1. VALORAR LOS DEFECTOS Y VIRTUDES
Todos tenemos virtudes y defectos que nos diferencian de los demás y que,
por tanto, nos aportan una identidad propia. Desde la terapia cognitivo-
conductual se parte de la idea de que no hay virtudes mejores o peores, ni
defectos más negativos que otros. Tener en cuenta esta idea es fundamental
para aceptarse a uno mismo, porque la clave de la no aceptación está en la
comparación con los demás.
Cuando algo nos sale mal o no sabemos hacerlo, es difícil no caer en la
tentación de observar a otros que sí lo pueden realizar y, en cierto modo,
sentirnos menos valiosos. El problema reside justo allí, en comparar nuestro
punto débil con el punto fuerte del otro.
Para llegar a aceptarnos, primero debemos conocer todo lo que somos
-tanto lo bueno como lo malo- sin juzgarnos. A continuación, debemos huir
de las comparaciones, pues todos somos diferentes.
Por último, una vez que conocemos -y valoramos- lo bueno de nosotros
mismos, podemos potenciarlo centrándonos en aquellas actividades
que sabemos que podemos realizar con mayor facilidad y crecer dentro de
ese ámbito, mientras que aceptamos aquello que, en un momento dado, se nos
puede escapar.
Centrarnos en nuestras mejores aptitudes nos ayudará a sacar todo nuestro
potencial y ser más felices.
Que dice la Biblia?
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como
en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de
gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del
Señor” (2 Corintios 3:18).
¿Y cuál ha sido nuestro mayor defecto? ¿Nos ha apartado del
camino de la dicha? ¿Ha servido para alejarnos de Dios? ¿De
los amigos? ¿De la busqueda de nuestros sueños? Así como
nuestras calidades pueden ser usadas como portón de grandes
realizaciones, tanto para nosotros mismos como para todos aquéllos
que nos cercan, también nuestras flaquezas pueden servir de gradas
para aproximarnos a Dios a fin de ser transfiguradas en canales de
bendiciones para el encuentro de días mejores y más felices.
¿Cuáles sus mayores defectos? ¿Y las mayores virtudes?
¿Qué representan delante de Dios?