El documento discute cómo las emociones pueden distorsionar el juicio racional y llevar a conclusiones erróneas. Señala que a menudo juzgamos a otros de forma irracional cuando no están de acuerdo con nosotros, y pone como ejemplo a un niño que llama tonto a otro por no dejarlo jugar, y a un padre que critica a su jefe. También advierte que sin control emocional y juicio crítico, las personas pueden volverse agresivas y justificar la violencia irracionalmente.