1. N.o
11. Julio de 2019
Queridas Hermanas, para conmemorar a la Beata María Troncatti el
25 de julio, ya próximas a celebrar en agosto el 50mo
aniversario de
su paso al cielo, las invitamos a contemplar su vida de santidad
cotidiana, reflejo del amor misericordioso del Padre.
Nos apoyamos en la Palabra de Dios: «Antes de formarte en el
vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te
consagré, te nombré profeta de los gentiles» (Jr 1,5). A cada uno
de nosotros “el Señor nos eligió para que fuésemos santos e
irreprochables ante Él por el amor” (Ef. 1,4).
El Santo Padre Francisco en la Exhortación Apostólica Gaudete et
Exsultate, hace resonar una vez más el llamado a la santidad en el
contexto actual con sus riesgos desafíos y oportunidades, porque a
cada uno de nosotros el Señor nos ha elegido para ser santos viviendo
con amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de
cada día, allí donde cada uno se encuentra (cfr. n.o
14).
No todo lo que dice o hace un santo es perfecto o plenamente fiel al
evangelio, lo que hay que mirar es la totalidad de su persona, su
camino entero de santificación que refleja algo de Jesucristo. En este
camino tenemos muchos testigos que nos alientan y estimulan a
seguir avanzando hacia la meta, entre ellos puede estar nuestra
abuelita, nuestra mamá u otras personas cercanas, que en medio de
2. sus debilidades y caídas siguen adelante y agradan al Señor, lo que
hay que contemplar es el conjunto de su vida, su camino entero de
santificación, esa figura que refleja algo de Jesucristo y que resulta
cuando uno logra comprender el sentido de la totalidad de su persona
(cfr. n.o
22).
El testimonio gozoso de Sor María Troncatti nos anime a vivir
nuestra vocación a la santidad y a esforzarnos cada día para cumplir
lo que Dios quiere de nosotros.
Sor María vivió su entrega con sentido evangélico, sus prioridades:
El Señor y el prójimo. Esto la configuraba cada día más con
Jesucristo, la hacía feliz o bienaventurada, su vida se volvía más
fecunda, la santidad la hacía más humana porque era la fuerza de la
gracia, que actuaba en ella ejercitando la fe, la oración y la
compasión como veremos en el incidente acaecido en agosto de
1929.
Sor María tiene que pasar por Méndez a Cuenca para sus retiros
espirituales. El P. Director y la Madre Directora al verla llegar
levantan los brazos al cielo: ¡Es Dios que nos la envía!
-¿Qué es lo que pasa?
-Madre María ¿recuerda a Augusto Zúñiga?
-Es el joven, huérfano que vive en el Pan y que trabaja con el P.
Albino en la construcción del puente ¿Y cómo va el puente?
-El puente se ha derrumbado, dice suspirando el P. Director, el agua
se llevó todo el entramado.
-¿Y el P. Albino?
-El P. Albino, volverá a empezar de nuevo
-¿Hubo víctimas?
-No, Madre María, pero Augusto que subió para hacer un control
sufrió una caída, está destrozado.
-¿Lo han llevado a Cuenca?
-Está aquí, venga a verlo, cúrelo…
Augusto sonrió al ver a Sor María, estaba acostado sobre un jergón
de hojas.
-¿Dónde te duele?
-Me duele todo, Madre María-, contesta.
3. -¿Cómo hiciste para llegar hasta aquí?
Augusto le cuenta con detalle a Sor María toda la tragedia que pasó
hace unos quince o veinte días aproximadamente y cómo llegó a paso
de tortuga hasta la misión de Méndez. Sor María al revisarlo
constata que tiene 6 o 7 costillas rotas, la espina dorsal hundida en
las dos últimas vértebras cervicales o en las primeras dorsales, los
intestinos apelotonados en el abdomen…
-Veremos, veremos, procura no moverte-, dijo y salió. El misionero
salió también y preguntó, entonces: -¿Lo cura Sor María?-, ella
callaba.
-El P. Albino está muy preocupado,- insistió el director, -hasta ha
llorado.
Ella dirigiéndose al padre que muy apenado le pedía que lo cure, le
dice:
-Déjeme ir a la iglesia, María Auxiliadora me inspirará, porque en
ese estado como está ¿con qué lo voy a curar? Se pasó tanto rato en
oración, que llegó la noche. Al siguiente día en la Santa misa todos
oraron por Augusto… en cuanto salieron de la iglesia, dice el
director: -Entonces Sor María: ¿curará a Augusto?
-Le voy a dar un purgante-, le pareció demasiado poco al misionero.
Sor María llevaba su libro de oraciones en sus manos…
-Para tus intestinos no tengo otra cosa más que darte una purga, así
que bébela-.
Augusto se tomó todo, sostenido por Sor María, que con su brazo le
sujetaba la espalda.
-Y ahora las medicinas: empecemos por las costillas-, sacó de su
libro una estampa de María Auxiliadora, -Augusto bésala, esta es la
medicina-, la colocó encima de las costillas rotas, después lo fajó
hábilmente con una venda desde el pecho hasta la boca del
estómago, mientras rezaban juntos el Ave María. -Y ahora la
medicina para la columna vertebral-, sacó del libro una estampa de
Don Bosco, se la dio a besar, le aplicó la estampa del nuevo Beato
en la espalda y lo vendó nuevamente del cuello para abajo. Durante
cuatro días lo obligó a una completa inmovilidad, el quinto día le
dijo: -Prueba a sentarte solo, y Augusto se sentó sin esfuerzo, ahora
prueba a bajar de la cama, y el paciente dio unos pasos ante el
4. asombro del director. Vuelve a la cama. Al sexto día estaba curado.
Al séptimo día Sor María le quitó las vendas, le dio a besar las 2
estampas y las volvió a colocar en su libro: -Camina, levanta los
brazos, -¡Pero si estoy muy bien Madre María!, -Ve a bañarte, a
nadar al río-, así lo hizo. Augusto estaba fresco y robusto como un
atleta, y Sor María siguió su viaje a Cuenca.
El testimonio es recogido por Sor Carlota, compañera de Sor María,
en Sucúa, se lo contó el mismo sr. Augusto Zúñiga en 1970, en una
visita que le hizo. Ella lo recuerda conmovido y entre sollozos
haciendo memoria de la tragedia en la que falleció Sor Troncatti, por
otra parte, le cuenta que se sentía contento de haber sido curado para
continuar su recorrido por la selva acompañando al P. Albino.
En Macas, el 5 de agosto de 1969 Sor María se había ofrecido
víctima por la paz y reconciliación entre los dos grupos shuar y
colono; el P. Juan recuerda sus palabras: “con gusto daría mi vida con
tal que esto se solucione”. Este deseo es el fruto de sus innumerables
actos de caridad, realizados para ayudar a todos, para alcanzar la paz
y serenidad como siempre había deseado.
(Cfr. GRASSIANO Domenica, Selva Patria del Corazón, págs. 182-188)
Para reflexionar y compartir
1. ¿Cómo vivo la santidad de cada día?
2. ¿Qué hago para fortalecer la armonía en mi
comunidad?
3. ¿Qué le pido a la Beata María Troncatti?