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E S T U D I O Análisis del discurso 
Lenguaje no verbal y gestualidad: 
dos vertientes 
en los estudios del lenguaje 
Sergio Ortega y Rodríguez* 
Este trabajo tiene el objetivo de distinguir los campos del lenguaje en que se 
utiliza el gesto —el cuerpo o parte de él: manos, pies y piernas, cabeza, ojos— 
como un instrumento capaz de establecer una comunicación o de dar una in-formación 
en los intercambios humanos. Es muy común encontrar una confu-sión 
cuando se habla de gestos, aunque los estudios sistemáticos relacionados 
con la comunicación no verbal y la gestualidad se iniciaron hace cuatro déca-das. 
Nuestro propósito es dar a conocer los fines y elementos que diferencian 
estos dos campos del lenguaje, los cuales para su estudio se ubican en el aná-lisis 
del discurso. 
En una interacción humana estamos más atentos a la palabra que a los 
gestos que la acompañan. Si consideramos con Mehrabian y Birdwhistell que 
en una comunicación normal entre dos o más personas sólo 7% de los intercam-bios 
lo constituyen mensajes verbales, mientras que 93% restante es inter-cambio 
no verbal, tal pareciera que en los estudios del lenguaje hemos puesto 
mayor énfasis en la comunicación verbal y hemos dejado un poco de lado la 
otra parte, ampliamente significativa. Al gesto, como movimiento corporal, se 
le ha estudiado y explicado desde diferentes perspectivas. 
El estudio del movimiento corporal da origen a la disciplina denominada 
cinésica. La cinésica se basa en la observación y análisis de los movimientos (de 
manos, de brazos, pies y tronco) de todo el cuerpo humano y es “como [una] 
ciencia del comportamiento” (Birdwhistell 155) cuyo propósito es ocuparse 
“de deducir, partiendo de los cambios musculares característicos del cuerpo 
humano, aquellos agrupamientos de movimientos que son significativos para 
el proceso comunicativo” (Sankey 17) y comparte con otros modos de expre-sión 
como el tacto, el olfato, el espacio y el tiempo, el amplísimo mundo de la 
comunicación humana sin que exista necesariamente alguna conexión directa 
con el lenguaje oral. 
La gestualidad es el estudio de los gestos que forman un sistema coexpre-sivo 
entre la palabra y el movimiento corporal, y forma parte del sistema total 
de significación de la expresión lingüística. Gesto y oralidad son un solo acto 
en la comunicación humana. Es decir, tienen la cualidad de indivisibilidad, 
forman una unidad. 
De esta manera, los movimientos cinésicos, y en particular, aquello que se 
ha denominado gesto, son comportamientos comunicativos. En tanto, el gesto, 
* Profesor-investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP. 
revista de la facultad de filosofía y letras
62 
razón de ser de la gestualidad, es un componente que se pone en marcha en 
contexto de interacción y sólo se explica a partir de la lengua. De lo anterior 
debemos dejar en claro que, desde nuestro punto de vista, existen dos enfoques 
fundamentales para la investigación del gesto: 
a) Aquel que se orienta al estudio del gesto (y de los movimientos cor-porales) 
como síntoma de “algo”, es decir, como indicio de “algo”, 
llámese cualquier estado emocional o físico. A decir de Sebeok: “Los 
síntomas podrían ser leídos como communiqués recónditos sobre el 
mundo interior de un individuo” (Sebeok 60). El síntoma se siente y 
el gesto es la manifestación observable de ese estado que experimen-ta 
el individuo. Esta orientación es campo de investigación de la se-miótica, 
la sociología, la antropología, la historia y la psicología. 
b) Aquel que se orienta a ver el gesto como símbolo: como experiencia 
interaccional, que conlleva información múltiple, que forma parte 
del sistema lingüístico propiamente dicho. Pensamos sólo en símbo-los 
—dice Peirce—; la parte simbólica del signo es el concepto, y cada 
nuevo símbolo se ha originado en otros símbolos. El gesto es simbó-lico 
porque va más allá del simple movimiento, es evocador y signi-ficador 
de un mundo. 
Ahora bien, el camino del gesto, como el de las culturas, no es uniforme, 
transita entre obstáculos; unas veces se le define por convención, otras está di-luido 
entre las prácticas sociales; otras es aprendido en libros de comporta-miento, 
otras más es practicado por los actores dramáticos, o analizado por los 
estudiosos del comportamiento humano. Sin embargo, es siempre permanen-te, 
intenso en algunas culturas. El gesto es el testimonio del transcurrir del 
hombre en la línea temporal de las culturas. Señalaré como ejemplo dos mo-mentos 
al azar, claramente diferenciados, del gesto: el uso del gesto como in-dicativo 
de una situación o como exageración o afectación con propósitos de 
diferenciación, y el estudio del gesto como fuente de conocimiento en la in-teracción 
humana. 
1. EL RASTRO DEL GESTO 
En la cultura occidental, el gesto fue estudiado en cuanto a su utilidad desde 
la lejana antigüedad clásica. Cicerón en La invención Retórica y Marco Fabio 
Quintiliano en su Institución oratoria hablaban de la dispositio del orador para 
persuadir al auditorio; aquí el gesto ocupaba un primer lugar para crear y re-saltar 
la imagen del orador y enfatizar los movimientos estratégicos que mejor 
convenían a las diferentes causas que defendía. Dice el insigne Quintiliano: 
De los cómicos debemos también aprender el ademán para las narraciones, la au-toridad 
en el persuadir, con qué ademán se expresa la ira, y qué inflexión de voz 
requiere la compasión. (Quintiliano 73) 
Bajo el nombre de palestra entiendo a los que enseñan a reformar el ademán: v. gr. 
cuándo han de estar los brazos derechos, cómo se han de mover las manos con 
arte, y no con cierto aire rústico, cómo ha de tener el cuerpo la decente postura, 
moviendo los pies con destreza, y que el movimiento de cabeza y ojos no desdiga 
el de todo el cuerpo. Pues ninguno habrá que diga ser esto ajeno de la pronuncia-ción, 
y ésta de la retórica. (Quintiliano 74).
63 
E S T U D I O Análisis del discurso 
El gran orador latino nos manifiesta que en los documentos más antiguos 
de la cultura occidental, y se remite a la época heroica de los griegos, había una 
manifiesta inclinación por su conocimiento y uso: 
Por donde no es cosa ajena de propósito el aprender lo que debemos hacer en esta 
parte; y más cuando esta ley del ademán tuvo su origen en el tiempo de los 
héroes, y entre los griegos más insignes mereció la mayor aprobación; uno de los 
cuales fue Sócrates y Platón, quien la cuenta entre las virtudes civiles; y aún 
Crisipo en los preceptos sobre la educación de los hijos hace de ella mención. 
(Quintiliano74). 
Hace alusión a su maestro el arpinense, y señala: 
dice Cicerón en el Libro III Del Orador, que éste debe mover varonilmente el cuer-po, 
no como el cómico, como el que juega las armas y se ejercita en la lucha. El 
cual precepto hasta el día de hoy se observa sin que ninguno se atreva a tacharlo. 
En esto se ejercitará el niño (si vale mi dicho) únicamente los primeros años, y no 
por más tiempo, porque no pretendo que el ademán del orador sea como los mo-vimientos 
de un danzarín, sino que de este ejercicio en la niñez nos quede un cier-to 
hábito natural, y decente compostura del cuerpo, que una vez aprendida dure 
en adelante, aun sin querer. (Quintiliano 74). 
Así pues, el gesto es práctica social. Pondremos otros ejemplos: hay un gesto 
que se realiza levantando el dedo medio de la mano, derecha o izquierda, lla-mado 
cordial, manteniendo la mano cerrada y se considera emblemático 
(universal). Se trata de un gesto obsceno y nos viene de la cultura romana, ya 
“Marcial se refería a él: Rideto multum qui te, Sextille, cinaedum/Dixerit et digitum 
porrigito medium [Ríete mucho, Sextilo, de quien te ha llamado afeminado y le-vanta 
el dedo de en medio.]” (Fornés). 
El toque de la oreja era indicativo entre los latinos de varias situaciones, 
citaré una: “manus ab extrema aure pendere, es decir, colgar la mano del lóbulo 
de la oreja, si quien lo hacía era una mujer y si la oreja era del amante, quería 
decir que éste podía darse por enterado de que su pareja tenía una queja” 
(Fornés). 
Los historiadores, como los antropólogos y los psicólogos, pueden estudiar 
los gestos como un subsistema dentro del más amplio sistema de comunica-ción 
que denominamos “cultura” (Burke). Mencionaremos ahora algunos estu-dios 
que han llamado la atención de los investigadores y que nos permiten 
hacer un recorrido de los gestos por el mundo europeo. 
El historiador francés Jean-Claude Schmitt publicó en París, en 1981, un es-tudio 
centrado en los gestos en el siglo XII titulado Gestus/Gesticulatio, que for-ma 
parte de su Lexicographie du latin médiéval. En el caso de Inglaterra, por 
ejemplo, dicho interés puede observarse en los escritos de Francis Bacon y en 
la guía de John Bulwer acerca de los gestos de las manos, la Chirologia (1644), 
que afirmaba que esos ademanes “revelan el humor y el estado de ánimo”, así 
como en las observaciones de los viajeros en el extranjero, como John Evelyn, 
Thomas Coryate y Philip Skippon (Burke 92). 
En el caso de Francia, los escritos de Montaigne, Pascal, La Bruyére, La 
Rochefoucauld y Saint-Simon, lo mismo que la Teoría del arte de Charles Lebrun, 
contienen penetrantes análisis de los gestos. La historia de los ademanes y las 
posturas atrajeron la atención de eruditos y artistas como Nicolas Poussin 
(1594-1665), cuya Última Cena muestra que conocía la antigua costumbre 
revista de la facultad de filosofía y letras
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romana de comer reclinados. El Nouveau traité de la civilité (1671), de Antoine 
Courtin, ofrecía consejos prácticos, como recomendar a sus lectores que no cru-zaran 
las piernas ni hicieran ademanes grandilocuentes al hablar (Burke 92). 
Por cierto, las piernas cruzadas tienen distintos significados. En algunos contex-tos 
significaba poder y, en otros, falta de dignidad. La postura estaba prohibi-da 
para las mujeres, pero tampoco estaba siempre permitida para los hombres. 
Andrea Spínola (1526-1631), paladín italiano de la igualdad republicana, 
cuando este ideal ya estaba en decadencia, afirmaba que “había sido encarce-lado 
injustamente a causa de sus gesti del corpo, como su orgullosa manera de 
entrar en la sala y no haberse quedado derecho de pie ante el canciller” 
(Spínola 126). “El gobierno genovés consideraba estos gestos una forma de ‘in-solencia 
muda’, expresión que todavía se usa en el ejército británico y recor-datorio 
de que, al menos en algunos ámbitos, las reglas gestuales se siguen 
tomando en serio” (Burke 88). 
El arte del gesto (1616), del jurista Giovanni Bonifacio y La imitación de los 
antiguos investigada en los gestos de los napolitanos (1832), de Andrea di Jorio, que 
compara los ademanes representados en las vasijas y estatuas clásicas con lo 
que veía en las calles de Nápoles en su época (Burke 90), son documentos va-liosos 
para conocer la sociedad en su tiempo. Más ambicioso aún es un libro de 
Scipione Chiaramonti, publicado en Venecia en 1625, De conjectandis cuiusque 
moribus et latitantibus animi affectibus semiotike moralis, seu de signis, donde se 
analizan los gestos como parte de un estudio general de los signos o ?semió-tica’, 
como lo denominó el autor (Burke). 
La comedia en aquella época, primera mitad del sigo XVII, expresaba lo que 
ciertos gestos representaban en su entorno comunitario. Por ejemplo, en el acto I, 
escena 1 de Romero y Julieta, los criados de los Capuleto, Gregorio y Sansón 
dialogan, y este último dice: “Me morderé el pulgar mirándolos, lo cual es un 
oprobio para ellos, si lo aguantan” (Shakespeare 6). Este gesto era un signo de 
burla o de afrenta en la Italia de la época. Burke nos señala que John Evelyn 
(1955) confirma la existencia de este gesto: mittendosi la dita in bocca, como al-tamente 
ofensivo (Burke 91). 
Algunos historiadores del arte han comentado la representación de gestos 
de respeto, sumisión, saludo, oración, silencio, admonición, desesperación, or-gullo, 
agresión, que se presentan en algunas pinturas de la época. 
El contraste entre la gravedad española y la vivacidad francesa expuesto 
por Castiglione en El cortesano (libro 2, capítulo 37) se convirtió en un lugar 
común en el siglo XVII. El tratado de Carlos García, de 1617, La oposición y con-junción 
de los dos grandes luminares de la tierra, o la antipatía de franceses y españoles 
llamó la atención sobre las distintas formas en que caminaban, comían o 
usaban las manos. Manifiesta García que mientras el francés caminaba con la 
mano en la empuñadura de la espada y la capa sobre un hombro, el español 
caminaba como un gallo y se tiraba del bigote (García). 
Ha llegado a nuestras manos recientemente un texto publicado en Madrid 
en 1848, escrito por don Basilio Sebastián Castellanos de Lozada, quien fuera 
actuario de la Biblioteca Nacional de España y cuyo título es La galantería espa-ñola. 
Sistema y diccionario del lenguaje de la galantería, verdadera joya para 
conocer los lenguajes simbólicos de las flores, las piedras preciosas, las cintas 
y colores, los animales domésticos, las divisas y condecoraciones españolas y 
“un corto opúsculo sobre el lenguaje mímico-simbólico de la buena sociedad”, 
entre otros temas galantes.
65 
E S T U D I O Análisis del discurso 
Este pequeño recorrido que hemos realizado por la Europa Moderna pone 
en evidencia la importancia pragmática del gesto que identifica a los pueblos 
o las situaciones culturales. 
Más cercano a nosotros, en los tiempos contemporáneos, Whilhelm Wundt 
(1921/1973), el padre de la psicología, investigó el gesto en su propio labora-torio 
para encontrar que existen “gestos convencionales” y otros que son “es-pontáneos”. 
En el año de 1959 se inician los estudios formales sobre el lenguaje y la 
expresión corporal en las Universidades de Louisville, de Buffalo y en el Cen-tro 
de Estudios Superiores de las Ciencias del Comportamiento en los Estados 
Unidos de América. 
Ray L. Birdwhistell es uno de los pioneros en estos estudios, apoyado por las 
opiniones de científicos en diferentes disciplinas, como los lingüistas Norman 
A. McQuown, Charles Hockett, Henry Lee Smith Jr. y George L. Trager, el etnó-logo 
Gregory Bateson y los antropólogos Fred Eggan y Margaret Mead, entre 
otros. Todos ellos influidos evidentemente por los trabajos del sociólogo Erving 
Goffman y de sus aportes a los estudios de la interacción humana. 
El mismo Birdwhistell reconoce que el primer análisis antropológico de la 
actividad gestual lo realizó David Efron en 1942. Efron nos dotó de una cate-goría 
de gestos y fue el pionero, como señala McNeill (Hand and mind), del sis-tema 
de observar los gestos desde la vida misma. 
Siguieron los trabajos de Freedman y Hoffman (1967) desde la psicología 
y más tarde los de Paul Ekman y Wallace V. Friesen (1969), quienes han hecho 
aportaciones importantes para su clasificación y han trabajado con las emocio-nes 
y su representación gestual. 
Paul Ekman es reconocido por el estudio y la identificación facial de las 
seis emociones universales: miedo, asco, repulsión, alegría, sorpresa, enojo, an-gustia 
y tristeza, así como su repertorio de conductas no verbales. Además, 
escribió un libro fundamental de comportamiento psicológico: Cómo detectar 
mentiras (1985/1991) que es una herramienta para los políticos y para el Go-bierno 
de los Estados Unidos, en particular para el Departamento de Defensa 
y el FBI, y más adelante Por qué mienten los niños (1989/1999), un libro de ayuda 
para los padres. Este investigador ha recibido en tres ocasiones el Premio a la 
Investigación Científica del Instituto Nacional de la Salud Mental de su país. 
Además, ha sido profesor de psicología y director de Human Interaction 
Laboratory de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San 
Francisco, y ha dedicado treinta años a la investigación de las emociones, de tal 
manera que es un auténtico maestro en la lectura de las emociones y de las ex-presiones 
faciales. Se puede decir que es el mayor experto en el mundo en el 
campo de la expresión facial de las emociones. 
En definitiva, cada día es más creciente el número de investigadores que se 
interesan por el lenguaje del rostro y estudios de patrones de miradas y otras 
expresiones faciales, incluso de los movimientos oculares, todo ello arroja un 
sentido comunicativo que hay que desentrañar. 
Este pequeño recorrido alrededor del gesto nos advierte que ha sido mo-tivo 
de todo tipo de investigaciones, lo que nos habla de la riqueza expresiva 
del cuerpo humano. Si observamos con cuidado, todas ellas ponen énfasis en 
el nivel comunicativo del gesto. 
Ahora bien, la cinésica es un campo fértil y todavía extenso que hay que 
desbrozar. Sin embargo, el gesto va más allá de su valor indicativo, está también 
revista de la facultad de filosofía y letras
66 
ligado necesaria e indisolublemente al lenguaje simbólico. Así, nuestra intención 
es revalorar y reintegrar el gesto y la disciplina llamada gestualidad al lugar que 
debe ocupar dentro de los estudios de la lengua, en particular dentro de la so-cio- 
lingüística-pragmática. 
2. LA PALABRA Y EL GESTO 
La gestualidad es una disciplina desarrollada a partir del estudio del uso si-multáneo 
de la palabra y el gesto. 
Señalaremos que el investigador que mayores aportaciones teóricas ha he-cho 
al examen del gesto es Adam Kendon, pues le da su ubicación dentro de 
los estudios del lenguaje sin confrontación con otras disciplinas que se ocupan 
de él. En 1980, hace una contribución significativa al conocimiento del lenguaje 
no verbal: su ordenamiento y clasificación, lo cual dio como resultado el con-tinuum, 
llamado así por McNeill, del comportamiento verbal comunicativo. 
Más tarde McNeill (Language and Gesture) precisa el continuum y aparece el gesto 
en relación con el habla de la siguiente manera: 
Gesticulación Î Emblemas Î Pantomima Î Lenguajes Î Sígnicos 
Cuadro 1. Aquí podemos observar que si nos movemos hacia la derecha existirá una menor dependencia lingüística 
hasta desaparecer ésta y crearse otro sistema (lenguajes sígnicos como el de los sordomudos), en tanto que si nos 
movemos hacia la izquierda la dependencia lingüística será mayor. 
Este orden nos permite observar la dependencia del comportamiento no 
verbal con el lenguaje oral. Haremos la descripción de cada uno de ellos de 
derecha a izquierda: 
1) Las gesticulaciones son movimientos idiosincrásicos espontáneos de 
las manos y los brazos acompañados de habla. La gesticulación siem-pre 
ocurre en presencia del habla (McNeill Hand and Mind 37). 
2) Los emblemas son los gestos familiares enfáticos. “Constan, por regla 
general, de una o dos palabras o incluso una frase completa. Esta 
definición verbal o traducción del emblema es bien conocida por to-dos 
los miembros de un grupo, clase o cultura ... Las personas son 
casi siempre conscientes del uso de sus emblemas, es decir, saben en 
qué momento están utilizando un emblema, pueden repetirlo si así 
se les pide y se harán responsables de él a nivel comunicativo” 
(Ekman y Friesen 71). El emblema es un gesto que posee un equiva-lente 
verbal sin ambigüedades en una cultura determinada. Kendon 
argumenta que “un emblema no surge de otros emblemas pero en 
muchos casos puede iniciarse con un gesto icónico que fue ritualiza-do 
y estabilizado como parte de un código gestual” (McNeill 
[Kendon 1981] Language and Gesture 60). 
3) En la pantomima “las manos describen objetos y acciones pero el diá-logo 
no es obligatorio”. (McNeill Hand and Mind 37). “ ... su cualidad 
simbólica radica en imitar sucesos reales” (Rebel 59). 
4) Los lenguajes sígnicos son “sistemas lingüísticos completos con seg-mentación, 
composición, léxico y sintagmática; no son distintivos ni 
son arbitrarios, son estandarizados en su forma y tienen una comu-
67 
E S T U D I O Análisis del discurso 
nidad de usuarios”. (McNeill Hand and Mind 38), por ejemplo, los 
signos de los sordomudos y los signos de los obreros, entre otros. 
Esto nos permite observar la fluidez con la que transitan y operan el gesto y la 
palabra en este continuum, algunas veces bien definidos (encasillados), otras en 
los límites o entremezclándose entre ellos. Así, gracias a Kendon, podemos 
identificar la mayor o menor dependencia lingüística del gesto. 
Por tanto, el mundo de la gestualidad que nos interesa investigar parece 
estar delimitado; sin embargo, el continuum es similar a un espectro luminoso, 
pues parece una banda matizada de diferentes colores que se entremezclan y 
emergen de uno solo. 
Así, salta a la vista que en la gestualidad no hay separación entre lengua-je 
gestual y lenguaje hablado; y entendemos que 1) cada gesto es elaborado, 
recreado y significado por la cultura; al mismo tiempo, que gesto y habla 2) 
ocurren simultáneamente, que también 3) se sincronizan perfectamente, y lo 
que es más importante 4) son semántica y pragmáticamente coexpresivos, es 
decir, su uso y contenido significativo son dependientes y compartidos socio-culturalmente. 
Ahora bien, en relación con el gesto propiamente dicho, es fundamental 
para este artículo definir dos de sus características y mecánicas: los gestos que 
son ilustrativos y aquellos que no lo son. Se considera un gesto como ilustra-tivo 
cuando hace referencia a algún elemento representado visualmente; puede 
ser un concepto, un objeto o una situación que se ha enunciado verbalmente y, 
con un movimiento corporal (de las manos, el tronco, la cabeza, las piernas), el 
hablante lo crea, lo muestra, lo dibuja o lo señala, aunque este elemento esté 
presente, sea imaginado, esté ausente físicamente y/o constituya una abstrac-ción. 
Estos gestos ilustrativos se efectúan en tres movimientos que McNeill 
(Hand and Mind denomina fases: primera fase, el gesto como movimiento se 
origina en un lugar físico en el cuerpo humano (preparation) y la mano (o en su 
caso tronco, cabeza o pierna) se desplaza hacia otro espacio (inmediato o pe-riférico 
al cuerpo) donde se hace el gesto como tal, segunda fase. Este lugar de 
realización gestual recibe el nombre de “golpe” (stroke). Tercera fase, la mano 
(o la parte del cuerpo que se utilizó para realizar el gesto) se retrae (retraction) 
a otra posición o vuelve a su posición inicial. Los gestos no ilustrativos carecen 
de representación visual, sirven para confirmar o desconfirmar una acción dis-cursiva. 
Se distinguen porque tienen dos fases en el movimiento: dentro y fue-ra, 
arriba y abajo. 
Dicho lo anterior, enumeraremos las principales propiedades del gesto. A 
saber, el gesto: 
a) Es global. “El sentido de las partes de un gesto son determinadas por 
el todo” (McNeill Hand and Mind 41). 
b) Es sitético. “Los diferentes sentidos de los segmentos son sintetizados 
al interior de un simple o singular gesto” (McNeill Hand and Mind 41). 
Estas dos propiedades, la propiedad global y la sintética, contrastan 
con la combinación de linealidad-segmentación, que es la propiedad 
del habla y de los signos del lenguaje. 
c) No se combina. Los gestos no se combinan para crear estructuras y for-mas 
largas y jerárquicas (carecen de una sintaxis). “La mayoría de los 
gestos son uno para una cláusula oracional pero, cuando hay gestos 
revista de la facultad de filosofía y letras
68 
sucesivos sin una cláusula, cada uno corresponde a una idea unida en 
y para sí misma” (McNeill Hand and Mind 41). “Ninguna de las pro-piedades 
formales del primer gesto estaría presente en el segundo 
gesto” (McNeill 3). 
d) Es sensible al contexto. Cada gesto es creado en el momento del habla 
y subraya o destaca qué es lo relevante en lo dicho, y la misma idea 
puede ser referida por un gesto que además puede cambiar su for-ma. 
Esta propiedad es mostrada cuando comparamos un gesto sim-ple 
de un hablante con una idea en diferente contexto, donde la 
forma del gesto cambia para subrayar diferentes aspectos contextua-les. 
(McNeill Hand and Mind). Es decir, es dependiente del contexto 
igual que el signo lingüístico. 
e) Es rítmico. Los gestos están integrados al aparato lingüístico. Sin em-bargo, 
anticipan el enunciado en su fase preparatoria y se sincronizan 
en la fase del “golpe” al momento de ser pronunciada la sílaba tónica 
de la palabra y nunca después de ella. (McNeill Hand and Mind 1992). 
Ahora, veremos cómo define McNeill a cada uno de los componentes de su 
tipología: 
a) Icónicos. El gesto hace alusión al contenido semántico del habla 
(McNeill Hand and Mind). “Presenta imágenes o representaciones vi-suales 
de objetos concretos”. (Montes 251). 
b) Metafóricos. Estos son como los gestos icónicos en el sentido de que 
son imágenes, pero su contenido pictórico presenta una idea abstrac-ta 
en vez de un objeto concreto o un evento. El gesto presenta una 
imagen de algo no visible, una imagen de una abstracción. El gesto 
muestra una comparación de un concepto, una imagen visual o kiné-sica 
que nosotros sentimos que es, de alguna manera, similar a un 
concepto. 
c) Deícticos. El gesto indicativo o deíctico tiene la función obvia de se-ñalar 
objetos y eventos en el mundo concreto, pero también juega 
una parte incluso importante allí donde no hay objetivamente pre-sente 
nada que indicar. La mayoría de los gestos indicativos o deíc-ticos 
en la narrativa o en la conversación son referencias a elementos 
abstractos. Los deícticos “son gestos que indican o señalan referen-tes 
u objetos en el contexto, de manera similar a los deícticos verba-les 
(por ejemplo, los demostrativos) a los que muchas veces 
acompañan. Con todo, también pueden darse casos de usos de deíc-ticos 
“abstractos” (abstract pointing) [Haviland 2000] en los que los 
referentes que se utilizan están en el discurso y no físicamente en el 
contexto” (Montes 251-252); y como podemos ver son considerados 
ilustrativos. 
d) Batutas. Un cuarto tipo de gesto es el compás. Son llamados compa-ses 
porque son como una batuta que marca el compás de la música. 
Las manos se mueven con el ritmo de la pulsación del habla, aunque 
la sincronía no sea absolutamente perfecta. Se distingue el compás 
porque tiene dos fases en el movimiento: dentro y fuera, arriba y 
abajo. Mientras que, recordemos, los icónicos y metafóricos presen-tan 
tres fases.
69 
E S T U D I O Análisis del discurso 
e) Fallas en el habla o buttterworths. Son gestos que intentan reparar 
una falla en el habla. Su estudio lo inició Brian Butterworth 
(Butterworth y Beattie 1978) y de ahí toma su nombre. 
La observación minuciosa del movimiento corporal y del habla, en un acto si-multáneo, 
nos permite clasificar, en primer término, el gesto. Esta acción de 
observar el gesto y de ubicarlo en el contexto en que se realiza la interacción, 
origina un mundo de posibilidades simbólicas. 
En conclusión, encontramos que existen dos vertientes de observación y 
análisis del gesto: 1. la que considera al gesto como síntoma o indicativo de 
algo y, 2. la que lo mira como una construcción simbólica. La primera pertene-ce 
al ámbito de los estudios de la comunicación humana y, la segunda, al ám-bito 
de la lingüística-prágmática donde se le estudia como una estrategia de la 
interacción. 
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Shakespeare, William. Tragedias. México: Cumbre-Grolier, 1982. 
Sankey, Rayo. Cinésica y semiótica. Una doble visión de la comunicación no verbal. Méxi-co: 
BUAP. Serie: Apoyo a la docencia, 1998. 
Sebeok, Thomas A. Signos: una introducción a la semiótica. Barcelona: Paidós, 1996. 
Spinola, Andrea. Scritti scelti. Génova: De Carlo Bitossi, 1981. 
Wundt, Wilhelm. The Language of Gesture. The Hague: Mouton, 1973. 
O T R A S F U E N T E S 
Fornés, M. Antonia. www.tvcatalunya.com (2004).

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6 lenguaje no verbal y gestualidad

  • 1. 61 E S T U D I O Análisis del discurso Lenguaje no verbal y gestualidad: dos vertientes en los estudios del lenguaje Sergio Ortega y Rodríguez* Este trabajo tiene el objetivo de distinguir los campos del lenguaje en que se utiliza el gesto —el cuerpo o parte de él: manos, pies y piernas, cabeza, ojos— como un instrumento capaz de establecer una comunicación o de dar una in-formación en los intercambios humanos. Es muy común encontrar una confu-sión cuando se habla de gestos, aunque los estudios sistemáticos relacionados con la comunicación no verbal y la gestualidad se iniciaron hace cuatro déca-das. Nuestro propósito es dar a conocer los fines y elementos que diferencian estos dos campos del lenguaje, los cuales para su estudio se ubican en el aná-lisis del discurso. En una interacción humana estamos más atentos a la palabra que a los gestos que la acompañan. Si consideramos con Mehrabian y Birdwhistell que en una comunicación normal entre dos o más personas sólo 7% de los intercam-bios lo constituyen mensajes verbales, mientras que 93% restante es inter-cambio no verbal, tal pareciera que en los estudios del lenguaje hemos puesto mayor énfasis en la comunicación verbal y hemos dejado un poco de lado la otra parte, ampliamente significativa. Al gesto, como movimiento corporal, se le ha estudiado y explicado desde diferentes perspectivas. El estudio del movimiento corporal da origen a la disciplina denominada cinésica. La cinésica se basa en la observación y análisis de los movimientos (de manos, de brazos, pies y tronco) de todo el cuerpo humano y es “como [una] ciencia del comportamiento” (Birdwhistell 155) cuyo propósito es ocuparse “de deducir, partiendo de los cambios musculares característicos del cuerpo humano, aquellos agrupamientos de movimientos que son significativos para el proceso comunicativo” (Sankey 17) y comparte con otros modos de expre-sión como el tacto, el olfato, el espacio y el tiempo, el amplísimo mundo de la comunicación humana sin que exista necesariamente alguna conexión directa con el lenguaje oral. La gestualidad es el estudio de los gestos que forman un sistema coexpre-sivo entre la palabra y el movimiento corporal, y forma parte del sistema total de significación de la expresión lingüística. Gesto y oralidad son un solo acto en la comunicación humana. Es decir, tienen la cualidad de indivisibilidad, forman una unidad. De esta manera, los movimientos cinésicos, y en particular, aquello que se ha denominado gesto, son comportamientos comunicativos. En tanto, el gesto, * Profesor-investigador de la Facultad de Filosofía y Letras de la BUAP. revista de la facultad de filosofía y letras
  • 2. 62 razón de ser de la gestualidad, es un componente que se pone en marcha en contexto de interacción y sólo se explica a partir de la lengua. De lo anterior debemos dejar en claro que, desde nuestro punto de vista, existen dos enfoques fundamentales para la investigación del gesto: a) Aquel que se orienta al estudio del gesto (y de los movimientos cor-porales) como síntoma de “algo”, es decir, como indicio de “algo”, llámese cualquier estado emocional o físico. A decir de Sebeok: “Los síntomas podrían ser leídos como communiqués recónditos sobre el mundo interior de un individuo” (Sebeok 60). El síntoma se siente y el gesto es la manifestación observable de ese estado que experimen-ta el individuo. Esta orientación es campo de investigación de la se-miótica, la sociología, la antropología, la historia y la psicología. b) Aquel que se orienta a ver el gesto como símbolo: como experiencia interaccional, que conlleva información múltiple, que forma parte del sistema lingüístico propiamente dicho. Pensamos sólo en símbo-los —dice Peirce—; la parte simbólica del signo es el concepto, y cada nuevo símbolo se ha originado en otros símbolos. El gesto es simbó-lico porque va más allá del simple movimiento, es evocador y signi-ficador de un mundo. Ahora bien, el camino del gesto, como el de las culturas, no es uniforme, transita entre obstáculos; unas veces se le define por convención, otras está di-luido entre las prácticas sociales; otras es aprendido en libros de comporta-miento, otras más es practicado por los actores dramáticos, o analizado por los estudiosos del comportamiento humano. Sin embargo, es siempre permanen-te, intenso en algunas culturas. El gesto es el testimonio del transcurrir del hombre en la línea temporal de las culturas. Señalaré como ejemplo dos mo-mentos al azar, claramente diferenciados, del gesto: el uso del gesto como in-dicativo de una situación o como exageración o afectación con propósitos de diferenciación, y el estudio del gesto como fuente de conocimiento en la in-teracción humana. 1. EL RASTRO DEL GESTO En la cultura occidental, el gesto fue estudiado en cuanto a su utilidad desde la lejana antigüedad clásica. Cicerón en La invención Retórica y Marco Fabio Quintiliano en su Institución oratoria hablaban de la dispositio del orador para persuadir al auditorio; aquí el gesto ocupaba un primer lugar para crear y re-saltar la imagen del orador y enfatizar los movimientos estratégicos que mejor convenían a las diferentes causas que defendía. Dice el insigne Quintiliano: De los cómicos debemos también aprender el ademán para las narraciones, la au-toridad en el persuadir, con qué ademán se expresa la ira, y qué inflexión de voz requiere la compasión. (Quintiliano 73) Bajo el nombre de palestra entiendo a los que enseñan a reformar el ademán: v. gr. cuándo han de estar los brazos derechos, cómo se han de mover las manos con arte, y no con cierto aire rústico, cómo ha de tener el cuerpo la decente postura, moviendo los pies con destreza, y que el movimiento de cabeza y ojos no desdiga el de todo el cuerpo. Pues ninguno habrá que diga ser esto ajeno de la pronuncia-ción, y ésta de la retórica. (Quintiliano 74).
  • 3. 63 E S T U D I O Análisis del discurso El gran orador latino nos manifiesta que en los documentos más antiguos de la cultura occidental, y se remite a la época heroica de los griegos, había una manifiesta inclinación por su conocimiento y uso: Por donde no es cosa ajena de propósito el aprender lo que debemos hacer en esta parte; y más cuando esta ley del ademán tuvo su origen en el tiempo de los héroes, y entre los griegos más insignes mereció la mayor aprobación; uno de los cuales fue Sócrates y Platón, quien la cuenta entre las virtudes civiles; y aún Crisipo en los preceptos sobre la educación de los hijos hace de ella mención. (Quintiliano74). Hace alusión a su maestro el arpinense, y señala: dice Cicerón en el Libro III Del Orador, que éste debe mover varonilmente el cuer-po, no como el cómico, como el que juega las armas y se ejercita en la lucha. El cual precepto hasta el día de hoy se observa sin que ninguno se atreva a tacharlo. En esto se ejercitará el niño (si vale mi dicho) únicamente los primeros años, y no por más tiempo, porque no pretendo que el ademán del orador sea como los mo-vimientos de un danzarín, sino que de este ejercicio en la niñez nos quede un cier-to hábito natural, y decente compostura del cuerpo, que una vez aprendida dure en adelante, aun sin querer. (Quintiliano 74). Así pues, el gesto es práctica social. Pondremos otros ejemplos: hay un gesto que se realiza levantando el dedo medio de la mano, derecha o izquierda, lla-mado cordial, manteniendo la mano cerrada y se considera emblemático (universal). Se trata de un gesto obsceno y nos viene de la cultura romana, ya “Marcial se refería a él: Rideto multum qui te, Sextille, cinaedum/Dixerit et digitum porrigito medium [Ríete mucho, Sextilo, de quien te ha llamado afeminado y le-vanta el dedo de en medio.]” (Fornés). El toque de la oreja era indicativo entre los latinos de varias situaciones, citaré una: “manus ab extrema aure pendere, es decir, colgar la mano del lóbulo de la oreja, si quien lo hacía era una mujer y si la oreja era del amante, quería decir que éste podía darse por enterado de que su pareja tenía una queja” (Fornés). Los historiadores, como los antropólogos y los psicólogos, pueden estudiar los gestos como un subsistema dentro del más amplio sistema de comunica-ción que denominamos “cultura” (Burke). Mencionaremos ahora algunos estu-dios que han llamado la atención de los investigadores y que nos permiten hacer un recorrido de los gestos por el mundo europeo. El historiador francés Jean-Claude Schmitt publicó en París, en 1981, un es-tudio centrado en los gestos en el siglo XII titulado Gestus/Gesticulatio, que for-ma parte de su Lexicographie du latin médiéval. En el caso de Inglaterra, por ejemplo, dicho interés puede observarse en los escritos de Francis Bacon y en la guía de John Bulwer acerca de los gestos de las manos, la Chirologia (1644), que afirmaba que esos ademanes “revelan el humor y el estado de ánimo”, así como en las observaciones de los viajeros en el extranjero, como John Evelyn, Thomas Coryate y Philip Skippon (Burke 92). En el caso de Francia, los escritos de Montaigne, Pascal, La Bruyére, La Rochefoucauld y Saint-Simon, lo mismo que la Teoría del arte de Charles Lebrun, contienen penetrantes análisis de los gestos. La historia de los ademanes y las posturas atrajeron la atención de eruditos y artistas como Nicolas Poussin (1594-1665), cuya Última Cena muestra que conocía la antigua costumbre revista de la facultad de filosofía y letras
  • 4. 64 romana de comer reclinados. El Nouveau traité de la civilité (1671), de Antoine Courtin, ofrecía consejos prácticos, como recomendar a sus lectores que no cru-zaran las piernas ni hicieran ademanes grandilocuentes al hablar (Burke 92). Por cierto, las piernas cruzadas tienen distintos significados. En algunos contex-tos significaba poder y, en otros, falta de dignidad. La postura estaba prohibi-da para las mujeres, pero tampoco estaba siempre permitida para los hombres. Andrea Spínola (1526-1631), paladín italiano de la igualdad republicana, cuando este ideal ya estaba en decadencia, afirmaba que “había sido encarce-lado injustamente a causa de sus gesti del corpo, como su orgullosa manera de entrar en la sala y no haberse quedado derecho de pie ante el canciller” (Spínola 126). “El gobierno genovés consideraba estos gestos una forma de ‘in-solencia muda’, expresión que todavía se usa en el ejército británico y recor-datorio de que, al menos en algunos ámbitos, las reglas gestuales se siguen tomando en serio” (Burke 88). El arte del gesto (1616), del jurista Giovanni Bonifacio y La imitación de los antiguos investigada en los gestos de los napolitanos (1832), de Andrea di Jorio, que compara los ademanes representados en las vasijas y estatuas clásicas con lo que veía en las calles de Nápoles en su época (Burke 90), son documentos va-liosos para conocer la sociedad en su tiempo. Más ambicioso aún es un libro de Scipione Chiaramonti, publicado en Venecia en 1625, De conjectandis cuiusque moribus et latitantibus animi affectibus semiotike moralis, seu de signis, donde se analizan los gestos como parte de un estudio general de los signos o ?semió-tica’, como lo denominó el autor (Burke). La comedia en aquella época, primera mitad del sigo XVII, expresaba lo que ciertos gestos representaban en su entorno comunitario. Por ejemplo, en el acto I, escena 1 de Romero y Julieta, los criados de los Capuleto, Gregorio y Sansón dialogan, y este último dice: “Me morderé el pulgar mirándolos, lo cual es un oprobio para ellos, si lo aguantan” (Shakespeare 6). Este gesto era un signo de burla o de afrenta en la Italia de la época. Burke nos señala que John Evelyn (1955) confirma la existencia de este gesto: mittendosi la dita in bocca, como al-tamente ofensivo (Burke 91). Algunos historiadores del arte han comentado la representación de gestos de respeto, sumisión, saludo, oración, silencio, admonición, desesperación, or-gullo, agresión, que se presentan en algunas pinturas de la época. El contraste entre la gravedad española y la vivacidad francesa expuesto por Castiglione en El cortesano (libro 2, capítulo 37) se convirtió en un lugar común en el siglo XVII. El tratado de Carlos García, de 1617, La oposición y con-junción de los dos grandes luminares de la tierra, o la antipatía de franceses y españoles llamó la atención sobre las distintas formas en que caminaban, comían o usaban las manos. Manifiesta García que mientras el francés caminaba con la mano en la empuñadura de la espada y la capa sobre un hombro, el español caminaba como un gallo y se tiraba del bigote (García). Ha llegado a nuestras manos recientemente un texto publicado en Madrid en 1848, escrito por don Basilio Sebastián Castellanos de Lozada, quien fuera actuario de la Biblioteca Nacional de España y cuyo título es La galantería espa-ñola. Sistema y diccionario del lenguaje de la galantería, verdadera joya para conocer los lenguajes simbólicos de las flores, las piedras preciosas, las cintas y colores, los animales domésticos, las divisas y condecoraciones españolas y “un corto opúsculo sobre el lenguaje mímico-simbólico de la buena sociedad”, entre otros temas galantes.
  • 5. 65 E S T U D I O Análisis del discurso Este pequeño recorrido que hemos realizado por la Europa Moderna pone en evidencia la importancia pragmática del gesto que identifica a los pueblos o las situaciones culturales. Más cercano a nosotros, en los tiempos contemporáneos, Whilhelm Wundt (1921/1973), el padre de la psicología, investigó el gesto en su propio labora-torio para encontrar que existen “gestos convencionales” y otros que son “es-pontáneos”. En el año de 1959 se inician los estudios formales sobre el lenguaje y la expresión corporal en las Universidades de Louisville, de Buffalo y en el Cen-tro de Estudios Superiores de las Ciencias del Comportamiento en los Estados Unidos de América. Ray L. Birdwhistell es uno de los pioneros en estos estudios, apoyado por las opiniones de científicos en diferentes disciplinas, como los lingüistas Norman A. McQuown, Charles Hockett, Henry Lee Smith Jr. y George L. Trager, el etnó-logo Gregory Bateson y los antropólogos Fred Eggan y Margaret Mead, entre otros. Todos ellos influidos evidentemente por los trabajos del sociólogo Erving Goffman y de sus aportes a los estudios de la interacción humana. El mismo Birdwhistell reconoce que el primer análisis antropológico de la actividad gestual lo realizó David Efron en 1942. Efron nos dotó de una cate-goría de gestos y fue el pionero, como señala McNeill (Hand and mind), del sis-tema de observar los gestos desde la vida misma. Siguieron los trabajos de Freedman y Hoffman (1967) desde la psicología y más tarde los de Paul Ekman y Wallace V. Friesen (1969), quienes han hecho aportaciones importantes para su clasificación y han trabajado con las emocio-nes y su representación gestual. Paul Ekman es reconocido por el estudio y la identificación facial de las seis emociones universales: miedo, asco, repulsión, alegría, sorpresa, enojo, an-gustia y tristeza, así como su repertorio de conductas no verbales. Además, escribió un libro fundamental de comportamiento psicológico: Cómo detectar mentiras (1985/1991) que es una herramienta para los políticos y para el Go-bierno de los Estados Unidos, en particular para el Departamento de Defensa y el FBI, y más adelante Por qué mienten los niños (1989/1999), un libro de ayuda para los padres. Este investigador ha recibido en tres ocasiones el Premio a la Investigación Científica del Instituto Nacional de la Salud Mental de su país. Además, ha sido profesor de psicología y director de Human Interaction Laboratory de la Facultad de Medicina de la Universidad de California en San Francisco, y ha dedicado treinta años a la investigación de las emociones, de tal manera que es un auténtico maestro en la lectura de las emociones y de las ex-presiones faciales. Se puede decir que es el mayor experto en el mundo en el campo de la expresión facial de las emociones. En definitiva, cada día es más creciente el número de investigadores que se interesan por el lenguaje del rostro y estudios de patrones de miradas y otras expresiones faciales, incluso de los movimientos oculares, todo ello arroja un sentido comunicativo que hay que desentrañar. Este pequeño recorrido alrededor del gesto nos advierte que ha sido mo-tivo de todo tipo de investigaciones, lo que nos habla de la riqueza expresiva del cuerpo humano. Si observamos con cuidado, todas ellas ponen énfasis en el nivel comunicativo del gesto. Ahora bien, la cinésica es un campo fértil y todavía extenso que hay que desbrozar. Sin embargo, el gesto va más allá de su valor indicativo, está también revista de la facultad de filosofía y letras
  • 6. 66 ligado necesaria e indisolublemente al lenguaje simbólico. Así, nuestra intención es revalorar y reintegrar el gesto y la disciplina llamada gestualidad al lugar que debe ocupar dentro de los estudios de la lengua, en particular dentro de la so-cio- lingüística-pragmática. 2. LA PALABRA Y EL GESTO La gestualidad es una disciplina desarrollada a partir del estudio del uso si-multáneo de la palabra y el gesto. Señalaremos que el investigador que mayores aportaciones teóricas ha he-cho al examen del gesto es Adam Kendon, pues le da su ubicación dentro de los estudios del lenguaje sin confrontación con otras disciplinas que se ocupan de él. En 1980, hace una contribución significativa al conocimiento del lenguaje no verbal: su ordenamiento y clasificación, lo cual dio como resultado el con-tinuum, llamado así por McNeill, del comportamiento verbal comunicativo. Más tarde McNeill (Language and Gesture) precisa el continuum y aparece el gesto en relación con el habla de la siguiente manera: Gesticulación Î Emblemas Î Pantomima Î Lenguajes Î Sígnicos Cuadro 1. Aquí podemos observar que si nos movemos hacia la derecha existirá una menor dependencia lingüística hasta desaparecer ésta y crearse otro sistema (lenguajes sígnicos como el de los sordomudos), en tanto que si nos movemos hacia la izquierda la dependencia lingüística será mayor. Este orden nos permite observar la dependencia del comportamiento no verbal con el lenguaje oral. Haremos la descripción de cada uno de ellos de derecha a izquierda: 1) Las gesticulaciones son movimientos idiosincrásicos espontáneos de las manos y los brazos acompañados de habla. La gesticulación siem-pre ocurre en presencia del habla (McNeill Hand and Mind 37). 2) Los emblemas son los gestos familiares enfáticos. “Constan, por regla general, de una o dos palabras o incluso una frase completa. Esta definición verbal o traducción del emblema es bien conocida por to-dos los miembros de un grupo, clase o cultura ... Las personas son casi siempre conscientes del uso de sus emblemas, es decir, saben en qué momento están utilizando un emblema, pueden repetirlo si así se les pide y se harán responsables de él a nivel comunicativo” (Ekman y Friesen 71). El emblema es un gesto que posee un equiva-lente verbal sin ambigüedades en una cultura determinada. Kendon argumenta que “un emblema no surge de otros emblemas pero en muchos casos puede iniciarse con un gesto icónico que fue ritualiza-do y estabilizado como parte de un código gestual” (McNeill [Kendon 1981] Language and Gesture 60). 3) En la pantomima “las manos describen objetos y acciones pero el diá-logo no es obligatorio”. (McNeill Hand and Mind 37). “ ... su cualidad simbólica radica en imitar sucesos reales” (Rebel 59). 4) Los lenguajes sígnicos son “sistemas lingüísticos completos con seg-mentación, composición, léxico y sintagmática; no son distintivos ni son arbitrarios, son estandarizados en su forma y tienen una comu-
  • 7. 67 E S T U D I O Análisis del discurso nidad de usuarios”. (McNeill Hand and Mind 38), por ejemplo, los signos de los sordomudos y los signos de los obreros, entre otros. Esto nos permite observar la fluidez con la que transitan y operan el gesto y la palabra en este continuum, algunas veces bien definidos (encasillados), otras en los límites o entremezclándose entre ellos. Así, gracias a Kendon, podemos identificar la mayor o menor dependencia lingüística del gesto. Por tanto, el mundo de la gestualidad que nos interesa investigar parece estar delimitado; sin embargo, el continuum es similar a un espectro luminoso, pues parece una banda matizada de diferentes colores que se entremezclan y emergen de uno solo. Así, salta a la vista que en la gestualidad no hay separación entre lengua-je gestual y lenguaje hablado; y entendemos que 1) cada gesto es elaborado, recreado y significado por la cultura; al mismo tiempo, que gesto y habla 2) ocurren simultáneamente, que también 3) se sincronizan perfectamente, y lo que es más importante 4) son semántica y pragmáticamente coexpresivos, es decir, su uso y contenido significativo son dependientes y compartidos socio-culturalmente. Ahora bien, en relación con el gesto propiamente dicho, es fundamental para este artículo definir dos de sus características y mecánicas: los gestos que son ilustrativos y aquellos que no lo son. Se considera un gesto como ilustra-tivo cuando hace referencia a algún elemento representado visualmente; puede ser un concepto, un objeto o una situación que se ha enunciado verbalmente y, con un movimiento corporal (de las manos, el tronco, la cabeza, las piernas), el hablante lo crea, lo muestra, lo dibuja o lo señala, aunque este elemento esté presente, sea imaginado, esté ausente físicamente y/o constituya una abstrac-ción. Estos gestos ilustrativos se efectúan en tres movimientos que McNeill (Hand and Mind denomina fases: primera fase, el gesto como movimiento se origina en un lugar físico en el cuerpo humano (preparation) y la mano (o en su caso tronco, cabeza o pierna) se desplaza hacia otro espacio (inmediato o pe-riférico al cuerpo) donde se hace el gesto como tal, segunda fase. Este lugar de realización gestual recibe el nombre de “golpe” (stroke). Tercera fase, la mano (o la parte del cuerpo que se utilizó para realizar el gesto) se retrae (retraction) a otra posición o vuelve a su posición inicial. Los gestos no ilustrativos carecen de representación visual, sirven para confirmar o desconfirmar una acción dis-cursiva. Se distinguen porque tienen dos fases en el movimiento: dentro y fue-ra, arriba y abajo. Dicho lo anterior, enumeraremos las principales propiedades del gesto. A saber, el gesto: a) Es global. “El sentido de las partes de un gesto son determinadas por el todo” (McNeill Hand and Mind 41). b) Es sitético. “Los diferentes sentidos de los segmentos son sintetizados al interior de un simple o singular gesto” (McNeill Hand and Mind 41). Estas dos propiedades, la propiedad global y la sintética, contrastan con la combinación de linealidad-segmentación, que es la propiedad del habla y de los signos del lenguaje. c) No se combina. Los gestos no se combinan para crear estructuras y for-mas largas y jerárquicas (carecen de una sintaxis). “La mayoría de los gestos son uno para una cláusula oracional pero, cuando hay gestos revista de la facultad de filosofía y letras
  • 8. 68 sucesivos sin una cláusula, cada uno corresponde a una idea unida en y para sí misma” (McNeill Hand and Mind 41). “Ninguna de las pro-piedades formales del primer gesto estaría presente en el segundo gesto” (McNeill 3). d) Es sensible al contexto. Cada gesto es creado en el momento del habla y subraya o destaca qué es lo relevante en lo dicho, y la misma idea puede ser referida por un gesto que además puede cambiar su for-ma. Esta propiedad es mostrada cuando comparamos un gesto sim-ple de un hablante con una idea en diferente contexto, donde la forma del gesto cambia para subrayar diferentes aspectos contextua-les. (McNeill Hand and Mind). Es decir, es dependiente del contexto igual que el signo lingüístico. e) Es rítmico. Los gestos están integrados al aparato lingüístico. Sin em-bargo, anticipan el enunciado en su fase preparatoria y se sincronizan en la fase del “golpe” al momento de ser pronunciada la sílaba tónica de la palabra y nunca después de ella. (McNeill Hand and Mind 1992). Ahora, veremos cómo define McNeill a cada uno de los componentes de su tipología: a) Icónicos. El gesto hace alusión al contenido semántico del habla (McNeill Hand and Mind). “Presenta imágenes o representaciones vi-suales de objetos concretos”. (Montes 251). b) Metafóricos. Estos son como los gestos icónicos en el sentido de que son imágenes, pero su contenido pictórico presenta una idea abstrac-ta en vez de un objeto concreto o un evento. El gesto presenta una imagen de algo no visible, una imagen de una abstracción. El gesto muestra una comparación de un concepto, una imagen visual o kiné-sica que nosotros sentimos que es, de alguna manera, similar a un concepto. c) Deícticos. El gesto indicativo o deíctico tiene la función obvia de se-ñalar objetos y eventos en el mundo concreto, pero también juega una parte incluso importante allí donde no hay objetivamente pre-sente nada que indicar. La mayoría de los gestos indicativos o deíc-ticos en la narrativa o en la conversación son referencias a elementos abstractos. Los deícticos “son gestos que indican o señalan referen-tes u objetos en el contexto, de manera similar a los deícticos verba-les (por ejemplo, los demostrativos) a los que muchas veces acompañan. Con todo, también pueden darse casos de usos de deíc-ticos “abstractos” (abstract pointing) [Haviland 2000] en los que los referentes que se utilizan están en el discurso y no físicamente en el contexto” (Montes 251-252); y como podemos ver son considerados ilustrativos. d) Batutas. Un cuarto tipo de gesto es el compás. Son llamados compa-ses porque son como una batuta que marca el compás de la música. Las manos se mueven con el ritmo de la pulsación del habla, aunque la sincronía no sea absolutamente perfecta. Se distingue el compás porque tiene dos fases en el movimiento: dentro y fuera, arriba y abajo. Mientras que, recordemos, los icónicos y metafóricos presen-tan tres fases.
  • 9. 69 E S T U D I O Análisis del discurso e) Fallas en el habla o buttterworths. Son gestos que intentan reparar una falla en el habla. Su estudio lo inició Brian Butterworth (Butterworth y Beattie 1978) y de ahí toma su nombre. La observación minuciosa del movimiento corporal y del habla, en un acto si-multáneo, nos permite clasificar, en primer término, el gesto. Esta acción de observar el gesto y de ubicarlo en el contexto en que se realiza la interacción, origina un mundo de posibilidades simbólicas. En conclusión, encontramos que existen dos vertientes de observación y análisis del gesto: 1. la que considera al gesto como síntoma o indicativo de algo y, 2. la que lo mira como una construcción simbólica. La primera pertene-ce al ámbito de los estudios de la comunicación humana y, la segunda, al ám-bito de la lingüística-prágmática donde se le estudia como una estrategia de la interacción. B I B L I O G R A F Í A Birdwhistell, Ray L. El lenguaje de la expresión corporal. Barcelona: Gustavo Gilli, 1979. Burke, Peter. Formas de historia cultural. Madrid: Alianza, 2000. Castellanos de Lozada, y Basilio Sebastián. La galantería española. Sistema y diccionario del lenguaje de la galantería. Valencia: Librerías París-Valencia, 1848/1999. Cicerón, Marco Tulio. La invención retórica. Madrid: Gredos, 1997. Ekman, Paul, y Wallace Friesen.“The repertoire of Nonverbal Behavior: Categories, Origins, Usage, and Coding.” Kendon, Adam. Nonverbal communication, interaction and gesture. Netherlands: Mouton Publishers, 1991. García, Carlos. La oposición y conjunción de los dos grandes luminares de la tierra, o la antipatía de franceses y españoles. Edmonton: M. Bareau, 1617/ 1979. Goffman, Irving. Los momentos y sus hombres. Barcelona: Paidós, 1991. —. El ritual de la interacción. Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo, 1967/1970. Haviland, John. “Pointing, Gesture Spaces, and Mental Maps.” David McNeill.” Language and gesture. Cambridge: Cambridge University Press. 2000. Kendon, Adam. “How Gesture Can Become Like Words.” F. Poyatos (ed.). Cross Cultural Perspectives in Nonverbal Communication. Toronto: Hogrefe, 1988: 131-141. —. Nonverbal Communication ,Interaction and Gesture. Mounton Publishers, 1981. Menhrabian, Albert. Nonverbal Communication. Chicago: Aldine-Atherton, 1972. McNeill, David. Hand and Mind. Chicago: The University of Chicago, 1992. —. Language and Gesture. Cambridge: Cambridge University Press, 2000. Montes, Rosa Graciela. “Haciendo a un lado. Gestos de desconfirmación en el habla mexi-cana.” Revista de Ciencias Sociales y Humanidades 53 (2002): 248-267. revista de la facultad de filosofía y letras
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