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Curva del elefante de Branko Milanovic.
¿ES INSOLIDARIA LA GLOBALIZACION?
Manfred Nolte.
A estas alturas del relato social nadie puede ignorar que aquel fenómeno
reverenciado hasta fechas recientes y conocido por el nombre de ‘globalización’
ha recibido un ataque frontal de consecuencias aun imprecisas. El mazazo del
Brexit o los insólitos resultados de las elecciones americanas son algunas de las
pruebas más contundentes que avalan la destrucción del referido mito
económico.
El tema no se detiene en el desmonte de una doctrina de general aceptación
durante décadas sino que ha propiciado en buena medida nuevos movimientos
políticos de signo populista, tanto de izquierdas como de derechas, cuyo común
denominador estriba en imputar a la globalización el estancamiento económicos
de las clases medias de los países ricos. En tanto en cuanto que las clases medias
constituyen un caladero crítico de votos en cualquier circunstancia electoral, los
populismos han adquirido un auge y una mayoría de edad precoces en buena
parte de la geografía acomodada mundial. También en España. También en
Euskadi.
A este macromanifiesto a la vez ideológico y de praxis política se han adherido
con matices tanto la Academia como la clase dirigente de la partitocracia, y todo
tipo de comentaristas en nómina de los medios de comunicación, que han dado
pasto intelectual a millones de inconformistas. Y con razón, habrá que decir, ya
que la evidencia empírica de la desigual influencia de la globalización en los
bolsillos de los ciudadanos está fuera de toda duda. Cabe solamente puntualizar
el alcance y gravedad de los hechos y si acaso enumerar la mayor o menor
importancia de determinados elementos en el resultado final, en el desigual
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reparto final de la globalización en las haciendas y bolsillos de las personas, en
las rentas de las empresas, de la Instituciones y de las naciones y bloques del
planeta.
Desde que Branko Milanovic haya fundamentado las distintas intensidades de
las olas globalizadoras, no cabe eludir el diagnóstico citado: que los beneficios
de la globalización no se han distribuido homogéneamente entre los distintas
estratos económicos en la distribución global de las rentas.
Adicionalmente queda en entredicho la bondad del proceso entero del
librecambio y de la globalización, salvo que pudiera probarse el ‘principio de
compensación de Kaldor-Hicks’ que en términos llanos sostiene que un proceso
económico es bueno si los beneficios y los costes son tales que los ganadores
pueden compensar a los perdedores, y continuar existiendo un excedente.
Milanovic no lo desmiente y por ello sostiene que la globalización es un objetivo
deseable porque “reduce los obstáculos entre la población del mundo”.
Dicho lo cual procede repetir quien o quienes abanderan muy particularmente
el debate antiglobalización, o lo que es lo mismo, quienes han sido los más
seriamente afectados por las asimetrías del movimiento que debatimos y en
definitiva quienes son los perdedores de la globalización: las clases medias
bajas, medias y altas de los países desarrollados. Perdedores en términos
relativos, no absolutos. Se constata netamente –eso es todo- que otros han
tenido mayor fortuna en el reparto.
Dado que los hechos referidos son indiscutibles podemos referirnos a la causas.
El propio Branko Milanovic señala que “no podemos hablar de una sola causa -
la globalización-, sino que el cambio tecnológico y determinadas políticas
económicas han jugado también un papel importante”. Es claro el impacto de
las nuevas tecnologías sobre el empleo y los salarios, que además viene
acompañado en el caso de los países avanzados por la deslocalización industrial,
trasladando las empresas a países de menores costes de producción. La acogida
de inmigrantes en el estrato salarial bajo es otra forma de deslocalización. En
especial, las tecnologías de la información y la comunicación han aumentado la
demanda de trabajadores cualificados, a costa de los menos cualificados,
aumentando así la brecha salarial entre los dos grupos. En consecuencia el
librecambio penaliza en los países centrales a los trabajadores menos
capacitados y a los procesos productivos menos eficientes, aunque, por el
contrario beneficie a ciudadanos y empresas de los países pobres o emergentes
que absorben las nuevas tareas.
Si convenimos que la globalización no debe detenerse procederá arbitrar una
compensación desde los superávits de los ganadores hacia los déficits de los
perdedores. ¿Cómo hacerlo?1
En primer lugar consolidando los esquemas de protección social del Estado del
bienestar, mediante las políticas pasivas de empleo, componiendo situaciones
de vulnerabilidad puntuales. A nivel europeo por medio de una mayor dotación
1 El FMI acaba de publicar un trabajo con opciones compensatorias. IMF.(Abril 10, 2.107). Making Trade an Engine of
Growth for All: The Case for Trade and for Policies to Facilitate Adjustment.
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económica y una mayor utilización del ‘Fondo europeo de ajuste a la
globalización’, fondo de actividad aun incipiente. Pero sobre todo mediante las
políticas activas de empleo generando mayores capacidades y mayor talento en
aquellos que han quedado marginados. O sea políticas masivas de educación y
de inversiones en I+D+i, una auténtica marea de inversión en capital humano.
Branco Milanovic y otros apuestan por otorgar un capital financiero a todos los
ciudadanos al cumplir la mayoría de edad, para propiciar, por ejemplo, que
todos los jóvenes tengan acceso a la Universidad. Un paso más da Robert
Skidelsky renovando la llamada a una Renta Básica Universal, una idea
estudiable aunque por el momento sea inviable financieramente.
Todo lo dicho se refiere al título de la columna: Compensar a los perdedores de
la globalización. Y ello es deseable, siempre que sea posible. Pero ¿podemos
volver a recordar quienes son los perdedores? Aquellos grupos de la población
mundial que se sitúan entre los percentiles 75 y 95 del nivel de renta mundial. O
sea nosotros, que llevamos favorecidos por la rueda de la fortuna decenios,
quizá centurias. Y ¿quiénes son los ganadores? Los percentiles 20 a 70 de la
distribución global de ingresos, los países emergentes, lo que refleja la enorme
cantidad de gente que ha salido de la pobreza y supone la conformación de una
nueva gran clase media mundial. También los percentiles 1 a 20, los más
desamparados del planeta.
Tal vez este último párrafo nos lleve a reflexionar si acaso Occidente estaba
compensando hasta ahora a los grandes perdedores seculares de la Historia. Un
motivo de satisfacción para justificar una posible globalización de la solidaridad.
36INTERNATIONALMONETARYFUND,WORLDBANK,ANDWORLDTRADEORGANIZATION