La Independencia de México, fue una cruenta lucha de largos años. El inicio de la gesta libertaria afectó en toda la región a grandes sectores de la población. La guerra despertó los rencores acumulados por 300 años de coloniaje, en la que se vieron envueltos las clases sociales, castas y resentidos con el sistema. Además, muchas personas encontraron en el movimiento la ocasión para hacerse justicia por propia mano. La circunstancia fue oportuna para manifestar la inconformidad. Empero, después de 11 años de hostilidades, apareció la oferta política, mediante el Plan de Iguala,[1] hubo un arreglo, del cual no hubo vencedores ni vencido. Insurgentes, realistas y monárquicos se unieron, de tal manera formalizaron un nuevo gobierno. La consumación ofreció grandes posibilidades de éxito a la nueva clase política. El futuro era promisorio. El sueño de grandeza podía materializarse.
Concepto y definición de tipos de Datos Abstractos en c++.pptx
El fracaso del modelo político imperial Mexicano y los grandes momentos del proyecto Iturbidista
1. revistadehistoria.es
El fracaso del modelo
político imperial
Mexicano y los
grandes momentos
del proyecto
Iturbidista
Un Artículo de revistadehistoria.es.
¿Quieres recibir GRATIS nuestros
Artículos Históricos? Haz Click Aquí made with
2. El fracaso del modelo político imperial Mexicano y los grandes
momentos del proyecto Iturbidista
revistadehistoria.es
Índice
1.
2.
3. La Independencia de México, fue una cruenta lucha de largos años. El
inicio de la gesta libertaria afectó en toda la región a grandes sectores
de la población. La guerra despertó los rencores acumulados por 300
años de coloniaje, en la que se vieron envueltos las clases sociales,
El fracaso del modelo político
imperial Mexicano y los grandes
momentos del proyecto Iturbidista
4. castas y resentidos con el sistema. Además, muchas personas
encontraron en el movimiento la ocasión para hacerse justicia por
propia mano. La circunstancia fue oportuna para manifestar la
inconformidad. Empero, después de 11 años de hostilidades, apareció
la oferta política, mediante el Plan de Iguala, hubo un arreglo, del cual
no hubo vencedores ni vencido. Insurgentes, realistas y monárquicos se
unieron, de tal manera formalizaron un nuevo gobierno. La
consumación ofreció grandes posibilidades de éxito a la nueva clase
política. El futuro era promisorio. El sueño de grandeza podía
materializarse.
“Mi patria fue libre, transformada
de colonia en grande imperio”
Agustín de Iturbide
Sobre la era independiente de México se han escrito infinidad de textos.
Algunos historiadores escudriñan los primeros años, buscan datos que
expliquen las causas de los motines, planes, sucesiones de gobierno y
asonadas que lo caracterizaron. Otros, conciben a este momento como
transitorio hacia una etapa de consolidación. Los más, buscan en estos
años el estudio de la coyuntura en sí, ya que el imperio, producto de
esa consumación, fue fugaz. Sin embargo, siguen vigentes las dudas.
Tres de ellas serán fundamentales: ¿Qué pasó en estos primeros
tiempos? ¿Qué acontecimientos hubo después de tomada la capital?
¿Por qué los vaticinios de l barón Alexander von Humboldt no se
cumplieron?
La grandeza mexicana
Una vez que el Ejército Trigarante entró a la capital y sus numerosos
contingentes hicieron gala de sus uniformes ―quienes los tenían― y
poderío por las principales calles. La ciudad se desbordó, los balcones
fueron adornados con los colores del Ejército victorioso, los habitantes
de la ciudad se arremolinaron por las calles más importantes para
presenciar el paso de los libertadores.
Al parecer ese mismo día fue también el de la concordia, el amor y la
5. fraternidad. Por todas partes se abrazaban y felicitaban. Por fin
después de tanto tiempo, la opulenta ciudad de México era tomada por
los independentistas, quienes tenían muchos planes, querían cambias
unas cosas y conservar otras. Cuando los tropas entraron a la capital
del naciente imperio mexicano, Iturbide arengó a los suyos: “ya sabéis
el modo de ser libres, a vosotros toca señalar el de ser felices.” Se
olvidaron las diferencias.
El día fue memorable. Se rompía el lazo de unión política con España,
aunque estaba presente la amenaza de la Reconquista, el país que
emergía tenía buenos augurios, era prodigiosa su naturaleza, sus
recursos, sólo faltaba poner orden. Al respecto, Iturbide apunta: “seis
meses bastaron para desatar el apretado nudo que ligaba a los dos
mundos. Sin sangres, sin incendios, sin robos ni depredaciones, sin
desgracia y de una vez sin lloros mi patria fue libre.”
Los personajes más importantes de la sociedad recién emancipada
tomaron asiento en el nuevo concierto político. Agustín de Iturbide,
Juan de O´Donojú y otros ocuparon los puestos en las recientemente
creadas instituciones de gobierno como la Soberana Junta provisional
Gubernativa, Regencia del Imperio incluso también en los ministerios,
sin olvidar, claro esta, los mandos de tropas y otros importantes
cargos. Los dirigentes le debían su cargo a Iturbide, quien repartió
buena parte de esos puestos. Por encima de todo Iturbide comprendía
cómo adular los deseos y las ambiciones de los mexicanos que
deseaban la independencia”
Las autoridades españolas no quisieron reconocer la independencia ni
mucho menos mandar un monarca para gobernar a México. La negativa
de España forzó el primer ensayo monárquico. Se buscó el
reconocimiento norteamericano e inglés, estos países estaban
expectantes, querían garantías para brindarlo, por tanto se requería
coronar a alguien, o de plano cambiar de modelo político. El imperio
carecía de reconocimiento internacional, por lo tanto Iturbide, a quien
se le atribuía el logro de la jornada, fue ungido como Emperador.
El año del imperio
Con la coronación de Iturbide, aparecieron nuevos retos y también
polémicas. Uno de ellos fue fundamental, para muchos políticos
Iturbide no reunía las cualidades de un monarca a pesar de que la
6. región estaba acostumbrada a este tipo de gobierno. Las críticas fueron
directas. Atacaron la dignidad imperial, no era propio que un criollo
como él tomara la corona. Una tentativa de arreglo para todas las
corrientes fue la aprobación de la monarquía constitucional, era un
arreglo viable para comenzar a gobernar, pese a ello los diputados
querían limitar al monarca.
El imperio mexicano enfrentó varios problemas; uno de ellos, quizás el
más difícil y el que ocasionó de manera directa su ocaso, fue la
confrontación suscitada entre la Regencia (posteriormente el
emperador) con algunos miembros del Congreso. Una vez en el poder,
la élite mexicana no logró consolidar su posición y establecer un
gobierno eficaz. Sus miembros tuvieron fricciones menores con
Iturbide, primero siendo este generalísimo y luego emperador, lo mismo
que entre ellos. Los diputados cuestionaban cualquier medida del
gobierno, asumieron para sí la representación popular y la soberanía.
Iturbide reclamaba las mismas atribuciones. La disputa trajo
consecuencias insospechadas. El sueño de unión, independencia y
religión se tambaleaba.
Los diputados y el emperador se enfrascaron en una lucha sin cuartel.
El uno y el otro querían limitar las funciones de su opositor ―si era
posible anularlo―, llegaron a niveles insospechados de intolerancia, a
tal grado que el gobierno encerró a algunos diputados: fray Servando
Teresa de Mier, José María Bocanegra, José Cecilio del Valle y otros.
Meses más tarde el Congreso fue clausurado, la justificación fue que no
hacían su trabajo. Al respecto, Agustín de Iturbide señala: “En una
palabra, necesitando la patria de un auxilio para todo, nada hicieron en
un imperio naciente.”
Discordia por el poder y sublevaciones fueron el preludio de la caída del
Imperio de Agustín i de México; sin embargo, todavía faltaba que
comenzara la fragmentación de la alianza emanada del Plan de Iguala.
Uno de estos personajes (Antonio López de Santa Anna) no tenía lo que
había demandado tiempo atrás, a la que él pensaba como justa
recompensa, en consecuencia se juntó con otros elementos de la elite
criolla y prepararon el relevo del gobernante. Faltaba encontrar la causa
justa para hacer estallar una nueva rebelión.
El nido de la conspiración
7. El puerto de Veracruz era una de las últimas plazas importantes
controladas por las fuerzas realistas. La situación era bastante
delicada, cualquier incidente podía modificar los planes que había para
el reembarque de las tropas y la capitulación del fuerte de San Juan de
Ulúa. Del mismo modo, el menor roce entre las tropas de ambos
bandos, o un movimiento político podía producir efectos
insospechados. No se quería provocar a los españoles, no obstante se
produjeron una serie de hechos que dieron la excusa para complicar la
tambaleante consumación.
Antonio López de Santa Anna, fue comisionado como jefe de la plaza y
desde tal posición de poder, debería ofrecer garantías suficientes a
“tirios y troyanos” hasta que se tomara algún plan político o
definitivamente se declarara la guerra. Hubo varias acusaciones que
ponían en entredicho la honorabilidad del jarocho. Además de sus
“actitudes sospechosas”, amén de sus constantes entrevistas con el
Jefe español Francisco Lemuar, acantonado en el Castillo de San Juan
de Ulúa. Situaciones que evidenciaron la singularidad del astuto
veracruzano. La opinión sobre Santa Anna es significativa: “nada bastó
para contener a aquel genio volcánico, se dio por ofendido, se propuso
vengarse de quien le colmó de beneficios aunque fuera con la ruina de
la patria.”
Agustín I, en vista del dudoso proceder del general veracruzano, decidió
viajar hasta Jalapa para conferenciar con él. Iturbide le pidió al jarocho
se integrase a la Corte; éste pretextó la imposibilidad de cumplir la
orden, aduciendo la solución de algunas deudas. Le prometió alcanzar
a la comitiva imperial en Puebla. López de Santa Anna, sabedor de las
intenciones imperiales, decidió hacer caso omiso de la invitación. Se
rebeló, enarbolando la inconstitucionalidad de la prisión de los
diputados y, en consonancia con Miguel Santa María, embajador de
Colombia en México, ¾a quien para ese entonces el gobierno mexicano
le había pedido que saliera del territorio¾, elaboraron el plan de acción
para derrocar al monarca mexicano. Santa Anna, afirma, sólo estuvo
motivado por un fervor patriótico que trascendía sus obligaciones
personales hacia un individuo.
A finales 1822 fue firmado el Plan de Veracruz. Los signatarios se
declaraban enemigos del imperio y abogaban por el restablecimiento
del Congreso disuelto. Días después los generales Vicente Guerrero y
8. Nicolás Bravo, salieron a escondidas de la capital del imperio, buscaron
a los líderes opositores y se pusieron en contacto con otros
antiiturbidistas. Los pronunciamientos prorepúblicanos cundieron por
doquier. El imperio estaba seriamente amenazado.
La insurrección en Veracruz se propagó por todo el país. La bandera fue
la necesidad de poner en práctica el sistema republicano y destronar a
Iturbide. Rápidamente fue secundada por altos oficiales del ejército y
de igual manera por las autoridades municipales, es decir, fue oportuna
para los inconformes con el sistema iturbidista. Los caudillos se
apoyaron en su fama personal y en el ascendente que tenían sobre sus
respectivas regiones, lo cual fue letal para el gobierno iturbidista.
Incluso las logias masónicas movieron sus piezas. No podían
desaprovechar la oportunidad de poner en práctica sus ideas de
gobierno.
El imperio había mandado al general José Antonio Echávarri, español de
simpatías liberales, a combatir a los rebeldes, pero tras una triunfal
campaña que arrinconó a Santa Anna dentro de los muros de Veracruz,
Echávarri y otros oficiales se pasaron al lado opuesto. Iturbide no podía
creer que sus mejores hombres lo hubieran abandonado. Estaba
realmente impactado. No daba crédito, de ahí se explica su pasividad.
Santa Anna, sin perder tiempo conferenció con estos y llegaron a un
acuerdo. Dejarían para otra ocasión el plan de Veracruz y elaborarían
otro, su propósito era influir en otras latitudes, para lo cual necesitaban
difundir extensamente el nuevo plan para que sus propuestas fueran
escuchadas, de esta manera nació el plan de Casa Mata. Mientras
tanto, el jefe español de San Juan de Ulúa, suspendía las hostilidades
para no dañar las perspectivas de los rebeldes, el 1 de febrero de 1823
los jefes del ejército imperial firmaron el plan de Casa Mata exigiendo
elecciones para integrar un nuevo congreso.
Iturbide, dudó en acometer la sedición. Hay varias dudas sobre su
proceder ¿por qué no se puso al frente de sus tropas? ¿Sabía de la
magnitud del levantamiento? En el momento de enfrentarse a la
revuelta, sus posibilidades eran encarar o claudicar, sin explicación
alguna optó por abandonar el trono. Iturbide se convenció más tarde de
que el mayor error que cometió fue no marchar adelante y colocarse a
la cabeza de sus tropas. Alamán destaca lo contrario. Hubiera sido
inútil. Se piensa que tenía calculado regresar al poder mediante el
9. apoyo de las movilizaciones populares. Al respecto, Iturbide señala: “La
falta que cometí en mi gobierno fue no tomar el mando del ejército
desde que debí conocer la defección de Echávarri. Me alucinó la
demasiada confianza.”
El gobierno estaba seriamente amenazado desde enero de 1823. La
causa de este predicamento fue el alzamiento del general Antonio
López de Santa Anna. El levantamiento había sido promovido
principalmente por él; sin embargo, tuvo un giro inesperado, dado que
modificó en gran medida las metas del movimiento. El objetivo real era
quitarlo del camino. Las logias y los altos mandos del ejército tomaron
el control del levantamiento. Los generales José Antonio Echávarri y
Miguel Barragán apoyaron tal petición y paulatinamente se sumaron
otros jefes y oficiales, Pedro Celestino Negrete, Nicolás Bravo,
Guadalupe Victoria y Vicente Guerrero.
Hacia el final de su efímero imperio, el emperador dio nuevas pruebas
de su adhesión y confianza en un sistema constitucional propio que no
renunciara a la originalidad y que no fuera copiado o importado;
adecuado a su país y a su gente; mezcla de modernidad y de un
tradicionalismo que marcaba al ser novohispano. El fracaso del imperio
se debió en el fondo, a la imposibilidad de que Iturbide desempeñara el
papel de príncipe en que fue improvisado.Además de que Iturbide como
el resto de los libertadores de Hispanoamérica, no logró superar los
importantes retos que le planteo la precipitada separación entre su país
y España.
El triste despertar
Los generales insurrectos del Plan de Casamata entraron a la historia
por la puerta grande. Su confabulación terminó con el imperio. Tal
hecho señaló la ruptura de la alianza igualeña. Asimismo dispersó a los
independentistas en varios grupos políticos: republicanos, yorkinos,
escoceses, centralista y persistieron los monarquista, pese a la historia
oficial. Los políticos y militares hicieron nuevos pactos. Por ejemplo, el
plan de Casa Mata logró la caída del gobierno iturbidista. Este plan
reflejaba el sentir de las elites criollas: no querían a Iturbide por más
tiempo en el poder. Aprovecharon la coyuntura suscitada en Veracruz y
lo derrocaron. El plan quería en apariencia un nuevos sistema de
gobierno, desecharon el monárquico y probaron con otro. Este cambio
no fue la solución, los problemas siguieron.
10. Finalmente, alzamientos y conspiraciones se conjugaron con diversas
demandas de disímil cuño: republicanos, laborales, contra la tiranía,
autonomista y otras. De tal modo los masones secundaron el llamado
de Miguel Santa María a la insurrección armada en contra de la
monarquía. En vista de tal cantidad de políticos y generales conjurados
para deponer al emperador, éste abdicó. De este pasaje, Iturbide
destaca: “el amor a la patria me condujo a Iguala, él me llevó al trono, él
me hizo descender de tan peligrosa altura y todavía no me he
arrepentido ni de dejar el cetro, ni de haber obrado como obré.”
En gran medida, los levantamientos utilizaron la disolución del
Congreso como una excusa, dado que Agustín i había prometido que la
recientemente nombrada Junta Instituyente convocaría a un nuevo
Congreso Constituyente. La pregunta primordial, es por qué una serie
de levantamientos y rebeliones menores y descordinadas ocasionaron
que Iturbide abdicara.
Se terminó, de manera abrupta, un sueño largamente acariciado, ser un
imperio poderoso y ubicarse entre las potencias mundiales. El nulo
acuerdo político sacrificó tales esperanzas con lo cual se cerró un
capítulo importante en el primer imperio mexicano, abriendo otra época
no menos interesante y llena de sobresaltos.
Autor: Fernando Leyva Martínez para revistadehistoria.es
¿Eres Historiador y quieres colaborar con revistadehistoria.es? Haz
Click Aquí.
¿Quieres recibir GRATIS nuestros Artículos Históricos? Haz Click Aquí
Fuentes
Agustín de Iturbide, Juan de O`Donojú. «Tratados de Córdoba.» En
México en el Siglo XIX. Antología de fuentes e interpretaciones
historicas, de Alvaro. Matute, 231-233. ciudad de México: IIH/UNAM,
1973.
Anna, Timothy, E., El Imperio de Iturbide, México, Conaculta, 1991.
Benson, Nettie Lee. La Diputación provincial y el federalismo mexicano,.
México: UNAM/COLMEX, 1994.
11. Cuevas, Mariano. El libertador. Documentos selectos de don Agustín de
Iturbide. México: Patria, 1974.
di Tella, Torcuato. Política nacional y popular en México 1820-1847,
México, fce, 1994.
Flores Caballero, Romeo. De la contrarrevolución de Independencia. Los
españoles en la vida política, social y económica de México (1804-1838).
México: El Colegio de éxico, 1973.
Iturbide, Agustín de. Breve Manifiesto del que suscribe. México:
imprenta imperial de Alejandro Valdés, 1821.
—. Escritos diversos. ciudad de México: Conaculta, 2014.
Iturbide, Agustin de. Manifiesto al mundo, o sean apuntes para la
historia. México: Fideicomiso Teixidor/Libros del Umbral, 2001.
O`Gorman, Edmundo. La supervivencia política novohispana. Ciudad de
México: universidad Iberoamercana, 1986.
Ocampo, Javier. Las ideas de un día. El pueblo mexicano ante la
consumación de su independencia. ciudad de Mèxico: Conaculta , 2012.
Robertson, William Spence. Iturbide de México. ciudad de México:
Fondo de Cultura Económica , 2012.
La Independencia fue posible gracias al pacto de unidad entre los
diferentes grupos del virreinato y garantizado por el ejército. Véase
Antonio Annino, “El Pacto y la norma. Los orígenes de la legalidad
oligárquica en México”, en: Historias, número 5, inah, 1984, p. 11.
Francisco Castellanos, El trueno, gloria y martirio de Agustín de Iturbide,
México, Diana, 1982,
105. 105.
Mariano Cuevas, El libertador. Documentos selectos de Don Agustín de
Iturbide, México, Patria, 1974, p. 261.
Agustín de Iturbide, Manifiesto al Mundo, México, Fideicomiso
Teixidor/Libros del Umbral, 2001, p. 44.
12. Chiston I. Archer, “La Revolución militar de México: estrategia, tácticas y
logísticas durante la guerra de Independencia, 1810-1821”, en: Josefina
Vázquez (coordinadora), Interpretaciones de la Independencia de
México, México, 1997, p. 174.
Cfr, el Plan de Iguala, en especial los artículos 4 y 8, Véase, Álvaro
Matute, México en el siglo xix, México, unam, 1972, p. 227.
Edmundo O`Gorman, La supervivencia política novohispana, México,
Universidad Iberoamericana, 1986, p. 17.
Jaime E. Rodríguez O., El proceso de independencia de México, México,
Instituto Mora, 1992, p. 64.
Jaime E. Rodríguez O., “De súbditos de la corona a ciudadanos
republicanos”, en: Josefina Vázquez, (coordinadora) Interpretaciones de
la Independencia de México, México, Nueva Imagen, 1997, p. 67.
Agustín de Iturbide, op. cit., p. 52.
Jaime E. Rodríguez O., “Las Cortes mexicanas y el Congreso
Constituyente”, en: Virginia Guedea, La Independencia de México y el
proceso autonomista, México, unam, 2001, p. 295.
Agustín de Iturbide, op. cit, p. 67.
Lucas Alamán afirma que “Santa Anna le pidió (a Santa María) formase
un plan y redactase una proclama”. Historia de Méjico desde los
primeros movimientos que prepararon su independencia en el año de
1808 hasta la época presente, México, Jus, 1949, p. 436.
Juan Suárez y Navarro, Historia de México y del general Antonio López
de Santa Anna, México, Imprenta de Ignacio Cumplido, 1851, p. 24.
El Plan fue redactado por Gregorio Arana, entonces secretario particular
del general José Antonio Echávarri, Véase, Romeo Flores Caballero, La
contrarrevolución en la Independencia, México, colmex, 1973, p. 82.
Torcuato di Tella, Política nacional y popular en México 1820-1847,
México, fce, 1994, p. 141.
Lucas Alamán, op. cit., p. 448.
13. Agustín de Iturbide, op. cit., p. 69.
Jaime del Arenal Fenochio, “El programa político de Agustín de
Iturbide,” en: Historia Mexicana, núm., 189, julio/septiembre, 1988, p. 61.
Edmundo O´Gorman, op. cit, p. 25.
Timothy E. Anna, El Imperio de Iturbide, México, Conaculta, 1991, p. 32.
Agustín de Iturbide, op. cit., p.74.
¿Quieres recibir GRATIS nuestros Artículos Históricos? Haz Click Aquí
14. revistadehistoria.es
Ya nos siguen más de 61.000 fans en Facebook,
9.100 seguidores en Twitter, 5.500 +1 en Google+
y 17.000 cultas y selectas personas reciben
gratis nuestros artículos históricos por email.
Apúntate a nuestro selecto boletín, y te
avisaremos cuando publiquemos un nuevo
artículo histórico, para que lo leas cuando te
plazca.
Regístrate, amante de la
Historia
made with