Este documento ofrece orientación sobre el discernimiento espiritual, explicando que consiste en averiguar el origen de los impulsos internos (si provienen de Dios, el demonio o la naturaleza humana) para discernir la voluntad de Dios. Describe el discernimiento como un don sobrenatural o un arte adquirido a través del estudio y la experiencia. Finalmente, proporciona normas prácticas para decidir después del discernimiento, como verificar los frutos del Espíritu Santo en la decisión tomada.
1. RUAH – EVANGELIZANDO A TIEMPO Y DESTIEMPO
EL DISCERNIMIENTO
"Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios (1
Juan, 4,1)
¿QUÉ SE ENTIENDE POR ESPÍRITU?
"Espíritu" es una propensión interior del alma; si es a cosa buena, será espíritu bueno. Un
hombre que tiene propensión a la oración se dirá que tiene espíritu de oración; si a la austeridad,
tiene espíritu de mortificación; si a negar y discutir, tiene espíritu de contradicción....
El hombre siente estas inclinaciones en su voluntad y en su sensualidad. Psicológicamente,
todas tienen la misma naturaleza: son impulsos que parten de la libertad y llevan a la acción.
Pero en su origen estos impulsos pueden provenir o de la espontaneidad propia o de una acción
especial por parte de Dios o del demonio.
El discernimiento de espíritus consistirá en averiguar - en estos movimientos de la voluntad sus distintos orígenes, señalando si han sido provocados directa o indirectamente por Dios, por
el demonio o por la propia naturaleza humana.
DIOS.
El discernimiento es como un diálogo de amor entre dos seres que se aman: cada uno reconoce
rápidamente lo que el otro desea o espera. También a nosotros la intimidad cotidiana con Dios
nos enseña, cada vez más, a reconocer lo que viene de Él y lo que no.
En esta comunión de amor con Jesús, comprenderemos que nada alegra tanto su Corazón como
nuestra libre voluntad de depender totalmente de Él.
EL DEMONIO.
El discernimiento, implica también reconocer la existencia de un mal espíritu.
Sin dejarse llevar por imaginaciones infantiles o toscas simplificaciones, hay que tomar
conciencia, con san Juan, del conflicto entre el Espíritu de Verdad y el espíritu del padre de la
mentira. (1 Juan, 4,6)
EL HOMBRE.
En todo discernimiento no hay que descuidar - como se hace con frecuencia - un tercer
elemento: la dimensión humana con toda su consistencia física, afectiva, psicológica.
Frecuentemente, lo que tomamos como voluntad de Dios no es más que fruto de nuestra
imaginación, un montaje muy humano donde Dios está ausente.
UN CARISMA SANTO Y UN DON NATURAL
El carisma de discernimiento es un don de Dios, una especie de instinto sobrenatural por el que
se percibe, intuitivamente, el origen de los pensamientos, los impulsos, las atracciones y los
proyectos que se imponen en nosotros.
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Ante todo está orientado al servicio de los hermanos y es dado en un momento preciso y para
responder a una necesidad concreta. No depende del nivel de estudios, ni del estado de vida:
tampoco está reservado a los sacerdotes. El discernimiento, como don, requiere sie mpre un buen
equilibrio y un juicio sano.
CUANDO LA GRACIA ES ARTE
Este arte de discernimiento se ejerce también gracias a un don del Señor, pero, a diferencia del
carisma, se puede adquirir:
* Por un conocimiento de la palabra de Dios y la vida de los grandes testigos con experiencia en
el combate espiritual.
* Por la propia experiencia de la lucha interior y del discernimiento en situaciones precisas.
* Por la ayuda y consejo de los hermanos más experimentados.
IDEAS CLAVES PARA EL D ISCERNIMIENTO SOBRENATURAL
LO QUE NO ES
NO es, en principio, un acto moral que indique si debe hacerse esto o aquello. Incluso puede
estar en contradicción con viejos principios inculcados.
NO es un acto de la inteligencia. Aunque podrá servirnos si está entregada a Dios.
NO es un ejercicio piadoso: Se ruega brevemente al Señor diciéndole: "quiero hacer tu voluntad.
te presento mi problema. Dame, en cambio, una respuesta ."
NO es - aunque se trate de una decisión personal - un acto aislado: implica una apertura a los
demás, al menos a un hermano, y a la comunidad.
LO QUE SÍ ES.
SI, a través de la fe, nos dejamos penetrar por la palabra de Dios, se hará la luz sobre nosotros y
sabremos discernir su voluntad: "La palabra viva de Dios es eficaz y más cortante que espada de
dos filos... Examina los sentimientos y pensamientos del corazón". (Heb 4,12).
SI creemos que el Espíritu Santo nos conduce a través de todos los acontecimientos, tanto
grandes como pequeños, no nos faltará su luz.
SI entendemos que la acción de Dios no es una voluntad impuesta al hombre. Es un impulso que
nace del interior, porque desde nuestro bautismo, la Trinidad habita en nuestros corazones.
SI sentimos que el Espíritu ensancha y va dilatando nuestro ser, lo que supone, por nuestra
parte, una conversión personal continua.
SI estamos dispuestos a dejar a Dios que cambie nuestros planes. Si aceptamos todos los
imprevistos. Todas las sorpresas.
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NORMAS PRACTICAS
A LA HORA DE DECIDIR TRAS EL DISCERNIMIENTO
Cuando meditamos sobre el discernimiento no es para aprender algunos trucos sino para tratar
de conocer mejor la voluntad de Dios y cumplirla realmente. Todos nos vemos sometidos, a
veces, a impulsos contradictorios que nos sumergen en la incertidumbre. ¿Qué estudiante no ha
padecido muchas tardes la duda entre abrir los libros o irse al cine? Hay criterios esenciales
para tomar una decisión según la voluntad de Dios.
ANTES
En más de uno de estos criterios puede ser bueno pedirle al Señor una confirmación: Él nos la
da, a veces, hasta sin pedirla.
... Convicció n interior: Está muy unida a la oración personal.
... Sumisión a la palabra de Dios. La decisión que se tome no debe contradecir jamás las
verdades del Evangelio.
... Sumisión a la comunidad y a la Iglesia. Someterse a los hermanos es la mejor escuela de
humildad. No se trata de una obediencia servil y opresiva. Muchas veces cuesta pedir consejo,
sobre todo para lo que nos concierne en profundidad.
La sumisión a la Iglesia, básica en el discernimiento, es lo más importante. Es la consecuencia
natural de la sumisión al Espíritu Santo.
... Sumisión a los acontecimientos. Las circunstancias que vienen a interrumpir nuestros
proyectos son indicio de la voluntad de Dios.
... Estar en paz. Es un elemento fundamental para tomar una decisión según el Señor. Si
atravesamos momentos de inquietud, esperemos sencillamente que la mar se calme.
Estamos dispuestos a recibir la voluntad de Dios sólo cuando se puede ver el fondo
del mar con las rocas y los peces.
DESPUÉS
Existen unos signos que nos muestran, una vez tomada la decisión, si corresponde a la voluntad
de Dios.
... Los frutos del Espíritu. Es el primer criterio tangible puesto que se puede comprobar, si se
dan en nosotros y en los hermanos. "En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz,
paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Cal 5,22). Los tres
primeros - amor, alegría, paz- resumen a los demás. La alegría en el Señor es un signo evidente.
Lo mismo ocurre con la paz que Él nos da siempre si hacemos su voluntad. Es tan profunda que
nada puede turbarnos, incluso si hay que agarrarse a la fe porque los acontecimientos
contradicen a primera vista, la decisión tomada.
... 'A su hora, en su momento... ". Para fortalecernos en la fe, el Señor nos manda la prueba del
tiempo. Quiere nuestra fidelidad, nuestra constancia en la oración.
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... Buen consejo. Si surge alguna duda, y si la intranquilidad persiste, se repasa la decisión
tomada hablando a un hermano de la comunidad. Nos escucha y aconseja con sencillez,
confirmando que estamos en buen camino. Si el hermano acompañante se ha escogido de
acuerdo con la comunidad, es la mejor garantía contra las astucias del maligno y un escudo
importante para el combate espiritual. .
DAR EL SÍ
Lo primero para discernir la voluntad de Dios es decirle un "sí" total, entregarnos
completamente a él. Y luchar contra los obstáculos que se oponen a este "sí". Claro que no son
siempre conscientes: un pecado, una herida del pasado, quedan grabados en nuestra memoria y
necesitan ser perdonados y curados.
Pero hay que ir a por todas. No se puede decir al Señor: "estoy de acuerdo con lo que tú quieres,
pero no deseo tocar tal o tal parte de mi vida..."
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