El documento critica la cultura amarillista en los medios de comunicación. Señala que la sociedad de consumo solo busca vender sin límites, y que los medios usan imágenes para hacer mercadeo de forma lucrativa. No obstante, estas imágenes pueden empobrecer e inducir adicciones peligrosas cuando alimentan la morbosidad humana con perversidades y banalidades en lugar de educar. Esto mantiene a los usuarios en un estado de indolencia y pobreza moral que se refleja en sus conversaciones.