Como creyentes, el decir y el hacer deben ser coherentes. La biblia nos enseña que debemos amar a los demás.

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2.
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Alexander Casamachin Ramirez
casamachin00@gmail.com
¿Acaso no somos pueblo de Dios, todos aquellos
que hemos recibido a Cristo como señor y
salvador de nuestras vidas?, ¿Acaso no somos el
Israel espiritual? Entonces, ¿porque en medio
de nosotros la desigualdad y la maldad hacia
nuestro prójimo está vigente? ¿Por qué con
tristeza debemos reconocer que se aplican a
nosotros las palabras del profeta Amós?
Así ha dicho Jehová: «Por tres pecados de
Israel, y por el cuarto, no revocaré su castigo:
porque vendieron por dinero al justo, y al pobre
por un par de zapatos.
Pisotean en el polvo de la
tierra las cabezas de los desvalidos y tuercen el
camino de los humildes. El hijo y el padre se
allegan a la misma joven,
profanando mi santo
nombre.
Sobre las ropas empeñadas se acuestan
junto a cualquier altar, y el vino de los multados
beben en la casa de sus dioses. 3
Nuestro discurso debe ser congruente con
nuestros actos, no podemos proclamar ¡Cristo
vive!, si en medio de nosotros, aún hay
hermanos con necesidad, si aun estamos en
medio de un pueblo no creyente que no hemos
impactado de la forma que Dios quiere, si aún
no hemos ido en busca de aquellos que
realmente necesitan que en su corazón quede
marcada la frase ¡Cristo Vive!
Y no porque lo aprendieron como lección, no
porque está escrito en la pared o en una
camiseta que lleva puesta, sino porque en
nosotros ve al Cristo Vivo que ha transformado
nuestra vida y la usa para impactar la sociedad
presente, porque ve en nosotros al Dios que el
mundo no conoce, porque ve en cada uno de
nosotros al Cristo que vino a los enfermos y no a
los sanos, porque ve en ti y en mi, al ser
humano, con un pasado lleno miseria y tristeza
durmiendo al lado de una pared muda, que
3
Reina Valera Revisada (1995) Bible Text. 1998. (Am 2.6). Miami:
Sociedades Biblicas Unidas.
proclama ¡Cristo Vive!, pero que al final pudo
declarar a viva voz, ¡Es cierto, El Vive! porque un
hijo de Dios, preocupado por lo que Dios quiere
y no lo que los hombres desean ver, extendió su
mano y le demostró el afecto del Padre, el Amor
del Hijo y el consuelo del Espíritu Santo.
¡Cristo Vive!, yo lo creo, yo lo vivo, yo lo
demuestro.
¿Y tú?
Autor:
Alexander Casamachin Ramírez
Aspirante al título de teólogo
Fundación Universitaria Bautista
Cali ‐ Colombia
Comentarios a: casamachin00@gmail.com
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