Marcel Proust describe cómo un recuerdo de su infancia en Combray vino a él al probar una magdalena mojada en té. Al llevarse una cucharada de té con magdalena a la boca, se estremeció al ser invadido por un placer delicioso y recuerdos de su tía Leonie dándole magdalenas mojadas en infusión los domingos por la mañana. Reconoció el gusto de aquellas magdalenas como el origen de su felicidad, haciendo que la vieja casa gris de su tía apareciera