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1. LO QUE PENSAMOS. . .
¡ESO DE SER COMPETENTE!
Para una docencia en época de guerra.
Mario Apolinar Ruiz
Docente de la ENUFI
Una de las cuestiones que provoca la reflexión y el debate en torno a la
formación y desarrollo profesional del profesorado consiste en cuáles son las
competencias que debe poseer el docente y cómo hacer para que las adquiera, las
desarrolle y las promueva no sólo en el trabajo docente sino en la práctica educativa.
En la discusión de esta problemática se ha considerado que todo profesional de la
educación debe poseer un saber, un saber –hacer y un saber valer, es decir, contar
con un bagaje cultural, una metodología y determinados valores que le permitan bajo
ciertas condiciones, ejercer la labor docente. Esto significa que el responsable directo
de promover la enseñanza en el aula debe tener los conocimientos, las estrategias y
las actitudes fundamentales para guiar el proceso educativo. En este sentido – como
respuesta tentativa – estas competencias se traducen, esencialmente no sólo en el
dominio de contenidos y las competencias didácticas, sino también en la identidad
profesional y ética; la otra cuestión implica que, en su conjunto, los involucrados en la
misión formadora de docentes nos preguntemos si estamos promoviendo el saber, el
saber – hacer y el valer de manera integral, o a cuál es la competencia que se le da
prioridad, entre otras interrogantes.
En el ámbito del análisis sobre las competencias que debe llevar en las alforjas
todo profesor, o sea para ejercer la docencia, Francisco Imbernón (1997: 22) sostiene
acertadamente que la función docente es una actividad laboral permanente, pública y
compartida; la primera consiste en que el docente debe ejercer la tarea cotidiana,
asumir el compromiso con responsabilidad, y concebirla, como una fuente de ingreso
económico, de sostenimiento personal y social; la segunda se refiere a que el docente
tiene la obligación de tomar decisiones ante determinadas circunstancias sociales,
políticas y económicas del contexto en el cual se desenvuelve, decisiones sustentadas
en conocimientos de causa, los procesos de los hechos, en estrategias y criterios
éticos, críticos sobre diversas disciplinas, la demostración de estas competencias lo
circunscribe y lo posiciona a determinada corriente profesional; y, en la tercera, se
comprende que la funicón docente no está aislada, descontextualizada, es influenciada
por agentes sociales, factores materiales, exige la intervención y colaboración de otros
actores para la conquista de los ideales educativos.
Es importante que en el desarrollo de sus competencias el docente reconozca
que surgen problemas, que existen dificultades y en determinados momentos alcanza
ciertos éxitos. Este reconocimiento implica que identifique cuáles son los factores
internos y externos que condicionan y / o propician sus fortalezas, oportunidades,
debilidades y acciones, es decir, limitaciones y sus posibilidades para mejorar su
desempeño laboral. En este contexto – con relación al dominio de contenidos,
específicamente –es, indispensable que comprenda la misión de la escuela en el
momento reciente, qué es lo que enseña, o sea interpretar y buscar significados al
papel de la escuela y su relación con la docencia y la educación y el ideal del sujeto
que se pretende no sólo informar sino formar.
2. Los cuestionamientos relacionados con el mundo de la escuela, nos llevan
necesariamente a pesar si los alumnos en la educación básica están adquiriendo los
conocimientos, habilidades, capacidades, valores y actitudes, sólidos, profundos,
suficientes para crecer y desarrollarse, si los planes y programas educativos, si los
docentes, los recursos, y, si todos los protagonistas del hecho educativo están
cumpliendo con el valor de educar para la vida; a reflexionar si los saberes, haceres y
decires de la escuela responden y corresponden al tiempo – espacio que viven –
vivimos, sobrevivimos-, los alumnos ante los cambios tan vertiginosos acelerados, que
surgen en el ámbito de la ciencia, la tecnología y la cultura en una sociedad
denominada lo mismo que sociedad planetarizada, cibernética, de la información o
globalizada. Esto exige pensar y actuar para saber cómo hacer para adquirir,
desarrollar y demostrar que los maestros poseemos las competencias necesarias para
ejercer nuestra labor e incidir o coadyuvar en la formación inicial de los estudiantes
normalistas.
En este sentido Emilio Tenti Fanfani (1999) sostiene acertadamente que: “Es
tiempo de recurrir a los buenos maestros, a esos que no muestran su sabiduría a
través de los títulos, sino la propia experiencia práctica, para colaborar en la formación
inicial y permanente de las nuevas generaciones docentes. Esta sabidurpia práctica no
se enseña en conferencias, no se deja de aprehender en conceptos, definiciones y
clasificaciones, sino que se muestra en estado práctico haciendo cosas en el aula”. Se
trata entonces de propiciar una práctica reflexiva – basada en los aportes teóricos y no
en la mera repetición o reproducción del discurso-, tendiente a mejorar la situación en
el aula y en la escuela. Por lo anterior se puede afirmar que de esta manera también se
pueden y se deben mejorar las competencias del profesor.
Naturalmente que un maestro formado en las competencias, que tiene y demuestra las
competencias en el ejercicio de su quehacer docente tiene la posibilidad de fomentar
en sus alumnos determinadas competencias. Interpretando a Rosa María Torres
(1998), las competencias pueden estar centradas en los campos de aprender a pensar,
la solución de problemas, la creatividad, la metacognición, aprender a aprender,
aprender a estudiar, aprender a enseñar, aprender a recuperar el conocimiento,
aprender a aplicar lo aprendido, el conocimiento científico, los valores y las actitudes,
perspectivas y requerimientos del futuro, esencialmente. Seguramente algunos de
estos campos representan terrenos fértiles para cultivar, áreas vírgenes que explorar
para los formadores de docentes y los alumnos en procesos formativos.
Para el desarrollo de estas competencias se requiere lógicamente, de un sujeto
activo, protagonista de su propio desarrollo, con relación a esta condición y disposición
del sujeto, el principio constructivista sostiene que: “todo cambio en la organización
cognitiva es una construcción personal del alumno a partir de experiencias de
aprendizaje en las cuales pone en juego sus capacidades y las amplia” (Ortega, et. al,
1995) Esta tesis se confirma cuando la persona desarrolla su memoria, su inteligencia,
su pensamiento, su concentración con respuestas a sus necesidades de aprendizaje.
En la competencia de los profesores es necesario señalar lo indispensable que
resulta para el docente conocer y aplicar la relación pedagógica en la tarea educativa.
Esta relación exige identificar la relación didáctica, la relación del estudio y la relación
de mediación. (Saint – Onge, 2000). La primera es la relación entre el maestro y los
conocimientos: la segunda es la que se establece entre el alumno con la asignatura, y,
3. la tercera, es la relación entre maestros y alumnos. La relación pedagógica consiste en
la interacción entre todos los elementos mencionados. De acuerdo con Shulman citado
por Michel Saint – Onge (2000), para establecer dicha relación pedagógica y, por ende,
consolidar las competencias de los profesores se requiere de la integración de las
fuentes de conocimientos necesarios, tales como: el conocimiento del contenido, el
conocimiento didáctico, el conocimiento de la pedagogía general, el conocimiento de
los alumnos, el conocimiento de los contextos, el conocimiento de las metas y el
conocimiento del programa. Como se observa, el hecho de considerar estos
conocimientos, resulta compleja la función docente requiere del apoyo de un campo de
perfil de egreso básico – conforme lo describe el plan 1997 de la Licenciatura en
Educación Primaria – denominado Habilidades Intelectuales específicas.
Es importante también – con relación a la práctica educativa y cómo enseñar, y
consecuentemente cómo mejorar las competencias docentes-, reflexionar en torno a
las unidades de análisis, que plantea Antoni Zabala Vidiella (2000), conocer e
identificar las variables que configuran la práctica educativa y abordar, tratar y manejar
las variables metodológicas, éstas últimas se sintetizan en: las secuencias de
actividades, el papel del profesorado y del alumno, la organización social de la clase, la
utilización de los espacios y el tiempo, la organización de la clase, la utilización de los
espacios y el tiempo, la organización de los contenidos, el uso de los materiales
curriculares y el sentido y el papel de la evaluación. Ipso facto.
Ante el enorme reto, el desafío formidable del desarrollo de las competencias
necesarias en la función docente, se infiere que nos queda a muchos una labor titánica,
formidable, maravillosa, excepcional qué realizar todavía; y además, resulta valioso
intentar, humildemente entender, interpretar, comprender y buscar significados a la
idea de ser maestro, al hecho de pretender enseñar a los otros, a nuestros semejantes
en ese nueva y a veces vieja utopía realizable, posible y necesaria resumida en: ¡Eso
de ser competente!.