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«Cambia el mundo y en él los hombres y hasta el
entorno. Sólo la educación no ha cambiado. Lo
que quiere decir que a los niños se les enseña a
vivir y a pensar dentro de un mundo que ya no
existe».
(Albert Camus, 1905)
Casi un siglo más tarde….
«En general, nuestras escuelas constituyen la
institución más tradicional, conservadora, rígida
y burocrática de nuestro tiempo, así como la más
resistente al cambio».
(Carl Rogers, 1985) 
• EL EDUCADOR CRISTIANO QUE
NECESITAMOS
HOY
II. PARTE
EL PERFIL DEL EDUCADOR
VALORES Y CRITERIOS
Dos Papas recientes hablan de la educación:
El papa Benedicto XVI subrayaba, ya, la relevancia del testimonio
personal y de la autenticidad del educador, entre los aspectos
principales de la actual urgencia educativa
Francisco ha puesto de relieve cuatro aspectos fundamentales:
a) La coherencia del docente
b) El Diálogo intercultural y la educación integral de las personas
d ) La preparación permanente de los docentes
d) La responsabilidad de la escuela frente a la ciencia y la cultura.
En esta sociedad y en una escuela que se dice
cristiana, ya no son suficientes el profesor
instructor, ni el ingeniero de conocimientos, ni
el simple docente, ni el transmisor
enciclopedista, ni el protagonista absoluto del
proceso de enseñanza aprendizaje.‑
Hoy se necesitan sobre todo Maestr@s.
Es decir, personas maduras, completas, que
eduquen con su propia vida antes que con sus
palabras, y que demuestren un mínimo de
cualidades y condiciones que garanticen que
su obra sea realmente educativa y
evangelizadora.
Así:
El Talmud afirma que la condición para que
venga el Mesías es que todos los hombres
se conviertan. Convencido de esta palabra
me decidí a poner manos a la obra y orar
por ellos. Estaba seguro de tener éxito.
Pero, ¿por dónde empezar? El mundo es tan
vasto. Empezaría por el país que mejor
conocía: el mío. Pero era tan enorme mi
país. Bueno, comenzaría por la ciudad que
me era más próxima: la mía. Pero es tan
grande mi ciudad... Apenas la conozco.
Bueno empezaría por mi calle. No, por mi
casa. No, por mi familia. Entonces,
empezaré por mí mismo. (E. Wiessel).
Que, en lo cristiano:
* Sepan tomar en cuenta a Dios, acudan a Él y vivan
concientes de que tarde o temprano tendrán que rendirle
cuentas de es@s muchach@s que Él les ha confiado.
*Estén convencidos de su fe, viviéndola coherentemente y
dando testimonio de ella, más allá de sus debilidades y
falencias personales y tratando de formarse más cada día
también en este campo.
*No manipulen el nombre de Dios ni lo religioso para
ponerlos al servicio de otros intereses, incluido el
disciplinario.
* Participen activamente en el proyecto pastoral del centro,
entendiendo que un centro educativo cristiano no es el
que tiene un departamento de pastoral sino el que crea un
ambiente pastoral bien entendida y como tarea de todos.
* Entiendan que, desde la perspectiva cristiana
actual, su labor debe ser más de
acompañamiento vivencial y experiencial que
mera ingeniería de conocimientos (Cf. camino
de Emaús).
* Aun entendiendo que el ideario de la propia
escuela sea confesional, jamás cierras sus
brazos o su corazón a los que creen o piensan
distinto, pues también a éstos debe llegar
nuestro mensaje, desde el respeto riguroso a la
libertad de conciencia y desde nuestra fidelidad
a la verdad que decimos profesar.
*Vivan y trabajen sin pesimismos ni negatividades,
mirando con confianza el futuro, conscientes de
que Dios está de por medio.
Partir es, ante todo, Salir de uno mismo.
Romper la coraza del egoísmo que intenta aprisionarnos
en nuestro propio “Yo».
Partir es dejar de dar vueltas alrededor de uno mismo,
como si èste fuera el centro del mundo y de la vida.
Partir es no dejarse encerrar en el círculo de los problemas
del pequeño mundo al que pertenecemos;, cualquiera que sea su
importancia.
La humanidad es más grande. Y es a ella a quien debemos servir.
Partir no es devorar kilómetros, atravesar los mares
o alcanzar velocidades supersóicas.
Es ante todo abrirse a los otros, descubrirlos, ir a su encuentro,
abrirse a otras ideas, incluso a las que se oponen a ls nuestras.
Es tener el aire de un buen caminante.
Mons. Helder Cámara
Valores prioritarios a atender
1.Cambio
El cambio, como connatural a la historia, se ha dado siempre; lo
característico de nuestra época es que los cambios ahora
son más extensivos, radicales, rápidos y sorprendentes.
También la educación está sumergida en ese torbellino
poderoso, aunque la institución escolar misma sigue por la
general aferrada a modelos arcaicos.
Damos la impresión, a veces, de que hemos anclado nuestras
escuelas en el pasado, educando con la mente llena de
ideas fósiles y de arcaísmos.
¿Recuerdan la historia del gato del gurú?
«O innovamos o erramos» (Simón Rodríguez).
2. Conocimiento
Una de las características de la sociedad actual, fruto de su
maridaje con la post-modernidad, es la tendencia a cierta
superficialidad y mediocridad intelectual y ética. Lo vemos
cada día en muchos de nuestros jóvenes y en muchos
profesionales.
Al mismo tiempo, aunque parezca paradójico, en mucha gente
subsiste el anhelo de una formación más completa, más
integral, más profunda, y búsqueda de Dios.
Jamás podremos afrontar esa doble realidad, tan exigente,
armados sólo de chatarra intelectual y espiritualismos sin
consistencia.
Estudios recientes nos dicen que cuando un educador -como
cualquier otro profesional- pasa más de dos años y medio
sin actualizarse, comienza a ofrecer información incompleta
o errada.
Esto significa que no podemos hacer una educación para los
nuevos tiempos, si no aceptamos el reto de ir
desaprendiendo lo ya aprendido para aprender lo nuevo.
El educador que se instala en lo que ya sabe y renuncia a
vivir aprendiendo, renuncia por lo mismo a lo único que le
permitirá sintonizar plenamente con el otro, y renuncia a la
calidad en cualquiera de sus dimensiones y vertientes;
tarde o temprano se verá arrastrado por el torrente de
banalidades que caracterizan a nuestro tiempo y caerá en
la mediocridad.
El maestro con visión de futuro no puede ser un buhonero de
chatarra intelectual, que lee poco, estudia menos y no
reflexiona nunca. Debe asumir la dialéctica del
aprender desaprender aprender de nuevo.‑ ‑
Sólo así podrá sintonizar con las nuevas generaciones. Y
ayudarles a responder con oportunidad a sus expectativas
e interrogantes.
3. Creatividad
En este vértigo de cambios constantes, la rutina y la
inercia no pueden tener cabida …. se nos exige
una creatividad constante, pujante, dinámica, en
cuanto a estrategias, métodos y acciones.
Creatividad para enfrentar el cansancio por flojera..
Creatividad contra el laberinto, la complejidad, el
enredo mentales en que a veces convertimos la
tarea educativa.
Creatividad contra el individualismo. Toda
creatividad tiene un inicio y un horizonte sociales
pues origina lazos de conexión con el entorno,
con el otro y con Dios.
Creatividad contra el temor al riesgo y e lmiedo al
futuro.
La prudencia de los estudiosos es necesaria, pero, a la hora
de la verdad, quien abre camino es el audaz, el que se
arriesga, el que se atreve a roturar surcos nuevos, el que
no espera a tener todos los cabos atados para hacer una
propuesta. La verdadera educación evangelizadora tiene
mucho de riesgo y de aventura. No es tarea para timoratos
o cómodos.
De una generación de educadores bien formados, cultos,
preparados, tolerantes, corteses, pero sin audacia y sin la
humildad suficiente para cometer errores, no cabe esperar
mucho. Sólo arriesgando se mueve la esperanza: me
pongo a explorar y excavar la tierra porque sé que allí hay
un tesoro escondido.
Debemos superar las parálisis que nos detienen en el umbral
de lo nuevo.
Las vivencias se imaginan y se conciben, antes de que se
pronuncien.
4. Coraje y valentía
En este término englobo todas las cualidades y exigencias que
debe tener quien pretenda, desde la escuela y con valores
evangélicos, afrontar los retos actuales: valentía, ánimo,
decisión, y sobre todo audacia. En síntesis se trata de vencer
nuestros miedos:
Miedo a evangelizar,
Miedo a exigir
Miedo a comprometernos
Miedo a dar la cara por los valores
Miedo a plantear nuestras convicciones. Recordemos la audacia
de Pedro en su encuentro con el tullido del templo (Cf. Hechos
3,1-10).
Miedo a los fantasmas y peligros que parecieran acechar nuestra
andadura educativa.
Con educadores quizás bien formados pero cobardes no
llegaremos lejos.
5. Comunidad
Estamos llamados a «transformar la escuela católica en
un centro-comunidad de irradiación evangelizadora,
mediante alumnos, padres y maestros» (SD 278).
Los docentes no estamos en en posesión absoluta de la
capacidad de educar. No somos solistas sino
miembros de una orquesta.
La sinergia o energía interna que fluya de una
verdadera comunidad contagiará e impregnará a cada
uno de sus estamentos.
La comunidad no es algo espontáneo, sino que debe
formarse.
Hay que diferenciar entre la «comunidad educativa» y la
«comunidad cristiana» de un plantel.
Evitando las confrontaciones inútiles entre ambas.
6. Creación, ecología, vida
Se impone, cada vez más, una comprometida toma de
conciencia en defensa y resguardo de esta «casa común»,
como la llama el libro del Apocalipsis. Temas como el
respeto a la biodiversidad y la protección de nuestras aguas
y bosques contra la voracidad de un sistema socio-
económico que quiere hacer ganancia de todo, deben ser
prioritarios en cualquier propuesta educativa con sello
cristiano.
Pero las amenazas contra la vida no se limitan a agotamiento
de los recursos naturales, proliferación de residuos
industriales, efecto invernadero, agujero en la capa de
ozono, desaparición de los pulmones planetarios,
contaminación de los mares y de los ríos; cualquier atentado
contra la vida, en su sentido más teologal e integral,
conspira contra una visión ecológica humana, sana,
profunda del hombre y del cosmos.
Por ejemplo, son problemas a encarar desde la escuela:
• La pérdida, en amplios sectores de la juventud, del
sentido de la vida, al caer en el espiral de la
drogadicción, el alcoholismo y la violencia,
• El incremento en los índices de desempleo, que
impide o limita a muchos el derecho al trabajo y,
consecuencialmente, a la vida,
• El irrespeto y amenazas a la vida, especialmente de
los más débiles y pobres,
• El creciente aumento en el índice de abortos y de
prácticas eutanásicas absolutas,
• La proliferación de diversas formas de violencia,
desde la violencia callejera hasta la guerra, pero
también esa forma enmascarada de violencia
estructural que es la injusticia social.
Desde esta múltiple perspectiva la escuela
cristiana debe hacer una opción clara,
definida, sin ambigüedades de ningún tipo,
por la vida en sus múltiples expresiones.
Y, asumiendo la ecología en su sentido más
amplio y teologal, no sólo generar estrategias
educativas para promover y defender la vida
sino también asumir con valentía posiciones
firmes frente a todo lo que en el mundo
actual significa la cultura de la muerte
(Cf. Proyecto educativo-pastoral de la CIEC).
Así:
• Promover una mayor sensibilidad frente a los temas pro-vida
y ambientales, en busca de un cambio en la forma de
relacionarnos con los seres humanos y con la creación,
desde la conciencia de reconocernos como seres vivos en
convivencia con otros seres, humanos o no, que tienen igual
derecho a la vida,
• Desarrollar una ética ecológica que “implique el abandono de
la moral cortoplacista, utilitarista e individualista”[,
• Generar una espiritualidad que descubra la creación como
sacramento comunicador del amor de Dios y mediador para
entrar en comunión con Él,
• Testimoniar una capacidad profética en la que la opción por
la vida se constituye en denuncia contra la cultura de la
muerte, en sus diversas modalidades y manifestaciones,
• Promover, a través de programas transversales, la cultura de
la vida contribuyendo a crear y reforzar relaciones mediante
vínculos de ternura, cuidado y compasión con todos los seres
del planeta, empezando, obviamente por los seres humanos
más débiles y vulnerables.
7. Comprensión y empatía
Es una cualidad indispensable a todo educador que, en parte, es
innata, pero que depende también mucho del ejercicio y del
aprendizaje.
Capacidad de sumergirse en el mundo subjetivo de otra persona
y hacerse partícipe de su experiencia en toda la hondura que
consiente una auténtica comunicación (C. Rogers).
Sensibilidad y capacidad de percibir al otro como él mismo se
percibe, voluntad de ser para el otro, de aceptarle sin
prejuicios (M. Kinget) .
No es algo puramente afectivo (cordialidad), ni mera tolerancia o
permisividad. Se trata de alcanzar el «cuadro de referencia
interno» del propio educando, contemplando los hechos
desde su punto de vista.
• No vale para educador quien no es capaz de
sopesar el daño o alivio que pueden producir sus
palabras y gestos; el que no tiene sensibilidad para
discernir, en medio de un grupo de alumnos, a
aquel que, desde los gritos de su silencio, le está
demandando ayuda; el que no sabe detectar a
tiempo el dolor de alguien que sufre a su lado...
• Está claro que este tipo de comprensión es, en sí
misma, educativa en cuanto que abre al ser en
desarrollo el camino hacia la confianza y la libertad.
• Nuestro primer aprendizaje profesional debiera ser
ése: aprender a meternos en los zapatos del otro…
8. Caridad- misericordiosa, auténtica y manifiesta
Nombre cristiano del amor humano, expresión
máximade la madurez afectiva.
«El amor personal contiene siempre un elemento
educativo, y ninguna educación es posible sin este
auténtico amor» (Ph. Lersch).
Para que el amor sea realmente educativo debe ser
incondicional y tangible.
Las manifestaciones del amor pedagógico pueden ser
muy variadas; el ambiente cultural y el proceso
evolutivo de cada alumno se encargarán de ir
modificándolas.
Esquivar las deformaciones (mimos y
sobreprotecciones) o manipulaciones del amor. Sólo
es educativo el amor cuando ayuda a crecer.
9. Capacidad de aceptación incondicionada
Aceptar al muchacho tal como es, no como
querríamos que fuera.
Esto no significa aprobar todo lo que hace un
alumno. Él mismo no aceptará nuestra aprobación
cuando sabe que ha obrado mal. Ddebe sentir
que, aunque desaprobemos alguna vez su modo
de proceder, lo seguimos queriendo y valorando
como persona.
El criterio educativo no puede basarse en la
tradicional función socializadora sino
primordialmente en una relación humana
dignificante, penetrada profundamente por el
talante misericordioso del evangelio y por una
actitud receptiva y respetuosa ante todo ser
humano.
En la India, cuando una familia tiene un problema, es poco
probable que consulte a un psicoterapeuta (hay bastante
pocos); consultan al gurú local. En una aldea había un sabio que
había ayudado más de una vez a una familia. Un día acudieron a
él el padre y la madre, llevándole su hijo de nueve años, y el
padre le dijo: «Maestro, nuestro hijo es un niño maravilloso y
le queremos mucho. Pero tiene un problema terrible, una
debilidad por los dulces que está arruinando su dentadura y su
salud. Hemos razonado con él, discutido con él, le hemos
rogado, le hemos castigado, pero nada funciona. Sigue
comiendo enormes cantidades de dulces. ¿Puede usted
ayudarnos?». Para sorpresa del padre, el gurú respondió:
«Marchad y volved dentro de dos semanas». Como no se
discute con un gurú, la familia obedeció. Dos semanas después
volvieron a verle, y el gurú les dijo: «Está bien. Ahora podemos
empezar». El padre le preguntó: «¿Puede usted decirnos, por
favor, por qué nos despachó hace ahora dos semanas? Nunca
había hecho eso antes». El gurú respondió: «Necesitaba dos
semanas porque yo tambien he tenido una debilidad de por vida
por los dulces. Hasta que no hube confrontado y resuelto esa
cuestión en mí mismo, no estaba preparado para tratar a su
hijo».
10. Compromiso
Los actuales son tiempos de un gran egoísmo insolidario:
pareciera que los grandes valores sólo sirven para
aderezar discursos y que, a la hora de la verdad, lo que
cuenta es el medro, la ganancia o el lucro personales, o
sea, el individualismo insolidario y egoísta.
Frente a esa enfermedad de nuestro tiempo, los
educadores debemos apostar por el compromiso
definido, claro, valiente.
Muchos de nuestros alumnos son seres golpeados por la
vida, la violencia, el mal ejemplo, la carencia de valores,
y sobre todo por un denso, abusivo e injusto desamor.
Nos corresponde la tarea de devolverles la autoestima y
la esperanza, lo cual exige amor, esfuerzo y sacrificio.
Es decir, compromiso.
No se nos pide imposibles: sólo hacer lo máximo que
podamos.
Cuentan que un discípulo tenía la habilidad de imitar la
bendición de la mesa de un rabino que antes había sido
su maestro en tal forma que a cierta distancia nadie podía
diferenciar a uno de otro. Una día, estando todos a punto
de sentarse a la misa, el maestro actual le dijo: «he oído
que sabes perfectamente las palabras e imitas los gestos
del rabino Murdoch cuando bendice la mesa. Hazlo para
que yo lo vea».
«Si Ud. no se enfada conmigo, lo hago», dijo el discípulo.
«No tengas miedo», dijo el maestro.
El discípulo pronunció la bendición sobre el vino con las
mismísimas palabras y ademanes que el rabí Murdoch. Al
llegar a un punto enmudeció, se paró y terminó de
repente. El maestro le preguntó: «¿por qué no terminaste
la bendición?».
Porque en este punto el rabino Murdoch se ofrece a sí
mismo – respondió el discípulo- y yo no estoy dispuesto a
ello». (M. Buber)
11. Centralidad humana
¿Por qué en muchos de nuestros proyectos educativos no
aparece el valor felicidad como prioritario? Que concepto
de ser humano implica esa ausencia?
Frente al actual sueño tecnocrático, que tiende a convertir
al ser humano en una ficha o un número o un código de
barra, la escuela debe optar por la persona humana.
Y es que, por mucha retórica que se haga sobre el
humanismo, hoy el ser humano – también el alumno-
arriesga convertirse fácilmente en sólo una ficha, un
nombre, un número o un código de barra.
El paradigma del hombre eficaz y productivo como meta
formativa, debe ser enfrentado con una apuesta vigorosa
por la centralidad real, efectiva y eficaz de la persona
humana, de la vida y del derecho de todos a la felicidad.
Esto implica poner al hombre (el alumno sobre todo) en el
centro de la labor educativa como su sujeto y su
protagonista.
Los discursos, los programas, las técnicas, los proyectos,
ayudan pero lo que importa es el hombre, todo hombre,
cualquier hombre. El ser humano no puede ser nunca un
instrumento ni un medio.
«Nuestro oficio no es nuestro destino. No hay otro oficio ni
empleo que aquel que enseña al hombre a ser un Hombre.
El Hombre es lo que importa. El Hombre, ahí, desnudo
bajo la noche y frente al misterio, con su tragedia a
cuestas».(.León Felipe).
Juan Pablo II enfatizaba que el camino del cristiano es
siempre el hombre.
No podemos seguir educando sólo para un trabajo
inhumano, como si el hombre fuera un perpetuo,
condenado a galeras en la vida
En términos concretos esto nos exige desmantelar
ciertas estructuras educacionales, construidas a
partir del concepto de que, si la educación debe
ser exigente premisa cierta , tiene que ser‑ ‑
también inhumana conclusión falsa .‑ ‑
«La gloria de Dios es que el hombre viva» )San
Ireneo de Lyon), y no se vive si ese vivir no
entraña gratificación y gozo.
En resumen, el educador cristiano actual debe
apostar por un concepto de sabiduría que junte
el conocimiento con la ética, la ética con la
felicidad, la felicidad con lo solidario y lo
solidario con la vida.
Porque la vocación fundamental del hombre es la
felicidad… desde aquí abajo.
12. Compasión
En estos tiempos sólo hay una educación cristiana con
sentido: la del amor yla ternura; sólo una válida siempre:
la de la misericordia al servicio de la vida, al estilo de
Cristo.
La inmensa mayoría de nuestros alumnos son hijos sin
amor o sin hogar o sin esperanza. Y a ellos sólo
podemos acercamos con el talante de aquel Jesús que
dijo: «Vengan a mí todos los que están cansados y
agobiados, que yo los aliviaré». .
Debemos tomar en serio las parábolas de Jesús sobre la
misericordia.
Según Teresa de Ávila, somos las manos de Dios, hemos
de decir que los educadores cristianos somos, de alguna
manera, el corazón de Dios en la escuela.
Cuando el amor se aleja de la pedagogía, ésta deja de ser
educación para convertirse en domesticación. Y la
Cuentan que en cierto país, de hermosas y grandes playas,
sobrevino una vez un espantoso y violento temporal.
Durante toda una semana, olas gigantes, de muchos
metros de altura, barrieron las playas, mientras furiosos
vientos hacían temblar los acantilados. Un buen día, de
pronto, el temporal cesó, los vientos amainaron y las
olas volvieron a ser juguetonas caricias en la playa. Pero
sobre ésta habían quedado varadas millares, millones de
estrellitas de mar moribundas. las gentes curiosas se
amontonaban en la orilla, impresionadas por el
espectáculo. Pero nadie hacía nada para salvarlas. De
pronto apareció un «loco» que como un desesperado
comenzó a correr por la playa devolviendo una a una las
estrellas al mar. «Detente le gritaron es inútil. Son‑ ‑
millones; por mucho que te apures no lograrás
devolverlas todas al mar. Eso no tiene sentido». El
hombre se detuvo por un instante, pero luego,
agachándose de nuevo, agarró otra estrella, la miró, y la
lanzó al mar diciendo: «¡Para ésta sí tendrá sentido! ».
14. Confianza
Ciertamente se avizoran hoy serios problemas para el modelo
educativo que ofrecemos pero si apostar por la educación
es apostar por el futuro, debemos decantarnos por la una
visión alejada del pesimismo y la negatividad, y testimoniar
una fe capaz de impulsarnos a seguir abriendo caminos
nuevos. No hay otra forma de afrontar las complejidades
de esta época.
Debemos ponerle más atención a los actuales cambios de
paradigmas, los que ya están en curso o los que
comienzan a dibujarse. Ésta es una tarea muy importante
que debemos afrontar, con decisión, si queremos que
nuestras escuelas tengan futuro. ¿Cuáles son las rupturas,
las discontinuidades que debemos estudiar seriamente si
queremos prever su impacto sobre la escuela?
Y afrontarlos con el espíritu de aquel pasaje del libro de los
Números (13 1 3; 17 33, 14,1 34) sobre los exploradores‑ ‑ ‑
de la tierra prometida
Es un momento difícil, pero a la vez un tiempo de gracia, que
debemos vivir de manera serena y responsable, y que
debemos afrontar, no desde posiciones negativas y
catastrofistas, sino desde una actitud de vigorosa
esperanza. Para un verdadero creyente, las dificultades no
son obstáculos en el camino sino retos que Dios lanza,
oportunidades para dar el salto que la historia nos está
exigiendo.
Tanto el auto análisis que pone en cuestión la validez de lo que
hemos venido haciendo como los signos de los tiempos que
se constituyen para nosotros en verdaderos desafíos son el
punto de partida ineludible Dios y el hombre de cualquier‑ ‑
proyecto educativo que propongamos.
Se trata, entonces, de conjugar el saber con la esperanza,
pasando de la retórica de los bonitos discursos a la modestia
de los hechos, de la compasión sentimental a los
compromisos y a las propuestas solidarias que vayan
abriendo, por fin y para siempre, una segunda oportunidad a
las estirpes condenadas a cien años de soledad, como dijera
García Márquez.
15. Creando oasis
Todos los que vivían en aquel oasis sabían que las estrellas
que hay en el fondo de una charca, son sólo reflejo de
las del cielo... y en sus largas y cálidas noches, miraban
a las estrellas de arriba y soñaban amores imposibles
con ellas... Mientras, despreciaban a los reflejos que
temblaban de noche en noche en el oscuro del agua.
Un buen día pasó por aquel oasis el caminante; venia
desde muy lejos. Y les habló de países donde en
invierno no hace frío, donde en primavera los valles se
llenan de hierba, donde la palabra "hogar" tiene sentido,
donde los sueños van siempre más lejos del horizonte
monótono y diario.. y todos, le escucharon asombrados.
También vio a las estrellas de la charca, y habló de
liberarlas. Fue entonces cuando los habitantes el oasis
lo tomaron por loco.
Pero él se pasó toda la noche con un cubo, sacando agua y
estrellas casi ahogadas... Así hasta las primeras luces del
nuevo día.
Cuando amaneció y dejaron de brillar las estrellas, el
caminante se fue a descansar satisfecho. ¡No quedaba ni
una sola estrella en la charca!
Pero los habitantes del oasis reían maliciosamente y
esperaban; que volviera la noche, que brillaran en el cielo
las estrellas, que se reflejaran en el agua oscura... y así
fue.
Al día siguiente, el caminante, avergonzado, emprendió un
nuevo camino, dejando atrás de sí un rastro que el viento
se encargó de borrar.
Pero nadie se dio cuenta de los pequeños brotes de hierba
que, días después, crecieron en el terreno que el
caminante había regado sacando cubos de agua de la
charca, en su intento de liberar a las estrellas.
Y aunque todo siguió igual, el desierto había perdido un poco
de su aridez.
Sin pecar de pesimistas, tenemos que reconocer que la
sociedad actual tiene poco de jardín, y mucho de
desierto inhóspito, con pocos oasis y mucha soledad.
Pero ese desierto oculta en sus entrañas vida; quizás
nuestra tarea de educadores se reduzca a rescatar
estrellas de las escasas charcas que quedan,
sabiendo que nuestras manos al salvar las estrellas
también sacarán agua que, gota a gota, irán
escurriéndose hasta convertir en jardín el desierto.
Pero, como el caminante de la parábola, deberemos
también hablarles a nuestros alumnos de países
donde en invierno no hace frío, donde en primavera
los valles se llenan de hierba, donde la palabra "hogar"
tiene sentido, donde los sueños van siempre más allá
del horizonte monótono y diario…
Es decir, debemos ir pintando en sus mentes y
corazones el mundo nuevo que resume todas
nuestras utopías.
16. Comprometidos con la siembra
Solemos describir la educación como una siembra que
garantiza una cosecha. Pero a veces estamos más
preocupados por ésta por aquella, y por eso cuidamos más
los resultados que los procesos
Lo que debe importarnos más es la cosecha, pero una
cosecha que implica antes una siembra sacrificada,
generosa y perseverante. No basta con creer y esperar:
hay que poner manos a la obra.
Ciertamente, no tenemos en nuestras manos las soluciones
para todos problemas educativos, pero sí tenemos, frente a
esos problemas, nuestras manos. Y si no podemos
adelantar la primavera sí podemos comprometer nuestras
manos con la siembra de la primavera. Porque lo que
sembremos hoy será lo que cosechemos mañana.
Entonces, a pesar del crudo por el que estamos pasando,
tenemos derecho a seguir esperando la primavera…
sembrandola.
Nos toca hacer que cada semilla que sembremos, nos
comprometa con la historia, o sea, con el futuro.
Una cadena ininterrumpida de manos comprometidas, que
viene de muy lejos, ha hecho llegar hasta las nuestras
ese puñado de semillas que hoy esparcimos, a veces
con sudor y lagrimas, entre truenos, lluvia y relámpagos.
Ellas quieren ser y deben convertirse en pan, paz,
justicia y libertad en la mesa de los hombres y mujeres
de nuestro pueblo.
Y, para que esa cadena de sembradores no se interrumpa,
nuestro corazón y nuestras manos deben permanecer
siempre con la semilla, con el surco y con la siembra,
pase lo que pase, suceda lo que suceda
No tenemos derecho a cruzarnos de brazos esperando que
sean otros los que siembre la futura cosecha, ni
podemos ser de aquellos que mantienen las manos
limpias... porque no tienen manos. Nunca comohoy es
fundamental que nuestro compromiso sea a pleno riesgo
Aunque ello signifique enlodarnos las manos y a veces hasta el
alma, debemos seguir sembrando la posibilidad de una
cosecha de esperanzas. De modo que cuando llegue la
primavera nos encuentre sembrando.
Lo que sembremos hoy será lo que verdeará en la primavera.
Surge aquí un grave riesgo al que nos exponemos los
educadores cuando la justicia que predicamos y enseñamos
se contamina y nuestros valores se corrompen: si
comprometemos nuestras manos con el incendio de los
pajonales, es decir, con el odio, el resentimiento, el miedo, la
violencia vengativa, nuestros pueblos sólo cosecharán y
comerán cenizas. En cambio si logramos que cada centro
educativo se convierta en un pequeño tablón sembrado con
cariño, con verdad, sin poner condiciones, en un trabajo
paciente, sencillo, callado, que a lo mejor nadie verá y nunca
será noticia, estaremos demostrando a nuestros pueblos que
la cosecha es posible si el amor va de mano con la justicia,
porque nuestra tierra es fecunda y más fecunda se hace
cuando la siembran el amor, la solidaridad y la paciencia en
las mentes y corazones de quienes se están apenas abriendo
“Cuando se presenten los primeros signos, enderécense y
levanten sus cabezas, pues habrá llegado el día de su
liberación. (..) Fíjense en la higuera y en los demás árboles.
Cuando Uds. ven los primeros brotes, saben que la primavera
está cerca” (Lc 22, 28-30).
Y ya vemos surgir, por todas partes, brotes magníficos de
conciencia, de vida, de solidaridad y de compromiso, que nos
anuncian una primavera distinta, con pan en las mesas y paz en
los corazones.
Ésa es la gran esperanza que hoy debe sostenernos y alentarnos
para seguir sembrando sin desmayo: la primavera está cerca.
No importa que no veamos nosotros la cosecha.
Pero todo lo anterior se quedará en bonitas palabras si no nos
decidimos a dejar de lado nuestro habitual masoquismo y
nuestra arraigada negatividad, atreviéndonos a soñar y a creer
en el futuro.
Por eso debemos mantenernos en permanente alerta para ir
cambiando lo que haya que cambiar, marchando al paso de la
historia y de la vida, y no a su zaga. La sociedad ha cambiado,
el mundo cambia, y cambian el hombre y la cultura: ¿cómo
Tenemos que dejarnos arrastrar por la santa locura de querer
salvar de la muerte aunque sea una sola estrella, de las
muchas varadas en las playas de nuestro quehacer
educativo. No importa que no podamos trasformar el sistema,
no importa que la verdadera revolución con la muchos
soñamos se quede sin hacer: si logramos que siquiera un
niño-adolescente o joven más sonría feliz, y que, feliz, se
abra la vida, habremos cumplido la misión para la que Dios
nos llamó y nos sigue llamando cada mañana.
Somos invitados a desaferrarnos del pasado, para ponernos
en marcha, con el espíritu y el estilo de un verdadero
caminante. Ante todo para descubrir a los otros, siempre
nuevos y sorprendentes, salir a su encuentro, abriros a ellos,
tenderles la mano, acogerlos con los brazos abiertos,
especialmente al que más nos necesita, al excluido, al
marginado, al abandonado, y recordarles que también ellos
tienen derecho a ser amados y a ser felices.
17. Contagiados de utopía
Hoy, la tentación es de arriar las utopías, embaular los sueños y dedicarse
a educar mezquina y trivialmente. Pero quienes orientamos nuestras
vidas por esa gran utopía que llamamos el Reino de Dios, no tenemos
derecho a ello.
No podemos hacerles el juego a quienes anuncian el entierro de todos los
sueños. Nada más decepcionante podríamos anunciar a nuestros
pueblos, cuyos avances fundamentales se han debido siempre a los
forjadores de utopías. Éstas no son pronósticos, ni proyecciones de datos
ni resultados de encuestas, ni quiera presagios; más bien son destellos de
la imaginación, aspiraciones a veces inverosímiles que sin embargo llevan
en sí mismas el germen de lo posible. Una generación sin utopías será
siempre una generación atascada, aunque tenga la obsesión por la
velocidad, e inmóvil aunque se agite incansablemente .
No tenemos derecho a acostumbrarnos a una escuela programada y
transmisora de saberes sabidos y de vida hecha, una escuela
reproductora social que se encarga de sumar jóvenes a la VIDA provistos
sólo del bagaje que deciden quienes mandan . Ya quiso Platón poner la
educación en manos del tirano de Siracusa para hacer su Utopia; y los
últimos cuarenta años de nuestra historia, en todos nuestros pueblos, lo
han intentado sin pudor entregando sus sueños al gobernante de turno
.
El derecho a soñar no está en venta
Como decía el recientemente fallecido Mario Benedetti, por
más turbador e incierto que sea el presente, y aunque
hayamos perdido ya tantos sueños, no podemos cometer la
imperdonable tontería de perder también nuestra
esperanza.
Por eso una escuela politizada y asfixiadora de las verdaderas
utopías, merece dura critica cuando pretende sin tiento
acotar el inmenso ámbito de las relaciones humanas y clonar
modelos humanos e ideales sociales, hurgando para ello en lo
profundo de las almas e invitándonos a todos resignarnos a la
mediocridad en las cosechas..
Así que la programación cotidiana de todo centro educativo que
se tome en serio no puede privilegiar otra tarea que la de
afrontar la vida de la gente, la actualidad del mundo, los
gozos y tristezas, las esperanzas y fracasos de todos. Y
hacerlos propios. Porque para que tengamos vida, en
.
Ojalá no caigamos en tentación de refugiarnos en la nostalgia
de un presente que quisiéramos tener y no tenemos: sino
que aprestamos las manos, el corazón y la mente para
comenzar a construir el futuro que queremos y podemos.
Sigamos sembrando el futuro a través de nuestro humilde y
sacrificado trabajo cotidiano, con imbatible fe, innegociable
esperanza y un compromiso firme con la siembra y la
cosecha, o sea, con la vida y el futuro.
Es Dios mismo quien, a través del profeta Isaías, nos alienta a
seguir adelante: “No se acuerden más de otros tiempos, ni
sueñen ya más en las cosas del pasado. Pues yo voy a realizar
algo nuevo que ya aparece. ¿No lo notan? Sí, voy a trazar una
ruta en las soledades” (Is 43, 18-19).
La tarea luce difícil, pero todo es cuestión de decisiones. Lo
que importa es que, si no lo hemos hecho, nos decidamos a
empezar a construir con Dios esa nueva ruta en las
soledades hacia la sociedad que nos merecemos. A lo mejor,
ése sea nuestro gran reto educativo en estos días de amor y
.
Cipriano, yo pienso que educador no es el que sabe
libros y tantas cosas exóticas de que habla la
gente.
Hermano, yo pienso que para educar,
primero hay que aprender a leer el dolor de los
pueblos, la enfermedad de los niños, la angustia
de la mujer que pare en la calle,la tos del minero
que escupe sangre y mancha de sangre, la estatua
de la libertad neoyorkina.
Yo creo que para educar hay que aprender a leer,
primero, el hambre que toca a la puerta, el frío que
pasa por la calle, la oscuridad del que busca... y
no encuentra…
Hermano, yo pienso que primero debemos educar a
los que saben leer libros
pero no saben leer el dolor de la gente.
• ¿Qué es entonces lo que se espera de Uds. hoy? Les voy a responder con dos
exclamaciones prestadas que a mí siempre me han hecho pensar mucho. Ambas
son de escritores franceses recientes. Primero es Paul Claudel quien nos
pregunta: ¿Vosotros los que veis, qué habeis hecho con la luz...? La otra es de
Peguy que se lamenta: «Hay muchos que tienen las manos limpias pero es porque
no tienen manos».
• De eso se trata, entonces: Primero, de no guardar para nosotros la luz que como
profesionales y creyentes tuvimos la fortuna de recibir; porque, querámoslo o no,
hacemos parte de una élite: la élite de los que han recibido formación y encima
han recibido la fe. Cada una de estas gracias son una fortuna. No tenemos
derecho a guardarla para nosotros solos, ni de esconderla o escamotearla. Porque
dijo Cristo: no se enciende una luz para meterla bajo el celemín sino para que
arda... Y Uds. son esa luz: debe aclarar, iluminar, mostrar caminos y abrir
brechas.. Tampoco se puede ocultar una ciudad construída sobre un monte... Y
Uds. son esa ciudad.. No tienen derecho a ser cobardes, pasivos, o egoístas.
• Y, luego, que no se diga de ustedes que tienen las manos limpias.... pero porque no
tienen manos.... La tarea que tenemos entre manos es decisiva para el futuro del
país y del hombre... De nosotros dependerá en buena parte lo que sea el
mañana....El que se acomide a ayudar a lavar los platos, corre el riego de que se le
rompa alguno, y de paso de que se le ensucien las manos. Bendita sea esa mugre y
benditos esos pedazos rotos; porque indican que ahí hay alguien con voluntad de
servicio, deseoso de aportar para que en el mundo haya menos trozos dispersos y
menos mugre mal compartida. Desde luego, somos frágiles, pecadores, limitados.
Pero desde nuestra pequeñez podemos hacer grandes cosas. No estamos solos.
• Somos evangelizadores y somos educadores, ambas cosas sin separarlas,
sin divorciarlas.... Sólo lo lograremos si aprendemos, como el heraldo del
rey, a no pedir a los demás lo que nosotros apenas estamos buscando... a
cambiar primero nosotros para que entonces, se vayan apagando las
últimas estrellas de esta larga noche de nuestro pueblo...
•  
• En síntesis...
• Nos enfrentamos a la urgencia de asumir la tarea evangelizadora desde
la tarea educativa; a la necesidad priorita­ria de recuperar los valores
claves del mensaje cristiano; y ello no será posible si antes no
entendemos y acepta­mos que la iglesia no ha sido fundada para darnos
a nosotros satisfacciones personales egoístas sino para actuali­zar la
salvación que Jesús trajo; que la iglesia debe vivir sólo en y para la
evangeliza­ción; que todo cristiano es un evangelizador por el mero
hecho de ser bautizado; que no hay profesionales y aficionados de la
evangeliza­ción, ya que ésta es una tarea que a todos nos compete y a
todos nos urge. Por lo tanto que, como educadores cris­tia­nos que
somos, nuestra tarea es también la de todo cristiano: evangelizar, o sea,
creer, vivir y anunciar el evangelio. Cuestión en­ton­ces de
responsabilidad, cohe­rencia y autenticidad...
• Pero una cosa es “evangelizar” y otra, muy distinta, “catequizar” compulsivamente.
Mientras continuemos más preocupados por el catecismo que por el evangelio;
mientras sigamos confundiendo ideología con fe y cayendo en la trampa de los
"actos religiosos" que no empalman con la vida. Mientras reduzcamos el
cristianismo a una cues­tión de ética, de principios morales, de bueno y malo, de
dis­ci­plina; mientras apostemos por lo que supuestamente es bueno, no por
fidelidad a nuestra fe cristiana sino porque eso nos garantiza tran­quilidad y el
seguir teniendo nosotros el mango de la sartén; en tanto sigamos pasando por alto
todo el denso humanismo del evangelio, con sus connotaciones in­negables de
fraternidad, solidaridad, justicia integral, liberación radical, verdad y coraje, y nos
preocupemos más por la disciplina, el buen nombre de nuestro colegio, la seriedad,
la no-pér­dida-de tiempo o la calidad académica, que por las necesidades reales del
hombre/mujer que estamos for­mando, estaremos fallando a nuestra misión
esencial.
• Porque eso significaría que todavía el Reino no es nuestra preocupación definitiva.
El resul­tado dramático seguirá siendo que la educación cristiana, no será edu­
cación ni siquiera será cristiana con frecuencia; y no­sotros habremos fracasado
en lo que nos es esencial: formar hombres y mujeres para el pueblo de Dios y el
pue­blo de los hombres.
• Hemos de empezar corrigiendo el fatal error de perspectiva pedagógica
que tanto daño nos ha hecho: consciente o inconscientemente nos hemos
preo­cupado sobre todo por amaestrar, por domesticar, por adoctrinar; y
sucede que un "adoctrinado», o condicionado que es lo mismo, "reacciona"
ante el estímulo pero no tiene criterios perso­nales ni valores sólidos.
Actúa como las ratas de Skinner.
• Hemos, a veces, creado planteles que son meras escuelas de domestica­
ción, en las que, de paso, lo cristiano se ve sólo como una etiqueta, no como
un talante de vida. En ellos la evan­gelización no es un objetivo ni un
motivo sino un simple pretexto. Por eso nuestros alumnos salen
preparados para reaccionar ante el estímulo de turno, pero sin valores
cristianos consolidados.
• Urge, entonces, que aceptemos el reto de nuestra im­plicación personal,
que definamos nuestro proyecto educativo y que pongamos nuestras
escuelas en clave de evangelización. Urge que despertemos y asumamos el
reto; que nos en­frentemos a la respon­sabili­dad que Dios, el mundo y el
hombre nos imponen.
• Y urge que confiemos más en la po­tencia salvadora de Dios, que nos
dejemos arrollar por la fuerza evangelizadora de la iglesia misionera,
en marcha siem­pre hacia el futuro, que nos dejemos penetrar por el
Espíritu santo que sigue suscitando un pente­costés vi­brante en
nuestros días. De ello dependerá el resultado de nuestra ación, y
condicionará el atar­decer de nuestra vida. De ello de­penderá, en
buena parte, el futuro de Latinoamérica... y de la iglesia en
Latinoamérica.
• Esto significa tener muy presente siempre aquello tan luminoso de
Pablo VI: «los hombres hoy no escuchan a los ma­es­tros sino a los
testigos, y cuando escuchan a algún maestro es porque también es
testigo». Quiere decir, entonces que no basta con leer el evangelio o
enseñar el catecismo, o denunciar la injusticia: antes hay que com­
prometerse y rendir testimonio de cristianismo en la Escuela y desde la
Escuela. Y hay que empezar ya... No podemos dejarlo para después, ni
siquiera para mañana... El asunto es tan urgente, que no podemos darnos
el lujo de perder el tiempo en discusiones sobre si es primero el huevo
o la gallina.
• Por eso la pregunta del educador cristiano debe ser la misma de todo
cristiano medianamente serio: ¿qué debo hacer yo, aquí y ahora, en
concreto, como hombre, como cristiano y como maestro? Porque de eso
se trata: de ser un hombre cabal, cristiano conven­cido, un hombre
completo...
• Y por ende, ¿cómo debo ser yo...? ¿Cómo han de ser la educación que
imparto y el plantel que conformo?... ¿Cómo debo organizar mi aula, mi
plantel, mi comunidad? ¿Cómo vivir todo esto? ¿Qué he de hacer en
concreto para com­prometerme? ¿Cómo debo actuar?.. ¿En qué con­
siste o debe consistir nuestra identidad como obreros de una educación
evangelizadora? Por supuesto, también preguntarnos seriamente sobre
cuáles son las reales razones por las que nos buscan nuestros
representantes y alumnos, y sobre cuál es nuestra verdadera imagen
ante la sociedad... ¿Se justifica?
• No es fácil responder a priori; la respuesta integral no puede ser sino el
resultado de una ardua reflexión y de un lento proceso. Pero por al­gún
lado hay que empezar. Y debemos hacerlo pronto.

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  • 1. «Cambia el mundo y en él los hombres y hasta el entorno. Sólo la educación no ha cambiado. Lo que quiere decir que a los niños se les enseña a vivir y a pensar dentro de un mundo que ya no existe». (Albert Camus, 1905) Casi un siglo más tarde…. «En general, nuestras escuelas constituyen la institución más tradicional, conservadora, rígida y burocrática de nuestro tiempo, así como la más resistente al cambio». (Carl Rogers, 1985) 
  • 2. • EL EDUCADOR CRISTIANO QUE NECESITAMOS HOY II. PARTE EL PERFIL DEL EDUCADOR VALORES Y CRITERIOS
  • 3. Dos Papas recientes hablan de la educación: El papa Benedicto XVI subrayaba, ya, la relevancia del testimonio personal y de la autenticidad del educador, entre los aspectos principales de la actual urgencia educativa Francisco ha puesto de relieve cuatro aspectos fundamentales: a) La coherencia del docente b) El Diálogo intercultural y la educación integral de las personas d ) La preparación permanente de los docentes d) La responsabilidad de la escuela frente a la ciencia y la cultura.
  • 4. En esta sociedad y en una escuela que se dice cristiana, ya no son suficientes el profesor instructor, ni el ingeniero de conocimientos, ni el simple docente, ni el transmisor enciclopedista, ni el protagonista absoluto del proceso de enseñanza aprendizaje.‑ Hoy se necesitan sobre todo Maestr@s. Es decir, personas maduras, completas, que eduquen con su propia vida antes que con sus palabras, y que demuestren un mínimo de cualidades y condiciones que garanticen que su obra sea realmente educativa y evangelizadora. Así:
  • 5. El Talmud afirma que la condición para que venga el Mesías es que todos los hombres se conviertan. Convencido de esta palabra me decidí a poner manos a la obra y orar por ellos. Estaba seguro de tener éxito. Pero, ¿por dónde empezar? El mundo es tan vasto. Empezaría por el país que mejor conocía: el mío. Pero era tan enorme mi país. Bueno, comenzaría por la ciudad que me era más próxima: la mía. Pero es tan grande mi ciudad... Apenas la conozco. Bueno empezaría por mi calle. No, por mi casa. No, por mi familia. Entonces, empezaré por mí mismo. (E. Wiessel).
  • 6. Que, en lo cristiano: * Sepan tomar en cuenta a Dios, acudan a Él y vivan concientes de que tarde o temprano tendrán que rendirle cuentas de es@s muchach@s que Él les ha confiado. *Estén convencidos de su fe, viviéndola coherentemente y dando testimonio de ella, más allá de sus debilidades y falencias personales y tratando de formarse más cada día también en este campo. *No manipulen el nombre de Dios ni lo religioso para ponerlos al servicio de otros intereses, incluido el disciplinario. * Participen activamente en el proyecto pastoral del centro, entendiendo que un centro educativo cristiano no es el que tiene un departamento de pastoral sino el que crea un ambiente pastoral bien entendida y como tarea de todos.
  • 7. * Entiendan que, desde la perspectiva cristiana actual, su labor debe ser más de acompañamiento vivencial y experiencial que mera ingeniería de conocimientos (Cf. camino de Emaús). * Aun entendiendo que el ideario de la propia escuela sea confesional, jamás cierras sus brazos o su corazón a los que creen o piensan distinto, pues también a éstos debe llegar nuestro mensaje, desde el respeto riguroso a la libertad de conciencia y desde nuestra fidelidad a la verdad que decimos profesar. *Vivan y trabajen sin pesimismos ni negatividades, mirando con confianza el futuro, conscientes de que Dios está de por medio.
  • 8. Partir es, ante todo, Salir de uno mismo. Romper la coraza del egoísmo que intenta aprisionarnos en nuestro propio “Yo». Partir es dejar de dar vueltas alrededor de uno mismo, como si èste fuera el centro del mundo y de la vida. Partir es no dejarse encerrar en el círculo de los problemas del pequeño mundo al que pertenecemos;, cualquiera que sea su importancia. La humanidad es más grande. Y es a ella a quien debemos servir. Partir no es devorar kilómetros, atravesar los mares o alcanzar velocidades supersóicas. Es ante todo abrirse a los otros, descubrirlos, ir a su encuentro, abrirse a otras ideas, incluso a las que se oponen a ls nuestras. Es tener el aire de un buen caminante. Mons. Helder Cámara
  • 9. Valores prioritarios a atender 1.Cambio El cambio, como connatural a la historia, se ha dado siempre; lo característico de nuestra época es que los cambios ahora son más extensivos, radicales, rápidos y sorprendentes. También la educación está sumergida en ese torbellino poderoso, aunque la institución escolar misma sigue por la general aferrada a modelos arcaicos. Damos la impresión, a veces, de que hemos anclado nuestras escuelas en el pasado, educando con la mente llena de ideas fósiles y de arcaísmos. ¿Recuerdan la historia del gato del gurú? «O innovamos o erramos» (Simón Rodríguez).
  • 10. 2. Conocimiento Una de las características de la sociedad actual, fruto de su maridaje con la post-modernidad, es la tendencia a cierta superficialidad y mediocridad intelectual y ética. Lo vemos cada día en muchos de nuestros jóvenes y en muchos profesionales. Al mismo tiempo, aunque parezca paradójico, en mucha gente subsiste el anhelo de una formación más completa, más integral, más profunda, y búsqueda de Dios. Jamás podremos afrontar esa doble realidad, tan exigente, armados sólo de chatarra intelectual y espiritualismos sin consistencia. Estudios recientes nos dicen que cuando un educador -como cualquier otro profesional- pasa más de dos años y medio sin actualizarse, comienza a ofrecer información incompleta o errada.
  • 11. Esto significa que no podemos hacer una educación para los nuevos tiempos, si no aceptamos el reto de ir desaprendiendo lo ya aprendido para aprender lo nuevo. El educador que se instala en lo que ya sabe y renuncia a vivir aprendiendo, renuncia por lo mismo a lo único que le permitirá sintonizar plenamente con el otro, y renuncia a la calidad en cualquiera de sus dimensiones y vertientes; tarde o temprano se verá arrastrado por el torrente de banalidades que caracterizan a nuestro tiempo y caerá en la mediocridad. El maestro con visión de futuro no puede ser un buhonero de chatarra intelectual, que lee poco, estudia menos y no reflexiona nunca. Debe asumir la dialéctica del aprender desaprender aprender de nuevo.‑ ‑ Sólo así podrá sintonizar con las nuevas generaciones. Y ayudarles a responder con oportunidad a sus expectativas e interrogantes.
  • 12. 3. Creatividad En este vértigo de cambios constantes, la rutina y la inercia no pueden tener cabida …. se nos exige una creatividad constante, pujante, dinámica, en cuanto a estrategias, métodos y acciones. Creatividad para enfrentar el cansancio por flojera.. Creatividad contra el laberinto, la complejidad, el enredo mentales en que a veces convertimos la tarea educativa. Creatividad contra el individualismo. Toda creatividad tiene un inicio y un horizonte sociales pues origina lazos de conexión con el entorno, con el otro y con Dios. Creatividad contra el temor al riesgo y e lmiedo al futuro.
  • 13. La prudencia de los estudiosos es necesaria, pero, a la hora de la verdad, quien abre camino es el audaz, el que se arriesga, el que se atreve a roturar surcos nuevos, el que no espera a tener todos los cabos atados para hacer una propuesta. La verdadera educación evangelizadora tiene mucho de riesgo y de aventura. No es tarea para timoratos o cómodos. De una generación de educadores bien formados, cultos, preparados, tolerantes, corteses, pero sin audacia y sin la humildad suficiente para cometer errores, no cabe esperar mucho. Sólo arriesgando se mueve la esperanza: me pongo a explorar y excavar la tierra porque sé que allí hay un tesoro escondido. Debemos superar las parálisis que nos detienen en el umbral de lo nuevo. Las vivencias se imaginan y se conciben, antes de que se pronuncien.
  • 14. 4. Coraje y valentía En este término englobo todas las cualidades y exigencias que debe tener quien pretenda, desde la escuela y con valores evangélicos, afrontar los retos actuales: valentía, ánimo, decisión, y sobre todo audacia. En síntesis se trata de vencer nuestros miedos: Miedo a evangelizar, Miedo a exigir Miedo a comprometernos Miedo a dar la cara por los valores Miedo a plantear nuestras convicciones. Recordemos la audacia de Pedro en su encuentro con el tullido del templo (Cf. Hechos 3,1-10). Miedo a los fantasmas y peligros que parecieran acechar nuestra andadura educativa. Con educadores quizás bien formados pero cobardes no llegaremos lejos.
  • 15. 5. Comunidad Estamos llamados a «transformar la escuela católica en un centro-comunidad de irradiación evangelizadora, mediante alumnos, padres y maestros» (SD 278). Los docentes no estamos en en posesión absoluta de la capacidad de educar. No somos solistas sino miembros de una orquesta. La sinergia o energía interna que fluya de una verdadera comunidad contagiará e impregnará a cada uno de sus estamentos. La comunidad no es algo espontáneo, sino que debe formarse. Hay que diferenciar entre la «comunidad educativa» y la «comunidad cristiana» de un plantel. Evitando las confrontaciones inútiles entre ambas.
  • 16. 6. Creación, ecología, vida Se impone, cada vez más, una comprometida toma de conciencia en defensa y resguardo de esta «casa común», como la llama el libro del Apocalipsis. Temas como el respeto a la biodiversidad y la protección de nuestras aguas y bosques contra la voracidad de un sistema socio- económico que quiere hacer ganancia de todo, deben ser prioritarios en cualquier propuesta educativa con sello cristiano. Pero las amenazas contra la vida no se limitan a agotamiento de los recursos naturales, proliferación de residuos industriales, efecto invernadero, agujero en la capa de ozono, desaparición de los pulmones planetarios, contaminación de los mares y de los ríos; cualquier atentado contra la vida, en su sentido más teologal e integral, conspira contra una visión ecológica humana, sana, profunda del hombre y del cosmos. Por ejemplo, son problemas a encarar desde la escuela:
  • 17. • La pérdida, en amplios sectores de la juventud, del sentido de la vida, al caer en el espiral de la drogadicción, el alcoholismo y la violencia, • El incremento en los índices de desempleo, que impide o limita a muchos el derecho al trabajo y, consecuencialmente, a la vida, • El irrespeto y amenazas a la vida, especialmente de los más débiles y pobres, • El creciente aumento en el índice de abortos y de prácticas eutanásicas absolutas, • La proliferación de diversas formas de violencia, desde la violencia callejera hasta la guerra, pero también esa forma enmascarada de violencia estructural que es la injusticia social.
  • 18. Desde esta múltiple perspectiva la escuela cristiana debe hacer una opción clara, definida, sin ambigüedades de ningún tipo, por la vida en sus múltiples expresiones. Y, asumiendo la ecología en su sentido más amplio y teologal, no sólo generar estrategias educativas para promover y defender la vida sino también asumir con valentía posiciones firmes frente a todo lo que en el mundo actual significa la cultura de la muerte (Cf. Proyecto educativo-pastoral de la CIEC). Así:
  • 19. • Promover una mayor sensibilidad frente a los temas pro-vida y ambientales, en busca de un cambio en la forma de relacionarnos con los seres humanos y con la creación, desde la conciencia de reconocernos como seres vivos en convivencia con otros seres, humanos o no, que tienen igual derecho a la vida, • Desarrollar una ética ecológica que “implique el abandono de la moral cortoplacista, utilitarista e individualista”[, • Generar una espiritualidad que descubra la creación como sacramento comunicador del amor de Dios y mediador para entrar en comunión con Él, • Testimoniar una capacidad profética en la que la opción por la vida se constituye en denuncia contra la cultura de la muerte, en sus diversas modalidades y manifestaciones, • Promover, a través de programas transversales, la cultura de la vida contribuyendo a crear y reforzar relaciones mediante vínculos de ternura, cuidado y compasión con todos los seres del planeta, empezando, obviamente por los seres humanos más débiles y vulnerables.
  • 20. 7. Comprensión y empatía Es una cualidad indispensable a todo educador que, en parte, es innata, pero que depende también mucho del ejercicio y del aprendizaje. Capacidad de sumergirse en el mundo subjetivo de otra persona y hacerse partícipe de su experiencia en toda la hondura que consiente una auténtica comunicación (C. Rogers). Sensibilidad y capacidad de percibir al otro como él mismo se percibe, voluntad de ser para el otro, de aceptarle sin prejuicios (M. Kinget) . No es algo puramente afectivo (cordialidad), ni mera tolerancia o permisividad. Se trata de alcanzar el «cuadro de referencia interno» del propio educando, contemplando los hechos desde su punto de vista.
  • 21. • No vale para educador quien no es capaz de sopesar el daño o alivio que pueden producir sus palabras y gestos; el que no tiene sensibilidad para discernir, en medio de un grupo de alumnos, a aquel que, desde los gritos de su silencio, le está demandando ayuda; el que no sabe detectar a tiempo el dolor de alguien que sufre a su lado... • Está claro que este tipo de comprensión es, en sí misma, educativa en cuanto que abre al ser en desarrollo el camino hacia la confianza y la libertad. • Nuestro primer aprendizaje profesional debiera ser ése: aprender a meternos en los zapatos del otro…
  • 22. 8. Caridad- misericordiosa, auténtica y manifiesta Nombre cristiano del amor humano, expresión máximade la madurez afectiva. «El amor personal contiene siempre un elemento educativo, y ninguna educación es posible sin este auténtico amor» (Ph. Lersch). Para que el amor sea realmente educativo debe ser incondicional y tangible. Las manifestaciones del amor pedagógico pueden ser muy variadas; el ambiente cultural y el proceso evolutivo de cada alumno se encargarán de ir modificándolas. Esquivar las deformaciones (mimos y sobreprotecciones) o manipulaciones del amor. Sólo es educativo el amor cuando ayuda a crecer.
  • 23. 9. Capacidad de aceptación incondicionada Aceptar al muchacho tal como es, no como querríamos que fuera. Esto no significa aprobar todo lo que hace un alumno. Él mismo no aceptará nuestra aprobación cuando sabe que ha obrado mal. Ddebe sentir que, aunque desaprobemos alguna vez su modo de proceder, lo seguimos queriendo y valorando como persona. El criterio educativo no puede basarse en la tradicional función socializadora sino primordialmente en una relación humana dignificante, penetrada profundamente por el talante misericordioso del evangelio y por una actitud receptiva y respetuosa ante todo ser humano.
  • 24. En la India, cuando una familia tiene un problema, es poco probable que consulte a un psicoterapeuta (hay bastante pocos); consultan al gurú local. En una aldea había un sabio que había ayudado más de una vez a una familia. Un día acudieron a él el padre y la madre, llevándole su hijo de nueve años, y el padre le dijo: «Maestro, nuestro hijo es un niño maravilloso y le queremos mucho. Pero tiene un problema terrible, una debilidad por los dulces que está arruinando su dentadura y su salud. Hemos razonado con él, discutido con él, le hemos rogado, le hemos castigado, pero nada funciona. Sigue comiendo enormes cantidades de dulces. ¿Puede usted ayudarnos?». Para sorpresa del padre, el gurú respondió: «Marchad y volved dentro de dos semanas». Como no se discute con un gurú, la familia obedeció. Dos semanas después volvieron a verle, y el gurú les dijo: «Está bien. Ahora podemos empezar». El padre le preguntó: «¿Puede usted decirnos, por favor, por qué nos despachó hace ahora dos semanas? Nunca había hecho eso antes». El gurú respondió: «Necesitaba dos semanas porque yo tambien he tenido una debilidad de por vida por los dulces. Hasta que no hube confrontado y resuelto esa cuestión en mí mismo, no estaba preparado para tratar a su hijo».
  • 25. 10. Compromiso Los actuales son tiempos de un gran egoísmo insolidario: pareciera que los grandes valores sólo sirven para aderezar discursos y que, a la hora de la verdad, lo que cuenta es el medro, la ganancia o el lucro personales, o sea, el individualismo insolidario y egoísta. Frente a esa enfermedad de nuestro tiempo, los educadores debemos apostar por el compromiso definido, claro, valiente. Muchos de nuestros alumnos son seres golpeados por la vida, la violencia, el mal ejemplo, la carencia de valores, y sobre todo por un denso, abusivo e injusto desamor. Nos corresponde la tarea de devolverles la autoestima y la esperanza, lo cual exige amor, esfuerzo y sacrificio. Es decir, compromiso. No se nos pide imposibles: sólo hacer lo máximo que podamos.
  • 26. Cuentan que un discípulo tenía la habilidad de imitar la bendición de la mesa de un rabino que antes había sido su maestro en tal forma que a cierta distancia nadie podía diferenciar a uno de otro. Una día, estando todos a punto de sentarse a la misa, el maestro actual le dijo: «he oído que sabes perfectamente las palabras e imitas los gestos del rabino Murdoch cuando bendice la mesa. Hazlo para que yo lo vea». «Si Ud. no se enfada conmigo, lo hago», dijo el discípulo. «No tengas miedo», dijo el maestro. El discípulo pronunció la bendición sobre el vino con las mismísimas palabras y ademanes que el rabí Murdoch. Al llegar a un punto enmudeció, se paró y terminó de repente. El maestro le preguntó: «¿por qué no terminaste la bendición?». Porque en este punto el rabino Murdoch se ofrece a sí mismo – respondió el discípulo- y yo no estoy dispuesto a ello». (M. Buber)
  • 27. 11. Centralidad humana ¿Por qué en muchos de nuestros proyectos educativos no aparece el valor felicidad como prioritario? Que concepto de ser humano implica esa ausencia? Frente al actual sueño tecnocrático, que tiende a convertir al ser humano en una ficha o un número o un código de barra, la escuela debe optar por la persona humana. Y es que, por mucha retórica que se haga sobre el humanismo, hoy el ser humano – también el alumno- arriesga convertirse fácilmente en sólo una ficha, un nombre, un número o un código de barra. El paradigma del hombre eficaz y productivo como meta formativa, debe ser enfrentado con una apuesta vigorosa por la centralidad real, efectiva y eficaz de la persona humana, de la vida y del derecho de todos a la felicidad.
  • 28. Esto implica poner al hombre (el alumno sobre todo) en el centro de la labor educativa como su sujeto y su protagonista. Los discursos, los programas, las técnicas, los proyectos, ayudan pero lo que importa es el hombre, todo hombre, cualquier hombre. El ser humano no puede ser nunca un instrumento ni un medio. «Nuestro oficio no es nuestro destino. No hay otro oficio ni empleo que aquel que enseña al hombre a ser un Hombre. El Hombre es lo que importa. El Hombre, ahí, desnudo bajo la noche y frente al misterio, con su tragedia a cuestas».(.León Felipe). Juan Pablo II enfatizaba que el camino del cristiano es siempre el hombre. No podemos seguir educando sólo para un trabajo inhumano, como si el hombre fuera un perpetuo, condenado a galeras en la vida
  • 29. En términos concretos esto nos exige desmantelar ciertas estructuras educacionales, construidas a partir del concepto de que, si la educación debe ser exigente premisa cierta , tiene que ser‑ ‑ también inhumana conclusión falsa .‑ ‑ «La gloria de Dios es que el hombre viva» )San Ireneo de Lyon), y no se vive si ese vivir no entraña gratificación y gozo. En resumen, el educador cristiano actual debe apostar por un concepto de sabiduría que junte el conocimiento con la ética, la ética con la felicidad, la felicidad con lo solidario y lo solidario con la vida. Porque la vocación fundamental del hombre es la felicidad… desde aquí abajo.
  • 30. 12. Compasión En estos tiempos sólo hay una educación cristiana con sentido: la del amor yla ternura; sólo una válida siempre: la de la misericordia al servicio de la vida, al estilo de Cristo. La inmensa mayoría de nuestros alumnos son hijos sin amor o sin hogar o sin esperanza. Y a ellos sólo podemos acercamos con el talante de aquel Jesús que dijo: «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados, que yo los aliviaré». . Debemos tomar en serio las parábolas de Jesús sobre la misericordia. Según Teresa de Ávila, somos las manos de Dios, hemos de decir que los educadores cristianos somos, de alguna manera, el corazón de Dios en la escuela. Cuando el amor se aleja de la pedagogía, ésta deja de ser educación para convertirse en domesticación. Y la
  • 31. Cuentan que en cierto país, de hermosas y grandes playas, sobrevino una vez un espantoso y violento temporal. Durante toda una semana, olas gigantes, de muchos metros de altura, barrieron las playas, mientras furiosos vientos hacían temblar los acantilados. Un buen día, de pronto, el temporal cesó, los vientos amainaron y las olas volvieron a ser juguetonas caricias en la playa. Pero sobre ésta habían quedado varadas millares, millones de estrellitas de mar moribundas. las gentes curiosas se amontonaban en la orilla, impresionadas por el espectáculo. Pero nadie hacía nada para salvarlas. De pronto apareció un «loco» que como un desesperado comenzó a correr por la playa devolviendo una a una las estrellas al mar. «Detente le gritaron es inútil. Son‑ ‑ millones; por mucho que te apures no lograrás devolverlas todas al mar. Eso no tiene sentido». El hombre se detuvo por un instante, pero luego, agachándose de nuevo, agarró otra estrella, la miró, y la lanzó al mar diciendo: «¡Para ésta sí tendrá sentido! ».
  • 32. 14. Confianza Ciertamente se avizoran hoy serios problemas para el modelo educativo que ofrecemos pero si apostar por la educación es apostar por el futuro, debemos decantarnos por la una visión alejada del pesimismo y la negatividad, y testimoniar una fe capaz de impulsarnos a seguir abriendo caminos nuevos. No hay otra forma de afrontar las complejidades de esta época. Debemos ponerle más atención a los actuales cambios de paradigmas, los que ya están en curso o los que comienzan a dibujarse. Ésta es una tarea muy importante que debemos afrontar, con decisión, si queremos que nuestras escuelas tengan futuro. ¿Cuáles son las rupturas, las discontinuidades que debemos estudiar seriamente si queremos prever su impacto sobre la escuela? Y afrontarlos con el espíritu de aquel pasaje del libro de los Números (13 1 3; 17 33, 14,1 34) sobre los exploradores‑ ‑ ‑ de la tierra prometida
  • 33. Es un momento difícil, pero a la vez un tiempo de gracia, que debemos vivir de manera serena y responsable, y que debemos afrontar, no desde posiciones negativas y catastrofistas, sino desde una actitud de vigorosa esperanza. Para un verdadero creyente, las dificultades no son obstáculos en el camino sino retos que Dios lanza, oportunidades para dar el salto que la historia nos está exigiendo. Tanto el auto análisis que pone en cuestión la validez de lo que hemos venido haciendo como los signos de los tiempos que se constituyen para nosotros en verdaderos desafíos son el punto de partida ineludible Dios y el hombre de cualquier‑ ‑ proyecto educativo que propongamos. Se trata, entonces, de conjugar el saber con la esperanza, pasando de la retórica de los bonitos discursos a la modestia de los hechos, de la compasión sentimental a los compromisos y a las propuestas solidarias que vayan abriendo, por fin y para siempre, una segunda oportunidad a las estirpes condenadas a cien años de soledad, como dijera García Márquez.
  • 34. 15. Creando oasis Todos los que vivían en aquel oasis sabían que las estrellas que hay en el fondo de una charca, son sólo reflejo de las del cielo... y en sus largas y cálidas noches, miraban a las estrellas de arriba y soñaban amores imposibles con ellas... Mientras, despreciaban a los reflejos que temblaban de noche en noche en el oscuro del agua. Un buen día pasó por aquel oasis el caminante; venia desde muy lejos. Y les habló de países donde en invierno no hace frío, donde en primavera los valles se llenan de hierba, donde la palabra "hogar" tiene sentido, donde los sueños van siempre más lejos del horizonte monótono y diario.. y todos, le escucharon asombrados. También vio a las estrellas de la charca, y habló de liberarlas. Fue entonces cuando los habitantes el oasis lo tomaron por loco.
  • 35. Pero él se pasó toda la noche con un cubo, sacando agua y estrellas casi ahogadas... Así hasta las primeras luces del nuevo día. Cuando amaneció y dejaron de brillar las estrellas, el caminante se fue a descansar satisfecho. ¡No quedaba ni una sola estrella en la charca! Pero los habitantes del oasis reían maliciosamente y esperaban; que volviera la noche, que brillaran en el cielo las estrellas, que se reflejaran en el agua oscura... y así fue. Al día siguiente, el caminante, avergonzado, emprendió un nuevo camino, dejando atrás de sí un rastro que el viento se encargó de borrar. Pero nadie se dio cuenta de los pequeños brotes de hierba que, días después, crecieron en el terreno que el caminante había regado sacando cubos de agua de la charca, en su intento de liberar a las estrellas. Y aunque todo siguió igual, el desierto había perdido un poco de su aridez.
  • 36. Sin pecar de pesimistas, tenemos que reconocer que la sociedad actual tiene poco de jardín, y mucho de desierto inhóspito, con pocos oasis y mucha soledad. Pero ese desierto oculta en sus entrañas vida; quizás nuestra tarea de educadores se reduzca a rescatar estrellas de las escasas charcas que quedan, sabiendo que nuestras manos al salvar las estrellas también sacarán agua que, gota a gota, irán escurriéndose hasta convertir en jardín el desierto. Pero, como el caminante de la parábola, deberemos también hablarles a nuestros alumnos de países donde en invierno no hace frío, donde en primavera los valles se llenan de hierba, donde la palabra "hogar" tiene sentido, donde los sueños van siempre más allá del horizonte monótono y diario… Es decir, debemos ir pintando en sus mentes y corazones el mundo nuevo que resume todas nuestras utopías.
  • 37. 16. Comprometidos con la siembra Solemos describir la educación como una siembra que garantiza una cosecha. Pero a veces estamos más preocupados por ésta por aquella, y por eso cuidamos más los resultados que los procesos Lo que debe importarnos más es la cosecha, pero una cosecha que implica antes una siembra sacrificada, generosa y perseverante. No basta con creer y esperar: hay que poner manos a la obra. Ciertamente, no tenemos en nuestras manos las soluciones para todos problemas educativos, pero sí tenemos, frente a esos problemas, nuestras manos. Y si no podemos adelantar la primavera sí podemos comprometer nuestras manos con la siembra de la primavera. Porque lo que sembremos hoy será lo que cosechemos mañana. Entonces, a pesar del crudo por el que estamos pasando, tenemos derecho a seguir esperando la primavera… sembrandola.
  • 38. Nos toca hacer que cada semilla que sembremos, nos comprometa con la historia, o sea, con el futuro. Una cadena ininterrumpida de manos comprometidas, que viene de muy lejos, ha hecho llegar hasta las nuestras ese puñado de semillas que hoy esparcimos, a veces con sudor y lagrimas, entre truenos, lluvia y relámpagos. Ellas quieren ser y deben convertirse en pan, paz, justicia y libertad en la mesa de los hombres y mujeres de nuestro pueblo. Y, para que esa cadena de sembradores no se interrumpa, nuestro corazón y nuestras manos deben permanecer siempre con la semilla, con el surco y con la siembra, pase lo que pase, suceda lo que suceda No tenemos derecho a cruzarnos de brazos esperando que sean otros los que siembre la futura cosecha, ni podemos ser de aquellos que mantienen las manos limpias... porque no tienen manos. Nunca comohoy es fundamental que nuestro compromiso sea a pleno riesgo
  • 39. Aunque ello signifique enlodarnos las manos y a veces hasta el alma, debemos seguir sembrando la posibilidad de una cosecha de esperanzas. De modo que cuando llegue la primavera nos encuentre sembrando. Lo que sembremos hoy será lo que verdeará en la primavera. Surge aquí un grave riesgo al que nos exponemos los educadores cuando la justicia que predicamos y enseñamos se contamina y nuestros valores se corrompen: si comprometemos nuestras manos con el incendio de los pajonales, es decir, con el odio, el resentimiento, el miedo, la violencia vengativa, nuestros pueblos sólo cosecharán y comerán cenizas. En cambio si logramos que cada centro educativo se convierta en un pequeño tablón sembrado con cariño, con verdad, sin poner condiciones, en un trabajo paciente, sencillo, callado, que a lo mejor nadie verá y nunca será noticia, estaremos demostrando a nuestros pueblos que la cosecha es posible si el amor va de mano con la justicia, porque nuestra tierra es fecunda y más fecunda se hace cuando la siembran el amor, la solidaridad y la paciencia en las mentes y corazones de quienes se están apenas abriendo
  • 40. “Cuando se presenten los primeros signos, enderécense y levanten sus cabezas, pues habrá llegado el día de su liberación. (..) Fíjense en la higuera y en los demás árboles. Cuando Uds. ven los primeros brotes, saben que la primavera está cerca” (Lc 22, 28-30). Y ya vemos surgir, por todas partes, brotes magníficos de conciencia, de vida, de solidaridad y de compromiso, que nos anuncian una primavera distinta, con pan en las mesas y paz en los corazones. Ésa es la gran esperanza que hoy debe sostenernos y alentarnos para seguir sembrando sin desmayo: la primavera está cerca. No importa que no veamos nosotros la cosecha. Pero todo lo anterior se quedará en bonitas palabras si no nos decidimos a dejar de lado nuestro habitual masoquismo y nuestra arraigada negatividad, atreviéndonos a soñar y a creer en el futuro. Por eso debemos mantenernos en permanente alerta para ir cambiando lo que haya que cambiar, marchando al paso de la historia y de la vida, y no a su zaga. La sociedad ha cambiado, el mundo cambia, y cambian el hombre y la cultura: ¿cómo
  • 41. Tenemos que dejarnos arrastrar por la santa locura de querer salvar de la muerte aunque sea una sola estrella, de las muchas varadas en las playas de nuestro quehacer educativo. No importa que no podamos trasformar el sistema, no importa que la verdadera revolución con la muchos soñamos se quede sin hacer: si logramos que siquiera un niño-adolescente o joven más sonría feliz, y que, feliz, se abra la vida, habremos cumplido la misión para la que Dios nos llamó y nos sigue llamando cada mañana. Somos invitados a desaferrarnos del pasado, para ponernos en marcha, con el espíritu y el estilo de un verdadero caminante. Ante todo para descubrir a los otros, siempre nuevos y sorprendentes, salir a su encuentro, abriros a ellos, tenderles la mano, acogerlos con los brazos abiertos, especialmente al que más nos necesita, al excluido, al marginado, al abandonado, y recordarles que también ellos tienen derecho a ser amados y a ser felices.
  • 42. 17. Contagiados de utopía Hoy, la tentación es de arriar las utopías, embaular los sueños y dedicarse a educar mezquina y trivialmente. Pero quienes orientamos nuestras vidas por esa gran utopía que llamamos el Reino de Dios, no tenemos derecho a ello. No podemos hacerles el juego a quienes anuncian el entierro de todos los sueños. Nada más decepcionante podríamos anunciar a nuestros pueblos, cuyos avances fundamentales se han debido siempre a los forjadores de utopías. Éstas no son pronósticos, ni proyecciones de datos ni resultados de encuestas, ni quiera presagios; más bien son destellos de la imaginación, aspiraciones a veces inverosímiles que sin embargo llevan en sí mismas el germen de lo posible. Una generación sin utopías será siempre una generación atascada, aunque tenga la obsesión por la velocidad, e inmóvil aunque se agite incansablemente . No tenemos derecho a acostumbrarnos a una escuela programada y transmisora de saberes sabidos y de vida hecha, una escuela reproductora social que se encarga de sumar jóvenes a la VIDA provistos sólo del bagaje que deciden quienes mandan . Ya quiso Platón poner la educación en manos del tirano de Siracusa para hacer su Utopia; y los últimos cuarenta años de nuestra historia, en todos nuestros pueblos, lo han intentado sin pudor entregando sus sueños al gobernante de turno
  • 43. . El derecho a soñar no está en venta Como decía el recientemente fallecido Mario Benedetti, por más turbador e incierto que sea el presente, y aunque hayamos perdido ya tantos sueños, no podemos cometer la imperdonable tontería de perder también nuestra esperanza. Por eso una escuela politizada y asfixiadora de las verdaderas utopías, merece dura critica cuando pretende sin tiento acotar el inmenso ámbito de las relaciones humanas y clonar modelos humanos e ideales sociales, hurgando para ello en lo profundo de las almas e invitándonos a todos resignarnos a la mediocridad en las cosechas.. Así que la programación cotidiana de todo centro educativo que se tome en serio no puede privilegiar otra tarea que la de afrontar la vida de la gente, la actualidad del mundo, los gozos y tristezas, las esperanzas y fracasos de todos. Y hacerlos propios. Porque para que tengamos vida, en
  • 44. . Ojalá no caigamos en tentación de refugiarnos en la nostalgia de un presente que quisiéramos tener y no tenemos: sino que aprestamos las manos, el corazón y la mente para comenzar a construir el futuro que queremos y podemos. Sigamos sembrando el futuro a través de nuestro humilde y sacrificado trabajo cotidiano, con imbatible fe, innegociable esperanza y un compromiso firme con la siembra y la cosecha, o sea, con la vida y el futuro. Es Dios mismo quien, a través del profeta Isaías, nos alienta a seguir adelante: “No se acuerden más de otros tiempos, ni sueñen ya más en las cosas del pasado. Pues yo voy a realizar algo nuevo que ya aparece. ¿No lo notan? Sí, voy a trazar una ruta en las soledades” (Is 43, 18-19). La tarea luce difícil, pero todo es cuestión de decisiones. Lo que importa es que, si no lo hemos hecho, nos decidamos a empezar a construir con Dios esa nueva ruta en las soledades hacia la sociedad que nos merecemos. A lo mejor, ése sea nuestro gran reto educativo en estos días de amor y
  • 45. . Cipriano, yo pienso que educador no es el que sabe libros y tantas cosas exóticas de que habla la gente. Hermano, yo pienso que para educar, primero hay que aprender a leer el dolor de los pueblos, la enfermedad de los niños, la angustia de la mujer que pare en la calle,la tos del minero que escupe sangre y mancha de sangre, la estatua de la libertad neoyorkina. Yo creo que para educar hay que aprender a leer, primero, el hambre que toca a la puerta, el frío que pasa por la calle, la oscuridad del que busca... y no encuentra… Hermano, yo pienso que primero debemos educar a los que saben leer libros pero no saben leer el dolor de la gente.
  • 46. • ¿Qué es entonces lo que se espera de Uds. hoy? Les voy a responder con dos exclamaciones prestadas que a mí siempre me han hecho pensar mucho. Ambas son de escritores franceses recientes. Primero es Paul Claudel quien nos pregunta: ¿Vosotros los que veis, qué habeis hecho con la luz...? La otra es de Peguy que se lamenta: «Hay muchos que tienen las manos limpias pero es porque no tienen manos». • De eso se trata, entonces: Primero, de no guardar para nosotros la luz que como profesionales y creyentes tuvimos la fortuna de recibir; porque, querámoslo o no, hacemos parte de una élite: la élite de los que han recibido formación y encima han recibido la fe. Cada una de estas gracias son una fortuna. No tenemos derecho a guardarla para nosotros solos, ni de esconderla o escamotearla. Porque dijo Cristo: no se enciende una luz para meterla bajo el celemín sino para que arda... Y Uds. son esa luz: debe aclarar, iluminar, mostrar caminos y abrir brechas.. Tampoco se puede ocultar una ciudad construída sobre un monte... Y Uds. son esa ciudad.. No tienen derecho a ser cobardes, pasivos, o egoístas. • Y, luego, que no se diga de ustedes que tienen las manos limpias.... pero porque no tienen manos.... La tarea que tenemos entre manos es decisiva para el futuro del país y del hombre... De nosotros dependerá en buena parte lo que sea el mañana....El que se acomide a ayudar a lavar los platos, corre el riego de que se le rompa alguno, y de paso de que se le ensucien las manos. Bendita sea esa mugre y benditos esos pedazos rotos; porque indican que ahí hay alguien con voluntad de servicio, deseoso de aportar para que en el mundo haya menos trozos dispersos y menos mugre mal compartida. Desde luego, somos frágiles, pecadores, limitados. Pero desde nuestra pequeñez podemos hacer grandes cosas. No estamos solos.
  • 47. • Somos evangelizadores y somos educadores, ambas cosas sin separarlas, sin divorciarlas.... Sólo lo lograremos si aprendemos, como el heraldo del rey, a no pedir a los demás lo que nosotros apenas estamos buscando... a cambiar primero nosotros para que entonces, se vayan apagando las últimas estrellas de esta larga noche de nuestro pueblo... •   • En síntesis... • Nos enfrentamos a la urgencia de asumir la tarea evangelizadora desde la tarea educativa; a la necesidad priorita­ria de recuperar los valores claves del mensaje cristiano; y ello no será posible si antes no entendemos y acepta­mos que la iglesia no ha sido fundada para darnos a nosotros satisfacciones personales egoístas sino para actuali­zar la salvación que Jesús trajo; que la iglesia debe vivir sólo en y para la evangeliza­ción; que todo cristiano es un evangelizador por el mero hecho de ser bautizado; que no hay profesionales y aficionados de la evangeliza­ción, ya que ésta es una tarea que a todos nos compete y a todos nos urge. Por lo tanto que, como educadores cris­tia­nos que somos, nuestra tarea es también la de todo cristiano: evangelizar, o sea, creer, vivir y anunciar el evangelio. Cuestión en­ton­ces de responsabilidad, cohe­rencia y autenticidad...
  • 48. • Pero una cosa es “evangelizar” y otra, muy distinta, “catequizar” compulsivamente. Mientras continuemos más preocupados por el catecismo que por el evangelio; mientras sigamos confundiendo ideología con fe y cayendo en la trampa de los "actos religiosos" que no empalman con la vida. Mientras reduzcamos el cristianismo a una cues­tión de ética, de principios morales, de bueno y malo, de dis­ci­plina; mientras apostemos por lo que supuestamente es bueno, no por fidelidad a nuestra fe cristiana sino porque eso nos garantiza tran­quilidad y el seguir teniendo nosotros el mango de la sartén; en tanto sigamos pasando por alto todo el denso humanismo del evangelio, con sus connotaciones in­negables de fraternidad, solidaridad, justicia integral, liberación radical, verdad y coraje, y nos preocupemos más por la disciplina, el buen nombre de nuestro colegio, la seriedad, la no-pér­dida-de tiempo o la calidad académica, que por las necesidades reales del hombre/mujer que estamos for­mando, estaremos fallando a nuestra misión esencial. • Porque eso significaría que todavía el Reino no es nuestra preocupación definitiva. El resul­tado dramático seguirá siendo que la educación cristiana, no será edu­ cación ni siquiera será cristiana con frecuencia; y no­sotros habremos fracasado en lo que nos es esencial: formar hombres y mujeres para el pueblo de Dios y el pue­blo de los hombres.
  • 49. • Hemos de empezar corrigiendo el fatal error de perspectiva pedagógica que tanto daño nos ha hecho: consciente o inconscientemente nos hemos preo­cupado sobre todo por amaestrar, por domesticar, por adoctrinar; y sucede que un "adoctrinado», o condicionado que es lo mismo, "reacciona" ante el estímulo pero no tiene criterios perso­nales ni valores sólidos. Actúa como las ratas de Skinner. • Hemos, a veces, creado planteles que son meras escuelas de domestica­ ción, en las que, de paso, lo cristiano se ve sólo como una etiqueta, no como un talante de vida. En ellos la evan­gelización no es un objetivo ni un motivo sino un simple pretexto. Por eso nuestros alumnos salen preparados para reaccionar ante el estímulo de turno, pero sin valores cristianos consolidados. • Urge, entonces, que aceptemos el reto de nuestra im­plicación personal, que definamos nuestro proyecto educativo y que pongamos nuestras escuelas en clave de evangelización. Urge que despertemos y asumamos el reto; que nos en­frentemos a la respon­sabili­dad que Dios, el mundo y el hombre nos imponen.
  • 50. • Y urge que confiemos más en la po­tencia salvadora de Dios, que nos dejemos arrollar por la fuerza evangelizadora de la iglesia misionera, en marcha siem­pre hacia el futuro, que nos dejemos penetrar por el Espíritu santo que sigue suscitando un pente­costés vi­brante en nuestros días. De ello dependerá el resultado de nuestra ación, y condicionará el atar­decer de nuestra vida. De ello de­penderá, en buena parte, el futuro de Latinoamérica... y de la iglesia en Latinoamérica. • Esto significa tener muy presente siempre aquello tan luminoso de Pablo VI: «los hombres hoy no escuchan a los ma­es­tros sino a los testigos, y cuando escuchan a algún maestro es porque también es testigo». Quiere decir, entonces que no basta con leer el evangelio o enseñar el catecismo, o denunciar la injusticia: antes hay que com­ prometerse y rendir testimonio de cristianismo en la Escuela y desde la Escuela. Y hay que empezar ya... No podemos dejarlo para después, ni siquiera para mañana... El asunto es tan urgente, que no podemos darnos el lujo de perder el tiempo en discusiones sobre si es primero el huevo o la gallina.
  • 51. • Por eso la pregunta del educador cristiano debe ser la misma de todo cristiano medianamente serio: ¿qué debo hacer yo, aquí y ahora, en concreto, como hombre, como cristiano y como maestro? Porque de eso se trata: de ser un hombre cabal, cristiano conven­cido, un hombre completo... • Y por ende, ¿cómo debo ser yo...? ¿Cómo han de ser la educación que imparto y el plantel que conformo?... ¿Cómo debo organizar mi aula, mi plantel, mi comunidad? ¿Cómo vivir todo esto? ¿Qué he de hacer en concreto para com­prometerme? ¿Cómo debo actuar?.. ¿En qué con­ siste o debe consistir nuestra identidad como obreros de una educación evangelizadora? Por supuesto, también preguntarnos seriamente sobre cuáles son las reales razones por las que nos buscan nuestros representantes y alumnos, y sobre cuál es nuestra verdadera imagen ante la sociedad... ¿Se justifica? • No es fácil responder a priori; la respuesta integral no puede ser sino el resultado de una ardua reflexión y de un lento proceso. Pero por al­gún lado hay que empezar. Y debemos hacerlo pronto.