La carta expresa gratitud a las hermanas por su apoyo y oraciones durante el tiempo de cuarentena de la autora en Roma. Resalta la importancia de cultivar un espíritu de gratitud y destaca tres consejos de Madre Mazzarello en una carta previa: tener coraje, amarse unas a otras y rezar mucho. Concluye invitando a las hermanas a leer la carta de Madre Mazzarello y a orar juntas.
La oración de santa Luisa de Marillac por el P. Corpus Juan Delgado CM
Gracias y coraje: lecciones de Madre Mazzarello
1. Roma, 14 agosto 2020
Queridas Hermanas,
Con mucha alegría y gratitud las saludo desde
Roma. Después de haber vivido 17 días de ‘cuarentena’,
finalmente nos hemos podido integrar en la comunidad del
Consejo y de Casa Generalicia. Agradezco a todas ustedes
que nos han acompañado con la oración y les aseguro que
de verdad hemos sentido la oración y la cercanía de
tantas hermanas. Un gracias de corazón! También con
ocasión de la muerte de mi hermano, he sentido mucho
la cercanía afectuosa de tantas hermanas.
Quisiera manifestar un agradecimiento
particular a las hermanas de la Inspectoría “María
Auxiliadora” (CMA), de manera especial a la
Inspectora, sor María Victoria Montoya, a la
Ecónoma inspectorial, sor Mariángela Restrepo, a la
Directora de la Casa inspectorial, sor Luisa Margarita
Zuluaga, quienes siempre nos han acompañado con tanto
cuidado, y a la ecónoma local, sor Ross Mary Ramírez, quien proveía todo, desde el alimento hasta las
otras necesidades personales. Un gracias a todas las hermanas por tanta delicadeza y atención que han
tenido hacia nosotras. Verdaderamente nos han hecho sentir de CASA y en CASA durante el tiempo
de permanencia en Medellín. Entonces, dejar a Colombia no ha sido tan fácil. A toda la Inspectoría, a
cada Comunidad y hermana, un GRACIAS sentido de corazón por el tiempo que hemos vivido junto a
hermanas en el verdadero espíritu de familia, y también por la disponibilidad de los medios que nos
han permitido continuar la misión de animación de nuestros Ámbitos.
Ahora, queridas hermanas, sigamos acompañando la situación del mundo herido por el Covid-
19, pidiendo el don de la curación, pero al mismo tiempo en actitud de agradecimiento por todos los
gestos de solidaridad y de cercanía realizados por tantas personas, tantos voluntarios – creyentes o no
– que viven y continúan poniendo en práctica la “caridad evangélica”, socorriendo a los más
necesitados, donando el propio tiempo, ofreciendo ayuda material para calmar el dolor y el
sufrimiento ajenos.
Después de haber celebrado, el pasado 5 de agosto, el aniversario de la fundación del Instituto,
quiero proponerles hoy el encuentro con Madre Mazzarello en la Carta 56, dirigida a sor Victoria
Cantù y a la comunidad de Montevideo - Villa Colón.
En la carta, escrita el 21 diciembre 1880, la Madre agradece los augurios recibidos, comunica
varias noticias y recomienda a las misioneras las virtudes características del espíritu salesiano.
Me ha hecho mucha impresión darme cuenta de cómo la Madre insiste en la actitud del
agradecimiento.
Antes de todo, propiamente al inicio, expresa su alegría porque las hermanas de Montevideo –
Villa Colón están todas con buena salud, agradece al Señor y les pide que también lo hagan ellas.
«Me alegro ante todo de saber que gozáis de buena salud, gracias a Dios».
En el cuarto párrafo, Madre Mazzarello – después de haber anunciado la partida de la tercera
expedición misionera (este anuncio se encuentra también en la carta precedente n. 55) – agradece por
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2. los augurios recibidos y por las oraciones: «Os agradezco de corazón vuestras felicitaciones y más
aún las oraciones que me prometéis, continuad rezando siempre por mi».
Augurando a las hermanas vivir las «bellas virtudes»: «humildad, gran caridad, obediencia,
paciencia, especialmente con vosotras mismas», espíritu de pobreza, de mortificación de la propia
voluntad, celo y fervor en el servicio del Señor, la Madre concluye: «Que Jesús os colme de todas
estas cosas y vosotras dadle gracias y corresponded».
Queridas hermanas, me parece oportuno recordarnos cómo es bello cultivar un corazón
agradecido, que no espera las grandes ocasiones de la vida para decir “gracias”, sino que sabe
aprovechar todas las oportunidades del cotidiano para dirigir a Dios y a las personas una palabra de
agradecimiento.
Como ha dicho el Papa Francisco: «Debemos ser intransigentes en la educación a la gratitud,
al reconocimiento: la dignidad de la persona y la justicia social pasan las dos por ahí […] La gratitud,
por lo tanto, para un creyente, está en el corazón mismo de la fe: un cristiano que no sabe agradecer es
alguien que ha olvidado el lenguaje de Dios. Escuchad bien: un cristiano que no sabe agradecer es
alguien que ha olvidado el lenguaje de Dios […] “La gratitud es una planta que crece solamente en la
tierra de las almas nobles”. Aquella nobleza de alma, aquella gracia de Dios en el alma nos impulsa a
decir gracias, a la gratitud. Es la flor de un alma noble» (Audiencia General, 13 mayo 2015).
Quisiera también compartir con ustedes la invitación que Madre Mazzarello hace a las
hermanas misioneras en la carta ya citada, y lo repite por tres veces: «Tened coraje». Esta expresión es
signo de cómo la Madre comparte directamente los apuros y los cansancios de las misioneras y busca
maternalmente aliviarlas un poco: «Tened coraje, que ya os mandaremos ayuda; el 20 o 26 di Enero
partirán las hermanas destinadas para allá». «Tened coraje, amaos, compadeceos unas a otras y
avisaos recíprocamente siempre con caridad […]». «Tened coraje y rezad mucho por mi, yo os
aseguro que no os olvido nunca en mis pobres oraciones».
Como y con Madre Mazzarello, quiero terminar este mensaje diciéndole a cada una de ustedes:
«Queridas hermanas, hagamos un poco de bien mientras tengamos tiempo y ocasión de hacerlo. […]
Yo rezo y rezaré a Jesús […] por vosotras para que [os] dé las más selectas bendiciones, primero una
salud espiritual y luego también gran salud temporal».
Les recomiendo vivamente releer la Carta 56 y allí descubrirán ‘la’ palabra de Madre
Mazzarello, que ella le dirá a cada una de manera especial y particular en el secreto del propio corazón.
En preparación al CG XXIV, oremos juntas: María, Virgen del Magnificat, llena nuestras
tinajas con el vino de la gratitud y del coraje. Enséñanos a acoger el ocaso de cada jornada con un
corazón pleno de agradecimiento.
Queridas hermanas, con un gracias por su cercanía y por haberme acompañado en este tiempo
de confinamiento, les aseguro mi oración. Permanezcamos en comunión fraterna. ¡Un fuerte abrazo!
Consejera para las Misiones
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