Estados Financieros - Programa Federal Plurianual de Construcción de Viviendas
Adiós inexorable a Morococha, e pueblo que se desvanece en las alturas
1. Adiós inexorable
Morococha: El pueblo que se desvanece en las alturas
El dato. A simple vista el pueblo parece una ciudad bombardeada del
Medio Oriente. Esta es la imagen de una ciudad que está a punto de
desaparecer.
A 4.700 msnm existe una localidad que desaparece lentamente.
Nacida por y para la minería esta actividad sellará también su
inevitable defunción.
José Carlos Díaz Zanelli. Enviado especial. Miércoles, 14 de enero de
2015 | La República.pe
Dicen que a diferencia de la memoria, la nostalgia no depende de la
voluntad. Un ejemplo de esta premisa es la historia de Morococha, un
pueblo que va desapareciendo lenta y nostálgicamente.
2. http://www.larepublica.pe/15-01-2009/morococha-y-su-lucha-por-el-
futuro)
Aunque da la impresión de que nadie los quiere ver, no son invisibles.
En uno de los picos más altos de Junín, entre Ticlio y La Oroya, entre
las cumbres nevadas y la contaminación minera, aún existe un
puñado de 200 familias aferradas a su raíz.
Morococha es un pueblo que nació a 4.700 metros sobre el nivel del
mar gracias a la minería y que hoy, a más de cuatro siglos de su
nacimiento, está condenado a desaparecer por la misma actividad.
A primera vista parece una ciudad bombardeada del Medio Oriente.
Más de la mitad del territorio son escombros en donde antes hubo
casas que fueron compradas por la minera Chinalco. De las que aún
quedan en pie, muchas tienen en sus fachadas una numeración que
indica que ya están próximas a la demolición.
El resto de viviendas están habitadas por las familias que integran la
resistencia.
Los dos colegios estatales del pueblo están en abandono, lo mismo
que el centro de salud y la alcaldía. El pequeño humedal que da la
bienvenida en la entrada de Morococha está contaminado con
residuos de la actividad minera y acumula toda una sábana de basura
que nadie quiere limpiar.
A esto hay que sumarle que el aire que se respira en la zona está
cargado con una fuerte dosis de relave minero en polvo. Las plantas
de tratamiento que rodean al pueblo no dejan de operar y eso genera
un residuo que, en forma de polvillo, se ha expandido hasta alojarse
en los pulmones de toda la población.
"Estamos alistando un proyecto que implica un monitoreo ambiental.
Se han encontrado metales pesados en la zona", advierte el nuevo
alcalde de Morococha, Luis Arias Herrera, desde la frialdad de su
despacho municipal.
VIVIR EN EL DESARRAIGO
Máximo Díaz tenía 14 años cuando llegó a Morococha en 1966. Por
aquel entonces el pueblo vivía el boom económico que le ofrecían los
campamentos mineros a su alrededor. En total, en las zonas aledañas
a este pueblo son cuatro las compañías dedicadas a esta actividad:
Pan American Silver, Volcan, Austria Duvaz y Chinalco.
Bajo esas condiciones, poner un negocio de cualquier naturaleza era
rentable. Máximo Díaz se dedicó a la carpintería y, aunque ya casi no
3. tiene clientes, su taller sigue funcionando en Morococha, en medio de
escombros y desolación.
"Estamos sufriendo como si fuese un delito haber nacido acá", se
queja Máximo, mientras camina bajo una intensa lluvia. Él es además
presidente del Frente de Defensa de Morococha y señala que no se
opone a la gran minería, pero no acepta las condiciones que se le
están ofreciendo.
Mientras tanto él sigue aguantando la vida en Morococha junto a su
esposa y sus cinco hijos menores. La subsistencia en el pueblo, en
que vive desde hace casi 50 años, es cada vez más difícil. Incluso en
marzo del 2014 se les cortó el abastecimiento de luz durante 20 días
y tras una serie de protestas lograron alargar el suministro hasta
mayo de este año. Nadie sabe qué pasará después.
TRASLADO Y HUMEDAD
El problema de quienes hoy habitan Morococha es el traslado de los
morocochanos. Resulta que debajo de donde siempre existió este
pueblo duerme un gran yacimiento de cobre que será extraído por la
minera Chinalco en el ambicioso proyecto denominado "Toromocho".
Para esto la compañía construyó un nuevo asentamiento a unos
pocos kilómetros y donde hoy en día vive parte de la población.
Esta nueva ciudadela ha sido construida íntegramente con material
noble y tiene avenidas anchas, con cientos de casas dispuestas a ser
ocupadas. Pero, ¿cuál es el problema? Varios.
El primero es que este "Nuevo Morococha" ha sido construido en
medio de dos lagunas y sobre lo que antes fue un pantano, por lo que
la humedad no solo viene afectando las construcciones, sino la salud
de los propios pobladores. Para corroborar el hecho basta con visitar
las instalaciones del nuevo edificio municipal cuyas paredes
rápidamente se están enmoheciendo.
El segundo problema es el pago que la empresa realiza por el metro
cuadrado en Morococha. Los pobladores que aún no se han
trasladado se resisten a aceptar los US$ 9 que la minera ofrece por
cada metro. Y es que con ese monto difícilmente puedan comprar una
de las casas del "Nuevo Morococha".
EN EL ABANDONO
Así las cosas, la situación es de una precariedad total para quienes no
se han trasladado. Sin instituciones públicas en la zona, Morococha se
encuentra relegada al abandono. (http://www.larepublica.pe/25-08-
2013/junin-ejecutivo-declara-estado-de-emergencia-a-distrito-de-
morococha)
4. Durante el día los únicos vehículos que atraviesan sus calles son las
movilidades de Chinalco que transportan a sus trabajadores. Dicho
sea de paso, cuando algún forastero –aunque se identifique como
periodista– realiza un recorrido por Morococha, no le debe extrañar
ser seguido a una distancia prudencial por los empleados de la
minera. Y tampoco ser vigilado con binoculares desde lejos.
Para los morocochanos nada que venga de la capital es de buen
augurio. La sensación generalizada es que la prensa y las
instituciones del gobierno juegan en pared con los intereses de la
minera. "A nosotros ya nos han engañado antes. ¿Está seguro, joven,
de que usted no trabaja para Chinalco?", pregunta una señora cuyo
esposo labora para la minera. Ella prefiere no ser identificada para no
arriesgarse a las represalias, pero sí accede a contar su historia.
Cuando se iniciaron los traslados al nuevo asentamiento, su familia
fue una de las primeras en mudarse. A diferencia de la espaciosa
casa que ocupaban en Morococha, se les asignó bajo renta un
pequeño cubil de, asegura, no más de 50 metros cuadrados.
(http://www.larepublica.pe/25-08-2013/junin-ejecutivo-declara-
estado-de-emergencia-a-distrito-de-morococha)
A las semanas la humedad producida por el pantano sobre el que
reposa "Nuevo Morococha" le generó problemas pulmonares de tal
magnitud que tuvo que volver al pueblo antiguo.
Hoy en día ella vive junto a su familia hacinada en las instalaciones
de lo que antes fue un colegio y hoy está invadido por una docena de
familias que se han embutido en las viejas aulas y comparten un solo
baño.
"Yo me tuve que regresar. En ese pueblo no se puede vivir, porque
hay tanta humedad que ya me estaba muriendo", sentencia esta
pobladora.
COLOFÓN
Pese a las complicaciones que afrontan los pobladores de Morococha,
no todos tienen una visión pesimista respecto a su futuro. Uno de
ellos es el nuevo alcalde, Luis Arias Herrera, quien precisamente
forma parte de los habitantes que aún han decidido no trasladarse.
Él asegura que el futuro de Morococha es su prioridad, pero reconoce
también que el traslado hacia el nuevo asentamiento es una
necesidad. De momento sus fuerzas están concentradas en lograr un
acercamiento a Chinalco y así mejorar las condiciones de la
reubicación.
5. "En un momento desprenderse de su tierra y su pueblo es bastante
doloroso. Hay muchas personas con ese sentimiento, pero conforme
han pasado los años y se han visto los problemas, vemos que está
desolándose y destruyéndose. Tenemos que dejar nuestro pueblo,
pero que por lo menos exista un resarcimiento", plantea Luis Arias,
quien antes de llegar a la alcaldía también integró el Frente de
Defensa de Morococha.
La noche va cayendo sobre el pueblo. De las cimas de las montañas
baja una densa niebla que se derrama por las calles y el frío alcanza
cifras negativas. Morococha luce desolada, triste y vacía. Los perros
abandonados buscan calor entre los escombros y las pocas casas que
aún se mantienen en pie esperan el día en que serán derrumbadas.
Como un desahuciado, aguardando la extremaunción, el pueblo se
desvanece, ahí en las alturas, donde nadie quiere ir y bajo la
nostálgica mirada de quienes no se quieren ir.