1. HERMANA TERESA GEDDA
Nació en Pecco (Turín), el 17 de enero de 1852;
Profesa en Turín el 3 de setiembre de 1877
Muere en Granada (Nicaragua) el 24 de marzo de 1917,
Había nacido en una familia muy arraigada en su pueblo y en la Parroquia de Pecco,
eran ocho hermanos, ocupando ella el sexto lugar. Una familia trabajadora que vivía del cultivo
y de las pocas tierras que poseían. Por algunas exigencias de familia obligaron a los papás de
Teresa a retirarla de la escuela que tanto le gustaba para que ayudara en casa. Fue para ella un
doloroso sacrificio, porque le gustaba aprender, saber, conocer.
Era una joven algo reservada, pero bondadosa y disponible. Comenzó a sentir muy
pronto el deseo de seguir a Jesús en la vida religiosa, pero se encontró con la oposición de sus
padres, que aunque tenía profunda fe, no querían alejarse de esta hija.
En 1867, Teresa tenía 14 años, muere su padre por un accidente fatal al caer de un árbol;
luego perderá también a su hermana Catalina. Ambas cosas afectan grandemente su corazón tan
sensible.
Dios que va guiando los caminos de sus amigos, llevó a que tuviera que ir a suplir a
Catalina en la parroquia de Stambrino, donde ella prestaba un servicio al Teólogo Oglietti, gran
amigo de Don Bosco; éste intuyó pronto el secreto de Teresa: se sentía llamada a ser toda de
Dios y la encaminó a la casa que las HMA habían abierto en Turín-Valdocco.
Partió con su hermano Antonio hacia Valdocco. Cuando llegaron a la puerta, Teresa muy
resueltamente le dice a su hermano: “esta es mi casa y lo será para siempre”. Era el 8 de
noviembre de 1876. Tenía 23 años. Estuvo un mes en Turín como postulante antes de llegar a
Mornés, gozosa de haber encontrado el lugar que Dios había soñado para ella, aunque sintiendo
el dolor por la contrariedad que sufría su madre.
En Mornés se encontró realmente en la “Casa del Amor de Dios”, donde estaba siempre
encendido el fuego de los orígenes de un Instituto muy joven. Entre ella y María Dominga, la
“Madre”, se estableció pronto una corriente de entendimiento y de afecto que la ayudó a
progresar en los caminos del Espíritu.
El 15 de abril de 1877 inicia su noviciado y desde ese momento se deja envolver de aquel
clima de sencillez, sinceridad, de confianza, disponibilidad y de alegría en la vivencia de aquella
sabia exhortación de la Madre: “haz con libertad todo lo que te sugiera la caridad”. Así Dios en
su Providencia iba modelando el corazón de Teresa, una de aquellas que había ya elegido para
trasplantar el “Mornés en América”.
Intuyendo su madurez interior, fruto del desprendimiento asumido con tanto amor, aun
siendo novicia, la Madre le pide que vaya a la nueva casa de Alassio para suplir a una hermana y
ella misma la acompañó confiándola a la dirección de Josefina Pacotto.
Adelantó así la hora de su profesión; el 3 de setiembre de ese mismo año 1877 hace su
profesión religiosa en Turín, bajo la mirada de la Auxiliadora de la Basílica, con la misma
presencia de Don Bosco y María Dominga y con la alegría de que esté también presente su
propia madre. Es un mes de particular entusiasmo misionero porque las Hijas de María
Auxiliadora han sido llamadas a partir hacia América.
2. También S. Teresa hará por escrito su petición misionera, como tantas otras y fue elegida
entre las 6 primeras. La carta que le escribe a su madre antes de partir para América nos habla de
su espíritu.: “Querida mamá: El Señor me colma de consuelos y beneficios… Me ha concedido
las gracias más grandes que se pueden imaginar, y esto sin merecimientos por parte mía, he
vestido el hábito religioso antes de lo que pensaba y soy ya consagrada a mi Dios. ¿Puede
imaginar un favor tan grande? Sí, aun me faltaba uno: llenar mis aspiraciones de misionera, y he
aquí, querida mamá, que me ha otorgado también esto. Me han destinado a formar parte de la
expedición misionera que partirá para América el próximo 14 de noviembre. ¡Oh, qué contenta
estoy, qué feliz me siento previendo que iré a salvar muchas almas, que haré conocer el nombre
adorado de mi Jesús!”
Al llegar a Montevideo en diciembre de 1877, sabemos que ellas no tuvieron la alegría de
desembarcar en seguida, ni de instalarse en su propia casa. Desde el puerto, debieron subir a una
barca descubierta y navegar durante 6 horas al descubierto, expuestas al sol del verano. Luego le
esperarán 5 días de cuarentena en la Isla de Flores; todo esto fue suficiente para que Teresa se
tomara una insolación, que le dejó secuelas por mucho tiempo; después dos meses entre las
Hermanas de la Visitación en Montevideo. Juana Borgna lo describe muy bien en una carta a la
Madre: “Todavía vuelvo con placer al mes que pasamos en la Visitación. Nosotras éramos las
sobrinas y las queridas Madres otras tantas tías; y como sobrinas vivarachas e inexpertas,
supimos darle algunas preocupaciones a las tías. El primero vino de S. Gedda con su dolor de
cabeza que no se lo pudo quitar, el segundo de nuestros ruidosos zuecos que traíamos de
Mornés y que no estaban adaptados para el paso angélico de las visitandinas”.
En febrero de 1878, estarán por fin en su tan deseada casa de Villa Colón, donde pronto
comenzarán a reunir a las niñas para el Oratorio y una incipiente escuela. La casa era pequeña y
pobre, nada extraño para quien había conocido la pobreza en Mornés; pero tenían con ellas una
pequeña capilla con Jesús Eucaristía y la consoladora imagen de la Auxiliadora.
El director Salesiano, don Luis Lasagna acompañaba a la pequeña comunidad con
discreción ayudándoles a conocer las costumbres y necesidades propias del lugar, donde la vida
de fe era débil y el ambiente intelectual muy anticlerical. Él tenía mucha confianza en este primer
grupo de hermanas, tan bien seleccionado, pero escribiendo con mucha confianza a don
Cagliero, le habla de algunas dificultades de carácter de Teresa Gedda, sobre todo de sus
escrúpulos que le provocaban verdaderos sufrimientos.
Aun conociendo su debilidad, ella había elegido como lema de vida: “No quiero servir al
Señor como sierva mal retribuida, quiero servirlo con alegría”; y a ello la estimulaba la Madre
Mazzarello, cuando le escribe: “Sor Gedda, ¿cómo estás? Espero que seguirás bien para trabajar y
hacerte santa. Ten alegre a todas las hermanas y reza por mí”.
Otra carta que Teresa le escribe a su madre en 1878, nos permite descubrir el espíritu
con que deseaba vivir su vocación misionera, y dónde sabía alimentarse para encontrar las
fuerzas que necesitaba:
…”Yo estoy muy contenta de encontrarme en esta casa, y más aun de encontrarme en
este nuevo mundo. Ante todo le digo una cosa hermosa. Tenemos la iglesia, propiamente en
nuestra casa y día y noche el Buen Jesús vive con nosotras. ¡Oh, qué fortuna! Poco distante está
el colegio de nuestros padres. De aquí todos los días viene un sacerdote para celebrar la misa. Y
alguna vez a la tarde, la bendición con el Santísimo Sacramento y también a predicarnos.
¡Querida mamá, que fortuna la nuestra!
…Aquí somos pocas y tenemos mucho trabajo. Si viese, estos pobres habitantes, dan
compasión. ¡Pobrecitos! Son tan ignorantes en lo que respeta a cosas de religión, que parece
imposible. Se lo aseguro, querida mamá, si lo viese, estoy segura que diría que nosotras somos
afortunadas. Agradezcamos todos los días principalmente habernos hechos nacer en la fe, a
preferencia de otros hermanos, que ciertamente lo habrían servido mejor que nosotras,
3. especialmente mejor que yo, que he recibido tantas gracias. Agradezcan Uds. por mí y pídanle la
gracia de que pueda trabajar a cualquier sacrificio por su amor”.
En enero de 1883, junto a otras hermanas, entre ella su compañera de siempre Teresita
Mazzarello, irá a hacer los Ejercicios Espirituales en Buenos Aires, y la crónica de la casa de
Almagro lo registrará así: “La víspera de S. Francisco de Sales, acabándose los S. Ejercicios
Espirituales a los que tomaron parte todas las Hermanas de Almagro, La Boca, San Isidro, Morón
y algunas también de Villa Colón. Hicieron los Votos Perpetuos: Sor Teresa Mazzarello, y Sor
Teresa Gedda”. ¡Cuánto espacio dejaría ahora al trabajo de la gracia que seguía modelándola!
Su primer campo de trabajo fue Villa Colón, la colaboración con el lavado y planchado
de los alumnos del Colegio Pío exigía mucho sacrificio con los medios de entonces: “somos
pocas y el trabajo es mucho”. Más tarde trabajará junto al nuevo Santuario dedicado a la
Auxiliadora en el Colegio Pío, donde se abrió una comunidad. Desde allí irá Las Piedras, y luego
al hermoso colegio que en 1891 se abrió en Montevideo (Escuela Taller), donde fue ecónoma,
asistente y enfermera. En Montevideo tendrá la alegría de recibir más de una vez la visita de la
Madre General Caterina Daghero, pues en viajes a uno u otro país de América debía a menudo
hacer escala en este puerto.
Una hermana cuenta: “En 1885 tres compañeras entramos juntas a la Comunidad. Desde
el primer momento que hablamos y que tratamos a S. Gedda nos pareció de veras una santa. Su
porte humilde, gentil, afectuoso, nos gustó tanto que comenzamos a llamarla ‘la hermana
buena’. Y con ese nombre permaneció entre nosotras. Levantarse de noche, para ayudar a las
enfermas, aun en pleno invierno no le costaba nada, porque cuando se ama, no se siente la
fatiga, ni el esfuerzo. Y cada una en comunidad pensaba que era su predilecta y decían ‘me
quiere tanto’. Quería bien a todas, todo el bien a todas”. También los vecinos que tenían
oportunidad de verla en la portería o cuando hacía algún mandado comentaban que de las seis
hermanas que habían llegado era ella “la que más se distinguía en bondad y sencillez”.
Después de 23 años dando lo mejor de sí en tierra uruguaya, se le regaló un viaje a Italia
para acompañar a una hermana que debía regresar, partió con el corazón lleno de
agradecimiento; pudo reencontrarse con los suyos. Estuvo nuevamente en Turín, rezando en la
tumba de don Bosco y fue también a saludar a Don Rúa y éste le dice: - “Oh S. Teresa, ¿sabes
que es propiamente la Virgen quien te envía? Estábamos justamente buscando una directora para
enviarla a una nueva casa que se abrirá en México, ¿estás dispuesta a partir pronto?”. Era
verdaderamente misionera, con un corazón abierto a la universalidad, por lo que sólo
respondió: “Estoy siempre disponible, porque soy hija de obediencia”.
Cuánto lo sintieron las hermanas del Uruguay, y sobre todo su directora de la Escuela
Taller María Auxiliadora, Sor Erminia Carbajal. Inmediatamente ésta le escribe a la Madre
Daghero con la gran confianza que le tenía: “¿Es posible Madre, que quiera privarnos de S.
Gedda? ¿Por qué nos hace esto?...Nos priva de la mejor hermana de esta República”.
Verdaderamente las hermanas encontraban en ella un reflejo fiel del espíritu mornesino, una
verdadera discípula de María Dominga.
En México era tiempo de persecución religiosa, se necesitaba una persona con la fuerza
moral de la H. Teresa y ella volvió a “partir”, llegando el 26 de diciembre de 1900 a la Colonia
de Santa Julia; junto a otras tres hermanas, el 9 de enero del mismo año partirá a Morelia; sería
directora del Colegio San Vicente de Paúl. Su paciencia y tolerancia, soportaban y mejoraban los
caracteres más difíciles.
Siendo Directora desempeñaba el oficio de enfermera y ropera, por no haber a quien
confiárselo. En el año 1905 será delegada al Capitulo General que debía celebrarse en la Casa
Madre de Nizza. A su regreso es enviada como directora de las hermanas que se dedicaban al
servicio de los Salesianos en Puebla. Allí también se hizo apreciar mucho, y regalar su testimonio
de gran humildad y caridad salesiana.
4. Ella no había estudiado otra ciencia más que la del Evangelio y las Constituciones, pero
el Espíritu le había regalado la ciencia de educar. Vivió feliz en el vasto campo de evangelización
en México y tuvo la alegría de ver un florecer de numerosas vocaciones mexicanas, signo de la
bendición de Dios.
Cuando en 1908, Madre Vicaria Enriqueta Sorbone pasa por Nicaragua, se le pide la
fundación de una casa de Hijas de María Auxiliadora. Un día Madre Vicaria le pregunta: - ¿Sor
Teresa está pronta a dejar México por Nicaragua, a Granada? Una misionera está siempre pronta
porque su patria es el mundo, entonces respondió, aun en medio de la conmoción: _ “Madre, si
el buen Jesús quiere de mí este sacrificio, estoy dispuesta a hacer su voluntad”.
Es difícil enumerar el bien que sembró esta hermana, a la que podríamos llamar:
peregrina de Dios en el tercer mundo. Allí en Granada (Nicaragua) vino a buscarla el Señor.
Tenía 65 años. Murió el 24 de marzo de 1917, día dedicado a María a la que había amado con
ternura filial, ayudando a tantas jóvenes a reconocerla como Madre.
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Me regalo un tiempo para encontrarme con la vida de la hermana Teresa Gedda y celebrarla en Comunidad
“Estoy siempre disponible porque soy hija de la obediencia” – Podríamos afirmar que este fue el lema de
su vida misionera; una mujer disponible, feliz y libre frente al deseo de Dios. Eso motivaba a buscar la
alegría en los ambientes dónde estaba.
¿Qué actitudes, cualidades descubro en ella? ¿Qué signo, gesto podría hablar de su vida?
Es este un buen momento para pasar por el corazón mi obediencia cotidiana… la de grandes y pequeñas
disponibilidades, de respuestas positivas, renuncias y aflicciones.
¿De qué está hecho mi Sí, ante las grandes o pequeñas propuestas de Dios? ¿Qué descubro detrás de
ese sí entregado al Señor?
Terminemos haciendo nuestras las palabras del Papa Benedicto XVI, en el mensaje entregado a los jóvenes de la
XXVII Jornada Mundial de la Juventud del 1 de abril de 2012:
“Más allá de las satisfacciones inmediatas y pasajeras, nuestro corazón busca la alegría profunda, plena y
perdurable, que pueda dar «sabor» a la existencia” escribe el Papa, que subraya como las alegrías auténticas
“tienen su origen en Dios, aunque no lo parezca a primera vista”. Por tanto, encontrar al Señor, hacer espacio a
Jesucristo y su Evangelio, “es el camino para tener la paz y la verdadera felicidad dentro de nosotros mismos, es
el camino para la verdadera realización de nuestra existencia de hijos de Dios”.
“La alegría está íntimamente unida al amor; ambos son frutos inseparables del Espíritu Santo.
“El amor produce alegría, y la alegría es una forma del amor”.