El documento habla sobre la libertad natural que tienen todos los seres vivos, incluidos los humanos. Al principio de la vida, tanto los pájaros como las personas no tienen miedo y son libres de forma natural. Sin embargo, a medida que crecemos, vamos adquiriendo elementos que minan nuestra libertad natural y la convierten en un concepto moldeado por creencias y convenciones sociales. El autor sugiere que podríamos aprender a recuperar algo de nuestra libertad original mediante la confianza y armonía con los demás.
1. LA LIBERTAD…LA LIBERTAD NATURAL
E
sta mañana, aprovechando que hacía un buen día, me puse a cortar el pasto. De pronto,
debajo de un gran árbol, vi que algo se movía; me agaché y pude ver que se trataba de un
pajarito que apenas era un pichón y que, seguramente, se cayó de su nido. Inmediatamente
preparé un lugar necesario, en casa, para que estuviera protegido y mantenerlo a una
temperatura adecuada. Es probable que tenga apenas unos 10 días y cuando me acerco a él
abre la boca para que le dé de comer. No me tiene miedo y repite conmigo la conducta que
probablemente tuvo con su madre, buscando protección, alimento y cercanía (a veces,
nosotros los humanos, llamamos a esto afecto). Por momentos pía, entonces lo alimento y le
acaricio las plumitas...luego duerme.
Cuando esté en condiciones lo soltaré para que vuelva a su hábitat natural y viva libremente.
También nosotros, las personas, cuando nacemos tenemos una relación sin miedo con el
entorno. Sin embargo, cuando vamos creciendo, junto con las cosas positivas, también vamos
adquiriendo o incorporando elementos que van minando esa libertad natural que tenemos en
común con todos los seres vivos. Es decir, de fábrica, traemos esa capacidad de ser
NATURALMENTE LIBRES, pero en nuestro proceso de socialización nuestra libertad va dejando
de ser natural para convertirse en un concepto “convenido”; entonces la libertad empieza a
teñirse de nuestras creencias religiosas, morales, sociales, políticas, ideológicas e, incluso,
(lamentablemente) económicas. Muchas veces tenemos una pseudo-libertad sometida a
conveniencias sociales o a patrones camuflados dentro de un aparente bienestar. Aquí nos
viene de perilla aquella sentencia de Cicerón: “La libertad no consiste en tener un buen amo,
sino en no tenerlo”.
¿En qué momento, ese “pajarito” que fuimos, empezó a dejar de ser naturalmente libre?,
¿Cuándo, empezamos a mirarnos con recelo o con miedo? ¿Cuándo empezamos a desconfiar
de los otros?
Una de las características más importantes de la libertad natural es no tener miedo, como ese
pajarito…como cuando éramos niños antes de que aprendiéramos a temer.
Tal vez aún podamos aprender a recuperar esa libertad que se sostiene en la relación de
confianza y armonía con los otros, con la naturaleza, con lo divino…con nosotros mismos.