Pablo es arrestado en el templo de Jerusalén después de que los judíos lo acusan de llevar gentiles al interior del templo. Es salvado de la muerte por los soldados romanos y interrogado por el tribuno romano. Más tarde comparece ante el Sanedrín judío, donde causa una disputa entre facciones. Para protegerlo de un complot para matarlo, Pablo es enviado bajo fuerte custodia por el tribuno al procurador romano Félix en Cesarea.