Messaggio della Consigliera per le Missioni_14 agosto 2021 por
Lectio 4o. dom cuaresma
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LECTIO DIVINA, DOMINGO
4º Domingo de Cuaresma, CICLO B (Jn 3, 14-21)
Juan José Bartolomé, sdb
El evangelio de hoy es parte del dialogo que Jesús mantuvo con
Nicodemo, un personaje religioso de cierta relevancia, que había
mostrado curiosidad por conocer a Jesús personalmente (Jn 7,50;
19,39) y que había ido a verle una noche.
Con un lenguaje propio de San Juan, Jesús explica a este judío
ilustrado y bienintencionado (Jn 12,42), el motivo y el alcance de su
próxima muerte: nadie mejor para explicárnosla que quien la ha
sufrido.
En boca de Jesús, el evangelista expone la fe comunitaria que profesa
ante y frente a los judíos: el Hijo entregado es quien mueve a Dios hacia nosotros, la eficacia
de su amor queda mostrada en su muerte; ‘el amor de Dios es incondicional y sin límites’.
Contar con ese amor de Dios al mundo, no salva al hombre de su responsabilidad, la
incrementa. El mundo no puede dejar de ser amado por Dios, pero puede negarse a recibir su
amor o a sentirse amado en la forma como Dios le amó.
No nos podemos salvar del amor de Dios, pero sí podemos vivir sintiéndonos no amados. Esa
es la condenación. A pesar del amor de Dios y del envío del Hijo para la salvación, se puede no
aceptar ni vivir el amor que Dios nos tiene.
Seguimiento:
En aquel tiempo Jesús dijo a Nicodemo:
14. “Lo mismo que Moisés levanto la serpiente de bronce en el desierto, el
Hijo del tiene que ser levantado en alto,
15. Para que todo el que cree en Él tenga vida eterna”
16. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no
perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
17. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino
para que el mundo se salve por él.
18. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado,
porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
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19. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los
hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
20. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la
luz, para no verse acusado por sus obras.
21. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea
que sus obras están hechas según Dios.
LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice
El encuentro de Jesús con Nicodemo (Jn 3,1-21), maestro en Israel, permite al narrador
presentar el primer discurso de Jesús en el evangelio – en realidad un monólogo a partir de Jn
3,11 –, en el que apenas puede distinguirse la declaración de Jesús del comentario del
evangelista.
Nicodemos fue quien buscó a Jesús y abrió la conversación (Jn 3,1.4.9); de hecho, pronto será
olvidado (a partir de Jn 3,9): da la impresión de estar asistiendo más a un diálogo entre
comunidades (cristiana y judía) que a un dialogo entre dos personas.
Creada la escena (Jn 3,1-2a), el diálogo con Nicodemo gira en torno al nuevo nacimiento (Jn
3,2b-10), en concreto, en torno a las condiciones para ver el reino (3,2b-3), entrar en él (3,4-
8).
El doble malentendido de Nicodemo (Jn 3,4.9: ¿cómo es posible..?) ha preparado la
manifestación de Jesús como revelador del Padre (Jn 3,11-21).
Introducido el discurso con la solemne afirmación de Jesús (Jn 3,11a), quien a partir de Jn 3,13
habla de sí en tercera persona, se pone de relieve la necesidad de aceptar el testimonio de
Jesús y creerle para tener vida eterna (3,12-15), una vida que es iniciativa de
Dios y que ha dividido al mundo (3,16-21). Creer (Jn 3,12.15.16.18) es el término que recorre
la primera parte del monólogo de Jesús y el de la luz (Jn 3,19.20.21) domina la segunda.
En la primera (Jn 3,12-18) aparece la contraposición arriba/abajo, para expresar la naturaleza
divina de la revelación: ser elevado (Jn 3,14) posibilita la vida eterna (Jn 3,15.16). La vida
eterna trae consigo el protagonismo de Dios, que ama, entrega y envía a su Hijo (Jn 3,16-
17), tres actuaciones que tienen esta donación divina como demostración y garantía del gran
amor que tiene por el cosmos. El hijo entregado/enviado (Jn 3,16.17.18) es el unigénito
de Dios (Jn 3,16.18) y el mundo su destino (Jn 3, 16.17.19).
En la segunda parte (3,19-21) con un nuevo vocabulario y una declaración programática (Jn
3,19 a: este es el juicio) aparece una temática más decisiva: binomios como juicio y fe (Jn
3,18), luz y tinieblas (Jn 3,19), obrar el mal y obrar la verdad (Jn 3,19-20), precisan cuáles
pueden ser las reacciones de los hombres y la actuación de Dios.
Creer es aceptar el amor de Dios hecho realidad en la entrega de su Hijo; no aceptarlo es
condenarse.
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MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida
Dentro del diálogo con Nicodemo, un judío bien intencionado, Jesús descubre el sentido de su
muerte y la naturaleza de la vida que aportará su sacrificio. Su fin queda aludido bajo la
imagen de la serpiente, cuya exaltación salvó de la muerte al pueblo en el desierto. Jesús no
persigue la muerte, sino que la tiene como medio por la cual Dios manifiesta, más allá
de toda duda, el amor que tiene por los hombres.
De poco serviría tanto amor de Dios, y semejante entrega por parte de Jesús, si no
encuentra aceptación cordial, fe verdadera en nosotros: La eficacia de la salvación
depende de la aceptación de quienes hemos de ser salvado.
Para Nicodemo fue ese el tiempo de decidir. No le bastó haberse acercado a Jesús, en plena
noche, tuvo que aceptarlo totalmente, a la luz del día… De entrada, es interesante advertir que
Jesús desveló sus razones a quien mostró interés en conocerlas, a quien le buscó, aunque
fuera a escondidas y le encontrara en la noche, a quien fue a preguntárselas, porque deseaba
conocerlas. Jesús no descubrió su secreto a desinteresados, a gente que nada le pregunta, a
quienes poco se molestan por saber más de él.
Si no vemos a Cristo, no encontraremos más que tinieblas; nos jugamos la salvación o la
condenación. Hoya tenemos que encontrar razones para ir a Jesús, aunque sea en secreto,
como hizo Nicodemo, para conocerle no solo de oídas, sino verle de cerca, preguntarle
cuáles son sus razones, sus sentimientos, sus proyectos, por qué su vida y qué viene
después de ella.
Con esa actitud favoreceremos la confianza e intimara que tanto necesitamos, podremos
comprender sus planes y vivir en mayor comunión.
Pensemos, por qué hay tanta gente confundida en cuanto a Jesús, por qué no le buscamos
como ayer…, por qué nos extraña su comportamiento y su doctrina. ¿No será porque
durante mucho tiempo nos parecía conocerle solo porque tuvimos un acercamiento
aparente? ¿Qué le preguntamos? ¿Qué quisiéramos saber de Él?
Jesús ha dejado de ser interesante para muchos hoy y, por ello, dejan de ser creyentes de
verdad: antes de perder la fe en Cristo, van perdieron el interés por Él y por lo que a Él
concierne.
Algo de esto puede sucedernos también a nosotros. Desinteresarse en Jesús es el primer
paso para perderlo de vista.
Darnos cuenta no nos aleja el peligro. Para no perderle para siempre, no perdamos
interés en su persona: busquemos a Jesús, directamente y preguntémosle todo lo que
no logramos entender en cuestión de nuestra fe.
Para no perder la fe ni perderle a Él, es necesario recuperar el interés por su persona y por sus
cosas, hacer lo que hizo Nicodemo: conocerle mejor, descubrir cuáles fueron sus razones y
entender sus ideas. Comprender por qué Jesús dio la vida para comprender quién es Dios
Padre y hasta donde llegó su amor.
¡Si no nos interesamos por Jesús, no descubriremos a Dios Padre ni tampoco
comprenderemos su amor por nosotros! ¡Ese es el precio de nuestro desinterés! y
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viviremos desilusionados, porque no conocemos bien a Dios y su inmenso amor. Si
sintiéramos más afecto por Él, nos daríamos tiempo para estar con Él, dejaríamos otras
cosas y personas y nos preocuparíamos más por lo suyo... Sería suficiente con pensar
menos en nosotros, escuchar menos nuestros deseos y necesidades y concederle a Él
nuestro tiempo; hablarle para para dejarnos sorprender por el amor que nos tiene.
La muerte de Jesús fue necesaria para que la humanidad tenga vida: 'El Hijo tuvo que ser
elevado en la cruz, para que todo el que cree en Él, tenga vida eterna'. Para darse a entender,
Jesús recuerda a Nicodemo lo que vivió el pueblo israelita en el desierto, cuando muchos
hombres estuvieron a punto de muerte por la mordedura de serpientes y fueron salvados al
ver a la serpiente elevada en el palo. Les explicó que esa figura simbolizaba la liberación que
Él vino a traer…
¿Le permitimos a Jesús que nos hable a solas y al corazón? ¿Nos dejamos convencer por Él
o nuestra actitud es tan cerrada a lo que nos quiere decir, si colaboramos con Él en el Plan
de salvación que Él sigue cumpliendo?
¿No será que miramos más a nuestros planes e intereses y no a Jesús en la cruz?
Necesitamos elevar nuestra mirada hacia Él y mantener fijos nuestros ojos y nuestro
corazón en el suyo. Jesús ha sido elevado en la cruz para forzarnos a elevar – ojos y
corazón – a Él, a lo que tiene entre manos. No nos dejemos ahogar por nuestro mal y por
el que reina a nuestro alrededor.
¿Por qué nos resultan nuestras cruces tan pesadas? ¿No estamos perdiendo de vista que
el mal que hacemos y que padecemos pueden ser vencidos definitivamente por Cristo
Jesús?
Olvidarnos de Cristo crucificado nos impide sentirnos amados por Dios: 'Tanto amó Dios
al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no muera ninguno de los que creen en él.
El que no cree, está ya condenado' ¡Nos lo tenía que revelar Jesús, el Hijo de Dios, porque
nosotros no nos lo habríamos podido imaginar! Él debe saberlo, pues pagó con su vida:
Dios nos ha preferido.
Oramos nuestra vida desde este texto:
Dios Bueno, perdónanos por nuestro desinterés por ti y por tu Hijo Jesucristo.
Perdónanos porque siendo indiferentes no aprovechamos la salvación que nos ofreces … Que
esta Cuaresma nos decidamos a estar con Jesús, nuestro Hermano, para renacer a tu amistad,
Que te busquemos para salir de nuestros miedos, de nuestra inseguridad, que dejemos la
noche y vivamos la luz ya en esta vida, para que con ella iluminemos nuestro mundo. ¡Gracias
por amarnos como nos amas! ¡Gracias por darnos a tu Hijo, para que nos salve. ¡Así sea!