El documento describe el problema de la economía informal en la ciudad de Cumaná, Venezuela. Una visitante extranjera notó que había muchas personas vendiendo en cada esquina y preguntó quién compraba si todos vendían. El autor explica que la economía informal se ha incrementado debido a la escasez de alimentos y empleos formales. Además, critica que el gobierno local no haya hecho nada para regular la economía informal ni aprovechar la iniciativa de los emprendedores de manera productiva.
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¿SI TODOS VENDEN QUIÉN COMPRA?
Por Santiago Bautista
Hace unos cuantos meses atrás recibimos la visita de una joven, nacida en
Venezuela pero que siendo de escasos dos años de edad sus padres,
europeos, regresaron con ella a su país de origen. La joven deseaba conocer
más a fondo su tierra natal, oriente, y su gente.
Nos acompañaba a todas partes y le gustaba conversar acerca de todo lo
que veía. En uno de los primeros recorridos que hicimos por Cumaná, me
hizo algunas reflexiones y me lanzó esta pregunta a bocajarro: “por todas
partes se ve gente vendiendo… en cada esquina, en las calles del centro de
la ciudad, a la entrada de los barrios… ¿si todos venden, quien compra?”
Confieso que la observación y la pregunta me dejaron perplejo. No
habíamos caído en la cuenta de este dato y nuestra respuesta fue un tanto
improvisada: “costumbres de este pueblo… las empanadas son tradición
oriental…pocos puestos de trabajo en la industria el comercio y los
servicios…el sucrense tiene que emigrar a otros estados del país para surgir
y los que quedan se las arreglan para sobrevivir”.
Más allá de la anécdota, está el hecho indiscutible: la precariedad del
trabajo en nuestra ciudad, el desempleo encubierto, la buhonería endémica
y el comercio irregular realizado a través del contacto personal y ambulante
por escuelas, universidades y lugares de trabajo.
Todo ello coincide con los datos que aportan organizaciones privadas y
estudios de la ONU para América Latina. El 50% de la fuerza de trabajo
en Venezuela se dedica a la economía informal. Nos atrevemos a decir que
en Cumaná ese porcentaje es mayor. Y ciertamente contrasta con los datos
oficiales que nos hablan del 7% de desempleo en el país. No se lo creen ni
ellos mismos.
De hecho este fenómeno se ha incrementado enormemente con la escasez
de alimentos que desde hace ya más de tres años está padeciendo el país.
Bachaqueros, campesinos que acercan sus productos a la ciudad,
2. revendedores que compran a los camioneros y almacenes para revender...
Todos ellos trabajan para sobrevivir. Es lo que tienen en común.
Esta fuerza laboral está desaprovechada. Su iniciativa, como
emprendedores, es limitada y a menudo abusiva, sin beneficio para la
comunidad pues a parte de ensuciar, estorbar los movimientos de la
ciudadanía, no aportan nada a la sociedad, pues no pagan impuestos, no
están protegidos por la seguridad social y están expuestos a múltiples
peligros.
El Estado no le ha dado importancia a este fenómeno y tampoco ha hecho
nada por regularlo, organizarlo, hacerlo más humano. Pareciera que existe
una pasividad interesada por parte de la alcaldía y la gobernación.
En lugar de incentivar a tanto emprendedor y prepararlo para el trabajo
productivo y orientar a esas personas con ideas para prestar servicios de
calidad en lugares apropiados, ha permitido que se invadan espacios
públicos destinados al esparcimiento, al paseo sosegado y tranquilo de
personas de la tercera edad y niños con deseos de gozar del aire libre.
Cumaná se ha vuelto desagradable porque los ciudadanos así lo hemos
querido. Hemos permitido que políticos sin preparación, sin iniciativa y sin
capacidad gerencial mal gobiernen y permitan el caos en que está sumida la
ciudad.
No será por falta de leyes que regulan la administración local y que
promueven la participación de los ciudadanos, por ejemplo, en las políticas
públicas sobre presupuestos municipales. Si los ciudadanos fuésemos más
participativos y exigentes, más interesados en el bienestar y calidad de
vida para todos, seguramente las cosas comenzarían a cambiar y los
gobernantes indolentes, incapaces e incompetentes dejarían de ocupar la
dirección de la ciudad y sustituidos por personas solventes, probas y
competentes.
El que todo ello pueda ser una realidad y no un sueño, dependerá de
nosotros los ciudadanos de a pie.