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arisma
e fe
DR. PHILIPPE MADRE
Dr. Philippe Madre
¡LEVANTATE y ANDA!
EL CARISMA DE FE
Prefacio de Georgette Blaquiére
lE edición
Publicaciones Kerygtna
México
ISBN 2-905480-33-5
© Éditions du Lion de Juda, 1988
Traducción: María Elena Prado Flores
Tipografía y Diseño: Primo González Carrera
Prefacio
Gracias a Philippe Madre por habernos dado este libro. Será
precioso para rodos. Primeramente para los grupos de oración y
las comunidades, porqlle olienta de manera clara y niatitada a la
vez el ejercicio de 1111 carisma delicado y de los más importantes.
Al mlsnio tiempo da a este carisma Sil lugar en el conjunto de la
vida carisniática y sobre todo, de la vida de fe, tal y COl/lOel Seiior
nos lo enseña. Y deberia tatnbieu ayudamos a ver más claramente
el lugar de los carismas en una teologia de la Iglesia, tal COI/lOsale
de los textos conciliares, y cuya riqueza apenas comenzamos a
medir. Este libro tambien nos cuestiona sobre nuestra docilidad al
Espiritu, único maestro de la misián de la Iglesia.
Por tul parte, tres PUJ7{OShan retenido particularmente mi atencián:
Primeramente, el poner en relieve -sin rastros de I/lilenarislllo-
"la urgencia de los tiempos". En la experiencia cotidiana de la
evangelización lile sorprende constatar CÓIlIODios tiene prisa de
salvar. En múltiples ocasiones el Dr. Madre habla de Dios "encon-
trado en flagrante delito de libertad". Es verdad -y muchos de
nosotros podemos dar testimonio de ello- que frecuentemente Dios
parece tomar los caminos torcidos ... sin pedimos permiso.
5
"Allí, donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia ".¿Nues-
tros tiempo es más pecador que otros? No lo sé, pero me parece
que la lucha entre el bien} el mal, entre la verdad y el error se ha
- ido del interior de las COI ciencias a la plaza pública. Particular-
mente, en lo que se re ere a los problemas éticos, todo se muestra
sin pudor (aunque se dga sin hipocresía), ante los ojos de todos,
como justificado por ' banaliiacián que pretende ser desculpa-
bilizante y liberadora: Es o acarrea una profunda destructuracián
de las conciencias indi nduales que se enfrentan a un llamado
permanente a in exrerioridad a través del sonido y la imagen.
Sin ren nctar a hablar alfondo del corazón de nuestros contem-
poráneos, Dios parece manifestarse también en una cierta visibili-
dad de signos, COIl/O anunciándonos desde ahora el juicio, "afin
de que vean aquellos que no ven y los que ven queden ciegos" (Jn
9,39). La misteriosa sabiduría de la Misericordia 110 desdeña
ningún camino. Ciertamente los signos no son lafe, pero la supo-o
nen, incluso para ser percibidos plenamente C0ll10 signos. Por las
preguntas que ellos plantean, ayudan a que el anuncio de la
Palabra encuentre el camino de los corazones; ayudan a rehacer
el camino inverso yendo de la exterioridad a la interioridad.
En segundo lugar, aprecié particularmente la justeza de la
teología de la Iglesia sostenida por la reflexión del autor. Todos
nosotros estamos de acuerdo que la Iglesia no es una vieja barraca
que amenaza arruinarse y que habría que salvar al menos los
muebles; por otra parte tampoco es U/1 espléndido castillo antiguo
para restaurar.
El riesgo de equivocarse me parece muy sutil y nadie escapa de
él. En este caso la Iglesia aparecería CO/l1Ó una "construcción" por
realizar en cada etapa de la historia, según el estilo y las necesi-
dades de la época. [Quién se quejaría porque los grandes y lujosos
salones de los obispados del siglo XIX fueran reemplazados por
oficinas más modestas y funcionales! ... Pero existe el riesgo de
considerar la misión de la Iglesia en un estado de creación con-
tinua, asimilando el misterio de la misión a alguna de las formas
que pueda tomar en talo cual momento y declarando superada
6
alguna otraforma. Así, podría decirse que los carismas, necesarios
en la Iglesia primitiva, son actualmente inadecuados y que deben
confinarse en el bazar de accesorios folklóricos. ¿No corremos
entonces el riesgo de despreciar el don de Dios? ¿De confundirlo
con tal o cual de nuestras iniciativas pastorales que en sí son
función del tiempo en que vivimos?
En una conferencia que sigue siendo actual, Monseñor Co.ffy
analiza este riesgo de manera profunda. Sólo citaré algunos pasa-
jes significativos.
"La misión es un misterio, es decir, una obra que Dios realiza a
través de los hombres y para los hombres ... "
"La Iglesia, por propia naturaleza, en su peregrinar sobre la
tierra, es misionera, porque ella misma tiene su origen en la misión
del Hijo y en la misión del Espíritu Santo, según los designios del
Padre" (Ad gentes No. 2,1. Esto significa que la misión de la Iglesia
no aumenta la de Cristo y del Espíritu. Dicho de otra manera, la
Iglesia no releva a Cristo, sino que por el poder del Espíritu,
actualiza la misión de Cristo. No hubo envío de Cristo al mundo y
enseguida envío de la Iglesia para seguirlo y asegurar el relevo,
sino que el envío de la Iglesia es la cara visible del envío de Cristo
al mundo por el Padre La Iglesia significa y actualiza la misión
de Cristo y del Espíritu " (Doc. CatoNo. 1816).
Bajo este puma de vista queda claro que, los carismas, cuando
se distinguen como provenientes del Espíritu Santo, son para
acogerse y ejercerse en la obediencia al Espíritu, único maestro de
la misión.
En lo concerniente al carisma defe, el Dr. Madre aborda el tema
COIl claridad, pero también con detalle, a través de la reflexión y
al mismo tiempo, con su propia experiencia. El descubre las
ambigüedades y las tentaciones tanto en aquel que lo ejerce como
en el beneficiario .. Y al mismo tiempo, intenta penetrar en la
contemplación del designio de la Sabiduría Divina y sus caminos
tanfrecuentemente desconcertantes, que hace estallar la estrechez
7
de nuestros conceptos. Los testimonios que presenta nos llevan al
Evangelio; allí percibimos el sabor y reencontranios la misma
densidad de humanidad y -¿ lile atreveré a deci rlo ?-de divinidad. ..
Hay cosas que no se inventan.
Actualniente se habla mucho de catolicistno popular, con Sil
gusto por las reuniones y peregrinaciones; su fervor l/O siempre
explicado, pero conmovedor y sincero, COIlIOpara reencarnar una
fe que se fin hecho demasiado cerebral. También con Sil gusto por
lo maravilloso y Sil búsqueda de lo emocional, Sil deseo de milagros
y su dependencia de gurús, cualesquiera que éSTOSsean. En sintesis,
sus riquezas y SIlS atubigiiedades, las mismas, inirándolo bien, que
aquellas de las niucheduinbrcs que seguiau a Jesús, a quienes El
queria el/ vano evitar y que llenaban Sil corazón de conipasiou
porque eran "COIIIOovejas sin pastor".
Ciertamente la devoción popular exige frecuentemente UI! dis-
ccrnimiento delicado. Debe ser "evangelizada" en si misma para
poder cumplir su papel evangelizador aliado de los más "pobres",
de los que más sufren, de aquellos que l/O se sienten plenamente
COII/Oparte adherida a la Iglesia, mi COIIIOella es en SIlS estructuras
o mi COIIIOellos la perciben. Yo pienso que este libro puede ser
precioso para esta cvaugeliiacián. Porque es verdad que muchos
"marginados" en relación con la Iglesia, se encuentran en los
grupo de oracián y sobre TOdo, en las gral/des manifestaciones de
la Renovación Carisnuuica.
y sobre todo quisiera decir que lile parece importante acoger lo
que l/OSaportan nuestroshermanos de la periferia de la Iglesia: la
audacia y la frescura de la fe, la sencillez en la conversión y el
testimonio, la generosidad en la ayuda fraterno, una confianza de
niños en la bondad de Dios y, por encima de todo esto, una especie
de "cordura espiritna!", el "seusus ecclesiae" tan precioso para
llevar la luz de Dios a los sabios y prudentes. Por mi parte, he
apreciado mucho el respeto con que el Dr. Madre rctransinite, a
través de testimonios precisos, la experiencia ¡I/III/ana y espiritual
de estos "anawim", especia 1111 ente ame los signos de la Misericor-
dia de Dios. A través de SIlS ambigüedades y Sil pobreza de
8
expresion, tienen 111U clio que enseñamos de las "costumbres" de
Dios. Escucho su va.::J lile alegro en tnúltiples pasajes de este libro.
Que esta reflexion alimente nuestra fe )' nuestra oración)' l/OS
ayude a transformamos dia COIldia, más lúcida )' más generosa-
II/('I/(e ('1/ humildes ejecutores de la voluntad de Dios (Sal 103,2 l).
Georgette Blaquiére.
9
Prólogo
Los signos en cuestión ...
Cuando se evoca la realidad actual de los signos provenientes de
ciertas manifestaciones carismáticas, encontramos indicios de ma-
lestar, escepticismo o desconfianza en diversos sectores de la
Iglesia. ¿Debería entonces Dios hacer a un lado los signos en
nuestra civilización inundada por la imagen y el sonido? ¿Las
centenas de narraciones sobre curaciones extraordinarias relatadas
en los Evangelios sólo serían fabulaciones tardías o interpretacio-
nes simbólicas ... que ahora son denunciadas por cierta exégesis
moderna?
¿Los signos divinos no estaban reservados al ministerio público
del Hijo de Dios encarnado, o incluso a la ardiente Iglesia primitiva
que, todavía embrionaria y consciente de su fragilidad, tenía nece-
sidad de intervenciones sobrenaturales múltiples para ser confir-
mada en su misión?
¿Por qué esos signos en nuestros días?
¿Qué pensar entonces de los signos de sanación que se van
multiplicando por doquier en nuestra Iglesia, en estos tiempos que
11
son los últimos, como lo afirma Juan Pablo II? ¿No tendremos
inclinación a subestimar el interés en ellos, suponiendo incluso que
nuestro Dios es demasiado "demostrativo"? ¿Quiénes somos noso-
tros para ser los consejeros de Dios? (cf Rm 11,34). Se objeta
frecuentemente que nuestra vida en la tierra con Cristo es un
peregrinar en la fe, la fe obscura, argumentando esta bienaventu-
ranza: "Bienaventurados los que creen sin haber visto" (Jn 20,29).
¿Tenemos razón en aferramos a esta obscuridad de la fe al grado
de denigrar los signos que Dios en su bondad nos concede'r ' La
respuesta es delicada y con riesgo de no gustar, yo diría: "sí y no" .
... Sí, porque es verdad que lo esencial de nuestro caminar con
Cristo está en crecer PIl el don de la fe, en mndurnr en esta fe que
las pruebas se encargarán de purificar hasta transformarla en una
confianza cada vez mayor. ¿Quién negaría que la fe, y primeramen-
te la fe, está ligada a nuestra salvación y que en esta tierra ... CAMI-
NAMOS EN LA FE, NO EN LA CLARA VISION? (2Cor 5,7) .
... No, porque a pesar de esto, en la Iglesia hay la certeza de que
Cristo se compadece de nuestras debilidades. El sabe que laperma-
nente obscuridad de la fe es demasiado dura para muchas criaturas
humanas y que el hombre tiene a veces necesidad de ser confortado
en su fe vacilante. Es al1í donde el signo puede intervenir, según la
buena voluntad divina. Decir esto da un poco de seguridad a
aquellos que se sienten débiles en la fe o la confianza y recuerda, a su
modo, que nuestro Dios es Misericorde.
La fe del Pueblo de Israel maduró con su expenencia en el
desierto, Ci:lya aridez y dificultades marcan muy bien nuestro pere-
grinar terrestre. Es también en el desierto donde Dios realiza los
signos y prodigios más grandes precisamente para recordar a su
pueblo que sus promesas son verdaderas. Signos y misericordia
están así ligados, aunque la segunda no tenga forzosamente nece-
sidad de los primeros.
l. Este prólogo considera al signo divino corno capaz de causar un impacto en
el crecimiento espiritual de! cristiano o, más ampliamente, del hombre. No se
considera aquí el vasto terreno del falso signo, de la falsificación, de la ilusión,
que competen antes que nada, al discernimiento eclesial.
12
Pero continuemos nuestra meditación ... El signo es también
como el eco de la Palabra de Cristo, una especie de insistencia de
Dios incitándonos a creer que lo que El dice es verdad. Cuando hay
eco, es porque hay palabra, y el signo nos remite siempre a la
Palabra de Dios, accesible al hombre a través de las Escrituras y
la Iglesia. Dios no está muerto. Tampoco está mudo como los ídolos
(o falsos dioses). El habla, incluso grita ... sobre todo en estos
tiempos que son los últimos, en que el hombre tiene una fuerte
propensión a la "sordera espiritual". Prefiere hacerse el sordo
y llenarse la boca con "discursos vacíos e inútiles'", ¡más que
escuchar la voz de Dios resonando en su corazón y hacerle eco! Dios
no se encierra en su propia santidad. Su acción tampoco se deja
confinar al más profundo inconsciente de nosotros mismos. Los
signos de profecía, de fe, de sanación, cuando vienen de El, mo-
lestan a los sabios de este mundo, pero regocijan el corazón de los
pobres, recordando que El es El que es (Ex 3,14).
Esto me recuerda la historia auténtica de aquel hombre de unos
cuarenta años, paralizado de las piernas desde su infancia, por lo
que gozaba de Seguridad Social, recibiendo una prima considerable
por invalidez. Un día, durante una oración de sanación en la
Eucaristía, se levantó de su silla y empezó a caminar. Comenzó a
curarse milagrosamente y seis meses más tarde sanó completa-
mente. Se presentó entonces a la oficina de la Seguridad Social para
explicar su caso y declinar la prima de invalidez. El empleado no
quiso saber nada, pues los milagros no están previstos en el regla-
mento. ¡Aunque está sano, sigue cobrando su prima!
Finalmente, un tercer aspecto del signo nos ilumina sobre el
"comportamiento de Dios" hacia nosotros. No olvidemos nunca que
el Señor es infinitamente libre y que la vida de Jesús es testimonio
de una libertad increíble en todo lo que El realiza. Quisiéramos
imponer leyes a Dios, categorías e incluso técnicas pastorales y
prohibirle actuar fuera de ellas. Y verdaderamente es difícilinsertar
la pedagogía de los signos y los carismas en uno u otro de estos
métodos o categorías. El signo expresa así la libertad soberana del
l. Pablo VI Evangelii Nuntiandi.
13
Señor. Sí, a nuestro Dios le encanta ser sorprendido en flagrante
delito de libertad. Ante nuestro orgullo, El nos recuerda que es El
quien hace todo y que, como lo afirma Pedro al tullido de la puerta
Hermosa (cfHch 3,6): NO TENEMOS NI ORO NI PLATA ... ni
inteligencia, ni poder divinos. ¡Pero tenemos -un poco- confianza
en este Jesús de Nazareth y en el Espíritu que prolonga su misión
en la Iglesia! Es todo esto (y muchas cosas más) lo que nos sugiere
este florecimiento actual de la expresión carismatica. Y en el
presente lo que necesitamos es encontrar más la sabiduría que la
sostiene y le da sentido.
Palabra y signo
Los signos de curación, por ejemplo, no los concede la Provi-
dencia al azar, o como si el médico divino se dedicara a aligerar un
síntoma sin interesarse en el mal profundo. Los signos forman parte
de la pedagogía del amor de Dios realizado en nuestras vidas por
el Espíritu Santo. En efecto, en su infinita libertad Dios da lo que
El quiere, a quien El quiere y cuando El quiere. Nosotros no somos
los programadores de sus propios dones, sin embargo es evidente
que la llegada imprevisible de estos signos está siempre asociada a
la proclamación de la palabra de verdad, cualquiera que sea su
horma. ¡Atención, nada de matemáticas! No basta hablar de Dios
para que se produzcan los signos. En general, los signos vienen a
confirmar el testimonio. Si los apóstoles realizaban tantos signos, es
porque eran testigos de la Resurrección y algunos, de la verdad de
su testimonio, les costara lo que fuese. No es cuestión de hablar de
Cristo, sino de dar testimonio, según el propio llamado, que esto es
verdad para mí y que deseo ávidamente compartir esta verdad con
muchos otros que hoy tienen necesidad de la verdad.
Hablamos así del testimonio que brota no solamente de los labios
o de un intelecto, sino más bien de una vida entregada al Amor de
Cristo (a pesar de sus luchas y obscuridades propias), de una vida
que se ofrece a la palabra que nos habita y que quiere desbordarse
de nosotros.
14
Es en principio en este sentido que podemos decir que los signos
vienen a confirmar la palabra anunciada.
Sólo existe una sola Palabra de Dios que para nosotros es la vida
misma de Cristo. Pero esta Palabra única se encarna de modo
particular en la vida de cada bautizado, y seráconfirmada a través
de signos ... según la Sabiduría, pero también según la ternura de
Dios. Francisco de Asís no era un gran predicador, en el sentido de
construir grandes discursos tea-lógicos, pero daba testimonio en
ciudades y pueblos, de esta Palabra recibida en lo más profundo de
sí mismo hasta herir su corazón: "¡El Amor no es amado!" Este
testimonio agradaba tanto a Dios que numerosos signos venían a
confirmarlo con fuerza. La Iglesia es también esto ...
Signo y evangelización
He hablado sobre todo de los testigos y de los signos que les son
"satélites", pero mucho menos de los destinatarios de esos mismos
signos. Porque finalmente, si el signo viene de Dios y corresponde
a una pedagogía particular, ¿cuál es su fin profundo? Dios ama la
libertad, pero no el espectáculo. ¿Qué espera entonces El, con-
cediendo una curación, una liberación o un milagro?
Aquí debemos afirmar que un signo nunca es un fin en sí mismo.
No es un fin, sino el principio de una gracia de Dios, y esta gracia
consiste justamente en adherirse a la palabra escuchada (de una
manera u otra). El signo viene a buscar, en aquel que lo constata o
lo vive, la adhesión del corazón al Amor redentor de Dios. Es como
si Cristo mismo tocara a la puerta, esperando ser invitado para hacer
del hombre su morada nupcial. Qué importa si los golpes son ligeros
o violentos, hasta arriesgar una respuesta negativa ... ¿quizá esto
depende también del grosor de la puerta? Es en este sentido que los
signos de fe y de curación participan (no exclusivamente, por
supuesto) en el crecimiento de la vida cristiana. Ofrecen al hombre
una especie de aprendizaje a una adhesión mayor, la cual no se da
con los labios o el intelecto, sino con todo el ser. Es en esta adhesión
15
creciente del corazón que aprendemos hacer la voluntad de Dios y
no hay mayor crecimiento de que aquel que consiste en cumplir
fielmente la voluntad de Dios en nosotros. Finalmente, no hay
ninguna otra respuesta de amor al GRAN AMOR CON QUE EL
NOS HA AMADO (Ef 2,4). Y es en este crecimiento en que nos
transformamos concretamente en lo que somos ya potencialmente:
hijos e hijas de Dios.
El signo no es indispensable en este crecimiento, pero puede
constituir el punto de partida, el atractivo súbito y es así como
numerosos consagrados en la Iglesia han reci bido el gusto y el deseo
de su consagración habiendo visto, tocado o vivido una interven-
ción tangible de la Misericordia divina.
El signo de Jonás
El signo es una realidad ambigua cuando no se comprende su
sentido, cuando se está ciego ante lo que Dios quiere dar. En el
Evangelio hay incluso quienes han tentado a Cristo, exigiéndole un
signo que ratificara la veracidad de su Palabra (cfMt 12,38). Otros
se burlaron de ellos añadiendo: "Miren cómo Jesús responde seve-
ramente a quienes le piden una señal". Concluir que se trata de una
vigorosa desaprobación de Cristo respecto al signo, resulta profun-
damente ridículo. El, que tanto realizó, ¿vendría a negar su propia
obra? "Si no creen en Mí, crean al menos en mis obras". Un 14, 11).
La severidad real de su respuesta se explica por la trampa
implícita que contiene la demanda de los escribas y fariseos, así
como la revuelta que expresa. Sin embargo, Jesús no rehusa el signo
solicitado. Al contrario, anuncia el mayor de los signos que Dios
podía ofrecer a la humanidad para re-cordarle su amor creador,
salvador y santificador: el signo de Jonas, alusión directa a su
muerte y Resurrección próximas. Es el signo del Cordero, inmolado
entre cielo y tierra, fuente de cualquier otro signo; el más mi lagroso,
concedido por Dios. Podemos decir que todos los signos y prodigios
divinos, de la antigua y de la nueva Alianza, se encuentran como
concentrados en este acontecimiento de la Cruz que da paso a la
16
Resurrección y a la Vida. El signo de Jonás es el más formidable y
más escandaloso de todos los signos. Es por ello que, de momento,
pocos lo reconocieron como tal y entraron en el crecimiento de
amor que él proponía. Sin embargo, ¿no fue con este signo, incluso
escandaloso, que el centurión reconoció que ESTE HOMBRE
VERDADERAMENTE ERA HIJO DE DIOS (Mc 15, 39)? ¿No
es el mismo signo que el buen ladrón discernió y a partir del cual
entabló un crecimiento vertiginoso que lo condujo el mismo día al
Paraíso? (cf Lc 23, 43).
Que no se replique: ¡no hay que confundir signo de Jonás y
signos de sanación! El sentido es finalmente el mismo, pero es
verdad que el acontecimiento de la Cruz es sólo el signo que nos
descubre el loco amor de Dios por el hombre. También es el
camino ... Esto es la Eucaristía: camino y signo; signo que encierra
ese crecimiento que sólo Dios puede suscitar.
No sólo camino ~ue conviene acoger en la fe- sino igualmente
signo, siempre entregado a una mira: la de la sanación total del
hombre.
17
CAPITULOI
La mies es mucha
11Ellos sanaba a todos 11
ARS. Reunión de verano de 1985. Cerca de seis mil personas
están concentradas en la cripta. El Santo Cura de Ars había profeti-
zado: "Llegarán días en que este pueblo no podrá contener las
multitudes que aquí se agolparán".
Este lugar es sofocante y estéticamente, más parece un refugio
antiatómico que un santuario, pero nadie piensa en quejarse. La
multitud está como "perdida" en la adoración, a la espera del paso
de Dios, capaz de transformar una vida, renovar una esperanza y
de manifestar su gloria.
Es de noche y los proyectores iluminan violentamente el coro de
la cripta, preparada y decorada especialmente para las grandes
celebraciones litúrgicas que aquí se viven de costumbre en esta gran
peregrinación.
Pero esta noche, en el coro, no son los sacerdotes los que se hacen
notar, sino un mínimo de trescientos enfermos graves o seriamente
inválidos. Apretados unos con otros, con el cuerpo o la mente
19
paralizados, carcomidos por la enfermedad, estos grandes sufrien-
tes oran, con la multitud reunida que los presenta al amor de Dios ...
ese Dios rico f'n Misericordia, que ciertamente no es un gran mago,
pero cuya ternura se despliega particularmente hacia aquellos que
sufren y se desborda en frutos de consolación, de sanación, de
liberación, de reconciliación y de paz.
Estamos en plena celebración por los enfermos y mucha gente
de los alrededores (y de más lejos) ha venido especialmente para
acompañar esta noche a sus familiares o conocidos aquejados de
un mal orgánico o psicológico.
El poder amoroso de Dios es la esperanza de los enfermos y con
mucha razón se han reunido estos miles de personas para asistir a
la realización de las promesas divinas:
"Estas. son las señales que acompañarán A LOS QUE CREAN:
En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas, tomarán
serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño;
impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Me 16,
17-18).
La promesa de Cristo no está reservada a los santos, a los sacerdotes
ni siquiera a algunos taumaturgos cristianos, ¡sino a todos LOS
QUE CREAN!
La fe viva de la mayoría de los creyentes reunidos en esta cripta
de Ars ¿no era así susceptible de obtener de la Misericordia divina,
tesoros de gracias para estos desdichados animados de tal esperanza?
No dijo Cristo: ¿"Yo soy la Resurrección y la Vida?" (Jn 11,25).
De algún modo la oración del cristiano incorpora, a quien la
realiza, en la persona misma de Cristo, es decir, en la Resurrección
y la Vida ... Esta Resurrección puede así ser considerada como la
herencia inalterable de aquellos que ponen su fe en Cristo ... así
como de aquellos que la oración de la Iglesia abraza (es decir de los
miembros del Cuerpo de Cristo). La celebración comienza con una
20
oración muy profunda, que invita a la adoración y que está enrai-
zada en el rezo del Rosario.
Estamos todos reunidos para experimentar una visita de Dios,
no como simples espectadores curiosos del desarrollo de los acon-
tecimientos y que desearían obtener algunas "sensaciones emocio-
nales". Conviene entonces prepararse a esta cita divina, para no
arriesgarse a desaprovechada. Inclusive si los ojos van a ver lo que
seguramente jamás han visto hasta hoy, son los corazones los que se
abrirán (quizá) al paso del Señor de la Vida. Porque es a través del
corazón y no de los ojos de carne, que nos unimos a la obra de
Resurrección de Cristo y por la obra, a Aquel que es el Autor de la
misma.
La intensidad de la oración de adoración pasa progresivamente
a la alabanza y todos los enfermos se unen a ella, porque es
conveniente acoger a Jesús en la unción del Espíritu Santo, tal como
fue recibido por los habitantes de Jerusalén el Domingo de Ramos.
"Allí donde dos o tres se reúnen en mi Nombre, allí estoy en
medio de ellos" (Mt 18,20). Sin duda Dios no es matemático, pero
cuando los dos o tres se transforman en dos mil o tres mil... o incluso
el doble, ¿qué no podemos esperar de los beneficios de su presencia?
La alabanza en la que la muchedumbre penetra unánimemente
es sólo la acogida a la presencia prometida y certificada: también
es anticipación de una acción de gracias por lo que el Señor no va
a dejar de realizar esta noche por estos enfermos ... no que El deba
sanarlos a todos -lo cual manifestaría una incomprensión del mis-
terio del sufrimiento y de la sanación; sin embargo, El quiere visitar
a todos personalmente, sin excepción, para llenarlos según sus
necesidades más grandes y que sólo su Sabiduría conoce.
Esta acción de gracias (anticipada) quiere ser la expresión de un
reconocimiento adelantado de lo que el paso de Dios va a realizar
sin falta en las almas o en los cuerpos (promesa divina obliga ...).
Permite, en la misma progresión, disponerse a recibir en una mayor
confianza el don que el Amor tiene reservado para cada uno.
21
En el coro -ya lo mencioné más arriba-sólo están los enfermos
y un equipo de veinte personas, del que formo parte, y algunos
obispos de Francia que han venido a participar en esta sesión de
Ars.
Estos veinte hombres y mujeres tendrán la delicada tarea de
animar la oración durante la noche, de orientarla en la sabiduría y
la "inspiración" del momento, favoreciendo y verificando la expre-
sión carismática (al servicio de la Misericordia sanadora de Cristo)
y también vigilar el orden, la armonía y la paz de la celebración.
Para manifestar que sólo son servidores (inútiles) de la gracia, estas
veinte personas se acercan a los enfermos, arrodillándose a los pies de
algunos de ellos y pidiéndole su bendición.
Estos enfermos por los cuales vamos a interceder, también tienen
una gracia que comunicar en nombre del Señor a aquellos que los
presentan a la ternura compasiva de Dios; es por ello que no
dudamos en solicitar su oración, ya que por su enfermedad, ellos
están particularmente configurados en Cristo sufriente y redentor
de la humanidad. Ellos son visiblemente aquellos que completan
en su carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo en favor de su
Cuerpo, que es la Iglesia (Col 1,24).
Después comienza la intercesión por los enfermos, propiamente
dicha, salpicada de tiempo en tiempo por una palabra de cono-
cimiento inmediata 1: anuncio carismático de lo que el Espíritu está
realizando en un cuerpo o un psiquismo dañado, y que interpela
fuertemente a la persona que concierne a descubrirse mirada,
tocada, amada por Cristo ... experiencia-conmovedora con frutos de
sanación y sobre todo de conversión, reales y numerosos, en que
más de cien personas dieron testimonio durante la noche ... testimo-
nio más emotivo por ser susceptible de desencadenar un proceso en
cadena en que otros enfermos que lo escuchan o lo constatan,
l. Leer al respecto "El carisma de conocimiento, ¿por qué y cómo?" del mismo
autor. Editiones Lion de Juda.
22
reciben, frecuentemente con gran sorpresa de su parte, una gracia
manifiesta de consuelo o de luz en su vida.
No hay que minimizarnunca la importancia del testimonio como
poder de conversión de los corazones, si se origina en una expe-
riencia verídica. Por otro lado, es lamentable que el pretendido
respeto humano, el miedo del juicio de los demás, la acusación de
indecencia o de manipulación de masas, sean invocados por al-
gunos como argumentos destinados a descartar el testimonio ... y a
privarse de su impacto evangelizador.
La intercesión por los que sufren dura largo tiempo, incluso si
en opinión unánime de los participantes "no se siente pasar el
tiempo". Así sucede cuando el cielo se acerca a la tierra ... o Dios
se acerca al hombre. Las palabras de profecía o de conocimiento
inmediato se multiplican, pero sin excesos ni exaltación de la
muchedumbre:
"Una persona de cincuenta y dos años, con una afección en el
ojo izquierdo que la tenía casi ciega de ese lado, en este instante
tiene un llanto inhabitual y se da cuenta que distingue mejor las
formas a su alrededor. Es el principio de una curación total que
culminará en algunos días."
"Una mujer joven de veintisiete años que ha tenido dos abortos
y hostigada por un terrible sentimiento de culpabilidad desde hace
varios años, experimenta súbitamente una paz profunda. Ella nunca
había hablado de esto a nadie. Es invitada a ir a buscar un sacerdote
para recibir el perdón de Dios."
"Un religioso de cuarenta y ocho años, casi sordo de los dos oídos
y obligado a usar un aparato acústico, está sanando. Ha venido aquí
con curiosidad, traído por un amigo y habi-tualmente se manifiesta
muy crítico respecto a la Renovación carismática. Actualmente
percibe fuertes zumbidos en los dos oídos y estará totalmente
sanado en algunas horas más."
"Una pareja que se deshacía después de dieciocho años de
23
matrimonio y que había llegado al borde del divorcio, experimenta
un gran calor interno. El, convertido en alcohólico, está instantánea-
mente liberado del alcohol. Ella cayó con otro hombre a causa de
sus problemas conyugales. El Señor los visita para "resucitar" su
unión e invitarlos a vivir una reconciliación". Etc.
Muchos serán alcanzados por el ejercicio del carisma de profecía
o de conocimiento y todos darán testimonio, sea en público o en
privado (por legítimos motivos de discreción).
Dios realiza maravillas en su Pueblo, en la medida que éste
espera todavía algo de El. ..
"[Levántate y anda!"
Pero la reunión no ha terminado, porque habíamos decidido orar
por cada uno de los enfermos presentes en el "podium" añadiendo
a nuestra intercesión el signo (no sacrarnental) de la imposición de
manos (cf Me 16,18) que todo cristiano puede practicar en un
movimiento de confianza y de esperanza, con un enfermo, No se
trata de algún gesto mágico], sino de una seria eclesial de compa-
sión fraterna vivida en un espíritu de oración.
Las veinte personas del equipo animador se dispersan entre las
filas de enfermos de dos en dos y comienzan a orar con ellos.
En compañía del Hermano Ephraim, fundador de la Comunidad
del León de Juda y del Cordero Inmolado, me dirijo hacia los
inválidos físicos, agrupados en varias filas alrededor del altar,
fortificados ya en la confianza por lo que nuestros ojos acaban de
ver y nuestros oídos de escuchar a través de los testimonios que
referí arriba.
1. Dios no es mago ante todo, porque entonces, no seria Amor. Sin embargo,
muchos creyentes lo consideran un poco como tal, privándose de las invitaciones
de su Bondad.
24
Nos inclinamos sobre una joven mujer que padece una esclerosis
en placa (?)* y está paralizada en las dos piernas. Su rostro está
bañado en lágrimas ... Lágrimas de emoción por las sanaciones ya
manifiestas, pero también lágrimas de sufrimiento porque, para
ella, sus piernas rehusan todo movimiento, incluso el más mínimo.
Con el corazón conmovido, Ephraim y yo invocamos con fuerza al
Espíritu Santo por el cual aquel que cree en Jesús (resucitado) verá
realizarse las mismas obras -y todavía más grandes- de Cristo (cf Jn
14,12) .
... ¡Que no se haga nuestra voluntad, Señor, sino la tuya! Oramos
luego por un hombre que padece una artritis invalidante en las dos
caderas, impidiéndole caminar. Hasta aquí, todavía no se produce
nada manifiesto, lo cual no impide la secreta visita de Dios en él. ..
Sin embargo, más tarde nos dirá que durante nuestra intercesión él
había experimentado una especie de ea lor quemante e inhabitual en
la pelvis ... pero ninguna mejoría física de esta coxartrosis bilateral,
al menos durante los días siguientes.
Nos aprestamos para "pasar" con la siguiente persona y de pronto
me detengo, como si una "instancia interior" me dijera: "¡más tarde!
Ahora tienes otra cosa que hacer". Molesto, miro al joven por el
cual nos disponíamos a orar y que espera, preguntándose por qué
penllanezco inmóvil a unos pasos de él, sin avanzar ... mientras que la
fila de enfermos en silla de rue- das es muy grande y que, desafortu-
nadamente, no tenemos toda la noche por delante para prolongar
esta celebración.
Dubitativo ya la vez seguro de ser invitado a "alterar mis planes",
miro fijamente a los inválidos de mi alrededor, tratando de perrna-
necer en una escucha interior para percibir mejor lo que considero
una moción del Espíritu. Ciertamente no es la primera vez que
experimento algo parecido, pero nunca antes con tal intensidad.
Ephrairn espera pacientemente, presintiendo sin duda un aconteci-
miento inhabitual. Mi mirada se posa finalmente y casi "por casua-
lidad", sobre una joven sentada también en una silla de ruedas. Mi
*N.T.
25
"instancia interior" (de ninguna manera se trata de una especie de
voz), insiste: "Es ella".
Lo que viví entonces me sorprende ... y me seguirá sorpren-
diendo durante largo tiempo. Sin desearlo en modo alguno, hago a
un lado los otros enfermos que esperaban pacientemente para
encontrarme al lado de esta joven, seguido de Ephraim, a quien no
altera de manera desmedida la turbación del momento.
- ¿Cómo te llamas?
-Chantal
- ¿Qué edad tienes?
- Veinticuatro años
- ¿Desde cuándo estás en esa silla?
- Desde los diecinueve años. Tuve un accidente en moto que me
seccionó parcialmente la médula espina!.
- ¿Haz podido recuperarte un poco?
- Apenas puedo mover mi pierna izquierda, pero la derecha está
totalmente dañada.
Como médico, sé que su pronóstico es exacto: con varios años
después de tal traumatismo, su pierna derecha jamás podrá soste-
nerla ... y en cuanto a la izquierda, sus posibilidades locomotrices
son muy limitadas.
- ¿Tienes deseos de sanar?
Responde con una triste sonrisa de desengaño, como si el vere-
dicto fatal hubiera sido dado definitivamente, sin que ninguna
mejoría pudiera considerarse posible.
26
- Es verdad que no puedes esperar una recuperación natural;
pero, ¿crees que Jesús puede hacer algo por ti?
(Levanta los hombros, dando a entender: "Sólo falta que El se
interese en mí").
Yo sentía que me animaba una cierta audacia, que no tenía nada
que ver con algún sentimiento de emoción particular. Yo estaba
perfectamente tranquilo, sin que me alterara para nada esta multitud
con seis mil pares de ojos fijos en el podium. Yo sentía la impresión
de una fuerza que "se condensaba en mí mismo", una especie de
convicción sobrenatural de que Dios quería manifestar su gracia en
Chantal. .. no de modo general (como lo puede manifestar en todos),
sino muy precisamente, en un sentido de sanación.
- ¿y si Jesús quisiera realmente sanarte?
- ¿Por qué a mí? .. ¡Todos los demás que están aquí, también
están enfermos!
Mi convicción crecía, sin que me desarmara su necedad y poco
entusiasmo aparente.
- No te preocupes por los demás. También el Señor se ocupará
de ellos. Piensa en ti, porque ahorita El se está ocupando de ti.
Vamos a orar con confianza.
Sin contestar, baja la cabeza y cierra los ojos, como para con-
centrarse mejor en la oración. Yo me uno a ella en esta intercesión
ferviente, sin preocupanne del tiempo que pasa alIado de Chantal
y (quizá) ¡quitado a otros! 1
Levanto la cabeza.
- ¿Experimentas alguna sensación especial en tu cuerpo?
1. En el transcurso de la noche, cada enfermo, sin excepción, se beneficiará
con la intercesión de los hermanos.
27
- Realmente no (diciendo: "no se fatigue más").
Entonces aparento fastidiarme "gentilmente".
- Chantal, no te desanimes. Si Jesús quiere actuar, El puede
hacerla, pero necesita tu colaboración; pídele tú misma que te
toque, ¡y no seas tímida!
Tal lenguaje podría ser considerado imprudente y "psicológica-
mente maní pula dar" , estoy de acuerdo ... yo mismo lo ha bría desa-
consejado anteriormente en tal contexto, conociendo los peligros
de la presión moral aplicada a los enfermos. El ejemplo de las sectas
pentecostales que empujan a gente muy crédula a declararse sanada
y gritan falsos milagros, no me es desconocido y siempre he
manifestado mi total desacuerdo con tales prácticas. Pero esta
noche, las circunstancias eran diferentes. Yo tenía la impresión de
ser movido por una fuerte moción del Espíritu, cuyo "blanco" era
Chantal y el fin: su sanación.
Cuidando de ser discreto, coloqué mi mano en la columna
vertebral de Chantal, en el lugar aproximado de su antiguo trauma-
tismo y, con Ephraim, repetimos la oración.
Interpelada y confundida por tal convicción, Chantal misma empe-
zó a participar más concretamente en esta intercesión, como si una
nueva "esperancita" hubiera llegado a su corazón.
- ¿Sigues sin sentir nada?
- Sí... siento como una débil corriente eléctrica al final de la
columna y en las piernas ... y esa señal me anima.
- Intenta mover un poco tu pierna derecha.
- ¡Duele! "¡No puedo!"
Mi convicción interior aumentaba, tranquila y segura a la vez.
Yo tenía la impresión de que faltaba un paso para comenzar
28
concretamente el proceso de mejoración física. Pero ignoraba cuál...
o más bien, lo eliminaba de mi mente, porque lo presentía pero no
osaba tomarlo en cuenta, a causa de la seria decisión que implicaba.
- ¡Sigamos orando! Dije, turbado en mi corazón. Tenía pena,
porque todo sucedía en mí como si Dios me invitara a un acto de
fe preciso y yo me hacía el sordo.
Al fin cedió mi resistencia y me rasqué la garganta para balbucear
a Chantal:
- ¡Vamos a tomar las cosas con fe! Párate, vamos a ayudarte.
Después de un corto momento de duda, Chantal se apoyó en las
coderas desu silla, sostenida de las axilas por Ephraim y yo. Ella estaba
tan delicada con sus piernas adelgazadas por la arnioartrofia ligada a
una antigua parálisis de cinco años, que estuvo a punto de desplomarse.
Yo sentía que había que animarla, exhortarla a que tuviera confianza
avanzando con la pierna y ayudándola a vencer sus dudas. Ella dio un
paso, muy cautelosamente, con nuestro apoyo, luego otro y un tercero
aún.
Me llené de valor, tal como ella lo hacía, y le retiré el apoyo de
mi brazo. Ella permanecía de pie, sola, lo cual cinco minutos antes
y desde cinco alias atrás, le era imposible. Viéndose privada de
"seguridad" y como abandonada a ella misma, tuvo miedo y vaciló.
De nuevo me di a la tarea de estimular su ánimo, dulcemente, pero
con firmeza insistente. Ella se repuso y caminó sola, con mucho
trabajo al principio, pero con una seguridad que crecía por una
fuerza sobrenatural que la afirmaba. Caminando hacia atrás, iba yo
delante de ella con los brazos abiertos para detenerla por si acaso
caía. Pero eso no fue necesario porque rodeó el altar en unas
decenas de metros, bajo una tempestad de aplausos ... No se trataba
de una ovación aclamando la vedette de un show sino la acción de
gracias de todo un pueblo que podía contemplar con sus propios
ojos las obras admirables de Dios.
Mi corazón, como el de mis hermanos y hermanas del equipo
29
animador, desbordaba de alegría ante tal manifestación del poder
de Cristo.
Muchos se retiraron habiendo crecido en la fe que para Dios todo
es posible y que sus misericordias no se agotan.
¿Milagro? Era el título en algunos periódicos. Yo no lo creo,
porque la definición de este término implica -parece ser- una
curación inmediata, total y definitiva, lo que no fue estrictamente
el caso.
Chantal necesitó de un período de tiempo para recuperar la
marcha normal, mientras se remodelaron y tonificaron los músculos
de sus piernas. Algunas semanas más tarde, podía bailar y unos tres
meses después, pudo obtener sin problemas su licencia de manejo ...
Dios había actuado aquella noche como en muchos otros enfer-
mos, en respuesta a la oración unánime de una muchedumbre ... pero
esta experiencia que viví personalmente con Chantal y que consti-
tuyó como el "disparo" para su curación, podemos arriesgamos a
llamarlo "carisma de fe".
30
CAPITULO n
Actualidad del carisma de fe
¿La Renovación es siempre carismática?
La Renovación pentecostal no lo es en sus comienzos, en que las
sospechas y las críticas eran comunes por parte de muchas instan-
cias, incluyendo las eclesiásticas. Todos reconocen 1
que constituye
una oportunidad para la Iglesia de hoy y basta con leer los discursos
del Santo Padre a los Obispos de la República Federal Alemana en
que los exhorta a animar las nuevas comunidades, tales como
Renovación, Focolari, Comunión y Liberación.
"Si actualmente nuevos grupos y movimientos apostólicos quie-
ren llevar a los demás la noticia de la salvación con un gran impulso,
ustedes (los obispos) deben darles todo el espacio disponible y
tenerles confianza. Tales movimientos merecen un reconocimiento
y un sostén esenciales, tal y como lo señaló el último sínodo de
obispos. Estos nuevos senderos de evangelización ya han dado
f 1
,,2
rutas exce entes.
1. A excepción de los "incurables por vocación", como los llama un teólogo
muy conocido.
2.23 de Enero de 1988, ante los Obispos de R,F.A., en visita ad limina.
31
Sin embargo, asistimos por doquier a "jadeos" en la vida de los
grupos, jadeos que plantean una incógnita por su persistencia y que
se deben (probablemente) a un problema de identidad. Porque todo
grupo de oración, toda comunidad, pequeña o grande, más o menos
residencial, tiene una vocación propia, cuya emergencia asegura la
vitalidad y duración en el tiempo. Su esperanza de vida depende
del crecimiento de su identidad y, por lo tanto, de los medios
adoptados para vivir este crecimiento en la búsqueda de su "iden-
tidad-vocación", la que siempre se revela específica, ligada a una
. .
gracia propia.
La gracia de la Renovación "vital iza" o "revitaliza" tantos sitios
de Iglesia, movimientos o asociaciones (caritativas o de otro tipo),
que no puede negarse su proveniencia del Espíritu Santo, sorpren-
dido en flagrante delito de libertad. Los primeros frutos de esta
Renovación pentecostal, grupos de oración y comunidades, ya no
son exclusivos desde hace varios alias, aun cuando permanecen sin
duda, como el núcleo.
En efecto, estos grupos o comunidades, cada vez más numerosos
y variados, atraviesan -de modo nonl1al- por períodos de crisis
ligados a la originalidad de su vocación, pero, ¿qué crecimiento
auténtico y fructífero no conoce crisis')
La comunión entre grupo de oración y comunidad es fructífera,
no para uniformar las identidades, sino por el contrario, para poner
de relieve y ayudar a hacer crecer la de cada quien.
Así, cada grupo tiene un rostro particular que alcanzar, que se
revela progresivamente en el tiempo y que no hay que ir a buscar
con el vecino, aunque éste se considere muy buen consejero.
Este rostro específico siempre está ligado o vive dos dimensiones
que son los propios fundamentos de la vida de la Iglesia:
- La comunión. ¿Cómo los miembros del grupo ven y viven la
comunión entre ellos y con la Iglesia local?
32
-La misión. ¿Qué envío descansa en el grupo? ¿Qué testimonio
se espera de él? ¿Qué puertas apostólicas se abren ante él? ¿A qué
llamado del sufrimiento del mundo está sensibilizado y se dispone
a responder?
... Comunión y misión, sin las cuales la vida de un grupo de
oración o de una comunidad tarde o temprano se marchitará,
entrando a una rutina fastidiosa, un desinterés creciente de sus
miembros o al olvido del primer amor. Añadamos a esto, para la
sobrevi vencia fructífera del grupo carismático, el carácter indispen-
sable de la oración fiel (la cual debe tomar una dimensión litúrgica,
al menos parcialmente), de la vida sacramental y de la formación
de sus miembros (espiritual, bíblica, teológica, etc.)
Anteriormente hablé de los problemas en ciertos sectores de la
Renovación, pero conviene evocar sobre todo la increíble riqueza
de inventiva, creatividad, innovaciones conmovedoras (y eficaces)
en materia de formación, catequesis, evangelización, obras carita-
tivas de que da prueba el trabajo de la gracia a través de los
diferentes rostros de la Renovación. Esta riqueza de la Renovación
a la que me refiero, se origina evidentemente en la diversidad
inaudita de carismas, cuya gama no acabamos de conocer, pero que
conviene recibir como tantos dones gratuitos, fecundos, cada uno
a su manera, con el respeto de su complementariedad.
Los carismas revisten innumerables caras, pero podemos distin-
guir tres grandes categorías: los que brotan del conocimiento; los
del discurso, tales como el de ciencia o el de sabiduría, y finalmente
los de acción, desde la "aptitud caritativa" multiforme en la sana-
ción e incluso el milagro.
Todos los dones relativos al conocimiento pueden, según Santo
Tomás de Aquino, considerarse con el nombre de profecía (se
incluye el de profecía propiamente, el de conocimiento inmediato u
otros...). El carisma de fe, primer objeto de este libro, parece entrar en
el marco de esta última categoría.
Pero regresemos a esa fecundidad inesperada y fulgurante que
33
sorprende desagradablemente a algunas otras "corrientes", hasta
provocarles algunos reflejos de celos espirituales. No es lo esencial
recibir la obra del Espíritu, allí, donde El desee brotar, aun si esta
obra parece revestir una amplitud juzgada a veces ... ¿invasora o que
no encaja en una norma fijada hace mucho tiempo?
La Renovación ya no está en su fase" embrionaria". La gestación
ha terminado y el niño ha nacido: hermoso niño, promovido a un
porvenir brillante si sabe dejarse educar dócilmente por el Espíritu
Santo y dentro de la Iglesia, lo que es, sin duda, su intención
inquebrantable.
Para que no disminuya su velocidad de crecimiento, lo esencial
no está en que primeramente se multipliquen sus realizaciones,
incluso las más urgentes u oportunas para el bien de la Iglesia.
Ciertamente, los tiempos se acercan y sentimos que debemos
aprovechar el día para realizar la obra de Aquel que nos ha enviado
(cf Jn 9,4). Pero parecen aún más primordiales la preservación e
intensificación del Soplo que la anima, de ese potencial de vida
multiforme que él recela y que no ha acabado de desplegar sus
manifestaciones en nuestro mundo y en la Iglesia.
En este terreno, no podemos dormimos en nuestros laureles y
admirar tranquilamente "una máquina que funciona bien". El Espí-
ritu desea hacemos siempre más inventivos y creativos para que se
expresen más las fuerzas vivas del Reino.
¿Ese soplo anima siernpre y siempre más nuestros grupos de
oración? ¿Qué hacemos para conservarIo ... no para "encajonarIo"
sino para que no se escape de nuestros lugares de oración y
apostolado? ¿Qué hacemos para que crezca en fuerza, aun cuando
esto requiera de un poco más de renuncia a nosotros mismos, de
espíritu para compartir, de exigencia de vida espiritual y comuni-
taria?
¿La efusión del Espíritu que nos embarga desde hace unos quince
años, está declinando o nos hace madurar hacia una nueva "ofensi-
va", es decir una cosecha más abundante que nunca, en que los
34
obreros, todavía muy poco numerosos, deban movilizarse para que
estos tiempos de gracias den todos los frutos que los designios
divinos están preparando?
Si me atrevo a impulsar a la reflexión es porque desde hace
tiempo me aflora una interrogante: la Renovación pentecostal que
ha transformado tantas vidas en Europa desde hace quince años, se
dice también "carismática" ... En realidad no es exclusivamente
carismática, pero finalmente los carismas forman parte de su voca-
ción y constituyen un poco el barómetro de su vitalidad.
Yo sé bien que estos carisrnas no son lo esencial de la vida de la
Iglesia; que la vida sacramental y la vida mística (es decir, de unión
a Cristo vivo) siguen siendo lo primero y fundamental. Y no tengo
ninguna intención de sugerir una inversión de valores, que amena-
zaría con llevamos dieciséis siglos atrás, cuando la herejía monta-
nista estuvo a punto de comprometer la existencia misma de la
Iglesia.
Esto no impide -y nadie podrá rebatirlo- que la práctica caris-
marica es inherente, desde los comienzos, a la vida de la Reno-
vación (ya la de todas las renovaciones que la han precedido en la
historia de la Iglesia). Por esto me atrevo a decir que el ejercicio de
los carismas constituye como un barómetro de la calidad del soplo
animador de la Renovación penrecostal.
Por otra parte parece que el ejercicio de los carismas está a la
baja en muchos grupos de oración o comunidades, y esto no deja
de plantear preguntas ...
Por definición, los carismas tienen una manifestación transitoria,
pero esto no significa que la práctica carismática sólo tenga un
tiempo ... por el contrario. Y cuando teológicarnente se habla del
carácter temporal del ejercicio de los carismas, no se evoca en
absoluto el mismo tema.
No es lógico, en la pedagogía divina, que los carismas cedan su
lugar a otra realidad espiritual, hasta anquilosarse ellos mismos. En
35
principio esto tendrá lugar sólo hasta que se realice el aconteci-
miento de la venida gloriosa de Cristo.
La Caridad no acaba nunca. ¿Las profecías? Acabarán. ¿Las
lenguas? Se callarán. ¿La ciencia? Desaparecerá ...
Cuando venga lo que es perfecto, desaparecerá lo que es imper-
fecto (1 Co 8-10).
Los carismas abren un camino y allí está su vocación primera,
pero no van a desaparecer cuando se tiene más necesidad de ellos..
. o porque se tiene otra cosa mejor que hacer.
Una vez que abren un camino ... y ayudan a consolidarlo, tienen
más nuevos caminos que abrir ... ¡y también que consolidar! Por eso,
en mi opinión, el abandono de los carismas es más grave de lo que
se piensa, porque da testimonio de una mínima docilidad al Espíritu
Santo... y en ciertos casos quizá una tendencia del hombre a
apropiarse las obras del Señor.
No hay que confundir declinación con abandono del ejercicio de
los carismas. En los grupos de oración o comunidades donde hay
declinación, es por carencia de los medios empleados para perma-
necer a la escucha del Santo Espíritu. El uso de los carismas no se
improvisa, incluso si al principio es recibido espontáneamente.
Existe toda una educación en la vida carismática, de la que nadie
está exento, con el propósito de hacer fracasar las trampas de lo
imaginario, del subconsciente, del orgullo espiritual o del iluminis-
mo latente en muchos.
Un grupo o una comunidad de oración tienen necesidad de
carismas para el crecimiento de su propia vida interna y para la
emergencia de sus diversos llamados a determinada misión.
Ciertamente, los carisma s jamás deben buscarse por ellos mis-
mos, en un deseo de espectacularidad, de maravilla o de vedetismo.
Sin embargo, conviene aspirar a ellos, como nos exhorta San Pablo,
únicamente si se ejercitan en y por amor, al servicio de una
36
comunión y mediando la sabiduría necesaria para un desarrollo
equilibrado.
El abandono de los carismas denota una actitud totalmente
diferente: la que consiste en cansarse de ejercitarlos porque se
convierten en muy molestos o porque conducen a ciertas exigencias
fastidiosas y aún más, por temor a que con su práctica se desacredite
la notoriedad del grupo ante ciertas autoridades.
Esta sería una conclusión lamentable, porque si en este terreno
se requiere la virtud de la prudencia, ella comprende paradójica-
mente la audacia, que da apertura a los dones de Dios, y la
moderación, que reglamenta su uso según las circunstancias ... pero
una moderación basada en la caridad y no en el temor.
Si el ejercicio de los carismas se esfuma en la Renovación, siendo
por declinación, conviene remediarlo rápidamente pero si es por
abandono, habría que cuestionarlo de manera indispensable.
Porque, si se avisora una Renovación Carismática sin carismas,
podemos preguntamos si seguirá por mucho tiempo "Renova-
ción" ...
Retrospectiva histórica
Si estudiamos de cerca la historia de los carismas y su nacimiento
en la Renovación, constataremos fácilmente que se ha desarrollado
por etapas sucesivas a través de las cuales (como regla general que
no excluye las excepciones) cada vez aparecía un nuevo tipo de
carisma.
Hay que tomar en cuenta esta sucesión si deseamos entrar más
en la pedagogía divina. Porque Dios no derrama sus dones al azar
y de manera incoherente.
Empleando siempre su libertad, que nos da multitud de sorpre-
37
sas, porque no podemos encerrar la Sabiduría en reglas precisas,
Dios da sus gracias carisrnáticas con un objetivo educativo de su
pueblo ...
La aparición de un carisma parece preparar el surgimiento ulte-
rior de un segundo, en tiempo oportuno, seguido éste de la emer-
gencia de un tercero ... ¡y así sucesivamente!
Todo sucede como si, dando tal carisma, el Señor madurara por
ese mismo carisma y por su ejercicio fructífero, equilibrado y
eclesial, la germinación del siguiente. Evidentemente, no hablo
aquí a nivel individual, en que esta progresión en la eclosión de
diversos carismas se viviera en una persona precisa. Estas conside-
raciones son generales. Así, el nacimiento de tal carisma en algún
miembro de un grupo de oración, será seguido ulteriormente por el
surgimiento de otro carisma en ese mismo grupo, pero en otros
miembros. Podemos extender estas deducciones al conjunto de la
Renovación, e incluso a la Iglesia entera.
Bajo esta introducción, ¿qué nos revela la historia de los carismas
en la Renovación?
El primer don que acordó el Espíritu, simultáneamente con su
propia efusión, es el de lenguas, individual o colectivo ... y en
relación con él, no me extiendo más, considerando los escritos que
han aparecido al respecto.
La práctica del don de lenguas, tan sorprendente que haya podido
parecer en su tiempo (mientras que ahora ha llegado a convertirse
en anodina, no así para los medias, que se muestran muy inclinados
hacia él), maduró el nacimiento de otro tipo de carisma: el de
profecía, que se extendió fácilmente en la Renovación y ha contri-
buido mucho a animar y exhortar los grupos de oración hacia la
unidad y el apostolado. El lazo entre lenguas y profecía es particu-
larmente evidente, ya que sabemos que la glosolalía abre el espíritu
a la receptividad profética. Es así clásico que un auténtico canto en
lenguas -desemboque en una reunión de oración- en una o varias
palabras de profecía, en la medida en que el grupo permanezca
38
fielmente a la escucha del Espíritu Santo y en un perseverante
espíritu de oración y de comunión fratema.
Al mismo tiempo que la profecía, apareció la interpretación de
lenguas, de hecho carisma del mismo orden, importante, pero
definitivamente más raro que la profecía. Una razón está en que no
todas las lenguas pueden ser interpretadas, porque puede tratarse
de una alabanza gratuita al Dios Creador y Salvador (y que rebasa
la inteligencia humana). Sólo los verdaderos mensajes en lenguas
y ciertos cantos pueden interprerarse si el Espíritu da su significa-
ción. Pero ésta no es la única razón. Probablemente hay que pensar
en una gran dificultad de expresión o de recepción de este carisma ...
o inclusive alguna otra cosa.
El don de ciencia pudo aparecer preparado por el de profecía. No
hablamos del don de conocimiento inmediato, sino de aquel en que
quien lo recibe es susceptible de comentar un pasaje de las Escri-
turas o un misterio de Cristo, por ejemplo, según las necesidades
momentáneas del auditorio. Este carisma está muy ligado a la
enseñanza, pero en principio no se vive en base a una competencia
intelectual o teológica. Esta enseñanza es como dada en el mo-
mento, incluso si su contenido ha sido previamente preparado, ya
que la nota carismática reside en el impacto que causa en los
corazones. Este don de ciencia que como una respuesta, en su
época, a las necesidades crecientes de los grupos de oración
1
en
cuanto a la comprensión de las Escrituras y la vida espiritual y
continúa ejerciéndose fructiferamente en la mayor parte de ellos.
Le deseamos muy buena carrera porque al acompañar la enseñanza
de la Iglesia, es uno de los pilares de equilibrio de los grupos2.
Después vino el carisma de sanación ... entendiéndolo como una
capacidad de oración particularmente eficaz (por gracia de Dios)
en la persona que lo ha recibido ... a condición que lo haya confir-
1. Se ejercitará igualmente durante diversos encuentros carismáticos.
2. En el don de ciencia podemos incluir globalmente el de predicación o
exhortación.
,
39
mado un fino discernimiento l. Puede tratarse de curación de cuer-
pos afligidos por enfermedades más o menos graves (en general,
las curaciones se refieren a afecciones relativamente benignas,
aunque invalidantes para aquellos que las viven) o sanación interior
(de heridas del pasado) e incluso liberación de malos espíritus''.
Este carisma de sanación ha hecho correr mucha tinta, inclusive
en ciertas instancias de la Iglesia y en otras partes. Su principal
argumento de acusación radica en que se alimenta demasiado con
lo maravilloso, pero es tal que el Espíritu lo da a quien El quiere,
con el riesgo efectivo de que ciertas sensibilidades vean demasiado
el lado espectacular y no tanto la pedagogía de conversión ... ¿El
mismo Jesús, no corrió ese riesgo?3
El carisma de sanación (que se distingue del poder de los
curanderos, cuya eficacia eventual tiene más de magia blanca que
de gracia divina) ha hecho madurar en los corazones el surgimiento
de otro carisma, más sorprendente porque ara-rentemente es más
espectacular: el del conocimiento inmediato donde, a partir de un
anuncio de tipo profético, una persona precisa se reconoce visitada
por el Espíritu con un efecto de alivio de su mal, sea físico,
psicológico o social. Este anuncio, que se relaciona con el carisma
de profecía pero que lo rebasa en cierta manera, es como una
promesa personal de sanación, donde la persona es invitada a abrir
su corazón ante el paso de Dios en su vida. Se añade así a la sanación
propuesta, una evidente dinámica de conversión.
La palabra de conocimiento es inquietante en sí misma, para una
inteligencia muy racional, a causa de los detalles concretos e
históricos, mas no indiscretos que ella conlleva, con miras a inter-
pelar a alguien preciso en la asistencia. Los riesgos de desviación
1. El carisma de discernimiento, más discreto pero esencial, nació al mismo
tiempo que los propios grupos de oración.
2. Leer: Misterio de amor y ministerio de sanación, del mismo autor y editorial.
3. No intentamos en absoluto "colocamos encima" de la acción sanadora de
Cristo ... sino sólo evocar los riesgos que él quiso correr al ejercitarIo.
4. Leer al respecto: "El carisma de conocimiento inmediato. ¿Por qué y cómo?"
del mismo autor. Editiones Lion de Juda. .
40
son reales, porque un carisma conlleva siempre, por naturaleza, un
aspecto subjetivo y también allí se requiere del discernimiento, Pero
en el seno de un gn1po de oración o de una comunidad, ¡qué poder
evangelizador contiene tal gracia! ...
La historia de los carismas es pues una especie de proceso en
cadena donde el ejercicio de uno favorece la emergencia del si-
guiente ... pero suscita igualmente un desarrollo siempre más fecun-
do (y comunicativo) del primero.
No se ejercita un carisma para reivindicar otro, sino senci~llamellte
para crecer en el don recibido para bien del grupo y de la Iglesia y
hacerlo dar fruto en la doci lidad al Espíritu y una confianza creciente
en el don que El depositó en nosotros ... si se ha reconocido en la
comunión del grupo donde se ejercita.
Hay un dinamismo casi obligatorio de la práctica carismática,
delicado pero real donde, en un terreno particular, el que no avanza,
va en retroceso. Aquel que no utiliza los medios para recibir (y
mantener) el don que tiene, mediante una vida espiritual y comuni-
taria finalmente exigente, corre el riesgo de dejarlo escapar pro-
gresivamente. Un carisma es una gracia que nos precede y en la que
se nos recomienda intentar penetrar constantemente. Aunque ese
carisma es dado gratuitamente, no entrega los esfuerzos para reci-
birlo ni la docilidad al Espíritu. Es así como un grupo, una comu-
nidad o una reunión se dispone a recibir un "nue 'o carisma que
por su eclosión requerirá una lenta maduración de los otros dones
espirituales ya derramados.
El dinamismo del desarrollo carismatico conlleva aspectos labo-
riosos que desaniman a más de uno y es como un fenómeno "bola
de nieve", destinado a un crecimiento indispensable (en cantidad y
sobre todo en calidad); si no, va a la declinación ... o al abandono.
Estas palabras son sin duda el fruto de una experiencia personal
y comunitaria; sin embargo me parece que reflejan de igual manera
la evolución de la Renovación en su dimensión carismatica.rqué
conviene considerar de manera realista, para que por darle gracias
41
al Señor por todos sus dones ... y suplicarle, como lo hacía Kathryn
Kuhlmann, El no nos retire su Santo Espíritu (cf Sal 51,13).
Porque El todavía no termina de derramar sus dones ... y, si es
verdad que un carisma prepara el nacimiento de otro carisma, bien
parece que el de conocimiento inmediato, aparecido en la Reno-
vación europea desde hace aproximadamente seis años, dispone al
nacimiento de otro, más sorprendente y más delicado, más conmo-
vedor y más rebatido: el carisma de fe.
42
CAPITULO III
Fe teologal y fe
carismática
Cuando San Pablo proclama: La fe, la esperanza y la caridad
subsisten, pero la mayor de todas ellas es la caridad (1 Cor 13,13),
no se sitúa en el mismo plano que al afirmar: A cada quien se le
otorga la manifestación del Espíritu para el bien común. A uno se
le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia,
según el mismo Espíritu; a otro, la fe, según el mismo Espíritu; a
otro, el don de sanación, según ese unico Espíritu; a otro, poder de
realizar milagros; a otro, la profecía; a otro, el discernimiento de
espíritus; a otro, la diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas
(l Cor 12,10).
En el primer caso, Pablo evoca lo que llamamos tradicional-
mente virtud de fe; y en el segundo, nos entrega. un pequeño tratado
teológico sobre los carismas; entre ellos, el de fe.
Virtud y carisma no pueden colocarse uno encima del otro; por
ello es conveniente encontrar la distinción profunda para no caer
en la confusión y "colocarle" al carisma una virtud o una fuerza que
no tiene en absoluto. Este error amenazaría desnaturalizar -en
nuestra comprensión- la cualidad excepcional e irrernplazable de
43
la fe cristiana, y de hacemos perder de vista el sentido del carisma
de fe.
San Juan Crisóstomo, el famoso Obispo de Constantinopla muerto
en 407, distingue las dos nociones que nos ocupan, ensu tratado sobre
la fe. Cito una breve parte de su artículo No. 1:
"La palabra fe tiene dos acepciones. Primeramente, la fe sobre-
natural que obra milagros, de la cual hablaba Jesús cuando decía a
sus discípulos: "Si tuvieran la fe del tamaño de un grano demostaza,
dirían a este monte: desplázate de aquí allá, y se desplazaría" (Mt
'17,20). Como los apóstoles se sorprendían de no haber podido
lanzar el demonio del cuerpo de un poseído, Jesús les reprocha su
incredulidad (Le 9,41). Y cuando Pedro siente que comienza a
hundirse cuando camina sobre las aguas, Jesucristo le dice: "Hom-
bre de poca fe, ¿por qué has dudado?" (Mt 14,31).
Este tipo de fe refleja muy bien lo que evocaremos de la fe
carismática y que desde entonces la Iglesia aprendió a formular más
teológicamente.
Juan Crisóstomo continúa su discurso, evocando lo que actual-
mente llamamos de manera más elaborada en el pensamiento de la
Iglesia, la fe teologal:
"Hay otro tipo de fe, la que nos lleva al conocimiento de Dios; a
consecuencia de la cual obtenemos el nombre de "fie- les". De ésta
habla el apóstol a los Romanos: "Doy gracias por todos ustedes de
que la fe que profesan sea anunciada por todo el mundo" (Ro 1,8)
la que tiene por objeto, por ejemplo, el dogma de la Resurrección
de Jesucristo y de nuestra propia resurrección por la virtud de Dios
resucitado de entre los muertos (Ro 1,8) Esta fe no es exclusiva-
mente don del Espíritu, porque primeramente quiere que concurra
nuestra voluntad (Ro 1,8) Ni Dios ni la gracia del Espíritu preven
nuestra decisión: El nos llama, pero al llamamos espera, porque no
quiere constreñir nuestra voluntad".
44
La fe teologal
La virtud de la fe (en griego, pístis) es una de las tres virtudes
teologales, con la esperanza (elpís) y la caridad (agapé y no éros
que no existe en el Nuevo Testamento).
La palabra "virtud" viene del latín virtus, que significa ordinaria-
mente el estado de virilidad, caracterizado por el ánimo. Deriva
igualmente del latín vis, que significa fuerza, lo cual explica que
actualmente muchos cristianos entiendan la palabra virtud (de
apariencia anticuada, aunque muy bella, de hecho), como un actuar
que implica cierta tensión, por lo tanto más bien opuesta a un actuar
por atracción o espontaneidad. Pero una virtud, sobre todo teologal,
no tiene nada de aptitud humana que habría que desarrollar mediante
esfuerzos incesantes ... y fastidiosos a la larga. Se trata de una gracia
particular de Dios que hace que quien la posee "realice incluso lo
que en sí es difícil, sin trabas, con seguridad y con alegría", dice
Santo Tomás de Aquino.
Las tres virtudes teologales son aquellas que "estructuran" en
nosotros la vida de verdaderos hijos "íntimos" de Dios ... cuya
experiencia vivida tiene un impacto sobre los comportamientos
inter-humanos regidos por las virtudes morales. I
El Concilio Vaticano II no se ha contentado con retomar los
conocimientos tradicionales de la Iglesia referentes a las tres vir-
tudes teologales, sino que ha insistido en su relación profunda con
el sentido mismo de la vocación divina de todo hombre por Cristo
y su gran importancia en la vida personal del cristiano, así como en
toda obra apostólica, por ejemplo.
En una sociedad en que el hombre pierde el sentido de la vida y
de su propia existencia, hasta convertirse inconscientemente en
suicida en múltiples lugares, es bueno recordarle que tiene una
1. Estas son cuatro: fuerza, prudencia, templanza y justicia, pero no las
estudiaremos en estas páginas.
45
.1 •
vocación particular y divina anclada en la fe, la esperanza y el amor
(caridad), que se desarrolla en el corazón de todo hombre.
¿Por qué llamar "teologales" a estas virtudes? Porque nos abren
a relaciones directas con Dios. Teologal viene del griego Theós,
Dios, y de logos, que se toma en el sentido de relación, de proporción.
Porque el hombre sólo existe verdaderamente en relación, en
cuanto está cara a cara con Dios, aun si este cara a cara se vive en
una cierta" obscuridad", o incluso inconsciencia. Fuera de este cara
a cara en que el hombre está invitado a entrar y crecer, la vida pierde
su sentido verdadero, que finalmente es místico, es decir fundado
en una unión siempre más fuerte con Cristo.
Las virtudes teologales sobrenaturales son aquellas que adaptan y
proporcionan nuestras facultades espirituales para que podamos entrar
en relación directa (mística, y no solamente ritual) con Dios. Consti-
tuyen fuerzas espirituales por las cuales estamos en comunión con la
vida, que es la vida del mismo Dios.
La fe como virtud implica la noción de "creer en" y, en lenguaje
bíblico, muchos verbos hebreos se aproximan a esta realidad. Existe
primeramente el verbo 'aman' que significa resistir (en un sentido
de solidez) o bien apoyarse en (algo cierto). Salidos del verbo
'aman' aparecen dos sustantivos: 'emouna ', la fidelidad y 'ernet' ,
la verdad. Estas consideraciones son importantes para delimitar lo
que es de hecho la actitud de fe del creyente. En el Antiguo
Testamento, creer en Dios se desarrolla a partir de la idea de solidez,
de apoyarse con seguridad, de no tropezar. La fe es así un acon-
tecimiento personal, que da a la existencia humana una especie de
solidez en Dios (exclusivamente).
ASÍ, convertirse consiste en llegar a ser sólido en Dios. La fe que
el hombre no puede darse a sí mismo, lo transforma, porque está
fundada en una relación objetiva con Dios.
Hay otra cara de la fe que aparece en la antigua alianza y que se
prolongará hasta la nueva alianza, particularmente en San Juan: la
46
"fe-confianza" en Dios, que invita a una fidelidad toda de confianza,
pero que ciertamente no es el resultado de una facilidad. Ella
sobreentiende un esfuerzo, una práctica, una actividad que le per-
mitirá desarrollarse en el hombre.
En el Nuevo Testamento, la fe pasa más por Jesucristo y pone al
hombre enfrente de Aquel que vino a dar testimonio en la Verdad.
La fe (teologal) se transforma en una decisión personal que debe
trabajarse sin cesar. Cuando un buen número de discípulos de Cristo
se alejan de El, porque su palabra es muy fuerte (cf Jn 6,66), Jesús
se vuelve hacia sus apóstoles y les dice: "¿También ustedes quieren
irse?" Pedro contesta: (su decisión está dada aun cuando ignora
hasta dónde lo va a llevar) "Señor, ¿a dónde iremos? Tú tienes
palabras de vida eterna" (Jn 6,67-68).
En los Evangelios, los múltiples y frecuentemente mara-villosos
signos que realiza Jesús, están al servicio de la fe, de esa decisión
personal; "Muchos creyeron en su nombre al ver las señales que
realizaba" Un 2,23).
ASÍ, la decisión de la fe se realiza en la persona de Cristo, y nunca
es un efecto natural de la voluntad y la inteligencia. Creer en
Jesucristo es distinguir en El al Hijo de Dios, pero también entrar
en comunión, vivir con El un encuentro íntimo. De ningún modo
se trata de algún acontecimiento psicológico, sino de una conver-
sión del ser completo, por intervención del Espíritu Santo que -por
la fe- nos infunde la inteligencia misma de Cristo.
La fe teologal es pues un don de Dios, no como la creación es un
don de Dios, ni como el milagro, o más ampliamente los carismas
son un don de Dios. Este don único -a diferencia de los otros- nos
hace participante de la misma vida divina, en tanto que Dios es luz.
Sin embargo, si la fe es un don, esto no significa en modo alguno
que el hombre no tenga nada que ver o que él lo padece. Sino que
a él corresponde acoger la fe teologal con atención, apertura, deseo
y perseverancia, aun en las pruebas. Dicho de otra manera, el
hombre puede recibir la fe sin acogerla, por su propia voluntad, por
47
descuido o por inconsciencia. Aunque sea "potencialmente creyen-
te", se priva del dinamismo interno del don de la virtud de fe, que
él deja en un estado más o menos larvario. El famoso "creer
hasta ...", o bien, creer en Cristo pero añadiendo una dosis de
creencias individuales que asfixian la fe verdadera .. o incluso
rechazar creer (por motivos frecuentemente causados por cierto
pasado doloroso), ¡constituyen ~omo un reflejo en negativo de la
fe!
Insistamos en este punto que facilitará nuestra posterior com-
prensión del carisma de fe: la fe teologal frecuentemente es dada
por Dios, pero muy poco acogida por los hombres; un poco como
la parábola del sembrador (Mt 13,18-23), en que éste sale para
sembrar en cualquier parte, es decir, con gran largueza, sin cálculo,
sino con mera prodigalidad. La tierra recibe muy poco esta semilla,
quizá por ser muy pedregosa, o poco profunda, o incluso llena de
espinas que la asfixian ... En cuanto a la tierra suave, es decir, la que
acoge y actúa para mantener ese don gratuito de la semilla, da fruto
hasta el sesenta o ciento por uno .. lo que provoca fuertemente ese
famoso dinamismo interno de la fe cuando es recibida con... hospi-
talidad. ¡Que quien tenga oídos, escuche!
La incomodidad de lafe
La fe es el Espíritu Santo en mí provocando la adhesión a los
pensamientos de Dios.
Esta fe es don de Dios, no solo en el sentido de ser gratuita, sino
también que sólo Dios puede producirla en mí. Es un aspecto de mi
"divinización". ¡Sólo Dios puede divinizar!
La fe (teologal) es el Espíritu de Dios que abre mi inteligencia
sobre un universo que la rebasa haciéndole ver el mundo en que
ella habita con algo de la inteligencia de Dios. La fe es Dios
invitándome a compartir, en la neblina, la luminosidad de su visión
del mundo.
48
Es decir que la virtud de fe es el misterio de la acción del Espíritu
Santo en mí, siendo el efecto los dones de inteligencia y de ciencia,
particularmente (estos son dos de los siete dones del Espíritu, en
sus misiones invisibles). Esto ya es mística ... y la mística más
mística es una profundización mayor de esta experiencia de la fe.
Es decir que la fe teologal es del orden de lo indecible. Ella no
se dice verdaderamente, aun sí está como recapitulada en el Credo,
porque siempre nos rebasará.
El cristiano no sólo está invitado a creer, sino a ejercitar y
expresar su fe, lo que es la mayor garantía de su crecimiento. Así,
siempre está dividido entre su fe y la expresión que puede dar de
ella. Las palabras humanas son insuficientes, porque la fe es mi
adhesión global a la verdad entera de Dios. Pero, a partir del
momento en que la digo, cono el peligro de fraccionarla, de "perder
una parte".
Esto no debe aternorizarme. Así es el orden de las cosas. Es la
condición misma de toda encarnación. El propio Jesús, en su vida
terrena, no podía expresar a Dios en plenitud. Porque "nadie ha
contemplado jamás a Dios" (l In 4,12). El es una luz inaccesible.
Para revelarse, debe descubrirse. Para mostrarse, debe esconderse
en una seúal, La señal es también El, pero ya es otra cosa ... Esta
señal, más allá de toda señal, o generadora de todas las señales y
que culmina la pedagogía divina, es el propio Jesús: Dios nacido
de Dios, pero también hombre; es el hombre que creemos: su
naturaleza humana nos esconde, al igual que nos revela, a Dios en
El.
Así sucede con mi fe; necesito expresarla y ejercitanne en esa
expresión, en tanto que la timidez, la independencia o el miedo de
ser criticado por otros, frecuentemente se opone a ello. Sin em-
bargo, su permanencia y su crecimiento son una exigencia. De no
ser así, si la dejo dormida, inactiva, no tarda en morir en mí. Debo
saber que toda expresión que yo le dé, será relativa, permanecerá
imperfecta, incapaz de agotar la riqueza del acto interior que causa
en mí el Espíritu. Pero esto no debe inquietarme. Es la incomodidad
49
normal de la experiencia de la fe y de la cual no podemos evadimos,
pero que nunca debe justificar alguna forma de pasividad en este
terreno.
La fe nunca es una "seguridad religiosa"; por ello sin duda es que
tememos, sobre todo en nuestro tiempo, ejercitarla y expresarla. La
fe me proyecta fuera de mi, en Dios, en lo desconocido, en el
misterio. Una vida de fe no es un equilibrio tranquilo, sino un
permanente desequilibrio en Dios.
No nos sorprendamos porque el Señor tenga tanta dificultad para
atraemos a la fe y recurra a todo tipo de medios, como las purifica-
ciones ... pero también los carismas, para que esta fe sea liberada en
su expresión y su crecimiento.
La fe y la Iglesia
Este es el último punto fundamental en una verdadera percepción
de la fe teologal: su relación con la Iglesia. La fe es un acto personal,
sí, pero no privado, y no lleva a una vida solitaria; tal y como
muchos cristianos tendrían tendencia a llevarla actualmente.
La existencia cristiana será en efecto transformada en tanto la fe
remita o no la Iglesia, en tanto posea o no un dinamismo orientado
hacia el cuerpo de Cristo.
Esta relación entre "fe" e "Iglesia" se vive de manera diversa en
los cristianos; algunos de los cuales temen quizá que su fe personal
se "comprometa" al contacto del cuerpo eclesial, 10que es un error
magistral, con el pretexto de que la vida en Iglesia no siempre
parece expander en el hombre el dinamismo de la fe.
La verdadera fe, teologal (y no una cierta creencia personal),
incita siempre a una vida eclesial, porque es un don concedido
prioritariamente a la Iglesia entera y ese don es entregado luego al
individuo, sólo en consideración de la Iglesia.
50
La fe de la Iglesia lo lleva siempre a la fe personal, porque la
primera es infalible, mientras que la segunda no lo es. Cuando
Cristo declara a Pedro: "Yo construiré mi Iglesia" (Mt 16,18), El
piensa en el Cuerpo entero y a este último promete la perpetuidad
y la infalibilidad. Pedro recibió la revelación del Padre con miras a
la Iglesia de Cristo.
La fe de la Iglesia está más iluminada que la de cada uno de los
cristianos, aun cuando se tratara de un doctor de la Iglesia. Es a la
Iglesia, Cuerpo de Cristo, que el Santo Espíritu conduce a la Verdad
total.
La fe teologal sólo se explica y se recibe en un amor sobrenatural
que Dios suscita en el alma pr su propia Verdad divina. Es así
como Santo Tomás de Aquino ha podido decir: "El comienzo de la
fe está en el amor", es decir, el amor por la verdad de Dios que el
hombre no puede adquirir por sus propias fuerzas, que sólo Dios
puede comunicar, pero 'jue el hombre siempre puede rehusar.
El impulso de la fe, que es una respuesta del hombre a los avances
del amor de Dios, está significado en la expresión "creer en" que
traduce un movimiento de total donación del hombre a Dios, en un
deseo de amor y de confianza total.
Así comprometida, la fe teologal conlleva dimensiones muy
diferentes a las puramente intelectuales (sin que por ello se
excluyan). No se reduce a la simple creencia con que frecuente-
mente se le confunde. Añade al movimiento del Espíritu el don
total del ser a otro ser: Jesucristo con quien nos hace "simpatizar
real y profundamente", retornando una conocida fórmula de
Maurice Blondel.
La fe no es un sector particular de la vida del hombre. Concierne
todo su ser y 10 penetra totalmente en cada uno de sus actos, en la
variedad y multiplicidad infinitas de sus compromisos personales,
familiares, profesionales y de diversión.
51
Terminemos con una consideración esencial: Dios no deja de
estar en busca de la fe del hombre
1
, en un amor que, por anticipado,
da todo de sí mismo en su Hijo a través de la historia, que es así
historia de la Salvación, historia de las iniciativas de Dios.
Conviene situar los carismas en otro nivel, entre ellos el de fe.
Recordemos brevemente que los carismas no son una invención de
la Renovación llamada "Carismática" y que ellos conservan, en
todo tiempo, un lugar importante en el régimen de la gracia.
Esquemáticamente, en una visión tradicional y genial de la teología,
la llamada gracia santi ficante o transfonnante del hombre por el Amor
de Dios, es vehiculada por cuatro grandes" canales" llamados: misiones
del Espíritu Santo.
La experiencia de los carismas
Hay dos misiones llamadas "invisibles", seguramente porque su
impacto se sitúa primeramente en profundidad (de manera invisi-
ble) y progresivamente suscita en nosotros frutos cada vez más
concretos. Esas misiones invisibles son las virtudes y los dones del
Santo Espíritu, que son siete y que no hay que confundir con los
carisrnas.
Las otras dos misiones, llamadas visibles porque conllevan una
manifestación tangible, comunicando o haciendo nacer una reali-
dad invisible pero muy real, son los sacramentos y los carismas.
Los sacramentos, verdaderos fundamentos de la vida cristiana, no
los trataremos, porque son mejor conocidos de la conciencia cristiana.
En cuanto a los carismas, constituyen una gracia particular de
Dios que no depende en absoluto de la calidad espiritual ni de la
1. Es decir que El la "distribuye" sin avaricia ni favoritismos, como se le ha
acusado frecuentemente.
52
santidad de la persona que los recibe ... sino sólo por su gracia y con
la meta exclusiva de la edificación interna o externa de la Iglesia.
Yo entiendo por edificación interna todo lo que compete a la
componente existencial y comunicante del Cuerpo de Cristo (uni-
dad, exhortación, enseñanza, etc.). La edificación externa compete
a la misión de ese mismo Cuerpo, es decir, a la capacidad evangeli-
zadora que le permité acoger en su seno a nuevos creyentes.
Muchos tienen miedo de un sedicente proselitismo de la Iglesia,
omitiendo muy curiosamente su preocupación por la salvación de
los hombres y en consecuencia, su misión de anunciar en tiempo y
destiempo la verdad de Cristo, aun cuando esto no sea del gusto de
todos. ¡El Santo Padre lo sabe, y reticencias u hostilidades
manifiestas no lo hacen callar! ...
La originalidad de los carismas es que alcanzan el plano fenome-
nológico, es decir que su ejercicio e impacto sobre la gente se hace
en un nivel sensible ... esto inquieta a veces algunas opiniones
religiosas que temen a lo "maravilloso".
¡Frecuentemente se quiere que los "carismas no se vean"! Qué
problema ... porque son dados por Dios precisamente para ser vistos,
escuchados o percibidos "tangiblemente" de un modo o de otro.
Es así normal que la práctica carismática "se haga notar", no con
una intención de vedetismo, sino por la característica misma de la
gracia que la mueve. No olvidemos que los carismas, cuya lista no
exhaustiva nos entrega San Pablo (cf ICor 12), forman parte de las
misiones visibles del Espíritu Santo, acordadas sin cesar a la Iglesia
para que sean desplegadas ...
Un paralítico que se levanta o un tumor en el cerebro que sana,
eso se ve y se toca efectivamente ... Es culpa del caris- ma ... es
decir, de su autor: ¡Dios!
Un canto en lenguas, una palabra de profecía o de conocimiento
inmediato que se da en una reunión de oración, se escucha ... Allí
está una vez más un fenómeno espiritual sensible, audible, exclu-
53
La práctica solitaria de un carisma, cualquiera que éste sea, jamás
podrá perdurar sin riesgo de error. Es por ello que los sitios de reunión
de los cristianos también son lugares donde emergen los diversos
carismas para el bien común, en un espíritu de sumisión mutua y el
deseo primordial de unidad y comunión.
sivamente ligado a su identidad carismática ... ¡qué decir ante esto,
si es la Sabiduría divina quien lo ha decidido así!
Es verdad que toda manifestación sensible en el orden de la
gracia puede estar sujeta a desviación, ilusión, exaltación, falsifi-
cación, etc. Por ello es necesario el discernimiento eclesial en los
grupos de oración, no con una finalidad represiva, sino verificadora,
para conservar lo que es bueno (l Ts 5,21).
Señalemos finalmente que el ejercicio de un carisma el que sea
es transitorio en una persona, es decir, con una expresión efímera
(aun si se repite frecuentemente), o ligado a circunstancias o
necesidades particulares del grupo o de ciertos individuos presen-
tes. Se trata de un don de gracia, "inmerecido", ¡al cual no se puede
predisponer ya cuya eclosión se asiente frecuentemente con admi-
ración!
Lafe carismática
El carisma de fe, primer objetivo d~ este libro, tiene una origi-
nalidad muy especial, no ligada directamente a la sanación como
lo veremos. Aquel que lo recibe es movido de manera súbita e
imprevisible por una especie de moción interior que lo "empuja"
hacia una persona o una situación para que pueda realizarse la obra
preparada por el Señor. No porque Dios no pueda hacerla solo, sino
que su amor quiere tener necesidad del hombre, volviéndolo co-
laborador de su propia tarea.
Insistamos en el carácter imperioso (aunque siempre subjetivo y
necesitando un fino discernimiento sobre el que volveremos a
54
hablar) de esta moción carismática de fe que puede animar más o
menos súbitamente a una persona, en una asamblea de oración o en
una celebración particular.
Su persistencia y su acentuación en algunos minutos incitan
realmente a aquel (o aquella) que la porta, a "ir hacia ..." en una
diligencia de "confianza instantánea" no proporcionada a su propia
fe teologal.
Es como si le fuera dado creer que en una circunstancia deter-
minada, frente a un enfermo, por ejemplo, Dios no solamente
quisiera, sino pudiera tocarlo y sanarlo. Por eso se trata de una
moción de fe no teologal, sino carismática, ligada a una postura
muy precisa ... y urgente. En el momento no hay otra cosa que
interese, sino hacer llegar lo que el Espíritu permite presentir con
fuerza.
Tal sentimiento interior desencadena temor o resistencia muy
comprensibles, ya que se piensa que es imaginario ... Y sin embargo,
su persistencia confunde, como si la represión de tal moción causara
un pesar o una profunda insatisfacción ... la impresión de una cita
preciosa a la que no se acude o una huida frente a una verdad que
se descubre.
Sumergido en la experiencia de tal moción, finalmente puede o
bien alejarla de la consciencia (no sin pena o dolor), o ceder ante
ella e incitar a la "persona-objeto" a ir a donde señala la moción, lo
que sucedió -por ejemplo- en el caso de Chantal presentado al
principio de este libro.
Quien ejercita así, en el momento y de manera imprevisible, el
carisma de fe, se convierte en artesano del proyecto divino en lo
referente al asunto o la situación considerada.
La experiencia transitoria que está viviendo, finalmente se revela
pasiva, aun si se considera necesaria la audacia de expresar sensible-
mente esta moción ... puesto que se trata de un carisma.
55
Por otra parte, el impacto de esta experiencia carismática sobre
su "objetivo" (volvamos a tomarel ejemplo de un enfermo que Dios
tiene "en proyecto de sanar"), ciertamente no es pasivo sino más
bien activo ... y aquí entramos al meollo de la pedagogía divina y al
por qué del carisma de fe.
¿Qué busca esta moción de fe en el enfermo? Su disposición,
necesaria para Dios para que El pueda realizar su designio de
misericordia ... Esta disposición es la fe, en este caso, teologal.
El carisma de fe es dado para suscitar en el prójimo una mayor
acogida a la fe teologal, la cual será determinante para que Dios pueda
actuar, porque frecuentemente El tiene necesidad de la fe de sus fieles
para realizar su obra. En su Misericordia, El "inventa" el carisma de
fe para estimular la fe teologal. Es así como este carisma inédito (en
la Renovación, pero conocido y ejercitado desde hace dos mil anos
en la Iglesia) contribuye a la vitalidad y a la edificación del Cuerpo de
Cristo, r.si como a la realización de los proyectos divinos.
La fe carismática, espontánea, fuerte y transitoria de uno, viene
a buscar y como a liberar la fe teologal del otro. No solamente de
uno más, sino de todos aquellos que =gracias al aspecto sensible y
a la práctica del don espiritual-- asistirán al acontecimiento
y quizá, serán llevados a participar activamente. También ellos se
beneficiarán de esta moción carismática de fe para crecer en su
propia fe teologal, que es la fe de la Iglesia.
Subrayemos que no se trata de crecer en la fe exclusivamente en
lo que Dios está realizando en el momento (hacer caminar a Chantal,
por ejemplo), sino que a partir de ese acontecimiento signo, crecer
más ampliamente en la fe, en la verdad del Cristo Vivo.
Este carisma específico tendrá por efecto suscitar y liberar la fe
teologal que Dios necesita, porque es respuesta a su amor en
búsqueda del hombre.
Allí reside el poder de evangelización del carisma de fe y su
originalidad propia, totalmente eclesial.
56
En cuanto a aquel que ha experimentado esa moción de fe, es
posible, no seguro, que él mismo crezca en su propia fe teologal.
El sólo ha sido el instrumento momentáneo de la gracia de Dios, y
si eso vuelve a producirse en otras ocasiones, volverá a encontrarse
pobre y temeroso frente al mismo carisma. Sus resistencias no
habrán acabado y sufrirá por sentirse tan "refractario" al impulso
del Espíritu, porque ciertamente su posición no es envidiable. Si su
carisma es auténtico, él preferiría de pronto "refugiarse en un
agujero", pero sabe que su responsabilidad del momento es impor-
tante, quizá irrernplazable, y que debe obedecer dócilmente a esa
moción de la gracia, ya que corre el riesgo de entristecer al Espíritu
Santo y frenar la obra de Misericordia, si no le corresponde.
El milagro del agua
Ya he precisado que el carisma de fe no está ligado directamente
a la sanación, pero sí a la reconciliación y más ampliamente a toda
circunstancia 'donde Dios desea manifestar su poder de Amor y
donde éste, misteriosamente, requiere de la fe (teologal) de una, de
varias o de muchas personas.
Una historia verdadera nos lo hará comprender mejor. Su pro-
tagonista, con carisma de fe reconocido y ejercitado durante mucho
tiempo, se llama Jean Paul Regirnbnl, sacerdote religioso trinitario de
Quebec, que figura entre los fundadores de la Renovación carismática
canadiense. Yo "trabajé" personalmente con él y mi admiración por
su calidad de alma, su celo misionero y su audacia para anunciar la
Verdad, son muy fuertes.
Su convento se sitúa en la periferia de una pequeña ciudad ~uebe-
quense de cincuenta mil habitantes, llamada Granby. El atraía cada
semana miles de personas a la Eucaristía, la celebración por los
enfermos, o la adoración del Santísimo Sacramento.
1. Hablo en copretérito porque las actividades evangelizadoras del Padre
Regimbal acabaron con su salud y lo obligaron a "retirarse".
57
Hace unos quince anos, durante un verano canadiense particu-
larmente caluroso, la ciudad de Granby tenía una escasez crucial
de agua. El pequeño río que la cruzaba estaba casi seco y la gente
padecía penurias, sobre todo en el hospital, donde la sobrevivencia
de algunos enfermos se veía comprometida por esta calamidad.
Faltaba agua y los camiones cisterna que abastecían resultaban
insuficientes. La situación empeoraba día con día y el cielo con-
tinuaba sin nubes.
Un día, ante el Santísimo Sacramento expuesto, el Padre Regim-
bal recibió una moción de fe que lo sobrecogió: tenía que reunir a
los cristianos de Granby para celebrar una Eucaristía durante la cual
se consagraría una intercesión especial ante el drama de la escasez
de agua. ¿Ilusión? ¿Orgullo? ¿Sugestión de la imaginación? Todas
las especulaciones intelectuales lo asaltaron ... pero la moción con-
tinuaba: tenía que ...
Armándose de valor, lean Paul Regimbal habló con su superior,
quien no vio ningún inconveniente, haciendo notar únicamente que
ningún lugar religioso de Granby podría contener uri.gran número
de fieles. Había que innovar y la única solución era el estadio
municipal. Después de consultar al Ayuntamiento, éste señaló un
plazo de varios días para dar respuesta ¡y la dio negativa!
La moción de fe persistía en una especie de "santa obstinación"
y el Padre Regimbal, animado por esta seguridad interior ligada al
carisma de fe, decidió buscar al alcalde, de quien finalmente pudo
obtener la autorización para una gran reunión religiosa en el estadio
de la ciudad. Estos trámites no se lograron sin humillaciones ni
burlas, pero algunos días más tarde varios miles de cristianos se
reunieron, bajo un sol de plomo, para orar, pedir un "milagro" al
Señor y celebrar la Eucaristía.
El carisma de fe del Padre Regimbal había como "catalizado" la
fe teologal del pueblo cristiano de Granby y todos esperaban una
señal del cielo ... Todos habían dado un paso suplementario al "creer
en", con el riesgo de resultar seriamente despechados si nada
sucediera! Riesgo para ellos y sobre todo para el Padre Regimbal
58
quien, por ejercitar su carisma, aparecía como fiador de Dios.
Porque él no había dicho: "quizá el Señor escuchará y hará algo por
mejorar las condiciones de vida de los habitantes de Granby". ¡El
se había atrevido a anunciar con seguridad 1 que Dios iba a intervenir!
¿Galvanización de una masa o liberación del poder de la fe de
un pueblo? Los psicólogos siempre podrán invocar el primer diag-
nóstico, basándose en su competencia. En cuanto a nosotros, sabe-
mos que la fe, aumentada y cristalizada por una relación carismática,
puede mover montañas.
Dios siempre escucha a los suyos, cuya fe viene a buscar, y
durante la larga intercesión pública con que concluyó la celebra-
ción, cayeron trombas de aguas sobre Granby y sus alrededores,
contradiciendo f1agrantemente los pronósticos meteorológicos.
Hubo incluso necesidad de suspender la liturgia antes de tiempo a
causa de un verdadero diluvio. ¡Muchos carros se quedaron atasca-
dos por la inundación!
Cuando Dios quiere dar, hay que esperar abundancia ... Es inútil
describir la alegría de los habitantes de Granby ... y las burlas
amargas de los adversarios de la fe, acusando a Jean Paul Regimbal
de haber "dado el golpe" con la colaboración del meteorológico,
etc.
Como le hace decir Marcel Pagnol, en "Manan des Sources", al
.alcalde comunista del pueblo: "¡Un milagro, eso no se perdona!"
Un último signo tangible recuerda este acto salvífico de Dios en
Granby: desde entonces, el pequeño río que atraviesa la ciudad no
baja nunca de nivel, sea cuando se derrite la nieve o el.• pleno
verano ... Recuerda, a su modo, que las misericordias divinas no se
agotan y que el Señor ha liberado a su pueblo de un grave peligro.
Pero sin duda necesitaba de la fe de los suyos, una fe liberada y
puesta en acción por una simple intervención carismática ...
1. Esta seguridad se llama 'Paresia ' en los Hechos de los Apóstoles y anima
tranquilamente pero de manera inquebrantable la fe de los discípulos a partir de
Pentecostés.
59
CAPITULO IV
El carisma de fe en las escrituras
y en la hagiografía
Jesús y el carisma de fe
El Evangelio honniguea de episodios relativos al carisma de fe,
sobre todo en la persona de Jesucristo. Algunos se sorprenderán al
saber que el mismo Jesús practicaba los carismas; sin embargo, esto
no es para sorprender puesto que, siendo Hijo de Dios, no era menos
hombre plenamente, revestido de la unción total del Espíritu, en-
viado por el Padre en el mismo poder del Espíritu. Si Jesús cumplía
constantemente la voluntad de su Padre, era gracias a una penna-
nente escucha del Espíritu, quien le comunicaba constantemente la
voluntad divina ... tan bien que muchos teólogos han podido decir
del Espíritu Santo que El era el "guía espiritual", o incluso el "Padre
espiritual" de Cristo. Llamarlo "Padre espiritual" no significa de
ninguna manera que sea concurrencial de la paternidad divina, sino
que más bien evoca la imagen del director espiritual.
El Espíritu, del cual estaba colmada la humanidad de Cristo, lo
informaba por lo tanto constantemente de la voluntad divina, inclu-
yendo la realización de hechos sensibles, incluso extraordinarios,
61
como la sanación, el milagro, la profecía, etc., expresiones caris-
máticas diversas en la vida de Jesús.
La diferencia entre los carismas de Jesús y los de los apóstoles ...
o más generalmente, de todo miembro de la Iglesia, reside en el
hecho de que sólo Jesús estaba revestido de la plenitud del Espíritu
(al igual que su propio cuerpo, transformado en la Iglesia). Por lo
tanto, El gozaba de la Plenitud de carismas, según la voluntad del
Padre y en la moción del Espíritu. En cuanto a los apóstoles y los
discípulos, participan del don del Espíritu hecho a la Iglesia, pero
cada uno según su gracia; es decir, parcialmente, y según lo que ese
mismo Espíritu suscitará en cada quien.
¿En qué ocasiones ejercitó el carisma de fe? Algunos ejemplos
nos bastarán: 1
- Me 5, 39-42: "Habiendo entrado en la casa del jefe de la
sinagoga, cuya hija acababa de morir, El les dijo: '¿Por qué ese
tumulto y ese llanto? La niña no ha muerto, ella duerme.' (afirma-
ción segura de una obra inminente de Dios). Y ellos se burlaban de
El (humillación habitual ante un aserto que desafía la lógica y la
inteligencia) Tomando la mano de la niña (notemos la importancia
de realizar un gesto de fe) El le dijo: "Talitha kum ', que significa:
'Hijita, yo te lo digo: j levántate!' Inmediatamente la niña se levantó
y empezó a caminar, pues tenía doce años. Y a ellos los embargó
un gran estupor" (movimiento de "sideración" susceptible de pro-
vocar un movimiento de adhesión en la fe).
- Le 9, 12-17: "El día terminaba. Aproximándose, los doce le
dijeron: 'Despide a la multitud para que vayan a los pueblos y
granjas de los alrededores para que busquen alojamiento y alimen-
tos, porque aquí estamos en un .lugar desierto (circuns-tancia que
comprueba dónde Dios se hace concretamente caritativo). El les
respondió: "denles ustedes mismos de comer' (anuncio de fe que
invita a crecer más a la fe de los discípulos por el carácter inesperado
l. Los comentarios de estos textos (entre paréntesis) de ningún modo pretenden
ser exegéticos, sino sólo poner de manifiesto algunos puntos clave ligados a la
práctica del carisma de fe.
62
Carisma de-fe
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Carisma de-fe
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Carisma de-fe

  • 2. Dr. Philippe Madre ¡LEVANTATE y ANDA! EL CARISMA DE FE Prefacio de Georgette Blaquiére lE edición Publicaciones Kerygtna México
  • 3. ISBN 2-905480-33-5 © Éditions du Lion de Juda, 1988 Traducción: María Elena Prado Flores Tipografía y Diseño: Primo González Carrera
  • 4. Prefacio Gracias a Philippe Madre por habernos dado este libro. Será precioso para rodos. Primeramente para los grupos de oración y las comunidades, porqlle olienta de manera clara y niatitada a la vez el ejercicio de 1111 carisma delicado y de los más importantes. Al mlsnio tiempo da a este carisma Sil lugar en el conjunto de la vida carisniática y sobre todo, de la vida de fe, tal y COl/lOel Seiior nos lo enseña. Y deberia tatnbieu ayudamos a ver más claramente el lugar de los carismas en una teologia de la Iglesia, tal COI/lOsale de los textos conciliares, y cuya riqueza apenas comenzamos a medir. Este libro tambien nos cuestiona sobre nuestra docilidad al Espiritu, único maestro de la misián de la Iglesia. Por tul parte, tres PUJ7{OShan retenido particularmente mi atencián: Primeramente, el poner en relieve -sin rastros de I/lilenarislllo- "la urgencia de los tiempos". En la experiencia cotidiana de la evangelización lile sorprende constatar CÓIlIODios tiene prisa de salvar. En múltiples ocasiones el Dr. Madre habla de Dios "encon- trado en flagrante delito de libertad". Es verdad -y muchos de nosotros podemos dar testimonio de ello- que frecuentemente Dios parece tomar los caminos torcidos ... sin pedimos permiso. 5
  • 5. "Allí, donde abunda el pecado, sobreabunda la gracia ".¿Nues- tros tiempo es más pecador que otros? No lo sé, pero me parece que la lucha entre el bien} el mal, entre la verdad y el error se ha - ido del interior de las COI ciencias a la plaza pública. Particular- mente, en lo que se re ere a los problemas éticos, todo se muestra sin pudor (aunque se dga sin hipocresía), ante los ojos de todos, como justificado por ' banaliiacián que pretende ser desculpa- bilizante y liberadora: Es o acarrea una profunda destructuracián de las conciencias indi nduales que se enfrentan a un llamado permanente a in exrerioridad a través del sonido y la imagen. Sin ren nctar a hablar alfondo del corazón de nuestros contem- poráneos, Dios parece manifestarse también en una cierta visibili- dad de signos, COIl/O anunciándonos desde ahora el juicio, "afin de que vean aquellos que no ven y los que ven queden ciegos" (Jn 9,39). La misteriosa sabiduría de la Misericordia 110 desdeña ningún camino. Ciertamente los signos no son lafe, pero la supo-o nen, incluso para ser percibidos plenamente C0ll10 signos. Por las preguntas que ellos plantean, ayudan a que el anuncio de la Palabra encuentre el camino de los corazones; ayudan a rehacer el camino inverso yendo de la exterioridad a la interioridad. En segundo lugar, aprecié particularmente la justeza de la teología de la Iglesia sostenida por la reflexión del autor. Todos nosotros estamos de acuerdo que la Iglesia no es una vieja barraca que amenaza arruinarse y que habría que salvar al menos los muebles; por otra parte tampoco es U/1 espléndido castillo antiguo para restaurar. El riesgo de equivocarse me parece muy sutil y nadie escapa de él. En este caso la Iglesia aparecería CO/l1Ó una "construcción" por realizar en cada etapa de la historia, según el estilo y las necesi- dades de la época. [Quién se quejaría porque los grandes y lujosos salones de los obispados del siglo XIX fueran reemplazados por oficinas más modestas y funcionales! ... Pero existe el riesgo de considerar la misión de la Iglesia en un estado de creación con- tinua, asimilando el misterio de la misión a alguna de las formas que pueda tomar en talo cual momento y declarando superada 6
  • 6. alguna otraforma. Así, podría decirse que los carismas, necesarios en la Iglesia primitiva, son actualmente inadecuados y que deben confinarse en el bazar de accesorios folklóricos. ¿No corremos entonces el riesgo de despreciar el don de Dios? ¿De confundirlo con tal o cual de nuestras iniciativas pastorales que en sí son función del tiempo en que vivimos? En una conferencia que sigue siendo actual, Monseñor Co.ffy analiza este riesgo de manera profunda. Sólo citaré algunos pasa- jes significativos. "La misión es un misterio, es decir, una obra que Dios realiza a través de los hombres y para los hombres ... " "La Iglesia, por propia naturaleza, en su peregrinar sobre la tierra, es misionera, porque ella misma tiene su origen en la misión del Hijo y en la misión del Espíritu Santo, según los designios del Padre" (Ad gentes No. 2,1. Esto significa que la misión de la Iglesia no aumenta la de Cristo y del Espíritu. Dicho de otra manera, la Iglesia no releva a Cristo, sino que por el poder del Espíritu, actualiza la misión de Cristo. No hubo envío de Cristo al mundo y enseguida envío de la Iglesia para seguirlo y asegurar el relevo, sino que el envío de la Iglesia es la cara visible del envío de Cristo al mundo por el Padre La Iglesia significa y actualiza la misión de Cristo y del Espíritu " (Doc. CatoNo. 1816). Bajo este puma de vista queda claro que, los carismas, cuando se distinguen como provenientes del Espíritu Santo, son para acogerse y ejercerse en la obediencia al Espíritu, único maestro de la misión. En lo concerniente al carisma defe, el Dr. Madre aborda el tema COIl claridad, pero también con detalle, a través de la reflexión y al mismo tiempo, con su propia experiencia. El descubre las ambigüedades y las tentaciones tanto en aquel que lo ejerce como en el beneficiario .. Y al mismo tiempo, intenta penetrar en la contemplación del designio de la Sabiduría Divina y sus caminos tanfrecuentemente desconcertantes, que hace estallar la estrechez 7
  • 7. de nuestros conceptos. Los testimonios que presenta nos llevan al Evangelio; allí percibimos el sabor y reencontranios la misma densidad de humanidad y -¿ lile atreveré a deci rlo ?-de divinidad. .. Hay cosas que no se inventan. Actualniente se habla mucho de catolicistno popular, con Sil gusto por las reuniones y peregrinaciones; su fervor l/O siempre explicado, pero conmovedor y sincero, COIlIOpara reencarnar una fe que se fin hecho demasiado cerebral. También con Sil gusto por lo maravilloso y Sil búsqueda de lo emocional, Sil deseo de milagros y su dependencia de gurús, cualesquiera que éSTOSsean. En sintesis, sus riquezas y SIlS atubigiiedades, las mismas, inirándolo bien, que aquellas de las niucheduinbrcs que seguiau a Jesús, a quienes El queria el/ vano evitar y que llenaban Sil corazón de conipasiou porque eran "COIIIOovejas sin pastor". Ciertamente la devoción popular exige frecuentemente UI! dis- ccrnimiento delicado. Debe ser "evangelizada" en si misma para poder cumplir su papel evangelizador aliado de los más "pobres", de los que más sufren, de aquellos que l/O se sienten plenamente COII/Oparte adherida a la Iglesia, mi COIIIOella es en SIlS estructuras o mi COIIIOellos la perciben. Yo pienso que este libro puede ser precioso para esta cvaugeliiacián. Porque es verdad que muchos "marginados" en relación con la Iglesia, se encuentran en los grupo de oracián y sobre TOdo, en las gral/des manifestaciones de la Renovación Carisnuuica. y sobre todo quisiera decir que lile parece importante acoger lo que l/OSaportan nuestroshermanos de la periferia de la Iglesia: la audacia y la frescura de la fe, la sencillez en la conversión y el testimonio, la generosidad en la ayuda fraterno, una confianza de niños en la bondad de Dios y, por encima de todo esto, una especie de "cordura espiritna!", el "seusus ecclesiae" tan precioso para llevar la luz de Dios a los sabios y prudentes. Por mi parte, he apreciado mucho el respeto con que el Dr. Madre rctransinite, a través de testimonios precisos, la experiencia ¡I/III/ana y espiritual de estos "anawim", especia 1111 ente ame los signos de la Misericor- dia de Dios. A través de SIlS ambigüedades y Sil pobreza de 8
  • 8. expresion, tienen 111U clio que enseñamos de las "costumbres" de Dios. Escucho su va.::J lile alegro en tnúltiples pasajes de este libro. Que esta reflexion alimente nuestra fe )' nuestra oración)' l/OS ayude a transformamos dia COIldia, más lúcida )' más generosa- II/('I/(e ('1/ humildes ejecutores de la voluntad de Dios (Sal 103,2 l). Georgette Blaquiére. 9
  • 9. Prólogo Los signos en cuestión ... Cuando se evoca la realidad actual de los signos provenientes de ciertas manifestaciones carismáticas, encontramos indicios de ma- lestar, escepticismo o desconfianza en diversos sectores de la Iglesia. ¿Debería entonces Dios hacer a un lado los signos en nuestra civilización inundada por la imagen y el sonido? ¿Las centenas de narraciones sobre curaciones extraordinarias relatadas en los Evangelios sólo serían fabulaciones tardías o interpretacio- nes simbólicas ... que ahora son denunciadas por cierta exégesis moderna? ¿Los signos divinos no estaban reservados al ministerio público del Hijo de Dios encarnado, o incluso a la ardiente Iglesia primitiva que, todavía embrionaria y consciente de su fragilidad, tenía nece- sidad de intervenciones sobrenaturales múltiples para ser confir- mada en su misión? ¿Por qué esos signos en nuestros días? ¿Qué pensar entonces de los signos de sanación que se van multiplicando por doquier en nuestra Iglesia, en estos tiempos que 11
  • 10. son los últimos, como lo afirma Juan Pablo II? ¿No tendremos inclinación a subestimar el interés en ellos, suponiendo incluso que nuestro Dios es demasiado "demostrativo"? ¿Quiénes somos noso- tros para ser los consejeros de Dios? (cf Rm 11,34). Se objeta frecuentemente que nuestra vida en la tierra con Cristo es un peregrinar en la fe, la fe obscura, argumentando esta bienaventu- ranza: "Bienaventurados los que creen sin haber visto" (Jn 20,29). ¿Tenemos razón en aferramos a esta obscuridad de la fe al grado de denigrar los signos que Dios en su bondad nos concede'r ' La respuesta es delicada y con riesgo de no gustar, yo diría: "sí y no" . ... Sí, porque es verdad que lo esencial de nuestro caminar con Cristo está en crecer PIl el don de la fe, en mndurnr en esta fe que las pruebas se encargarán de purificar hasta transformarla en una confianza cada vez mayor. ¿Quién negaría que la fe, y primeramen- te la fe, está ligada a nuestra salvación y que en esta tierra ... CAMI- NAMOS EN LA FE, NO EN LA CLARA VISION? (2Cor 5,7) . ... No, porque a pesar de esto, en la Iglesia hay la certeza de que Cristo se compadece de nuestras debilidades. El sabe que laperma- nente obscuridad de la fe es demasiado dura para muchas criaturas humanas y que el hombre tiene a veces necesidad de ser confortado en su fe vacilante. Es al1í donde el signo puede intervenir, según la buena voluntad divina. Decir esto da un poco de seguridad a aquellos que se sienten débiles en la fe o la confianza y recuerda, a su modo, que nuestro Dios es Misericorde. La fe del Pueblo de Israel maduró con su expenencia en el desierto, Ci:lya aridez y dificultades marcan muy bien nuestro pere- grinar terrestre. Es también en el desierto donde Dios realiza los signos y prodigios más grandes precisamente para recordar a su pueblo que sus promesas son verdaderas. Signos y misericordia están así ligados, aunque la segunda no tenga forzosamente nece- sidad de los primeros. l. Este prólogo considera al signo divino corno capaz de causar un impacto en el crecimiento espiritual de! cristiano o, más ampliamente, del hombre. No se considera aquí el vasto terreno del falso signo, de la falsificación, de la ilusión, que competen antes que nada, al discernimiento eclesial. 12
  • 11. Pero continuemos nuestra meditación ... El signo es también como el eco de la Palabra de Cristo, una especie de insistencia de Dios incitándonos a creer que lo que El dice es verdad. Cuando hay eco, es porque hay palabra, y el signo nos remite siempre a la Palabra de Dios, accesible al hombre a través de las Escrituras y la Iglesia. Dios no está muerto. Tampoco está mudo como los ídolos (o falsos dioses). El habla, incluso grita ... sobre todo en estos tiempos que son los últimos, en que el hombre tiene una fuerte propensión a la "sordera espiritual". Prefiere hacerse el sordo y llenarse la boca con "discursos vacíos e inútiles'", ¡más que escuchar la voz de Dios resonando en su corazón y hacerle eco! Dios no se encierra en su propia santidad. Su acción tampoco se deja confinar al más profundo inconsciente de nosotros mismos. Los signos de profecía, de fe, de sanación, cuando vienen de El, mo- lestan a los sabios de este mundo, pero regocijan el corazón de los pobres, recordando que El es El que es (Ex 3,14). Esto me recuerda la historia auténtica de aquel hombre de unos cuarenta años, paralizado de las piernas desde su infancia, por lo que gozaba de Seguridad Social, recibiendo una prima considerable por invalidez. Un día, durante una oración de sanación en la Eucaristía, se levantó de su silla y empezó a caminar. Comenzó a curarse milagrosamente y seis meses más tarde sanó completa- mente. Se presentó entonces a la oficina de la Seguridad Social para explicar su caso y declinar la prima de invalidez. El empleado no quiso saber nada, pues los milagros no están previstos en el regla- mento. ¡Aunque está sano, sigue cobrando su prima! Finalmente, un tercer aspecto del signo nos ilumina sobre el "comportamiento de Dios" hacia nosotros. No olvidemos nunca que el Señor es infinitamente libre y que la vida de Jesús es testimonio de una libertad increíble en todo lo que El realiza. Quisiéramos imponer leyes a Dios, categorías e incluso técnicas pastorales y prohibirle actuar fuera de ellas. Y verdaderamente es difícilinsertar la pedagogía de los signos y los carismas en uno u otro de estos métodos o categorías. El signo expresa así la libertad soberana del l. Pablo VI Evangelii Nuntiandi. 13
  • 12. Señor. Sí, a nuestro Dios le encanta ser sorprendido en flagrante delito de libertad. Ante nuestro orgullo, El nos recuerda que es El quien hace todo y que, como lo afirma Pedro al tullido de la puerta Hermosa (cfHch 3,6): NO TENEMOS NI ORO NI PLATA ... ni inteligencia, ni poder divinos. ¡Pero tenemos -un poco- confianza en este Jesús de Nazareth y en el Espíritu que prolonga su misión en la Iglesia! Es todo esto (y muchas cosas más) lo que nos sugiere este florecimiento actual de la expresión carismatica. Y en el presente lo que necesitamos es encontrar más la sabiduría que la sostiene y le da sentido. Palabra y signo Los signos de curación, por ejemplo, no los concede la Provi- dencia al azar, o como si el médico divino se dedicara a aligerar un síntoma sin interesarse en el mal profundo. Los signos forman parte de la pedagogía del amor de Dios realizado en nuestras vidas por el Espíritu Santo. En efecto, en su infinita libertad Dios da lo que El quiere, a quien El quiere y cuando El quiere. Nosotros no somos los programadores de sus propios dones, sin embargo es evidente que la llegada imprevisible de estos signos está siempre asociada a la proclamación de la palabra de verdad, cualquiera que sea su horma. ¡Atención, nada de matemáticas! No basta hablar de Dios para que se produzcan los signos. En general, los signos vienen a confirmar el testimonio. Si los apóstoles realizaban tantos signos, es porque eran testigos de la Resurrección y algunos, de la verdad de su testimonio, les costara lo que fuese. No es cuestión de hablar de Cristo, sino de dar testimonio, según el propio llamado, que esto es verdad para mí y que deseo ávidamente compartir esta verdad con muchos otros que hoy tienen necesidad de la verdad. Hablamos así del testimonio que brota no solamente de los labios o de un intelecto, sino más bien de una vida entregada al Amor de Cristo (a pesar de sus luchas y obscuridades propias), de una vida que se ofrece a la palabra que nos habita y que quiere desbordarse de nosotros. 14
  • 13. Es en principio en este sentido que podemos decir que los signos vienen a confirmar la palabra anunciada. Sólo existe una sola Palabra de Dios que para nosotros es la vida misma de Cristo. Pero esta Palabra única se encarna de modo particular en la vida de cada bautizado, y seráconfirmada a través de signos ... según la Sabiduría, pero también según la ternura de Dios. Francisco de Asís no era un gran predicador, en el sentido de construir grandes discursos tea-lógicos, pero daba testimonio en ciudades y pueblos, de esta Palabra recibida en lo más profundo de sí mismo hasta herir su corazón: "¡El Amor no es amado!" Este testimonio agradaba tanto a Dios que numerosos signos venían a confirmarlo con fuerza. La Iglesia es también esto ... Signo y evangelización He hablado sobre todo de los testigos y de los signos que les son "satélites", pero mucho menos de los destinatarios de esos mismos signos. Porque finalmente, si el signo viene de Dios y corresponde a una pedagogía particular, ¿cuál es su fin profundo? Dios ama la libertad, pero no el espectáculo. ¿Qué espera entonces El, con- cediendo una curación, una liberación o un milagro? Aquí debemos afirmar que un signo nunca es un fin en sí mismo. No es un fin, sino el principio de una gracia de Dios, y esta gracia consiste justamente en adherirse a la palabra escuchada (de una manera u otra). El signo viene a buscar, en aquel que lo constata o lo vive, la adhesión del corazón al Amor redentor de Dios. Es como si Cristo mismo tocara a la puerta, esperando ser invitado para hacer del hombre su morada nupcial. Qué importa si los golpes son ligeros o violentos, hasta arriesgar una respuesta negativa ... ¿quizá esto depende también del grosor de la puerta? Es en este sentido que los signos de fe y de curación participan (no exclusivamente, por supuesto) en el crecimiento de la vida cristiana. Ofrecen al hombre una especie de aprendizaje a una adhesión mayor, la cual no se da con los labios o el intelecto, sino con todo el ser. Es en esta adhesión 15
  • 14. creciente del corazón que aprendemos hacer la voluntad de Dios y no hay mayor crecimiento de que aquel que consiste en cumplir fielmente la voluntad de Dios en nosotros. Finalmente, no hay ninguna otra respuesta de amor al GRAN AMOR CON QUE EL NOS HA AMADO (Ef 2,4). Y es en este crecimiento en que nos transformamos concretamente en lo que somos ya potencialmente: hijos e hijas de Dios. El signo no es indispensable en este crecimiento, pero puede constituir el punto de partida, el atractivo súbito y es así como numerosos consagrados en la Iglesia han reci bido el gusto y el deseo de su consagración habiendo visto, tocado o vivido una interven- ción tangible de la Misericordia divina. El signo de Jonás El signo es una realidad ambigua cuando no se comprende su sentido, cuando se está ciego ante lo que Dios quiere dar. En el Evangelio hay incluso quienes han tentado a Cristo, exigiéndole un signo que ratificara la veracidad de su Palabra (cfMt 12,38). Otros se burlaron de ellos añadiendo: "Miren cómo Jesús responde seve- ramente a quienes le piden una señal". Concluir que se trata de una vigorosa desaprobación de Cristo respecto al signo, resulta profun- damente ridículo. El, que tanto realizó, ¿vendría a negar su propia obra? "Si no creen en Mí, crean al menos en mis obras". Un 14, 11). La severidad real de su respuesta se explica por la trampa implícita que contiene la demanda de los escribas y fariseos, así como la revuelta que expresa. Sin embargo, Jesús no rehusa el signo solicitado. Al contrario, anuncia el mayor de los signos que Dios podía ofrecer a la humanidad para re-cordarle su amor creador, salvador y santificador: el signo de Jonas, alusión directa a su muerte y Resurrección próximas. Es el signo del Cordero, inmolado entre cielo y tierra, fuente de cualquier otro signo; el más mi lagroso, concedido por Dios. Podemos decir que todos los signos y prodigios divinos, de la antigua y de la nueva Alianza, se encuentran como concentrados en este acontecimiento de la Cruz que da paso a la 16
  • 15. Resurrección y a la Vida. El signo de Jonás es el más formidable y más escandaloso de todos los signos. Es por ello que, de momento, pocos lo reconocieron como tal y entraron en el crecimiento de amor que él proponía. Sin embargo, ¿no fue con este signo, incluso escandaloso, que el centurión reconoció que ESTE HOMBRE VERDADERAMENTE ERA HIJO DE DIOS (Mc 15, 39)? ¿No es el mismo signo que el buen ladrón discernió y a partir del cual entabló un crecimiento vertiginoso que lo condujo el mismo día al Paraíso? (cf Lc 23, 43). Que no se replique: ¡no hay que confundir signo de Jonás y signos de sanación! El sentido es finalmente el mismo, pero es verdad que el acontecimiento de la Cruz es sólo el signo que nos descubre el loco amor de Dios por el hombre. También es el camino ... Esto es la Eucaristía: camino y signo; signo que encierra ese crecimiento que sólo Dios puede suscitar. No sólo camino ~ue conviene acoger en la fe- sino igualmente signo, siempre entregado a una mira: la de la sanación total del hombre. 17
  • 16. CAPITULOI La mies es mucha 11Ellos sanaba a todos 11 ARS. Reunión de verano de 1985. Cerca de seis mil personas están concentradas en la cripta. El Santo Cura de Ars había profeti- zado: "Llegarán días en que este pueblo no podrá contener las multitudes que aquí se agolparán". Este lugar es sofocante y estéticamente, más parece un refugio antiatómico que un santuario, pero nadie piensa en quejarse. La multitud está como "perdida" en la adoración, a la espera del paso de Dios, capaz de transformar una vida, renovar una esperanza y de manifestar su gloria. Es de noche y los proyectores iluminan violentamente el coro de la cripta, preparada y decorada especialmente para las grandes celebraciones litúrgicas que aquí se viven de costumbre en esta gran peregrinación. Pero esta noche, en el coro, no son los sacerdotes los que se hacen notar, sino un mínimo de trescientos enfermos graves o seriamente inválidos. Apretados unos con otros, con el cuerpo o la mente 19
  • 17. paralizados, carcomidos por la enfermedad, estos grandes sufrien- tes oran, con la multitud reunida que los presenta al amor de Dios ... ese Dios rico f'n Misericordia, que ciertamente no es un gran mago, pero cuya ternura se despliega particularmente hacia aquellos que sufren y se desborda en frutos de consolación, de sanación, de liberación, de reconciliación y de paz. Estamos en plena celebración por los enfermos y mucha gente de los alrededores (y de más lejos) ha venido especialmente para acompañar esta noche a sus familiares o conocidos aquejados de un mal orgánico o psicológico. El poder amoroso de Dios es la esperanza de los enfermos y con mucha razón se han reunido estos miles de personas para asistir a la realización de las promesas divinas: "Estas. son las señales que acompañarán A LOS QUE CREAN: En mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas, tomarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien" (Me 16, 17-18). La promesa de Cristo no está reservada a los santos, a los sacerdotes ni siquiera a algunos taumaturgos cristianos, ¡sino a todos LOS QUE CREAN! La fe viva de la mayoría de los creyentes reunidos en esta cripta de Ars ¿no era así susceptible de obtener de la Misericordia divina, tesoros de gracias para estos desdichados animados de tal esperanza? No dijo Cristo: ¿"Yo soy la Resurrección y la Vida?" (Jn 11,25). De algún modo la oración del cristiano incorpora, a quien la realiza, en la persona misma de Cristo, es decir, en la Resurrección y la Vida ... Esta Resurrección puede así ser considerada como la herencia inalterable de aquellos que ponen su fe en Cristo ... así como de aquellos que la oración de la Iglesia abraza (es decir de los miembros del Cuerpo de Cristo). La celebración comienza con una 20
  • 18. oración muy profunda, que invita a la adoración y que está enrai- zada en el rezo del Rosario. Estamos todos reunidos para experimentar una visita de Dios, no como simples espectadores curiosos del desarrollo de los acon- tecimientos y que desearían obtener algunas "sensaciones emocio- nales". Conviene entonces prepararse a esta cita divina, para no arriesgarse a desaprovechada. Inclusive si los ojos van a ver lo que seguramente jamás han visto hasta hoy, son los corazones los que se abrirán (quizá) al paso del Señor de la Vida. Porque es a través del corazón y no de los ojos de carne, que nos unimos a la obra de Resurrección de Cristo y por la obra, a Aquel que es el Autor de la misma. La intensidad de la oración de adoración pasa progresivamente a la alabanza y todos los enfermos se unen a ella, porque es conveniente acoger a Jesús en la unción del Espíritu Santo, tal como fue recibido por los habitantes de Jerusalén el Domingo de Ramos. "Allí donde dos o tres se reúnen en mi Nombre, allí estoy en medio de ellos" (Mt 18,20). Sin duda Dios no es matemático, pero cuando los dos o tres se transforman en dos mil o tres mil... o incluso el doble, ¿qué no podemos esperar de los beneficios de su presencia? La alabanza en la que la muchedumbre penetra unánimemente es sólo la acogida a la presencia prometida y certificada: también es anticipación de una acción de gracias por lo que el Señor no va a dejar de realizar esta noche por estos enfermos ... no que El deba sanarlos a todos -lo cual manifestaría una incomprensión del mis- terio del sufrimiento y de la sanación; sin embargo, El quiere visitar a todos personalmente, sin excepción, para llenarlos según sus necesidades más grandes y que sólo su Sabiduría conoce. Esta acción de gracias (anticipada) quiere ser la expresión de un reconocimiento adelantado de lo que el paso de Dios va a realizar sin falta en las almas o en los cuerpos (promesa divina obliga ...). Permite, en la misma progresión, disponerse a recibir en una mayor confianza el don que el Amor tiene reservado para cada uno. 21
  • 19. En el coro -ya lo mencioné más arriba-sólo están los enfermos y un equipo de veinte personas, del que formo parte, y algunos obispos de Francia que han venido a participar en esta sesión de Ars. Estos veinte hombres y mujeres tendrán la delicada tarea de animar la oración durante la noche, de orientarla en la sabiduría y la "inspiración" del momento, favoreciendo y verificando la expre- sión carismática (al servicio de la Misericordia sanadora de Cristo) y también vigilar el orden, la armonía y la paz de la celebración. Para manifestar que sólo son servidores (inútiles) de la gracia, estas veinte personas se acercan a los enfermos, arrodillándose a los pies de algunos de ellos y pidiéndole su bendición. Estos enfermos por los cuales vamos a interceder, también tienen una gracia que comunicar en nombre del Señor a aquellos que los presentan a la ternura compasiva de Dios; es por ello que no dudamos en solicitar su oración, ya que por su enfermedad, ellos están particularmente configurados en Cristo sufriente y redentor de la humanidad. Ellos son visiblemente aquellos que completan en su carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia (Col 1,24). Después comienza la intercesión por los enfermos, propiamente dicha, salpicada de tiempo en tiempo por una palabra de cono- cimiento inmediata 1: anuncio carismático de lo que el Espíritu está realizando en un cuerpo o un psiquismo dañado, y que interpela fuertemente a la persona que concierne a descubrirse mirada, tocada, amada por Cristo ... experiencia-conmovedora con frutos de sanación y sobre todo de conversión, reales y numerosos, en que más de cien personas dieron testimonio durante la noche ... testimo- nio más emotivo por ser susceptible de desencadenar un proceso en cadena en que otros enfermos que lo escuchan o lo constatan, l. Leer al respecto "El carisma de conocimiento, ¿por qué y cómo?" del mismo autor. Editiones Lion de Juda. 22
  • 20. reciben, frecuentemente con gran sorpresa de su parte, una gracia manifiesta de consuelo o de luz en su vida. No hay que minimizarnunca la importancia del testimonio como poder de conversión de los corazones, si se origina en una expe- riencia verídica. Por otro lado, es lamentable que el pretendido respeto humano, el miedo del juicio de los demás, la acusación de indecencia o de manipulación de masas, sean invocados por al- gunos como argumentos destinados a descartar el testimonio ... y a privarse de su impacto evangelizador. La intercesión por los que sufren dura largo tiempo, incluso si en opinión unánime de los participantes "no se siente pasar el tiempo". Así sucede cuando el cielo se acerca a la tierra ... o Dios se acerca al hombre. Las palabras de profecía o de conocimiento inmediato se multiplican, pero sin excesos ni exaltación de la muchedumbre: "Una persona de cincuenta y dos años, con una afección en el ojo izquierdo que la tenía casi ciega de ese lado, en este instante tiene un llanto inhabitual y se da cuenta que distingue mejor las formas a su alrededor. Es el principio de una curación total que culminará en algunos días." "Una mujer joven de veintisiete años que ha tenido dos abortos y hostigada por un terrible sentimiento de culpabilidad desde hace varios años, experimenta súbitamente una paz profunda. Ella nunca había hablado de esto a nadie. Es invitada a ir a buscar un sacerdote para recibir el perdón de Dios." "Un religioso de cuarenta y ocho años, casi sordo de los dos oídos y obligado a usar un aparato acústico, está sanando. Ha venido aquí con curiosidad, traído por un amigo y habi-tualmente se manifiesta muy crítico respecto a la Renovación carismática. Actualmente percibe fuertes zumbidos en los dos oídos y estará totalmente sanado en algunas horas más." "Una pareja que se deshacía después de dieciocho años de 23
  • 21. matrimonio y que había llegado al borde del divorcio, experimenta un gran calor interno. El, convertido en alcohólico, está instantánea- mente liberado del alcohol. Ella cayó con otro hombre a causa de sus problemas conyugales. El Señor los visita para "resucitar" su unión e invitarlos a vivir una reconciliación". Etc. Muchos serán alcanzados por el ejercicio del carisma de profecía o de conocimiento y todos darán testimonio, sea en público o en privado (por legítimos motivos de discreción). Dios realiza maravillas en su Pueblo, en la medida que éste espera todavía algo de El. .. "[Levántate y anda!" Pero la reunión no ha terminado, porque habíamos decidido orar por cada uno de los enfermos presentes en el "podium" añadiendo a nuestra intercesión el signo (no sacrarnental) de la imposición de manos (cf Me 16,18) que todo cristiano puede practicar en un movimiento de confianza y de esperanza, con un enfermo, No se trata de algún gesto mágico], sino de una seria eclesial de compa- sión fraterna vivida en un espíritu de oración. Las veinte personas del equipo animador se dispersan entre las filas de enfermos de dos en dos y comienzan a orar con ellos. En compañía del Hermano Ephraim, fundador de la Comunidad del León de Juda y del Cordero Inmolado, me dirijo hacia los inválidos físicos, agrupados en varias filas alrededor del altar, fortificados ya en la confianza por lo que nuestros ojos acaban de ver y nuestros oídos de escuchar a través de los testimonios que referí arriba. 1. Dios no es mago ante todo, porque entonces, no seria Amor. Sin embargo, muchos creyentes lo consideran un poco como tal, privándose de las invitaciones de su Bondad. 24
  • 22. Nos inclinamos sobre una joven mujer que padece una esclerosis en placa (?)* y está paralizada en las dos piernas. Su rostro está bañado en lágrimas ... Lágrimas de emoción por las sanaciones ya manifiestas, pero también lágrimas de sufrimiento porque, para ella, sus piernas rehusan todo movimiento, incluso el más mínimo. Con el corazón conmovido, Ephraim y yo invocamos con fuerza al Espíritu Santo por el cual aquel que cree en Jesús (resucitado) verá realizarse las mismas obras -y todavía más grandes- de Cristo (cf Jn 14,12) . ... ¡Que no se haga nuestra voluntad, Señor, sino la tuya! Oramos luego por un hombre que padece una artritis invalidante en las dos caderas, impidiéndole caminar. Hasta aquí, todavía no se produce nada manifiesto, lo cual no impide la secreta visita de Dios en él. .. Sin embargo, más tarde nos dirá que durante nuestra intercesión él había experimentado una especie de ea lor quemante e inhabitual en la pelvis ... pero ninguna mejoría física de esta coxartrosis bilateral, al menos durante los días siguientes. Nos aprestamos para "pasar" con la siguiente persona y de pronto me detengo, como si una "instancia interior" me dijera: "¡más tarde! Ahora tienes otra cosa que hacer". Molesto, miro al joven por el cual nos disponíamos a orar y que espera, preguntándose por qué penllanezco inmóvil a unos pasos de él, sin avanzar ... mientras que la fila de enfermos en silla de rue- das es muy grande y que, desafortu- nadamente, no tenemos toda la noche por delante para prolongar esta celebración. Dubitativo ya la vez seguro de ser invitado a "alterar mis planes", miro fijamente a los inválidos de mi alrededor, tratando de perrna- necer en una escucha interior para percibir mejor lo que considero una moción del Espíritu. Ciertamente no es la primera vez que experimento algo parecido, pero nunca antes con tal intensidad. Ephrairn espera pacientemente, presintiendo sin duda un aconteci- miento inhabitual. Mi mirada se posa finalmente y casi "por casua- lidad", sobre una joven sentada también en una silla de ruedas. Mi *N.T. 25
  • 23. "instancia interior" (de ninguna manera se trata de una especie de voz), insiste: "Es ella". Lo que viví entonces me sorprende ... y me seguirá sorpren- diendo durante largo tiempo. Sin desearlo en modo alguno, hago a un lado los otros enfermos que esperaban pacientemente para encontrarme al lado de esta joven, seguido de Ephraim, a quien no altera de manera desmedida la turbación del momento. - ¿Cómo te llamas? -Chantal - ¿Qué edad tienes? - Veinticuatro años - ¿Desde cuándo estás en esa silla? - Desde los diecinueve años. Tuve un accidente en moto que me seccionó parcialmente la médula espina!. - ¿Haz podido recuperarte un poco? - Apenas puedo mover mi pierna izquierda, pero la derecha está totalmente dañada. Como médico, sé que su pronóstico es exacto: con varios años después de tal traumatismo, su pierna derecha jamás podrá soste- nerla ... y en cuanto a la izquierda, sus posibilidades locomotrices son muy limitadas. - ¿Tienes deseos de sanar? Responde con una triste sonrisa de desengaño, como si el vere- dicto fatal hubiera sido dado definitivamente, sin que ninguna mejoría pudiera considerarse posible. 26
  • 24. - Es verdad que no puedes esperar una recuperación natural; pero, ¿crees que Jesús puede hacer algo por ti? (Levanta los hombros, dando a entender: "Sólo falta que El se interese en mí"). Yo sentía que me animaba una cierta audacia, que no tenía nada que ver con algún sentimiento de emoción particular. Yo estaba perfectamente tranquilo, sin que me alterara para nada esta multitud con seis mil pares de ojos fijos en el podium. Yo sentía la impresión de una fuerza que "se condensaba en mí mismo", una especie de convicción sobrenatural de que Dios quería manifestar su gracia en Chantal. .. no de modo general (como lo puede manifestar en todos), sino muy precisamente, en un sentido de sanación. - ¿y si Jesús quisiera realmente sanarte? - ¿Por qué a mí? .. ¡Todos los demás que están aquí, también están enfermos! Mi convicción crecía, sin que me desarmara su necedad y poco entusiasmo aparente. - No te preocupes por los demás. También el Señor se ocupará de ellos. Piensa en ti, porque ahorita El se está ocupando de ti. Vamos a orar con confianza. Sin contestar, baja la cabeza y cierra los ojos, como para con- centrarse mejor en la oración. Yo me uno a ella en esta intercesión ferviente, sin preocupanne del tiempo que pasa alIado de Chantal y (quizá) ¡quitado a otros! 1 Levanto la cabeza. - ¿Experimentas alguna sensación especial en tu cuerpo? 1. En el transcurso de la noche, cada enfermo, sin excepción, se beneficiará con la intercesión de los hermanos. 27
  • 25. - Realmente no (diciendo: "no se fatigue más"). Entonces aparento fastidiarme "gentilmente". - Chantal, no te desanimes. Si Jesús quiere actuar, El puede hacerla, pero necesita tu colaboración; pídele tú misma que te toque, ¡y no seas tímida! Tal lenguaje podría ser considerado imprudente y "psicológica- mente maní pula dar" , estoy de acuerdo ... yo mismo lo ha bría desa- consejado anteriormente en tal contexto, conociendo los peligros de la presión moral aplicada a los enfermos. El ejemplo de las sectas pentecostales que empujan a gente muy crédula a declararse sanada y gritan falsos milagros, no me es desconocido y siempre he manifestado mi total desacuerdo con tales prácticas. Pero esta noche, las circunstancias eran diferentes. Yo tenía la impresión de ser movido por una fuerte moción del Espíritu, cuyo "blanco" era Chantal y el fin: su sanación. Cuidando de ser discreto, coloqué mi mano en la columna vertebral de Chantal, en el lugar aproximado de su antiguo trauma- tismo y, con Ephraim, repetimos la oración. Interpelada y confundida por tal convicción, Chantal misma empe- zó a participar más concretamente en esta intercesión, como si una nueva "esperancita" hubiera llegado a su corazón. - ¿Sigues sin sentir nada? - Sí... siento como una débil corriente eléctrica al final de la columna y en las piernas ... y esa señal me anima. - Intenta mover un poco tu pierna derecha. - ¡Duele! "¡No puedo!" Mi convicción interior aumentaba, tranquila y segura a la vez. Yo tenía la impresión de que faltaba un paso para comenzar 28
  • 26. concretamente el proceso de mejoración física. Pero ignoraba cuál... o más bien, lo eliminaba de mi mente, porque lo presentía pero no osaba tomarlo en cuenta, a causa de la seria decisión que implicaba. - ¡Sigamos orando! Dije, turbado en mi corazón. Tenía pena, porque todo sucedía en mí como si Dios me invitara a un acto de fe preciso y yo me hacía el sordo. Al fin cedió mi resistencia y me rasqué la garganta para balbucear a Chantal: - ¡Vamos a tomar las cosas con fe! Párate, vamos a ayudarte. Después de un corto momento de duda, Chantal se apoyó en las coderas desu silla, sostenida de las axilas por Ephraim y yo. Ella estaba tan delicada con sus piernas adelgazadas por la arnioartrofia ligada a una antigua parálisis de cinco años, que estuvo a punto de desplomarse. Yo sentía que había que animarla, exhortarla a que tuviera confianza avanzando con la pierna y ayudándola a vencer sus dudas. Ella dio un paso, muy cautelosamente, con nuestro apoyo, luego otro y un tercero aún. Me llené de valor, tal como ella lo hacía, y le retiré el apoyo de mi brazo. Ella permanecía de pie, sola, lo cual cinco minutos antes y desde cinco alias atrás, le era imposible. Viéndose privada de "seguridad" y como abandonada a ella misma, tuvo miedo y vaciló. De nuevo me di a la tarea de estimular su ánimo, dulcemente, pero con firmeza insistente. Ella se repuso y caminó sola, con mucho trabajo al principio, pero con una seguridad que crecía por una fuerza sobrenatural que la afirmaba. Caminando hacia atrás, iba yo delante de ella con los brazos abiertos para detenerla por si acaso caía. Pero eso no fue necesario porque rodeó el altar en unas decenas de metros, bajo una tempestad de aplausos ... No se trataba de una ovación aclamando la vedette de un show sino la acción de gracias de todo un pueblo que podía contemplar con sus propios ojos las obras admirables de Dios. Mi corazón, como el de mis hermanos y hermanas del equipo 29
  • 27. animador, desbordaba de alegría ante tal manifestación del poder de Cristo. Muchos se retiraron habiendo crecido en la fe que para Dios todo es posible y que sus misericordias no se agotan. ¿Milagro? Era el título en algunos periódicos. Yo no lo creo, porque la definición de este término implica -parece ser- una curación inmediata, total y definitiva, lo que no fue estrictamente el caso. Chantal necesitó de un período de tiempo para recuperar la marcha normal, mientras se remodelaron y tonificaron los músculos de sus piernas. Algunas semanas más tarde, podía bailar y unos tres meses después, pudo obtener sin problemas su licencia de manejo ... Dios había actuado aquella noche como en muchos otros enfer- mos, en respuesta a la oración unánime de una muchedumbre ... pero esta experiencia que viví personalmente con Chantal y que consti- tuyó como el "disparo" para su curación, podemos arriesgamos a llamarlo "carisma de fe". 30
  • 28. CAPITULO n Actualidad del carisma de fe ¿La Renovación es siempre carismática? La Renovación pentecostal no lo es en sus comienzos, en que las sospechas y las críticas eran comunes por parte de muchas instan- cias, incluyendo las eclesiásticas. Todos reconocen 1 que constituye una oportunidad para la Iglesia de hoy y basta con leer los discursos del Santo Padre a los Obispos de la República Federal Alemana en que los exhorta a animar las nuevas comunidades, tales como Renovación, Focolari, Comunión y Liberación. "Si actualmente nuevos grupos y movimientos apostólicos quie- ren llevar a los demás la noticia de la salvación con un gran impulso, ustedes (los obispos) deben darles todo el espacio disponible y tenerles confianza. Tales movimientos merecen un reconocimiento y un sostén esenciales, tal y como lo señaló el último sínodo de obispos. Estos nuevos senderos de evangelización ya han dado f 1 ,,2 rutas exce entes. 1. A excepción de los "incurables por vocación", como los llama un teólogo muy conocido. 2.23 de Enero de 1988, ante los Obispos de R,F.A., en visita ad limina. 31
  • 29. Sin embargo, asistimos por doquier a "jadeos" en la vida de los grupos, jadeos que plantean una incógnita por su persistencia y que se deben (probablemente) a un problema de identidad. Porque todo grupo de oración, toda comunidad, pequeña o grande, más o menos residencial, tiene una vocación propia, cuya emergencia asegura la vitalidad y duración en el tiempo. Su esperanza de vida depende del crecimiento de su identidad y, por lo tanto, de los medios adoptados para vivir este crecimiento en la búsqueda de su "iden- tidad-vocación", la que siempre se revela específica, ligada a una . . gracia propia. La gracia de la Renovación "vital iza" o "revitaliza" tantos sitios de Iglesia, movimientos o asociaciones (caritativas o de otro tipo), que no puede negarse su proveniencia del Espíritu Santo, sorpren- dido en flagrante delito de libertad. Los primeros frutos de esta Renovación pentecostal, grupos de oración y comunidades, ya no son exclusivos desde hace varios alias, aun cuando permanecen sin duda, como el núcleo. En efecto, estos grupos o comunidades, cada vez más numerosos y variados, atraviesan -de modo nonl1al- por períodos de crisis ligados a la originalidad de su vocación, pero, ¿qué crecimiento auténtico y fructífero no conoce crisis') La comunión entre grupo de oración y comunidad es fructífera, no para uniformar las identidades, sino por el contrario, para poner de relieve y ayudar a hacer crecer la de cada quien. Así, cada grupo tiene un rostro particular que alcanzar, que se revela progresivamente en el tiempo y que no hay que ir a buscar con el vecino, aunque éste se considere muy buen consejero. Este rostro específico siempre está ligado o vive dos dimensiones que son los propios fundamentos de la vida de la Iglesia: - La comunión. ¿Cómo los miembros del grupo ven y viven la comunión entre ellos y con la Iglesia local? 32
  • 30. -La misión. ¿Qué envío descansa en el grupo? ¿Qué testimonio se espera de él? ¿Qué puertas apostólicas se abren ante él? ¿A qué llamado del sufrimiento del mundo está sensibilizado y se dispone a responder? ... Comunión y misión, sin las cuales la vida de un grupo de oración o de una comunidad tarde o temprano se marchitará, entrando a una rutina fastidiosa, un desinterés creciente de sus miembros o al olvido del primer amor. Añadamos a esto, para la sobrevi vencia fructífera del grupo carismático, el carácter indispen- sable de la oración fiel (la cual debe tomar una dimensión litúrgica, al menos parcialmente), de la vida sacramental y de la formación de sus miembros (espiritual, bíblica, teológica, etc.) Anteriormente hablé de los problemas en ciertos sectores de la Renovación, pero conviene evocar sobre todo la increíble riqueza de inventiva, creatividad, innovaciones conmovedoras (y eficaces) en materia de formación, catequesis, evangelización, obras carita- tivas de que da prueba el trabajo de la gracia a través de los diferentes rostros de la Renovación. Esta riqueza de la Renovación a la que me refiero, se origina evidentemente en la diversidad inaudita de carismas, cuya gama no acabamos de conocer, pero que conviene recibir como tantos dones gratuitos, fecundos, cada uno a su manera, con el respeto de su complementariedad. Los carismas revisten innumerables caras, pero podemos distin- guir tres grandes categorías: los que brotan del conocimiento; los del discurso, tales como el de ciencia o el de sabiduría, y finalmente los de acción, desde la "aptitud caritativa" multiforme en la sana- ción e incluso el milagro. Todos los dones relativos al conocimiento pueden, según Santo Tomás de Aquino, considerarse con el nombre de profecía (se incluye el de profecía propiamente, el de conocimiento inmediato u otros...). El carisma de fe, primer objeto de este libro, parece entrar en el marco de esta última categoría. Pero regresemos a esa fecundidad inesperada y fulgurante que 33
  • 31. sorprende desagradablemente a algunas otras "corrientes", hasta provocarles algunos reflejos de celos espirituales. No es lo esencial recibir la obra del Espíritu, allí, donde El desee brotar, aun si esta obra parece revestir una amplitud juzgada a veces ... ¿invasora o que no encaja en una norma fijada hace mucho tiempo? La Renovación ya no está en su fase" embrionaria". La gestación ha terminado y el niño ha nacido: hermoso niño, promovido a un porvenir brillante si sabe dejarse educar dócilmente por el Espíritu Santo y dentro de la Iglesia, lo que es, sin duda, su intención inquebrantable. Para que no disminuya su velocidad de crecimiento, lo esencial no está en que primeramente se multipliquen sus realizaciones, incluso las más urgentes u oportunas para el bien de la Iglesia. Ciertamente, los tiempos se acercan y sentimos que debemos aprovechar el día para realizar la obra de Aquel que nos ha enviado (cf Jn 9,4). Pero parecen aún más primordiales la preservación e intensificación del Soplo que la anima, de ese potencial de vida multiforme que él recela y que no ha acabado de desplegar sus manifestaciones en nuestro mundo y en la Iglesia. En este terreno, no podemos dormimos en nuestros laureles y admirar tranquilamente "una máquina que funciona bien". El Espí- ritu desea hacemos siempre más inventivos y creativos para que se expresen más las fuerzas vivas del Reino. ¿Ese soplo anima siernpre y siempre más nuestros grupos de oración? ¿Qué hacemos para conservarIo ... no para "encajonarIo" sino para que no se escape de nuestros lugares de oración y apostolado? ¿Qué hacemos para que crezca en fuerza, aun cuando esto requiera de un poco más de renuncia a nosotros mismos, de espíritu para compartir, de exigencia de vida espiritual y comuni- taria? ¿La efusión del Espíritu que nos embarga desde hace unos quince años, está declinando o nos hace madurar hacia una nueva "ofensi- va", es decir una cosecha más abundante que nunca, en que los 34
  • 32. obreros, todavía muy poco numerosos, deban movilizarse para que estos tiempos de gracias den todos los frutos que los designios divinos están preparando? Si me atrevo a impulsar a la reflexión es porque desde hace tiempo me aflora una interrogante: la Renovación pentecostal que ha transformado tantas vidas en Europa desde hace quince años, se dice también "carismática" ... En realidad no es exclusivamente carismática, pero finalmente los carismas forman parte de su voca- ción y constituyen un poco el barómetro de su vitalidad. Yo sé bien que estos carisrnas no son lo esencial de la vida de la Iglesia; que la vida sacramental y la vida mística (es decir, de unión a Cristo vivo) siguen siendo lo primero y fundamental. Y no tengo ninguna intención de sugerir una inversión de valores, que amena- zaría con llevamos dieciséis siglos atrás, cuando la herejía monta- nista estuvo a punto de comprometer la existencia misma de la Iglesia. Esto no impide -y nadie podrá rebatirlo- que la práctica caris- marica es inherente, desde los comienzos, a la vida de la Reno- vación (ya la de todas las renovaciones que la han precedido en la historia de la Iglesia). Por esto me atrevo a decir que el ejercicio de los carismas constituye como un barómetro de la calidad del soplo animador de la Renovación penrecostal. Por otra parte parece que el ejercicio de los carismas está a la baja en muchos grupos de oración o comunidades, y esto no deja de plantear preguntas ... Por definición, los carismas tienen una manifestación transitoria, pero esto no significa que la práctica carismática sólo tenga un tiempo ... por el contrario. Y cuando teológicarnente se habla del carácter temporal del ejercicio de los carismas, no se evoca en absoluto el mismo tema. No es lógico, en la pedagogía divina, que los carismas cedan su lugar a otra realidad espiritual, hasta anquilosarse ellos mismos. En 35
  • 33. principio esto tendrá lugar sólo hasta que se realice el aconteci- miento de la venida gloriosa de Cristo. La Caridad no acaba nunca. ¿Las profecías? Acabarán. ¿Las lenguas? Se callarán. ¿La ciencia? Desaparecerá ... Cuando venga lo que es perfecto, desaparecerá lo que es imper- fecto (1 Co 8-10). Los carismas abren un camino y allí está su vocación primera, pero no van a desaparecer cuando se tiene más necesidad de ellos.. . o porque se tiene otra cosa mejor que hacer. Una vez que abren un camino ... y ayudan a consolidarlo, tienen más nuevos caminos que abrir ... ¡y también que consolidar! Por eso, en mi opinión, el abandono de los carismas es más grave de lo que se piensa, porque da testimonio de una mínima docilidad al Espíritu Santo... y en ciertos casos quizá una tendencia del hombre a apropiarse las obras del Señor. No hay que confundir declinación con abandono del ejercicio de los carismas. En los grupos de oración o comunidades donde hay declinación, es por carencia de los medios empleados para perma- necer a la escucha del Santo Espíritu. El uso de los carismas no se improvisa, incluso si al principio es recibido espontáneamente. Existe toda una educación en la vida carismática, de la que nadie está exento, con el propósito de hacer fracasar las trampas de lo imaginario, del subconsciente, del orgullo espiritual o del iluminis- mo latente en muchos. Un grupo o una comunidad de oración tienen necesidad de carismas para el crecimiento de su propia vida interna y para la emergencia de sus diversos llamados a determinada misión. Ciertamente, los carisma s jamás deben buscarse por ellos mis- mos, en un deseo de espectacularidad, de maravilla o de vedetismo. Sin embargo, conviene aspirar a ellos, como nos exhorta San Pablo, únicamente si se ejercitan en y por amor, al servicio de una 36
  • 34. comunión y mediando la sabiduría necesaria para un desarrollo equilibrado. El abandono de los carismas denota una actitud totalmente diferente: la que consiste en cansarse de ejercitarlos porque se convierten en muy molestos o porque conducen a ciertas exigencias fastidiosas y aún más, por temor a que con su práctica se desacredite la notoriedad del grupo ante ciertas autoridades. Esta sería una conclusión lamentable, porque si en este terreno se requiere la virtud de la prudencia, ella comprende paradójica- mente la audacia, que da apertura a los dones de Dios, y la moderación, que reglamenta su uso según las circunstancias ... pero una moderación basada en la caridad y no en el temor. Si el ejercicio de los carismas se esfuma en la Renovación, siendo por declinación, conviene remediarlo rápidamente pero si es por abandono, habría que cuestionarlo de manera indispensable. Porque, si se avisora una Renovación Carismática sin carismas, podemos preguntamos si seguirá por mucho tiempo "Renova- ción" ... Retrospectiva histórica Si estudiamos de cerca la historia de los carismas y su nacimiento en la Renovación, constataremos fácilmente que se ha desarrollado por etapas sucesivas a través de las cuales (como regla general que no excluye las excepciones) cada vez aparecía un nuevo tipo de carisma. Hay que tomar en cuenta esta sucesión si deseamos entrar más en la pedagogía divina. Porque Dios no derrama sus dones al azar y de manera incoherente. Empleando siempre su libertad, que nos da multitud de sorpre- 37
  • 35. sas, porque no podemos encerrar la Sabiduría en reglas precisas, Dios da sus gracias carisrnáticas con un objetivo educativo de su pueblo ... La aparición de un carisma parece preparar el surgimiento ulte- rior de un segundo, en tiempo oportuno, seguido éste de la emer- gencia de un tercero ... ¡y así sucesivamente! Todo sucede como si, dando tal carisma, el Señor madurara por ese mismo carisma y por su ejercicio fructífero, equilibrado y eclesial, la germinación del siguiente. Evidentemente, no hablo aquí a nivel individual, en que esta progresión en la eclosión de diversos carismas se viviera en una persona precisa. Estas conside- raciones son generales. Así, el nacimiento de tal carisma en algún miembro de un grupo de oración, será seguido ulteriormente por el surgimiento de otro carisma en ese mismo grupo, pero en otros miembros. Podemos extender estas deducciones al conjunto de la Renovación, e incluso a la Iglesia entera. Bajo esta introducción, ¿qué nos revela la historia de los carismas en la Renovación? El primer don que acordó el Espíritu, simultáneamente con su propia efusión, es el de lenguas, individual o colectivo ... y en relación con él, no me extiendo más, considerando los escritos que han aparecido al respecto. La práctica del don de lenguas, tan sorprendente que haya podido parecer en su tiempo (mientras que ahora ha llegado a convertirse en anodina, no así para los medias, que se muestran muy inclinados hacia él), maduró el nacimiento de otro tipo de carisma: el de profecía, que se extendió fácilmente en la Renovación y ha contri- buido mucho a animar y exhortar los grupos de oración hacia la unidad y el apostolado. El lazo entre lenguas y profecía es particu- larmente evidente, ya que sabemos que la glosolalía abre el espíritu a la receptividad profética. Es así clásico que un auténtico canto en lenguas -desemboque en una reunión de oración- en una o varias palabras de profecía, en la medida en que el grupo permanezca 38
  • 36. fielmente a la escucha del Espíritu Santo y en un perseverante espíritu de oración y de comunión fratema. Al mismo tiempo que la profecía, apareció la interpretación de lenguas, de hecho carisma del mismo orden, importante, pero definitivamente más raro que la profecía. Una razón está en que no todas las lenguas pueden ser interpretadas, porque puede tratarse de una alabanza gratuita al Dios Creador y Salvador (y que rebasa la inteligencia humana). Sólo los verdaderos mensajes en lenguas y ciertos cantos pueden interprerarse si el Espíritu da su significa- ción. Pero ésta no es la única razón. Probablemente hay que pensar en una gran dificultad de expresión o de recepción de este carisma ... o inclusive alguna otra cosa. El don de ciencia pudo aparecer preparado por el de profecía. No hablamos del don de conocimiento inmediato, sino de aquel en que quien lo recibe es susceptible de comentar un pasaje de las Escri- turas o un misterio de Cristo, por ejemplo, según las necesidades momentáneas del auditorio. Este carisma está muy ligado a la enseñanza, pero en principio no se vive en base a una competencia intelectual o teológica. Esta enseñanza es como dada en el mo- mento, incluso si su contenido ha sido previamente preparado, ya que la nota carismática reside en el impacto que causa en los corazones. Este don de ciencia que como una respuesta, en su época, a las necesidades crecientes de los grupos de oración 1 en cuanto a la comprensión de las Escrituras y la vida espiritual y continúa ejerciéndose fructiferamente en la mayor parte de ellos. Le deseamos muy buena carrera porque al acompañar la enseñanza de la Iglesia, es uno de los pilares de equilibrio de los grupos2. Después vino el carisma de sanación ... entendiéndolo como una capacidad de oración particularmente eficaz (por gracia de Dios) en la persona que lo ha recibido ... a condición que lo haya confir- 1. Se ejercitará igualmente durante diversos encuentros carismáticos. 2. En el don de ciencia podemos incluir globalmente el de predicación o exhortación. , 39
  • 37. mado un fino discernimiento l. Puede tratarse de curación de cuer- pos afligidos por enfermedades más o menos graves (en general, las curaciones se refieren a afecciones relativamente benignas, aunque invalidantes para aquellos que las viven) o sanación interior (de heridas del pasado) e incluso liberación de malos espíritus''. Este carisma de sanación ha hecho correr mucha tinta, inclusive en ciertas instancias de la Iglesia y en otras partes. Su principal argumento de acusación radica en que se alimenta demasiado con lo maravilloso, pero es tal que el Espíritu lo da a quien El quiere, con el riesgo efectivo de que ciertas sensibilidades vean demasiado el lado espectacular y no tanto la pedagogía de conversión ... ¿El mismo Jesús, no corrió ese riesgo?3 El carisma de sanación (que se distingue del poder de los curanderos, cuya eficacia eventual tiene más de magia blanca que de gracia divina) ha hecho madurar en los corazones el surgimiento de otro carisma, más sorprendente porque ara-rentemente es más espectacular: el del conocimiento inmediato donde, a partir de un anuncio de tipo profético, una persona precisa se reconoce visitada por el Espíritu con un efecto de alivio de su mal, sea físico, psicológico o social. Este anuncio, que se relaciona con el carisma de profecía pero que lo rebasa en cierta manera, es como una promesa personal de sanación, donde la persona es invitada a abrir su corazón ante el paso de Dios en su vida. Se añade así a la sanación propuesta, una evidente dinámica de conversión. La palabra de conocimiento es inquietante en sí misma, para una inteligencia muy racional, a causa de los detalles concretos e históricos, mas no indiscretos que ella conlleva, con miras a inter- pelar a alguien preciso en la asistencia. Los riesgos de desviación 1. El carisma de discernimiento, más discreto pero esencial, nació al mismo tiempo que los propios grupos de oración. 2. Leer: Misterio de amor y ministerio de sanación, del mismo autor y editorial. 3. No intentamos en absoluto "colocamos encima" de la acción sanadora de Cristo ... sino sólo evocar los riesgos que él quiso correr al ejercitarIo. 4. Leer al respecto: "El carisma de conocimiento inmediato. ¿Por qué y cómo?" del mismo autor. Editiones Lion de Juda. . 40
  • 38. son reales, porque un carisma conlleva siempre, por naturaleza, un aspecto subjetivo y también allí se requiere del discernimiento, Pero en el seno de un gn1po de oración o de una comunidad, ¡qué poder evangelizador contiene tal gracia! ... La historia de los carismas es pues una especie de proceso en cadena donde el ejercicio de uno favorece la emergencia del si- guiente ... pero suscita igualmente un desarrollo siempre más fecun- do (y comunicativo) del primero. No se ejercita un carisma para reivindicar otro, sino senci~llamellte para crecer en el don recibido para bien del grupo y de la Iglesia y hacerlo dar fruto en la doci lidad al Espíritu y una confianza creciente en el don que El depositó en nosotros ... si se ha reconocido en la comunión del grupo donde se ejercita. Hay un dinamismo casi obligatorio de la práctica carismática, delicado pero real donde, en un terreno particular, el que no avanza, va en retroceso. Aquel que no utiliza los medios para recibir (y mantener) el don que tiene, mediante una vida espiritual y comuni- taria finalmente exigente, corre el riesgo de dejarlo escapar pro- gresivamente. Un carisma es una gracia que nos precede y en la que se nos recomienda intentar penetrar constantemente. Aunque ese carisma es dado gratuitamente, no entrega los esfuerzos para reci- birlo ni la docilidad al Espíritu. Es así como un grupo, una comu- nidad o una reunión se dispone a recibir un "nue 'o carisma que por su eclosión requerirá una lenta maduración de los otros dones espirituales ya derramados. El dinamismo del desarrollo carismatico conlleva aspectos labo- riosos que desaniman a más de uno y es como un fenómeno "bola de nieve", destinado a un crecimiento indispensable (en cantidad y sobre todo en calidad); si no, va a la declinación ... o al abandono. Estas palabras son sin duda el fruto de una experiencia personal y comunitaria; sin embargo me parece que reflejan de igual manera la evolución de la Renovación en su dimensión carismatica.rqué conviene considerar de manera realista, para que por darle gracias 41
  • 39. al Señor por todos sus dones ... y suplicarle, como lo hacía Kathryn Kuhlmann, El no nos retire su Santo Espíritu (cf Sal 51,13). Porque El todavía no termina de derramar sus dones ... y, si es verdad que un carisma prepara el nacimiento de otro carisma, bien parece que el de conocimiento inmediato, aparecido en la Reno- vación europea desde hace aproximadamente seis años, dispone al nacimiento de otro, más sorprendente y más delicado, más conmo- vedor y más rebatido: el carisma de fe. 42
  • 40. CAPITULO III Fe teologal y fe carismática Cuando San Pablo proclama: La fe, la esperanza y la caridad subsisten, pero la mayor de todas ellas es la caridad (1 Cor 13,13), no se sitúa en el mismo plano que al afirmar: A cada quien se le otorga la manifestación del Espíritu para el bien común. A uno se le da por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia, según el mismo Espíritu; a otro, la fe, según el mismo Espíritu; a otro, el don de sanación, según ese unico Espíritu; a otro, poder de realizar milagros; a otro, la profecía; a otro, el discernimiento de espíritus; a otro, la diversidad de lenguas; a otro, don de interpretarlas (l Cor 12,10). En el primer caso, Pablo evoca lo que llamamos tradicional- mente virtud de fe; y en el segundo, nos entrega. un pequeño tratado teológico sobre los carismas; entre ellos, el de fe. Virtud y carisma no pueden colocarse uno encima del otro; por ello es conveniente encontrar la distinción profunda para no caer en la confusión y "colocarle" al carisma una virtud o una fuerza que no tiene en absoluto. Este error amenazaría desnaturalizar -en nuestra comprensión- la cualidad excepcional e irrernplazable de 43
  • 41. la fe cristiana, y de hacemos perder de vista el sentido del carisma de fe. San Juan Crisóstomo, el famoso Obispo de Constantinopla muerto en 407, distingue las dos nociones que nos ocupan, ensu tratado sobre la fe. Cito una breve parte de su artículo No. 1: "La palabra fe tiene dos acepciones. Primeramente, la fe sobre- natural que obra milagros, de la cual hablaba Jesús cuando decía a sus discípulos: "Si tuvieran la fe del tamaño de un grano demostaza, dirían a este monte: desplázate de aquí allá, y se desplazaría" (Mt '17,20). Como los apóstoles se sorprendían de no haber podido lanzar el demonio del cuerpo de un poseído, Jesús les reprocha su incredulidad (Le 9,41). Y cuando Pedro siente que comienza a hundirse cuando camina sobre las aguas, Jesucristo le dice: "Hom- bre de poca fe, ¿por qué has dudado?" (Mt 14,31). Este tipo de fe refleja muy bien lo que evocaremos de la fe carismática y que desde entonces la Iglesia aprendió a formular más teológicamente. Juan Crisóstomo continúa su discurso, evocando lo que actual- mente llamamos de manera más elaborada en el pensamiento de la Iglesia, la fe teologal: "Hay otro tipo de fe, la que nos lleva al conocimiento de Dios; a consecuencia de la cual obtenemos el nombre de "fie- les". De ésta habla el apóstol a los Romanos: "Doy gracias por todos ustedes de que la fe que profesan sea anunciada por todo el mundo" (Ro 1,8) la que tiene por objeto, por ejemplo, el dogma de la Resurrección de Jesucristo y de nuestra propia resurrección por la virtud de Dios resucitado de entre los muertos (Ro 1,8) Esta fe no es exclusiva- mente don del Espíritu, porque primeramente quiere que concurra nuestra voluntad (Ro 1,8) Ni Dios ni la gracia del Espíritu preven nuestra decisión: El nos llama, pero al llamamos espera, porque no quiere constreñir nuestra voluntad". 44
  • 42. La fe teologal La virtud de la fe (en griego, pístis) es una de las tres virtudes teologales, con la esperanza (elpís) y la caridad (agapé y no éros que no existe en el Nuevo Testamento). La palabra "virtud" viene del latín virtus, que significa ordinaria- mente el estado de virilidad, caracterizado por el ánimo. Deriva igualmente del latín vis, que significa fuerza, lo cual explica que actualmente muchos cristianos entiendan la palabra virtud (de apariencia anticuada, aunque muy bella, de hecho), como un actuar que implica cierta tensión, por lo tanto más bien opuesta a un actuar por atracción o espontaneidad. Pero una virtud, sobre todo teologal, no tiene nada de aptitud humana que habría que desarrollar mediante esfuerzos incesantes ... y fastidiosos a la larga. Se trata de una gracia particular de Dios que hace que quien la posee "realice incluso lo que en sí es difícil, sin trabas, con seguridad y con alegría", dice Santo Tomás de Aquino. Las tres virtudes teologales son aquellas que "estructuran" en nosotros la vida de verdaderos hijos "íntimos" de Dios ... cuya experiencia vivida tiene un impacto sobre los comportamientos inter-humanos regidos por las virtudes morales. I El Concilio Vaticano II no se ha contentado con retomar los conocimientos tradicionales de la Iglesia referentes a las tres vir- tudes teologales, sino que ha insistido en su relación profunda con el sentido mismo de la vocación divina de todo hombre por Cristo y su gran importancia en la vida personal del cristiano, así como en toda obra apostólica, por ejemplo. En una sociedad en que el hombre pierde el sentido de la vida y de su propia existencia, hasta convertirse inconscientemente en suicida en múltiples lugares, es bueno recordarle que tiene una 1. Estas son cuatro: fuerza, prudencia, templanza y justicia, pero no las estudiaremos en estas páginas. 45 .1 •
  • 43. vocación particular y divina anclada en la fe, la esperanza y el amor (caridad), que se desarrolla en el corazón de todo hombre. ¿Por qué llamar "teologales" a estas virtudes? Porque nos abren a relaciones directas con Dios. Teologal viene del griego Theós, Dios, y de logos, que se toma en el sentido de relación, de proporción. Porque el hombre sólo existe verdaderamente en relación, en cuanto está cara a cara con Dios, aun si este cara a cara se vive en una cierta" obscuridad", o incluso inconsciencia. Fuera de este cara a cara en que el hombre está invitado a entrar y crecer, la vida pierde su sentido verdadero, que finalmente es místico, es decir fundado en una unión siempre más fuerte con Cristo. Las virtudes teologales sobrenaturales son aquellas que adaptan y proporcionan nuestras facultades espirituales para que podamos entrar en relación directa (mística, y no solamente ritual) con Dios. Consti- tuyen fuerzas espirituales por las cuales estamos en comunión con la vida, que es la vida del mismo Dios. La fe como virtud implica la noción de "creer en" y, en lenguaje bíblico, muchos verbos hebreos se aproximan a esta realidad. Existe primeramente el verbo 'aman' que significa resistir (en un sentido de solidez) o bien apoyarse en (algo cierto). Salidos del verbo 'aman' aparecen dos sustantivos: 'emouna ', la fidelidad y 'ernet' , la verdad. Estas consideraciones son importantes para delimitar lo que es de hecho la actitud de fe del creyente. En el Antiguo Testamento, creer en Dios se desarrolla a partir de la idea de solidez, de apoyarse con seguridad, de no tropezar. La fe es así un acon- tecimiento personal, que da a la existencia humana una especie de solidez en Dios (exclusivamente). ASÍ, convertirse consiste en llegar a ser sólido en Dios. La fe que el hombre no puede darse a sí mismo, lo transforma, porque está fundada en una relación objetiva con Dios. Hay otra cara de la fe que aparece en la antigua alianza y que se prolongará hasta la nueva alianza, particularmente en San Juan: la 46
  • 44. "fe-confianza" en Dios, que invita a una fidelidad toda de confianza, pero que ciertamente no es el resultado de una facilidad. Ella sobreentiende un esfuerzo, una práctica, una actividad que le per- mitirá desarrollarse en el hombre. En el Nuevo Testamento, la fe pasa más por Jesucristo y pone al hombre enfrente de Aquel que vino a dar testimonio en la Verdad. La fe (teologal) se transforma en una decisión personal que debe trabajarse sin cesar. Cuando un buen número de discípulos de Cristo se alejan de El, porque su palabra es muy fuerte (cf Jn 6,66), Jesús se vuelve hacia sus apóstoles y les dice: "¿También ustedes quieren irse?" Pedro contesta: (su decisión está dada aun cuando ignora hasta dónde lo va a llevar) "Señor, ¿a dónde iremos? Tú tienes palabras de vida eterna" (Jn 6,67-68). En los Evangelios, los múltiples y frecuentemente mara-villosos signos que realiza Jesús, están al servicio de la fe, de esa decisión personal; "Muchos creyeron en su nombre al ver las señales que realizaba" Un 2,23). ASÍ, la decisión de la fe se realiza en la persona de Cristo, y nunca es un efecto natural de la voluntad y la inteligencia. Creer en Jesucristo es distinguir en El al Hijo de Dios, pero también entrar en comunión, vivir con El un encuentro íntimo. De ningún modo se trata de algún acontecimiento psicológico, sino de una conver- sión del ser completo, por intervención del Espíritu Santo que -por la fe- nos infunde la inteligencia misma de Cristo. La fe teologal es pues un don de Dios, no como la creación es un don de Dios, ni como el milagro, o más ampliamente los carismas son un don de Dios. Este don único -a diferencia de los otros- nos hace participante de la misma vida divina, en tanto que Dios es luz. Sin embargo, si la fe es un don, esto no significa en modo alguno que el hombre no tenga nada que ver o que él lo padece. Sino que a él corresponde acoger la fe teologal con atención, apertura, deseo y perseverancia, aun en las pruebas. Dicho de otra manera, el hombre puede recibir la fe sin acogerla, por su propia voluntad, por 47
  • 45. descuido o por inconsciencia. Aunque sea "potencialmente creyen- te", se priva del dinamismo interno del don de la virtud de fe, que él deja en un estado más o menos larvario. El famoso "creer hasta ...", o bien, creer en Cristo pero añadiendo una dosis de creencias individuales que asfixian la fe verdadera .. o incluso rechazar creer (por motivos frecuentemente causados por cierto pasado doloroso), ¡constituyen ~omo un reflejo en negativo de la fe! Insistamos en este punto que facilitará nuestra posterior com- prensión del carisma de fe: la fe teologal frecuentemente es dada por Dios, pero muy poco acogida por los hombres; un poco como la parábola del sembrador (Mt 13,18-23), en que éste sale para sembrar en cualquier parte, es decir, con gran largueza, sin cálculo, sino con mera prodigalidad. La tierra recibe muy poco esta semilla, quizá por ser muy pedregosa, o poco profunda, o incluso llena de espinas que la asfixian ... En cuanto a la tierra suave, es decir, la que acoge y actúa para mantener ese don gratuito de la semilla, da fruto hasta el sesenta o ciento por uno .. lo que provoca fuertemente ese famoso dinamismo interno de la fe cuando es recibida con... hospi- talidad. ¡Que quien tenga oídos, escuche! La incomodidad de lafe La fe es el Espíritu Santo en mí provocando la adhesión a los pensamientos de Dios. Esta fe es don de Dios, no solo en el sentido de ser gratuita, sino también que sólo Dios puede producirla en mí. Es un aspecto de mi "divinización". ¡Sólo Dios puede divinizar! La fe (teologal) es el Espíritu de Dios que abre mi inteligencia sobre un universo que la rebasa haciéndole ver el mundo en que ella habita con algo de la inteligencia de Dios. La fe es Dios invitándome a compartir, en la neblina, la luminosidad de su visión del mundo. 48
  • 46. Es decir que la virtud de fe es el misterio de la acción del Espíritu Santo en mí, siendo el efecto los dones de inteligencia y de ciencia, particularmente (estos son dos de los siete dones del Espíritu, en sus misiones invisibles). Esto ya es mística ... y la mística más mística es una profundización mayor de esta experiencia de la fe. Es decir que la fe teologal es del orden de lo indecible. Ella no se dice verdaderamente, aun sí está como recapitulada en el Credo, porque siempre nos rebasará. El cristiano no sólo está invitado a creer, sino a ejercitar y expresar su fe, lo que es la mayor garantía de su crecimiento. Así, siempre está dividido entre su fe y la expresión que puede dar de ella. Las palabras humanas son insuficientes, porque la fe es mi adhesión global a la verdad entera de Dios. Pero, a partir del momento en que la digo, cono el peligro de fraccionarla, de "perder una parte". Esto no debe aternorizarme. Así es el orden de las cosas. Es la condición misma de toda encarnación. El propio Jesús, en su vida terrena, no podía expresar a Dios en plenitud. Porque "nadie ha contemplado jamás a Dios" (l In 4,12). El es una luz inaccesible. Para revelarse, debe descubrirse. Para mostrarse, debe esconderse en una seúal, La señal es también El, pero ya es otra cosa ... Esta señal, más allá de toda señal, o generadora de todas las señales y que culmina la pedagogía divina, es el propio Jesús: Dios nacido de Dios, pero también hombre; es el hombre que creemos: su naturaleza humana nos esconde, al igual que nos revela, a Dios en El. Así sucede con mi fe; necesito expresarla y ejercitanne en esa expresión, en tanto que la timidez, la independencia o el miedo de ser criticado por otros, frecuentemente se opone a ello. Sin em- bargo, su permanencia y su crecimiento son una exigencia. De no ser así, si la dejo dormida, inactiva, no tarda en morir en mí. Debo saber que toda expresión que yo le dé, será relativa, permanecerá imperfecta, incapaz de agotar la riqueza del acto interior que causa en mí el Espíritu. Pero esto no debe inquietarme. Es la incomodidad 49
  • 47. normal de la experiencia de la fe y de la cual no podemos evadimos, pero que nunca debe justificar alguna forma de pasividad en este terreno. La fe nunca es una "seguridad religiosa"; por ello sin duda es que tememos, sobre todo en nuestro tiempo, ejercitarla y expresarla. La fe me proyecta fuera de mi, en Dios, en lo desconocido, en el misterio. Una vida de fe no es un equilibrio tranquilo, sino un permanente desequilibrio en Dios. No nos sorprendamos porque el Señor tenga tanta dificultad para atraemos a la fe y recurra a todo tipo de medios, como las purifica- ciones ... pero también los carismas, para que esta fe sea liberada en su expresión y su crecimiento. La fe y la Iglesia Este es el último punto fundamental en una verdadera percepción de la fe teologal: su relación con la Iglesia. La fe es un acto personal, sí, pero no privado, y no lleva a una vida solitaria; tal y como muchos cristianos tendrían tendencia a llevarla actualmente. La existencia cristiana será en efecto transformada en tanto la fe remita o no la Iglesia, en tanto posea o no un dinamismo orientado hacia el cuerpo de Cristo. Esta relación entre "fe" e "Iglesia" se vive de manera diversa en los cristianos; algunos de los cuales temen quizá que su fe personal se "comprometa" al contacto del cuerpo eclesial, 10que es un error magistral, con el pretexto de que la vida en Iglesia no siempre parece expander en el hombre el dinamismo de la fe. La verdadera fe, teologal (y no una cierta creencia personal), incita siempre a una vida eclesial, porque es un don concedido prioritariamente a la Iglesia entera y ese don es entregado luego al individuo, sólo en consideración de la Iglesia. 50
  • 48. La fe de la Iglesia lo lleva siempre a la fe personal, porque la primera es infalible, mientras que la segunda no lo es. Cuando Cristo declara a Pedro: "Yo construiré mi Iglesia" (Mt 16,18), El piensa en el Cuerpo entero y a este último promete la perpetuidad y la infalibilidad. Pedro recibió la revelación del Padre con miras a la Iglesia de Cristo. La fe de la Iglesia está más iluminada que la de cada uno de los cristianos, aun cuando se tratara de un doctor de la Iglesia. Es a la Iglesia, Cuerpo de Cristo, que el Santo Espíritu conduce a la Verdad total. La fe teologal sólo se explica y se recibe en un amor sobrenatural que Dios suscita en el alma pr su propia Verdad divina. Es así como Santo Tomás de Aquino ha podido decir: "El comienzo de la fe está en el amor", es decir, el amor por la verdad de Dios que el hombre no puede adquirir por sus propias fuerzas, que sólo Dios puede comunicar, pero 'jue el hombre siempre puede rehusar. El impulso de la fe, que es una respuesta del hombre a los avances del amor de Dios, está significado en la expresión "creer en" que traduce un movimiento de total donación del hombre a Dios, en un deseo de amor y de confianza total. Así comprometida, la fe teologal conlleva dimensiones muy diferentes a las puramente intelectuales (sin que por ello se excluyan). No se reduce a la simple creencia con que frecuente- mente se le confunde. Añade al movimiento del Espíritu el don total del ser a otro ser: Jesucristo con quien nos hace "simpatizar real y profundamente", retornando una conocida fórmula de Maurice Blondel. La fe no es un sector particular de la vida del hombre. Concierne todo su ser y 10 penetra totalmente en cada uno de sus actos, en la variedad y multiplicidad infinitas de sus compromisos personales, familiares, profesionales y de diversión. 51
  • 49. Terminemos con una consideración esencial: Dios no deja de estar en busca de la fe del hombre 1 , en un amor que, por anticipado, da todo de sí mismo en su Hijo a través de la historia, que es así historia de la Salvación, historia de las iniciativas de Dios. Conviene situar los carismas en otro nivel, entre ellos el de fe. Recordemos brevemente que los carismas no son una invención de la Renovación llamada "Carismática" y que ellos conservan, en todo tiempo, un lugar importante en el régimen de la gracia. Esquemáticamente, en una visión tradicional y genial de la teología, la llamada gracia santi ficante o transfonnante del hombre por el Amor de Dios, es vehiculada por cuatro grandes" canales" llamados: misiones del Espíritu Santo. La experiencia de los carismas Hay dos misiones llamadas "invisibles", seguramente porque su impacto se sitúa primeramente en profundidad (de manera invisi- ble) y progresivamente suscita en nosotros frutos cada vez más concretos. Esas misiones invisibles son las virtudes y los dones del Santo Espíritu, que son siete y que no hay que confundir con los carisrnas. Las otras dos misiones, llamadas visibles porque conllevan una manifestación tangible, comunicando o haciendo nacer una reali- dad invisible pero muy real, son los sacramentos y los carismas. Los sacramentos, verdaderos fundamentos de la vida cristiana, no los trataremos, porque son mejor conocidos de la conciencia cristiana. En cuanto a los carismas, constituyen una gracia particular de Dios que no depende en absoluto de la calidad espiritual ni de la 1. Es decir que El la "distribuye" sin avaricia ni favoritismos, como se le ha acusado frecuentemente. 52
  • 50. santidad de la persona que los recibe ... sino sólo por su gracia y con la meta exclusiva de la edificación interna o externa de la Iglesia. Yo entiendo por edificación interna todo lo que compete a la componente existencial y comunicante del Cuerpo de Cristo (uni- dad, exhortación, enseñanza, etc.). La edificación externa compete a la misión de ese mismo Cuerpo, es decir, a la capacidad evangeli- zadora que le permité acoger en su seno a nuevos creyentes. Muchos tienen miedo de un sedicente proselitismo de la Iglesia, omitiendo muy curiosamente su preocupación por la salvación de los hombres y en consecuencia, su misión de anunciar en tiempo y destiempo la verdad de Cristo, aun cuando esto no sea del gusto de todos. ¡El Santo Padre lo sabe, y reticencias u hostilidades manifiestas no lo hacen callar! ... La originalidad de los carismas es que alcanzan el plano fenome- nológico, es decir que su ejercicio e impacto sobre la gente se hace en un nivel sensible ... esto inquieta a veces algunas opiniones religiosas que temen a lo "maravilloso". ¡Frecuentemente se quiere que los "carismas no se vean"! Qué problema ... porque son dados por Dios precisamente para ser vistos, escuchados o percibidos "tangiblemente" de un modo o de otro. Es así normal que la práctica carismática "se haga notar", no con una intención de vedetismo, sino por la característica misma de la gracia que la mueve. No olvidemos que los carismas, cuya lista no exhaustiva nos entrega San Pablo (cf ICor 12), forman parte de las misiones visibles del Espíritu Santo, acordadas sin cesar a la Iglesia para que sean desplegadas ... Un paralítico que se levanta o un tumor en el cerebro que sana, eso se ve y se toca efectivamente ... Es culpa del caris- ma ... es decir, de su autor: ¡Dios! Un canto en lenguas, una palabra de profecía o de conocimiento inmediato que se da en una reunión de oración, se escucha ... Allí está una vez más un fenómeno espiritual sensible, audible, exclu- 53
  • 51. La práctica solitaria de un carisma, cualquiera que éste sea, jamás podrá perdurar sin riesgo de error. Es por ello que los sitios de reunión de los cristianos también son lugares donde emergen los diversos carismas para el bien común, en un espíritu de sumisión mutua y el deseo primordial de unidad y comunión. sivamente ligado a su identidad carismática ... ¡qué decir ante esto, si es la Sabiduría divina quien lo ha decidido así! Es verdad que toda manifestación sensible en el orden de la gracia puede estar sujeta a desviación, ilusión, exaltación, falsifi- cación, etc. Por ello es necesario el discernimiento eclesial en los grupos de oración, no con una finalidad represiva, sino verificadora, para conservar lo que es bueno (l Ts 5,21). Señalemos finalmente que el ejercicio de un carisma el que sea es transitorio en una persona, es decir, con una expresión efímera (aun si se repite frecuentemente), o ligado a circunstancias o necesidades particulares del grupo o de ciertos individuos presen- tes. Se trata de un don de gracia, "inmerecido", ¡al cual no se puede predisponer ya cuya eclosión se asiente frecuentemente con admi- ración! Lafe carismática El carisma de fe, primer objetivo d~ este libro, tiene una origi- nalidad muy especial, no ligada directamente a la sanación como lo veremos. Aquel que lo recibe es movido de manera súbita e imprevisible por una especie de moción interior que lo "empuja" hacia una persona o una situación para que pueda realizarse la obra preparada por el Señor. No porque Dios no pueda hacerla solo, sino que su amor quiere tener necesidad del hombre, volviéndolo co- laborador de su propia tarea. Insistamos en el carácter imperioso (aunque siempre subjetivo y necesitando un fino discernimiento sobre el que volveremos a 54
  • 52. hablar) de esta moción carismática de fe que puede animar más o menos súbitamente a una persona, en una asamblea de oración o en una celebración particular. Su persistencia y su acentuación en algunos minutos incitan realmente a aquel (o aquella) que la porta, a "ir hacia ..." en una diligencia de "confianza instantánea" no proporcionada a su propia fe teologal. Es como si le fuera dado creer que en una circunstancia deter- minada, frente a un enfermo, por ejemplo, Dios no solamente quisiera, sino pudiera tocarlo y sanarlo. Por eso se trata de una moción de fe no teologal, sino carismática, ligada a una postura muy precisa ... y urgente. En el momento no hay otra cosa que interese, sino hacer llegar lo que el Espíritu permite presentir con fuerza. Tal sentimiento interior desencadena temor o resistencia muy comprensibles, ya que se piensa que es imaginario ... Y sin embargo, su persistencia confunde, como si la represión de tal moción causara un pesar o una profunda insatisfacción ... la impresión de una cita preciosa a la que no se acude o una huida frente a una verdad que se descubre. Sumergido en la experiencia de tal moción, finalmente puede o bien alejarla de la consciencia (no sin pena o dolor), o ceder ante ella e incitar a la "persona-objeto" a ir a donde señala la moción, lo que sucedió -por ejemplo- en el caso de Chantal presentado al principio de este libro. Quien ejercita así, en el momento y de manera imprevisible, el carisma de fe, se convierte en artesano del proyecto divino en lo referente al asunto o la situación considerada. La experiencia transitoria que está viviendo, finalmente se revela pasiva, aun si se considera necesaria la audacia de expresar sensible- mente esta moción ... puesto que se trata de un carisma. 55
  • 53. Por otra parte, el impacto de esta experiencia carismática sobre su "objetivo" (volvamos a tomarel ejemplo de un enfermo que Dios tiene "en proyecto de sanar"), ciertamente no es pasivo sino más bien activo ... y aquí entramos al meollo de la pedagogía divina y al por qué del carisma de fe. ¿Qué busca esta moción de fe en el enfermo? Su disposición, necesaria para Dios para que El pueda realizar su designio de misericordia ... Esta disposición es la fe, en este caso, teologal. El carisma de fe es dado para suscitar en el prójimo una mayor acogida a la fe teologal, la cual será determinante para que Dios pueda actuar, porque frecuentemente El tiene necesidad de la fe de sus fieles para realizar su obra. En su Misericordia, El "inventa" el carisma de fe para estimular la fe teologal. Es así como este carisma inédito (en la Renovación, pero conocido y ejercitado desde hace dos mil anos en la Iglesia) contribuye a la vitalidad y a la edificación del Cuerpo de Cristo, r.si como a la realización de los proyectos divinos. La fe carismática, espontánea, fuerte y transitoria de uno, viene a buscar y como a liberar la fe teologal del otro. No solamente de uno más, sino de todos aquellos que =gracias al aspecto sensible y a la práctica del don espiritual-- asistirán al acontecimiento y quizá, serán llevados a participar activamente. También ellos se beneficiarán de esta moción carismática de fe para crecer en su propia fe teologal, que es la fe de la Iglesia. Subrayemos que no se trata de crecer en la fe exclusivamente en lo que Dios está realizando en el momento (hacer caminar a Chantal, por ejemplo), sino que a partir de ese acontecimiento signo, crecer más ampliamente en la fe, en la verdad del Cristo Vivo. Este carisma específico tendrá por efecto suscitar y liberar la fe teologal que Dios necesita, porque es respuesta a su amor en búsqueda del hombre. Allí reside el poder de evangelización del carisma de fe y su originalidad propia, totalmente eclesial. 56
  • 54. En cuanto a aquel que ha experimentado esa moción de fe, es posible, no seguro, que él mismo crezca en su propia fe teologal. El sólo ha sido el instrumento momentáneo de la gracia de Dios, y si eso vuelve a producirse en otras ocasiones, volverá a encontrarse pobre y temeroso frente al mismo carisma. Sus resistencias no habrán acabado y sufrirá por sentirse tan "refractario" al impulso del Espíritu, porque ciertamente su posición no es envidiable. Si su carisma es auténtico, él preferiría de pronto "refugiarse en un agujero", pero sabe que su responsabilidad del momento es impor- tante, quizá irrernplazable, y que debe obedecer dócilmente a esa moción de la gracia, ya que corre el riesgo de entristecer al Espíritu Santo y frenar la obra de Misericordia, si no le corresponde. El milagro del agua Ya he precisado que el carisma de fe no está ligado directamente a la sanación, pero sí a la reconciliación y más ampliamente a toda circunstancia 'donde Dios desea manifestar su poder de Amor y donde éste, misteriosamente, requiere de la fe (teologal) de una, de varias o de muchas personas. Una historia verdadera nos lo hará comprender mejor. Su pro- tagonista, con carisma de fe reconocido y ejercitado durante mucho tiempo, se llama Jean Paul Regirnbnl, sacerdote religioso trinitario de Quebec, que figura entre los fundadores de la Renovación carismática canadiense. Yo "trabajé" personalmente con él y mi admiración por su calidad de alma, su celo misionero y su audacia para anunciar la Verdad, son muy fuertes. Su convento se sitúa en la periferia de una pequeña ciudad ~uebe- quense de cincuenta mil habitantes, llamada Granby. El atraía cada semana miles de personas a la Eucaristía, la celebración por los enfermos, o la adoración del Santísimo Sacramento. 1. Hablo en copretérito porque las actividades evangelizadoras del Padre Regimbal acabaron con su salud y lo obligaron a "retirarse". 57
  • 55. Hace unos quince anos, durante un verano canadiense particu- larmente caluroso, la ciudad de Granby tenía una escasez crucial de agua. El pequeño río que la cruzaba estaba casi seco y la gente padecía penurias, sobre todo en el hospital, donde la sobrevivencia de algunos enfermos se veía comprometida por esta calamidad. Faltaba agua y los camiones cisterna que abastecían resultaban insuficientes. La situación empeoraba día con día y el cielo con- tinuaba sin nubes. Un día, ante el Santísimo Sacramento expuesto, el Padre Regim- bal recibió una moción de fe que lo sobrecogió: tenía que reunir a los cristianos de Granby para celebrar una Eucaristía durante la cual se consagraría una intercesión especial ante el drama de la escasez de agua. ¿Ilusión? ¿Orgullo? ¿Sugestión de la imaginación? Todas las especulaciones intelectuales lo asaltaron ... pero la moción con- tinuaba: tenía que ... Armándose de valor, lean Paul Regimbal habló con su superior, quien no vio ningún inconveniente, haciendo notar únicamente que ningún lugar religioso de Granby podría contener uri.gran número de fieles. Había que innovar y la única solución era el estadio municipal. Después de consultar al Ayuntamiento, éste señaló un plazo de varios días para dar respuesta ¡y la dio negativa! La moción de fe persistía en una especie de "santa obstinación" y el Padre Regimbal, animado por esta seguridad interior ligada al carisma de fe, decidió buscar al alcalde, de quien finalmente pudo obtener la autorización para una gran reunión religiosa en el estadio de la ciudad. Estos trámites no se lograron sin humillaciones ni burlas, pero algunos días más tarde varios miles de cristianos se reunieron, bajo un sol de plomo, para orar, pedir un "milagro" al Señor y celebrar la Eucaristía. El carisma de fe del Padre Regimbal había como "catalizado" la fe teologal del pueblo cristiano de Granby y todos esperaban una señal del cielo ... Todos habían dado un paso suplementario al "creer en", con el riesgo de resultar seriamente despechados si nada sucediera! Riesgo para ellos y sobre todo para el Padre Regimbal 58
  • 56. quien, por ejercitar su carisma, aparecía como fiador de Dios. Porque él no había dicho: "quizá el Señor escuchará y hará algo por mejorar las condiciones de vida de los habitantes de Granby". ¡El se había atrevido a anunciar con seguridad 1 que Dios iba a intervenir! ¿Galvanización de una masa o liberación del poder de la fe de un pueblo? Los psicólogos siempre podrán invocar el primer diag- nóstico, basándose en su competencia. En cuanto a nosotros, sabe- mos que la fe, aumentada y cristalizada por una relación carismática, puede mover montañas. Dios siempre escucha a los suyos, cuya fe viene a buscar, y durante la larga intercesión pública con que concluyó la celebra- ción, cayeron trombas de aguas sobre Granby y sus alrededores, contradiciendo f1agrantemente los pronósticos meteorológicos. Hubo incluso necesidad de suspender la liturgia antes de tiempo a causa de un verdadero diluvio. ¡Muchos carros se quedaron atasca- dos por la inundación! Cuando Dios quiere dar, hay que esperar abundancia ... Es inútil describir la alegría de los habitantes de Granby ... y las burlas amargas de los adversarios de la fe, acusando a Jean Paul Regimbal de haber "dado el golpe" con la colaboración del meteorológico, etc. Como le hace decir Marcel Pagnol, en "Manan des Sources", al .alcalde comunista del pueblo: "¡Un milagro, eso no se perdona!" Un último signo tangible recuerda este acto salvífico de Dios en Granby: desde entonces, el pequeño río que atraviesa la ciudad no baja nunca de nivel, sea cuando se derrite la nieve o el.• pleno verano ... Recuerda, a su modo, que las misericordias divinas no se agotan y que el Señor ha liberado a su pueblo de un grave peligro. Pero sin duda necesitaba de la fe de los suyos, una fe liberada y puesta en acción por una simple intervención carismática ... 1. Esta seguridad se llama 'Paresia ' en los Hechos de los Apóstoles y anima tranquilamente pero de manera inquebrantable la fe de los discípulos a partir de Pentecostés. 59
  • 57. CAPITULO IV El carisma de fe en las escrituras y en la hagiografía Jesús y el carisma de fe El Evangelio honniguea de episodios relativos al carisma de fe, sobre todo en la persona de Jesucristo. Algunos se sorprenderán al saber que el mismo Jesús practicaba los carismas; sin embargo, esto no es para sorprender puesto que, siendo Hijo de Dios, no era menos hombre plenamente, revestido de la unción total del Espíritu, en- viado por el Padre en el mismo poder del Espíritu. Si Jesús cumplía constantemente la voluntad de su Padre, era gracias a una penna- nente escucha del Espíritu, quien le comunicaba constantemente la voluntad divina ... tan bien que muchos teólogos han podido decir del Espíritu Santo que El era el "guía espiritual", o incluso el "Padre espiritual" de Cristo. Llamarlo "Padre espiritual" no significa de ninguna manera que sea concurrencial de la paternidad divina, sino que más bien evoca la imagen del director espiritual. El Espíritu, del cual estaba colmada la humanidad de Cristo, lo informaba por lo tanto constantemente de la voluntad divina, inclu- yendo la realización de hechos sensibles, incluso extraordinarios, 61
  • 58. como la sanación, el milagro, la profecía, etc., expresiones caris- máticas diversas en la vida de Jesús. La diferencia entre los carismas de Jesús y los de los apóstoles ... o más generalmente, de todo miembro de la Iglesia, reside en el hecho de que sólo Jesús estaba revestido de la plenitud del Espíritu (al igual que su propio cuerpo, transformado en la Iglesia). Por lo tanto, El gozaba de la Plenitud de carismas, según la voluntad del Padre y en la moción del Espíritu. En cuanto a los apóstoles y los discípulos, participan del don del Espíritu hecho a la Iglesia, pero cada uno según su gracia; es decir, parcialmente, y según lo que ese mismo Espíritu suscitará en cada quien. ¿En qué ocasiones ejercitó el carisma de fe? Algunos ejemplos nos bastarán: 1 - Me 5, 39-42: "Habiendo entrado en la casa del jefe de la sinagoga, cuya hija acababa de morir, El les dijo: '¿Por qué ese tumulto y ese llanto? La niña no ha muerto, ella duerme.' (afirma- ción segura de una obra inminente de Dios). Y ellos se burlaban de El (humillación habitual ante un aserto que desafía la lógica y la inteligencia) Tomando la mano de la niña (notemos la importancia de realizar un gesto de fe) El le dijo: "Talitha kum ', que significa: 'Hijita, yo te lo digo: j levántate!' Inmediatamente la niña se levantó y empezó a caminar, pues tenía doce años. Y a ellos los embargó un gran estupor" (movimiento de "sideración" susceptible de pro- vocar un movimiento de adhesión en la fe). - Le 9, 12-17: "El día terminaba. Aproximándose, los doce le dijeron: 'Despide a la multitud para que vayan a los pueblos y granjas de los alrededores para que busquen alojamiento y alimen- tos, porque aquí estamos en un .lugar desierto (circuns-tancia que comprueba dónde Dios se hace concretamente caritativo). El les respondió: "denles ustedes mismos de comer' (anuncio de fe que invita a crecer más a la fe de los discípulos por el carácter inesperado l. Los comentarios de estos textos (entre paréntesis) de ningún modo pretenden ser exegéticos, sino sólo poner de manifiesto algunos puntos clave ligados a la práctica del carisma de fe. 62