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Lo imaginario espacial y la geografla                                                *

   En defensa de la geografla de las representaciones                            **

                                Antoine S. BAILLY




    Tras veinte años de geografía de las representaciones, ¿cómo se
puede seguir aceptando que la geografía se defina como la «ciencia del
espacio», el conocimiento directo de la realidad material? Esta concep-
ción de la disciplina, dentro de la lógica de los preceptos cartesianos so-
bre la prueba —o certeza independiente del descriptor—, del reduccio-
nismo —separación de los conjuntos en elementos simples—, de la
causalidad —existencia de un orden, de una cadena de causalidades li-
neales—, y de la exhaustividad —certeza de no omitir lo esencial— se
contradice con el enfoque holístico de la geografía de las representacio-
nes; ciertamente, ¿cómo pueden separarse nuestras prácticas científicas
de nuestra interioridad, con sus aspectos afectivos y emocionales? ¿La
accion científica no constituye una prolongación del ser? ¿El geógrafo,
más allá de la observación de lo aparente, no debe también incluir esos
lazos sutiles y complejos, tal vez aleatorios y ocultos, que unen a los
hombres con su lugar de vida, incluso a los poetas, o a todos los que
hacen de la geografía un paralelo? Lo que deseamos mostrar es cómo,
en un entorno histórica y socialmente dado, el individuo construye su
propia realidad articulando lo estructural, lo funcional y lo simbólico;
cómo el paisaje nos remite a nuestra experiencia existencial; cómo se
articulan lo real y lo imaginario en cada lugar.




  * Le agradezco a R. Seariati sus consejos y preciosa ayuda durante la concepción de este

manuscrito, Lo escrito encuentra su espíritu en la amistad.
  ** Traducción de Pilar Bosque Sendra.



Anales de Geografla de/a Universidad Complutensé, n/’ 9- 11-19. Ed. Un. Comp. Madrid, 1989
12                            Antoine 5. Bailly

1.   EL HOMBRE lES CONOCIMIENTO GEOGRÁFICO

    Al precepto de la evidencia, hemos de oponer el del subjetivismo,
que permite integrar la irracionalidad humana; el precepto del reduc-
cionismo, hemos de sustituirlo por el de la complejidad, ya que cuanto
más se reduzca el lugar estudiado, más complejo será y mayor número
de dimensiones se revelarán; a la causalidad se opone la probabilidad,
la imposibilidad de preverlo todo, al menos en términos aleatorios; la
exhaustividad se sustituye por lo ideológico, es decir, la representación
parcial de los fenómenos explícitos e implícitos por nuestra decisión
(BaiIly, 1984).
    El geógrafo, como cualquier otro investigador de las ciencias huma-
nas, se encuentra frente a un mundo fabuloso y complejo, a un caos de
experiencias existenciales, y si desea comprender la creación, la evolu-
ción, si desea buscar un orden en este caos, debe aceptar el carácter
aleatorio del cambio, la irracionalidad aparente de la conducta hu-
mana. También se interesará por el simbolismo de los lugares a la ma-
nera de O. Bachclard, por sus aspectos miticos como A. Cauquelin. por
sus connotaciones subjetivas a la manera de P. Sansol. Topofilias.
topofobias, lugares amados u odiados, diría Yi Fu tuan, el espacio en
si mismo no es nada, remite a la consciencia, a la ideología del que lo
vive para convertirse en un lugar existencial. Preferimos este término,
al que los geógrafos humanistas cargan con la capacidad de significar,
al mucho más geométrico del espacio (que es un principio universal
como el tiempo) o al más institucional del territorio.
    Según Entrikin (1976), el lugar «no es una colección de objetos y
acontecimientos empíricamente observables, sino más bien el deposi-
tario del significado». Esos lugares dicen lo que nosotros somos, y deja-
mos a los racionalistas el gusto de creer que pueden volver a transcri-
birlos exactamente. Preferimos comprenderlos en su riqueza interior,
su significado histórico y social, su sentido para el hombre (Relph.
 1976) por medio de las obras de los poetas. de los novelistas o las histo-
rias de los habitantes que proyectan dicha interioridad en la narración.
    El hombre es un actor geográfico, el lugar es su espacio vital; todas
las relaciones se mezclan en una madeja de lazos que transmiten nues-
tros sentimientos personales, nuestros recuerdos colectivos y nuestros
símbolos. No puede existir una visión única de un lugar Por encima de
nuestras cabezas, no hay un solo cielo sino millares... (Stein, 1987) que
se transforman, presas de cambios originados cii ñúésfra blilsiófia
vivida. La belleza y la fealdad nos remiten al hombre, y el edificio más
deteriorado se convierte en algo soberbio, rico, dotado de espíritu.
Basta con una emoción, un recuerdo, tal vez una tontada, para que el
espacio, convertido en lugar, empiece a vivir Pero el racionalista no lo
comprenderá jamás, ya que no puede explicar objetivamente el apego
Lo imaginario espacial y la geografla                 13

del anciano a su sórdido alojamiento, las pintadas revolucionarias del
estudiante, la fiesta en las peores chabolas de Calcuta. La empatía del
investigador es el punto de partida necesario para la investigación rea-
lizada en la geografía de las representaciones; la indiferencia, la neu-
tralidad. se oponen a ella.
    Así, pues. la ciudad vive más allá de su planificación, de sus estruc-
turas y de sus referencias físicas y de sus funciones. Como consecuen-
cia del isomorfismo existente entre las diferentes facetas de los lugares,
entre el hábitat, los rituales sociales, la cultura, la forma de vestirse..., el
geógrafo puede deducir el principal papel desempeñado por las estruc-
turas profundas. Los pasados, los presentes y los futuros humanos se
entretejen para crear un ambiente que solamente un análisis interiori-
zado permitirá comprender en su sutil riqueza. La representación geo-
gráfica ya es una forma de ser, una manera de hablar de la Tierra, esce-
nario de la aventura humana. Asimismo es el mediador de la experien-
cia espacial desde un punto de vista existencial: el descubrimiento de
las interacciones hombre-entorno, de la función de los lugares en la
puesta en marcha de las dinámicas humanas... El ejemplo de la repre-
sentación de los desplazamientos, de los viajes, aunque algo olvidada
por los geógrafos a favor de las perspectivas sedentarias, ilustra las po-
sibilidades de esta geografía de las representaciones.


2.   EL DESPLAZAMIENTO IMAGINARiO

    De entre los cuatro elementos fundamentales: agua, aire, fuego y
tierra, este último considerado como la madre del hombre, su morada
entre el nacimiento y la tumba, siempre ha inquietado e intrigado al
hombre. Hay que franquearla para vivir y el movimiento sobre la Tie-
rra ha significado progresivamente la vida. Sólo cuando se muere,
cuando se regresa a la Tierra, el movimiento cesa. La descripción
(Boughali, 1974) de las prácticas tradicionales entre las tribus berberis-
cas ilustra el lazo nacimiento-muerte-lugar vivido. De ahí a asimilar la
Tierra y el movimiento a la evolución de lo que vive, no hay más que un
paso, franqueado ya en la antiguedad. El análisis del movimiento no
puede reducirse a la relación geométrica entre dos conjuntos de puntos:
el espacio, la duración, las prácticas especiales se combinan en la expe-
riencia humana para transformar el soporte terrestre en un lugar, la
distancia en un viaje vivido. Si la representación del trayecto se corres-
ponde con la organización de una serie de puntos de referencia relacio-
nados con los conceptos topológicos de la separación —asociación, or-
den—, la posición, y la conexión (Bailly, 1985), entonces ésta es simbó-
lica. La línea derecha, el trayecto hacia el infinito, se opone a la oscila-
ción del circulo, el perpetuo retorno; un camino rectilíneo se pierde en
14                            Antoine 5. Rail/y


el tiempo y elimina su reversabilidad. Se convierte en un portador de
significados personales originados en los valores culturales: no olvide-
mos que la cultura es una forma colectiva de ordenar los sentimientos
humanos, una perspectiva colectiva admitida por cada uno de nos-
otros.
    El hombre obtiene de lo imaginario los medios de trascender el des-
plazamiento... hasta que puede re-hacer en sentido inverso el camino
de la vida. Al considerarse el centro del Universo, el punto de partida
en el centro del círculo, materializa sus sueños de inmortalidad. Pero
para acceder a este mundo de aguas saltarinas en los jardines de Jauja,
tendrá que hacer un largo viaje: de la periferia donde está desterrado,
hacia la cruz, al centro del círculo, donde se unen los contrarios, o se
reducen las tensiones. Ideas sobre viajes, sobre desplazamientos hacia
lugares mejores, se encuentran en la literatura (en La Odisea. La
Eneida... y en nuestros días en la ciencia-ficción, por ejemplo, Tolkien,
El Señor de los Anillos) e incluso en nuestras prácticas de vacaciones, de
jubilación... e incluso en los círculos concéntricos de la urbanización
de nuestras ciudades, esquematizados por los ecologistas urbanos de la
Escuela de Chicago (Park y Burgess) y por los novelistas: «Atravesaron
toda la ciudad, las sombreadas calles de los barrios ricos con sus majes-
tuosas residencias y sus opulentos follajes, la zona habitada por las cla-
ses medias. parduzco y ruidoso, luego los amplios anillos de la mise-
ria» (Allende, 1986, pág. 69). Sin embargo, la ascensión social, este ma-
ravilloso viaje, va a la inversa desde el centro de la pobreza hacia el lujo
de los anillos externos.
    El simbolismo del movimiento permite apoyar la función, ya que
para emprender cualquier desplazamiento, es decir, para franquear las
barreras físicas y sociales, el hombre debe demostrar que puede domi-
nar los lugares. En la Antiguedad, los guardianes de los pasos-clave
—los antepasados de los policías— rechazaban a los que eran profa-
nos. En nuestros días, para nuestra movilidad es indispensable descri-
frar los códigos sociales y sus propiedades simbólicas. El hombre ima-
gina su trayecto por medio de sus mapas mentales; en esto se origina el
mito de la ascensión tanto social como espacial en el espacio, aun antes
de llegar al mejor lugar tras el viaje, la tierra prometida de los hebreos o
de los mormones. «Si pensamos que el espacio es lo que permite el mo-
vimiento, entonces el lugar es una pausa...» (Tuan, 1977).
    Tal vez lo imaginario se lleve el gato al agua; en mis sueños dejo Gi-
nebra y me voy a vivir a una ciudad fabulosa. Conozco su plano. la es-
tructura o me imagino que los conozco. Tal vez sea Princeton; pero
fuera del eje estructural lineal, no tiene nada en común con el Prince-
ton en el que ya he vivido. La calle mayor, el campus universitario se
han convertido en marcadores que permiten desplazarse por un nuevo
decorado imaginario, salpicado de sueños abandonados. Este mundo.
Lo imaginario espacial y la geografla              15

como el de la población de provincias de los Gommes. de A. Robbe-
Grillet, tiene unas dimensiones precisas, unas imágenes acumuladas...
pero nadie puede localizar sus calles, edificios, limites; la trama sirve
de laberinto imaginario en el que el tiempo se esfuma. El mito clásico
del laberinto aparece a menudo en la representación del desplaza-
miento: itinerario en el otro mundo, constituye un pasaje que hay que
remontar. Es el lugar del segundo nacimiento. Viaje en el espíritu, en el
espacio y en el tiempo, da acceso a otro lugar maravilloso. El círculo es
el signo privilegiado (como el agua), ya que esta forma sin referencia,
nos impide presentar estructuras fáciles de codificar Al encontrarse
como Teseo o Dédalo, el hombre accede a un nuevo conocimiento.., de
esta forma, el sacrificador de la mitología se confunde con su víctima.
como el detective de los Gommes se convierte en el delincuente...
(Bailly y Constantino. 1985). Los desplazamientos, el lugar, los tiempos
se confunden en esta experiencia existencial.
     Tras este deseo visceral del viaje iniciático. en la tradición de la
cueva lacedemónica, o de los cuentos sobre los cruzados narrados por
los cuentistas, surgen numerosos parajes maravillosos de un más allá
mejor.. Y se puede comprender el viaje alrededor del mundo del bur-
gués hastiado de su existencia o la fuga del adolescente. Habitar, es
echar raíces, es domesticar un lugar, pero para hacerse hombre, hace
falta abandonar el lugar de la infancia y sus normas; sólo por medio de
la salida social y espacial se rompen las cadenas, se pasa al otro lado
del espejo. Esos sueños de ¡-a India, como los de la Tierra Santa, simples
evasiones del cuerpo y del espíritu, catalizan la experiencia espiritual
hacia nuevas iniciaciones y nuevos hilos conductores de la existencia.
Aunque el viaje esté motivado por el ascetismo, por la privación tem-
poral, terminará en un paraíso interior... Los profesionales de los viajes
comprenden bien esta búsqueda. Pero ¡qué pobreza aparece en esos ca-
tálogos de vacaciones inscritos en el exotismo de lo cotidiano! Lo fun-
cional sobrepasa a lo simbólico, lo superficial a la interioridad y el mito
se difumina en lo funcional re-encontrado. El barco montañés que
constituyen las estaciones de esquí (Guerin y Gumuchian, 1978) ilustra
la primacía de la economía sobre cualquier otro valor; hasta la nieve se
ha vuelto muy funcional. Y el viajero volverá a encontrar la cadencia
de su vida diaria cotidiana simplemente con un nuevo conjunto de ac-
tividades. ¡Qué lejos se está del peregrino de la Edad Media!... (Oste-
 rrieth, 1985).


3. UNA MEZCLA DE LO REAL Y LO IMAGINARIO

   Los símbolos que hacen vibrar a los lugares no son solamente pro-
pios de los viajeros, o de los poetas... sino que también son los que cada
16                            Antoine 5. Rail/y

uno de nosotros deja sobre nuestro camino. Nos nutrimos de nuestro
tiempo, y nuestras historias, nuestros escritos hablan por nosotros mis-
mos. ¿Por qué nos vamos a extrañar por la mezcla de lo real y lo imagi-
nario existente en las representaciones de los novelistas, o incluso por
la de los cartógrafos? ¿Los mapas no revelan la sustancia de la valoriza-
ción de los lugares? Así, los mapas terrestres, rodeados por escenas
angélicas y diabólicas, y por océanos, tras los cuales se extienden los
mundos paradisíacos. ¡Estas antologías de lo maravilloso sólo sirven
para hacer la guerra! Como tampoco esos mapas pedestres realizados
con caminatas soñadas por esos parajes maravillosos...
    La imbricación del tiempo y del espacio obedece a esta lógica de lo
real y de lo imaginario. Los antiguos situaban en el poniente el tiempo
de las vidas pasadas, de la muerte; el levante, por el contrario, es la
 fuente de la vida, que se desplaza como el sol. Y más allá, en las antípo-
das, se imaginan esos mundos míticos, que engloban los restos de las
civilizaciones pasadas, de los mundos engullidos o... a las nuevas Amé-
ricas... los sueños de viajes fabulosos.
    Idealista de forma deliberada, subjetivista, la geografía de las repre-
sentaciones debe su riqueza al análisis de esta mezcla permanente de
lo real y de lo imaginario. Sería un error creer que con la sociedad con-
temporánea, el hombre, al hacerse móvil, pierde sus raíces al vivir en
unos entornos más y más homogéneos. Lo que ocurre es que omitimos
descubrir la simbología de los lugares de nuestras vidas contemporá-
neas y su densidad poética. Parodiando a G. Durand (1964), el mal bá-
sico del cual quizá muera la geografía. es haber limitado las imágenes y
los mitos para aceptar las visiones funcionalistas asépticas. Al integrar
el significado espacial y su simbología, los lugares~, hasta los más mo-
dernos.,~se revelan en toda su riqueza a los estudiosos. No sólo se descu-
bren las relaciones sujeto-sociedad-lugar, sino también las valorizacio-
nes sociales colectivas y los mitos espaciales. Cada barrio, cada edificio
posee a la vez caracteres simbólicos y funcionales. Así las iglesias, las
sinagogas, las mezquitas... los lugares de oración, desempeñan un pa-
pcI ideológico, pero también las construcciones localizadas en unos
puntos concretos de la ciudad, en unos sitios sagrados, en las colinas,
dominan el paisaje urbano. Cada comunidad elabora sus grandes prin-
cipios de localización integral ideológica y simbólica del lugar de culto.
Estas representaciones mentales hacen surgir la pluralidad de los mun-
dos imaginarios; «así. ¡los lugares más humildes, como los más feos, se
adornan con el prestigio de significar, que solamente el tiempo puede
conferir a las cosas!» (Fauque. 1974).
     La polisemia de los espacios vividos, la superposición de las repre-
sentaciones hace obligatorio este nuevo enfoque. La región, la villa, el
barrio, reflejo de nuestras sociedades, son a la vez el sueño y la pesadi-
lla. Del geógrafo que los estudia para ser un interlocutor válido frente a
Lo imaginario espacial   y   la geografla                   17


los tecnócratas de la urbanización y los teóricos del desarrollo por la al-
tura. Al no integrar la riqueza de los lazos, de la interioridad humana,
simbólica de los lugares, la geografía descarnada pierde su saber geo-
gráfico...
                «Con sonidos perdidos. sus violines hacen bailar a nuestra raza humana
             por la cuesta retrocediendo.»
                                                                  (Apollinaire, Alcools)



4.   HACIA UNA TEORJA DE LA EXPERIENCIA ESPACIAL

    Lo que le falta a esta geografía de las representaciones es algo de ri-
gor para afianzar las experiencias existenciales en un esquema teórico
lógico. Aunque las teorías del hombre no han podido resolver la cues-
tión del voluntarismo (la libertad individual) y del determinismo so-
cial, podemos proponer no una teoría unificadora, sino una serie de re-
gularidades clasificadoras sueltas tras las investigaciones sobre las es-
tructuras del paisaje (Bailly, 1985). La complejidad de nuestra relación
con los lugares, evidenciada por los trabajos sobre la micro-geografia,
nos obliga a concebir a todo espacio mental como organizado en fun-
ción de tres aspectos: el estructural, el funcional y el simbólico. El as-
pecto estructural, valorado por Lynch, permite captar la utilización de
las estructuras del medio entorno por los individuos en sus prácticas
espaciales. El aspecto funcional se dedica a la tensión espacio-tiempo
para explicar los problemas de acceso y las capacidades económicas de
los lugares. En cuanto al aspecto simbólico, no tan abordado, excepto
en la geografía de las representaciones, revela la variedad de las conno-
taciones espaciales y el haz de relaciones que enlazan al hombre-socie-
dad-lugar. Esta triple distinción permite considerar al espacio como
algo más que un simple soporte. El ejemplo del lazo de unión entre el
chorro de agua de Ginebra, objeto construido en el lago Leman, y la
imagen de una villa turística internacional, nos muestra cómo un
símbolo atrae y se convierte en experiencia pasada: al final de la visita
al puente del Mont-Blanc, todos identificarán el chorro de agua con la
ciudad, con Suiza, con las montañas blancas en segundo plano... La ex-
periencia crea una nueva información, un nuevo marcador (Bailly y
Ferrier, 1986), que nos enseña cómo se construyen las representaciones.
    Todo lugar, descompuesto en un conjunto de elementos, se orga-
niza en ejes estructurales (los principales ejes de transportes y los ejes
fisicos como los nos, las hondonadas), en relaciones de ejes (cruces, nu-
dos), y en referencias y puntos marcadores (físicos como las montañas
o edificados como los templos). Por medio de la clasificación sistemá-
tica de estos componentes y por el análisis de sus deformaciones en re-
18                           Antoine £ Bailly


lación a la geometría euclidiana, se pueden captar las referencias utili-
zadas por los hombres en sus regiones y comprender las transformacio-
nes surgidas de sus prácticas en este espacio. Pero este estudio no tiene
sentido sin un conjunto de significantes funcionales, culturales y sim-
bólicos que le sean indisociables, es decir, unos marcadores que infor-
men sobre el lugar Un lugar, una posición y una comprensión geográ-
fica no tienen significado sin las imágenes (representaciones) que se les
atribuye. Entre los elementos significantes, se encuentran la simbología
de la orientación y el carácter sagrado de ciertos lugares. Se completan
con los valores atribuidos a los límites del espacio y a las referencias,
sean religiosas, culturales o administrativas. Se conceptualizan así los
lugares, en tanto en cuanto que espacios mentales significantes, interio-
rizados por sus habitantes, en oposición a la exterionzación de los
entornos fuera de los límites mentales. Cada lugar existe por medio de
una serie de propiedades funcionales (tipos de actividades, género de
vida). simbólicas (lugares de prestigio, centros) y temporales (históricas.
proyectivas).
    La geografía debe reconstruir, como mínimo, los componentes de
estos lugares, y clarificar sus simbologias. El paisaje se concibe como
compuesto por signos, aceptados, descifrados, valorados por ciertos
miembros de la sociedad. Así el lugar se hace leíble y se carga de lo
imaginario (hechos psicológicos, imágenes mentales...), y sin esto no
existe ni la centralidad, ni la marginalidad, ni la jerarquía.


CONCLUStONES

    Por muy delicado que sea, tras la necesaria reflexión filosófica que
suponga (holismo. antropocentrismo, fenomenología), este tipo de aná-
lisis permite al geógrafo, consciente de la función que lo simbólico de
nuestras representaciones ejerce sobre nuestras prácticas, abordar nue-
vos mundos, los de nuestros valores, nuestros significados y nuestros
objetivos. Así podremos renunciar a esta vieja definición de «ciencia de
los lugares» para iniciarnos entre las representaciones mentales, las es-
tructuras intencionales y los haces de prácticas en el espacio y el
tiempo. Uno de los objetivos de la geografía. la comprensión, organiza-
ción y previsión de la experiencia geográfica humana, justifica este en-
foque renovado. Al estudiar los significados, los valores humanos, y
simbólicos de los lugares, el geógrafo devuelve al hombre un lugar que
había perdido entre los análisis guiados por el funcionalismo. Esta
exploración de los fundamentos existenciales de nuestro mundo, ¿no
merece realmente el calificativo de geografia «humana»?
Lo imaginario e.spaeial   y   la geografía                 19


                                     RESUMEN

    Se trata de un análisis teórico de la Geografía de las Representaciones como
tina forma de análisis holistico del espacio, en elque se insiste en los aspectos afec-
tivos y emocionales del tratamiento espacial. El hombre es conocimiento geográ-
fico en el que se mezcla lo real y lo imaginano.
                                     ABSTRACT
    It is a theoretical analysis of Representation Geography. It is a holistie anaylisis
of space and it stresses affective and emotional aspects of space. Man’s geographi-
cal knowledge mixes the real and the imaginary.

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Lo imaginario espacial y la representación geográfica

  • 1. Lo imaginario espacial y la geografla * En defensa de la geografla de las representaciones ** Antoine S. BAILLY Tras veinte años de geografía de las representaciones, ¿cómo se puede seguir aceptando que la geografía se defina como la «ciencia del espacio», el conocimiento directo de la realidad material? Esta concep- ción de la disciplina, dentro de la lógica de los preceptos cartesianos so- bre la prueba —o certeza independiente del descriptor—, del reduccio- nismo —separación de los conjuntos en elementos simples—, de la causalidad —existencia de un orden, de una cadena de causalidades li- neales—, y de la exhaustividad —certeza de no omitir lo esencial— se contradice con el enfoque holístico de la geografía de las representacio- nes; ciertamente, ¿cómo pueden separarse nuestras prácticas científicas de nuestra interioridad, con sus aspectos afectivos y emocionales? ¿La accion científica no constituye una prolongación del ser? ¿El geógrafo, más allá de la observación de lo aparente, no debe también incluir esos lazos sutiles y complejos, tal vez aleatorios y ocultos, que unen a los hombres con su lugar de vida, incluso a los poetas, o a todos los que hacen de la geografía un paralelo? Lo que deseamos mostrar es cómo, en un entorno histórica y socialmente dado, el individuo construye su propia realidad articulando lo estructural, lo funcional y lo simbólico; cómo el paisaje nos remite a nuestra experiencia existencial; cómo se articulan lo real y lo imaginario en cada lugar. * Le agradezco a R. Seariati sus consejos y preciosa ayuda durante la concepción de este manuscrito, Lo escrito encuentra su espíritu en la amistad. ** Traducción de Pilar Bosque Sendra. Anales de Geografla de/a Universidad Complutensé, n/’ 9- 11-19. Ed. Un. Comp. Madrid, 1989
  • 2. 12 Antoine 5. Bailly 1. EL HOMBRE lES CONOCIMIENTO GEOGRÁFICO Al precepto de la evidencia, hemos de oponer el del subjetivismo, que permite integrar la irracionalidad humana; el precepto del reduc- cionismo, hemos de sustituirlo por el de la complejidad, ya que cuanto más se reduzca el lugar estudiado, más complejo será y mayor número de dimensiones se revelarán; a la causalidad se opone la probabilidad, la imposibilidad de preverlo todo, al menos en términos aleatorios; la exhaustividad se sustituye por lo ideológico, es decir, la representación parcial de los fenómenos explícitos e implícitos por nuestra decisión (BaiIly, 1984). El geógrafo, como cualquier otro investigador de las ciencias huma- nas, se encuentra frente a un mundo fabuloso y complejo, a un caos de experiencias existenciales, y si desea comprender la creación, la evolu- ción, si desea buscar un orden en este caos, debe aceptar el carácter aleatorio del cambio, la irracionalidad aparente de la conducta hu- mana. También se interesará por el simbolismo de los lugares a la ma- nera de O. Bachclard, por sus aspectos miticos como A. Cauquelin. por sus connotaciones subjetivas a la manera de P. Sansol. Topofilias. topofobias, lugares amados u odiados, diría Yi Fu tuan, el espacio en si mismo no es nada, remite a la consciencia, a la ideología del que lo vive para convertirse en un lugar existencial. Preferimos este término, al que los geógrafos humanistas cargan con la capacidad de significar, al mucho más geométrico del espacio (que es un principio universal como el tiempo) o al más institucional del territorio. Según Entrikin (1976), el lugar «no es una colección de objetos y acontecimientos empíricamente observables, sino más bien el deposi- tario del significado». Esos lugares dicen lo que nosotros somos, y deja- mos a los racionalistas el gusto de creer que pueden volver a transcri- birlos exactamente. Preferimos comprenderlos en su riqueza interior, su significado histórico y social, su sentido para el hombre (Relph. 1976) por medio de las obras de los poetas. de los novelistas o las histo- rias de los habitantes que proyectan dicha interioridad en la narración. El hombre es un actor geográfico, el lugar es su espacio vital; todas las relaciones se mezclan en una madeja de lazos que transmiten nues- tros sentimientos personales, nuestros recuerdos colectivos y nuestros símbolos. No puede existir una visión única de un lugar Por encima de nuestras cabezas, no hay un solo cielo sino millares... (Stein, 1987) que se transforman, presas de cambios originados cii ñúésfra blilsiófia vivida. La belleza y la fealdad nos remiten al hombre, y el edificio más deteriorado se convierte en algo soberbio, rico, dotado de espíritu. Basta con una emoción, un recuerdo, tal vez una tontada, para que el espacio, convertido en lugar, empiece a vivir Pero el racionalista no lo comprenderá jamás, ya que no puede explicar objetivamente el apego
  • 3. Lo imaginario espacial y la geografla 13 del anciano a su sórdido alojamiento, las pintadas revolucionarias del estudiante, la fiesta en las peores chabolas de Calcuta. La empatía del investigador es el punto de partida necesario para la investigación rea- lizada en la geografía de las representaciones; la indiferencia, la neu- tralidad. se oponen a ella. Así, pues. la ciudad vive más allá de su planificación, de sus estruc- turas y de sus referencias físicas y de sus funciones. Como consecuen- cia del isomorfismo existente entre las diferentes facetas de los lugares, entre el hábitat, los rituales sociales, la cultura, la forma de vestirse..., el geógrafo puede deducir el principal papel desempeñado por las estruc- turas profundas. Los pasados, los presentes y los futuros humanos se entretejen para crear un ambiente que solamente un análisis interiori- zado permitirá comprender en su sutil riqueza. La representación geo- gráfica ya es una forma de ser, una manera de hablar de la Tierra, esce- nario de la aventura humana. Asimismo es el mediador de la experien- cia espacial desde un punto de vista existencial: el descubrimiento de las interacciones hombre-entorno, de la función de los lugares en la puesta en marcha de las dinámicas humanas... El ejemplo de la repre- sentación de los desplazamientos, de los viajes, aunque algo olvidada por los geógrafos a favor de las perspectivas sedentarias, ilustra las po- sibilidades de esta geografía de las representaciones. 2. EL DESPLAZAMIENTO IMAGINARiO De entre los cuatro elementos fundamentales: agua, aire, fuego y tierra, este último considerado como la madre del hombre, su morada entre el nacimiento y la tumba, siempre ha inquietado e intrigado al hombre. Hay que franquearla para vivir y el movimiento sobre la Tie- rra ha significado progresivamente la vida. Sólo cuando se muere, cuando se regresa a la Tierra, el movimiento cesa. La descripción (Boughali, 1974) de las prácticas tradicionales entre las tribus berberis- cas ilustra el lazo nacimiento-muerte-lugar vivido. De ahí a asimilar la Tierra y el movimiento a la evolución de lo que vive, no hay más que un paso, franqueado ya en la antiguedad. El análisis del movimiento no puede reducirse a la relación geométrica entre dos conjuntos de puntos: el espacio, la duración, las prácticas especiales se combinan en la expe- riencia humana para transformar el soporte terrestre en un lugar, la distancia en un viaje vivido. Si la representación del trayecto se corres- ponde con la organización de una serie de puntos de referencia relacio- nados con los conceptos topológicos de la separación —asociación, or- den—, la posición, y la conexión (Bailly, 1985), entonces ésta es simbó- lica. La línea derecha, el trayecto hacia el infinito, se opone a la oscila- ción del circulo, el perpetuo retorno; un camino rectilíneo se pierde en
  • 4. 14 Antoine 5. Rail/y el tiempo y elimina su reversabilidad. Se convierte en un portador de significados personales originados en los valores culturales: no olvide- mos que la cultura es una forma colectiva de ordenar los sentimientos humanos, una perspectiva colectiva admitida por cada uno de nos- otros. El hombre obtiene de lo imaginario los medios de trascender el des- plazamiento... hasta que puede re-hacer en sentido inverso el camino de la vida. Al considerarse el centro del Universo, el punto de partida en el centro del círculo, materializa sus sueños de inmortalidad. Pero para acceder a este mundo de aguas saltarinas en los jardines de Jauja, tendrá que hacer un largo viaje: de la periferia donde está desterrado, hacia la cruz, al centro del círculo, donde se unen los contrarios, o se reducen las tensiones. Ideas sobre viajes, sobre desplazamientos hacia lugares mejores, se encuentran en la literatura (en La Odisea. La Eneida... y en nuestros días en la ciencia-ficción, por ejemplo, Tolkien, El Señor de los Anillos) e incluso en nuestras prácticas de vacaciones, de jubilación... e incluso en los círculos concéntricos de la urbanización de nuestras ciudades, esquematizados por los ecologistas urbanos de la Escuela de Chicago (Park y Burgess) y por los novelistas: «Atravesaron toda la ciudad, las sombreadas calles de los barrios ricos con sus majes- tuosas residencias y sus opulentos follajes, la zona habitada por las cla- ses medias. parduzco y ruidoso, luego los amplios anillos de la mise- ria» (Allende, 1986, pág. 69). Sin embargo, la ascensión social, este ma- ravilloso viaje, va a la inversa desde el centro de la pobreza hacia el lujo de los anillos externos. El simbolismo del movimiento permite apoyar la función, ya que para emprender cualquier desplazamiento, es decir, para franquear las barreras físicas y sociales, el hombre debe demostrar que puede domi- nar los lugares. En la Antiguedad, los guardianes de los pasos-clave —los antepasados de los policías— rechazaban a los que eran profa- nos. En nuestros días, para nuestra movilidad es indispensable descri- frar los códigos sociales y sus propiedades simbólicas. El hombre ima- gina su trayecto por medio de sus mapas mentales; en esto se origina el mito de la ascensión tanto social como espacial en el espacio, aun antes de llegar al mejor lugar tras el viaje, la tierra prometida de los hebreos o de los mormones. «Si pensamos que el espacio es lo que permite el mo- vimiento, entonces el lugar es una pausa...» (Tuan, 1977). Tal vez lo imaginario se lleve el gato al agua; en mis sueños dejo Gi- nebra y me voy a vivir a una ciudad fabulosa. Conozco su plano. la es- tructura o me imagino que los conozco. Tal vez sea Princeton; pero fuera del eje estructural lineal, no tiene nada en común con el Prince- ton en el que ya he vivido. La calle mayor, el campus universitario se han convertido en marcadores que permiten desplazarse por un nuevo decorado imaginario, salpicado de sueños abandonados. Este mundo.
  • 5. Lo imaginario espacial y la geografla 15 como el de la población de provincias de los Gommes. de A. Robbe- Grillet, tiene unas dimensiones precisas, unas imágenes acumuladas... pero nadie puede localizar sus calles, edificios, limites; la trama sirve de laberinto imaginario en el que el tiempo se esfuma. El mito clásico del laberinto aparece a menudo en la representación del desplaza- miento: itinerario en el otro mundo, constituye un pasaje que hay que remontar. Es el lugar del segundo nacimiento. Viaje en el espíritu, en el espacio y en el tiempo, da acceso a otro lugar maravilloso. El círculo es el signo privilegiado (como el agua), ya que esta forma sin referencia, nos impide presentar estructuras fáciles de codificar Al encontrarse como Teseo o Dédalo, el hombre accede a un nuevo conocimiento.., de esta forma, el sacrificador de la mitología se confunde con su víctima. como el detective de los Gommes se convierte en el delincuente... (Bailly y Constantino. 1985). Los desplazamientos, el lugar, los tiempos se confunden en esta experiencia existencial. Tras este deseo visceral del viaje iniciático. en la tradición de la cueva lacedemónica, o de los cuentos sobre los cruzados narrados por los cuentistas, surgen numerosos parajes maravillosos de un más allá mejor.. Y se puede comprender el viaje alrededor del mundo del bur- gués hastiado de su existencia o la fuga del adolescente. Habitar, es echar raíces, es domesticar un lugar, pero para hacerse hombre, hace falta abandonar el lugar de la infancia y sus normas; sólo por medio de la salida social y espacial se rompen las cadenas, se pasa al otro lado del espejo. Esos sueños de ¡-a India, como los de la Tierra Santa, simples evasiones del cuerpo y del espíritu, catalizan la experiencia espiritual hacia nuevas iniciaciones y nuevos hilos conductores de la existencia. Aunque el viaje esté motivado por el ascetismo, por la privación tem- poral, terminará en un paraíso interior... Los profesionales de los viajes comprenden bien esta búsqueda. Pero ¡qué pobreza aparece en esos ca- tálogos de vacaciones inscritos en el exotismo de lo cotidiano! Lo fun- cional sobrepasa a lo simbólico, lo superficial a la interioridad y el mito se difumina en lo funcional re-encontrado. El barco montañés que constituyen las estaciones de esquí (Guerin y Gumuchian, 1978) ilustra la primacía de la economía sobre cualquier otro valor; hasta la nieve se ha vuelto muy funcional. Y el viajero volverá a encontrar la cadencia de su vida diaria cotidiana simplemente con un nuevo conjunto de ac- tividades. ¡Qué lejos se está del peregrino de la Edad Media!... (Oste- rrieth, 1985). 3. UNA MEZCLA DE LO REAL Y LO IMAGINARIO Los símbolos que hacen vibrar a los lugares no son solamente pro- pios de los viajeros, o de los poetas... sino que también son los que cada
  • 6. 16 Antoine 5. Rail/y uno de nosotros deja sobre nuestro camino. Nos nutrimos de nuestro tiempo, y nuestras historias, nuestros escritos hablan por nosotros mis- mos. ¿Por qué nos vamos a extrañar por la mezcla de lo real y lo imagi- nario existente en las representaciones de los novelistas, o incluso por la de los cartógrafos? ¿Los mapas no revelan la sustancia de la valoriza- ción de los lugares? Así, los mapas terrestres, rodeados por escenas angélicas y diabólicas, y por océanos, tras los cuales se extienden los mundos paradisíacos. ¡Estas antologías de lo maravilloso sólo sirven para hacer la guerra! Como tampoco esos mapas pedestres realizados con caminatas soñadas por esos parajes maravillosos... La imbricación del tiempo y del espacio obedece a esta lógica de lo real y de lo imaginario. Los antiguos situaban en el poniente el tiempo de las vidas pasadas, de la muerte; el levante, por el contrario, es la fuente de la vida, que se desplaza como el sol. Y más allá, en las antípo- das, se imaginan esos mundos míticos, que engloban los restos de las civilizaciones pasadas, de los mundos engullidos o... a las nuevas Amé- ricas... los sueños de viajes fabulosos. Idealista de forma deliberada, subjetivista, la geografía de las repre- sentaciones debe su riqueza al análisis de esta mezcla permanente de lo real y de lo imaginario. Sería un error creer que con la sociedad con- temporánea, el hombre, al hacerse móvil, pierde sus raíces al vivir en unos entornos más y más homogéneos. Lo que ocurre es que omitimos descubrir la simbología de los lugares de nuestras vidas contemporá- neas y su densidad poética. Parodiando a G. Durand (1964), el mal bá- sico del cual quizá muera la geografía. es haber limitado las imágenes y los mitos para aceptar las visiones funcionalistas asépticas. Al integrar el significado espacial y su simbología, los lugares~, hasta los más mo- dernos.,~se revelan en toda su riqueza a los estudiosos. No sólo se descu- bren las relaciones sujeto-sociedad-lugar, sino también las valorizacio- nes sociales colectivas y los mitos espaciales. Cada barrio, cada edificio posee a la vez caracteres simbólicos y funcionales. Así las iglesias, las sinagogas, las mezquitas... los lugares de oración, desempeñan un pa- pcI ideológico, pero también las construcciones localizadas en unos puntos concretos de la ciudad, en unos sitios sagrados, en las colinas, dominan el paisaje urbano. Cada comunidad elabora sus grandes prin- cipios de localización integral ideológica y simbólica del lugar de culto. Estas representaciones mentales hacen surgir la pluralidad de los mun- dos imaginarios; «así. ¡los lugares más humildes, como los más feos, se adornan con el prestigio de significar, que solamente el tiempo puede conferir a las cosas!» (Fauque. 1974). La polisemia de los espacios vividos, la superposición de las repre- sentaciones hace obligatorio este nuevo enfoque. La región, la villa, el barrio, reflejo de nuestras sociedades, son a la vez el sueño y la pesadi- lla. Del geógrafo que los estudia para ser un interlocutor válido frente a
  • 7. Lo imaginario espacial y la geografla 17 los tecnócratas de la urbanización y los teóricos del desarrollo por la al- tura. Al no integrar la riqueza de los lazos, de la interioridad humana, simbólica de los lugares, la geografía descarnada pierde su saber geo- gráfico... «Con sonidos perdidos. sus violines hacen bailar a nuestra raza humana por la cuesta retrocediendo.» (Apollinaire, Alcools) 4. HACIA UNA TEORJA DE LA EXPERIENCIA ESPACIAL Lo que le falta a esta geografía de las representaciones es algo de ri- gor para afianzar las experiencias existenciales en un esquema teórico lógico. Aunque las teorías del hombre no han podido resolver la cues- tión del voluntarismo (la libertad individual) y del determinismo so- cial, podemos proponer no una teoría unificadora, sino una serie de re- gularidades clasificadoras sueltas tras las investigaciones sobre las es- tructuras del paisaje (Bailly, 1985). La complejidad de nuestra relación con los lugares, evidenciada por los trabajos sobre la micro-geografia, nos obliga a concebir a todo espacio mental como organizado en fun- ción de tres aspectos: el estructural, el funcional y el simbólico. El as- pecto estructural, valorado por Lynch, permite captar la utilización de las estructuras del medio entorno por los individuos en sus prácticas espaciales. El aspecto funcional se dedica a la tensión espacio-tiempo para explicar los problemas de acceso y las capacidades económicas de los lugares. En cuanto al aspecto simbólico, no tan abordado, excepto en la geografía de las representaciones, revela la variedad de las conno- taciones espaciales y el haz de relaciones que enlazan al hombre-socie- dad-lugar. Esta triple distinción permite considerar al espacio como algo más que un simple soporte. El ejemplo del lazo de unión entre el chorro de agua de Ginebra, objeto construido en el lago Leman, y la imagen de una villa turística internacional, nos muestra cómo un símbolo atrae y se convierte en experiencia pasada: al final de la visita al puente del Mont-Blanc, todos identificarán el chorro de agua con la ciudad, con Suiza, con las montañas blancas en segundo plano... La ex- periencia crea una nueva información, un nuevo marcador (Bailly y Ferrier, 1986), que nos enseña cómo se construyen las representaciones. Todo lugar, descompuesto en un conjunto de elementos, se orga- niza en ejes estructurales (los principales ejes de transportes y los ejes fisicos como los nos, las hondonadas), en relaciones de ejes (cruces, nu- dos), y en referencias y puntos marcadores (físicos como las montañas o edificados como los templos). Por medio de la clasificación sistemá- tica de estos componentes y por el análisis de sus deformaciones en re-
  • 8. 18 Antoine £ Bailly lación a la geometría euclidiana, se pueden captar las referencias utili- zadas por los hombres en sus regiones y comprender las transformacio- nes surgidas de sus prácticas en este espacio. Pero este estudio no tiene sentido sin un conjunto de significantes funcionales, culturales y sim- bólicos que le sean indisociables, es decir, unos marcadores que infor- men sobre el lugar Un lugar, una posición y una comprensión geográ- fica no tienen significado sin las imágenes (representaciones) que se les atribuye. Entre los elementos significantes, se encuentran la simbología de la orientación y el carácter sagrado de ciertos lugares. Se completan con los valores atribuidos a los límites del espacio y a las referencias, sean religiosas, culturales o administrativas. Se conceptualizan así los lugares, en tanto en cuanto que espacios mentales significantes, interio- rizados por sus habitantes, en oposición a la exterionzación de los entornos fuera de los límites mentales. Cada lugar existe por medio de una serie de propiedades funcionales (tipos de actividades, género de vida). simbólicas (lugares de prestigio, centros) y temporales (históricas. proyectivas). La geografía debe reconstruir, como mínimo, los componentes de estos lugares, y clarificar sus simbologias. El paisaje se concibe como compuesto por signos, aceptados, descifrados, valorados por ciertos miembros de la sociedad. Así el lugar se hace leíble y se carga de lo imaginario (hechos psicológicos, imágenes mentales...), y sin esto no existe ni la centralidad, ni la marginalidad, ni la jerarquía. CONCLUStONES Por muy delicado que sea, tras la necesaria reflexión filosófica que suponga (holismo. antropocentrismo, fenomenología), este tipo de aná- lisis permite al geógrafo, consciente de la función que lo simbólico de nuestras representaciones ejerce sobre nuestras prácticas, abordar nue- vos mundos, los de nuestros valores, nuestros significados y nuestros objetivos. Así podremos renunciar a esta vieja definición de «ciencia de los lugares» para iniciarnos entre las representaciones mentales, las es- tructuras intencionales y los haces de prácticas en el espacio y el tiempo. Uno de los objetivos de la geografía. la comprensión, organiza- ción y previsión de la experiencia geográfica humana, justifica este en- foque renovado. Al estudiar los significados, los valores humanos, y simbólicos de los lugares, el geógrafo devuelve al hombre un lugar que había perdido entre los análisis guiados por el funcionalismo. Esta exploración de los fundamentos existenciales de nuestro mundo, ¿no merece realmente el calificativo de geografia «humana»?
  • 9. Lo imaginario e.spaeial y la geografía 19 RESUMEN Se trata de un análisis teórico de la Geografía de las Representaciones como tina forma de análisis holistico del espacio, en elque se insiste en los aspectos afec- tivos y emocionales del tratamiento espacial. El hombre es conocimiento geográ- fico en el que se mezcla lo real y lo imaginano. ABSTRACT It is a theoretical analysis of Representation Geography. It is a holistie anaylisis of space and it stresses affective and emotional aspects of space. Man’s geographi- cal knowledge mixes the real and the imaginary.