1. EVANGELIO
Bautizándolos en el nombre del Padre
y del Hijo y del Espíritu Santo
a Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 28, 16-20
Después de la resurrección del Señor, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron
delante de Él; sin embargo, algunos todavía dudaron.
Acercándose, Jesús les dijo: «Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos,
bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que Yo les he mandado. Y Yo estaré
con ustedes todos los días hasta el fin del mundo».Palabra del Señor.
Reflexión
¿QUÉ SABEMOS NOSOTROS DE DIOS?
1.- Estamos rodeados de misterios. Y el misterio nos desazona y al tiempo nos atrae. ¿Y nos atrae el misterio precisamente porque
procedemos, como imagen y semejanza del gran misterio de Dios, y regresamos a ese gran misterio? Pues sí. Y nos atraen todos esos otros
misterios grandes o pequeños, que voy a tratar de enumerar:
-Los abismos del mar, sus grutas, sus corrientes, han espoleado al hombre hasta hacerle posible sumergirse y descubrir una mínima parte de
sus misterios.
--Cualquier cavidad que nos abre la posibilidad de conocer las entrañas de la tierra nos hace soñar y hasta exponer la vida para descolgarse a
la profundidad.
--La atmósfera, los astros de nuestro sistema, las galaxias han avivado el ingenio que ha dado alas al hombre haciéndole llegar a Luna y
ponerse en contacto con otros astros, pero quedándose –como quien dice– en el país vecino, dejando en la oscuridad la inmensidad del
misterio.
--El hombre investiga los elementos constitutivos de la materia y ha llegado a conocer los efectos de su disgregación, sin llegar a conocer la
misma esencia de esa materia.
--Nos zambullimos dentro de nosotros mismos y dentro de nuestra psicología, de nuestro subconsciente, nos tropezamos con mil misterios
Y si en este caminar por la orilla de lo pequeño, limitado y material nos vamos dejando jirones de misterio a nuestro paso, ¿qué misterios no
nos dejaremos en la otra orilla de lo infinito, de lo temporal, de lo impalpable, de lo divino?
No era necesario que Dios fuera un solo Dios y Tres Personas para ser un misterio. ¿Qué sabemos nosotros de Dios? “Dios no le ha visto
nunca nadie, nos dice San Juan.
2.- Pero lo importante no es lo que nosotros sabemos o sentimos de Dios, sino lo que Él es en si mismo y lo que siente por nosotros.
--El misterio de Dios Trino nos dice que Dios no pudo ser un Ser solitario, sino que siendo AMOR tuvo que ser como un hogar. No fue un
solterón satisfecho de Sí mismo, fríamente sentado en el trono de su
--Que por ser amor se le escapó ese amor hacia y fuera y creó el universo para poner en él al hombre, hecho a su imagen y semejanza,
necesariamente amor y formador de hogar, social por esencia, para quien el egocentrismo es la negación de su propio ser.
--Y ese Dios misterioso (y tanto más misterioso cuanto más se preocupa del hombre) por volver a encaminar al hombre al buen camino,
envía a su propio Hijo, y permite que la maldad humana lo mate, como los viñadores al hijo del dueño de la Viña.
--Y ese Hijo de Dios, libremente, asume que “yo doy mi vida y la tomo de nuevo”. Hecho amigo nuestro da su vida por nosotros. Nadie tiene
más amor que el que da la vida por el amigo
--Y ese mismo Dios Espíritu Santo, Espíritu de amor se derrama sobre nosotros para que esa imagen y semejanza nuestra a Dios sea perfecta
uniéndonos unos a otros en un mismo amor de hijos de un mismo Padre Dios y por tanto hermanos entre sí.
Esto es lo que Dios siente por nosotros, independientemente de lo que nosotros pensamos o sintamos por Él.
2. 3.- Los vislumbres del misterio de Dios en la noche de la Fe, y sus reflejos en la Eucaristía, lo plasma así San Juan de
la Cruz:
Aquella eterna fonte está escondida,
que bien sé yo do tiene su manida.
Su origen no lo sé, pues no lo tiene
mas sé que todo origen de ella vine
Aunque es de noche
La corriente que nace de esta fuente
bien sé que es tan capaz y omnipotente.
La corriente que de estas dos procede
sé que ninguna de ellas le precede.
Bien sé que tres en sola una agua viva
residen y una de otra deriva
Aunque es de noche
Aquesta eterna fonte es escondida
en este vivo pan por darnos vida
Aquesta viva fonte que deseo
en este pan de vida yo la veo
Aunque es de noche
José María Maruri, S.J.
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NUESTRO DIOS ES ÚNICO PERO NO SOLITARIO, PORQUE ES UN DIOS AMOR
1.- Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Los cristianos, que hemos sido bautizados
en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, creemos en un Dios trinitario, es decir, en un Dios único pero
no solitario. Así lo afirma literalmente el Catecismo de la Iglesia Católica, en su número 254. Los que han acusado a
los católicos de predicar una religión politeísta no tienen razón, porque los católicos creemos en un solo Dios.
Cuando decimos que el Padre es Dios y el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios no queremos decir que haya tres
dioses, sino que nuestro único Dios, como Padre es nuestro creador, como Hijo es nuestro redentor y como
Espíritu Santo nos da espíritu y vida. Creemos, en definitiva, en un Dios que nos ha creado, nos ha redimido y nos
ha dado su Espíritu. Por supuesto, que una explicación teológica del misterio de la Santísima Trinidad exigiría
explicar más ampliamente lo que tan sucintamente acabamos de decir. Pero aquí no pretendemos dar un curso de
3. teología dogmática sobre el misterio de la Trinidad de Dios; nos basta con creer lo que nos dice el catecismo: que
Dios es único, pero no solitario. El hecho de que creamos en un Dios único, pero no solitario, lo deducimos del
hecho de que nuestro Dios es un Dios Amor. Esto debe llenarnos de santa alegría. El ser humano es un ser de
relaciones; nos relacionamos con otras personas desde el momento en el que nacemos. Sin relaciones el individuo
humano nunca hubiera llegado a ser el que es. Lo que tenemos que procurar es que nuestras relaciones nos
ayuden a perfeccionarnos y para eso nada mejor que tratar de imitar a nuestro Dios trinitario, basando todas
nuestras relaciones siempre en el amor. Precisamente nuestro Dios no es un Dios solitario porque es un Dios amor,
como nos dice el apóstol San Juan. Creer, pues en un Dios trinitario es creer en un Dios amor. En este sentido,
celebrar la fiesta de la Santísima Trinidad es celebrar la fiesta de un Dios Amor. Por eso, esta fiesta debe llenarnos
de gozo y esperanza.
2.- Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios; no hay otro. Guarda los preceptos y
mandamientos que yo te prescribo, para que seas feliz, tú y tus hijos después de ti. En este texto del
Deuteronomio, Moisés dice a su pueblo que su Dios es el único Dios y que ellos deben sentirse orgulloso de tener
un Dios tan grande y tan cercano a ellos. Ningún otro dios, les dice, se ha preocupado tanto de su pueblo, le ha
protegido y acompañado tan de cerca, como lo ha hecho nuestro Dios. Ningún otro dios ha amado tanto a su
pueblo como nuestro Dios. Si ellos guardan la ley que les da ahora, los preceptos y mandamientos que les
prescribe, serán felices, porque Dios sólo quiere su felicidad. No deben entender la ley y los preceptos como una
carga, sino como una ayuda para encontrar la felicidad. También nosotros, los cristianos, podemos decir hoy que el
mandamiento de Jesús, el mandamiento del amor, no es una carga, sino un camino, una ayuda, para alcanzar la
felicidad. El Dios trinitario en el que creemos es un Dios que nos ama y, por tanto, no puede querer para nosotros
otra cosa que no sea nuestra felicidad.
3.- Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios. Estas palabras del apóstol Pablo en su
carta a los Romanos bien podría haberlas firmado también el apóstol Juan. El Espíritu de Dios es el amor de Dios: el
Padre ama al Hijo, el Hijo ama al Padre, y la relación entre ambos es puro Amor. Somos hijos del Amor porque
somos hijos de Dios. Vivir como hijos de Dios es vivir relacionándonos con los demás en el amor. El que ama ha
nacido de Dios y conoce a Dios, el que no ama no es de Dios. Ser hijos de un Dios trinitario, único pero no solitario,
es ser hijos de un Dios Amor; vivamos, pues, en el Amor y viviremos como auténticos hijos de Dios.
Gabriel González del Estal
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EL AMOR, SÓLO EL AMOR
El amor hace posible lo aparentemente increíble, funde lo humano y lo divino y, a Dios mismo, siendo tres
personas tan distintas nos lo presenta único, irrepetible, indivisible. Siempre será misterio pero, en el amor,
podremos encontrar pistas para hacer más comprensible esta gran Solemnidad que celebramos de la Santísima
Trinidad: ¡Dios es amor y, en esa casa que es el amor, habitan tres personas!
1.- Tal vez es uno de los Misterios más impresionantes, impactantes y bonitos de nuestra creencia cristiana. Nos
persignamos en su nombre. Sentimos, la presencia del Padre, del Hijo y del Espíritu, desde el momento de nuestro
Bautismo, cada vez que entramos en un templo, al emprender un viaje o tomar un avión. Nada, de la Santísima
Trinidad, nos es indiferente: nacimos a la fe en su nombre y, en su nombre, quisiéramos marcharnos de este
mundo. Poco nos importa que, nuestro Dios, sea “tres y uno a la vez”. Creemos, nos quedamos admirados,
aprendemos la gran verdad que hay de fondo (el amor trinitario) y seguimos avanzando, viviendo, amando,
progresando implorando su protección.
4. 2.- ¿Qué es el Misterio de la Trinidad? Preguntaba un niño a su profesor de religión. Éste le contestaba: no te diré
como se descifra, eso sí, te diré que se sostiene en el amor, que por amor conviven y que por amor se desviven. Lo
que les une a las tres personas es precisamente eso: el Dios amor (I Jn 4,8). Hoy al celebrar la Santísima Trinidad
contemplamos asombrados el inmenso amor (gratuito, generoso, bello, radiante, puro y desinteresado) que
destella esta gran familia. Porque, la Trinidad, es eso: familia que comparte, siente, piensa y vive lo mismo.
Orientadas, las tres personas, a la salvación de la humanidad. Volcadas de lleno, las tres personas, al servicio del
hombre. No descifraremos este Misterio pero, al acercarnos hasta él, se intuye el aroma que desprenden y el
secreto que encierran: el amor habita en el corazón trinitario.
3.- A punto de comenzar el Año de la Fe (12 de octubre) qué bueno sería redescubrir el gesto de la señal de la cruz.
El llevar hasta nuestras catequesis la positiva enseñanza de persignarnos cuando pasamos por delante de una
iglesia, cuando nos sentamos a comer, cuando los futbolistas salen al campo de futbol o cuando, ante una
tormenta de granizo o espiritual, sintiésemos la protección de la Trinidad que sale a nuestro encuentro.
Tenemos que dar a conocer, a los demás, el amor que Dios nos tiene. Se echan en falta, y muy especialmente en el
mundo católico, gestos que denoten nuestra pertenencia a la Iglesia, nuestro afecto por las cosas de Dios, la
síntesis de nuestra fidelidad al Padre cada vez que nos santiguamos: en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. ¿Seremos capaces de transmitirlo a las nuevas generaciones? ¿Daremos testimonio, del amor trinitario,
cada vez que nos subimos a un medio de transporte, nos enfrentamos a un examen, ingresamos en un hospital o
incluso al arrodillarnos en una iglesia? Porque, si de la abundancia del corazón, hablan nuestros labios ¿no
deberían también verse un poco más y hablar un poco más nuestros gestos cristianos? ¿O es que, tal vez, no
tenemos claro el gigantesco amor que Dios nos tiene en el Padre, el Hijo o el Espíritu?