El 3 de octubre de 1968, el general Juan Velasco Alvarado y cuatro coroneles progresistas del ejército peruano, rescataron de manos del gobierno entreguista de ese entonces y de los partidos políticos representantes de los intereses norteamericanos y de la oligarquía nacional, la dignidad que nos legara José Gabriel Condorcanqui.
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Perú: 3 de octubre de 1968-La lucha continúa
1. Perú: 3 de octubre de 1968-2013
La lucha continúa
rubèn ramos
El 3 de octubre de 1968, el general Juan Velasco Alvarado y cuatro coroneles
progresistas del ejército peruano, rescataron de manos del gobierno entreguista de ese
entonces y de los partidos políticos representantes de los intereses norteamericanos y de
la oligarquía nacional, la dignidad que nos legara José Gabriel Condorcanqui.
Siete años después, el capítulo abierto de profundas transformaciones estructurales y de
movilización social que introdujeron al Perú en la modernidad, se vio trastocado por la
felonía de otro general. Esta vez de la mano con el FMI y toda la institucionalidad del
orden mundial capitalista. Se revirtió todo lo hecho y empezó a “reconstruir” el presente
a partir del pasado.
Han transcurrido 45 años del inicio de esa experiencia y las nuevas generaciones apenas
saben lo que vivió el Perú entre 1968 y 1975. La derecha cavernaria peruana a través de
sus medios de información y de sus mensajeros del odio y la mediocridad se ha
encargado, sistemáticamente, de estigmatizar no sólo a su conductor, sino a todo el
período de cambios que vivió el Perú. Ayunos de entendimiento alguno, pero hábiles
para el engaño y la manipulación, siguen insistiendo en que el proceso vivido entre esos
años fue “comunista”, “estatista”, “dictatorial”. Los autoriza, la decadencia mental en
que vegetan.
Hoy, tres de octubre, en un nuevo aniversario de ese proceso que puso al Perú en la
contemporaneidad de las ideas y de la política por un mundo mejor, transcribo partes
del Capítulo I del libro Velasco: el pensamiento vivo de la revolución. Los textos, que
pertenecen a Velasco, aluden a la originalidad teórica y política de la Revolución
Peruana. Al deslinde con el “comunismo” y el capitalismo. Al énfasis puesto en este
último como causante de los problemas del subdesarrollo y de nuestra dependencia
económica, política e ideológica. Al modelo societal propuesto para asegurar una
economía social de beneficio para todos, el poder político asentado en la democracia
participatoria, y la construcción de un hombre nuevo.
El libro fue publicado por el autor de esta nota en el centenario del nacimiento de
Velasco. Sus originales fueron rescatados, en 1975, de la requisa ordenada por el
entonces ministro del interior del gobierno de la llamada “Segunda Fase” tras el “golpe
institucional” contra el general Velasco. Ha sobrevivido al tiempo y lo seguirá haciendo
como testimonio vivo del aporte que civiles y militares, de ese entonces, hicieron a la
teoría política de los procesos de cambio que hoy viven Bolivia, Venezuela, Ecuador
con igual vocación antiimperialista y clara visión integracionista, como la de Cuba,
desde hace más de 50 años.
La Revolución Peruana: Su autonomía conceptual
(Subrayados míos)
“El Proceso Revolucionario que conduce la Fuerza Armada del Perú se organiza
sobre una concepción ideo política, una estrategia nacional de desarrollo y un
2. modelo final de sociedad por entero distintos a los propuestos por los sistemas
capitalista y comunista.
El reconocimiento de nuestra privativa historia nacional, la identificación de
nuestras propias tradiciones revolucionarias y la comprensión de nuestra
específica realidad económico-social orientan nuestra revolución y permiten definir
su sentido esencialmente independiente. Por todo ello, el conjunto de medidas y
acciones emprendidas por el pueblo peruano y su Fuerza Armada se orientan a
rescatar para el Estado Peruano su perdida capacidad de decisión y a restituir a
nuestro pueblo el control sobre la riqueza que su trabajo genera y sobre el poder
político, tradicionalmente sustraído a los productores sociales por los grupos
dominantes.
La orientación independiente de nuestra revolución permite definir su carácter
esencialmente anti-imperialista y participatorio. Y ello es así, porque sólo es
posible construir un Estado nacional enfrentando resueltamente al poder
imperialista. Y porque creemos que el cuestionamiento de los sistemas sociales
que el Perú recusa puede lograrse a través de un conjunto de instituciones
económicas y sociales participatorias.
El carácter anti-imperialista y participatorio de nuestra revolución nos permite
construir progresivamente una democracia social de participación plena basada en
lo transferencia del poder político y económico a las organizaciones sociales de
trabajadores.
Organizar la economía prioritariamente en base a la propiedad social de los
medios de producción y un sistema político fundado en la gradual pero creciente
transferencia de poder a las organizaciones autónomas del pueblo es sostener un
planteamiento absolutamente incompatible con los sistemas que privilegian tanto lo
propiedad privada como la propiedad estatal .
No aspiramos a crear un sistema político, social y económico que represente una
suerte de mezcla entre el capitalismo y el comunismo. Nosotros nos situamos en
un plano enteramente distinto de significación política respecto de la esencia
misma de los planteamientos capitalistas y comunistas. Nuestra revolución se
inscribe con toda su probada autonomía conceptual en la tradición más ilustre del
pensamiento libertario socialista y humanista.
Los dos grandes problemas esenciales de nuestro país, subdesarrollo y
dependencia, se han generado bajo la égida del capitalismo y sería por ello
extremadamente ilógico pretender resolverlos conservando el sistema que les ha
dado origen. Por eso nuestra revolución se define como no capitalista en el sentido
de que el ordenamiento socio-económico que persigue no será capitalista.
Queremos una sociedad donde el Estado sirva al hombre y el hombre sirva a la
sociedad en condiciones que posibiliten el desarrollo efectivo de ciudadanos libres
cuya más alta responsabilidad se oriente hacia la nación en su conjunto.
Queremos un ordenamiento basado en una moral social solidaria, capaz de
superar la raíz profundamente egoísta del individualismo, pero sin permitir que el
hombre concreto desaparezca bajo el peso de puras entelequias colectivas que
fríamente manipula la burocracia estatal de un sistema alienante y
3. deshumanizado. Somos revolucionarios humanistas y por ello rechazamos la
posición de quienes en nombre de la humanidad desprecian y aplastan a los
hombres.
Queremos reivindicar al hombre, pero no en el sentido de exaltar un individualismo
social y éticamente estéril, sino en el de reivindicarlo como miembro y esencia de
una sociedad humanizada por un conjunto de valores que no pueden, por todo lo
anterior, ser los mismos que sirven de sustento al capitalismo”. (pp. 23-31)
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