El documento describe el desmantelamiento del Estado de Bienestar y los derechos sociales en favor de las políticas neoliberales. Se ha pasado de considerar la educación, la salud y las pensiones como derechos a convertirlos en bienes de mercado. Esto ha creado una sociedad más individualista, insegura y fragmentada, donde prima el beneficio económico sobre el bienestar de las personas. Asimismo, se culpa a los migrantes y a las mujeres de los problemas sociales creados por este sistema.
1. Keith Lerma
El desmantelamiento social
Se pensaría que los Derechos Humanos representan total proyección a nosotros
como personas, pero desde al menos cincuenta años que han pasado desde que
se redactó dicha declaración universal, los derechos se han reducido a las
libertades civiles. Los derechos sociales ya no son tales derechos, se reconvierten
en bienes que pueden ser comprados y vendidos en el mercado. Ahora los
consumidores tienen la libertad de comprar esos bienes y servicios ofrecidos por
compañías privadas, esta es la verdadera libertad.
La rescisión del contrato social
Los gobiernos intentan reducir sus políticas redistributivas y sus
compromisos sociales y para sufragarlos, gravan los salarios y el consumo de sus
propios ciudadanos para compensar de forma indirecta la pérdida de peso de los
impuestos directos provocada por las exenciones fiscales de las grandes
multinacionales. El programa es el mismo en todo el mundo: recorte de los gastos
del Estado para prestaciones sociales.
Se trata de que ahora pague quien pueda: planes de pensiones privados, porque
es insostenible mantener el sistema de seguridad social pública, colegios privados,
porque la educación pública no es competitiva; hospitales e investigación sanitaria
privada porque la sanidad pública es muy costosa. Todo lo anterior se considera
un despilfarro.
Surge una justificación que dice que los pobres no quieren dejar de serlo o se
encuentran muy a gusto siéndolo o no hacen ningún esfuerzo por dejar de serlo y
la intervención del Estado les ayuda a seguir siéndolo.
Los políticos neoliberales consideran a todos nosotros como sanguijuelas. Por lo
tanto lo que se debe hacer con los pobres es cortar los servicios sociales, la
educación, la formación profesional, la ayuda para estudios universitarios y la
asistencia social.
En el trasfondo del discurso neoliberal se encuentra la idea de que las políticas
sociales no pueden resolver los problemas sociales porque en realidad esos
problemas no son de orden estrictamente social, sino problemas personales
vinculados al esfuerzo personal y a los talentos y capacidades individuales. Cada
uno tiene en esta vida lo que se merece.
2. Keith Lerma
Hacia el “Estado de Malestar”
El Estado de Bienestar que pretendía redistribuir los beneficios sociales a partir
de los impuestos y que cobró cuerpo en una parte muy reducida del planeta (el
Norte), siendo desconocida para la inmensa mayoría de la población mundial, se
ha perdido. Y su desmantelamiento no ha sido a favor de los países más
desfavorecidos sino al contrario, parece extenderse pero para otras partes del
mundo.
Las consecuencias son obvias: deterioro de las condiciones laborales de los
profesionales que conduce a la frustración profesional, el predominio de los
criterios económicos sobre los asistenciales en la atención a los pacientes, que
conduce a la discriminación de los grupos de población más vulnerables y que
más necesidad tienen de utilizar los servicios sanitarios.
El beneficio es lo que cuenta
Las compañías farmacéuticas pueden ahora impedir legalmente que la triple
terapia del SIDA, que venden en buena parte del planeta al “módico” precio de
11.300 euros por paciente y año. El mercado de medicamentos deja claro de este
modo que el derecho al negocio está por encima del derecho a la vida. Es decir,
un reducido grupo se enriquece respaldado por la legalidad atentando de manera
flagrante contra el derecho a la vida y la salud, que deberían ser universales.
En este criterio moral de nuestras normas sociales: lo que cuenta es el beneficio.
De hecho, para la industria farmacéutica la investigación y el desarrollo de nuevos
tratamientos se orientan en función del mercado potencial del producto y no de las
necesidades de salud de las poblaciones con menos recursos. La prioridad sobre
qué inventar y qué investigar está totalmente basada en las ganancias. Está
dirigida a consumidores ricos y no a las necesidades de la gente empobrecida.
Una sociedad enferma
Parece que vivimos en una sociedad enferma cuyos síntomas no son capaces de
hacernos despertar de nuestro prolongado letargo. Ni siquiera cuando se ciernen
sobre nuestras cabezas.
Inseguridad vital y fragmentación social
3. Keith Lerma
El miedo al futuro basado en permanente posibilidad de un despido súbito y a que
te sustituyan está siempre presente. El fuerte sentimiento de ser vulnerable,
prescindible y mal pagado crea inseguridad personal y falta de autoestima. La
inestabilidad laboral y vital no te permite hacer amigos íntimos en el trabajo y
planes para el futuro. La consecuencia es una sociedad insegura, repleta de gente
que no cree en el sistema, que siente que no va a ganar nada con las promesas
de prosperidad. Quienes se encuentran en el papel de perdedores en el libre juego
de la dura competencia económica, los que sufren la desigualdad, la
discriminación y la exclusión del sistema sufren de forma añadida los efectos del
desamparo y la impotencia de la soledad, la imposibilidad de convertirse junto a
otros en un germen de influencia y presión reivindicativa.
La sociedad del consumo
El consumo se ha convertido en indicador de normalidad y pertenencia, para quien
se lo puede permitir. Parece ser la principal y casi única ideología cultural del
capitalismo postmoderno. En una sociedad de consumo que funciona bien las
personas consumidoras van de tentación en tentación. Para el consumidor cabal y
maduro, actuar de esa forma es una obligación.
Los espacios públicos tradicionales son reemplazados cada vez más por los
nuevos santuarios, espacios construidos y poseídos por entidades privadas
destinados al consumo.
Crece simultáneamente una cultura de expectativas de consumo y una cultura de
frustración o sublimación de aquellas. Los habitantes de las sociedades
empobrecidas se ven obligados a disociar entre un amplio menú de consumo
simbólico y otro mucho más restringido, de acceso real al progreso material.
El chivo expiatorio de la migración
El ser humano por naturaleza es migrante. Sin embargo a duras penas podemos
hablar de un planeta en el que se producen formidables e incontrolables flujos
migratorios. Pero para el habitante del mundo enriquecido, se desmantelan las
fronteras nacionales tal como sucedió para las mercancías, el capital y las
finanzas mundiales. Mientras que para el habitante empobrecido, los muros de
controles migratorios y leyes de residencia, se vuelven cada vez más altos.
4. Keith Lerma
Migrando hacía la “nueva esclavitud”
Muchas personas se sienten impulsadas a huir de su tierra devastada, atraídos
por la llamada del mercado laboral y por el consumo del norte, para acabar siendo
sobreexplotados, obligados a vivir en situación irregular, criminalizados y
acusados de quitar los puestos de trabajo a las personas autóctonas o de pervertir
su identidad cultural.
Los esclavos no son exigentes en cuanto a salarios y otras condiciones como lo
serían los trabajadores locales y aplaca además sus exigencias el hecho de que
no tienen los derechos de ciudadanía, especialmente no pueden participar en
decidir sobre la organización de la sociedad en la que trabajan, pues no pueden
votar.
Migrando hacía los “nuevos paraísos”
La clase turista se desplaza o permanece en un lugar según sus deseos. La clase
migrante sabe que no se quedará mucho tiempo en un lugar por más que lo
desee, ya que no es bienvenida en ninguna parte. Los turistas viajan porque
quieren; los migrantes porque no tienen otra elección.
El migrante es el otro yo del turista. Si se le pregunta al migrante qué clase de vida
quisiera llevar, en caso de poder elegir libremente, la respuesta sería un retrato
bastante exacto del turista. Los migrantes no tienen otras imágenes de la buena
vida, utopías alternativas no programa político propio. Su única aspiración es que
se les permita ser turistas como nosotros.
El patriarcado: sustento de la globalización
El patriarcado y la globalización se articula, en un proceso simbólico que
incrementa las desigualdades de género: las mujeres sustentan una economía
sumergida e invisible, no reconocida ni pagada, en el ámbito familiar y mantienen
esta situación de dependencia cuando quieren acceder a la esfera laboral pública
pues siguen llevando la casa a cuestas, siguen siendo la mano de obra barata, al
tener que aceptar cualquier empleo para sostener la economía familiar que sigue
recayendo sobre ellas.
El patriarcado es un sistema milenario que ha ido adaptándose a cada nueva
estructura económica y política y en la actualidad, capitalismo neoliberal y
5. Keith Lerma
patriarcado son sistemas entrelazados que conviven, se adaptan y se sostienen
mutuamente.
El producto de toda esta socialización en la cultura patriarcal es que asumimos
como algo normal y natural la situación de opresión que sufren las mujeres en la
vida cotidiana o se pospone su reivindicación y lucha como algo secundario, una
maría de la que tienen que ocuparse fundamentalmente las propias mujeres pues
siempre parece haber otras prioridades más importantes.