Una persona se dejó llevar y llegó a pensar que su mano y la de otra persona eran una sola, más de la otra persona que suya, debido a que la otra persona agarraba su mano con frecuencia. Esta persona se quejaba diariamente como una costumbre y devoción, ya que no empezaba ni terminaba el día sin quejarse, lamentarse o suspirar o llorar, sacado más por norma que por sentimiento o emoción clara.