Este documento describe la aparición de una tercera tipología arquitectónica distinta de las dos tipologías anteriores. La primera tipología se basaba en la naturaleza y la segunda en la producción industrial. La nueva tipología toma como modelo la ciudad tradicional, clasificando sus formas arquitectónicas y espacios urbanos. A diferencia de las tipologías anteriores, ésta sólo se refiere a la naturaleza intrínseca de los elementos arquitectónicos. La ciudad se concibe como un todo histórico donde ap
1. Anthony Vidler, UNA TERCERA TIPOLOGIA. Arquitecturas Bis 22, pp
Desde la mitad del siglo dieciocho, aparecen en la producción de la arquitectura dos distintas
tipologías.
La primera, desarrollada a partir de la filosofía racionalista de la Ilustración, e inicialmente
formulada por el Abbé Laugier, proponía que la base natural para el diseño debía ser el
modelo de la choza primitiva. La segunda, que apareció a partir de la necesidad de afrontar el
problema de la vivienda masiva a finales del sido diecinueve, y que fue planteada de manera
más clara por Le Corbusier, proponía que el modelo para el diseño de la arquitectura debía
encontrarse en el propio proceso de producción. Ambas tipologías creían firmemente que la
ciencia racionalista. y más tarde la producción de tecnología, representaban a las “formas”
más progresistas de su época, y que la misión de la arquitectura como agente del progreso era
adaptarse e incluso llegar a dominar estas formas.
En el contexto actual, cuando se están cuestionando las premisas del Movimiento Moderno,
ha aparecido un renovado interés por la forma y por el tejido de las ciudades pre-industriales,
lo cual vuelve a suscitar el tema de la tipología en la arquitectura. Desde las transformaciones
que Aldo Rossi ha llevada a cabo en la estructura formal y en las instituciones típicas de la
ciudad del dieciocho, hasta los croquis de los hermanos Krier que recuerdan los primitivos
tipos de los “philosophes” de la Ilustración, existe una serie creciente de ejemplos que
sugieren la aparición de una tercera tipología.
El atributo fundamental de esta tercera tipología seria su adhesión, no a una naturaleza
abstracta, ni a una utopía tecnológica, sino al modelo de la ciudad tradicional. ES decir, la
ciudad proporciona el material para clasificar, y las formas de sus artefactos la base para su re-
composición. Las líneas maestras de esta tercera tipología, como las de las otras dos, son el
razonamiento y la clasificación, de ahí su marcada diferencia con los románticos de última hora
que proponen el “townscape” y la “stripcity” como sustitución del urbanismo del Movimiento
Moderno desde los años cincuenta.
Sin embargo, si nos fijamos atentamente, veremos que la idea de tipo que tenían los
racionalistas del siglo dieciocho era de un orden distinto al de los primeros modernos, y así
también la nueva tipología que está apareciendo es radicalmente distinta de ambos.
La famosa “choza primitiva” de Laugier, paradigma de la primera tipología, se fundaba en la
creencia en el orden racional de la naturaleza; el origen de cada elemento arquitectónico era
natural; la cadena que ligaba la columna a la choza y ésta a la ciudad era paralela a la cadena
que ligaba el mundo de la naturaleza entre sí. Las primitivas geometrías que se utilizaban para
la combinación de elementos-tipo, se entendían como expresión de la forma que la naturaleza
oculta bajo su apariencia superficial.
Mientras que en sus comienzos el Movimiento Moderno también hizo una llamada a la
naturaleza, lo hizo más en forma de analogía que no como premisa ontológica. Se refería
especialmente a la nueva naturaleza de la máquina. Esta segunda tipología era ahora
equivalente a la tipología de la producción en masa de objetos que a su vez estaban sujetos a
una selección casi darwiniana por la cual no sobrevivían más que los que eran más adecuados.
El eslabón que unía la columna, la casa-tipo y la ciudad se asimilaba a la pirámide del proceso
de producción, desde la pieza más pequeña a la máquina más compleja, y las formas
geométricas de la nueva arquitectura se veían como las más apropiadas para ser mecanizadas.
En estas dos tipologías, la arquitectura se comparaba y se legitimaba con una "naturaleza”
externa a ella. Sin embargo en esta tercera tipología, ejemplificada en las obras de los nuevos
Racionalistas, esto no ocurre así. Las columnas, las casas y los espacios urbanos, si bien están
ligados por una cadena de continuidad irrompible, sólo se refieren a su propia naturaleza de
elementos arquitectónicos, y sus geometrías no son ni científicas ni técnicas, sino
esencialmente arquitectónicas. Está claro que la naturaleza a la que se refieren estos diseños
recientes es ni más ni menos que la propia naturaleza de la ciudad, vaciada de cualquier
momentáneo contenido social, y a la que se le ha permitido hablar de su propia condición
formal.
2. Este concepto de la ciudad como espacio en el que aparece una nueva tipología, nace
evidentemente de un deseo de subrayar la continuidad de la forma y de la historia en contra
de la fragmentación producida por las tipologías elementales, institucionales y mecánicas de
nuestro pasado más reciente. La ciudad se concibe como un todo, y su pasado y su presente
quedan revelados en su estructura física. Es en sí, y por si, una nueva tipología. Esta tipología
no se compone de elementos separados, ni tampoco se construye con elementos clasificados
en orden a su uso, ideología social, o características técnicas: está allí, completa y dispuesta a
ser fragmentada. Estas partes no re-inventan las formas-tipo de las instituciones ni repiten
formas tipológicas del pasado: se seleccionan y reconstruyen siguiendo criterios que se derivan
de tres niveles de significado: el primero, heredado de esas formas en el pasado; el segundo,
resultado de haber escogido un fragmento concreto y delimitado por sus bordes, que en
ocasiones se entrecruzan con los de tipos previos; el tercero, propuesto a través de la
recomposición de estos fragmentos en un nuevo contexto.
Tal “ontología de la ciudad” es sin duda radical. Niega todas las definiciones socialisto-utópicas
y progresivo-positivistas de arquitectura de los últimos doscientos años. La arquitectura deja
de ser un dominio que debe relacionarse a una “sociedad” para pasar a ser concebido o
comprendido, la arquitectura deja de "escribir la historia" en el sentido de particularizar una
situación social especifica en un tiempo o lugar concreto. Desaparece la necesidad de hablar
de función, de usos sociales: es decir, de cualquier cosa más allá de la propia forma
arquitectónica. Entonces, tal como había vislumbrado Victor Hugo hacia 1830, la comunicación
a través de la letra impresa -últimamente a través de los medios de comunicación de masas-
ha separado a la arquitectura de su papel de "crónica social” y la ha colocado en su terreno
especializado.
Esto no quiere decir que la arquitectura ya no cumpla ningún papel como crónica social, que ya
no satisfaga ninguna necesidad más allá de la del diseñador que cree en "el arte por el arte",
sino sencillamente que las principales condiciones para la invención del objeto y su entorno no
tienen porqué incluir necesariamente una declaración de adecuación de la forma al uso. Lo
que ocurre aquí es que lo que se ha vuelto decisivo es la adopción de la ciudad como lugar
para la identificación de la tipología arquitectónica. En la experiencia acumulada de la ciudad,
sus espacios públicos y las formas de sus instituciones, se puede concebir una tipología que
pueda ser leída en términos de su función, pero que, al mismo tiempo, asegure una relación a
otro nivel con la tradición de vida ciudadana. La característica de la nueva ontología, más allá
del aspecto formal concreto, es que la ciudad, al contrario de la columna sola, la choza, o la
máquina, es y ha sido siempre esencialmente política. Por lo tanto, la fragmentación y la re-
composición de las formas de sus espacios y de sus instituciones no pueden nunca separarse
de sus implicaciones políticas.
Cuando se seleccionan una serie de formas típicas del pasado de una ciudad, éstas nunca
aparecen, por mucho que hayan sido mutiladas, desprovistas de su significado político y social
original. El original sentido de la forma y las capas que el tiempo y la experiencia humana han
ido depositando en ella no se pueden apartar fácilmente: y no cabe duda de que la intención
de los Racionalistas no es contraria a esta idea. Más bien, los significados de los tipos que
todavía prevalecen, pueden ser útiles para explicar los nuevos significados de que se les ha
dotado. La técnica, o mejor dicho el método compositivo fundamental sugerido por los
Racionalistas, es la transformación de algunos tipos -en parte o por completo- en entes
totalmente nuevos, cuyo poder comunicativo y crítico arranque de la comprensión de esta
transformación.
Por ejemplo, el proyecto de Aldo Rossi para el Ayuntamiento de Trieste se ha entendido como
referencia, dentro de lo complejo de sus formas, a la imagen de la prisión de finales del siglo
dieciocho. Como demostró Piranesi, en la época de la primera formalización de este tipo, era
posible ver en el concepto prisión una amplia imagen del dilema de la sociedad misma,
indecisa entre una fe religiosa que se desintegraba y una razón materialista. Ahora bien, Rossi
esta atribuyendo al Ayuntamiento (de por sí también reconocible como tipo en el dieciocho) la
imagen de prisión, y de esta manera consigue un nuevo nivel de significado, lo cual es
evidentemente una referencia a la ambigüedad del gobierno como institución. En esta
3. formulaci0n los dos tipos no se mergen entre sí: el tipo de ayuntamiento se ha sustituido por
el de arcada abierta, en contradicción con el de prisión. La dialéctica es tan clara como una
fábula: la sociedad que entiende la referencia a la prisión necesita esa referencia; en el
momento en que la imagen pierda su significado, la sociedad toda se habrá convertido en
prisión, o, quizás en todo In contrario. La oposición de metáforas utilizada en este ejemplo se
puede encontrar en muchos de los proyectos de Rossi, y en general en las obras de los
Racionalistas, no sólo en lo que hace referencia a la forma de las instituciones, sino también a
los espacios de la ciudad.
Esta nueva tipología es explícitamente crítica del Movimiento Moderno; utiliza la claridad de la
ciudad del dieciocho para expresar su repulsa a la fragmentación, descentralización, y
desintegración formal que el zoning y los avances tecnológicos de los años veinte introdujeron
en la vida urbana contemporánea.
Mientras que la pesadilla del Movimiento Moderno fueron los barrios oscuros, superpoblados
e insalubres de las viejas ciudades industriales, y su paraíso los espacios soleados y verdes -una
ciudad que se convertía en jardín- esta nueva tipología, como crítica del urbanismo moderno,
eleva a categoría de principio el tejido urbano continuo y la clara distinción entre espacio
público y privado que señalan las paredes de las calles y de las plazas. Su pesadilla es el edificio
aislado en medio de un parque. Los héroes de esta nueva tipología se deben por lo tanto
encontrar no entre los nostálgicos utopistas del diecinueve que odiaban la ciudad, ni tampoco
entre aquellos que en el siglo veinte criticaban el progreso tecnológico e industrial, sino entre
aquellos que, como profesionales al servicio de la vida urbana, dirigen su habilidad en el
diseño a resolver los problemas de la avenida, la arcada, la calle y plaza, el parque y la
vivienda, el edificio oficial y el equipamiento, según una tipología continua que sea coherente
con el tejido urbano del pasado y la intervención actual, con objeto de lograr que la ciudad sea
una experiencia comprensible.
Para esta tipología no existen una serie de reglas fijas para estas transformaciones, ni tampoco
un conjunto de precedentes históricos polémicamente definidos. Tampoco tiene por qué
tenerlos; la continua vitalidad de esta practica arquitectónica reside en su compromiso
esencial con las concretas necesidades del presente y no en una mitificación del pasado. En sus
evocaciones de la historia rechaza toda “nostalgia", si no es para dar a sus restauraciones
mayor claridad: rechaza las descripciones unitarias del significado social de la forma,
reconociendo que toda atribución de un orden social a un orden arquitectónico es limitada;
finalmente se niega a aceptar cualquier eclecticismo, filtrando todas sus “citas” a través del
lente de una estética moderna. En este sentido es un movimiento enteramente moderno, que
manifiesta su fe en la naturaleza esencialmente pública de toda arquitectura, en oposición a
las visiones privatizadas de los individualistas románticos de la última década. En ella se
reafirman la ciudad y la tipología como las únicas bases posibles en las que apoyarse para
devolver su papel crítico a una arquitectura que está siendo asesinada por el aparentemente
interminable ciclo de la producción y el consumo.
Anthony Vidler