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Reino de Dios: Hombres De Obediencia.-
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REINO DE DIOS: “OBEDIENCIA”.
Reunión de hombres, Sábado 11-07-2015.-
Carlos Sánchez.-
1 Samuel 7, 3-4 (RVR1960).
“... (3) Habló Samuel a toda la casa de Israel, diciendo: '… Si de todo vuestro corazón os volvéis a
Jehová, quitad los dioses ajenos y a Astarot de entre vosotros, y preparad vuestro corazón a Jehová, y
sólo a él servid, y os librará de la mano de los filisteos. (4) Entonces los hijos de Israel quitaron a los
baales y a Astarot, y sirvieron solo a Jehová...”.
Esto es lo que Dios, por medio del profeta Samuel, le dice al pueblo de Israel pero, si retrocedemos
unos libros más atrás en nuestra biblia, encontraremos lo siguiente:
Éxodo 20, 4-5 (RVR1960).
“... (4) No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra,
ni en las aguas debajo de la tierra. (5) No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu
Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta
generación de los que me aborrecen...”.
Lo que acabamos de leer (Éxodo 20, 4-5) Es parte de los tan conocidos por nosotros “Diez
Mandamientos”, en los cuales, el Señor Dios, le entrega a su pueblo, distintas instrucciones. Dentro de
todas las instrucciones entregadas por Dios, se encontraba esta -la que acabamos de leer- que
indicaba la ordenanza en cuanto no erigir ningún tipo de ídolo y/o estatuilla de absolutamente nada.
Esto fue lo que Dios ordenó al pueblo de Israel. Pero, al pasar del tiempo, nos encontramos con este
relato que se presenta en el primero libro del profeta Samuel, capítulo 7, versos 3 y 4, en donde
podemos observar que efectivamente el pueblo de Israel tenía ídolos, estatuillas y otros/as que eran
objeto de su adoración. Pero antes, el Señor, les había dicho que no se erigieran imagen alguna, y al
leer el pasaje central, evidenciamos que aún teniendo el mandato de Dios, el pueblo de Israel
desobedeció. ¿Qué fue lo que sucedió entre el mandato de Dios y la desobediencia? ¿Por qué,
efectivamente, el pueblo desobedeció a Dios? Si leemos el verso 4 de 1 Samuel 7, observamos como
el pueblo de Israel tenía en medio de ellos dioses, ¿Por qué sucede esto? Por pura rebeldía.
¿Cuántas veces hemos cuestionado la orden de Dios? ¿Cuántas veces hemos desobedecido el
mandato de Dios a nuestra vida? ¿Cuántas veces hemos cuestionado a aquel que porta la palabra de
Dios? Esto, solo por rebeldía. Si leemos 1 Samuel 15, 23 (RVR1960), encontramos lo siguiente:
“... (23) Porque como pecado de adivinación es la rebelión, y como ídolos e idolatría la obstinación. Por
cuanto tú desechaste la palabra de Jehová, él también te ha desechado para que no seas rey...”.
Por lo tanto, comprobamos que, no tan solo una imagen física o material, es sinónimo de idolatría,
sino, la terquedad, la obstinación, la soberbia, la rebeldía; al leer los pasajes anteriores, podemos
sentirnos exentos del pecado del pueblo de Israel pero, al leer el último pasaje bíblico, nos percatamos
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de que la idolatría, muchas veces, está en nuestro corazón y nos lleva no tan solo a cuestionar la orden
de Dios y al hombre de Dios, sino, a derechamente desobedecer.
Qué terrible es no permitir que Dios erradique nuestra rebeldía completamente. ¿Cuántas veces
hemos cuestionado la palabra del Señor? No tan solo eso, sino, ¿Cuántas veces hemos desobedecido
su palabra?
Lo que Dios nos está diciendo es sumamente importante, omnímodo; no está ceñido a ninguna
interpretación ni cuestionamiento por nuestra parte. ¿Por qué, si Dios es real y sus órdenes son
absolutas, después de leer Éxodo y, al llegar al libro de Samuel, encontramos que el pueblo que recibió
esta ley, poseía imágenes? Rebelión es lo que llevó al pueblo de Israel a desobedecer, y es lo que a
nosotros nos lleva no tan solo a cuestionar la orden de Dios, sino, a desobedecerla. ¿De dónde nace
esta obstinación por no cumplir el mandato de Dios, sino, nuestra propia voluntad? De la simiente de
pecado, de la rebeldía que aún existe en nosotros. Muchas veces, nosotros, ante cualquier situación
-por ejemplo, de carácter laboral- al estar a cargo de una determinada labor y, al dar las órdenes
respectivas para la correcta concreción del objetivo laboral trazado, y en virtud del no cumplimiento
de estas, nos llenamos de molestia -entendible, por lo demás- y decidimos dar de baja a aquellos que
no cumplieron con las respectivas órdenes o, por lo menos, condicionarlos a que, a la próxima
impertinencia, serán despedidos. Quizás, no los damos de baja de inmediato, por no contar con las
facultades para hacerlo pero, ¿Cuánto demoraríamos en denunciar este tipo de negligencias a
nuestros superiores directos?. El padre, en repetidas veces le indica a su hijo/a: “... No saltes en la
cama, porque puedes accidentarte...”, el niño/a, desobedece, salta en la cama cuando el papá no está
presente y, conforme el padre le dijo, se cae y se accidenta; esta niña estalla en llanto, producto del
golpe, y el padre al ver el hecho, se ofusca sobremanera, pues anteriormente, le había advertido que
le sucedería exactamente lo que le sucedió. Por medio de estos ejemplos -cotidianos, por supuesto-
podemos reflexionar al respecto de la relación de Dios con nosotros, ¿Por qué Dios, si para nosotros
es tan importante y real como decimos, por qué nosotros no consideramos las palabras de Dios como
absolutas y las obedecemos? Lo que hacemos nosotros es obedecer las palabras de Dios “... siempre y
cuando...” ¿Cómo podemos cuestionar de tal forma el mandato de Dios? Si bien es cierto, Dios nos
advierte de las consecuencias de la desobediencia, debemos reflexionar al respecto de porqué surge
este cuestionamiento a la orden de Dios. Porqué, incluso teniendo plena conciencia de las
consecuencias que pueden originarse a raíz de nuestra desobediencia, decidimos, igualmente,
desobedecer. Adán y Eva, son un claro ejemplo de esto. Dios les dijo que podían comer de todo tipo
de árboles del huerto del Edén, excepto, del árbol de la ciencia del bien y del mal, porque el día en
que ellos comieran de este, ciertamente, morirían (ver Génesis 2, 16-17). Adán, tenía la instrucción
dada por Dios y, además, las consecuencias que provocaría su desobediencia, por ende, Adán tenía
claridad de lo que Dios lo estaba protegiendo: de la muerte. Aún así, Adán y Eva, pecaron y
desobedecieron a Dios. ¿De dónde provino este cuestionamiento? Dios los creó a su imagen y
semejanza, por ende, los creó sin pecado, pero con la capacidad para decidir -el conocido “libre
albedrío”- por lo tanto ¿Por qué el hombre, libre y espontáneamente, decide pecar desobedeciendo a
Dios? ¿De dónde surge este fatídico hecho? Esto es, pura rebeldía que se genera en virtud de alejarse
de Dios, y acercarse al Diablo y a sus ofrecimientos. ¿Por qué el cuestionamiento a la orden de Dios, si
los mandamientos de Dios son absolutos, según nosotros? Por pura rebeldía, y esto, en virtud de que
nos alejamos de Dios, no estamos constantemente buscando al Señor en oración, lectura bíblica,
ayuno, sujeción a nuestros pastores y/o discipuladores.
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Esta rebeldía, se constituye en EL PECADO, que genera, a su vez, LOS PECADOS.
En el mismo capítulo 15, de 1 Samuel, verso 13 al 15, podemos encontrar muchas enseñanzas
relacionadas con lo que el Señor nos está hablando. Dice el texto:
“... (13) Vino, pues, Samuel a Saúl, y Saúl le dijo: Bendito seas tú de Jehová; yo he cumplido la palabra
de Jehová. (14) Samuel entonces dijo: ¿Pues qué balido de ovejas y bramido de vacas es este que yo
oigo con mis oídos? (15) Y Saúl respondió: De Amalec los han traído; porque el pueblo perdonó lo
mejor de las ovejas y de las vacas, para sacrificarlas a Jehová tu Dios, pero lo demás lo destruimos...”.
El pueblo cuestionó la orden de Dios y entre ellos definieron lo que realmente era “correcto”,
objetando la orden de Dios en virtud de sus propios razonamientos asumiéndolos como preclaros,
ante lo que Dios dijo. La intención del pueblo de Israel, no era maliciosa -a simple vista- pues
perdonaron lo mejor de los animales de Amalec, con el objeto de rendir sacrificios a Jehová.
Una de las cosas que debemos tener absolutamente claras es que, por sobre las intenciones pías que
podamos manifestar a Dios, están los MANDATOS DE DIOS.
Leamos ahora, por favor, el verso 22, del mismo capítulo 15, del primero libro del profeta Samuel,
dice:
“... (22) ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las
palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la
grosura de los carneros...”.
Si no prestamos atención a Dios, con toda seguridad, modificaremos los mandatos de Dios y,
ciertamente, el Señor no necesita que nadie modifique su palabra. El Señor, lo único que anhela, es
nuestra obediencia.
Si leemos el verso 24, observaremos qué es lo que realmente se esconde, detrás de una “buena
intención”, como la que arguye Saúl en el verso 15 que anteriormente leíamos, dice la palabra del
Señor:
“... (24) Entonces Saúl dijo a Samuel: Yo he pecado; pues he quebrantado el mandamiento de Jehová y
tus palabras, porque temí al pueblo y consentí a la voz de ellos. Perdona, pues, ahora mi pecado...”.
Es digno de destacar esta “dualidad de autoridad divina” -por decirlo de alguna manera- que expresa
Saúl. Primero, dice “... He quebrantado el mandamiento de Jehová...”. Está implícito en la misma
afirmación, la enseñanza. Todo lo que Saúl estaba experimentando -negativamente, por supuesto- se
debía a su rebeldía, la cual lo llevó a desobedecer la orden de Dios. En segundo lugar, Saúl acentúa el
don, la importancia -en su medida- que posee el hombre de Dios, al decir “... Y tus palabras...”. Aquí,
Saúl, se refiere a Samuel y reconoce que, por causa de no someterse a Dios, no se había sometido a la
autoridad que Dios había delegado en el profeta.
Esto nos debe llevar a reflexionar si, en realidad, estamos reconociendo a los dones que hay en medio
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nuestro: pastores, discipuladores, coyunturas, hermanos mayores, etc.
Luego Saúl, excusándose ante el profeta, le dice “... Porqué temí al pueblo y consentí con ellos...”.
Detrás de esta “buena intención” que expresa Saúl en el verso 15, se esconde el ego de Saúl. Este,
consintió con el pueblo de Israel en cuanto a sustraer de Amalec lo mejor que le pareció al pueblo, con
el único objeto, de no perder el reconocimiento ni la honra que Israel, le proporcionaba al ser rey; a
causa de no, contraer mayores problemas, Saúl decide hacer lo que el pueblo dice.
Como hombres, en nuestros matrimonios, debemos tener absoluta claridad, al respecto de que es el
hombre el que debe estar prístino ante la palabra de Dios. Esto no quiere decir que, la mujer, vive -o
debe vivir- en completo oscurantismo, claro que no, sino que, ante las verdades de la palabra de Dios,
es el hombre el encargado por Dios, de llevar adelante el cumplimiento de las órdenes del Señor.
Cuando esto no sucede en un matrimonio, entonces, la mujer toma el liderazgo familiar y, muchas
veces, los hombres, decidimos consentir con nuestras mujeres, única y exclusivamente, por no sufrir
problemas al interior de la familia.
Hay muchas cosas que se pueden discutir, pero la palabra de Dios, se obedece, no se tranza. Por lo
tanto, cuando el Eva le dice a Adán que desobedecieran a Dios, Adán, debió estar claro al respecto de
la verdad de Dios e instruir a su esposa y no permitir la desobediencia, pero como este, no había sido
alcanzado por la verdad de Dios, de manera revelacional, cedió ante la tentación.
Esta seguridad y estoicismo en las verdades de Dios, es proporcionada por el Espíritu Santo. Es
revelada por el Espíritu Santo, de lo contrario, no existirá posibilidad de mantener la bandera de
Jesucristo en medio del vínculo familiar.
Toda la palabra de Dios podemos almacenarla en nuestra mente, pero si el Espíritu Santo no provoca
en nosotros la revelación, no podremos vivir en relación a lo que Dios nos instruye.
La orden de Dios para Saúl, era destruir todo Amalec, desde el rey Agag, hasta el último habitante de
esta tierra. Pero Saúl, antes de matarlo, lo toma rehén. ¡Terco Saúl! ¡Obstinado! ¡Dios le había dicho
que destruyera TODO Amalec! Lo que Saúl no sabía es que, Agag, en el futuro, probablemente, se
transformaría no en un escollo, sino, en su señor. Agag, era rey de un pueblo que odiaba a los israelitas
y, tiempo atrás, este pueblo apremió y afligió a Israel, por eso Dios quería ajustar cuentas con ellos y
destruirlos, pero Saúl, perdona la vida de aquel que Dios había dicho debía morir.
Debemos comprender que, si el Señor nos ordena dejar toda nuestra carne, dejar todo nuestros
pasado, y nosotros, en contraversión a la orden del Señor, decidimos perdonar algo de nuestra carne o
nuestro pasado, esto, tarde o temprano, terminará no tan solo gobernándonos, sino, destruyéndonos.
El Señor, por ejemplo, nos dice: “... Destruye al dios dinero...”, pero si nosotros no obedecemos a Dios
y perdonamos a este “dios”, terminaremos inclinándonos ante él. Así con todas las cosas que ocupan
algún lugar en nuestra vida.
Saúl no cumplió con el mandato de Dios y veamos, por favor, como termina este relato. 1 Samuel 15,
32 (RVR1960):
“... (32) Después dijo Samuel: Traedme a Agag rey de Amalec. Y Agag vino a él alegremente. Y dijo
Agag: Ciertamente ya pasó la amargura de la muerte. (33) Y Samuel dijo: Como tu espada dejó a las
mujeres sin hijos, así tu madre será sin hijo entre las mujeres. Entonces Samuel cortó en pedazos a
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Agag delante de Jehová en Gilgal...”.
En los versos que acabamos de leer, Agag se presenta delante de Samuel alegre, pues sabía que, Saúl,
no lo mataría ya que no había obedecido la voz del Señor.
Para alguien que quiere pecar y no entregarse al Reino de Dios, lo mejor, es andar con alguien que
constantemente desobedece la voz de Dios, pues así, nunca tendrá que renunciar a su pecado.
Para los esposos esto es una señal de alerta; cuidado en la relación marital, que ninguna esposa
piense: “... ¡Qué mejor que estar al lado de un hombre que no oye ni obedece la voz de Dios! Así todo
será liviano y sin compromiso...”. Obviamente, este tipo de razonamientos, no se expresan a viva voz,
pero son los que se encuentran anidados en el corazón y, esto, es lo que se exterioriza.
Lo que Saúl no hizo por su rebeldía, lo tuvo que hacer Samuel. El profeta, tuvo que llevar a cabo el
propósito de Dios, porque Saúl, fue obstinado.
Cuando somos rebeldes, siempre hay otro que el Señor debe utilizar, para concretar su propósito.
¿Cuántas esposas deben que tomar el liderazgo de su hogar, en virtud de que el hombre no oye ni
obedece la voz del Señor? ¿Cuántas mujeres están solas creyéndole al Señor, mientras los hombres
que deberían erigir el estandarte de Jesucristo en sus familias, están ensimismados en los dioses y/u
ofrecimientos de este mundo?. Saúl, a causa de su rebeldía, perdió el reino. ¿Por qué un hombre
pierde su lugar en el hogar? Porque no tiene clara la voz de Dios y sus palabras absolutas. Si nosotros,
como hombres de Dios, no estamos claros en su palabra, cederemos ante cualquier tipo de
proposición que vaya en contra de lo que el Señor establece.
En Saúl y Samuel, encontramos la representación clara de dos formas de vida: una, representada por
Saúl, rebelde y obstinada; y la otra, representada en Samuel, sensible y sujeta a ultranza a las palabras
de Dios. Nosotros, como hombres, podemos escoger entre dos formas de vida: no hacer lo que Dios
nos manda y, por causa de esto, dejar el liderazgo familiar en el seno femenino, o determinarnos a
vivir sensibles, sujetos y obedientes a cada una de las palabras de Dios y, dentro de nuestro hogar,
portar el estandarte de Jesucristo y constituirnos en ejemplo de vida para nuestras esposas, hijos y
todos aquellos que nos rodeen.
El único que puede hacer que, todas las palabras de Dios que hemos oído trasunten a nuestra vida
diaria, es el Espíritu Santo. No hay otra forma. Solo con búsqueda insaciable del Señor por medio de
oración, lectura bíblica, ayuno, sujeción a las autoridades, en definitiva, entregándonos por completo
al Señor. Solo así podremos mostrar siempre el Reino de Dios en nuestras familias.
S O L O A D I O S L A G L O R I A