Ante el final del siglo y a poco tiempo del inicio de un nuevo milenio. Noviembre de 1998
1. Carta Pastoral
Ante el final del siglo y a poco tiempo
del inicio de un nuevo milenio
"Vengan a mi todos los que están cansados y
agobiados que yo los aliviaré" (Mt 11, 28).
A todos los fieles cristianos y a las personas de
buena voluntad que viven en el Paraguay.
I- INTRODUCCIÓN
1. Al final de este siglo y a poco tiempo del comienzo de un nuevo
milenio, los Obispos del Paraguay lanzamos una mirada sobre este
querido suelo, sobre sus hombres y mujeres, niños y adolescentes,
jóvenes y ancianos, quienes, movidos por sus sueños y visiones,
esperan un mañana mejor. Compartimos con ellos esos sueños para
que se conviertan en realidades y sus visiones para que, en la
esperanza, logren alcanzarlos. Todo ello es posible con la asistencia
del Espíritu Santo que es derramado sobre toda la humanidad (Cfr. Joel, 2, 28
ss.).
2. El Padre, rico en misericordia, nos ha permitido, durante este año
que termina, conmemorar al Espíritu Santo a fin de celebrar el
Gran Jubileo del Año 2000 del nacimiento de su amado Hijo.
Caminamos entonces hacia el tercer milenio manteniendo la fe en
Aquel que nos ha sacado de las tinieblas para llevarnos a su luz
admirable. Lo hacemos con la esperanza viva, porque sabemos que
ella es el dinamismo que nos mueve a vivir en conversión y
reconciliación, en comunión y participación.
3. Como Iglesia, comunidad de bautizados, y como país, comunidad
humana, forjamos un destino común. Los logros y los fracasos, los
innumerables problemas que encontramos en nuestro caminar, los
sufrimientos y las ilusiones que albergamos en nuestro corazón, hacen
que nuestra vida se motive siempre en la esperanza.
Por eso escribimos esta carta pastoral. En ella queremos echar una
mirada al pasado cercano, al presente que nos ocupa y al futuro que
se nos presenta como desafío. Juntos podemos vislumbrar el
Paraguay que queremos y amamos. Todos podemos construir el
"Paraguay jaipotáva" y afianzarlo con nuestros mejores esfuerzos.
4. Al entrar a considerar algunos aspectos de nuestra realidad como
país y como Iglesia, hemos de hacerlo a la luz de la palabra de Dios,
con la sabiduría que nos regala el Espíritu Santo y con la experiencia
2. que nos ofrecen las diversas realidades cotidianas.
II- UNA HISTORIA PARA LA LIBERTAD.
"Para ser libres nos llamó Cristo" (Gal 5, 1).
1. En su carta a los cristianos de Galacia les escribe San Pablo: "para
ser libres nos llamó Cristo" (Gal. 5, 1) a fin de realizar en cada uno
de nosotros el plan de Dios que es nuestra propia salvación.
La historia (de cuatro siglos y medio), nos demuestra que el anhelo
por la libertad se encuentra en lo más recóndito del corazón humano.
Esa historia esta plasmada de heroísmos humanos mezclados con la
fuerza de la fe cristiana.
Ya en nuestra carta pastoral "Un camino de esperanza", divulgada
en 1996, hemos hecho un recorrido global de nuestra historia. Hoy
queremos referirnos más específicamente al periodo de los últimos 9
años desde que el pueblo paraguayo vivió la experiencia de la libertad
política instaurando la democracia tanto tiempo deseada.
La Iglesia ha acompañado muy de cerca el proceso de ese
acontecimiento histórico que despertó grandes esperanzas y fundadas
ilusiones en la población entera.
2. A partir de entonces, constatamos que los partidos políticos han
entablado sus luchas internas y nacionales a fin de llevar al poder a
las personas elegidas por sus propios miembros. Y en tres elecciones
nacionales y municipales el país ha vivido intensamente uno de los
momentos más determinantes de su libertad de opción: el voto para
consagrar en el poder a aquellos que debían dirigir los destinos del
pueblo por los caminos del bien común y de la convivencia democrática.
Sin embargo, hay que reconocer que no siempre dichas elecciones
fueron expresión de la suprema libertad y de la transparencia deseadas.
La antigua costumbre de votar por el más poderoso, o el vender la
propia conciencia se ha impuesto en varias oportunidades. Muchas
veces las personas elegidas para los diversos cargos de poder, llámese
ejecutivo, judicial o legislativo no poseían los requisitos que avalaran
un buen desempeño en sus funciones.
El gran logro de la democracia fue el de la libertad de expresión.
Desde ese ángulo se han podido ver las graves incapacidades de
muchos hombres de la política. El pueblo se ha encontrado sin los
elementos necesarios proporcionados por una educación cívica
adecuada que lleve a opciones maduras y esperanzadoras, y al ejercicio
de una libertad responsable que dé seguridad a la ciudadanía.
3. La política se vio ensombrecida por la corrupción de la conciencia
y por las promesas preelectorales mentirosas. Los cuestionamientos
y las críticas se hacían sentir por parte del pueblo que realmente quería
vivir una real experiencia democrática que le ofreciera la oportunidad
de participar, de vivir en la seguridad, de llegar a gozar del bienestar
de una vida digna, en un ámbito de libertad tan costosamente conquistado.
3. Con humildad, debemos reconocer que la evangelización del
ámbito de la política no fue eficaz. El anuncio evangélico no ha
llegado hasta ese vasto campo de personas que se debaten para hacer
de la política el auténtico servicio al bien común. Nos preguntamos
si ha penetrado en la mente y en el corazón de los políticos la frase de
Jesús que habla de ese auténtico servicio: "No he venido a ser servido sino a
servir" (Mc 10, 45).
Muchas veces la enseñanza de la Iglesia ha sido mal interpretada,sobre
todo en relación al tema de la promoción humana,calificándola como
injerencia en la política partidaria. Pero, también algunos miembros
de la Iglesia no han sabido dar la verdadera orientación evangélica
en este campo, lo que contribuyó a que fueran justamente criticados.
4. Muy vinculada a la realidad política está la economía, nuestro
país vive en condiciones económicas pobres.
La pobreza generalizada y en constante aumento durante estos nueve
años de democracia ha sido, en gran parte, el fruto de una política
económica injustamente estructurada. Son los pobres quienes más
sufren los impactos de una recesión económica galopante. Esos pobres
están en el campo y en las ciudades, entre los obreros humildes y los
desempleados, entre los indígenas y sobre todo entre las mujeres y
los jóvenes. Existen casos de extrema pobreza, principalmente en las
zonas rurales y marginales de los cascos urbanos.
Además del cierre de bancos y financieras, del lento y fatigoso impulso
para una reactivación económica confiable, la corrupción sigue
vigente en nuestra sociedad. Esto hace que nuestro país figure en
los primeros lugares en la opinión pública internacional.
Desde la pobreza y la falta de conciencia del pecado personal y social
surgen los graves problemas de la delincuencia, como los robos, los
homicidios, la violación de las personas y principalmente de menores,
que hoy sume a la sociedad en la impotencia. La falta de seguridad y
principalmente la impunidad han tomado dimensiones alarmantes que
claman por un servicio de seguridad más efectivo y una actuación
de la justicia más rápida y ejemplar.
4. 5. Las áreas sociales prioritarias como la educación, la salud y el
trabajo necesitan encontrar la conducción adecuada que solucione
los grandes problemas de la implementación de la reforma educativa,
una política de salud preventiva, además de una asistencia sanitaria
más eficaz, para una parte de la población.
No se puede desconocer el hecho desconcertante de grandes
proporciones como son los grupos de desocupados y subocupados.
Existe en la organización del trabajo y del empleo algo que no funciona
y concretamente en los puntos más críticos y de mayor relieve social.
El pueblo entonces se pregunta: ¿qué va a pasar?; ¿cómo
sobreviviremos el año que viene? La libertad que gozamos, ¿va a
resolver nuestros problemas?
III- EN BÚSQUEDA DE LA VERDAD
"La verdad los hará libres" (Jn 8,32)
1. Los permanentes cuestionamientos que hacen nuestros compatriotas
merecen una respuesta oportuna y satisfactoria.
Dependiendo de esa respuesta podremos ejercer el don inestimable
de la libertad, como dice el Concilio Vaticano II: "Actúen según su
propio criterio y hagan uso de una libertad responsable, no movidos
por coacción, sino guiados por la conciencia del deber" (DH, 1).
Esa misma conciencia, movida por la libertad que se fundamenta
en la verdad debe "ser recta" (1Tim 1, 5) e "iluminada por el Espíritu
Santo" (cfr. Rom 9, 1), no debe "falsear con astucia la palabra de
Dios" sino "manifestar claramente la verdad" (cfr. 2 Cor 4, 2).
Y aun más, tenemos las palabras del apóstol San Pablo a los Romanos:
"No se acomoden al mundo presente, antes bien transfórmense
mediante la renovación de su mente, de forma que puedan distinguir
cuál es la voluntad de Dios: lo bueno, lo agradable, lo perfecto" (Rom 12, 2).
A partir de estas palabras de las escrituras podemos concluir que el
querer de Dios para todos los paraguayos es que vivamos en libertad
y en verdad para que desde esa experiencia construyamos el bienestar
de todos. Porque Dios mandó a su Hijo para que "todos tengan vida
y vida en abundancia" (Jn 10, 10). Pero esa vida abundante comienza
por la conversión, por la renovación de nuestra mente, de nuestros
sentimientos, de nuestro estilo de vida.
2. Es oportuno escuchar de nuevo las palabras de Jesús: "Conviértanse,
el Reino de Dios está cerca, acepten el Evangelio" (Mc. 1, 15). Por
eso en la oración del Padre Nuestro rezamos "Ore Ru, tojejapo
5. nerembipota". Esta frase nos pone ante el desafío de buscar la
voluntad de Dios que se encuentra en la verdad de las cosas. Es así
que el hombre puede también ser definido como "aquel que busca la
verdad" (Fides et Ratio 28) para encontrar la voluntad de Dios.
Para saber lo que Dios quiere para nosotros es importante desechar
las otras voces que interfieren con la de Dios. Porque existen otros
intereses de diverso orden que condicionan la verdad. Están las
mentiras y falsedades, las promesas halagadoras y los elogios
complacientes. El hombre evita a veces la verdad porque teme sus
exigencias. Pero, a pesar de esto, incluso cuando la evita, siempre es
la verdad la que influye en su existencia; en efecto , él nunca podría
fundar la propia vida sobre la duda, la incertidumbre o la mentira; tal
existencia estaría contínuamente amenazada por el miedo y la angustia (cfr. Fides
et Ratio 28).
3. Por eso, cuando mantenemos una actitud de escucha serena y
humilde vamos a reconocer la verdad porque "solamente la libertad
que se somete a la Verdad conduce a la persona humana a su verdadero
bien. El bien de la persona humana consiste en estar en la Verdad y
realizar la Verdad" (V.S. 84). Y la verdad fundamental es: "Ámense
unos a otros como Yo les he amado" (Jn 15,12).
De esta experiencia se desprenden otras muy importantes que tienen
que ver con nuestros relacionamientos interpersonales. Estos
relacionamientos tienen el sabor de la oración de Jesús en la última
cena cuando expresa sus más profundos sentimientos referentes a
nosotros: "Padre, que sean uno como Tú y Yo somos uno" (Jn 17, 11).
4. Esta unidad es un llamado para que todos los que habitamos esta
tierra encontremos los caminos del entendimiento y nos aceptemos
como hermanos, no permitiendo que los intereses políticos nos pongan
los unos contra los otros, ni que las diferencias sociales hagan que
algunos sufran por la carencia de oportunidades materiales mientras
otros despilfarran los bienes en cosas pasajeras de este mundo.
Para mantener la unidad es necesario defender el respeto a toda
persona humana para que pueda realizar su ideal de familia, de
educación, de trabajo, de bienestar. Ese respeto significa también
defender la integridad física, mental y espiritual de todos. De ahí que
la defensa y la promoción de la misma vida humana comienza en la
concepción y termina en el momento de la muerte natural.
5. En una época de cambios culturales vertiginosos, cuando las
culturas enraizadas de siglos van cediendo a las nuevas, el
relacionamiento humano sufre los inevitables desequilibrios que lo confunden y
6. disgregan.
Las metas se vuelven transitorias, los valores son relativizados, la
trascendencia se convierte en un mero invento de la mente humana
de tal manera que el andamiaje de sociedad se debilita y tiende a
derrumbarse. Por eso es imperativo volver a los ejes de toda cultura
que hacen posible el ralacionamiento amónico entre las personas,
el medio ambiente y Dios.
Nos decía Juan Pablo II en su visita a nuestro país: "Toda sociedad
tiene el derecho a desarrollar también aquellos valores que son
expresión de la originalidad cultural de un pueblo. En efecto, en
pueblo paraguayo ha sabido enriquecer el acervo cultural cristiano
con una peculiar manera de vivir la solidaridad, de ejercer la
hospitalidad y de demostrar su coraje en la hora de enfrentarse con las
adversidades.
Una historia singularmente dramática lo ha llevado a templar sus
virtudes heroicas en los momentos difíciles" (17.05.88).
6. En este sentido la educación es un medio privilegiado para
promover la cultura de un país. Sabemos que un pueblo ignorante es
un pueblo pobre. La educación debe tener en cuenta el proceso de la
personalización a partir del sujeto mismo y ha de servir para
introducirlo en la propia cultura con los valores y tradiciones propias.
Debe ayudarle a conocer y comprender otras culturas sin menguar el
aprecio por lo que es suyo y constituye su identidad. La educación
tiene por objetivo acompañar a la persona en su crecimiento, en la
conciencia de sí, en libertad y autonomía, en libertad y
responsabilidad. Hay que educar en la solidaridad, ayudando a superar
los egoísmos que genera pobreza, deterioran el tejido social y la
moralidad pública (Cfr. J.P.II Visita al Paraguay, 17.05.88).
El acceso de todos los paraguayos a la educación no solamente está
conforme a la voluntad de Dios sino también al deseo más profundo
de todos, como un derecho incuestionable.
7. Un pueblo sano debe ser la meta permanente de una sociedad
unida y culta, Jesús vino a traernos vida en abundancia. Son
numerosas las manifestaciones de sanación que el Señor nos ofrece
en los Evangelios. Imponían las manos sobre ellos y los enfermos
quedaban sanos (cfr. Mc. 3, 10). Enseñó a hacer lo mismo a los
discípulos (Mc. 6, 12). Si la acción sanadora de Jesús trajo alivio y
serenidad a las personas, así también la acción de los servidores de la
salud, de las instituciones dedicadas al bienestar físico y mental de
7. nuestros conciudadanos, redundará en alivio y esperanza de una vida
para todos los habitantes.
8. El trabajo es una de las principales responsabilidades del ser
humano. Leemos en el libro de Génesis: "Dios el Señor puso al hombre
en el jardín del Edén para que lo cultivara y lo cuidara" (Gn. 2,15).
Y en otro pasaje: "Con fatigas comerás de ella (de la tierra) Todos los
días de tu vida….Con el sudor de tu rostro comerás el pan…" (Gn.
3,17-19). El trabajo y la vida van juntos. De hecho que toda persona
construye su vida alrededor del trabajo. Y San Pablo dice con énfasis:
"el que no quiera trabajar, que tampoco coma…a tales personas les
mandamos y encargamos, por la autoridad del Señor Jesucristo, que
trabajen tranquilamente para ganase la vida"(2 Tes. 3, 10.12).
Al hablar del progreso humano el Papa Juan Pablo II dice: "Es
necesario subrayar que el elemento constitutivo y a su vez la
verificación más adecuada del progreso en el espíritu de justicia y
paz, que la Iglesia proclama y por el que no cesa de orar…, es
precisamente la contínua revalorización del trabajo humano, tanto
bajo el aspecto de su finalidad objetiva como bajo el aspecto de la
dignidad del sujeto de todo trabajo, que es el hombre" (LE 18).
Por tanto, cada uno tiene la responsabilidad de vivir por su propio
esfuerzo, pero también debe ser ayudado para poder encontrar con
facilidad el trabajo que le posibilite llevar una vida digna.
9. Dios se comunica a través de todos los tiempos. El se ha revelado
a sí mismo, principalmente de manera perfecta y definitiva a través
de Jesucristo, para manifestar el misterio de su voluntad (cfr. Ef 1,9),
a fin de conocer la plenitud de gracia y de verdad (cfr. 1, 14).
Al comunicarse Dios con las personas establece un vínculo de unidad
y de verdad. Por eso la profundidad misma de toda comunicación se
cimenta en la verdad que hace posible que los seres humanos
encuentren seguridad y confianza en sus relacionamientos y en los
emprendimientos que realizan.
Cuando la verdad está ausente en la comunicación, las consecuencias
son imprevisibles. Todo se vuelve confuso, la información se
tergiversa y la oscuridad mental se apodera de las personas. Finalmente
se genera el caos social y el estado de desesperanza.
10. No cabe duda que sea necesario preguntarse lo que Dios quiere
para su pueblo. La respuesta será fácil si aceptamos que el origen de
cada cosa está en Dios. En El se encuentra la plenitud del misterio de
la verdad. Al hombre le corresponde la misión de investigar con su
razón esta verdad, y en eso consiste su grandeza.
8. "El deseo de conocer es tan grande y supone tal dinamismo que el
corazón del hombre, incluso desde la experiencia de su límite
insuperable, suspira hacia la infinita riqueza que está más allá, porque
intuye que en ella está guardada la respuesta satisfactoria para cada
pregunta aún no resuelta" (Ratio et Fides 17).
Ayudemos a la razón humana a encontrar dichas respuestas
sosteniéndola con la fuerza de la oración: "Ore Ru tojejapo
nerembipota" (del Padre Nuestro).
IV- CORRESPONSABILIDAD SOLIDARIA
"Ustedes, hermanos, no se cansen de hacer el bien" (2 Tes 3,13 ).
1. La mirada sobre la situación que vive nuestro pueblo y la escucha
atenta a los designios de Dios nos motivan para compartir las
responsabilidades que a cada uno le corresponde a fin de ofrecer
orientaciones y soluciones a los problemas del presente y del futuro.
En su viaje al Paraguay, hace diez años, el Santo Padre nos decía a
los obispos: "Vuestra misión, queridos Hermanos, supone en
consecuencia un discernimiento certero de las circunstancias propias
de vuestro país para encontrar en los signos de los tiempos, leídos a
la luz de la Palabra de Dios, de la tradición y especialmente de la
Doctrina Social de la Iglesia, las opciones y los criterios que deben
guiar vuestra acción pastoral en la formación de las conciencias,
preparando los caminos del Señor en la libertad y en la justicia (…).
Con el debido respeto a la legítima autonomía de las instituciones y
autoridades, vuestra acción apostólica no ahorrará esfuerzos en
promover y alentar todas aquellas iniciativas que sirvan a la causa
del hombre, a su dignificación y progreso integral, a la defensa de la
vida y del derecho de la persona en el marco de la justicia y del
respeto mutuo" (As. 17.05.88)
Por eso, con todo el pueblo y con las autoridades competentes
apoyamos los esfuerzos que se realicen para promover la
consolidación del Estado de Derecho en el pleno ejercicio de las
instituciones constitucionales. Solamente la acción armoniosa de los
Poderes del Estado podrá garantizar a la población el respeto hacia
sus propios derechos y a la seguridad que necesita.
2. A las autoridades de nuestra patria queremos recordar las palabras
de Juan Pablo II: "Vuestra misión por el bienestar de todos exige una
atención ininterrumpida. No se pueden conformar los gobernantes
con dictar normas genéricas para el bien común. Deben impulsar
9. también el cumplimiento eficaz, rectificando las orientaciones cuando
sea necesario. Como sabéis, es preciso velar y alentar constantemente
para que la iniciativa de todos lleve al mayor progreso de la
comunidad, particularmente de los más necesitados…. Allí donde
sea preciso, la actividad subsidiaria de la autoridad constituida debe,
además, contribuir a poner a las personas y grupos sociales en
condiciones de cumplir sus cometidos" (As. 16.05.88).
3. Al mismo tiempo hacemos un llamado a todos nuestros
conciudadanos a resistir a cualquier eventualidad que altere el
buen funcionamiento de las instituciones. Que cada uno, desde su
opción política defienda la institucionalidad del país, ya sea por medio
de los discursos claros y respetuosos, ya sea por medio de diálogos
sectoriales o nacionales. Se trata de salvaguardar la pacífica
convivencia a la que se oponen aquellas fuerzas que pretenden
implantar la violencia y el odio como solución dialéctica de los conflictos.
Por ello el laico cristiano no puede olvidar que la noble lucha por la
justicia no debe confundirse de ningún modo con el programa "que
ve en la lucha de clases la única vía para la eliminación de las
injusticias de clase, existentes en la sociedad y en las clases mismas" (LE 11).
4. La Iglesia, y los Obispos en particular, tienen la grave
responsabilidad en la construcción de una comunidad humana más
solidaria y fraterna, que favorezca los mecanismos que satisfagan sus
necesidades básicas.
Al cumplir con esta responsabilidad la Iglesia ejerce su misión
evangelizadora, ya que de esta manera ofrece su primera contribución
a la solución del problema del desarrollo humano, proclamando la
verdad sobre Cristo, sobre sí misma y sobre el hombre, aplicándola a
una situación concreta. Para este fin tiene todo el contenido fecundo
de su doctrina social que no es una "tercera vía" ideológica, sino un
conjunto de reflexiones sobre la vida del hombre en la sociedad a la
luz de la fe y de la tradición eclesial (cfr. Sollicitudo rei sociales 41).
5. Por medio de la Evangelización la Iglesia quiere ayudar a la
comunidad humana a discernir su situación política, económica, social
y cultural a fin de encontrar en ella los verdaderos designios del Señor
y poder así escribir una auténtica historia de salvación.
Con el nuevo ardor de los discípulos de Jesús y de los cristianos de
los primeros tiempos, adaptando el lenguaje a la comprensión de los
ciudadanos del presente y ofreciendo el mensaje de salvación por
medio de nuevos modos de comunicación, la Iglesia estará
contribuyendo eficazmente al logro de la paz, de la justicia y de la unidad del
pueblo.
10. Una Evangelización Nueva es, entonces, el cauce más apropiado para
la formación de la conciencia moralmente recta que fortalecerá al
espíritu y le dará fuerzas para combatir y derrotar a la corrupción y a
la desesperanza que se ha posesionado del corazón y de la mente de nuestros
compatriotas.
6. Dentro de este mismo pensamiento exhortamos vehemente para
que todos tengamos aquel espíritu de diálogo que nos permita
considerar nuestros problemas en un ámbito de reflexión serena y
veraz a fin de encontrar juntos las soluciones. No desechamos la
eventualidad de que las mismas autoridades nacionales puedan
convocar a un diálogo abierto y sincero que lleve a una real y eficaz
reconciliación entre todos los que tienen el poder de decidir sobre los destinos de
nuestra patria.
7. El Paraguay que queremos es un desafío para todos. Compartimos
la responsabilidad de hacerlo juntos sabiendo que si no lo hacemos
nosotros nadie lo hará. En efecto, los Obispos, hace un año, hemos
impulsado la realización del emprendimiento sugestivo y alentador
del "Paraguay jaipotava, ñande mante jajapótata".
Lo hicimos con la intención de ofrecer a todos los que habitamos
este suelo, la posibilidad de reflexionar y accionar comunitariamente
a fin de crecer y fortalecerse en la esperanza y de formar grupos
comunitarios que sirvan de estímulo y apoyo en sus comunidades locales.
Hoy, a todos les exhortamos a comprometerse a realizar este proyecto,
a hacerlo suyo, a fin de responsabilizarnos solidariamente con el futuro de nuestro
pueblo.
V- CONCLUSIÓN
"Hagan lo que Él les diga" (Jn 2, 5)
1. Al terminar esta carta pastoral, que con respeto y confianza,
ofrecemos a todos los cristianos y personas de buena voluntad,
queremos alentarlos a continuar confiando en la ayuda del Señor y
en la buena disposición de todos. Vivimos en la esperanza de mejores
días porque la fe en Jesucristo, el Señor de la historia, nos confirma en ella.
Estamos seguros que en el corazón de cada uno de nosotros palpita
esa fuerza capaz de vencer las dificultades que se interponen en el
camino del bien común.
2. Elevamos la mirada hacia la Madre de Jesús y Madre nuestra, la
Inmaculada siempre Virgen María. Ella inspiró a los primeros
11. evangelizadores, entre ellos a San Roque Gonzáles de Santa Cruz y
Compañeros Mártires, a emprender juntos el camino de la nueva
evangelización, rumbo al tercer milenio.
Desde sus advocaciones más diversas extendidas por tantos pueblos
y ciudades de nuestro territorio, Ella continúa diciéndonos: "Hagan
lo que ÉL les diga" (Jn 2,5). Con la confianza en esas palabras
podemos mirar con optimismo hacia el cambio cultural, social y
religioso de nuestro pueblo caminando confiados hacia "un cielo
nuevo y una tierra nueva" (Apoc. 21,1), con hombres nuevos y mujeres
nuevas, junto con María que es "señal de esperanza cierta y de consuelo" (LG 68).
La bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo se derrame
abundantemente sobre todos los que vivimos en el Paraguay.
Asunción, noviembre de 1998
Por mandato de la Asamblea Plenaria
+ Pastor Cuquejo
Obispo Castrense - Secretario General de la CEP