Las lágrimas de una madre: Santa Mónica, madre de San Agustín
1. Una de las experiencias
más bellas que Dios me
regaló en mi estancia en
Roma fue poder visitar la
tumba de Santa Mónica en
la Basílica de San Agustín.
Allí de rodillas frente al
cuerpo de la santa, por su
intercesión, le he pedido al
Señor por mi mamá y por
todas las madres que ha
puesto en mi camino.
[…]quisiera brevemente
escribir unas líneas sobre
Santa Mónica, de manera
particular de su amor
convertido en súplicas y
oraciones por la conversión
de su hijo Agustín.
Creo que Santa Mónica
e n c a r n a d e m a n e r a
virtuosa lo que es propio de
l a v o c a c i ó n a l a
maternidad: amar a los
hijos, saberlos acompañar
en sus alegrías y dolores, y
sobre todo, hacer todo lo
que esté a su alcance para
rescatarlos de cualquier
situación que los ponga en
p e l i g r o f í s i c a o
espiritualmente.
Para conocer mejor a Santa
Mónica fijémonos en el
retrato que San Agustín,
con amor filial nos presenta
hermosamente al final del
capítulo 9 del libro IX de
Las Confesiones. Dice así
justo después de la muerte
de su madre: «Era sierva de
tus siervos, y cualesquiera
de ellos que la conocía te
alababa, honraba y amaba
mucho en ella, porque
advertía tu presencia en su
corazón por los frutos de su
santa conversación. Había
sido mujer de un solo
varón, había cumplido con
s u s p a d r e s , h a b í a
g o b e r n a d o s u c a s a
piadosamente y tenía
el testimonio de las buenas
obras, y había nutrido a sus
hijos, pariéndoles tantas
veces cuantas les veía
apartarse de ti. Por último,
Señor, ya que por tu gracia
nos dejas hablar a tus
siervos, de tal manera
cuidó de todos nosotros los
que antes de morir ella
vivíamos juntos, recibida
ya la gracia del bautismo,
como si fuera madre de
todos; y de tal modo nos
sirvió, como si fuese hija de
cada uno de nosotros» (IX,
9, 22)
Santa Mónica era ante todo
una mujer de profunda fe, y
esta fidelidad a Dios la
v i v í a a d e m á s c o n e l
hombre que tenía por
e s p o s o , q u e n o e r a
precisamente un “santo” o
modelo de padre de familia.
Sabemos también, por Las
Confesiones que el padre de
Agustín tenía un pésimo
genio, además de ser
alcohólico y mujeriego.
Santa Mónica, a pesar de
l a s a d v e r s i d a d e s , s e
mantuvo al lado de su
esposo, tratando siempre
de sacar adelante a su
familia. Era además, como
la describe San Agustín,
buena hija y ama de casa.
Madre e hija, Santa Mónica
cuidaba a todos como una
buena madre y servía a
todos como lo haría una
buena hija.
Santa Mónica –lo sabemos
por el testimonio de su
propio hijo– sufría porque
el inquieto Agustín buscaba
donde no debía, y tratando
de encontrar un sentido
para su vida terminó
enredándose en el mundo.
Como mujer de Dios le
afligía que su hijo se
perdiera espiritualmente.
Por esto lloraba, como lo
haría cualquier madre que
ve a su hijo descarriado, e
intentó muchas cosas pero
sobre todo aquello que toda
madre tiene a su alcance: la
oración. La fe de Santa
Mónica nos enseña que las
plegarias de una madre son
siempre escuchadas por el
Buen Dios.
En Las Confesiones leemos
esta frase que un obispo
dirigió a santa Mónica
luego que le pidiera ayuda
p a r a q u e s u h i j o
reencuentre la fe: «No es
posible que perezca el hijo
de tantas lágrimas» (III, 12,
21). El propio Agustín, tras
su conversión, rezando a
Dios dice: «mi madre, fiel
sierva tuya, lloraba en tu
presencia mucho más que
las demás madres suelen
llorar la muerte corporal
de sus hijos, porque veía
ella mi muerte con la fe y
espíritu que había recibido
de ti. Y tú la escuchaste,
Señor; tú la escuchaste y
n o d e s p r e c i a s t e s u s
lágrimas, que, corriendo
abundantes, regaban el
suelo allí donde hacía
o r a c i ó n ; s í , t ú l a
escuchaste, Señor» (III, 11,
19).
Efectivamente Dios la
escuchó, escuchó la súplica
de una madre que ama y le
concedió la gracia de la
conversión de su hijo.
Agradecida con Dios, Santa
Mónica al final de su vida
d i c e e s t a s p a l a b r a s :
«superabundantemente me
ha concedido esto mi
Dios» (IX, 10, 26). Dice el
Papa Francisco: «¡Aquello
por lo que ella lloraba, Dios
se lo dio abundantemente!
Y Agustín es heredero de
Mónica, de ella recibe la
semilla de la inquietud. He
aquí, entonces, la inquietud
del amor: buscar siempre,
sin descanso, el bien del
otro, de la persona amada,
con esa intensidad que
l l e v a i n c l u s o a l a s
lágrimas» (Homilía 23 de
agosto de 2013).
Creo que esto último que
menciona el Santo Padre es
propio de la maternidad:
b u s c a r s i e m p r e s i n
descanso el bien de los
hijos. Santa Mónica es por
ello modelo de toda madre
que quiere lo mejor para
sus hijos, modelo de mujer
con una fe inquebrantable
que supo ser madre hasta
su último suspiro. Tal fue
su testimonio de vida que
a n t e s u m u e r t e S a n
A g u s t í n e x p r e s a : « l a
muerte de mi madre no
tenía nada de lastimoso y
no era una muerte total: la
pureza de su vida lo
atestiguaba, y nosotros lo
c r e í a m o s c o n u n a fe
sincera y por razones
seguras» (IV, 9-11).
Recordemos el hermoso
ejemplo de Santa Mónica y
pidámosle que interceda
por todas las mujeres que
han recibido el don de la
maternidad, en especial
por aquellas madres que
sufren a causa de sus hijos
para que, en medio de su
d o l o r , p u e d a n s e r
poderosas intercesoras
ante a Dios a semejanza de
Santa María la Madre del
Señor Jesús.[…]
Mijailo Bokan Garay, teólogo
Año 13, nº 668 - 27 de agosto de 2017
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”
EL PÚLPITO
PARROQUIA DE NTRA. SRA. DE LA MEDALLA MILAGROSA
EL PUERTO DE SANTA MARÍA (CÁDIZ)
Santa Mónica
Domingo 21º del Tiempo Ordinario
Las lágrimas de una madre:
Santa Mónica, madre de San Agustín
2. PRIMERA LECTURA
(Is 22, 19-23)
“Colgaré de su hombro
la llave del palacio de David”
A s í d i c e e l S e ñ o r a S o b n á ,
mayordomo de palacio: “Te echaré
de tu puesto, te destituiré de tu
cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo,
a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu
túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus
poderes; será padre para los
habitantes de Jerusalén, para el
pueblo de Judá. Colgaré de su
hombro la llave del palacio de David:
lo que él abra nadie lo cerrará, lo que
él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré
como un clavo en sitio firme, dará un
trono glorioso a la casa paterna”.
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 137, 1-3.6.8)
R: Señor, tu misericordia es
eterna, no abandones la obra
de tus manos.
Te doy gracias, Señor,
de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré
para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre. R.
Por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa
supera a tu fama;
cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.
El Señor es sublime,
se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones
la obra de tus manos. R.
SEGUNDA LECTURA
(Rm 11, 33-36)
“¿Quién conoció la mente del
Señor? ¿Quién fue su consejero?”
¡Qué abismo de generosidad, de
sabiduría y de conocimiento, el de
D i o s ! ¡ Q u é i n s o n d a b l e s s u s
decisiones y qué irrastreables sus
caminos! ¿Quién conoció la mente
del Señor? ¿Quién fue su consejero?
¿Quién le ha dado primero, para que
él le devuelva? Él es el origen, guía y
meta del universo. A él la gloria por
los siglos. Amén.
SANTO EVANGELIO
(Mt 16, 13-20)
“Te daré las llaves
del reino de los cielos”
En aquel tiempo, al llegar a la región
de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó
a sus discípulos: “¿Quién dice la
gente que es el Hijo del hombre?”
Ellos contestaron: “Unos que Juan
Bautista, otros que Elías, otros que
Jeremías o uno de los profetas”. Él
les preguntó: “Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo?” Simón Pedro tomó
la palabra y dijo: “Tú eres el Mesías,
el Hijo de Dios vivo”. Jesús le
respondió: “¡Dichoso tú, Simón, hijo
de Jonás!, porque eso no te lo ha
revelado nadie de carne y hueso,
sino mi Padre que está en el cielo.
Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y
sobre esta piedra edificaré mi
Iglesia, y el poder del infierno no la
derrotará. Te daré las llaves del
reino de los cielos; lo que ates en la
tierra, quedará atado en el cielo, y lo
que desates en la tierra, quedará
desatado en el cielo”. Y les mandó a
los discípulos que no dijesen a nadie
que él era el Mesías.
“Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”
Parroquia de Ntra. Sra. de la Medalla Milagrosa. C/Federico García Lorca, s/n. Apdo. de correos, 164. 11.500 El Puerto de Santa María. Tlfno: 956 85 65 61.
Tiempo de oración
Lecturas de la próxima semana
(1ª semana del salterio)
Lunes 28: San Agustín
1Tes 1, 1-5.8b-10; Sal 149, 1-6.9; Mt 23, 13-22
Martes 29: Martirio de San Juan Bautista
Jer 1, 17-19; Sal 70, 1-6.15-17; Mc 6, 19.21–29
Miércoles 30: Santa Juana Jugán
1Tes 2, 9-13; Sal 138, 7-12; Mt 23, 27-32
Jueves 31: San Ramón Nonato
1Tes 3, 7-13; Sal 89, 3-4.12-14.17; Mt 24, 42-51
Viernes 1: San Josué
JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN PARA EL
CUIDADO DE LA CREACIÓN
1Tes 4, 1-8; Sal 96, 1-2.5-6.10-12; Mt 25, 1-13
Sábado 2: San Antonino
1Tes 4, 9-11; Sal 97, 1.7-9; Mt 25, 14-24.27-28
Domingo 3: San Gregorio Magno
Jer 20, 7-9; Sal 62, 2-6.8-9; Rm 12, 1-2;
Mt 16, 21-27
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