1. Comunidad de los Siervos de Jesús 1
26-09-09
Mirar con los ojos de Dios
La reflexión con la que el Señor desea iluminarnos en esta semana viene a ser en cierto modo una continuación
de lo que compartimos el domingo en el retiro. Cuando vimos el video sobre el país de los pozos pudimos distinguir
dos modos de entender en la vida: una sería vivir preocupados por lo exterior, por llenarse de cosas desde fuera,
por mirarse sólo a sí mismo; la otra sería la búsqueda de lo profundo, la tarea de dejarse llenar el corazón del amor
de Dios y el ser capaz de mirar más allá del propio ombligo y descubrir la presencia de Dios en nuestra vida y en los
demás.
Por eso esta reflexión se titula mirar con los ojos de Dios y pretende ayudarnos a contemplar los acontecimientos
de nuestra vida cotidiana (situaciones, personas, decisiones, etc.) como los contempla Dios y optar decididamente
por su voluntad (aunque a menudo nos sea difícil conocerla con toda certeza).
Para iluminar esta reflexión meditaremos la lectura de la unción del rey David por medio del juez y profeta
Samuel. Lo haremos en tres partes:
1 Sm 16,1-13
El Señor dijo a Samuel: “¿Hasta cuándo vas a estar lamentándote por Saúl, si yo lo he rechazado como rey de
Israel? Llena la cuerna de aceite y vete, por encargo mío, a Jesé, el de Belén, porque entre sus hijos me he
elegido un rey”. Samuel contestó: “¿Cómo voy a ir? Si se entera Saúl, me mata”. El Señor le dijo: “Llevas una
novilla y dices que vas a hacer un sacrificio al Señor. Convidas a Jesé al sacrificio, y yo te indicaré lo que tienes
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que hacer; me ungirás al que yo te diga”. Samuel hizo lo que le mandó el Señor. Cuando llegó a Belén, los
concejales del pueblo fueron ansiosos a su encuentro: “¿Vienes en son de paz?” Respondió: “Sí, vengo a
hacer un sacrificio al Señor. Purificaos y venid conmigo al sacrificio”. Purificó a Jesé y a sus hijos y los convidó
al sacrificio.
Cuando llegó, vio a Eliab, y pensó: “Seguro, el Señor tiene delante a su ungido”. Pero el Señor le dijo: “No te
fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la
apariencia. El Señor ve el corazón”. Jesé llamó a Abinadab y lo hizo pasar ante Samuel, y Samuel le dijo:
2 “Tampoco a éste lo ha elegido el Señor”. Jesé hizo pasar a Samá, y Samuel dijo: “Tampoco a éste lo ha
elegido el Señor”. Jesé hizo pasar a siete hijos suyos ante Samuel, y Samuel le dijo: “Tampoco a éstos los ha
elegido el Señor”.
Luego preguntó a Jesé: “¿Se acabaron los muchachos?” Jesé respondió: “Queda el pequeño, que
precisamente está cuidando las ovejas”. Samuel dijo: “Manda a por él, que no nos sentaremos a la mesa
mientras no llegue”. Jesé mandó a por él y lo hizo entrar: era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo.
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Entonces el Señor dijo a Samuel: “Anda, úngelo, porque es éste”. Samuel tomó la cuerna de aceite y lo ungió
en medio de sus hermanos. En aquel momento invadió a David el Espíritu del Señor, y estuvo con él en
adelante. Samuel regresó a Samá.
1. Esta introducción al episodio nos transmite dos enseñanzas básicas que vemos personificadas en Samuel:
• Prudencia: lo primero que vemos en Samuel es la sensatez de calibrar el riesgo inútil que supone ejercer su
tarea profética a pecho descubierto (Si se entera Saúl, me mata). Y Dios no le reprocha eso (lo que le
reprocha al principio es que se quede lamentándose por su fracaso con Saúl, el victimismo del que
hablábamos hace algunas semanas), sino que le inspira el modo de actuar con astucia para no perder su
vida inútilmente (recordemos que Jesús en el evangelio evitó ser capturado y matado hasta que llegara su
hora), escondiendo el propósito de su viaje a casa de Jesé a las autoridades de Belén.
• Obediencia: una vez que Samuel comprende bien su misión no hay tiempo que perder (Samuel hizo lo que
le mandó el Señor). Vemos en él la intención clara de responder con prontitud a la llamada de Dios. Es la
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actitud que nos pide el Señor cada día. Si no somos capaces de responder así, al menos que ese sea nuestro
gran deseo.
2. Entramos en el momento clave del episodio: Jesé hace pasar ante Samuel a “todos” sus hijos, varones fuertes y
de buena estatura; es decir, que cumplen el perfil de lo que entonces se entendía por un rey: un líder que
encabezara al ejército en la batalla. Estos hijos de Jesé pueden simbolizar para nosotros a aquellos criterios que a
menudo podemos seguir para afrontar situaciones o tomar decisiones cada día. No tienen por qué ser criterios
negativos; sin embargo, no pueden ser los reyes de nuestro corazón. Dios nos invita a mirar de otra manera, con sus
ojos.
A continuación vamos a ponerles nombre a los siete hijos mayores de Jesé, los nombres de algunos criterios que
pueden reinar en nuestro modo cotidiano de actuar. ¿Cuándo escogemos a cada uno de los hijos de Jesé como rey?:
• SEGURO: cuando evitamos optar por aquello que nos descoloca, por aquello que no controlamos y
optamos por lo que podemos manejar;
• ATRACTIVO: cuando escogemos en función de lo que nos atrae, de lo que nos apetece;
• ACOSTUMBRADO: cuando nos dejamos arrastrar por lo de siempre, evitando complicarnos con algo nuevo;
• BIENVISTO: cuando tenemos muy en cuenta el qué dirán, lo que es socialmente aceptado;
• CÓMODO: cuando buscamos la ley del mínimo esfuerzo y nos invade la pereza;
• RENTABLE: cuando damos la primacía a la eficacia, al fruto abundante y rápido;
• NOVELERO: cuando nos dejamos encandilar por la novedad simplemente por miedo a la rutina;
Todos estos criterios, como dijimos antes, no tienen por qué ser negativos siempre y cuando no se conviertan en
reyes de nuestras opciones de vida. Pero, entonces, ¿qué criterio seguir? La lectura nos lo ha dicho con claridad:
Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia. El Señor ve el corazón. Ahora bien, este criterio divino, ¿a
dónde nos lleva?
3. La pregunta de Samuel es similar a la que nos hemos hecho hace un momento: “¿Se acabaron los muchachos?” Es
decir, si no valen ninguno de los hijos para ser rey, ¿a quién escogeré? A Jesé le pasa como a nosotros: con
frecuencia olvidamos y relegamos la voluntad de Dios porque no le damos su auténtico valor y los criterios del
mundo nos atraen mucho más. El hermano menor se llama David, cuyo significado original es tierno, amable y nos
dice la lectura que “era de buen color, de hermosos ojos y buen tipo”. Estos datos aparentemente nos llevarían a
considerarlo como el arquetipo de un buen rey con carisma político. Sin embargo, no era esa la “moda” entonces: lo
que los israelitas buscaban era un tipo duro, robusto y mal encarado que fuera capaz de empujarlos a la batalla y
vencer así a sus enemigos, especialmente a los filisteos. El perfil de David se les antojaba débil, amanerado y fácil de
derrotar. También nosotros buscamos a menudo el camino seguro, ancho y despejado de complicaciones y dejamos
de lado el sendero angosto y lleno de retos porque nos vemos incapaces de recorrerlos y la vida se nos hace muy
difícil en ocasiones. Sin embargo, la elección de Samuel demostrará una vez más que los caminos del Señor no son
nuestros caminos (afortunadamente) y a través del episodio del duelo entre David y Goliat quedará patente que la
fuerza del Señor triunfa a través de la debilidad. En eso consiste mirar con los ojos de Dios: en no quedar
deslumbrados con las apariencias de este mundo y abandonarnos en la gracia del Señor que, a buen seguro, nunca
nos faltará.
Esta reflexión que el Señor nos ofrece hoy nos hace plantearnos una pregunta: ¿A quién solemos ungir como rey
de nuestras decisiones en nuestra vida cotidiana? Que el Señor nos conceda mirarlo todo con sus ojos y actuar
según sus criterios.
Grupo 1