La autora describe cómo sufrimientos y dificultades le permitieron desarrollar una fe fuerte y perseverancia, y ver más profundamente en los corazones de las personas. Afirma que aunque el camino hacia el reino de los cielos no es sólo alegría, las pruebas espirituales son una bendición que permiten sentir la gracia de Dios y renacer como un ser humano verdadero a medida que madura el fruto de la perseverancia.