2. El 24 de noviembre dijo en parte
de su homilía:
…“la gran virtud de la Iglesia
debe ser no brillar con luz propia,
sino brillar de la luz que viene de
su Esposo.
Que viene propio de su Esposo.
Y en los siglos, cuando la Iglesia
ha querido tener luz propia,
se ha equivocado”.
3. “Es verdad que algunas veces el Señor puede pedir a su Iglesia
tener, tomar un poco de luz propia”, pero eso se entiende, si
la misión de la Iglesia es iluminar a la humanidad, la luz que
viene donada debe ser únicamente aquella recibida de Cristo
en actitud de humildad.
4. “Cuando la Iglesia es humilde,
cuando la Iglesia es pobre,
también cuando la Iglesia confiesa
sus miserias –pues todos las
tenemos– la Iglesia es fiel. La
Iglesia dice:
‘¡Pero, yo soy oscura, pero la luz
me viene de ahí!’
y esto nos hace tanto bien”.
5. “…Ser Iglesia así, dando de la vida todo lo que tenemos: nada para
nosotros. Todo para el Señor y para el prójimo. Humildes. Sin
vanagloriarnos de tener luz propia, buscando siempre la luz que
viene del Señor. Así sea”.
6. El 25 de noviembre dijo en parte de su discurso en el
Parlamento Europeo: …persisten demasiadas situaciones en las
que los seres humanos son tratados como objetos, de los cuales
se puede programar la concepción,
la configuración y la utilidad, y que después pueden ser
desechados cuando ya no sirven, por ser débiles, enfermos o
ancianos.
7. …Una de las enfermedades que veo más extendidas hoy en
Europa
es la soledad, propia de quien no tiene lazo alguno.
8. Se ve particularmente en los ancianos, a menudo abandonados a su
destino, como también en los jóvenes sin puntos de referencia y de
oportunidades para el futuro; se ve igualmente en los numerosos
pobres que pueblan nuestras ciudades y en los ojos perdidos de los
inmigrantes que han venido aquí en busca de un futuro mejor.
9. …El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero
engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de
consumo para ser utilizado, de modo que – lamentablemente lo
percibimos a menudo –, cuando la vida ya no sirve a dicho
mecanismo se la descarta sin tantos reparos,
como en el caso de los enfermos, los enfermos terminales, de los
ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños asesinados
antes de nacer.
10. …Cuidar de la fragilidad, de las personas y de los pueblos significa proteger
la memoria
y la esperanza;
significa hacerse cargo del presente en su situación más marginal y
angustiante,
y ser capaz de dotarlo de dignidad.
11. …«es precisamente este olvido de Dios, en lugar de su
glorificación,
lo que engendra la violencia».
12. …No podemos olvidar aquí las
numerosas injusticias y
persecuciones que sufren
cotidianamente las minorías
religiosas, y particularmente
cristianas,
en diversas partes del mundo.
Comunidades y personas que son
objeto de crueles violencias:
expulsadas de sus propias casas y
patrias;
vendidas como esclavas;
asesinadas, decapitadas,
crucificadas y quemadas vivas,
bajo el vergonzoso y cómplice
silencio de tantos.
13. El 25 de noviembre dijo:
…“la paz está todavía
demasiado herida”. “Cuánto
dolor
y cuántos muertos se
producen todavía en este
continente que anhela la paz,
pero que vuelve a caer
fácilmente en las tentaciones
de otros tiempos”.
“la paz sufre también otras
formas de conflicto, como el
terrorismo religioso e
internacional, embebido de
un profundo desprecio a la
vida humana
y que mata
indiscriminadamente a
víctimas inocentes”.
14. “Por desgracia, este fenómeno se abastece de un tráfico de armas
a menudo impune”. Además, “la paz también se quebranta por
el tráfico de seres humanos, que es la nueva esclavitud de
nuestro tiempo,
y que convierte a las personas en un artículo de mercado,
privando a las víctimas de toda dignidad”…
15. El 26 de noviembre dijo en
su catequesis:
“…la Iglesia no es una
realidad estática, detenida,
con fin en sí misma,
sino que está
continuamente en camino
en la historia,
hacia la meta última y
maravillosa que es el Reino
de los cielos, del cual la
Iglesia en la tierra es el
germen y el inicio”.
16. …‘Ignoramos el tiempo en que se hará la consumación de la
tierra y de la humanidad. Tampoco conocemos de qué manera
se transformará el universo. La figura de este mundo,
deformada por el pecado, pasa,
pero Dios nos enseña que nos prepara una nueva morada y
una nueva tierra donde habita la justicia y cuya
bienaventuranza es capaz de saciar y rebasar todos los anhelos
de paz que surgen en el corazón humano’”.
17. La meta a la que aspira la Iglesia es la “Jerusalén nueva”,
el “Paraíso” o el Cielo, como comúnmente se le conoce.
Pero “más que de un lugar, se trata de un ‘estado’ del alma,
en el cual nuestras expectativas más profundas serán cumplidas
de manera superabundante y nuestro ser,
como criaturas y como hijos de Dios, alcanzará la plena
maduración”.
18. ¡Seremos finalmente revestidos de la alegría,
de la paz y del amor de Dios en modo completo, sin más ningún
límite,
y estaremos cara a cara con Él! ¡Es bello pensar esto!
Pensar en el cielo…Es bello. ¡Da fuerza al alma!
19. “Es bello pensar en el cielo”, que “todos nos encontraremos allí”.
Esto “da ¡fuerza al alma!”, es también “bello” percibir
“cómo hay una continuidad y una comunión de fondo entre la
Iglesia que está en el cielo y aquella todavía en camino sobre la
tierra”,
porque, además, “aquellos que ya viven en la presencia de Dios,
de hecho,
nos pueden sostener e interceder por nosotros, rezar por
nosotros”.
20. “Estamos siempre invitados a ofrecer buenas acciones,
oraciones y la Eucaristía misma para aliviar las tribulaciones de
las almas que todavía están esperando la beatitud sin fin.
Sí, porque en la perspectiva cristiana, la distinción no es más
entre quien ya está muerto y quien todavía no lo está, sino entre
quien está en Cristo y quien no lo está.
Éste es el elemento determinante, realmente decisivo para nuestra
salvación y para nuestra felicidad.
21. …Cuando pensamos en estas
maravillosas realidades que nos
esperan,
nos damos cuenta del maravilloso
don que es pertenecer a la Iglesia,
que lleva inscrita una vocación
altísima. Pidamos entonces a la
Virgen María,
Madre de la Iglesia, que vigile
siempre sobre nuestro camino y
nos ayude a ser, como ella, un
signo gozoso de confianza y
esperanza entre nuestros
hermanos.
22. Al finalizar la Audiencia General dirigiéndose a los peregrinos de
Medio Oriente: …“La violencia, el sufrimiento y la gravedad del
pecado nos deben inducir a encomendar todo a la justicia de
Dios,
que guiará a todos según las propias obras. Sean fuertes y
aférrense a la Iglesia y a su esperanza, ¡y cuiden con su perdón,
con el amor y con la paciencia de su testimonio! Que el Señor los
proteja y los apoye”.
23. El 27 de noviembre dijo:
…“rezar no es perder tiempo,
adorar a Dios y alabarlo no es
perder tiempo.
Si nosotros, los consagrados,
no nos detenemos cada día
ante Dios en la gratuidad de
la oración, el vino se volverá
vinagre''…
24. También dijo el 27 de noviembre:
…“Todos tienen derecho a recibir el Evangelio”
…“‘Ustedes han recibido gratuitamente, den también
gratuitamente’.
En estas palabras está el secreto de la evangelización, que es
comunicar el Evangelio en el estilo del Evangelio, es decir, la
gratuidad:
la gratuidad, sin negocio...
25. La alegría del don recibido por puro amor se comunica con amor.
Gratuidad y amor. Sólo quien ha experimentado tal alegría puede
comunicarla,
es más, no puede no comunicarla, porque ‘el bien siempre tiende a
comunicarse’…
Comunicándolo, el bien se arraiga y se desarrolla”…
26. Acudan hacia quienes
“no conocen a Jesucristo o que siempre
lo han negado”, pues “muchos de ellos
buscan a Dios secretamente,
movidos por la nostalgia de su rostro,
incluso en países de antigua tradición
cristiana.
Todos tienen derecho a recibir el
Evangelio”.
27. En su viaje a Turquía, entre sus frases dijo: ...El Medio Oriente, en
particular,
es teatro de guerras fratricidas desde hace demasiados años,
que parecen nacer una de otra, como si la única respuesta posible a la
guerra
y la violencia debiera ser siempre otra guerra y otras de violencias.
28. ¿Por cuánto tiempo deberá sufrir aún el Medio Oriente por la
falta de paz? No podemos resignarnos a los continuos conflictos,
como si no fuera posible cambiar y mejorar la situación.
29. Con la ayuda de Dios, podemos y debemos renovar siempre la audacia
de la paz…
Que el Altísimo bendiga y proteja a Turquía, y la ayude a ser un válido y
convencido artífice de la paz.
30. …“la violencia que busca una justificación religiosa merece la más
enérgica condena, porque el Todopoderoso es Dios de la vida y de la
paz”.
“Tenemos la obligación de denunciar todas las violaciones de la
dignidad
y de los derechos humanos”
dado que “la vida humana, don del Dios Creador, tiene un carácter
sagrado”.
31. “Hay efectivamente guerras que siembran víctimas y
destrucción;
tensiones y conflictos interétnicos e interreligiosos;
hambre y pobreza que afligen a cientos de millones de
personas;
daños al ambiente natural, al aire, al agua, a la tierra”
32. “La situación en Oriente Medio,
“es verdaderamente trágica,
especialmente en Irak y Siria”.
“Todos sufren las consecuencias de
los conflictos y la situación
humanitaria es angustiosa. Pienso en
tantos niños,
en el sufrimiento de muchas madres,
en los ancianos, los desplazados y
refugiados, en la violencia de todo
tipo”.
33. …“la violencia ha llegado también a edificios sagrados,
monumentos, símbolos religiosos y al patrimonio cultural,
como queriendo borrar toda huella, toda memoria del
otro”…
34. El 29 de noviembre en
Estambul Turquía,
el Papa Francisco dijo en
parte de su homilía:
…“Jesús se presenta al
hombre sediento de salvación
como la fuente a la que
acudir, la roca de la que el
Padre hace surgir ríos de agua
viva para todos los que creen
en él (cf. Jn 7,38).
35. Con esta profecía, proclamada
públicamente en Jerusalén,
Jesús anuncia el don del Espíritu
Santo que recibirán sus
discípulos
después de su glorificación,
es decir, su muerte y
resurrección
(cf. v. 39).
36. El Espíritu Santo es el alma de la Iglesia.
Él da la vida, suscita los diferentes carismas que enriquecen al Pueblo de
Dios y,
sobre todo, crea la unidad entre los creyentes: de muchos, hace un solo
cuerpo, el cuerpo de Cristo. Toda la vida y la misión de la Iglesia
dependen del Espíritu Santo;
él realiza todas las cosas.
37. … «Nadie puede decir: "¡Jesús
es el Señor!", sino por el
Espíritu Santo»
(1 Co 12,3b). Cuando
rezamos,
es porque el Espíritu Santo
inspira la oración en el
corazón.
Cuando rompemos el cerco de
nuestro egoísmo,
salimos de nosotros mismos y
nos acercamos a los demás
para encontrarlos, escucharlos,
ayudarlos,
es el Espíritu de Dios que nos
ha impulsado.
38. Cuando descubrimos en nosotros
una extraña capacidad de
perdonar,
de amar a quien no nos quiere, es
el Espíritu el que nos ha
impregnado.
Cuando vamos más allá de las
palabras de conveniencia y nos
dirigimos a los hermanos con esa
ternura que hace arder el
corazón,
hemos sido sin duda tocados por
el Espíritu Santo.
39. Es verdad, el Espíritu Santo suscita los diferentes carismas en la
Iglesia;
en apariencia, esto parece crear desorden, pero en realidad, bajo su
guía,
es una inmensa riqueza, porque el Espíritu Santo es el Espíritu de
unidad,
que no significa uniformidad. Sólo el Espíritu Santo puede suscitar
la diversidad, la multiplicidad y, al mismo tiempo, producir la
unidad.
40. Cuando somos nosotros
quienes deseamos crear la
diversidad,
y nos encerramos en nuestros
particularismos y
exclusivismos, provocamos la
división;
y cuando queremos hacer la
unidad según nuestros planes
humanos,
terminamos implantando la
uniformidad y la
homogeneidad. Por el
contrario, si nos dejamos
guiar por el Espíritu, la
riqueza,
la variedad, la diversidad
nunca crean conflicto, porque
él nos impulsa a vivir la
variedad en la comunión de la
Iglesia.
41. Los diversos miembros y carismas tienen su principio armonizador
en el Espíritu de Cristo, que el Padre ha enviado y sigue
enviando,
para edificar la unidad entre los creyentes.
El Espíritu Santo hace la unidad de la Iglesia: unidad en la fe,
unidad en la caridad, unidad en la cohesión interior.
La Iglesia y las Iglesias están llamadas a dejarse guiar por el
Espíritu Santo, adoptando una actitud de apertura, docilidad y
obediencia.
42. Es una visión de esperanza, pero al mismo tiempo fatigosa,
pues siempre tenemos la tentación de poner resistencia al
Espíritu Santo, porque trastorna, porque remueve, hace caminar,
impulsa a la Iglesia a seguir adelante. Y siempre es más fácil y
cómodo instalarse en las propias posiciones estáticas e
inamovibles.
43. En realidad, la Iglesia se
muestra fiel al Espíritu Santo
en la medida en que no
pretende regularlo ni
domesticarlo.
Y nosotros, los cristianos,
nos convertimos en auténticos
discípulos misioneros,
capaces de interpelar las
conciencias, si abandonamos
un estilo defensivo para
dejarnos conducir por el
Espíritu.
Él es frescura, fantasía,
novedad.
44. Nuestras defensas pueden manifestarse en una confianza excesiva
en nuestras ideas, nuestras fuerzas – pero así se deriva hacia el
pelagianismo –,
o en una actitud de ambición y vanidad.
Estos mecanismos de defensa nos impiden comprender
verdaderamente a los demás y estar abiertos a un diálogo sincero
con ellos.
45. Pero la Iglesia que surge en Pentecostés recibe en custodia el
fuego del Espíritu Santo,
que no llena tanto la mente de ideas,
sino que hace arder el corazón;
es investida por el viento del Espíritu que no transmite un
poder,
sino que dispone para un servicio de amor,
un lenguaje que todos pueden entender.
46. En nuestro camino de fe y de vida
fraterna,
cuanto más nos dejemos guiar con
humildad por el Espíritu del Señor,
tanto mejor superaremos las
incomprensiones,
las divisiones y las controversias,
y seremos signo creíble de unidad y
de paz.
47. …Hermanos y hermanas, dirijámonos a la Virgen María, Madre
de Dios.
Junto a ella, que oraba en el cenáculo con los Apóstoles en
espera de Pentecostés, roguemos al Señor para que envíe su
Santo Espíritu a nuestros corazones y nos haga testigos de su
Evangelio en todo el mundo. Amén.
48. El 30 de noviembre con ocasión del Año de Vida Consagrada,
el Papa Francisco concedió indulgencia plenaria a todos los
miembros de las instituciones de vida consagrada y a los demás
fieles católicos.
Para obtener la indulgencia, se debe cumplir primeramente con las
condiciones habituales: confesión sacramental, comunión
eucarística y oración por las intenciones del Santo Padre.
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