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dedicado a la pintura o a la
decoración. Adoro la pintura,
todo lo que se crea, se mode-
la, se le da forma. Yo misma
diseñé mi vestido de baile pa-
ra la coronación de im padre.
Siento mucha admiración por
los artistas qué pintan, escul-
pen, hacen películas, compo-
nen música, escriben libros,
construyen m o n u m e n t o s .
Crear la moda, realizar nue-
vos peinados, diseñar las lí-
neas de un nuevo automóvil,
lanzar un n u e v o estilo. Es
maravilloso también y me hu-
biera gustado mucho.
«MI» FARAH
Veía de nuevo las imágenes
de mis primeros encuentros
con la emperatriz durante la
coronación del Golestán. Mi
Farah, sí, digo bien "mi" Fa-
rah, había triunfado por com-
pleto y gracias a ella mi pa-
dre iba a llevar por fin la co-
rona de la dinastía, la que ha-
bría debido ostentar veinte
años antes.
Sí, es preciso haber vivido
todos aquellos instantes para
comprender lo que debí sentir
cu a n d o, arrodillada delante
de su marido, la emperatriz
recibió la corona de Shahba-
nu. Por primera vez en la
historia de mi país una mu-
jer era coronada, y esa mu-
jer era precisamente la estu-
diante sin importancia que co-
nocí completamente por ca-
sualidad un día en el despa-
cho de mi marido, a la que in-
vité por casualidad a mi casa
y que conoció a mi padre,
también, por casualidad.
X>a casualidad hace bien las
cosas, y todavía hay cuentos
de hadas en el siglo XX.
Hubo quien me guardó ren-
cor por no haber dicho nada
durante a q u e 11 a semana en
que se decidió todo; me han
guardado rencor por h a b e r
s a b i d o guardar el secreto
mientras todo el mundo de-
cía en voz alta e inteligible
en las veladas de la Corte:
"Fulanita tiene muchas posi-
bilidades en este momento...
Nada de eso, querida, eso es
cosa pasada. Hoy la que_está
en candelero es Zutanita--"
Todo aquéllo me hacía reír.
Y estas risas son las que me
reprochan.
Pero si el primer día mi
marido o yo hubiéramos dicho
a p l e n a voz: "Farah será
reina, el rey está enamorado
de ella", les garantizo a us-
tedes que nada habría pasado,
absolutamente nada. Las .in-
trigas, las presiones y los chis-
morreos lo hubieran estro-
peado todo. Hoy Farah sería
una brillante arquitecto en
Irán o en otra parte, con un
marido y un montón de hi-
jos. Y mi padre se habría ca-
sado con otra. ¿Pero con
quién?
AÑOS MARAVILLOSOS
Diez años han pasado des-
de aquel encuentro y sigo sin
hacerme a la idea de oue la
emperatriz Farah es mi ma-
drastra. Tiene dos años más
que yo, No; es mi hermana,
mi amiga, todo, excepto mi
madrastra.
¿Fue una expresión de re-
conocimiento por parte de mi
padre o_un justo ascenso para
nú marido? El caso es que
pocos meses más tarde, Ár-
deshir y yo éramos nombra-
dos embajadores de Irán en
Washington. Nuestra llegada
coincidió con la instalación de
los Kennedy en lajCasa Blan-
ca.
Allí pasamos años maravi-
llosos, pero también dejamos
penas. Me estremezco cuando
pienso en la tragedia de Dal-
las. ¡Qué drama el de aquel
presidente tan joven, tan gua-
po, a quien yo apreciaba tan-
to...! L u e g o , Ardeshir fue
nombrado para representar a
nuestro país en la Corte de
San Jaime, en Londres.
Aquello era ciertamente tan
brillante, tan mundano, tan
elegante, pero no era Wash-
ington. Fue en Londres don-
de tuve mis primeras diferen-
cias con mi marido, disgustos
que fueron creciendo a medi-
da que pasaron los meses.
Muy mundano, muy buen bai-
larín, muy aficionado a salir,
Ardeshir era todo lo contra-
rio de mí. Por fin me decidí.
Volví a Teherán con mi hija.
Necesitaba ver a mi padre y
a Farah, seguir sus consejos-
Se oponían al divorcio y yo
también p o r q u e pensaba en
nuestra hija.
Pensativa o sonriente,
serena o alegre,
la Emperatriz ha hecho
honor al alto papel
que el destino
reservó a la estudiante
de Arquitectura de París
de hace diez años.
En la página
de la izquierda, Farah Dlbá,
ataviada con traje
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durante unas vacaciones
en el mar Caspio.
PARA QUE NUESTRA
HIJA NO SUFRA
Pero las cosas empeoraron
y, finalmente, tuvimos que re-
signarnos a la separación. El
permaneció todavía dos años
en Londres y luego volvió a
Teherán, donde se le nombró
ministro de Asuntos Exterio-
res. Nos veíamos de cuando
en cuando, especialmente en
las fiestas. Pero algo se había
roto entre nosotros. Nuestra
preocupación era que nuestra
hija no sufriese y en este sen-
tido se hizo todo lo posible.
Entonces, una vez más, la
Prensa se apoderó de "mi ca-
so". Me convertí en la nueva
"princesa triste"; cada día
me encontraban un n u e v o
prometido, un nuevo preten-
diente. Llegaron incluso a ca-
sarme de nuevo con mi ex
marido.^ Pero de quienes se
habló más a menudo fue del
príncipe Rarim Agha Khan y
de su tío el príncipe Sadrud-
din.
A los dos les conozco des-
de hace años. Nos hemos en-
contrado en los Alpes suizos,
nos hemos visto una y otra
vez en Londres, Ginebra, Ro-
ma, en la montaña, en París
o en Irán. No hay amigos
más antiguos que Kanm_]|a-
druddin y yo. ¿Entonces...?
NADA DE PREJUICIOS
La verdad es que pienso ca-
sarme de nuevo a l g ú n día.
Pero no estoy obligada a ca-
sarme con un iraní, un mu-
sulmán o un principe. "ÍTal
vez sea mi tendencia román-
tica. Pero estoy convencida de
que los matrimonios que du-
ran más tiempo son, precisa-
mente, los que u n e n a un
príncipe con una pastora o a
un pastor con una princesa.
Un ingeniero, un médico,
un abogado, un escritor, ya
sea francés, italiano, alemán,
suizo o norteamericano, sim-
pático e inteligente, debe ser
seguramente un marido o un
compañero interesante. L o s
príncipes no son obligatoria-
mente los mejores maridos. Y
h a b l o con conocimiento de
causa...
Si p u d i e r a encontrar el
equivalente de mi padre, pero
con otro "job", sería la más
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fuerte, guapo¿ inteligente, tra-
bajador y honrado. Otras,tan-
tas cualidades que son cada
vez m&s r a r a s «en nuestros
días. Es, ciertamente, el me-
jo.r de los padres y, por tan-
to, obligatoriamente, el mejor
de los maridos. ¡Qué suerte
tiene Farah!
Princesa Shahnaz PAHLAVI
29
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  • 1. dedicado a la pintura o a la decoración. Adoro la pintura, todo lo que se crea, se mode- la, se le da forma. Yo misma diseñé mi vestido de baile pa- ra la coronación de im padre. Siento mucha admiración por los artistas qué pintan, escul- pen, hacen películas, compo- nen música, escriben libros, construyen m o n u m e n t o s . Crear la moda, realizar nue- vos peinados, diseñar las lí- neas de un nuevo automóvil, lanzar un n u e v o estilo. Es maravilloso también y me hu- biera gustado mucho. «MI» FARAH Veía de nuevo las imágenes de mis primeros encuentros con la emperatriz durante la coronación del Golestán. Mi Farah, sí, digo bien "mi" Fa- rah, había triunfado por com- pleto y gracias a ella mi pa- dre iba a llevar por fin la co- rona de la dinastía, la que ha- bría debido ostentar veinte años antes. Sí, es preciso haber vivido todos aquellos instantes para comprender lo que debí sentir cu a n d o, arrodillada delante de su marido, la emperatriz recibió la corona de Shahba- nu. Por primera vez en la historia de mi país una mu- jer era coronada, y esa mu- jer era precisamente la estu- diante sin importancia que co- nocí completamente por ca- sualidad un día en el despa- cho de mi marido, a la que in- vité por casualidad a mi casa y que conoció a mi padre, también, por casualidad. X>a casualidad hace bien las cosas, y todavía hay cuentos de hadas en el siglo XX. Hubo quien me guardó ren- cor por no haber dicho nada durante a q u e 11 a semana en que se decidió todo; me han guardado rencor por h a b e r s a b i d o guardar el secreto mientras todo el mundo de- cía en voz alta e inteligible en las veladas de la Corte: "Fulanita tiene muchas posi- bilidades en este momento... Nada de eso, querida, eso es cosa pasada. Hoy la que_está en candelero es Zutanita--" Todo aquéllo me hacía reír. Y estas risas son las que me reprochan. Pero si el primer día mi marido o yo hubiéramos dicho a p l e n a voz: "Farah será reina, el rey está enamorado de ella", les garantizo a us- tedes que nada habría pasado, absolutamente nada. Las .in- trigas, las presiones y los chis- morreos lo hubieran estro- peado todo. Hoy Farah sería una brillante arquitecto en Irán o en otra parte, con un marido y un montón de hi- jos. Y mi padre se habría ca- sado con otra. ¿Pero con quién? AÑOS MARAVILLOSOS Diez años han pasado des- de aquel encuentro y sigo sin hacerme a la idea de oue la emperatriz Farah es mi ma- drastra. Tiene dos años más que yo, No; es mi hermana, mi amiga, todo, excepto mi madrastra. ¿Fue una expresión de re- conocimiento por parte de mi padre o_un justo ascenso para nú marido? El caso es que pocos meses más tarde, Ár- deshir y yo éramos nombra- dos embajadores de Irán en Washington. Nuestra llegada coincidió con la instalación de los Kennedy en lajCasa Blan- ca. Allí pasamos años maravi- llosos, pero también dejamos penas. Me estremezco cuando pienso en la tragedia de Dal- las. ¡Qué drama el de aquel presidente tan joven, tan gua- po, a quien yo apreciaba tan- to...! L u e g o , Ardeshir fue nombrado para representar a nuestro país en la Corte de San Jaime, en Londres. Aquello era ciertamente tan brillante, tan mundano, tan elegante, pero no era Wash- ington. Fue en Londres don- de tuve mis primeras diferen- cias con mi marido, disgustos que fueron creciendo a medi- da que pasaron los meses. Muy mundano, muy buen bai- larín, muy aficionado a salir, Ardeshir era todo lo contra- rio de mí. Por fin me decidí. Volví a Teherán con mi hija. Necesitaba ver a mi padre y a Farah, seguir sus consejos- Se oponían al divorcio y yo también p o r q u e pensaba en nuestra hija. Pensativa o sonriente, serena o alegre, la Emperatriz ha hecho honor al alto papel que el destino reservó a la estudiante de Arquitectura de París de hace diez años. En la página de la izquierda, Farah Dlbá, ataviada con traje deportivo, . durante unas vacaciones en el mar Caspio. PARA QUE NUESTRA HIJA NO SUFRA Pero las cosas empeoraron y, finalmente, tuvimos que re- signarnos a la separación. El permaneció todavía dos años en Londres y luego volvió a Teherán, donde se le nombró ministro de Asuntos Exterio- res. Nos veíamos de cuando en cuando, especialmente en las fiestas. Pero algo se había roto entre nosotros. Nuestra preocupación era que nuestra hija no sufriese y en este sen- tido se hizo todo lo posible. Entonces, una vez más, la Prensa se apoderó de "mi ca- so". Me convertí en la nueva "princesa triste"; cada día me encontraban un n u e v o prometido, un nuevo preten- diente. 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L o s príncipes no son obligatoria- mente los mejores maridos. Y h a b l o con conocimiento de causa... Si p u d i e r a encontrar el equivalente de mi padre, pero con otro "job", sería la más xenz ^t6,~ias ^iitijcres. £¿s alto, fuerte, guapo¿ inteligente, tra- bajador y honrado. Otras,tan- tas cualidades que son cada vez m&s r a r a s «en nuestros días. Es, ciertamente, el me- jo.r de los padres y, por tan- to, obligatoriamente, el mejor de los maridos. ¡Qué suerte tiene Farah! Princesa Shahnaz PAHLAVI 29 ABC (Madrid) - 20/07/1969, Página 125 Copyright (c) DIARIO ABC S.L, Madrid, 2009. Queda prohibida la reproducción, distribución, puesta a disposición, comunicación pública y utilización, total o parcial, de los contenidos de esta web, en cualquier forma o modalidad, sin previa, expresa y escrita autorización, incluyendo, en particular, su mera reproducción y/o puesta a disposición como resúmenes, reseñas o revistas de prensa con fines comerciales o directa o indirectamente lucrativos, a la que se manifiesta oposición expresa, a salvo del uso de los productos que se contrate de acuerdo con las condiciones existentes.