1. Diba, Farah Diba, que estudia un nuevo palacio, tal como lo
FARAH SE QUEDO arquitectura en Paré. , imaginaría ella. Desde hace
PÁLIDA mucho tiempo pienso en mar-
charme de Saad Abad, que es
«NOS CONOCÍAMOS DES- demasiado viejo y demasiado,
DE HACE UN AÑO» grande para mí solo y dema-
Y luego, súbitamente, en- siado pequeño para toda mi
tre dos matorrales, debajo de familia; en aquella época pen-
nuestra finca, entrevi rápida- Farah hizo una reverencia saba transformar Sahed-Gha-
mente la forma armoniosa de y mi padre me dio la más ranieh. El proyecto sigue en
su Buick azul metálico que le inesperada de las respuestas: pie, señorita Diba.
gusta conducir. Por tanto —Pero si la señorita Diba —¿Entonces, Farah—dije—.
había venido solo, sin escolta, y yo nos conocemos d e s d e eso sigue interesándole?
sin nadie. hace ya un año... —Ciertamente, Alteza.
Treinta segundos más tarde ¿Cómo era é s t o posible? El hielo estaba roto y mi
el coche se paró delante de ¿Iba a ser yo la que reci- padre la interrogó ahora acer-
nosotros. Ardeshir, que mira- biera la sorpresa? Era incon- ca de sus estudios, c u á n d o
ba hacia el otro lado, se vol- cebible. contaba acabarlos, si después
vió sin apresurarse, pero cuan- —¿Cómo? de conseguir el título se que-
do reconoció el vehículo se Estaba intrigada sobre todo daría en el extranjero o se
levantó de un salto como si por el silencio de Farah. instalaría en Irán, e t c . Dirigí
algo le hubiera picado en la —¿Fue usted señorita a»la una discreta señal con la mano
espalda... La señorita Diba no que vi hace un año en la a mi marido para que se eclip-
tenía ninguna razón de le- Embajada del Irán en París, sara. El obedeció.
vantarse precipitadamente: no seleccionada e n t r e los diez Sugerí entonces a mi padre
conocía ni el coche ni a su mejores estudiantes iranianos dar un paseo por mi jardín.
conductor. Pero yo la miraba en Francia? Al cabo de unos instantes, se-
con el rabillo del ojo. Farah balbuceó: gún un lenguaje convenido
—Sí, era'yo, señor. entre nosotros, me indicó:
Cuando vi que mi joven in- —¿Y recuerda usted lo que —¿Me haces el favor de lla-
vitada palidecía, se levantaba le pregunté aquel día? mar a fulano de tal de mi
también bruscamente, h a c i a —Sí, lo recuerdo perfecta- parte para decirle...?
un gesto maquinal para arre- mente, señor. Quería quedarse solo con la
glarse el pelo y luego perma- —¿Y cuál fue el resultado? señorita Diba. Era todo lo
necer petrificada, en pie, in- —Pensé que Su Majestad que yo deseaba. Pasearon cosa
móvil. Ese mismo rostro en el bromeaba. de media hora por el jardín,
que no se movía ni una línea —Pues h a b l a b a muy en por las avenidas, por los pe-
que vería yo algunos años serio. queños senderos. Cuando vol-
más tarde en la coronación de vieron parecían los más vie-
T«herán. No movía ni una jos amigos del mundo.
ceja, ni un músculo de las PASEO POR EL JARDÍN El Shah se marchó en se-
mejillas. Nada. guida a su Consejo de Minis-
Avancé hacia mi padre y le tros. Yo pregunté a la seño-
besé afectuosamente, le cogí Me daba cuenta de que mi rita Diba:
por el brazo y, dirigiéndome amiga estaba desconcertada, —¿Qué le parece mi padre,
hacia mi joven amiga, dije: intimidada. Decidí intervenir.
—Cuéntanos eso, papá. —Absolutamente m a r a v i -
—Papá, te presento a mi —Pedí a la señorita Diba lloso. Tiene u s t e d mucha
nueva amiga, la s e ñ o r i t a que me presentara el plano de suerte con un padre así.
La boda del Sha de Persia, Monamed Reza Pahlavi, y Farah Diba
se celebró en Teherán el día 21 de diciembre de 1959. A la de*
peona, el "Rey de Reyes" preside con la Emperatriz el gran des-
file militar de las Fuerzas Armadas Imperiales «n el año 1967.
SOLA CON SU MADRE
Farah se entristeció. S ó l o
entonces me dijo que había
perdido a su padre diez años
antes y que había v i v i d o
siempre sola con su madre.
Insistí en que viniera a ver-
me un par de veces más an-
tes de irse a París. Su partida
se aplazaba de día en día-
Aceptó venir al día siguiente,
hacia las cuatro de la tarde.
Cuál no sería mi asombro
cuando aquella misma noche,
en una cena en casa de tai tía
Ashraf, oí que mi padre me
llevaba a un r i n c ó n y me
decía:
—Habrías tenido que invi-
ABC (Madrid) - 20/07/1969, Página 122
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