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Nadie me va a callar
1. COLUMNATRANSVERSAL
Si la acusación es la respuesta de
un político a una crítica
periodística recién publicada, uno
se pregunta: ¿Qué dolido está este
señor para que aproveche una
entrevista en televisión para tratar
de desquitarse la crítica política
recibida con una acusación tan
ridícula? Pero todavía llegaría
básicamente a misma la
conclusión: Otro loco más, ¿qué
vamos a hacer? Sobran los que se
vuelven locos porque no aguantan
la crítica...
Nadie me va a callar
Por Pablo Luers
ero cuando
la acusación
proviene de
un político con la
trayectoria de
Guillermo
Gallegos, por lo
menos hay que
preguntarse: ¿Me
tengo que preocupar? ¿Hasta dónde está
dispuesto llegar este señor? ¿Y qué poder
de fregar gente tiene un tipo que hace
pocos días erael candidato más probablea
ocupar el cargo de fiscal general y que
todavía hoy es miembro de una
subcomisión de la Asamblea Legislativa,
constituida especialmente para poner al
próximo fiscal general?
Hay quienes me han dicho: Tienes que
demandar a Gallegos. Cosa que no voy a
hacer. No sólo porque no tiene sentido
demandar a un tipo que está gozando de la
impunidad que provee el fuero de
diputado, sino porque estoy en contra de
usar las leyes dedifamación para restringir
la libertad de expresión. Y quiero ser
consecuente con esta posición.
Pero queda sin respuesta la pregunta del
millón: ¿Hasta qué extremo, hasta qué
acción ilícita estarán dispuestos llegar el
diputado Guillermo Gallegos y sus amigos
para callar a un crítico incómodo? ¿O más
bien, como no me pueden callar, para
desacreditar o sacar de circulación a un
crítico incómodo?
Entonces, seamos consecuentes y nos
preguntamos: ¿Será este miembro
influyente de la Asamblea Legislativa
capaz de usar su poder para incentivar a
algún funcionario a cometer un fraude
procesal contra un periodista para
desacreditarlo?
Todavía quiero pensar que nuestro país
tiene una institucionalidad
suficientemente fuerte para que no
procedan estos tipos de maniobras. A
pesar de todas las deficiencias de nuestras
instituciones, sigo creyendo en el Estado
de Derecho.
Pero tengo que admitir: la actuación de
Guillermo Gallegos es una dura prueba
para esta mi confianza. No es un loco
hablando solo. Es un señor que una
mayoría de diputados estaba al punto de
convertir en fiscal general de la República,
y lo más probable es que al final saldrá
electo a este cargo algún chero de él.
Entonces, ¿comienzo a preocuparme?
No tanto para dejar de decir en mis cartas
y columnas lo que hay que decir. No tanto
para bajar el tono de mis críticas a
gobernantes, partidos y diputados. Pero sí
para resignarme con la triste verdad que
aquí existen y tienen cuotas considerables
de poder fuerzas políticas, que juegan
sucio con la confianza que todos tenemos
en el sistema democrático e institucional.
Regreso a la pregunta inicial: "¿Qué hacer
cuando un político que está poniendo
fiscal general te inventa en público que
traficás con drogas?" Todavía no estoy
seguro. Me imagino que la respuesta
prudente es: Tener cuidado. Menos en lo
que escribo, porque esto es lo que los
Gallegos del mundo quieren... y no les
puedo dar esa satisfacción.
(El Diario de Hoy)
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