5. El herrero miró detenidamente la herradura.
Estaba bastante roñosa y sucia, pero era
magnífica.
Como era un hombre honrado, le dio a la
campesina lo que valía.
Él no quería engañar a nadie.
7. La madre miraba a su hijo y sonreía.
Estaba segura de que la próxima vez, le
haría caso sin rechistar. Pedro había
reconocido pronto su error.
Ahora comía tan rápido que iba a terminar
con el resto de las cerezas.
A este paso le iba a doler la barriga.