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Frente José Antonio Galán
           Carlos Villareal, Andrés Sierra


           Simacota, 7 de enero de 1965


     Este llamamiento fue conocido como el Manifiesto de Simacota y sintetiza de manera
sencilla el planteamiento político y la propuesta del ELN para el pueblo colombiano en
concordancia con la realidad social, económica y política del país para aquellos años.
     El llamado al pueblo para la lucha por el poder con las armas en la mano fue la idea central
que produjo gran expectativa en todos los explotados de Colombia. Rompiendo los esquemas
tradicionales del enfoque político de las luchas populares revolucionarias el ELN se constituye
así, por primera vez, en una organización que se plantea –a diferencia de las guerrillas liberales
anteriores y de las guerrillas de autodefensa- la conquista del poder político como objetivo
estratégico para realizar las transformaciones que el país necesitaba.
     Como las cosas insólitas suelen ser realidad, la noticia de la toma de Simacota se regó
como pólvora.
     El país se despertaba todos los días con las noticias monótonas de siempre, pero aquel 7
de enero, cuando aún las gentes se sacaban el largo “guayabo” del puente de Reyes, fecha
tradicional para la celebración popular, por los grandes radios de tubos aquel día no se escuchó
la voz del presidente Guillermo León Valencia para informar sobre los “logros” sociales del
procesiones de la Semana Santa. El batallón militar más cercano estaba ubicado en El Socorro,
a una hora de viaje por carretera.
     El 20 de diciembre de 1964 se pone en marcha hacia Simacota la columna guerrillera
inicial, a la cual, en el transcurso de esos seis meses de asentamiento se habían sumado
nuevos hombre y mujeres; sus nombres de guerra: “Andrés”, “Alberto”, “Wilson”, “Camilito”,
“Ricardo”, “Libardo”, “Alí” y “Mariela” (Paula González Rojas, conocida como “La Mona”,
primera mujer vinculada al ELN). Después de fatigantes marchas durante varios días y noches
en el más absoluto silencio, de andar por caminos inhóspitos y desconocidos para la gran
mayoría, de cruzar por páramos y montañas llenas de árboles legendarios y de mitigar hambres
comiendo cogollos tiernos con sal cuando escaseaba la comida, de hacerle el quite a unas
cuantas culebras no muy amistosas, por cierto, el 6 de enero llegó la columna a un kilómetro del
caco urbano del pueblo. Acamparon y se camuflaron en los cafetales cercanos; entre tanto,
Fabio y varios guerrilleros hacían un reconocimiento directo de la población.
           En la mañana del 7 de enero de 1965 la guerrilla entró en Simacota después
     de haber dado muerte al sargento de la policía que comandaba el puesto y a tres
     agentes de esa misma institución. Otro logró salvarse porque se encontraba dormido
     en una residencia y pudo ocultarse todo el tiempo que duró la toma.
           Antes de la llegada de la guerrilla al pueblo, cuatro guerrilleros que portaban
     armas cortas y vestidos de civil localizaron a los agentes de la policía y les dieron
     muerte. Una vez eliminada toda posibilidad de resistencia, la guerrilla se hizo dueña
de la población, se ubicó estratégicamente y convocó al pueblo a una reunión en la
plaza principal. Un grupo se emboscó en la carretera que conducía hacia el Socorro,
previendo la llegada de las tropas. Se cortaron los hilos telegráficos, pero la
telefonista alcanzó a dar parcial aviso al batallón acantonado en el Socorro.
      Mientras Fabio Vásquez y “Mariela” se dirigían a la Caja Agraria y obtenían el
dinero allí existente (54.000 pesos), los guerrilleros controlaban la población y
repartían entre sus gentes un manifiesto en que las invitaba a una concentración
inmediata. Una vez reunidos los habitantes, Víctor Medina Morón se dirigió a ellos y
les explicó de forma sencilla y convincente los objetivos del ELN, el por qué de esa
acción militar, la necesidad de la lucha guerrillera y de la organización popular. Las
gentes respondieron con entusiasmo y fueron respetadas en todo momento por los
guerrilleros.
      Unas dos horas estuvo el pueblo en poder de la guerrilla, al cabo de las cuales
arribó una pequeña patrulla militar, al entrar la patrulla se hizo fuego sobre la tropa y
murieron dos soldados. Sin embargo, el intercambio de disparos con el Ejército
produjo la muerte de Pedro Gordillo (“Parmenio”), uno de los primeros y más
entusiastas militantes del ELN, campesino de gran abnegación y gran valentía, a
quien se otorgó póstumamente el grado de capitán.
A la llegada del Ejército se dio la voz de repliegue (“¡Cayetano”!), nos retiramos
precipitadamente y dejamos tendido a “Parmenio”. Luego de un mes de la toma de
Simacota, la guerrilla regresa al cerro de los Andes.
     En Simacota se produjo la primera deserción en las filas del ELN,
protagonizada por Samuel Martínez. Martínez había sido miembro del Partido
Comunista y huyó en medio del combate dejando tirada su arma de dotación. Más
tarde es ajusticiado en Barrancabermeja.
     Durante el repliegue de Simacota desertó un campesino guerrillero, Manuel
Muñoz, quien, acobardado por la persecución de la tropa, se entregó al Ejército.
Muñoz delató a gran cantidad de campesinos, señaló el área inicial de operaciones,
reveló el armamento y el número de combatientes de que disponía la guerrilla y por
su culpa fueron detenidos y condenados en consejo verbal de guerra a diecisiete
años de prisión dos guerrilleros que habían salido a una comisión y que se habían
destacado como compañeros valerosos e inteligentes: Jacinto Díaz Bermúdez y
Salomón Amado Rojas (este último, primo de “Mariela”).
     Así pues, la acción de Simacota tuvo como resultados concretos las muertes
de tres policías, dos soldados y un suboficial de la policía, la recuperación de cuatro
fusiles 7.62 mm, algunas armas cortas, dos fusiles punto 30, cerca de $ 60.000
tomados de la Caja Agraria y de la sucursal de la cervecería Bavaria, algunas drogas
y víveres. La guerrilla perdió a un combatiente, tuvo dos desertores y días más tarde
sufrió la captura de dos guerrilleros más. En la población civil hubo un herido leve en
forma accidental.10
     “Nos fuimos para Simacota. Nosotros queríamos que el golpe fuera lejos de
nuestra zona de confianza. El tigre nunca se caga dentro de su casa. Si
golpeábamos por primera vez al Ejército en la zona que era nuestra base, ¿para
dónde nos íbamos después? En Simacota íbamos a golpear, el Ejército iba a
concentrar allí la búsqueda, ¡y nosotros nos le volábamos!
     El camino a Simacota lo hicimos por el páramo. La marcha fue penosa, yo
nunca había pasado un páramo de esos, una tierra tan fría. Tuvimos que pasar la
llamada cordillera de los Cobardes. ¡El agua se cuaja por las mañanas, es hielo!
Tuvimos que pasarlo rápido, porque no teníamos abrigos. A pesar de todo, yo iba
henchido con la ilusión de pelea con esas ganas...
     En esos días se incorporó otro muchachito de mi edad. En la guerrilla se llamó
“Camilito”. Él cayó después junto a Camilo, que en la guerrilla se llamó “Argemiro”.
Bueno, este “Camilito” era jodido, como muy alocadito, inquieto, jodedor. Pellizcaba,
corría, miraba por todas partes, abría un equipo, desbarataba todo, revisaba las
armas... ¡Era más insolente que yo! Porque yo ya era más veteranito. Nos hicimos
amigos, pero siempre vivíamos peleándonos...
     Siempre, cuando yo lo llamaba para hacer guardia, él se me hacía el pendejito
y no se me levantaba y me dejaba a mí al pie. Pero ya en el páramo le dije:
-Hermano, esto está muy verraco con este frío, así que levántese, hermano,...
y si no se levanta, le echo agua. ¡Pilas, que le echo agua!
     Entonces me dijo que tranquilo, que ya se levantaba, y se levantó; pero una
noche lo llamo, le quito la cobija, hasta lo siento y me dice que está despierto y se
levanta; al momentico se me vuelve a acostar... ¡Le eché agua! Y entonces se paró y
me agarró y que nos íbamos a dar puños. Y empezamos a darnos trompadas.
     Enseguida nos dimos cuenta de que estábamos cometiendo un error, por las
trompadas y porque abandonamos la guardia. Y ya sabíamos que teníamos que
informarlo.
     Al otro día lo informamos. Fabio, bravísimo:
     -¡Si el problema es que ustedes quieren pelear entre ustedes y no con el
enemigo, entonces se quedarán aquí los dos, esperando a que regresemos!
     Lo dijo para molestarnos, pero nosotros pensábamos que hablaba en serio.
¡Qué angustia, oiga! Por fin, nos dejaron seguir, pero en castigo nos quitaron las
armas. En ese páramo tan frío apenas me acordaba que estaba sin arma me ponía a
llorar. Fue el peor castigo de todos. Pero ya al día siguiente nos entregaron las
armas. Y seguimos hacia Simacota.
     Pasamos la Navidad en el páramo, porque salimos el 24 o 25 de diciembre, ya
no me acuerdo, y la toma de Simacota la planeamos para el 7 de enero. Como eran
fiestas, los policías estarían borrachos, descuidados, y así nos quedaba más fácil
porque nosotros no teníamos casi armamento.
      Más bien íbamos buscando cómo quitárselo a ellos y asegurarnos una victoria.
En ese tiempo algunos planteaban que en Colombia no era posible la lucha armada.
      Así que nosotros estábamos ante un desafío: ¿Es o no es posible? Y eso lo
sabíamos: nos estábamos jugando el futuro de nuestra concepción de que era
posible, y nos lo jugábamos con el pellejo y con la historia. Por eso buscábamos un
“papayazo”.
      Si hoy vamos a un ataque hacemos una maqueta, planificamos, entrenamos...
Cuando eso, ¿Cuál maqueta? Fueron unos compañeros por delante aprovechando
las fiestas, se mezclaron con la población y regresaron y nos contaron: aquí está el
estanco, aquí está el cuartel de policía, el repliegue es por aquí, la llegada es por
acá... pero tuvimos un “envolate” y comenzaba a amanecer y aún no habíamos
llegado... y ya uno con la lengua en la mano, ¡y corra, y por aquí, rapidito! Tuvimos
que comenzar a detener gente, a campesinos que iban llegando...y, ¡váyase usted
por allá, y usted por acá! Fabio, dirigiéndolo todo.
      Unos, al combate con la policía. Eso fue rápido. Yo me fui a otro lado: era el
responsable del grupo de cuatro que hacía contención en la vía central que viene del
Socorro a Simacota, porque en el Socorro había un batallón del Ejército y podía
llegar...
Cuando la gente oyó los tiros fue saliendo, fue juntándose en toda la novelería.
Dos o tres policías cayeron en el combate. Y la gente decía:
     -¡Bien hecho que los mataran, que era muy lambones y se aprovechaban de
los campesinos!
     Y ya los compañeros con las armas recuperadas fueron recorriendo el pueblo y
se llevaron a toda la gente para la plaza y les echaron un discurso. Que éramos el
Ejército de Liberación Nacional, que ésta era una lucha de todos unidos, liberales y
conservadores, que ya éramos hermanos y no había pasiones políticas, que la lucha
era contra los ricos y por la igualdad... Era el 7 de enero de 1965. Allí se leyó el
“Manifiesto de Simacota”. Lo leyó Fabio ¿Quiere que se lo lea? Para nosotros es
muy importante”...11
           “La violencia reaccionaria desatada por los gobiernos oligarcas y
continuada por el corrupto régimen Guillermo León Valencia-Alberto Ruiz Novoa-
Alberto Lleras Camargo ha sido una poderosa arma de dominación en los últimos
quince años.
     La educación se encuentra en manos de negociantes que se enriquecen con la
ignorancia en que mantienen a nuestro pueblo; la tierra es explotada por campesinos
que no tienen dónde caer muertos y que acaban sus energías y las de sus familias
en beneficio de las oligarquías que viven en las ciudades como reyes; los obreros
trabajan por jornales de hambre, sometidos a la miseria y a la humillación de los
grandes empresarios extranjeros y nacionales; los profesionales y los intelectuales
jóvenes demócratas se ven cercados y están en el dilema de entregarse a la clase
dominante o perecer; los pequeños y medianos productores, tanto del campo como
de la ciudad, ven arruinadas sus economías ante la cruel competencia y
acaparamiento por parte del capital extranjero y de sus sectores vende patria; las
riquezas de todo el      pueblo colombiano son saqueadas por los imperialistas
norteamericanos.
     Pero nuestro pueblo, que ha sentido sobre sus espaldas el látigo de la
explotación, de la miseria, de la violencia, se levanta y está en pie de lucha. La lucha
revolucionaria es el único camino de todo el pueblo para derrocar el actual gobierno
de engaño y de violencia.
     Nosotros, que agrupamos el Ejército de Liberación Nacional, nos encontramos
luchando por la liberación de Colombia. El pueblo liberal y el pueblo conservador
harán frente juntos para derrotar a la oligarquía de ambos partidos.
     ¡Viva la unidad de los campesinos, los obreros, los estudiantes, los
profesionales y las gentes honradas que desean hacer de Colombia una patria digna
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     ¡Liberación o muerte!
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  • 1. Frente José Antonio Galán Carlos Villareal, Andrés Sierra Simacota, 7 de enero de 1965 Este llamamiento fue conocido como el Manifiesto de Simacota y sintetiza de manera sencilla el planteamiento político y la propuesta del ELN para el pueblo colombiano en concordancia con la realidad social, económica y política del país para aquellos años. El llamado al pueblo para la lucha por el poder con las armas en la mano fue la idea central que produjo gran expectativa en todos los explotados de Colombia. Rompiendo los esquemas tradicionales del enfoque político de las luchas populares revolucionarias el ELN se constituye así, por primera vez, en una organización que se plantea –a diferencia de las guerrillas liberales anteriores y de las guerrillas de autodefensa- la conquista del poder político como objetivo estratégico para realizar las transformaciones que el país necesitaba. Como las cosas insólitas suelen ser realidad, la noticia de la toma de Simacota se regó como pólvora. El país se despertaba todos los días con las noticias monótonas de siempre, pero aquel 7 de enero, cuando aún las gentes se sacaban el largo “guayabo” del puente de Reyes, fecha tradicional para la celebración popular, por los grandes radios de tubos aquel día no se escuchó la voz del presidente Guillermo León Valencia para informar sobre los “logros” sociales del
  • 2. procesiones de la Semana Santa. El batallón militar más cercano estaba ubicado en El Socorro, a una hora de viaje por carretera. El 20 de diciembre de 1964 se pone en marcha hacia Simacota la columna guerrillera inicial, a la cual, en el transcurso de esos seis meses de asentamiento se habían sumado nuevos hombre y mujeres; sus nombres de guerra: “Andrés”, “Alberto”, “Wilson”, “Camilito”, “Ricardo”, “Libardo”, “Alí” y “Mariela” (Paula González Rojas, conocida como “La Mona”, primera mujer vinculada al ELN). Después de fatigantes marchas durante varios días y noches en el más absoluto silencio, de andar por caminos inhóspitos y desconocidos para la gran mayoría, de cruzar por páramos y montañas llenas de árboles legendarios y de mitigar hambres comiendo cogollos tiernos con sal cuando escaseaba la comida, de hacerle el quite a unas cuantas culebras no muy amistosas, por cierto, el 6 de enero llegó la columna a un kilómetro del caco urbano del pueblo. Acamparon y se camuflaron en los cafetales cercanos; entre tanto, Fabio y varios guerrilleros hacían un reconocimiento directo de la población. En la mañana del 7 de enero de 1965 la guerrilla entró en Simacota después de haber dado muerte al sargento de la policía que comandaba el puesto y a tres agentes de esa misma institución. Otro logró salvarse porque se encontraba dormido en una residencia y pudo ocultarse todo el tiempo que duró la toma. Antes de la llegada de la guerrilla al pueblo, cuatro guerrilleros que portaban armas cortas y vestidos de civil localizaron a los agentes de la policía y les dieron muerte. Una vez eliminada toda posibilidad de resistencia, la guerrilla se hizo dueña
  • 3. de la población, se ubicó estratégicamente y convocó al pueblo a una reunión en la plaza principal. Un grupo se emboscó en la carretera que conducía hacia el Socorro, previendo la llegada de las tropas. Se cortaron los hilos telegráficos, pero la telefonista alcanzó a dar parcial aviso al batallón acantonado en el Socorro. Mientras Fabio Vásquez y “Mariela” se dirigían a la Caja Agraria y obtenían el dinero allí existente (54.000 pesos), los guerrilleros controlaban la población y repartían entre sus gentes un manifiesto en que las invitaba a una concentración inmediata. Una vez reunidos los habitantes, Víctor Medina Morón se dirigió a ellos y les explicó de forma sencilla y convincente los objetivos del ELN, el por qué de esa acción militar, la necesidad de la lucha guerrillera y de la organización popular. Las gentes respondieron con entusiasmo y fueron respetadas en todo momento por los guerrilleros. Unas dos horas estuvo el pueblo en poder de la guerrilla, al cabo de las cuales arribó una pequeña patrulla militar, al entrar la patrulla se hizo fuego sobre la tropa y murieron dos soldados. Sin embargo, el intercambio de disparos con el Ejército produjo la muerte de Pedro Gordillo (“Parmenio”), uno de los primeros y más entusiastas militantes del ELN, campesino de gran abnegación y gran valentía, a quien se otorgó póstumamente el grado de capitán.
  • 4. A la llegada del Ejército se dio la voz de repliegue (“¡Cayetano”!), nos retiramos precipitadamente y dejamos tendido a “Parmenio”. Luego de un mes de la toma de Simacota, la guerrilla regresa al cerro de los Andes. En Simacota se produjo la primera deserción en las filas del ELN, protagonizada por Samuel Martínez. Martínez había sido miembro del Partido Comunista y huyó en medio del combate dejando tirada su arma de dotación. Más tarde es ajusticiado en Barrancabermeja. Durante el repliegue de Simacota desertó un campesino guerrillero, Manuel Muñoz, quien, acobardado por la persecución de la tropa, se entregó al Ejército. Muñoz delató a gran cantidad de campesinos, señaló el área inicial de operaciones, reveló el armamento y el número de combatientes de que disponía la guerrilla y por su culpa fueron detenidos y condenados en consejo verbal de guerra a diecisiete años de prisión dos guerrilleros que habían salido a una comisión y que se habían destacado como compañeros valerosos e inteligentes: Jacinto Díaz Bermúdez y Salomón Amado Rojas (este último, primo de “Mariela”). Así pues, la acción de Simacota tuvo como resultados concretos las muertes de tres policías, dos soldados y un suboficial de la policía, la recuperación de cuatro fusiles 7.62 mm, algunas armas cortas, dos fusiles punto 30, cerca de $ 60.000 tomados de la Caja Agraria y de la sucursal de la cervecería Bavaria, algunas drogas y víveres. La guerrilla perdió a un combatiente, tuvo dos desertores y días más tarde
  • 5. sufrió la captura de dos guerrilleros más. En la población civil hubo un herido leve en forma accidental.10 “Nos fuimos para Simacota. Nosotros queríamos que el golpe fuera lejos de nuestra zona de confianza. El tigre nunca se caga dentro de su casa. Si golpeábamos por primera vez al Ejército en la zona que era nuestra base, ¿para dónde nos íbamos después? En Simacota íbamos a golpear, el Ejército iba a concentrar allí la búsqueda, ¡y nosotros nos le volábamos! El camino a Simacota lo hicimos por el páramo. La marcha fue penosa, yo nunca había pasado un páramo de esos, una tierra tan fría. Tuvimos que pasar la llamada cordillera de los Cobardes. ¡El agua se cuaja por las mañanas, es hielo! Tuvimos que pasarlo rápido, porque no teníamos abrigos. A pesar de todo, yo iba henchido con la ilusión de pelea con esas ganas... En esos días se incorporó otro muchachito de mi edad. En la guerrilla se llamó “Camilito”. Él cayó después junto a Camilo, que en la guerrilla se llamó “Argemiro”. Bueno, este “Camilito” era jodido, como muy alocadito, inquieto, jodedor. Pellizcaba, corría, miraba por todas partes, abría un equipo, desbarataba todo, revisaba las armas... ¡Era más insolente que yo! Porque yo ya era más veteranito. Nos hicimos amigos, pero siempre vivíamos peleándonos... Siempre, cuando yo lo llamaba para hacer guardia, él se me hacía el pendejito y no se me levantaba y me dejaba a mí al pie. Pero ya en el páramo le dije:
  • 6. -Hermano, esto está muy verraco con este frío, así que levántese, hermano,... y si no se levanta, le echo agua. ¡Pilas, que le echo agua! Entonces me dijo que tranquilo, que ya se levantaba, y se levantó; pero una noche lo llamo, le quito la cobija, hasta lo siento y me dice que está despierto y se levanta; al momentico se me vuelve a acostar... ¡Le eché agua! Y entonces se paró y me agarró y que nos íbamos a dar puños. Y empezamos a darnos trompadas. Enseguida nos dimos cuenta de que estábamos cometiendo un error, por las trompadas y porque abandonamos la guardia. Y ya sabíamos que teníamos que informarlo. Al otro día lo informamos. Fabio, bravísimo: -¡Si el problema es que ustedes quieren pelear entre ustedes y no con el enemigo, entonces se quedarán aquí los dos, esperando a que regresemos! Lo dijo para molestarnos, pero nosotros pensábamos que hablaba en serio. ¡Qué angustia, oiga! Por fin, nos dejaron seguir, pero en castigo nos quitaron las armas. En ese páramo tan frío apenas me acordaba que estaba sin arma me ponía a llorar. Fue el peor castigo de todos. Pero ya al día siguiente nos entregaron las armas. Y seguimos hacia Simacota. Pasamos la Navidad en el páramo, porque salimos el 24 o 25 de diciembre, ya no me acuerdo, y la toma de Simacota la planeamos para el 7 de enero. Como eran
  • 7. fiestas, los policías estarían borrachos, descuidados, y así nos quedaba más fácil porque nosotros no teníamos casi armamento. Más bien íbamos buscando cómo quitárselo a ellos y asegurarnos una victoria. En ese tiempo algunos planteaban que en Colombia no era posible la lucha armada. Así que nosotros estábamos ante un desafío: ¿Es o no es posible? Y eso lo sabíamos: nos estábamos jugando el futuro de nuestra concepción de que era posible, y nos lo jugábamos con el pellejo y con la historia. Por eso buscábamos un “papayazo”. Si hoy vamos a un ataque hacemos una maqueta, planificamos, entrenamos... Cuando eso, ¿Cuál maqueta? Fueron unos compañeros por delante aprovechando las fiestas, se mezclaron con la población y regresaron y nos contaron: aquí está el estanco, aquí está el cuartel de policía, el repliegue es por aquí, la llegada es por acá... pero tuvimos un “envolate” y comenzaba a amanecer y aún no habíamos llegado... y ya uno con la lengua en la mano, ¡y corra, y por aquí, rapidito! Tuvimos que comenzar a detener gente, a campesinos que iban llegando...y, ¡váyase usted por allá, y usted por acá! Fabio, dirigiéndolo todo. Unos, al combate con la policía. Eso fue rápido. Yo me fui a otro lado: era el responsable del grupo de cuatro que hacía contención en la vía central que viene del Socorro a Simacota, porque en el Socorro había un batallón del Ejército y podía llegar...
  • 8. Cuando la gente oyó los tiros fue saliendo, fue juntándose en toda la novelería. Dos o tres policías cayeron en el combate. Y la gente decía: -¡Bien hecho que los mataran, que era muy lambones y se aprovechaban de los campesinos! Y ya los compañeros con las armas recuperadas fueron recorriendo el pueblo y se llevaron a toda la gente para la plaza y les echaron un discurso. Que éramos el Ejército de Liberación Nacional, que ésta era una lucha de todos unidos, liberales y conservadores, que ya éramos hermanos y no había pasiones políticas, que la lucha era contra los ricos y por la igualdad... Era el 7 de enero de 1965. Allí se leyó el “Manifiesto de Simacota”. Lo leyó Fabio ¿Quiere que se lo lea? Para nosotros es muy importante”...11 “La violencia reaccionaria desatada por los gobiernos oligarcas y continuada por el corrupto régimen Guillermo León Valencia-Alberto Ruiz Novoa- Alberto Lleras Camargo ha sido una poderosa arma de dominación en los últimos quince años. La educación se encuentra en manos de negociantes que se enriquecen con la ignorancia en que mantienen a nuestro pueblo; la tierra es explotada por campesinos que no tienen dónde caer muertos y que acaban sus energías y las de sus familias en beneficio de las oligarquías que viven en las ciudades como reyes; los obreros trabajan por jornales de hambre, sometidos a la miseria y a la humillación de los
  • 9. grandes empresarios extranjeros y nacionales; los profesionales y los intelectuales jóvenes demócratas se ven cercados y están en el dilema de entregarse a la clase dominante o perecer; los pequeños y medianos productores, tanto del campo como de la ciudad, ven arruinadas sus economías ante la cruel competencia y acaparamiento por parte del capital extranjero y de sus sectores vende patria; las riquezas de todo el pueblo colombiano son saqueadas por los imperialistas norteamericanos. Pero nuestro pueblo, que ha sentido sobre sus espaldas el látigo de la explotación, de la miseria, de la violencia, se levanta y está en pie de lucha. La lucha revolucionaria es el único camino de todo el pueblo para derrocar el actual gobierno de engaño y de violencia. Nosotros, que agrupamos el Ejército de Liberación Nacional, nos encontramos luchando por la liberación de Colombia. El pueblo liberal y el pueblo conservador harán frente juntos para derrotar a la oligarquía de ambos partidos. ¡Viva la unidad de los campesinos, los obreros, los estudiantes, los profesionales y las gentes honradas que desean hacer de Colombia una patria digna para los colombianos honestos!” ¡Liberación o muerte! EJÉRCITO DE LIBERACIÓN NACIONAL