El documento discute la autoestima y cómo desarrollar una verdadera autoestima según las enseñanzas de Cristo. Sugiere que la autoestima basada en el éxito personal y la opinión de los demás puede ser vacía, mientras que la autoestima que surge de saberse amado por Dios y orientarse al servicio de los demás puede liberar uno de miedos y complejos. Para desarrollar una verdadera autoestima, debemos abrir nuestro corazón a Dios y dejar que Su amor nos guíe a imprimir n
1. La Victoria si llega.
¿Qué necesitas para liberarte de miedos y complejos? Tal vez tu amor propio y el deseo de éxito a los ojos del mundo, no
son el camino indicado.
Por Sheila Morataya-Fleishman
La auto-estima es uno de los temas más recurrentes en la actualidad, considerándose como
imprescindible y fundamental para el éxito y el desarrollo de cualquier persona. Pensar en
uno mismo y no dejar que los demás nos consideren inferiores parecen ser las ideas base
para la autoestima.
Sin embargo, Cristo nos habla del amor al prójimo, de ser los últimos y servir a los demás
¿No parece esta enseñanza oponerse al desarrollo de nuestra auto-estima? De ninguna
manera. Para hacerte santa, debes encontrar en la auto-estima una forma de profundizar en
tu conocimiento interior para servir mejor a Dios y al prójimo.
Los componentes básicos de la auto-estima
Según los estudios científicamente desarrollados por psicólogos norteamericanos (como
Coppersmith, Branden, James y Pope entre otros) establecen que el sentirse capaz para la
vida y merecedor de la felicidad, son los dos componentes más decisivos a la hora de actuar
en el mundo como persona.
Desde el punto de vista emocional y por vivir en un mundo altamente competitivo, es muy
importante adquirir la seguridad de alcanzar grandes metas en cualquiera de los aspectos de
nuestra vida. La sensación de “logro” es lo que a ti como mujer te hace avanzar y te empuja
a arriesgarte, a tomar nuevos retos en tu vida, es decir, debes hacer lo posible por conocer
y confiar en tus capacidades.
El gran obstáculo que se nos presenta es el miedo, el cual proviene algunas veces de una
falta amor en nuestra niñez, los maltratos recibidos por los padres, o la burla de las amigas.
Pero ahora que has crecido y te conoces mejor, puedes comprender que muchas veces eso
que tanto te lastimó, no necesariamente era maldad ,sino pura ignorancia humana. Es
tiempo de volver tu mirada hacia delante, permite que las buenas y malas experiencias del
pasado te sirvan de base y fortaleza para construir una mujer nueva, positiva, valiente, y
sobre todo, mejor hija de Dios.
El segundo componente, sentirnos merecedoras de la felicidad, se relaciona directamente
con el respeto que tienes por ti misma como persona: Es reafirmar en ti el derecho que
tienes a ser feliz, a vivir, a expresar tus propios pensamientos, a satisfacer tus
necesidades... Dicho de otra forma, el respeto a ti misma es el atrevimiento a ser quien
eres.
Podemos afirmar que tanto capacidad como merecimiento, son ejercidos realizados a través
de un solo catalizador: el amor por uno mismo.
La verdadera auto-estima
¿Cuál es la dificultad que se encuentra entre la auto-estima del mundo y los seguidores del
mensaje de Cristo? La autoestima sin Dios está orientada a uno mismo: triunfas porque
tienes derecho, porque importas tu, porque te lo mereces, porque tienes que “vivir” la vida.
En la auto-estima del mundo el ideal eres tú y los fines son puramente humanos, míos. En el
fondo, esa auto-estima es vacía, fabricada, sostenida en la propias fuerzas humanas.
Lamentablemente, de alguna u otra forma, los complejos siempre aparecerán.
El amor en el mensaje de Cristo es el combustible que necesitamos para “donar la vida” a
los demás . De esta forma el ingrediente “amor”, se utiliza para orientarse a los demás y no
2. a ti misma.
¿Quieres desarrollar en ti la una verdadera auto-estima? Abre tu corazón a Dios, y el amor
por tu persona nacerá de saberte hija del Altísimo, la presencia de Su amor te liberará de
miedos, complejos, ganas de éxito y brillo a los ojos del mundo y te da seguridad en ti
misma para imprimir tu huella con paso firme en todos los ambientes de la sociedad. Para
“cristianizar” los modos de vivir humano.
El amor en las enseñanzas de Cristo no puede estar orientado a uno mismo, sino
decididamente a los demás.