2. El 6 de abril dijo
comentando el Evangelio
del día:
…“Y mientras ellas corren
para llevar la noticia a los
discípulos, encuentran a
Jesús mismo que les dice:
‘Id y anunciad a mis
hermanos que vayan a
Galilea,
allí me verán’”.
3. “Galilea es la ‘periferia’ donde Jesús
había iniciado su predicación;
y desde allí volverá a partir el
Evangelio de la Resurrección,
para que sea anunciado a todos,
y cada uno pueda encontrarle a Él,
el Resucitado, presente y obrante en
la historia”.
4. … “es el anuncio que la Iglesia repite desde el primer día:
¡Cristo ha resucitado!”. “Y, en Él, por el Bautismo,
también nosotros somos resucitados, pasamos de la muerte a la
vida,
de la esclavitud del pecado a la libertad del amor”.
5. “Esta es la Buena Noticia que somos llamados a llevar a los
otros en cada ambiente, animados por el Espíritu Santo. La fe
en la resurrección de Jesús y la esperanza que Él nos ha
llevado es el don más bello que el cristiano puede y debe
ofrecer a los hermanos. A todos y cada uno”.
6. “La buena noticia de la Resurrección debería
transparentarse en nuestro rostro, en nuestros
sentimientos y actos,
en el modo cómo tratamos a los otros”.
7. “Nosotros anunciamos la resurrección de Cristo cuando su luz
ilumina los momentos oscuros de nuestra existencia y
podemos compartirla con los otros: cuando sabemos reír con
quien ríe, y llorar con quien llora; cuando caminamos junto a
quien está triste
y está a punto de perder la esperanza, cuando contamos
nuestra experiencia de fe a quien está en la búsqueda de
sentido y de felicidad”.
8. El 6 de abril dijo después de
rezar el Regina Coeli:
…“el camino espiritual de
oración intensa, de
participación concreta y de
ayuda tangible en defensa
y protección de nuestros
hermanos y hermanas,
perseguidos, exiliados,
asesinados por el solo hecho
de ser cristianos”.
9. “Pido que la comunidad internacional no permanezca
silenciosa e inerte ante tal crimen inaceptable que
constituye una preocupante deriva de los derechos
humanos más elementales”.
10. El 8 de abril dijo en Audiencia General:
…En las catequesis sobre la familia completamos hoy la
reflexión sobre los niños, que son el fruto más bello de la
bendición que el Creador ha dado al hombre y a la
mujer. Ya hemos hablado del gran don que son los niños,
hoy lamentablemente debemos hablar de las “historias de
pasión” que viven muchos de ellos.
11. Tantos niños desde el inicio
son rechazados,
abandonados,
les roban su infancia y su
futuro. Alguien osa decir, casi
para justificarse, que ha sido
un error hacerlos venir al
mundo.
¡Esto es vergonzoso!
¡No descarguemos sobre los
niños nuestras culpas, por
favor!
12. Los niños no son jamás
“un error”.
Su hambre no es un error,
como no lo es su pobreza,
su fragilidad, su abandono,
tantos niños abandonados
por las calles; y no lo es
tampoco su ignorancia o su
incapacidad, tantos niños
que no saben qué es una
escuela, y no lo es tampoco
todo esto
13. A lo sumo, estos son
motivos para amarlos más,
con mayor generosidad.
¿A qué sirven solemnes
declaraciones de los
derechos del hombre y de
los derechos del niño si
luego punimos a los niños
por los errores de los
adultos?
14. Aquellos que tienen el deber de gobernar, de educar, pero,
diría, todos los adultos, somos responsables de los niños
y de hacer cada uno lo que pueda para cambiar esta
situación.
15. Me refiero a la pasión de los niños. Cada niño emarginado,
abandonado, que vive en la calle mendigando y con todo tipo
de expediente,
sin escuela, sin cuidados médicos es un grito que llega a Dios
y que acusa el sistema que nosotros adultos hemos construido.
16. Y lamentablemente,
estos niños son presa de los
delincuentes,
que los explotan para
indignos tráficos y comercios,
o adiestrándolos para la
guerra y la violencia.
17. Pero también en los países llamados ricos tantos niños viven
dramas que los marcan duramente, a causa de la crisis de la
familia,
de los vacíos educativos y de condiciones de vida a veces
deshumanas.
En todo caso son infancias violadas en el cuerpo y en el alma.
18. ¡Pero a ninguno de estos niños el Padre que está en los cielos lo
ha olvidado!
¡Ninguna de sus lágrimas está perdida! Como tampoco se debe
perder nuestra responsabilidad, la responsabilidad social de las
personas, de cada uno de nosotros y de los Países.
19. Una vez Jesús reprochó a sus discípulos porque alejaban a los niños que
los padres le llevaban, para que los bendijera. Es conmovedora la
narración evangélica:
“Le trajeron entonces a unos niños para que les impusiera las manos y
orara sobre ellos. Los discípulos los reprendieron, pero Jesús les dijo:
‘Dejen a los niños, y no les impidan que vengan a mí, porque el Reino
de los Cielos pertenece a los que son como ellos. Y después de haberles
impuesto las manos,
se fue de allí” (Mt 19,13-5).
20. ¡Qué bella esta confianza de los
padres y esta respuesta de Jesús!
¡Cómo quisiera que esta página se
transformara en la historia normal
de todos los niños!
Es verdad que gracias a Dios los
niños con graves dificultades
encuentran muy a menudo padres
extraordinarios, dispuestos a todo
sacrificio
y a toda generosidad.
¡Pero estos padres no deberían ser
dejados solos!
Deberíamos acompañar su fatiga,
pero también ofrecerles momentos
de alegría compartida y de alegría
despreocupada, para que no estén
ocupados sólo por la routine
terapéutica.
21. Cuando se trata de los niños, en todo caso, no se debería
escuchar aquellas fórmulas de defensa legal de oficio, tipo:
“después de todo,
nosotros no somos un ente de beneficencia” o también “en el
propio privado, cada uno es libre de hacer lo que quiere”; o
también:
“lo sentimos, no podemos hacer nada”. Estas palabras no sirven
cuando se trata de los niños.
22. Demasiado a menudo sobre los niños recaen los efectos de vidas
desgastadas por un trabajo precario y mal pagado, por horarios
insostenibles,
por transportes ineficientes….Pero los niños pagan también el
precio de uniones inmaduras y de separaciones irresponsables,
son las primeras víctimas;
23. Sufren los resultados de la
cultura de los derechos
subjetivos exasperados, y se
transforman luego en los
hijos más precoces.
A menudo absorben
violencia que no están en
condiciones de “digerir” y
bajo los ojos de los grandes
están obligados a
acostumbrarse a la
degradación.
24. También en esta época nuestra,
como en el pasado,
la Iglesia pone su maternidad al
servicio de los niños y de sus
familias.
A los padres y a los hijos de este
nuestro mundo lleva la bendición
de Dios,
la ternura materna, el reproche
firme
y la condena decidida.
26. Piensen en que cosa sería una
sociedad que decidiera,
de una vez por todas,
establecer este principio:
“es verdad que no somos
perfectos y que cometemos
muchos errores. Pero cuando
se trata de los niños que
vienen al mundo,
ningún sacrificio de los
adultos será juzgado
demasiado costoso o
demasiado grande, con tal de
evitar que un niño piense que
es un error, que no vale nada
y que es abandonado a las
heridas de la vida y a la
prepotencia de los hombres”.
27. ¡Qué bella sería una sociedad así!
Yo digo que a esta sociedad se le perdonaría mucho, de sus
innumerables errores. Mucho, de verdad.
28. El Señor juzga nuestra vida escuchando aquello que le refieren
los ángeles de los niños que “ven siempre el rostro del Padre
que está en los cielos”
(cfr. Mt 18,10).
Preguntémonos siempre:
¿Qué le contarían a Dios de nosotros estos “ángeles de los
niños”?
29. El 12 de abril dijo el Papa
Francisco en parte de su homilía:
San Juan estaba presente en el
Cenáculo con los otros discípulos
al anochecer del primer día de la
semana, cuenta cómo Jesús entró,
se puso en medio
y les dijo: «Paz a vosotros»,
y «les enseñó las manos y el
costado» (20,19-20), les mostró
sus llagas.
Así ellos se dieron cuenta de que
no era una visión,
era Él, el Señor, y se llenaron de
alegría.
30. Ocho días después, Jesús entró de nuevo en el Cenáculo
y mostró las llagas a Tomás, para que las tocase como él
quería, para que creyese y se convirtiese en testigo de la
Resurrección.
31. También a nosotros, hoy, en
este Domingo que san Juan
Pablo II quiso dedicar a la
Divina Misericordia, el Señor
nos muestra, por medio del
Evangelio, sus llagas. Son
llagas de misericordia.
Es verdad: las llagas de Jesús
son llagas de misericordia.
32. Jesús nos invita a mirar sus
llagas, nos invita a tocarlas,
como a Tomás, para sanar
nuestra incredulidad.
Nos invita, sobre todo,
a entrar en el misterio de
sus llagas,
que es el misterio de su
amor misericordioso.
33. A través de ellas, como por una brecha luminosa,
podemos ver todo el misterio de Cristo y de Dios:
su Pasión, su vida terrena –llena de compasión por los
más pequeños y los enfermos–, su encarnación en el seno
de María.
34. Y podemos recorrer hasta sus orígenes toda la historia de la
salvación:
las profecías –especialmente la del Siervo de Yahvé–, los Salmos,
la Ley y la alianza, hasta la liberación de Egipto,
la primera pascua y la sangre de los corderos sacrificados;
e incluso hasta los patriarcas Abrahán,
y luego, en la noche de los tiempos,
hasta Abel y su sangre que grita desde la tierra.
35. Todo esto lo podemos
ver a través de las llagas
de Jesús Crucificado y
Resucitado y, como María
en el Magnificat, podemos
reconocer que
«su misericordia llega a
sus fieles de generación en
generación» (Lc 1,50).
36. Ante los trágicos acontecimientos de la historia
humana,
nos sentimos a veces abatidos, y nos preguntamos:
«¿Por qué?».
La maldad humana puede abrir en el mundo abismos,
grandes vacíos: vacíos de amor, vacíos de bien, vacíos
de vida.
37. Y nos preguntamos:
¿Cómo podemos salvar estos
abismos? Para nosotros es
imposible;
sólo Dios puede colmar estos
vacíos que el mal abre en nuestro
corazón
y en nuestra historia.
Es Jesús, que se hizo hombre y
murió en la cruz, quien llena el
abismo del pecado con el abismo
de su misericordia.
38. San Bernardo, en su comentario
al Cantar de los Cantares, se
detiene justamente en el
misterio de las llagas del Señor,
usando expresiones fuertes,
atrevidas, que nos hace bien
recordar hoy. Dice él que
«las heridas que su cuerpo
recibió nos dejan ver los
secretos de su corazón; nos
dejan ver el gran misterio de
piedad,
nos dejan ver la entrañable
misericordia de nuestro Dios».
39. Es este, hermanos y hermanas, el camino que Dios nos ha
abierto para que podamos salir, finalmente, de la esclavitud
del mal y de la muerte,
y entrar en la tierra de la vida y de la paz. Este Camino es Él,
Jesús, Crucificado y Resucitado, y especialmente lo son sus
llagas llenas de misericordia.
40. Los Santos nos enseñan que el mundo se cambia a partir
de la conversión de nuestros corazones, y esto es posible
gracias a la misericordia de Dios.
41. Por eso, ante mis pecados o
ante las grandes tragedias del
mundo,
«me remorderá mi conciencia,
pero no perderé la paz,
porque me acordaré de las
llagas del Señor.
Él, en efecto, “fue traspasado
por nuestras rebeliones”
(Is 53,5). ¿Qué hay tan
mortífero que no haya sido
destruido por la muerte de
Cristo?» (ibíd.).
42. Con los ojos fijos en las llagas de Jesús Resucitado, cantemos con la
Iglesia: «Eterna es su misericordia» (Sal 117,2). Y con estas palabras
impresas en el corazón, recorramos los caminos de la historia, de la
mano de nuestro Señor y Salvador, nuestra vida y nuestra esperanza.
43. El 12 de abril dijo después del
rezo del Regina Coeli:
…“Un tiempo intenso y
prolongado para acoger la
inmensa riqueza del amor
misericordioso de Dios será el
próximo Jubileo Extraordinario
de la Misericordia, cuya Bula de
convocatoria promulgué ayer
por la tarde en la Basílica de San
Pedro”…
44. Dirijamos la mirada al Señor
y a la Virgen Madre,
para que
“nos ayude a ser
misericordiosos con los otros
como Jesús lo es con nosotros”.
45. En twitter dijo:
Señor, ayúdanos a vivir la virtud de la
magnanimidad, para poder amar sin límites.
46. Señor, concédenos la gracia de las lágrimas,
para llorar por nuestros pecados y recibir tu perdón.
47. Si el Evangelio arraiga profundamente en nuestras
vidas, seremos capaces de llevarlo a los demás.
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