3. Capitulo 1
El Arlequín
Había comenzado a ponerse el sol, la tarde hacia que aquellos últimos y débiles rayos rozaran su
piel, era agradable sentirles, no quemaban. El aire era tranquilo, fresco y sereno, al fondo se podía
oír el repicar de algunas campanas, probablemente la misa iniciaría en ese momento. Dobló su
brazo para acceder al reloj que traía allí, las agujas parecían estar en lo correcto, las 8 pm. Un largo
suspiro brotó de sus labios, había caminado mucho tiempo y no podía dar un solo paso más, ser
derrumbó sobre una banca a la sombra de un viejo roble, parecía que el árbol riera al soplido del
viento, eso la calmaba un poco más. La gente iba y venía frente a sus ojos, todos pensando en sí
mismos, enganchados en una hipnótica marcha de una vida infeliz, inconforme, gris. Se recostó
sobre la banca y encogió un poco las rodillas para hacerse de algo de calor
—Tome señorita.
Pronunció un hombre maduro, quizá de unos cuarenta años, con facciones claramente marcadas,
algunas cicatrices y una barba medio crecida que le hacía ver gris el mentón
—¿Disculpe?
Cuestionó con desorbito.
—Tome este boleto. Debería ir al circo, acaba de llegar a la ciudad.
—¿Circo?
Su cara contuvo una risa. Un hombre tan rudo repartiendo boletos, no era algo que se viera todos
los días, o más precisamente, su preocupación era que aunque tomará el boleto, no tendría dinero
para ir –Disculpe, será mejor que se lo de a otra persona, no tengo el dinero para ir a verle, gracias
por su amabilidad y tiempo— Se puso en pie de tajo y caminó alejándose del sujeto.
Sus pasos se hicieron menos rápidos conforme trataba de evitar volver su mirada atrás,
ciertamente ya no estaba, pero volver ya no era una opción, la noche había enfriado la banca, no
era un lugar para dormir. Vagó por miles de senderos, repletos de flores con preciosos aromas,
luciérnagas danzantes y violines entretejidos que solo sus oídos podían distinguir. Un campo que
se abría frente a ella, su cabello se alboroto un poco con la brisa refrescante que traía consigo un
bello olor a Jazmín, por un segundo sintió sueño, y más que ello, se había enamorado de un bello
paisaje que no pertenecía a nadie, que Dios solo en su gloria se había encargado de construir, para
sí misma. Cada detalle una obra de arte de perfección absoluta, solo para el deleite de su mirada y
su corazón
—¿Disfrutando del paisaje, señorita?
4. Emitió un joven muchacho mientras paseaba por el sendero, su pomposa ropa colorida resaltaba
con su bella camisa de encajes, su cabello largo y despuntado era coronado por un sombrero en
blanco y negro, parecía un sujeto sacado de un cuadro extraño
—No, a decir verdad ya me iba, la noche profundiza y debo apresurarme.
—Oh, por supuesto. Pero debería saber que el próximo pueblo se encuentra bastante lejos
de aquí.
—Entonces he de regresar…
—No le recomiendo en absoluto que lo haga.
Dijo el muchacho mientras buscaba dentro de su chaleco, la chica se había paralizado de espanto,
no sabía que es lo que alguien tan extravagante pudiera hacerle, sonrió tímidamente para tratar
de no mostrar su creciente miedo por el sujeto. Pero sus rodillas no paraban de moverse –Ah, aquí
esta. Había sacado un boleto de su chaleco, era el mismo boleto que antes había visto, un boleto
para el circo
—Perdón pero…
—Este boleto es especial, este boleto no para un circo cualquiera.
Dijo el chico mientras tomaba su mano y lo ponía sobre ella –Este boleto te dará acceso al circo
más peculiar que hayas visto. Sonrió de manera peculiar, como si tratase de contener una
carcajada –Este circo te traerá grandes sorpresas.
—Gracias— dijo ella mientras se iba alejando hacia el sentido opuesto del joven, no confiaba en el,
menos en sus extrañas palabras, un dulce perfume no era suficiente para hacerle confiar en él, no
en una noche
—¿Tu nombre?
Le dijo alejándose de ella —¿O acaso no tienes uno?
—Lo tengo.
Respondió –pero no creo que sea prudente darle mi nombre a un extraño en medio de la noche,
mejor sigue tu camino y yo el mío eh de continuar—
—Ah ya se, ¿Te parece que me digas tu nombre a cambio de un truco?
La sola duda inundó su cabeza, quería saber su nombre y se había dispuesto a cambiarle un par de
palabras por mostrar una de sus habilidades. En su cabeza rodaron todos los trucos de magia
baratos que los magos de baja clase hacían en su antiguo lugar de nacimiento, nada podía
sorprenderle realmente, asintió con la cabeza y el joven volteo al instante, busco en su manga
bombacha por un pañuelo color rojo, lo corrió con la mano mostrando que estaba vacío, la ceda
5. brillaba en contraste con la luz de la luna, era un rojo carmesí muy profundo, hipnótico ante sus
delicados ojos. Con un rápido movimiento de manos hizo una bolita con el papel y lo colocó en su
mano derecha con cuidado de la joven viera cada detalle del truco, su puño se mantenía cerrado y
su otra mano abierta
—Debes saber que nosotros los que trabajamos para el público no solo creamos ilusiones
vánales para que las personas satisfagan su entretenimiento, nosotros creamos cadenas,
cadenas de sucesos que entrelazamos de un modo diferente al que cualquiera lo haría.
Jugamos con los ojos propios y la mente ajena, creamos delicados movimientos que
conmueven el alma y tocan el más dulce corazón…
Pronunciaba el muchacho mientras su mano derecha se precipitaba ansiosa sobre la que tenía el
pañuelo –Eso es a lo que la gente llama magia, pero la magia nunca está separada realmente del
corazón, por lo que yo me considero más que un mago. Yo no solo engaño al ojo, yo divierto las
mas atormentadas almas, y arranco el gris de los lamentos para pintar bellas notas de color en sus
lienzos sangrantes. Abrió de manera rápida el puño y dio una fuerte palmada, un humo de color
morado le cubrió al instante, al poco tiempo el viento le esparció, él ya no estaba allí, la joven
estaba impresionada por el acto del joven y ello lo demostraban sus ojos, pero inclusive si fuera
ello, su cara, su ropa, pero más que nada su bella poesía le habían hecho pensar que era alguien
de verdad culto, alguien cuyo dulce corazón era capaz de emanar bellas oraciones debía ser un
joven bueno realmente.
—Y así es como un servidor trabaja.
Susurró el muchacho al oído de la chica –divirtiendo el alma, alimentando el corazón, pintando
sonrisas donde la vida ha dejado sus heridas, más que un mago, más que un payaso yo soy, incluso
un toque de demencia en las palabras de este sutil poeta, yo soy un Arlequín, que proviene de los
más dulces atardeceres. No podía siquiera responder, estaba por demás atónita ante tal truco,
nunca le había visto, simplemente su garganta se cerró
—Y—yo…
—Ah cierto, se me pasaba algo.
Puso su mano arriba de la cabeza de la chica preciosa y la abrió, el pañuelo cayó sobre su cabello,
una risa discreta brotó de sus labios.
—Bueno… respondió por fin la chica con una sonrisa un poco nerviosa –te has ganado
ciertamente mi nombre, pero creo que incluso en deuda he quedado contigo, feliz
arlequín.
—Vaya, que considerada eres, en recompensa puedes quedarte con el pañuelo.
—Yoshira, es mi nombre…
6. El chico sonrió en gratitud ante la voz serena de la muchacha, su corazón ya no palpitaba nervioso,
se había calmado
—Oh, pero mira que es un nombre bonito, poco usual por estos lugares señorita, ¿Es
usted extranjera?
Yoshira cayó por un segundo, trataba de evadir esa pregunta perdiendo sus ojos en la obscuridad,
sin prestar atención al chico —¿Me equivoco?
—No…
Contestó después de algunos segundos –Pero quizá no es algo que debas saber, por cierto, ¿cómo
te llamas?
El joven se asombró al instante, se alejó de la chica y caminó como si fuera un soldado a su
alrededor, se detuvo bruscamente y volvió para darle la espalda
—Gusto en conocerte Yoshira, no olvides ir al circo, un servidor te reservará un lugar
especial para que veas la función en todo su esplendor y deleites tus ojos con las más
reservadas hazañas. Si es que logras llegar hasta allí.
El muchacho ya se había alejado considerablemente, acomodó su bombín mientras se perdía en la
obscuridad profunda. La luna se había vuelto la única iluminación, incluso las luciérnagas habían
dejado de brillar, y la noche ahora era silenciosa y amablemente serena. Yoshira caminó cuidadosa
mientras buscaba un buen lugar donde pasar semejante penumbra, sus parpados eran pesados y
sus piernas estaban agotadas.
Trató de perder su mente en finas ilusiones, llenas de color y danzas elegantes, su vida había sido
la más bellas hasta ahora, era duro el hecho de estar sola, su corazón también sufría las
consecuencias de torrentosos desamores que había vivido. Incluso si no los tuviera, la soledad era
un gusto que no quería darse. A lo lejos se alcanzaba a divisar un pequeño caminó que no había
notado antes, estaba iluminado por algunas botellas de cristal puestas a lo largo de todo el
sendero que parecía perderse dentro del campo. Se acercó con cautela, su aliento se hizo un poco
más tajante y comenzó a entrar, las botellas replicaban una y otra vez como si estuvieran vivas,
ciertamente lo estaban, la luz prevenía de cientos de luciérnagas atrapadas en ellas, era sutil y
bello, un dulce toque creado para que quien caminase le notará
—Supongo que, no hay nada que perder.
Se dijo a si misma mientras continuaba por el sendero iluminada, pero poco parecía que recorriera
algo, cuanto más avanzaba, solamente había más y más camino que no conducía a ningún lugar,
se volvió atrás para mirar cómo es que la entrada ya no estaba, debió a ver sido su imaginación,
pero cuando intento volver sus pasos, las botellas se apagaron bruscamente y todo callo en
penumbra absoluta. Un ruido ensordecedor llenó sus oídos, eran como explosiones, las botellas
había comenzado a reventar, Yoshira emprendió la travesía de correr a toda marcha, pese al
cansancio su vida era lo primero, mientras más corría, las botellas más reventaban, una tras otra
7. por donde pasaba, no quería que alguna de ellas le impactara, continuó corriendo mientras su
aliento se agotaba más y más, las botellas continuaban explotando, sus piernas no daban más y
cayó sobre el suelo, inmóvil, cerró sus ojos y rezó porque nada le fuera a pasar, no hubo un suelo
ruido más. Abrió con cautela sus ojos y observo asombrada que el sendero había dejado de existir
—¿Pero…?— se cuestiono a sí misma, como comprobando su cordura
—Oh mira—.
Dijo una mujer de repente, haciendo que Yoshira volteara de inmediato —¿Así que has sido
también eres una invitada?—
Ella era de piel un poco más blanca de lo común, tenía un cabello largo y espeso, su cuerpo estaba
cubierto por un leotardo de color naranja y amarillo, muy vistoso y llamativo, algunas cuentas
brillantes resaltaban en contraste con la luna
—¿Dónde se supone que estoy? Venia en un sendero y luego…
—¿Sendero?
Pensó mientras ponía un dedo en su barbilla –Oh ya entiendo, El sendero de las luciérnagas,
valiente has sido bella muchacha por ir por allí, pocos son los que se atreven a cruzarle.
—¿Por qué?, hasta hace unos momentos era de suma belleza.
—Bueno eso es verdad, pero ese sendero representa algo más que una pieza de arte, ese
sendero fue construido para reflejar lo más valioso de la esencia humana, el sendero de las
luciérnagas representa…
Tomó uno bolos que había dejado en el suelo y comenzó a hacer malabares con gran astucia.
Primero con dos y luego con su pie derecho arrojó el tercero para continuar la cadena de increíble
audacia –La vida misma del ser humano, mientras más la vives día con día sientes que no llegas a
ningún lugar, se te hace común, es dulce y bella pro lo toques que tiene a su alrededor, cada
luciérnaga en esa botella es una persona que conociste o conocerás, hay tantas botellas como
gente en tu vida, pero llega un momento en que todo eso se termina, y el camino sigue, la gente
no siempre está allí para ti, hay momentos en la vida en que debes valerte por ti mismo, pensar en
ti mismo, y comprender que, siempre habrán más luciérnagas delante de ti para iluminar tu
sendero. Mientras más corrías asumo, veías como reventaban mas botellas, y al frente veías
cientos de más botellas, que estaban allí esperando para que tus ojos no cayeran en obscuridad,
esa es la vida misma, las personas se van con frecuencia, es natural después de todo—
—¿Por qué se detuvieron cuando caí al suelo?
Preguntó Yoshira sumamente intrigada ante tal filosofía tan grande de un simple sendero
8. —Por qué en la vida hay momentos en los que no podemos seguir más, pero no porque
nuestro cuerpo no dé para sí, es más bien por el hecho de que nuestros miedos ciegan
nuestro andar y perdemos la idea del verdadero valor.
Pero cuando comienzas a pensar sobre ti, eres humilde y realmente abres el corazón hacía
aquello que vale la pena, esos miedos se esfuman, entonces comprendes el significado
verdadero de la vida, que los miedos no pueden dañarte, eres tú la única que se daña,
todo está en la mente— los malabares se detuvieron y la mujer se volvió para irse hacia
irse por otro sendero que había aparecido detrás de ella
—¡Espera!
Exclamó con apresures —¿Podría ir contigo?
—Podrías, pero realmente no es algo que te recomiendo muchacha, mi sendero no es tan
bello como el tuyo, el mío luciérnagas no tiene.
Yoshira pensó durante un momento lo que esto significaba, tras las palabras de la malabarista
podía asumir que quería decir que todas las personas en su vida se habían ido –Vaya…— continuo
la rubia mientras observaba una botella con unas cuatro luciérnagas –Hay una más, supongo que
esta vez podré seguir contenta— dijo mientras entraba en el sendero con el frasco en mano y sus
bolos en la otra
—¿Esa luciérnaga soy yo?
—Si… y eso significa que nos volveremos a ver.
Dijo mientras se perdía distante en la obscuridad de su propio camino, ya no podía ver el débil
resplandor de los dulces insectos –Por cierto…— habló desde lo lejos –Deberías irte cuanto antes,
aun te falta mucho que recorrer—
—Pero no sé qué hacer.
Contestó la chica con duda en su hablar
—Solamente, déjate llevar por tu corazón, comprende a los demás, encuentra a aquellos
que te falta por encontrar, comprende los secretos que los corazones dolidos guardan.
Las suaves palabras de la malabarista se perdieron la cálida noche. La bruma de la madrugada
comenzó a aparecer para refrescar un poco. Yoshira se sentó al momento, estaba cansado y sus
piernas dolían terriblemente. Quitó sus zapatos y sintió como si estuviese en el mismo paraíso
—Yo no pedí todo esto, pero supongo que por algún motivo deben pasar las cosas.
Aunque tan solo quisiera que alguien comprendiera aquello que tanto busco— a su mente
volvieron las imágenes de aquel hombre de vibrantes ropas –El… sus palabras fueron
hermosas, aunque su rostro no vi, me envolvió entre su delicada poesía, vaya que es
9. alguien que de verdad podría enamorar a una mujer con tal habilidad— sus palabras
fueron decayendo, poco a poco calló dormida del cansancio sobre el suave pasto, sus
sueños inundaron su mente sutil, y por fin pudo descansar un poco de todo el alboroto
que acontecía a su alrededor.