1. 1811
Motín de Figueroa
El "Motín de Figueroa" se produjo el 1º de abril de 1811. Ese día, las tropas del cuartel de San
Pablo se insubordinaron y desconocieron el mando de Juan de Dios Vial y Juan Miguel
Benavente. A los gritos de ¡Viva el Rey!, ¡Muera la Junta!, los soldados declararon que
solamente obedecerían las órdenes de Figueroa.
Versión Encina-Castedo
Versión Instituto de Historia de la Pontificia Universidad
Católica de Chile
VERSIÓN ENCINA-CASTEDO
El decreto que fijaba la convocatoria a
elecciones dejaba al arbitrio de los
Cabildos la fecha de las mismas. En marzo
de 1811 ya se habían practicado en todo el
país, con excepción de Santiago y
Valparaíso. En Concepción los resultados
constituyeron una inexplicable sorpresa
para todos. Martínez de Rozas había sido
derrotado por los realistas. En el resto de
Chile las fuerzas se distribuían en doce
rocistas, tres realistas y catorce
antirrocistas. Las elecciones en Santiago,
por tanto, iban a definir la contienda. Pero no pudieron éstas celebrarse en
la fecha acordada, el 10 de abril, a causa de un motín descabellado que
encabezaba el hombre de confianza traído por Martínez de Rozas desde
Concepción, el teniente coronel don Tomás de Figueroa.
Era este militar una estampa perfecta del audaz profesional, con un pasado
de novelescas aventuras, en que el presidio fue la etapa decisiva, no por
delictuosos atentados contra la sociedad, sino por voluntaria renunciación
al ser sorprendido con una dama de copete y hacerse pasar por ladrón para
salvarla.
Los orígenes del motín han permanecido en la penumbra en cuanto a sus
detalles. Parece ser que, por un error, los amotinados aclamaron por jefe a
Figueroa, que se dirigió al cuartel de San Pablo, sublevando a la tropa,
seguro de contar con la guarnición de la plaza. Avanzó por la calle
Teatinos hasta Compañía a tambor batiente. Al pasar frente a la casa de
doña Mariana Aguirre de Vicuña, que estaba asomada al balcón, la saludó
con un airoso molinete de su espada. No encontró reunidos a la junta ni al
Cabildo, pues se habían dispersado al tener noticia del motín. En vista de
ello se dirigió a la Audiencia, que sesionaba tranquilamente. Los oidores
escucharon con calma la exigencia de restaurar el antiguo régimen, y se
Tomás de Figueroa
Tomás de Figueroa
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2. limitaron a enviar un oficio a la junta, transcribiendo las peticiones de los
amotinados.
Mientras tanto, los miembros de la junta, presididos por Márquez de la
Plata, enviaron a Vial a la plaza con un batallón de 500 hombres, que
redujo en breve combate a las fuerzas de Figueroa. Viéndose abandonado
de los suyos, éste se asiló en el convento de Santo Domingo, al tiempo que
el fervor popular se exaltaba. Pasados los momentos de peligro, Camilo
Henríquez, armado de un gran palo, "sin capa ni más que un gabán y
sombrero y dando varias voces enfrente de palacio a los patriotas, reunió
mucha mocería".
En una de sus clásicas reacciones de neurótico, Martínez de Rozas ordenó
violar el convento, del que se extrajo a viva fuerza a Figueroa. Sabía aquél
que si no lo fusilaba antes de las 24 horas, la aristocracia se lo impediría, e
instruyó un proceso sumarísimo, que lo condenaba, como era de esperar, a
muerte. Enterado de su destino, Figueroa supo comportarse como un
valiente. No delató a nadie. Leyó con admirable sangre fría la sentencia en
voz alta y dijo con voz tranquila: "Rindo mi vida a la fuerza, no a la
sentencia emanada de una autoridad legítima".* Camilo Henríquez tuvo la
debilidad de aceptar una comisión que desdecía de su tradicional actitud
recta y noble. Pretendió arrancar en la confesión las delaciones que
Figueroa no hizo en el proceso. Por supuesto, tampoco en este ocasión el
reo de muerte cometió infidencia. A las tres y media de la madrugada se
tocó a armas. Mandaba la tropa don José D. Portales, hermano del célebre
ministro. Cuando lo ataban a la silla, Figueroa le dijo: "¡Amarra fuerte,
capitancito!" El cadáver, con la cara destrozada, fue escarnecido en
exhibición pública a la puerta de la cárcel que daba a la plaza de Armas.
La indignación del sentimiento castellano-vasco, al que repugnaba el
patíbulo político, se sumó al temor de represalias en el caso de la vuelta al
poder de los realistas. Ambas reacciones se canalizaron en la necesidad de
eliminar cuanto antes a Martínez de Rozas, que añadía con éste un nuevo
hecho de sangre en su agitada carrera política.
* Relato de Talavera, presente en el calabozo en el momento de ser leída la
sentencia.
VERSIÓN INSTITUTO DE HISTORIA DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD
CATÓLICA DE CHILE
Este nuevo paso, que marcaba un quiebre político con la tradición colonial,
provocó una violenta reacción de los grupos realistas. Tan así fue que el 1
de abril, fecha en que debía realizarse la elección para el Congreso, se
sublevó el militar español Tomás de Figueroa junto con las tropas a su
mando. Aun cuando este motín fue rápidamente sofocado y su cabecilla
fusilado al día siguiente, el hecho llenó de temor a la capital, pues señalaba
que la posibilidad de una contrarrevolución aún estaba vigente.
Las autoridades criollas decidieron adoptar una actitud más enérgica, luego
que se difundiera la idea de que la Real Audiencia había estado detrás del
motín de Figueroa. Junto con disolver a la Audiencia, se relegó a lugares
apartados a los oidores que no hubiesen abandonado el país
voluntariamente. De esta manera se esperaba sofocar cualquier nuevo
intento restaurador por parte de la oposición realista.
El resultado de las elecciones mostró que las posiciones políticas
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1811
Motín de Figueroa
El "Motín de Figueroa"
se produjo el 1º de abril
de 1811. Ese día, las
tropas del cuartel de San
Pablo se insubordinaron
y desconocieron el
mando de Juan de Dios
Vial y Juan Miguel
Benavente. A los gritos
de ¡Viva el Rey!, ¡Muera
la Junta!, los soldados
declararon que solamente
obedecerían las órdenes
de Figueroa.
3. moderadas aún mantenían una gran presencia, ya que las fuerzas que se
oponían a cambios muy radicales triunfaron ampliamente. El Congreso
Nacional abrió su primera sesión en el edifico de la Audiencia el 4 de julio
de 1811.
El que sectores más exaltados quedaran en franca minoría provocó una
nueva ola de agitación. Instigados principalmente por Martínez de Rozas,
los miembros de este sector comenzaron a conspirar abiertamente en contra
de la mayoría moderada, puesto que se sentían excluidos de la Junta
Ejecutiva, cuya función central era hacerse cargo de los asuntos públicos
mientras se dictaba una Constitución Nacional.
Bibliografía
Francisco Frías Valenzuela, Historia de Chile 12º impresión
Santiago 1994, página 202.
Encina-Castedo, Resumen de la Historia de Chile, 3º edición
Santiago 1959, páginas 512, 513 y 514.
Instituto de Historia de la Pontificia Universidad católica de
Chile, Nueva historia de Chile, 6º edición santiago 1999, página
207.