
Señor estará con nosotros tanto en el tiempo de
esta vida como en la eternidad.
El Señor llevará a cabo su incomparable propósito
y realizará lo que ha proyectado.
A nosotros nos corresponde vivir nuestra religión;
valorar en toda su extensión el Evangelio que
poseemos y obedecer plenamente sus
requisitos, someternos a sus leyes y conformarnos
a sus preceptos, siguiendo la dirección del santo
sacerdocio, que posee las llaves de los misterios de
las revelaciones de Dios, magnificando nuestros
llamamientos y honrando a nuestro Dios, a fin de
que estemos preparados para cumplir nuestro
destino en la tierra; para permitirnos ser una
bendición para los que nos rodean y derramar
bendiciones sobre nuestra posteridad; a fin de dar
a conocer los grandes principios de la
eternidad, que tienen por objeto elevar, ennoblecer
y enaltecer a todos los que rindan obediencia a sus
preceptos
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13. Sobre la Expiación
El hombre, dentro de lo
que es capaz de lograr
por sus propios
medios, sólo podía
elevarse a la grandeza y
a la capacidad del
hombre, y, por
consiguiente, era
necesaria la expiación de
un Dios, para que el
hombre… pudiera ser
exaltado.
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14. SOBRE LA EXPIACION 2
Se nos dice que “sin derramamiento de sangre no
se hace remisión” de los pecados [Hebreos 9:22].
Eso excede a nuestra capacidad de comprensión.
Jesús tuvo que quitar el pecado mediante el
sacrificio de sí mismo, el justo por los injustos…
Cuando Él en Su propia persona llevó los pecados
de todos y los expió mediante el sacrificio de sí
mismo, sobrellevó el peso de la responsabilidad y
la angustia de los pecados de todas las personas de
todas las edades de la historia del mundo, la
angustia indescriptible que significó ese
portentoso sacrificio expiatorio en el que llevó los
pecados del mundo y padeció en
Su propia persona las consecuencias de la ley
eterna de Dios quebrantada por el hombre. De ahí
que Su dolor fuese profundo, Su agonía
indefinible, Su tortura agobiante, y todo lo
padeció al someterse a… las exigencias de una ley
inexorable.
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15. SOBRE LA INTEGRIDAD.
Seamos puros, seamos virtuosos, seamos
honorables, mantengamos nuestra integridad, hagamos bien
a todas las personas, digamos siempre la verdad y tratemos
bien a todos. Seamos hombres verídicos, honorables e
íntegros hombres que den su palabra de honor y la cumplan
a como dé lugar, hombres cuya palabra sea una garantía
sempiterna… Estamos intentando crear un pueblo de
hombres de Dios, hombres que honren la verdad, hombres
de integridad, hombres de virtud, hombres que sean idóneos
para relacionarse con los Dioses en los mundos eternos.
Dios espera tener un pueblo de hombres que sean limpios de
manos y puros de corazón, que se abstengan de aceptar
soborno alguno… que sean hombres que digan la
verdad, hombres de integridad, de honor y de
virtud, hombres que busquen con afán guiar su vida con un
comportamiento que sea aprobado por los Dioses en los
mundos eternos al igual que por todos los hombres
honorables y rectos que han vivido y que actualmente viven.
Y, puesto que profesamos ser santos, Él espera que seamos
santos, no de nombre, ni en teoría, sino de
pensamiento, palabra y hechos.
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16. SOBRE LA EDUCACION
Nos encontramos aquí
como pueblo… para que
adquiramos toda
verdad, toda virtud, todo
principio de inteligencia
que se conoce entre los
hombres, junto con los
principios que Dios ha
revelado para nuestra
orientación particular, para
que los apliquemos a
nuestra vida diaria y de ese
modo nos eduquemos tanto
nosotros mismos como a
nuestros hijos en todo lo
que eleva al hombre.
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17. Sobre la educación y el trabajo
Enseñen a sus hijos a ser inteligentes e
industriosos.
Enséñenles primeramente la importancia de
tener un cuerpo sano y la forma de
conservarlo saludable y vigoroso; enséñenles
a tener la virtud y la castidad en la más alta
estima. Del mismo modo, aliéntenlos a
desarrollar las facultades intelectuales de que
se les ha dotado. También se les debe enseñar
con respecto a la tierra en que viven, así
como a sus propiedades y a las leyes que la
gobiernan. Y se les debe instruir con respecto
a Dios que hizo la tierra, a los designios y a
los propósitos por los que la creó y puso al
hombre en ella… Y se les debe enseñar que
sea cual sea la ocupación que deseen tener
deben desempeñarla con inteligencia
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